Capítulo 3: Bienvenidos a China.
Estados Unidos, Georgia, 9:05 a.m.
Las chicas tuvieron una pequeña charla en cuanto a lo del compromiso de Claire. Por lo general, Jill se alegró bastante por ella, a pesar de que le sorprendió bastante, debido a la fama de rompe corazones que Claire había ganado a lo largo de los años y al inocente coqueteo que molestaba a Chris con un rubio llamado Leon Kennedy.
Obviando aquello, se pusieron en marcha. No había tiempo que perder y juntas se prepararían para la mayor lucha de sus vidas. Aquello ya era oficial; Jill Valentine estaba de vuelta, y nada ni nadie podría pararla, no esta vez...
Tan pronto como terminaron con la cancelación de la estancia de Jill en la clínica de la B.S.A.A. y recogieron sus pertenencias, partieron hacia un helipuerto, no sin antes haber portado algunas armas de combate con ellas. Eran agentes, y una de las múltiples ventajas de ser más que una persona corriente... era todo lo que podían usar.
Deberían darse prisa, puesto que la tranquilidad de la mañana en el Estado de Georgia se había visto seriamente interrumpida por estruendos de varias explosiones, que parecían ser ataques terroristas ya planeados; uno tras otro, en cada punto estratégico de la ciudad, donde las bombas detonaban, provocando estallidos entre edificios.
Claire y Jill seguían vivas de milagro. Los ataques terroristas no habían más que empezado a expandirse por América del Norte. Redfield dio por finalizado su segundo intento de localizar a Jordan, consiguiendo escuchar el caos a cientos de metros de la ciudad que ya estaban sobrevolando. Se asomó por la ventanilla del helicóptero, logrando ver llamas por parte del territorio estadounidense.
—Dios santo... —murmuró apenada, sin poder creer lo que veía. Buscó rápidamente con la mirada de Jill, quién ahora miraba con detención las últimas noticias sobre China, la causa de los ataques y las múltiples explosiones.
—No puedo creer que hayamos llegado a este punto, nos han querido tender una trampa... —se quejaba Valentine, sintiendo una gran impotencia recorrer su cuerpo.
Claire la observaba en silencio, pues ella misma estaba sintiendo el miedo en sus propias carnes. La situación estaba convirtiéndose en algo peor de lo que ella hubiera imaginado. Temía por su hermano, Sherry, Jordan, Leon...
—Quizás esto formaba parte de su plan; tenernos en la mira y apuntar para dispararnos. —añadió Claire. —No contaban con que nos largásemos de allí antes de lo previsto. Podríamos haber muerto...—se lamentó ella.
—Pero no lo hemos hecho. —le respondió la rubia. —No podemos perder la esperanza, tu hermano nos necesita a las dos. La situación es crítica, ambas lo sabemos, pero debemos mantener la calma y afrontar todo lo que venga.
Ella solamente asintió, sabía que Jill tenía razón.
—¡Jordan! ¿Dónde demonios estás? —exclamó la pelirroja, casi gritando a la pantalla de su teléfono móvil. Era la tercera vez que lo llamaba y seguía sin respuesta alguna.
—Es inútil, Claire. No disponemos de mucha cobertura aquí arriba. No he podido contactar con la B.S.A.A. ni con TerraSave. Mucho menos con la organización de la D.S.O.
—Genial...—murmuró Claire entre dientes, colgando la llamada y suspirando. —Esto va a ser muy complicado...
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China, Tatchi, 21:47 p.m.
Toda la ciudad estaba sumida en un caos total; policías, soldados especializados y demás trataban de evitar la propagación del virus que se había desatado, pero éste se esparcía rápidamente y sin control. El ruido de las sirenas, disparos y gritos de gente daban a entender la magnitud del gran riesgo viral. Sin embargo, lo peor de la situación no era el exterior, sino todo lo que sucedía dentro de ella.
Leon se había despertado tan rápido cómo pudo, comprobando que Ada lo había traicionado de nuevo. Se sintió estúpido, por pensar que su amor hacia ella podría llegar a algo más. Pero al parecer, la asiática jamás se cansaría de jugar con él y, para variar, el agente estaba harto de caer en sus mentiras. Se sentía muy culpable, un completo idiota por haber caído en la trampa. Aquello no había sido más que un teatro para distraerlos...
