Capítulo 8: Mujeres de armas tomar.
Fortaleza de Simmons, 4:30 a.m.
Jill, quién había esquivado todos los disparos, logró salir de la primera base. No era nada fácil, pero tenía que llegar al punto de encuentro. Hubiese sido sencillo decirle a Claire que fuese hasta allí, pero no, bastante debía tener ella. La rubia era perfectamente capaz de salir sola de aquel lugar. Se detuvo un momento para tomar aire, mirando la única arma que tenía; un revólver con cuatro municiones...
—Dios...—se pegó contra la pared, mientras miraba hacia el cielo, aunque no lo miraba, pensaba en Chris Redfield.
En el momento en el que reencontró con él, cuando la salvó de las manos de Wesker. Ella sabía perfectamente lo que podía llegar a sentir por aquel hombre, y también sabía cuánto se arrepentía por no habérselo confesado jamás. Ahora todos estaban en peligro, y nunca se perdonaría el no poder llegar a verlo de nuevo, aunque fuese una última vez. Ella debía ser fuerte, debía sobrevivir. Cerró los ojos mientras suspiraba intranquila; todo iba a salir bien...
Salió de aquel lugar, pues debía llegar al sitio indicado lo más pronto posible. Sabía que debió haberse llevado el comunicador, pero era mejor así, pues no podrían rastrearla de ninguna forma. Avanzó a paso rápido, saltando entre algunos tejados para poder acceder más rápidamente. No parecía haber soldados de guardia, ya que en los adentros del callejón no parecía haber rastro alguno. Sin embargo, en aquellas casas, a simple vista, abandonadas, una criatura petrificada observaba a la rubia desde hace tiempo.
Avanzó hacia ella cautelosamente y a paso lento, ésta comenzó a moverse, desprendiendo una especie de caparazón. Analizándolo bien, era como si la primera piel de aquella criatura se desprendiera, a la misma vez que el desprendimiento de un mal olor, uno asquerosamente terrible, el cuál estaba comenzando a provocarle náuseas.
Repentinamente la criatura saltó en su dirección, mostrando su aspecto deformado y con grandes brazos. Comenzó a forcejear con ella como si quisiese tomarla con sus grandes garras. Afortunadamente, ella era rápida y ágil, por lo cuál podría esquivarla y rodar sin ningún problema. La B.O.W. era demasiado lenta, así que simplemente daba saltos impulsándose a gran altura para lograr despistarla.
Abarcó grandes distancias, algo nada difícil teniendo en cuenta sus habilidades, así que terminó esquivándola, puesto que las balas de las que disponía no eran suficientes para exterminar a esa horrorosa criatura.
—Lo lamento, te debo una pelea. —añadió ya corriendo.
A pesar de eso, podía escuchar gruñir a la criatura, que pegaba golpes, pero tardaría en llegar hasta ella. La prioridad para Valentine en ese momento era llegar al punto de reunión. En donde se encontraba ahora podían verse un conjunto de instalaciones y varias casas abandonadas.
—Ey, muñeca... ¿llevas mucha prisa, no?— le dijo un hombre de cabellos cobrizos.
—¡Ni se te ocurra llamarme muñeca! —le respondió furiosa a dos de los soldados del ejército de Dereck Simmons.
—¿Qué hacemos con ella? —preguntó burlescamente un soldado, sin dejar de apuntarle a la rubia con una pistola.
—Podríais dedicaros a no perder el tiempo. —la chica sin pensárselo dos veces, saltó hacia un tubo cercano.
Eran varios tubos a lo largo del callejón, todos adheridos a las paredes de las viviendas, que eran lo suficientemente resistentes cómo para poder soportar todo su peso.
Sus movimientos habían sido demasiado rápidos, como si de una competencia de gimnasia artística se tratara, derribando y torciéndoles el cuello con sus fuertes piernas a ambos soldados. A pesar de que hubiesen llegado refuerzos, y de que algunos comenzasen a disparar, ella se acercaba rápidamente, evitándolos de forma asombrosa.
