Capítulo 28: La pareja Kennedy.

Chris se encontraba en la B.S.A.A. analizando a detalle el expediente de Wesker antes de proceder al interrogatorio. Se había decepcionado un poco porque O'Brian había rechazado la petición de Sheva para acompañarle en la misión a Sudamérica, pero por otro lado, le parecía bien. Pasar mucho tiempo con una mujer lo ahogaba demasiado y no quería deshacerse de la bella Sheva tan pronto, pues estaban comenzando a construir algo que ni él creyó poder hacer. Salió de su oficina a las 7:45 de la mañana y se dirigió al punto de encuentro acordado con Valentine.

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Cárcel de máxima seguridad, 8:00 a.m.

Chris y Jill ya estaban en el lugar esperando a que los guardias de seguridad les dieran acceso a la celda en la que se encontraba Wesker. Aguardaron en silencio hasta que un par de guardias se presentaron para escoltarlos hasta allí. Abrieron la celda con cuidado y finalmente pudieron entrar. Vieron a un Albert Wesker despojado de cualquier posibilidad de ataque, frágil, indefenso y vulnerable, cosa que nadie habría esperado ver jamás.

—Ya vinieron las ratas a buscarme y aún no he muerto.

—Tranquilo, que para tu desgracia, dudo que te sentencien a pena de muerte. —respondió Jill con cierta repugnancia.

—Creí que esa era la pena máxima.

—No para ti, amigo. —intervino Chris. Encendió una grabadora y después la cámara de video. —Seremos breves. No creas que nos hace mucha gracia venir hasta aquí solo para hacer que un delincuente como tú hable.

—¿Qué es lo que quieren?

—¿Te consideras autor intelectual de los asesinatos en las montañas Arklay? —comenzó preguntando Jill.

—Hubo muchas muertes en ese lugar, querida. Podrías ser más específica.

Inspiró profundo. Su mera presencia la angustiaba, pero no iba a dejarle creer que aún tenía ese poder sobre ella.

—Hablo del equipo Bravo y del equipo Alfa, perteneciente a los S.T.A.R.S.

—Sí. Fueron mis conejillos de indias, y vaya que me impresionaron. En especial tú, Christopher. No pensé que sobrevivirías y que luego me lo echarías todo a perder.

—¿Qué hay del Ecliptic Express?

—Me gustaría decir que sí, pero fue el hijo de puta de Marcus. Quiso chafarnos el plan a William y a mí, pero afortunadamente no pudo.

—¿Qué sucedió en Raccoon City?

—Creí que a estas alturas ya lo sabrían todo, par de genios. Birkin se puso como un idiota a defender un virus que había creado, luego, se le hizo sencillo arrojar las muestras del virus T a las alcantarillas y aunque les parezca increíble, yo no tuve nada que ver.

—¿Qué hay del proyecto Némesis? —preguntó Chris.

—Es parte de Umbrella, no mío. De haber sido mi proyecto, la señorita Jill Valentine estaría muerta desde hace mucho.

La rubia tragó grueso, recibiendo ya el primer golpe emocional, no más, se mostró bastante indiferente.

—¿Te declaras culpable de la muerte de más de 3000 personas en África?

—En Roma se creía que el más fuerte tenía derecho de abusar del más débil. Así que apliqué esa regla. El Uroboros fue un proyecto magnífico que me mantuvo con vida aún después de que ustedes dos, malditos, decidieran sepultarme bajo la lava aquél día, pero ni eso bastó para matarme por completo. Durante años, Excella Gionne fue una gran cómplice, pero nada indispensable. Por eso se me hizo fácil dejarla morir. Tricell fue solamente mi forma de ocultar lo que sucedía. La gente de África fue demasiado confiada.

—¿Por qué decidiste mantener secuestrada a Jill Valentine?

—Tenía anticuerpos muy valiosos para el virus, era lo único que faltaba para completarlo; además, siendo francos, fue de mucha ayuda, y era muy buena asesinando inocentes.

Jill, al escuchar aquello, clavó sus uñas en las palmas de sus manos y agradeció el que sus piernas se mantuvieran firmes. Suspiró, tratando de mantener la calma. No había venido a dar charlas de moral, solo a hacer preguntas.

—¿Has vendido virus a terroristas?

—Pues claro que sí, ¿si no de dónde creen que he conseguido financiar todos mis costosos planes?

—¿Qué hay de Jake Muller?

—Ese bastardo jamás me interesó, aunque siempre he sabido que posee valiosos anticuerpos. Pero nada más.

—¿Cuáles han sido tus crímenes?

Wesker se mostró cooperativo y bastante relajado. Habló con cierta fluidez sobre todos los crímenes nacionales e internacionales que cometió durante toda su vida, y para satisfacción de la pareja, especialmente de Jill, varias veces lo vieron retorcerse de puro dolor sobre la cama de su celda. El interrogatorio llevado a cabo fue un éxito y ambos salieron del lugar por separado y sin dirigirse la palabra.

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Los Ángeles, 13:18 p.m.

Jordan, el futuro marido de Claire, se encontraba observando su teléfono insistentemente. No podía creer que desde hace dos semanas no tuviera noticias de ella, ni una llamada, vaya, ni siquiera un miserable mensaje de texto; la situación comenzaba a estresarlo. Quería evitar pensar en lo que temía, ¿pero es que acaso su relación sí se había deteriorado con la distancia que los separaba? ¿Tenía algo que ver Leon S. Kennedy en todo el asunto?

Tomó una vez más el aparato en sus manos y buscó en la agenda a cierta persona, presionó el botón de llamada y en seguida el móvil ya le estaba dando tono. Solo tuvo que esperar unos segundos hasta que su llamada fue atendida.

—Williams, me alegra escucharte. —una seria voz se dejó escuchar del otro lado de la línea.

—Hola, Chris. —se tomó la cabeza con la mano derecha. —¿Cómo estás?

—Bien, gracias. —Chris notó un poco de desesperación en la voz de su cuñado. —Pero no es eso para lo que llamas, ¿no es así?

—No, no en realidad. —dejó ir un largo suspiro. —Solo quería saber si Claire está bien, la noto algo distante.

