Cita a ciegas.

Nota: Puede que haya faltas de ortografía y gramática.

La mañana del día primero de Octubre me saludaba con su perezoso andar, su clima tan característico me embelesaba constantemente cada que salía de casa a tomar aire fresco, de compras, o simplemente a la universidad. Sus tonos plasmados también hacían de un mes precioso. Miro a mi derecha contemplando el calendario que contiene miles de equis, pues no se me ha quitado esa maña desde que era muy pequeña.

Ya son casi las ocho de la noche, era el tiempo perfecto para arreglarme. Nuestros amigos y yo habíamos preparado una serie de actividades para poner a prueba aquellas habilidades sociales y de paso conseguir algo de diversión o estable... Al principio fui la primera en denegar aquel suceso, pero después de regaños y burlas miserables a mi persona, acepté.

El lugar... Cada quien iba recibir una serie de instrucciones para llegar al lugar indicado, todos habíamos puesto nuestro empeño para elegir a las parejas como los mejores restaurantes... Ni hablemos de convencer a las personas que serían nuestros acompañantes, también era un reto, pero de mi parte, mi mejor amiga tendría una cita con un chico demasiado introvertido... Mi lado razonable me decía que no era lo mejor, pero ella puede romper el hielo en cuestión de segundos, y además se verían muy lindos juntos.

Mi móvil vibro con la dirección del restaurante. No pude negar con la cabeza cuando leí el nombre de un restaurante que no conocía; aquí empezaba la verdadera adrenalina, ¡Era obvio sentir nervios!

Un vestido pegado de color lila me hizo buena justicia, me dejé el cabello lacio, agregué un maquillaje no tan cargado, y por último coloqué pendientes y mi eterno collar de lirios. Me miré una vez más al espejo y sonreí, aún poco angustiada, así como nerviosa.

Abrí la aplicación de Uber y coloqué la dirección deseada; la pantalla me marcó no menos de cinco minutos para que llegara a casa, así que tomé mi bolsa, unos zapatos de piso, cartera, llaves, cargador, perfume, maquillaje ¡Y mis audífonos!. Mediante el móvil me fijé en la hora, se supone que a las 9:30 son todas las reservaciones.

Una de las primeras reglas era mandar fotos de la vestimenta, otra cuando llegases al restaurante, también cuando la cena ya haya llegado y por último con tu acompañante... El grupo de Chat comenzaba a vibrar.

La luz de los grandes faros me advirtió que ese era el coche que me iba llevar a una aventura más de mi vida, algo que sumar a mis anécdotas para contar en año nuevo con ellos, riendo, y siempre describiendo todo a detalle, algo en lo qué fallaba rotundamente, ya que mi cerebro a veces no almacena información tan vívida como la de mis amigos.

El conductor no se trataba más que de una persona más alta, vestida formalmente, quien se presentó con un nombre extranjero. Lo saludé, abrió mi puerta y me adentré al coche que olía a mandarinas.

— Señorita, ¿Gusta una botella de agua en lo qué llegamos a su destino? — Preguntó amablemente mirando por el retrovisor.

— Claro... — Lo tomé por cortesía, no era partidaria de aceptar cosas de extraños. Le eché un vistazo a la botella de agua Fiji, estaba sellada, pero prefería no errar.

— ¿Gusta colocar música? — ¡Pero claro que iba aceptarlo!

Sinceramente siempre estaba escuchando música, no me puedo concentrar sin ella... Calma mis ansias ante algo, no sé si me estoy haciendo dependiente... Los coches de adelante nos iluminan con sus luces rubíes, además la noche acaricia nuestro camino mientras dejo que Billy Idol con Bitter Taste me haga soñar despierta, algo que no duró mucho, pues mi móvil ya tenía más de 100 mensajes, los cuales obviamente leería porque deseaba ver a mis amigos con sus vestimentas.

Todos se veían sensacionales, recibí ovaciones y también las otorgué. Mis labios se estaban secando y mi corazón me latía a mil por hora, aún tenía la posibilidad de huir como lo miserable que era, pero ya estaba aquí.

