Manualidades juntos & Vida doméstica/ JJK.

Nota: Inumaki puede hablar con libertad, porque poder del guión y me era demasiado difícil manejarlo con su vocabulario normal xd.


Estaba de espaldas mirando el cielo nublado, las nubes eran realmente enigmáticas con sus colores penetrantes, pues anunciaban una mera tormenta que iba enfriar toda la ciudad, algunos eran amantes de la lluvia; seguramente les recordaba cosas sensacionales, o simplemente les gustaba ello sin alguna razón... El mundo, es un cincuenta y cincuenta, bueno y malo, amargo y dulce, blanco y negro... Siempre había una dualidad, como en todo.

La ventolera me hizo cerrar los ojos inmediatamente, no obstante, hubo ciertas partículas de suciedad que entraron a mis orbes, dañándolos y haciendo que ellos se defendieran y lagrimearan para sacar aquella tierra que levantó el aire enfurecido. Gruñí en silencio y poco a poco los abrí, mirando borroso por el daño y las lágrimas...

Pero él seguía ahí, ni siquiera se inmutó un poco. Suspiré lo menos silenciosamente posible y seguí mirándolo, hasta que sintiera mi mirada; pero mejor me acercaba a él, dando pasos no ruidosos para abrazarlo por detrás y oler su aroma. Mi pulso se aceleraba conforme me acercaba, siempre tenía ese efecto en mí, haciéndome más vulnerable con tan sólo verme fijamente y después sonreírme. ¿En qué momento mi vida cambió tanto con él?

Entre mis pensamientos y sentimientos encontrados, fui capaz de levantar mis brazos lentamente y pasarlos alrededor de su cintura —. ¿Qué es lo que te dice la lluvia?

Recargué mi mentón en su hombro derecho, cerrando los ojos al sentir su tacto envolviendo mis manos, una temperatura diferente, un calor penetrante y peculiar.

— Dice que lloverá pronto y nos mojaremos si seguimos aquí — Susurró acariciando mi tacto.

— ¿Tenemos problema con mojarnos? — Deposité un beso en su cuello.

— Yo no, tú siempre te enfermas, así que vamos — Se giró y me cargó como a una princesa. Pude meter mi rostro a su delicioso cuello, estaba a mi merced.

— Yo no tengo la culpa... — Abrí mis ojos, una parte del cielo aún se negaba a invadirse de nubes tenebrosas, pues su color azul intenso serpenteaba en una esquina.

— Lo sé, amor.

Dejó que mis pies tocaran el suelo y nos adentramos a casa, estábamos en la suya, pasando el fin de semana solos como de costumbre, éramos sólo nosotros contra el universo exuberante, lleno de conflictos y situaciones catastróficas...

— ¡Tenemos cosas por hacer! — Sonrió —. Itadori ya ha acabado las decoraciones que le pedimos, es bastante rápido.

— Bueno, tiene que estar activo de alguna manera, ya sabes cómo es... Megumi seguramente estará tentado en abandonar el proyecto — Comenté paseándome por la sala de estar, buscando mis bolsas con productos de telas, decoración y bonetería, además de pinturas, pinceles, y demás.

— Gojo también está muy emocionado — Recordar a ese tonto me hace sonreír, a pesar de la diferencia de edades, él estaba demasiado extasiado con la fiesta de Halloween que estábamos planeando.

— Tiene espíritu de niño — Le mostré las bolsas en señal de éxito —. Y bien, ¿Investigaste qué hacer?

— ¡Sí!, son demasiado sencillos, y justos para nuestra paciencia — Me mostró su teléfono y sí, eran demasiado fáciles y tiernos —. ¿Tienes muchas pinturas?

— Así es, ¿Te parece si buscas periódico o algo que podamos colocar en el suelo para no manchar nada?

— Sí, corazón — Se dio la vuelta y subió las escaleras mientras yo vaciaba las bolsas. Acomodé perfectamente todo, ordenado para que después no anduviésemos buscando las cosas como unos tontos.

Pero siempre pasaba eso, perdíamos algo y no reanudábamos hasta que lo encontrásemos... Menos tontos, con dos neuronas muertas. Inumaki apareció con lo justo y nos acomodamos en el suelo, ambos con las piernas cruzadas decidiendo que hacer primero.

Toge me miró fijamente y yo entrecerré los ojos.

— Ven acá, estás muy lejos de mi — Solté una risita y quedé a su lado —. Ahora, bésame.

— Estas muy mandón, ¿No? — Acomodé mi cuerpo de lado para jugar con sus cabellos, reteniendo su mirada fija y dura.

— Cariño... No sabes lo mandón que puedo ser, pero eso lo verás después... Sé buena chica y bésame — Las últimas cinco palabras fueron susurradas con cierto gruñido, mismo que provocó un escalofrío en toda mi columna vertebral.