—Claire tiene mucho trabajo, pero todo está bien. Al menos eso creo. —Jordan al escuchar eso no pudo evitar sentirse mal. ¿Por qué diablos no le llamaba? Se dejó caer en su sofá. —Jordan, ¿sigues ahí? —ya habían pasado veinte largos segundos y el activista no había hablado para nada.

Chris se estaba preocupando. Algo raro en definitiva estaba ocurriendo. Prefería pensar que Leon no tenía nada que ver con todo esto, pero algo en su interior le decía a gritos que no estaba equivocado. Tenía que hablar con su hermana.

—Sí, sí. Disculpa. Es solo que...

—No has hablado con ella, ¿cierto?

—No. Hace dos semanas que no sé nada de ella.

—Pues entonces llámala tú. Eres su prometido. Ya sabes, "si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña".

—Sí, creo que tienes razón. Gracias de todas maneras.

—No es nada. De todas formas me aseguraré de que todo esté en orden. Claire hablará pronto contigo. Cuídate.

—Igualmente, hasta luego. —Jordan colgó la llamada, se quedó meditándolo un momento más, a él no le gustaba incomodar a Claire, es por eso que siempre esperaba a que ella lo llamara, y ahora que su vida era más ajetreada no quería molestarla. Tan sólo quería saber si todo iba bien.

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Después del trabajo, Claire decidió citar a sus amigas en el departamento para pasar una merecida tarde-noche de chicas. La pelirroja había logrado convencer a Jill, y aunque la agente se había opuesto con varias excusas, logró convencerla de forma casi milagrosa.

No la culpaba, Redfield era perfectamente consciente del interrogatorio al que podría verse sometida de nuevo su amiga, pero en estos momentos, quizás fuera necesario. Jill hacía lo imposible por evitar el tema de Chris, y aunque a veces lo consiguiera, el grupo no desistía en su propósito.

A pesar de todo, no podía evitar sentirse mal por su amiga y, sobre todo, por su hermano. Ella sabía que Jill sentía algo más que amistad por Chris, pero insistía en hacerse creer que no podían estar juntos, aunque ella lo amara. Aunque se lo hubiera prometido a Leon, tenía que hablar una última vez con su testaruda compañera, pues esa situación no era justa para nadie, ni para ella, ni para Chris.

...

Departamento de Claire, 17:33 p.m.

Tras haber pedido sushi y unas hamburguesas, Jill jugaba a la PlayStation 4 muy concentrada. Estaba sentada en un lado de la cama de Redfield. A su derecha se encontraban Claire y Rebecca, tapadas con una manta, y en el lado izquierdo se hallaban Sherry y Helena. Valentine se había vuelto algo adicta a los videojuegos en su estadía en la clínica, por lo que su destreza jugando era impecable.

—Hace quince minutos que estamos viendo cómo Jill juega a esa cosa y nadie me pregunta porqué estamos aquí. —Claire habló finalmente.

—Claire, hay cosas más importantes ahora. —interrumpió de momento Sherry. —Jill le está dando una paliza a Scorpion. —aclaró señalando el televisor. Se trataba del videojuego Mortal Kombat X, el favorito de Valentine.

—No importa, Claire. —Becca intervino esta vez, sonriéndole algo. —No le des importancia, cuéntame a mí.

—Este viernes tengo una boda... —comenzó diciendo.

—¿De quién? —preguntó Jill, absorta en la pantalla.

—Del hermano mayor de Leon. —añadió enseguida.

—¡Jill, usa un ataque más potente! —exclamó a gritos Sherry, que parecía estar viviendo al máximo la partida.

—¡Por el amor de Dios! ¿Podríais fingir que al menos os interesa un poco, no? —le reprendió Claire a su grupo, pero éstas no hacían más que prestarle atención a la televisión.

—Esto es importante. —contestó Jill. —Scorpion es fuerte.

—Claire, sigue contándome. —Chambers tocó su brazo con el propósito de atraer su atención, mirándola atentamente.

La pelirroja suspiró, al menos Rebecca sí la escuchaba.

—¿Recuerdas cuando me fui de la cafetería a toda prisa porque se me había olvidado algo? —Rebecca asintió curiosa. —Pues esa mañana fui al despacho de Leon para hablarle sobre una nueva misión que le habían asignado. Más tarde vi un sobre encima de su mesa, que al parecer era una invitación de boda muy elegante. Leon me contó que Michael, su hermano mayor, se casaba, y lo irónico es que ese par no puede ni verse. Es la quinta vez que se casa, y Leon ha ido solo a sus últimas cuatro bodas. No he podido evitarlo, así que me ofrecí para acompañarle.

—¡Entonces iréis como pareja! —exclamó entusiasmada.

—Solo serán unas horas. —quiso recalcar la pelirroja.

—Eso no importa, vas a ser la novia de Leon. —respondió alegremente, dándole un codazo amistoso.

—Sí, bueno... pero no habrá besos candentes ni nada de eso, solo voy a acompañarlo a una boda y no sé a qué se debe tanta emoción... —contestó ella de forma simple.

—Claire, yo creo que... —Rebecca no terminó la frase, pues su atención ahora estaba en la televisión. —¡Jill, cúbrete!

—¡Esto ya es el colmo! —gritó Claire enojada. Sin pensarlo, se levantó de la cama con el propósito de desconectar la consola. Al hacerlo, recibió las quejas de todas sus amigas.

—¡Noooo!

—No jugaréis hasta que yo no termine.

—Está bien, te escuchamos... —aceptó Jill, rendida.

—Entonces vas a ir con Leon, ¿y qué más? —empezó preguntando Helena.

—Pues... yo le propuse ser su novia y él aceptó, así que supongo que ese día tendremos que comportarnos como tal.

—Espera, ¿qué?—inquirió Jill con una sonrisa traviesa.

—¿Novia y Leon en la misma frase? —prosiguió Helena.

Claire las miró algo irritada, cruzándose de brazos.

—¿Acaso me escucháis cuando hablo?

—Bájale al drama y cuéntanos todo. —demandó Sherry emocionada, mientras realizaba una sugestiva señal con sus manos.