Había matado al presidente, con tal de salvar a Helena Harper; quién era ahora su compañera. La situación actual se les estaba yendo de las manos y, por si fuera poco, Derek Simmons había declarado a ambos agentes principales culpables del asesinato del presidente Adam Benford.
Afortunadamente, lograron pasar por desapercibidos e infiltrarse en China sin levantar sospechas. Hunnigan los había declarado muertos; una simple pero eficaz maniobra para poder acabar con Simmons y declararse inocentes al limpiar sus nombres e inculparlo a él. Por otra parte, Leon recordaba el acuerdo que mantenía con el mayor de los Redfield; mientras que Nivans y él se encargaban de capturar a Ada, Helena y él irían a acabar con Simmons.
Tras su inesperado reencuentro con Sherry, ella le había entregado toda la información de la que disponía sobre el virus C, pues su pequeña confiaba plenamente en él. Pero la situación dio un giro de 360 grados, haciendo que Simmons sintiera una gran furia en su interior al descubrir que Sherry había compartido esa información con el agente. Entonces, mandó a llevar presos a Birkin y Muller.
Mientras tanto, Leon, que abría los ojos con pesadez, no sabía cuánto tiempo había permanecido tirado en el capó de ese coche casi destrozado. Al caminar le dolían las costillas y tenía un fuerte dolor punzante en su costado.
Tenía un trozo de hierro incrustado y, al sacarlo, éste le provocó un fuerte dolor. Su herida comenzaba a escocer pero, sobre todo, a sangrar. Aún así, no era tiempo para lamentarse. El agente había caído desde gran altura, y al enfocar su vista en la avenida, distinguió coches patrulla, soldados corriendo y escuchaba disparos que no cesaban.
Se acercó hacia una patrulla, sonriendo al ver las llaves puestas. Subió al coche y arrancó el vehículo saliendo a toda velocidad del lugar. Debía llegar donde estaba Helena, solo quería saber que estaba bien; todo era su culpa...
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Tatchi, laboratorios subterráneos, 22:25 p.m.
El corazón de Chris latía inhumanamente rápido; rezaba con todas sus fuerzas por salir ileso de aquella escena. Luchaba contra los instintos de no defenderse, pues sabía que si lo hacía, las cosas solo empeorarían, y no era esa su intención. Optó entonces por mantener una actitud calmada, así no se arriesgaría. Aunque, una parte de él, sabía de lo que Muller era capaz. Tenía todo el derecho de dispararle, incluso de matarlo ahí mismo. Al fin y al cabo, era él quién había acabado con la vida de su padre.
—¿Fuiste tú?
—Exacto.
—¿Chris?
—Controla a tu cachorrito.
—Esto es entre él y yo.
—Adelante, dispara. Tienes todo el derecho. Pero prométeme que sobrevivirás. El mundo depende de ti.
—¿Quién te crees para decirme lo que tengo que hacer?
—¡Parad!
—¡Baja el arma! ¡Ya!
—Dime, ¿obedecías órdenes o fue una cuestión personal?
—Ambas.
—¡Jake, por favor, para!
—¡Te doy tres segundos antes de volarte los sesos!
—¡Baja el arma de una vez!
—¡Tira el arma!
—¡No lo hagas!
Se escuchó un potente disparo, logrando ver cómo éste atravesaba una pared. Chris se sintió interiormente aliviado, pues le daba las gracias a quién fuera que le estuviera dando suerte en esos instantes. Aún así, no mostró ninguna emoción aparente en el rostro, se mantuvo quieto del todo.
Sherry y Piers observaban la escena con detención, debían frenar aquello rápidamente o podría acabar realmente mal. Afortunadamente, no fue necesario. La rubia suspiró aliviada, notando poco a poco cómo su corazón volvía a latir casi normalmente.