Miré a los edificios como si tratase de grabarme todos los detalles de su estructura, identificando sus colores y reflejos, los semáforos no ayudaban y solo incrementaban mi perfecta ansiedad. Cerré los ojos y traté de disfrutar el trayecto, hasta que visualicé el restaurante.

Me ayudaron a bajar y me acerqué mirando a todos lados, que tonta, como si supiera de quien se trataría... Llegue con la Hostess y me llevaron a mi mesa, resulta que la cena también estaba elegida. Miré en derredor cautivándome con la decoración en tonos blancos y cremas, así como en las bonitas lámparas que gracias a Dios no tenía aquel color amarillento que tanto odiaba, porque me gustaban los lugares luminosos.

Me tomé una selfie y la envié el al grupo de chat, colocando la leyenda Pues ya estoy aquí y mi príncipe azul no llega. No tardaron en contestarme haciéndome segunda, otros burlándose... Suspiré y me removí en el asiento. Me entretuve con una pareja que al parecer estaba discutiendo, desafortunadamente el chisme me llamaba y afiné mi oído lo más que pude... Escuchando a la chica que le decía hasta de lo que se iba morir.

Miré nuevamente el móvil perdiéndome en el chat, una de mis amigas había dado luz verde de que su cita había llegado... Todos les deseamos buena suerte, hasta qué escuché una silla arrastrarse. Me quedé quieta por unos segundos antes de mirar a la rubia que me había traído a la mesa.

Aquel chico estaba un poco serio, un cabello rosa como el chicle captó mi atención, además de aquella bonita sonrisa abierta que me regalaba. Automáticamente le sonreí de vuelta.

— Un gusto, señorita — Extendió su mano y nos dimo un fuerte apretón —. Yuji Itadori.

— ¡Hola! — Me presenté con solo mi nombre y se sentó enfrente, froto sus manos y me miró con una gran sonrisa.

— ¡Eres muy linda!, ¿A qué te dedicas? — Dejé salir de la manera menos escandalosa posible el aire que tenía contenido en mis pulmones, este chico tiene un aura excelente.

— Soy estudiante de universidad, tengo un trabajo que dentro de la institución puede que sea sacrificada — Soltó una suave carcajada y me incitó a seguir hablando —. Pero estoy sobreviviendo.

— ¿Qué tipo de trabajo haces? — Nos trajeron la bebida que llevaba esperando desde que llegué.

— Distribuyo droga — Dije lo más seria posible, mirándolo a los ojos. Su cara cambio de tonos y una O se formó en su rostro, después llevó sus manos e hizo un gesto extraño —. No es cierto, les hago tareas a los de primer grado y me pagan.

Me burlé de ahora su aspecto acusador, sus ojos se entrecerraron y yo alzaba mi vaso en forma de paz.

— Que decepción, yo quería pastillas mágicas — Engrandecí mi sonrisa.

— ¿Viagra? ¿Usas viagra? — Dije en un tono alto.

— ¡No es cierto! — Se tapó la cara al ver que algunas miradas furtivas nos veían, no evité soltar una carcajada ante mi broma —. Vaya que tomas confianza demasiado rápido.

— Sería una cena innecesaria fingiendo ser una persona que no soy, digo groserías, cosas en doble sentido, soy burlona, picotera y demás — Debatí su argumento, a lo que asintió con la cabeza.

— Tienes razón y eso me agrada, sinceramente pensé que ibas a ser más reservada, tu semblante serio decía cosas como << Si me hablas te mato>>

— Oh por favor, no soy tan mala.

— Entonces, dame pastillas mágicas, de esas que te hacen reír — Se cruzó de brazos pensativo.

— Claro, drogadicto.

— No son para mí — Apoya sus manos sobre la mesa.

— Eso dicen todos.

— ¡Son para mi amigo!, es imposible que se ría — Cierro los ojos y muevo mi cabeza negativamente —. Es eso o emborracharlo.

— Itadori, deja de drogar gente, por favor.