La activista suspiró profundo, y procedió a contar la historia que previamente le había contado a Rebecca, aunque esta vez mucho más detallada. Esta vez, las chicas la escuchaban atentamente, denotando cierta emoción en la historia que Claire contaba. Una vez que ella terminó, su grupo sonrió.

—Así que... ya nos confirmas que sientes algo más por Leon. —dijo Helena con una pícara sonrisa.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —negó rotundamente.

—Seguro. —Jill intervino esta vez. —Claire, ¿no te das cuenta? No solo le diste la idea, sino que también te ofreciste como novia, fueron a comprar sus trajes y luego pasaron el día juntos.

—Creo que estás exagerando. —Claire trató de defenderse, restándole importancia al asunto. —De verdad, ¿tanto os cuesta entender que somos buenos amigos?

—De los que quieren desnudarse, ¿no?—comentó divertida Rebecca.

—Eso no es...—la activista quiso defenderse, más no puedo, porque Sherry se lo impidió.

—Claire, ¿te crees que somos idiotas?

—Sé más concreta. —pidió ella, con un claro gesto de confusión en el rostro. Sherry podía llegar a ser bastante misteriosa cuando se lo proponía, y si algo había aprendido en el tiempo que había tratado con la pequeña rubia es que solía ser demasiado fantasiosa.

—Que no te creas que no sabemos que babeas por Leon. —Sherry hizo un divertido gesto con sus cejas, las elevaba y las bajaba de forma simultánea.

—Enserio, no sé de qué estáis hablando.

A Claire le surgió la gran necesidad de huir, pero Jill la detuvo colocando su mano sobre su brazo.

—Sabes muy bien de lo que estamos hablando. Sientes más que una simple amistad por él, no le miras como a los demás, ni si quiera miras así a Jordan. —el gesto divertido de Sherry ahora había desaparecido. Miraba a Claire, y ésta por alguna razón sabía que estaba siendo sincera.

—Estáis equivocadas. Yo siento por Leon lo mismo que siento por vosotras. —Claire trató de relajarse. No quería ponerse a la ofensiva, pero simplemente no quería hablar del tema.

—¿Ósea que nos amas? —dijo Jill. La pelirroja abrió los ojos en acto de fingida sorpresa. Obviamente estaba siendo sarcástica, pero solo quería que Claire lo aceptase de una vez.

—No sé porqué asumís que siento algo más por Leon. Me voy a casar, por si no lo sabíais.

—Yo creo que la que parece no saberlo eres tú. —Helena sonó más dura de lo que pensó, pero tal vez fuese la única forma de conseguir que Claire por fin comprendiera las cosas.

—Y además, lo vemos en tu mirada, cómo le hablas, cómo le sonríes... —añadió Rebecca. —Pero en fin, igual si te repites mil veces que no sientes nada igual hasta te lo terminas creyendo.

A Claire le dolieron demasiado esos comentarios, pero sabía que no estaban del todo equivocadas. Quería a Jordan pero... ¿cuánto? Sus pensamientos quedaron absortos en lo que las chicas le habían dicho. Ella tenía una muy buena relación con el agente, pero nunca había pensado nada más allá de eso. ¿Es que acaso si sentía algo especial por Leon? ¿Cómo es que las chicas lo habían notado y ella era tan ciega cómo para no darse cuenta? Tenía que pensarlo bien, pues su situación amorosa no era precisamente fácil. No tenía que apresurar las cosas, si ella de verdad sintiera algo, se habría dado cuenta de inmediato, ¿no? Ya no haría más caso a esos consejos, pues solo lograban confundirla más, y viniendo de Sherry, era algo normal. Ella estaba muy encariñada con ambos y por ende y lógica, los involucraba sentimentalmente.

—Escúchame, Claire. —Jill trajo de vuelta su atención, y ahora sus ojos la miraban expectantes. —Deberías dejarte de tonterías y acostarte con él de una vez por todas, tal vez así descubras si sientes algo más o solo te pone cachonda. —añadió la rubia, con el fin de molestar un poco a su amiga.

Redfield la miró descolocada, aunque a sus amigas si que parecía haberles causado gracia el comentario. Sin embargo, a ella le hirvió la sangre que le dijera eso. Le dolía que su relación con Jordan les importara tan poco cuando se trataba de Leon. No entendía cómo algunas veces la rubia podía actuar tan cariñosa, sensata y comprensiva, y otras como una fastidiosa, imprudente como una de esas amigas que solo quieren fastidiar. Adoraba a Jill, pero esta vez no se saldría con la suya.

—Claro. —respondió enojada. —Tal como tú has hecho con Chris.

Un coro diciendo: "¿Qué?" Se dejó oír en sala.

Los orbes de las tres presentes se abrieron de par en par. Todo se les había pasado por la cabeza sobre la vida sexual de Jill, menos que Chris hubiera estado tan involucrado en ella.

Jill le dedicó una mirada asesina a Claire, y no era para menos, su imprudencia había superado los límites. Si le contó era para que le diera consejo, o bueno, también porque ya lo intuía y necesitaba una explicación. Había contemplado aquella posibilidad, pero no se esperaba que la pelirroja la fuera a delatar con las chicas. No pasaron más de un par de segundos de silencio incómodo, y ante la ausente respuesta de la rubia, Rebecca decidió interferir.

—Jill, ¿tú te has acostado con Chris? —indagó traviesa y llevó una mano a su boca, intentando reprimir una buena carcajada. —Ahora entendemos muchas cosas... —se rió burlona. —Donde se lleguen a enterar los chicos...

—¡Los chicos no se van enterar de nada!—interrumpió de manera brusca. —Nadie aquí va a decir nada más. —esta vez, Jill miró acusadoramente a todo su grupo. Claire alzó sus brazos en señal de derrota, susurrando un "lo siento".

Esta vez fue Helena quién aumentó la tensión.

—¿Cómo no les vamos a contar que nuestros queridos capitanes han tenido una noche de pasión y desenfreno? —cuestionó burlona, pero aquello obviamente no era en serio.

Sherry soltó una carcajada, para al instante agregar:

—¿Cuándo ocurrió? —indagó interesada.

—En la misión de Moscú. —respondió automáticamente Claire, para que Jill le lanzara un cojín al rostro.