Jake lanzó un gruñido lleno de rabia, apretando los dientes y tensando sus facciones. Se sentía más que frustrado; una mezcla de furia y desesperación anidaban en su interior. Luchaba por convencerse así mismo de no hacerlo, sabía que aquello no estaba bien. Su padre no había sido precisamente un santo y le tocó asumir que, si Redfield fue el autor de su muerte, sus motivos tendría...
El pelirrojo mantuvo su posición, sin dejar de apuntar a Chris, mientras sujetaba el arma. Redfield hacía lo mismo; ambos se negaban a cooperar.
—Ahora mismo hay cosas más importantes en juego que tú y yo. —dijo finalmente Jake, con la voz cargada de seriedad, acompañada de su mirada, fría como el hielo.
—¡Jake! —exclamó Sherry, indicándole que bajara el arma.
—¡Lo sé! —gritó él, con el mismo tono de voz. Debía calmarse, pensar con claridad; no era como su padre, jamás lo sería, aquello no era más que un arrebato de furia.
Bajó el arma a regañadientes, notando la fulminante mirada de los demás sobre él. Suspiró, intentando evitar la intimidante presencia del capitán Redfield.
Repentinamente, una serie de temblores hicieron acto de presencia en el lugar, alertando a los integrantes del grupo. Miraron hacia el techo, distinguiendo una especie de monstruo que estaba a punto de caer en la plataforma y, que probablemente, tenía la intención de matarlos.
—¡Tenemos que irnos! —señaló Piers.
Todos asintieron, aún sorprendidos por lo anterior, sobre todo por tener que volver luchar contra uno de ellos. El sitio comenzaba a caerse abajo, lográndose apreciar cómo las luces se apagaban y se encendían constantemente, a la vez que se escuchaban quejidos por parte del monstruo.
Tras varios disparos, golpes y peleas contra los demás B.O.W.S. que habitaban dentro de los laboratorios, algo les sorprendió. Observaron la eclosión del extraño sujeto, impactados al ver el grandísimo tamaño que poseía. Apuntaron con sus armas, sin perder de vista a la criatura.
Resultó ser una enorme criatura de color grisáceo, formada por varios tentáculos que sustituían a sus brazos y piernas. Comenzaron a disparar, tan solo para darse cuenta de que las balas no surtían efecto; ese engendro era prácticamente inmune...
—¡Cubríos! –gritó una mujer.
Jake apenas tuvo tiempo de agarrar a Sherry para cubrirse rápidamente contra un barandal. Una fuerte explosión hizo un tremendo estruendo, tan grande, que todos acabaron derrumbados en el suelo. El olor que desprendía esa cosa era putrefacto, como a carne podrida. Una vez pasada la explosión, pudieron ver que no había rastro del monstruo. Se levantaron pesadamente, observando a su salvadora caminar hacia ellos con un gesto aliviado.
—¿Qué demonios era esa cosa? —preguntó Muller.
—Una especie de criatura regenerativa. No importa cuánto le dispares, si no eliminas su masa con fuego se regenerará repetidamente. —explicó una mujer. —Es bueno ver que Chris y Piers os liberaron de Simmons, chicos. —sonrió levemente la chica.
—¿Estáis todos bien?— preguntó aquella mujer de pelo castaño. Se trataba de Helena Harper.
Éstos asintieron, aún maravillados por la aparición de la compañera de Leon, que había conseguido salvarlos.
—Hunnigan me envió a rescataros. —aclaró Harper. —Leon está en peligro, lo más seguro es que haya sido capturado por Ada. Pensamos que estaba muerta, pero ninguno esperábamos que Carla Radames fuese una tan buena réplica de Wong...
—Espera, ¿Leon? ¿Ada se lo ha llevado?—preguntó la rubia, mirando a Helena. —¿Dónde está él? ¿Está bien?
—No lo creo...—respondió sincera; realmente le preocupaba su compañero. —Pero le encontraré, además debemos ir a por Simmons y Ada Wong.
—Explícate. —pidió Chris.