El vino llegó después de una eternidad, ¡Ya quería!, miré a Yuji quien hablaba de su día a día, hacía muchos ademanes chistosos y a veces actuaba demás en sus historias. Era una persona que tenía de todo, jamás había conocido a alguien así y de su alma ni se diga... A leguas se nota que es una persona demasiado pura y leal.

— De aquí no nos vamos hasta acabarnos el vino — Sentencié. Me hizo ojitos con su cara triste, se veía encantador —. Nada.

— Yo no consumo mucho alcohol, con esta tercera copa me estoy mareando un poquito.

— Qué mala cita, eres — Bromeé con tristeza.

— Estoy en una cita con una narcotraficante, la mala aquí eres tú — Su soltura empezaba a mostrarse más, aquellas bonitas mejillas se empezaban a teñir de rojo.

Tuve compasión por él, definitivamente no lo iba mandar así a su casa... Miré el vino y me serví otra copa, tenía una resistencia abismal al alcohol, así que no sería problema.

— Te veo muy pensativo, Itadori — Solté mientras esperábamos el postre —. ¿Pasó algo?

— Te propongo algo — Dijo entusiasmado —. ¡Vayamos a otro lugar!

— Wow, que aventado eres, rosadito.

— ¡No!, no me malinterpretes — Su cara era granate —. Eres una grosera, te diviertes haciéndome sentir mal.

— Eres una persona propensa a eso — Los ojos en blanco me hicieron reír animadamente —. Entonces, ¿Qué propones?

— Sólo vámonos, no me malinterpretes, el restaurante está hermoso, pero necesitamos algo más para saber si eres de mi madera.

— No soy árbol... — Digo débilmente mientras me toma de la mano, su tacto es demasiado caliente y suave.

— Anda.

Con los zapatos altos estaba de su estatura, pero preferí quitarlos para caminar a gusto, hubo algo que me llamó la atención y eso fue que no me soltó de la mano para nada. Encajábamos bastante bien, sus ademanes movían mi tacto a su antojo; siempre haciendo pausas divertidas. Caminábamos a contrariedad de los coches por una estrecha calle, donde gente demasiado apurada pasaba a lado de nosotros, además el frío comenzaba a ser un poco más penetrante.

Conforme fuimos caminando, pude divisar un antro, las luces neón adornaban el gran cartel que anunciaba su nombre, además de un grandulón en la entrada que miraba a un puto fijo, eso sí, sin perder el panorama de su vista periférica.

— ¡Ven! — La euforia salió de su garganta y nos dejaron pasar con facilidad.

El entorno era solamente iluminado por aquellos destellos de colores, la barra estaba atestada de personas, con suerte alcanzamos una mesa vacía, a lado de un grupo de chicos más grandes que nosotros. Al fondo una banda de rock hacía el intento de animar a la gente que aún se encontraba sentada.

— ¿Te gusta hacer el ridículo? — Preguntó por encima del ruido.

— Depende — Conteste con un poco de duda al verlo así.

— ¿Conmigo? — Bueno, acompañada suena mejor... Pero no sabía que se traía en manos, así que no evité ponerme nerviosa. Solamente asentí escondiendo aquel lado inestable de mi ser —. ¡Entonces ven!

— Pensé que pediríamos algo de tomar — Comento a medida que me lleva a algún lugar.

— ¡Pero casi te acabas una botella de vino! — Sonaba un poco asustada.

Pero el susto me lo llevé yo cuando estábamos en el escenario. El vocalista sonrió y entre labios pude leer << Hola, Itadori>>, aquel movió su mano de un lado a otro.

— ¿Qué vamos hacer? — Dije clavada en el piso siendo arrastrada más al centro, todos estaban mirando —. Yuji...

— ¡Vamos a cantar! — Me tendieron otro micrófono, mientras que el de cabellos graciosos probaba el sonido dando toques con su palma —. ¿Qué te gusta?