—¿En serio? —preguntó de nuevo Chambers, pero la ojiazul solo atinaba a quedarse callada. —¿Por qué no nos lo habías dicho, Jill? Prácticamente nos ha faltado amenazarte...

—Porque no están juntos. —interfirió Claire de nuevo.

—¿Y para qué os lo iba a contar, para que me atormentéis con ello hasta que me muera? —se exaltó molesta la rubia.

—Calma, Jill. —trató de tranquilizarla Sherry. —Hablando de eso... —esta vez formó una perversa sonrisa en sus labios. —¿Cómo es Christopher Redfield en la cama?

Valentine ya no sabía si enojarse o contarles, tratándose de sus amigas cualquier cosa podía pasar, y sin que se diera cuenta se mordió levemente el labio inferior. Las chicas, menos Claire, gritaron entusiasmadas ante el movimiento.

—Con esa cara nos lo ha aclarado todo. —dijo ante el silencio Helena. —Chris debe de ser un buen polvo.

—¡Ey, que es mi hermano! —exclamó la menor de los Redfield, con evidente asco. —No quiero saber qué tan bueno es en la cama, ¿vale? No quiero más traumas.

—Es una pena, Claire. —habló finalmente la rubia, de forma perversa y relamiéndose los labios. Por fin había hallado la manera de molestar a su amiga. —Porque no sabes lo bien que lo hace...

No pudo terminar, porque la pelirroja se estaba levantando de su asiento tal como alma se lleva el diablo. Valentine consideró la idea de huir o de tomar algún objeto con el que poder defenderse, pero prefirió atormentar un poquito más a Claire con sus comentarios sexuales.

—Maldita depravada. —murmuró Claire y se lanzó sobre ella, tumbándola en el suelo. 

Jill efectuó una maniobra para zafarse, pero la voz de Rebecca las paralizó a las dos.

—Entonces, ¿que pasará con vosotros dos? —indagó Chambers con un singular brillo en sus ojos verdes. —Ya sabes, Jill, tú no tienes a nadie, y estoy casi segura de que Chris tampoco...

—No pasará nada entre nosotros, Becca. —afirmó Jill, incorporándose y volviendo de nuevo a su sitio. Había dejado a Claire adolorida en el suelo. —Tuvimos sexo, pero no fue nada más allá. Hubo muchas peleas durante el viaje y simplemente no estamos hechos el uno para el otro.

—¿Y entonces qué son? —quiso saber Helena. Estaba harta de tanto drama amoroso. Pero claro, ahora parecía ser que el amor no solo ciega, sino que también atonta.

—Somos lo que siempre hemos sido. —respondió sin más.

—¿Amigos, no? —preguntó Sherry a modo de respuesta. —No saben cuánto odio esa palabra...

—Puede que ni eso. —la rubia suspiró, algo triste. —Entre él y yo se ha erigido una barrera gigante, una muy difícil derribar. Chris me detesta, y la verdad es que no le culpo.

Luego de volver a su estado "pasivo", Claire intervino esta vez de manera más seria.

—Pero Jill... eso no está bien, nada bien... —comentó entristecida la pelirroja. —Chris y tú deberíais perdonaros y llevar vuestra relación al próximo nivel, ser algo de verdad.

—No, Claire. Ya hemos hablado de esto, y no hay nada que hacer al respecto. Él y yo no somos compatibles, y lo último que quiero es hacerle es daño. Él tiene derecho a ser feliz en otra parte, porque conmigo desde luego que no lo será.

—Jill, pero se nota que Chris te quiere... —Rebecca también la miró algo triste.

—Lo sé de sobra.  —aclaró ella con una sonrisa melancólica, recordando la infinidad de veces que él le había dicho que la amaba. —Además, aunque no lo creáis, yo le adoro, pero él necesita algo que yo no puedo darle. El día que me comprometa por totalidad a una relación, será el día que esté preparada, tal vez sea con Chris, o tal vez no. Y mientras tanto, no me gustaría perder la oportunidad de ver hacia dónde avanzan las cosas con Carlos...

—Pero... ¿y si no funciona con Carlos y ya no puedes olvidar a Chris? —Claire volvió a la defensa, pero Jill parecía estar empeñada en renegar sus sentimientos.

—Claire, jamás me he puesto a pensar en eso. Carlos es un buen tipo, tenemos mucho en común y me divierto con él. Es un buen partido. Además, no veo que problema hay con que rehaga mi vida, Chris ya lo está haciendo con Sheva, y si ella le hace feliz, pues me alegraré por ambos.

Pero Jill se estaba engañando a sí misma, a ella le dolería demasiado que eso sucediera. Ver a Chris y a Sheva como pareja, sin duda, la destrozaría por completo. En lo más profundo de su ser deseó que su relación con el capitán hubiese funcionado, incluso que fueran una pareja normal y estable, pero todo cambia en la vida, y por ahora lo único que podía hacer era tratar de olvidarse de su compañero.

—Está bien, Jill... pero dime una cosa. —dijo la pelirroja, ya resignada con la situación. —¿De verdad es esto lo que quieres?

—Sí, es lo que quiero. —respondió sin titubear.

—Entonces no hay más que hablar.

Claire se maldijo interiormente. Había sido una ilusa por pensar que, tal vez, las cosas podrían haberse arreglado entre ambos, pero por más que lo hubiese intentado, ella ya no podía hacer nada más. Hasta ahí habían llegado sus intentos como cupido, y viendo lo visto, ahí se iban a quedar. Su grupo de amigas tenía un sentimiento muy parecido, no dirían nada de lo ocurrido, pero igualmente les preocupaba la situación y que Jill pudiera estar dejando pasar la gran oportunidad de estar con Chris. ¿Y si se arrepentía en un futuro? Para ese entonces, ya sería tarde.

Inevitablemente, la tensión se acumuló en la habitación del apartamento de la pelirroja. Las pocas miradas que había allí presentes, estaban expectantes sobre Jill. Claire podía notar la incomodidad, podía sentirla, y estaba segura de que el resto también lo hacía. La rubia aparentaba estar firme casi siempre, pero por primera vez, ella parecía algo insegura, como pensativa. Fue entonces cuando Sherry se armó de valor y cómo pudo, decidió aminorar la tensión.