—¡Alto! —los detuvo un hombre vestido con una gabardina negra. —¡Alto el fuego! Simmons la quiere viva.
—Pero, señor...—dijo uno de ellos, siendo una tremenda patada lo que lo lanzó a metros de distancia segundos después.
—Parece que es verdad... —dijo aquel hombre, mientras sacaba dos bastones eléctricos. —No conmigo, Valentine.
—Realmente sois patéticos. —le comentó la rubia, pues estaba enojada, pero para variar le sonrió burlescamente.
—Más vale que te calles, o te daré algo que no te va a gustar...—el tipo comenzó a caminar hacia ella lentamente.
—No me hagas reír...—pronto liberó un pequeño detonante cegador, uno cuyo aquél hombre no pudo detener.
Jill sonrió y subió a la segunda planta, ese tipo realmente pensaba en dañarla. Ella era básicamente intocable, pues si antes era una muy buena agente, ahora era excelente.
En otro lugar, donde un hombre observaba fascinado las acrobacias de Valentine, en su afán de escapar de los disparos, no podía creer que tan capaz era ella de acoplarse a ese poder inhumano. La rubia se estaba convirtiendo en un auténtico dolor de cabeza, así que tal vez debería arrebatarle ese valioso don que poseía. Oprimió más botones ante su vista, así la pantalla le mostraría para su agrado, la escena del reencuentro...
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Calles cercanas a la Iglesia, 4:47 a.m.
Finalmente, el grupo de Christopher Redfield había logrado derribar al Tyrant Ustanak, adormeciéndolo gracias a la excelente ayuda de unos francotiradores de la B.S.A.A.
Ambos se alejaron rápidamente hacia la calle lateral, observando cómo los demás soldados combatían contra manadas de zombis y perros. Chris y Piers tenían como labor ayudarles, pues era su trabajo. Ambos contribuían a limpiar la calle de infectados; aquello era una locura...
—Todo despejado. Leon y los demás deben de andar por aquí cerca. —comentó Chris, disparando al último grupo de zombis que los acechaban.
Piers asintió, para después ver cómo su capitán comunicaba al resto de soldados que se dirigiesen a la fortaleza de Simmons para poder atacar desde allí. Los reclutas no tardaron en obedecer las órdenes de Redfield y se marcharon rápidamente en furgonetas blindadas.
—Andando, debemos llegar a las instalaciones de la D.S.O.
—Sí, señor. —se limitó a responder.
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Fuera de la Iglesia, 4:52 a.m.
Leon, Helena, Sherry y Jake habían atravesado a lo largo de un oscuro pasadizo. Afortunadamente no se toparon con más que ratas, consiguiendo llegar a la salida trasera de la iglesia.
El agente Kennedy salió el primero a la calle, la cuál parecía abandonada. Había algunos coches ardiendo en llamas, pero todavía no había rastro de vivos, aunque sí de zombis aniquilados. Alguien había pasado ya por ese lugar, y él sabía perfectamente que había sido Chris Redfield.
—Estos ya no pueden estar más muertos...—agregó Jake, mientras verificaba el estado algunos de los zombis.
—Tenemos que encontrarnos con Chris y Piers lo más pronto posible. —anunció Helena, terminando una llamada con Hunnigan; tenían una nueva e importante misión.
—¿Qué ocurre?—preguntó curiosamente Kennedy.
—Simmons ahora planea matarnos a todos, especialmente a Jake y a Sherry. Ada Wong está colaborando con él. Debemos unir nuestras fuerzas con la B.S.A.A. y luchar.
—Vaya, parece que se avecina una batalla final. —comentó Jake, recargando una de las dos pistolas que poseía.
El agente no daba crédito a lo que escuchaba, pues la mujer que creía que amar con su vida lo había traicionado de mala manera uniéndose al bando contrario, además de colaborar con un miserable como lo era Derek Simmons.
