✓ 06° Más de ti, amor. ━━━ ‹Daichi x OC›

OS - AU| SAWAMURA DAICHI
Temática - Smut|Soft.
Status: estudiantes universitarios - novios.

N/A: El smut será leve, je.

Más de ti, amor.

Era un día totalmente caluroso, por menos ropa que llevara puesta, no dejaba de transpirar como animal enjaulado. Se había prometido hacerle una visita sorpresa a su novio, ya llevaban un par de meses saliendo, pero él seguía siendo bastante tímido y reservado con su entorno personal; no se demoró mucho en la tienda comprando algunas de las frutas que el moreno apreciaba, pero el sofocante ambiente relantizaba sus pasos cada vez con más fuerza, haciéndole desistir de sus planes.

Tocó la puerta con la poca reserva de energía que le quedaba y esperó.

—¿Kiki? —preguntó el castaño con asombro tras abrir.

Ella solo suspiró, no tenía fuerzas ni para regalarle una deslumbrante sonrisa. El rostro de Daichi denotaba confusión y nervios, este se tocó la boca mientras sus cejas parecían batallar con un tic. Etou desvió la vista tratando de no ser más inoportuna.

—Lamento venir sin avisar —musitó ella cabizbaja, pensando que no era bienvenida.

—¡No, no, no! —Sawamura levantó las manos con rapidez y le abrió paso para que entrara—. Eres demasiado bienvenida a mi casa, pero me fuera gustado estar preparado para tu visita, por lo menos haber limpiado y cocinado algo...

Kiki dió unos pasos lentos hacia el interior del pequeño apartamento y sonrió de agradecimiento al sentir el frescor que le otorgaba el aire acondicionado. Ella elevó los hombros en un gesto tosco para indicar que esos problemas de los que él se preocupaba, no eran nada. Se quedó quieta a mitad de pasillo y se giró de golpe haciendo sobresaltar a Daichi.

—Traje esto para ti, amor —musitó Kiki con lentitud.

El moreno al escuchar el dulce adjetivo utilizado sintió su rostro arder de inmediato, y el calor en su pecho era comparable al sol incandescente que azotaba las calles. Acercó su mano hacia la bolsa con un leve temblor.

Daichi no estaba para nada acostumbrado a demostrar afecto romantico, y mucho menos a recibirlo.

—Puedes pasar, esta también es tu casa —indicó él desviando su rostro para que Kiki no viera como se tornaba un poco carmín.

Vió la silueta de su novia desaparecer tras el umbral de la sala y él entró a la cocina. Se recostó del refrigerador tocándose el pecho; Daichi se sentía tan acelerado, demasiado emocionado con el hecho de tener novia, que esta se encontrara en su apartamento y que fuera Kiki Etou, la chica que tanto le gustaba.

Pero debía mantenerse calmo, varonil, interesante.

Cortó las frutas y las sirvió. Cuando entró a la sala se topó con que Kiki se había recostado boca abajo en el sofá mientras leía una revista, ella era un alma rebosante de confianza desde que habían reconocido sus sentimientos y oficializado la relación. Sin embargo, notó la posición descarada y sugerente, aunque se sonrojó de inmediato por sus pensamientos, seguro no era así.

—Aquí tienes —llamó su atención luego de carraspear para calmarse.

—Oh, gracias.

Ella se sentó cómoda con el ambiente, sin notar lo que sus sugestivos movimientos inconscientes provocaban en su adorable novio. Se quitó la chamarra de tela liviana y quedó en una camiseta de tirantes color vino, que resaltaba su humectada piel. Daichi tragó en seco. Ambos comenzaron a comer en un silencio agradable. Kiki tomó un cambur y lo llevó a su boca con lentitud, distraída por el interesante artículo que leía.

Sawamura se quedó a mitad de camino en morder un trozo de manzana. Sus pulsaciones iban a tope, y sentía que su cabeza estallaría pronto. Si eso sucedía, solo le quedaría pensar con la de abajo.

Kiki comió bajo la atenta mirada del ex capitán de Karasuno. Cuando no aguantaba más aquellos ojos tan penetrantes sobre ella, se giró.

—¿Qué sucede? —le espetó un poco sacada de onda—. ¿Acaso querías tú el cambur?

Él no respondió y ella elevó la ceja contrariada.

Kiki le acercó a la boca el pequeño trozo que le quedaba y Daichi de forma automática abrió la boca para recibir ese bocado, pero en el último momento Etou regresó la fruta a sus labios y lo tragó de un solo mordisco. Podría parecer una acción infantil, cómica, casual, pero frente a los ojos de aquel futuro policía que ya se encontraba excitado de solo ver la piel de su novia, fue como ver a lo lejos una luz verde, difusa, pero aceptable.

Daichi soltó el trozo de manzana y la vio masticar hasta tragar; Kiki cubría su boca con delicadeza y tenía una mirada juguetona, triunfante. Sawamura internalizó rápido la situación y pensó en tener venganza haciéndole cosquillas, pero luego, como si un rayo de valentía hubiera caído sobre sus acciones, colocó una mano en el muslo de ella y ejerció una presión sugerente, lo que la hizo enderezarse de inmediato.

Fue entonces cuando Kiki cruzó el portal al mundo cargado de tensión sexual. El calor volvía a inundar sus mejillas y algunas zonas del cuello, pero ese ardor en la piel era mejor, era nuevo, interesante.