—Bueno, al menos el plan Valenfield sí que funcionó. —mencionó de broma, y rápidamente se ganó varias miradas.

—Sherry... —murmuró entre dientes Claire, dándole un golpe por lo bajo. —Ahora no...

—Auch. —se quejó ella, frotándose el brazo.

—¿De qué hablas?—cuestionó Jill, con el ceño levemente fruncido.

¿Valenfield? ¿Qué carajos era eso? Prefería no imaginárselo.

—De nada. Que según tú, Chris es un buen polvo. —Claire intentó reprimir su cara de náuseas, pero al menos así desviaría la atención de la ex S.T.A.R.S. a otro tema.

Jill no era ninguna estúpida. Sabía que había algo de falsedad en lo que esas dos le estaban diciendo, pero como no tenía el mejor de los ánimos, prefirió no darle más vueltas al asunto.

—Cállate, Redfield. —dijo Jill revoleándole una almohada.

—Que se calle Rebecca. —bromeó ella, para después tirársela en la cara a la bioquímica.

—¡Oye! —refunfuñó Chambers, sonriendo un poco. —Yo no he hecho nada. Ha sido Helena. —se rió, ensanchando un poco más su sonrisa y, seguidamente, le dio con la almohada a la castaña.

—¡Guerra de almohadas! —gritó Sherry entusiasmada.

El resto de la velada fue menos emocionante, pues ya cansadas se quedaron profundamente dormidas mientras veían una película. Definitivamente les hacía falta un momento así, para liberar tensiones y esas cosas.

...

El martes culminó, e incómodamente Claire se removió debajo de las piernas de Jill. «Esta pervertida... » pensó, con cierto resentimiento, pero a la vez divertida. Se levantó del sofá tratando de desacomodar lo menos posible a su acompañante, si es que podían estar más incómodas en ese sofá. Se incorporó tortuosamente tratando de no hacer ruido, y cuando escuchó a la rubia mayor hablar en sueños, se asustó, pensó que la había despertado.

—No, Chris... así no... —pronunció entre sueños.

La pelirroja prefirió ignorar lo que acababa de escuchar, entre menos conociera, mejor. Se acercó hacia la ventana que daba a la avenida, como siempre, las calles estaban desoladas y oscuras, iluminadas vagamente por un par de farolas.

Se quedó así unos momentos, meditando sobre todo lo que había ocurrido durante el día. Eran alrededor de las tres de la mañana y lo menos que tenía ahora era sueño. Estaba hipnotizada con esos adoquines solitarios, no observaba ningún punto fijo, solo parecía estar en un trance. Enfocó su mirada a la esquina de la calle, en donde observó una figura oscura moverse sutilmente, cómo si estuviese espiando a alguien de su vecindario. Trató de apuntar sus ojos azules para identificar al sospechoso, pero éste se movió, alejándose de los apartamentos. Agitó exasperada su cabeza, tal vez estaba siendo demasiado paranoica.

—¿Claire, qué haces? —preguntó una voz desde el comedor, sorprendiéndola en el acto. 

—Eh... ¿Jill? —escuchó perfectamente la voz, pero no podía ver a nadie; todo estaba en completa penumbra.

—No, soy tu conciencia. —murmuró sarcástica.

Sin que Claire se lo esperara, la rubia había aparecido frente a ella alumbrándose el rostro con una linterna. La pelirroja no evitó dar un pequeño salto; Jill había salido prácticamente de la nada, y ahora se veía terrorífica alumbrando toda su cara.

—Jill, casi me matas de un susto. —Claire había estado a punto de gritar histéricamente, pero luego recordó que Rebecca, Helena y Sherry estaban durmiendo en una de las habitaciones. Tenía una mano puesta sobre su pecho, debido al sobresalto su corazón se había acelerado.

—Oh, lo lamento, pelirroja. Solo quería darle un poco de suspenso a esto. —bromeó ella y, segundos más tarde, se dirigió hasta el interruptor de la luz. Lo encendió de inmediato, apagó la linterna y se acercó hasta Claire.

—O querías también provocarme un infarto de paso, ¿no? —replicó la pelirroja un poco divertida.

—Admite que un poco sí que te lo merecías. —se burló Jill sacando la lengua.

Ante la mueca irónica de Claire, Jill preguntó lo siguiente:

—¿Que viste ahí fuera? —indagó aún adormilada.

—Nada, me pareció ver a alguien, pero creo que solo fue cosa de mi imaginación.

Jill decidió ignorar el hecho de que la menor de los Redfield le estaba ocultando algo, sin embargo, ella siendo tan perspicaz como siempre, sabía que algo había pasado.

—Bueno, volvamos a dormir.

—Espera, Jill. —Redfield la agarró del brazo, esperando obtener su atención.

Una vez que lo había conseguido, la rubia la miró esperando alguna respuesta.

—¿Uhm?

—Yo... quería pedirte perdón por lo de esta tarde.

—Claire, no pasa nada. —la interrumpió enseguida. —En el fondo me alegro de que lo sepan, tarde o temprano se iban a acabar enterando.

—Sí, bueno... ¿Tú... estás bien?—preguntó con un deje de preocupación.

—Sí, estoy bien. —aseguró tranquila.—No te preocupes, enserio, todo está bien.

Claire asintió más aliviada.

—Solo te pido una cosa, y es que decidas lo que decidas, que lo tengas muy claro. En el caso de que elijas a Carlos, que no le hagas daño a Chris y le dejes ser feliz porque él no merece salir lastimado.

—Claire, Chris lo es todo para mí, yo nunca le haría daño. —admitió Jill con una expresión que irradiaba sinceridad.

—Lo sé. —Claire le correspondió de la misma forma, para enseguida añadir; —Me quedaré con las ganas de llamarte cuñada, ¿cierto?

Jill no puedo evitar reírse por lo bajo. Adoraba a esa pelirroja, simplemente no podía enfadarse con ella.

—Quién sabe. —se encogió de hombros. —Igual, ahora mejor deberías centrarte en la boda con Ken.

Redfield negó con la cabeza. Valentine nunca perdería la oportunidad de fastidiarla con Leon.