No era el dolor el que hablaba, sino la furia y la decepción que sentía al mismo tiempo por haber sido tan estúpido durante los últimos años. Siempre la había antepuesto a ella, la protegió de todo y todos, aún sabiendo que pondría a los demás en su contra, y ahora ella le hacía todo eso...
Si había algo de lo que estaba seguro en esos momentos era de que no volvería a caer en ninguno de sus juegos, y de que le haría pagar por el daño que le había ocasionado.
—En marcha, tenemos mucho trabajo por hacer. —ordenó Leon Kennedy en su usual tono serio.
Los agentes se pusieron en marcha, ya mentalizados de lo que se aproximaría. Se dirigieron a las instalaciones de la D.S.O., así podrían armarse y protegerse adecuadamente.
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En algún lugar de la fortaleza, 5:05 a.m.
En la fortaleza, Ada Wong se encontraba dando cientos de órdenes a todo el personal en las instalaciones internas. Se encontraba en la primera planta, totalmente furiosa, pues se negaba a creer que esa panda de incompetentes hubiesen dejado escapar a Valentine. ¿Cómo era eso posible?
Una sola mujer había acabado con gran parte de los hombres de Simmons. ¿Increíble, verdad? Era por eso que no podían perder una pieza como ella en aquella guerra.
—¿Qué tan difícil puede ser buscar a una mujer? —gritó furiosa. —¿A que estáis esperando, par de inútiles? Debéis encontrarla y traerla ante mí, pero la quiero con vida.
—Hacemos todo lo posible. —respondió el jefe al mando.
—¡Lo posible! ¡Debéis hacer hasta lo imposible por encontrarla! —volvió a gritar mientras se paseaba por la sala. De pronto, entró uno de sus más fieles ayudantes.
—¿Se sabe algo de Valentine?
—Conseguimos rastrear una de sus comunicaciones, contactó con alguien pero no logramos averiguar la identidad del receptor, tampoco pudimos saber qué clase de información envió. —informó uno de sus hombres.
—Esa madita zorra...—Wong trató de calmarse, sabía muy bien que primero era la prioridad y luego la venganza. —Cerrad todas las salidas de este lugar. ¡Asegurad la entrada principal! Nadie va a salir de aquí estando yo al mando.
—Como usted ordene.
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Claire corría rápidamente, mientras trataba de escabullirse de soldados y militares que le disparaban. Era increíble pensar hasta dónde había llegado el bioterrorismo y cómo estaba acabando con el mundo y miles de humanos...
Se encontró con una manada perros zombi, los cuáles no fueron del todo un peligro, aunque también se había encontrado con un par de B.O.W.S. minutos atrás. Aquello estaba restándole tiempo, sin embargo, pudo llegar hasta una capilla; ésta era pequeña pero con un largo pasadizo.
Al entrar fue directa hacia una colorida cristalera que contenía una imagen de origen cristiano, detrás de ella había un pasadizo al cuál se podía acceder de forma cuerpo a tierra. Una vez entro, llegó a un sótano; todo a su alrededor estaba abandonado, pues no parecía reciente. Un ruido la alertó, así que se adentro más profundamente, a pesar de que la luz allí no hacía gran acto de presencia.
—¡Claire! —gritó la rubia, saliendo de su escondite para estrechar a la pelirroja entre sus brazos.
—¡Jill! —Redfield la abrazó gustosa y feliz, al fin volvía a verla de nuevo. —Dios, gracias, estás bien...—susurró ella.
—Oh, Claire... no quería pensar en que algo te hubiese pasado... —ella suspiró aliviada, sin dejar de abrazarse.
—Tranquila, estoy bien. —Claire le sonrió débilmente, pues sentía cómo le dolían sus heridas.
—Bien. Tenemos que darnos prisa, esos malnacidos pueden llegar a hacer mucho daño si no los detenemos.
—Lo sé, debemos encontrar a los demás y acabar con esto de una vez por todas. —dijo con total seguridad la pelirroja.
Jill asintió, siendo la primera en moverse.