Ambos se vieron a la cara por unos segundos, Kiki humedeció sus propios labios, y como si hubieran bajado una brequera, los dos se abalanzaron hacia la boca contraria con fervor, deseo, pasión. Los movimientos de sus lenguas eran desesperados, como si se fueran a morir si no lo absorbían todo de golpe, parecía una apuesta que estaban obligados a ganar.

Y los dos querían ganar.

La manos indecisas de Kiki comenzaron a rozar el borde de la franela blanca de Daichi. Era una tortuosa duda que atenazaba a ambos, todo parecía ser el inicio de algo que no podrían detener. Un gruñido de Sawamura al sentir como los dientes de Etou se clavaban en su labio inferior fue el detonante de que cinco segundos después el moreno se encontrara sin camisa.

Todos sus sentidos estaban despiertos, pero sus razonamientos se habían ido a la mierda.

—Ven acá, nena —murmuró Daichi en el oído contrario, ocasionando un espasmo en Kiki.

Esas fuertes manos varoniles la cargaron para quedar a horcajadas sobre él, sus labios se encontraron de nuevo y una atrevida mano de Daichi se posó sobre el seno derecho de ella, por encima de esa camiseta que deseaba quitar. El suave gemido que fue proferido a continuación, elevó la presión a un punto máximo en los pantalones de ambos.

El roce se tornó tortuoso, y la necesidad de estar más unidos: sofocante.

—Más, quiero más de ti, amor —dijo Kiki con un tono quejumbroso.

El término amor, hizo que Daichi aún en aquella situación, se sonrojara. Escondió su rostro entre el cuello y la clavícula de ella, dando pequeñas lamidas, mordidas y besos. Él la ayudó a levantarse, para que posteriormente sus dedos ingresaran en el pantalón femenino y lo deslizaran hasta el piso. Quedando ambos sin una prenda.

En ese instante, Kiki aprovechó para deleitarse con el fornido cuerpo del castaño, aquella piel tersa, esos hombros anchos, los abdominales marcados y el pecho de tamaño estético era toda una delicia y una perdición. Las venas de sus fuertes brazos saltaban a la vista queriendo ser besadas hasta el cansancio, y los músculos del cuello gritaban por la necesidad de ser marcados por su dueña.

Daichi Sawamura era el delito perfecto, y a Kiki no le molestaba sentirse una criminal.

Él apretó su cadera y la sentó de nuevo sobre su cintura, dándole la cercanía que aclamaba. Los besos continuaron y los sonidos se tornaban cada vez más obscenos y necesitados. La humedad entre las piernas de la castaña habían marcado el pantalón de Daichi, pero a nadie le importaba.

Cuando Kiki estaba a punto de perder la franela, y sus labios estaban haciendo una marca que tardaría cuatro días en irse en el cuello del contrario, fueron interrumpidos por el sonido del timbre. Ambos se miraron a los ojos, confundidos y en el fondo enojados. El timbre volvió a sonar con más insistencia, y aunque Daichi tenía toda la intención del mundo de ignorar a su visita sorpresa, las cosas cambiaron cuando unos gritos llegaron hasta la sala.

—Sé que estás en casa, santurrón —la voz agraciada y burlona que provenía desde afuera hizo que Daichi suspirara frustrado, era Kuroo, y el muy idiota no se iría—, venga Daichi que está haciendo un calor del infierno y traje cerveza para pagarte tu solidaria buena acción de que me dejes quedarme en tu casa este finde. Aunque todavía no te lo he pedido, pero sé que aceptarás porque sino te convertirás en un nefasto viejo amigo de preparatoria, mal compañero de equipo, y mal ejemplo de capitán, además...

Mientras aquel parloteo continuaba desde el exterior, Kiki y Sawamura habían ido vistiéndose otra vez, con la decepción marcada en sus expresiones.

—Lo lamento —farfulló Daichi, decaído.

—No te preocupes, será en otra ocasión —le dio unas palmadas en la espalda y caminó a la cocina para refrescarse el cuerpo con agua bien fría.

La puerta principal fue abierta y algunas exclamaciones, susurros y pequeños gritos inundaron el pasillo principal. Cuando ella ingresó de nuevo en la sala, dió con la sonrisa socarrona de Kuroo y chistó por el comentario impertinente que vendría en 3, 2, 1...

—¡Ah! Pero si es la maravillosa Kiki la razón de que Daichi haya querido pasar de mí —el pelinegro los miró a ambos con burla—. Seguro que accidentalmente has mojado el pantalón de nuestro futuro poli, pero tranquilos, llegué a tiempo para evitar incidentes del futuro.

Daichi de forma inmediata se tapó lo más que pudo la zona frontal de sus partes bajas y llevó una mano a su rostro, arrepentido de haberle abierto a Kuroo, y sonrojado por los recuerdos que ya estaban guardados en una carpeta con clasificación +21 en su mente.

—Cállate, Kuroo. —mencionó Kiki intentado ver el pantalón de Daichi, entre divertida y avergonzada.

La risa de hiena no tardó en inundar la sala y segundos después Sawamura había desaparecido en busca de un nuevo pantalón.

—¡Revisa tu cuello, que creo que un bicho te picó!

—¡KUROO!













N/A:
Sueño despierta con que Daichi y Kuroo jugaron juntos durante sus años de universidad en algún equipo de las ligas callejeras, y tenían buenas migas a pesar de discutir constantemente.

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