—Y tú céntrate en no darme más disgustos, querida. —le rebatió de momento, para luego bajar la voz. —No sabes todo lo que hicimos para que tú y Chris dierais el paso...

—¿Qué hicieron?

—¿Te acuerdas cuando me enfermé para la misión? —Jill asintió con evidente interés. —Pues era todo falso. Solo lo hicimos para que tú me reemplazaras. Fue... un plan organizado.

Jill la miró estupefacta. Claire había confirmado todas sus sospechas. No sabía si sentirse ofendida o extrañamente halagada, ya que ella habría hecho perfectamente lo mismo en esa situación. Sin duda, sus amigas nunca dejarían de sorprenderla.

—Ya veo lo bien que les salió todo. —añadió con ironía, y Claire le sonrió algo apenada.

Siguieron charlando durante un rato, hasta que por fin el cansancio hizo acto de presencia. Sin más, se dirigieron al segundo piso a intentar dormir más cómodas en la cama de la pelirroja.

...

El amanecer llegó, y muy a su pesar, las cuatro chicas se despidieron melancólicamente de la menor de los Redfield.

—Ni que no nos fuéramos a ver en siglos. —comentó Helena, ya hastiada de la despedida.

—Sí, pero... —intentó defenderse Sherry, pero Claire la interrumpió.

—Ay, Sherry, nos vamos a ver después en el trabajo, no seáis tan dramáticas. —suspiró la pelirroja, para luego señalar a su amiga de cabello corto. —Y tú, Becca, en cuanto sepas algo más de la fiesta nos cuentas todo, ¿sí?

Rebecca asintió con una sonrisa, y como un par de niñas regañadas, las agentes se marcharon del departamento de la pelirroja. Más tranquila, se sentó en una silla de la cocina, y tomó su teléfono, que había dejado olvidado en la mesilla del salón. Quería revisar si tenía algún mensaje de su prometido. En efecto, tenía dos mensajes pendientes.

Buenos días, amor.

¿Puedo llamarte?

Claire ya se encontraba tecleando una respuesta.

Claro.

No mucho después, su teléfono móvil comenzó a vibrar y llevándose el aparato al oído, pudo escuchar su voz.

—Claire. —un largo suspiro se pudo escuchar del otro lado de la línea. —He tenido que llamarte yo, ya que tú no lo haces. El reproche por parte de su novio no había tardado.

—Lo lamento, cariño, he tenido mucha carga en el trabajo.

Cierto era que había tenido el trabajo suficiente para mantenerse ocupada, pero también era cierto que el tiempo que llegaba a tener libre solo lo empleaba con las chicas, Leon, o bien haciendo de celestina de Jill y su hermano. No se había tomado la molestia de hablar con su prometido. Sabía que lo estaba descuidando y se sentía bastante mal por ello.

—Entiendo eso, lo que no entiendo es que no me hayas llamado aunque sea cinco minutos durante dos semanas.

—Jordan, de verdad que lo siento, yo... —comenzó a caminar por el salón, haciendo el amago de disculparse.

—Olvídalo, ya sé que estás con mucho trabajo. No quiero discutir, solamente quiero que intentemos hablar más seguido, ya casi no recuerdo tu voz. Te echo de menos.

—De verdad que lo lamento, y te prometo que intentaré hablarte más seguido. —la pelirroja seguía en su paseo, se notaba nerviosa y ya sabía muy bien porqué. No paraba de darle vueltas a lo que había hablado con las chicas; el tema de Leon la estaba atormentando de forma casi insistente.

Semanas atrás era ella quién le exigía más afecto y comunicación, y ahora era ella quién ponía distancia entre ambos. Se sentía horriblemente mal por incluso haber pensado que la había estado engañando, él era un novio fantástico y la única que fallaba en esa relación actualmente era ella.

—Me alegra mucho oír eso. Y bien, ¿cómo va todo por allí? Digo, además del exceso de trabajo.

—Muy bien. Nada fuera de lo normal. ¿A ti qué tal te va?

—Bien, desde que me ascendieron he tenido más trabajo.

—Sé a lo que te refieres. Ya imaginaba que estarías más ocupado que antes, pero tómalo como algo bueno para tu futuro profesional. Las recompensas vienen con esfuerzo.

Claire ya había llegado hasta la cocina, pronto comenzó a husmear dentro del refrigerador pero no había nada de su antojo, solo sacó un yogurt de fresa.

—Sí, tienes razón. Pero bueno, tengo una sorpresa para ti.

—¿De qué se trata? —la chica acomodó el teléfono entre su oreja y el hombro, mientras retiraba la tapa del yogurt que había tomado.

—Si te lo dijera ya no sería sorpresa... Además, todavía no puedo decírtelo, tengo mucho que hacer antes de eso.

La pelirroja no pudo evitar fruncir el ceño al escucharlo.

—Qué misterioso eres, solo espero que no sea una de tus estúpidas bromas.

—Sabes que te encantan mis estúpidas bromas. —Claire sonrió ante eso, si que amaba sus bromas, fue una de las principales razones por las que había decidido salir con él. —En fin, te quedarás con la duda, ya tengo que colgar.

—Eres muy malo, Jordan Williams.

—Te hablo luego, guapa. Te quiero mucho. —sin esperar alguna respuesta, Jordan había terminado con la llamada.

Claire dejó ir un suspiro más. Comenzó a degustar el delicioso yogurt mientras se dirigía a la sala y se sentaba muy pensativa sobre el sillón. Se quedó mirando al infinito, ahora se sentía curiosa. ¿A qué se habría referido Jordan con eso de la sorpresa? Se encogió de hombros y tomó camino a su habitación, tenía que alistarse para el trabajo.

Miró su reloj; apenas eran las siete de la mañana. Se dirigió al armario, tenía que estar a las ocho en la B.S.A.A. Se había arreglado adecuadamente, ese día tenía una junta importante, así que tomó sus ropas más formales. Se colocó una falda de tubo color gris que llegaba justo a su cintura y un poco más arriba de la rodilla, se ajustaba perfectamente a su silueta, ya solo restó combinarla con una blusa de vestir en color blanco y unos tacones negros; su peinado solo era una coleta alta, se veía realmente hermosa. Tomó su bolso y pronto estaba camino a la sede.