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A las afueras de la capilla, una gran cantidad de guardias armados corrían hacia varios puntos clave, principalmente en las bardas de salida, así nadie podría entrar ni salir. El dúo de féminas podía escuchar todo el alboroto de afuera, ya que las alarmas no dejaban de sonar. Ada Wong estaba haciendo el coraje más grande de su vida; por lo tanto, no podrían quedarse ahí por mucho más tiempo. Jill se quedó pensativa, observando el arma que poseía en sus manos.
Hacía bastante tiempo que todo este caos comenzó, Umbrella ha dejado demasiadas marcas, millones de muertos, ha tomado vidas inocentes, no importa cuántas veces se gane una guerra, siempre acaba sucediendo lo mismo... Wesker dejó una gran marca, principalmente en Valentine; la hizo fuerte. La cambió tanto que hubo un momento en el cuál no fue capaz de reconocerse ni a sí misma, asesinó a mujeres y niños estando bajo sus órdenes, aquellos recuerdos fueron lo más dolorosos, si no hubiese sido por Chris, quién sabe que hubiera pasado...
Valentine tomó una fuerte bocanada de aire, guardó su arma, y luego decidió salir junto con Claire. En cuánto salieron de allí pudieron ver la gran cantidad de guardias vigilando la zona; si querían atravesar la barrera, deberían matarlos a todos y aquello no era cuestión de elegir...
En su camino, encontraron un local abandonado del cuál pudieron obtener dos espadas, cuchillos y shurinkens, también granadas de humo. No había nada más servible, así que debían reservar algunas de las municiones.
Una vez armadas con las espadas, decidieron salir y enfrentar a los guardias que vigilaban atentamente la calle, corriendo hacia la salida de la primera barda.
Antes de que los primeros dispararan, Jill lanzó un shurinken a gran velocidad, dando en el blanco, pues en ese momento su fuerza y habilidad eran de mucha ayuda. No tardaron en comenzar a dispararlas, pero la rubia se lanzó contra ellos a gran velocidad, de modo que las balas pasaban a su lado, y ella, se movía con gran agilidad y rapidez. Mientras, Claire disparaba ágilmente, dando disparos certeros en las cabezas de los soldados, pues tenía una muy buena puntería, además de ser rápida.
Jill logró decapitar a varios guardias, entre movimientos acrobáticos para esquivarlos. Atravesó a varios de ellos, ocupando sus cuerpos como escudo, y una vez hecho eso, salió rápidamente de allí escalando hacia las paredes.
Los disparos estaban derribando el muro y estaban relativamente cerca de ellas, ya que podían sentir los impactos bajo sus pies y espalda. Una vez en el suelo, juntas derribaron a dos de ellos de una potente patada en la cabeza, rompiéndoles el cuello. Claire rodó sobre el suelo para tomar sus armas, unas ametralladoras lo suficientemente cargadas; comenzó así a disparar sin descanso contra sus atacantes, mientras que Jill la imitaba.
Una vez derribados, se pusieron en posición de ataque, a tiempo de girarse y lanzar las dos espadas contra ellos.
—No se metan con una mujer furiosa. —dijo Jill al comprobar que todos estaban derrotados en el suelo.
—Touché. —Claire le sonrió orgullosa.
Rápidamente llegaron más guardias, así que luego de sonreírse, se dividieron el resto de shurinkens para lanzarlos sobre ellos. Segundos más tarde comenzaron a dispararles; caían uno tras otro, ambas se movían rápidamente entre las balas, y aunque Jill evidentemente era muchísimo más rápida, Claire no se quedaba atrás.
Redfield descubría cómo la velocidad de su amiga iba en aumento, y en cuánto las municiones de las ametralladoras escasearon, decidió tirarlas usando las dos granadas de humo, las cuáles evitaron que nadie pudiese verlas.
Claire dio un fuerte salto para lograr trepar hacia la barda, y junto con la ayuda de Jill, corrieron ágilmente sobre el delgado borde con rapidez. Fueron perseguidas por miles de disparos procedentes del otro lado que no cesaban, pero eso no fue ningún impedimento para ellas...
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