—Leon y yo íbamos tras la pista de Simmons, sin embargo, cuando Chris le comunicó a Leon sobre la supuesta muerte de ella... se derrumbó y me pidió que nos separásemos. Él confiaba plenamente en que ella no había podido morir y ansiaba buscarla para descubrir si estaba viva. Yo acepté, pues conocía de los sentimientos de Leon hacia Ada y no pude negarle nada. Cuando Hunnigan localizó su posición, me explicó que ella lo había secuestrado. Ahora no sabemos dónde se encuentra exactamente, pero podría estar en cualquier parte.
Sherry se llevó las manos a la cabeza, aquello no podia ser verdad. ¿Leon secuestrado por esa arpía? ¡Maldita sea! Algo como eso no podría salir bien...
Jake miró a Sherry tras escuchar las palabras de Helena, posando una de sus manos sobre su hombro. Ella se giró a verlo, mirándolo tristemente.
—Estará bien...—intentó animar Jake.
—Eso espero...—suspiró Sherry.
—¿Teneís municiones? —preguntó velozmente la morena, intentando cambiar de tema. Ella prefirió no pensar en que algo podría haberle pasado a Leon.
—Suficientes para acabar con unos cuantos más esta noche. —dijo Chris. —¿Qué tan grave es la situación?
—Una pesadilla. Prácticamente no hay sobrevivientes, están acabando con nosotros. Pero no podemos rendirnos, somos los únicos que pueden solucionar todo esto.
—No lo haremos. —habló esta vez Piers.
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Helicóptero, China, 23:12pm
Jill conducía el helicóptero acompañada del aeronauta. Desde hace un par de minutos, algo no pintaba nada bien, pues el trayecto era un poco largo y habían decidido sobrevolar a velocidad máxima. De todas formas, ese no era el problema, sino que los dos sabían que el trayecto de la ruta se desviaría antes de que ellos pudieran hacer nada.
Ella había hecho todo lo posible por recuperar el mando de los controles, pero el piloto automático controlaba el helicóptero desde hace minutos, y si no hacían algo morirían estrellados. La ruta señalaba que se estrellarían contra unas montañas.
—Señorita Valentine... no responde —le anunció el piloto con cierta ansiedad. —¡Vamos a estrellarnos!
—¡Jill! ¿Qué está pasando? ¡El helicóptero se está tambaleando! —gritaba muy preocupada Claire.
—¡Sujétate! Estamos controlando el helicóptero, podríamos estrellarnos contra las montañas...
—¿Qué? No, eso no puede ser verdad... ¡No podemos morir aquí! ¡Hay que hacer algo!
—¡Cálmate! —gritó la rubia, pues comenzaba a desesperarse. —¡No podemos entrar en pánico!
—¡Intento no hacerlo! —vociferó la Redfield.
La angustia y desesperación formaron un nudo en su garganta, y sin poder hablar, miró a la pelirroja llena de miedo. Tenía que hacer algo cuánto antes; estrellarse contra las montañas o caer en un área boscosa...
Tomó su arma y miró a sus dos acompañantes. El piloto al mando entendió lo que haría, así que se sujetó con fuerza al cinturón de seguridad, esperando cualquier cosa.
—Te juro que no vamos a morir. —Jill cerró los ojos por unos instantes y disparó rápidamente sobre los controles.
Aquello ocasionó que el helicóptero se fuera en picada a gran velocidad; Claire se sujetaba con fuerza dónde podía. Ella simplemente rezaba, mientras que Jill y el piloto hacían lo posible por caer de un solo golpe o todo se desplomaría. En cuestión de segundos, el helicóptero se había estrellado en una zona boscosa, provocando una gran explosión...
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Y... ¡comienza la acción! Espero que os haya gustado este capítulo y espero que lo disfrutéis mucho, ya que ha sido más largo de lo normal.
Quería recordar que este fanfic se basa en muchos de los acontecimientos de Resident Evil 6, pero aún así no deja de ser mi historia. Habrá partes que sucedan en tiempos distintos o partes que sean totalmente cambiadas y, por supuesto, el final será diferente al del juego.
Dicho esto, espero haberos aclarado un poco más sobre la novela y que sigáis leyendo la historia porque ya mismo llegará lo bueno.
¡Nos leemos pronto! 💚
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