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Sede de la B.S.A.A, 14:54 p.m.

La junta de Claire había terminado al fin. Salió de la sala de reuniones y revisó su teléfono móvil. Tenía un mensaje de Chris. Se extrañó, ¿para qué quería verla en su oficina?

Se encogió de hombros y se encaminó hasta la segunda planta. De inmediato se puso en marcha hacia el lugar, pensando en qué sería eso que quería decirle su hermano.

Se aproximó hasta la puerta y tocó un par de veces antes de que cierta morena la recibiera con una bonita sonrisa. Al fondo pudo distinguir a su hermano sentado en el escritorio.

—Claire, me alegra verte. —se hizo un lado para permitirle el paso a la hermana del capitán.

—Hola, Sheva. A mí también. —trató de sonreírle algo. Estaba algo confusa. Algo iba a pasar, y no iba a ser bueno.

Se aproximó hasta su hermano con intención de saludarlo, pero al detectar su semblante serio prefirió no hacerlo.

—Claire, siéntate.

La chica en seguida tomó lugar en una de las sillas, quedando frente a frente con el mayor de los Redfield.

—¿Chris, qué ocurre? —no tardó en averiguar.

—Claire Redfield, ¿me puedes explicar por qué llevas dos semanas sin hablar con tu prometido?

La pelirroja suspiró. Necesitaría de mucha paciencia para soportar la discusión que su hermano acaba de empezar.

—A mí también me da mucho gusto saludarte, hermanito. Respecto a tu pregunta, lo que esté pasando entre Jordan y yo nos compete solo a nosotros. Ya hemos hablado esta mañana. ¿Por qué? ¿Tienes alguna queja más al respecto?

—Sabes que trato de no intervenir en tu vida o en las decisiones que tomas. Pero estoy muy preocupado por ti, Claire. ¿Acaso no piensas en tu futuro matrimonio? ¡Sólo faltan unas semanas para el evento! ¿Qué clase de relación quieres tener? Mi única preocupación es que tú estés bien.

—Estoy bien, Chris. Estoy demasiado bien para ser honesta. Y en cuanto a mi relación... no creo que seas el más indicado para darme consejos amorosos. No sé que te habrá contado Jordan pero te aseguro que te equivocas.

Chris se sorprendió. Su hermana nunca había sido precisamente una niña dócil y fácil de manejar, pero en su voz detectaba una seguridad que realmente lo asustaba.

—¿Leon tiene algo que ver en todo esto?—quiso saber.

—¿Es en serio, Chris? Creí que ese asunto ya había quedado claro la última vez que hablamos de esto.

—No has respondido mi pregunta. —replicó molesto.

—No. —bufó ella. —¿Es que acaso no confías en mí?

—En ti si confío, en quién no confío es en él.

—No, no confías en mí. No confías en mí ni en nadie, quieres controlarlo todo. Como no renuncio a Leon, te vuelves contra mí, ¿no es así? —lo observó con recelo.

—Te equivocas, Claire. Si te lo digo, es porque sé muy bien cómo somos los hombres y créeme que de él se saben muchísimas cosas con mujeres incluso de la B.S.A.A. Yo solamente quiero protegerte y ya. ¿Tú... qué sientes por él?

¿Que qué sentía? A estas alturas, ni ella misma lo sabía. Tenía muchas cosas claras, menos qué sentía por Leon. A su hermano no podía mentirle, así que trató de ser sincera.

—Leon... significa mucho para mí.—terminó por confesar, un tanto nerviosa. Chris se había quedado sin palabras; la veía, pero realmente no estaba mirándola, esa noticia en definitiva no la esperaba. —Eh... ¿sigues ahí, Chris?

Comenzaba a asustarse, su hermano no mostraba ninguna emoción, Sheva también lo había notado y eso no podía significar nada bueno.

—Claire, no estás hablando en serio. —habló al fin el mayor de los Redfield. —¿Te has acostado con él? —su voz exigía una respuesta, por su expresión parecía que iba explotar.

—¡Pues claro que no! —exclamó ofendida. —¿Por quién me tomas? —lo miró con rabia y notó su sangre calentarse.

La pelirroja ya estaba harta de que su hermano no fuera capaz de dejar de interferir en su vida de una forma u otra. Respiró hondo, tratando de calmarse. Realmente no podía creer que su única familia la hubiese acusado de algo así.

—Me alegra oír eso. —dijo más calmado. —Claire, tienes que alejarte de Leon, ¿me oyes? Él no es bueno para ti.

—Chris...

—Si te sigues acercando a él se acabará pensando que tiene alguna posibilidad y debe entender que te vas a casar.

—Chris, yo... —Sheva atentamente observaba a Claire, sabía que estaba perdiendo la paciencia con su hermano.

—No tienes porqué decirle nada, puedo hacerlo yo...

—¡Chris, cállate ya y déjame hablar! —gritó tratando de hacer callar a su hermano.

—Oh... ¿estabas diciendo algo?

Sheva rodó los ojos ante la pregunta de su testarudo compañero.

—Sí... te estaba diciendo que no tengo nada con Leon, pero que tampoco pienso dejar de ser su amiga.

—¡No me vengas con eso! Leon no quiere ser tu amigo. Abre los ojos, Claire, por favor. Olvídate de él de una vez y acepta lo que te digo. —impuso completamente irritado.

No podía permitir que su hermana tuviese dudas respecto al agente. Leon era un mujeriego bien conocido, y no podía estar de por medio. La simple idea de que pudiera tener algo con su hermana, no le gustaba nada. Leon le ayudó varias veces, era un tipo excepcional, pero Claire era otro asunto. No quería que le hicieran daño a su pequeña, y tampoco quería que ella echase a perder su compromiso.

Ambos hermanos sostenían sus miradas. De un momento a otro, el lugar se había puesto tenso; Chris parecía realmente molesto y Claire definitivamente colapsaría en cualquier momento. La pelirroja no entendía qué sucedía con su hermano, pero estaba actuando tan sobreprotector como había hecho años atrás durante su adolescencia, no soportaba esa faceta de él; ella ya era una mujer adulta capaz de tomar sus propias decisiones.