Así que pasé mi mano por su nuca y acerqué mis labios a los suyos entreabiertos, vacilé un poco dejando a la espera para provocarlo, así que sólo fui consciente de su palma contra mi cabeza, aplicando fuerza y estrellándome lo más rápido posible contra sus labios deliciosos, tiernos y dulces. Suspiramos al mismo tiempo ante el contacto, ladeando nuestras cabezas para evitar que nuestras narices chocaran, pero fue en vano ante el baile de nuestros rostros, robándonos respiración y arrancándonos suspiros.

Metió su lengua y la acepté. Era posible ver como metía su lengua si alguien nos veía de frente estando nosotros verticalmente. Acarició mis mejillas y nos separamos, era impresionante las sensaciones de mi cuerpo con sólo un beso, dejándome caer en una nube esponjosa, misma que me daba toques eléctricos aclamando mi piel suave.

— Debemos apurarnos — Comenté yendo trayendo un poco más cerca las cosas.

— Que buena y deliciosa vista — Giré mi cabeza a la derecha, viendo parte de su persona, tenía la cabeza ladeada con una sonrisa —. Inclínate un poco más.

— Inumaki... Debemos hacer esto, ¡Es para mañana! — Protesté quedándome inmóvil.

— Vamos princesa, ¿Por qué no recoges aquellos pinceles con los dientes y los traes? — Regresé mi vista a los materiales, los tenía cerca, y quería picar un poco con él, así que alcé mi trasero lo más que pude y tomé cuantos pinceles podía —. Sublime...

Paseo sus manos desde mi cintura hasta mis caderas, y me hizo gatear hasta él.

— Dámelos — Busqué su mano pero negó, —. Aquí... Uno por uno, dámelos en la boca.

— Ujum — Me sentí a horcajadas, con los dientes empujé uno y el lo tomó. Rozó mis labios y me cerró un ojo en el instante... Repetimos la acción hasta que llegó el último, pues los depositaba en su mano para después dejarlos en el suelo.

— Excelente, ahora sigamos — Me senté a su lado y primero cortamos rollos de papel a la mitad, contamos cuantos teníamos y después los dividimos en tres.

— Ok, diez de color crema, otros diez de negro y los otros de blanco — Asentí abriendo las pinturas, tenía mi cabeza en sus piernas y me encantaba verlo desde ese ángulo.

— Así es, señor Inumaki. Usted es muy inteligente — Alegué divertida, echando un vistazo a sus ojos en blanco —. Y bastante grosero con su novia.

— Ella tiene la culpa — Tomó un rollo para comenzar a pintar, lo sostuvo con su dedo pulgar e índice. Yo lo dejé que siguiera pintando, hasta que se detuvo pensativo.

No sabía como pintar en donde se encontraban sus dedos, pues se mancharía si lo tomaba de otro lado. No le dije nada y seguí con el mío, hasta que vi que era enserio el no saber como solucionar el problema.

— Amor, mete los dedos de tu mano izquierda en el centro del rollo y así te libras de tu complejo problema — Comenté dando pinceladas.

— Imaginaré que eres tú — Bufé y mordí su pierna, haciendo que se quejara y maldijera —. Es un cumplido.

— Shhh, a lo que vine.

— Eres mala.

— Y tú un caliente.

— Así somos los escorpio — Lancé una sonora carcajada y seguimos pintando. Inumaki de vez en cuando me contaba algo, cantaba un poco o me molestaba con sus comentarios. Me tenía tan enamorada...

— ¡Listo! — Ahora hay que dejar que se sequen, ahora tenemos que dibujar en esas hojas de color.

Toge dibujó y recortó ojos de diferentes colores, hasta bocabajo con sus codos apoyados en el suelo, recortando con toda calma, con aquella lengua de fuera llevando la punta hacia arriba... Totalmente concentrado. Se veía tan lindo, tan relajado; tanto que me dieron ganas de llenarlo a besos, algo que hice, pues le llené la cara de aquellas demostraciones de afecto que me encantaba dar.

Él se dejó hasta que estuve satisfecha, siempre me aguantaba, porque a veces era demasiado empalagosa... ¡Mucho!

Dejó los ojitos recortados e hicimos demás cosas, fantasmas, momias, arañas, y calaveras. Estábamos tan concentrados que no nos dimos cuenta de la hora, eran las doce en punto. Parpadeé un par de veces para descansar mi vista mientras que mi novio pegaba lo último.

Con los rollos de papel hicimos unos vampiros, brujas y fantasmas, unidas por un hilo para colgarlas en la pared.

— Amor, ya son las doce y mañana tenemos que dejar todo listo antes de irnos, así que debemos levantarnos un poco temprano — Comenté guardando unas cosas en la bolsa, ya que su sala se veía demasiado desordenada.

— Ya casi acabo... — Revolví su cabello —. ¿Quieres cenar?, ni si quiera comiste.

— No tengo hambre, probablemente te acepte un café descafeinado con leche deslactosada.