— Lo que quieras... — ¡Joder estaba muerta de la vergüenza!, los bochornos me hacían la vida imposible, hasta que la banda comenzó a tocar una canción que me encantaba (Imagínense la que ustedes quieran)

Se me olvidó todo completamente y me dejé abandonar por la tonada mientras que Itadori se volvía loco junto a mí. Afortunadamente los de nuestro alrededor comenzaron a elogiarnos, colocándose de pie y yendo a bailar a su ritmo, algo que me animó completamente. ¡Era toda una euforia!, era un dueto perfecto para subir la alegría, haciendo el ridículo, justo como lo denomina aquel chico que me estaba atrapando lentamente en su red... La banda tocó cinco canciones más, lo que provocó que mi garganta se secara pero que no abandonara a Itadori. De un movimiento rápido me enrolló hacía él, y nuestros rostros quedaron demasiado cerca justamente cuando terminó la canción.

Mi pecho subía y bajaba marcadamente, trataba de recuperarme, pero el estar así me arrebataba todo. Su loción me deleitaba, era algo que no había podido oler con detenimiento. En sus mejillas pude ver como se comenzaban a tornar de un ligero rojo.

¿Es pertinente hacerlo?, me cuestioné. ¿Qué puede pasar?, pero el se acercó a mí antes de que yo lo hiciera, juntó sus labios con los míos... ¡Eran sumamente suaves!, aquella suavidad envolvente no hizo que formáramos un beso lento y dulce, explorando a como dé lugar, cerrando los ojos y escuchando vitoreo por parte de los externos a nosotros.

Al separarnos sonreímos a la par, hizo que saliera de mi safe place a pesar de mi vergüenza y poca flexibilidad ante tal arrebato.

— ¿Quieres ir a mi casa? — Solté sin meditarlo tanto, mis poros emanaban una extraña sensación, no quería que dejara de tocarme.

— Claro... — Nos bajamos del escenario siendo reprendidos por el abandono tan repentino, al parecer éramos el centro de atención.

La adrenalina que corría por mis venas me hizo empujar a Itadori para echarme a correr, tratando de sacar todas las emociones que me controlaban. Este chico no hizo más que darme unos segundos de ventaja, porque enseguida me alcanzó tomándome de la cintura y alzándome. Donde lo pude ver desde arriba, ¡Grabé cada detalle de su tierna cara!, aquella fuerza me bajó lentamente provocando roces en nuestros cuerpos, hasta así quedar rostro con rostro; tragué duro al sentir sus manos más firmes sobre mi cintura.

— No me emociones aquí, mi paciencia quedará lejos — No le importó y me besó.

Me dejó ir nuevamente y llegamos a casa, abrí la puerta, sólo mandé un mensaje al grupo de chat informando que había llegado sana y salva, que mañana les contaría a detalle.

Corrimos a mi habitación cual adolescentes y cerré la puerta enfundándome entre besos húmedos del otro, era el mero paraíso sentirlo sobre mi cuello, brazos, piernas y estómago. No tardamos en estar desnudos sobre mi cama, alargando un poco más lo que jamás pensé que pasaría esta noche; mis pechos fueron succionados con delicadeza, depositando mordidas que arqueaban mi espalda.

No perdí de vista sus ojos en ningún momento, pero lo hice al momento que se deslizaba dentro de mí. Escuché un gran suspiró cuando se adentraba lentamente, dando pauta a que me acostumbrara a él, apretando mis labios por el ansia que me carcomía lentamente, nublando mis sentidos y solo enfocándome en nosotros dos.

Gemí abiertamente al tenerlo dentro, buscó mi cuello y se movió lentamente, pero aquellos movimientos se hicieron más demandantes conforme pasó el tiempo; paseé mis manos por su espalda, después estaba encima con sus manos apretando aquellos senos sensibles... Era una danza erótica que estaba a punto de terminar, Itadori se concentró en estimular mis puntos dulces para así enjugar su falo que entraba y salía, que se hinchaba más y más.

Su nombre fue un cántico lujurioso que salió de mis labios al momento de llegar, tensándome, haciéndome temblar... ¡Una octava maravilla!, después de segundos el terminó, haciendo sus movimientos más lentos, al momento que agachaba la cabeza, e hinchaba sus fosas nasales.

— Mierda — Soltó en un gemido demasiado varonil.

Se dejó caer a mi lado, lo miré de reojo, ahí tenía su sonrisa.

Ese fue el inicio de nuestra relación...

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