— Bien, dame cinco minutos, corazón — Fui a abrazarlo nuevamente por detrás.

— Te amo...

— Yo te amo más, y punto — Tomó un vampiro y me lo enseñó —. Él también te ama, y ahora estoy celoso, el señor vampiro dice que te matará a besos.

— No se atreve — Inumaki solía ser una persona bastante infantil.

— ¡Claro qué sí! — Hizo una voz más grave y se giró hacía mí, pronto me tumbó e hizo que el cartón decorado me diese besos por todo el rostro, cada que pasaba eso, hacia el sonido correspondiente.

— ¡Ya basta! — Comenté divertida, estaba muerta de la risa.

— Le tengo una pregunta — Me tendió una mano y quedé sentada viendo de frente al vampiro.

— Dígame, señor vampiro — Puse toda mi atención.

— ¿Usted me ama más a mí?

— ¡Sí! — Declaré firme, mirando lentamente como Inumaki bajaba el vampiro. Sip, era hora de correr.

Así que me levanté lo más rápido que pude y corrí por mi vida rodeando los sofás, riendo y con aquellos nervios que me hacían sentir mariposas en el estómago, ¡Era muy divertido!, Toge se quedó del lado contrario mirándome indignado, y corrí a la cocina, al entrar intenté alejarme, pero su brazo izquierdo hizo la función de un gancho para tomarme del estómago y parar mi huida.

Solté un grito como un niño pequeño al ser pillado. No perdió más su tiempo y me sentó en la isla de la cocina dándome un beso.

— Eres mala.

— Y mucho — Le saqué la lengua.

— Me las vas a pagar — Susurró alejándose para prepararme mi capricho.

(***)

El sonido de la alarma me hizo girarme para apagarla al mismo tiempo que miraba la hora, eran las once de la mañana y aún seguía con un sueño abismal, Miré a Toge, su pecho desnudo me recordó la noche tan delicioso que tuvimos, haciéndome sentir adolorida del vientre.

— Amor... — Susurré con voz suave para despertarlo —. Bebé... — Deposité suaves besos en su cara, hasta suspiró y poco a poco abrió los ojos —. Buenos días, amor.

— Hola, princesa — Me atrajo a su pecho —. ¿Qué tal dormiste?

— Me dejaste agotada... Descansé muy bien — Mis dedos jugaron con su pecho —. ¿Qué quieres desayunar?, hoy me toca cocinar a mí.

— Te diré lo que me dices... <<Lo que tú quieras>> —Se estiró y dejó un beso en mi coronilla.

— Ushhhhhh — Aquel se burló.

— ¿Qué se siente?, no sé amor. Puedes hacer Pancakes, jugo o café — No quería levantarme pero tendríamos una noche movida, hoy era la fiesta de Halloween.

— Bien — Me levanté de la cama y bajé a la cocina.

Inumaki tenía ciertas actividades que hacer, fregar el suelo, quitar el polvo y cambiar sábanas, colchas y almohadas. Yo por mi parte, debía dejar la cocina limpia, lavar el baño y arreglar un poco el jardín.

Recogí mi cabello y comencé mis deberes, Inumaki colocó un poco de música para también comenzar, no sin antes darme un profundo beso que me incitó a seguir de buena gana con la limpieza. Siempre había sido así, lo dos en diferentes lugares con diferentes actividades, pero juntos, escucharlo cantar, o pensar en voz alta, era la mera gloria.

Cada hora preparaba un agua fresca para seguir con el ritmo, Inumaki bajaba a la cocina para verme y después pedir un poco de agua del sabor que había elegido, esta vez se trataba de piña.

— ¿Viste las calabazas que talló Gojo? — Preguntó antes de sorber. Suspiré con cierto recelo mientras veía como tomaba agua, yo quería hacer lo de las calabazas y ese maldito se encaprichó.

— No, las pisaré cuando llegue a la fiesta — Dejé mi vaso vacío en la isla, escuchando su risa.

— No seas rencorosa.

— ¡Será visto como un accidente! — Apreté el puño —. No, en realidad no soy tan mala.

— Pudimos hacerlas para nuestra casa — Señaló y me quedé analizando, era cierto, que tonta —. Tierra llamando a mi princesa...

— ¡Lo siento!, me quedé pensando... — Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no vi el plumero de mi novio —. Bonito plumero.

— Lo encontré hace unos minutos, ¿Se me ve bien? — Hizo una pose graciosa, sacando de más el culo y colocándose el plumero en uno de sus hombros.

— ¡Ardiente! — Dije con sarcasmos para acercarme a él —. Vamos, tenemos cosas que terminar.

— Yep — Un piquito y seguimos.

Para las siete de la noche ya estaba todo listo, la casa impecable, nosotros con nuestros disfraces y esperando para ver a nuestros amigos.

— Vamos, corazón — Tomó mi mano y salimos de casa, siempre tan unidos.

Y enamorados.

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