—Hmm, iré a revisar unos informes. —anunció Sheva, al tiempo que se alejaba de aquella escena. Lo mejor era dejar a los hermanos solos.

—Pues lo siento, Chris, pero no tienes ningún derecho a decidir que puedo o no hacer. —lo encaró de frente.

—Creo que no estás pensando con claridad...

—Entiéndeme, quiero a Jordan, pero Leon es un gran amigo para mí, y te guste o no, no vas a poder cambiar eso.

—Claro, quieres que yo te entienda a ti, pero quién me entiende a mí, ¿eh?

—Ya no tienes que preocuparte tanto por mí, tú ya tienes una vida hecha y no tienes que hacerte cargo de la mía. Céntrale en tus malditos asuntos y decídete de una buena vez con que chica te vas a quedar. —levantó la voz. Le molestaba que Chris siguiera tratándola como a una niña.

—Sabes qué... haz lo que quieras. Total, ya eres mayorcita. —y sin decir nada más, el capitán se levantó de su asiento y se marchó de la oficina con la intención de tomar el aire.

Sheva se acercó a la oficina cuando ya no escuchó sus voces discutir, al llegar a la sala descubrió a Claire aún sentada en la silla con los brazos sobre las rodillas y cubriéndose la cara con las manos. Era cierto, Chris a veces podía llegar a ser demasiado sobreprotector, pero algún día debía entender que su pequeña hermana estaba creciendo y necesitaba vivir su vida cómo a ella le plazca.

—Debes darle tiempo, Chris es un cabeza dura a veces. —Sheva se posicionó a su lado y Claire levantó su mirada.

—Algún día tendrá que entenderlo.

—Lo sé, intentaré hablar con él... pero cambiando de tema, ¿qué opina Jordan sobre tu amistad con Leon?

—Amm, bueno... él...—titubeó al recordar que había olvidado por completo aquella situación.

—¿No le has dicho nada? —inquirió divertida.

—Bueno sí, sabe que mantenemos una buena amistad y que somos compañeros desde lo de Racoon City.

—¿Y qué crees que piensa él?

—No lo sé, pero estoy segura de que nunca actuaría como Chris.

—No creo que exista otra persona que actúe como Chris... bueno, solo tú, pero ustedes son los únicos. —sonrió amistosamente, tratando de levantar el ánimo de la chica. Claire le correspondió el gesto. —En fin... quiero que sepas que yo sí te entiendo, y que es normal que estés agobiada con todo esto. Las bodas pueden ser muy estresantes. —Alomar de inmediato se levantó y la estrechó en un abrazo.

Parecía ser que Sheva se esforzaba sutilmente en acercarse a Claire, y lo cierto es que a la pelirroja le simpatizaba, pues sabía que sus palabras eran de corazón.

—Muchas gracias, Sheva.

—¿Quieres ir a comer algo?

—Gracias, pero no. Tengo mucho papeleo. —le dijo a su posible "cuñada". Tomó su bolso y se levantó de sillón.

—De acuerdo. Intentaré hablar con él, así que no te preocupes. —le guiñó el ojo y la pelirroja le sonrió algo.

—Gracias. Te veo luego. —se despidió y se marchó de allí.

En cuanto la activista se marchó, Alomar fue en busca del capitán. Tenía que hablar con Chris y hacerle ver las cosas. No podía permitir que él no apoyara a su hermana en esta etapa de su vida, y mucho menos que desconfiara de ella.
Cuando lo encontró sentado en la cafetería, se acercó a él.

—Chris, no tienes porqué que ponerte así...

—¿Tú también?—la miró algo irritado.

—Claire sabe bien lo que hace. —murmuró calmada. Se sentó a su lado y puso una mano sobre su hombro.

Chris soltó un gran suspiro.

—No es eso, Sheva. Sé que es una mujer adulta, pero cuando nuestros padres murieron prometí cuidarla. Siento que me está ocultando algo, y así no puedo protegerla...

—Chris, ya la has cuidado demasiado, creo que tu promesa la cumpliste con éxito. No deberías preocuparte tanto, es normal que Claire esté algo más extraña. Falta poco para la boda y que Jordan esté lejos no debe ser sencillo para ella.

—Lo sé. —contestó resignado. Al final sabía que Sheva tenía razón.

—Tienes que hablar con ella antes de marcharte a Sudamérica, creo que la vas hacer muy feliz si le demuestras tu apoyo. —acarició su espalda suavemente.

—De acuerdo. —aceptó, resignado. —Tienes razón.

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B.S.A.A, 21:19 p.m.

Claire estaba en su oficina llena de informes y propuestas de misiones. Había decidido hacer algunas horas extra hasta tarde, así evitaría pensar en Jordan, Leon y Chris, sus tres dolores de cabeza. O'Brian le había encargado trabajar en las grabaciones del interrogatorio a Wesker para asegurar que éstas fueran mandadas hacia el Tribunal de Justicia para que nadie atentara con robar las pruebas. Mientras hacía eso, pensaba en su hermano y en la estúpida pelea que habían tenido. El trabajo duró mucho tiempo, pues en situaciones como esas, las declaraciones eran muy tediosas. La ahora agente solo quería regresar a casa para poder descansar después de un día tan largo.

—¿Claire?—alguien la llamó desde la puerta de su oficina.

—¿Chris? ¿Qué haces aquí? —Redfield se levantó del escritorio y observó atentamente a su hermano mayor.

—Quería aclarar un par de cosas contigo antes de irme. —habló Chris, al tiempo que se adentró a su oficina.

—Si es por lo de a medio día, no tiene caso que me reproch...

—Está bien. No vengo a reprocharte nada, ya sé que eres una adulta y todo eso, creo que sólo exageré un poco.

Claire no evitó esbozar una sonrisa al escuchar aquello.

—¿Un poco? Pero si te ahogas en un vaso de agua, Chris.

—Bueno, ya ¿no? Sé que exagero mucho, pero sólo lo hago por cuidarte. No quiero que descuides a Jordan.

—Lo sé y te lo agradezco. —pronto lo abrazó cálidamente y su hermano enseguida le correspondió. —¿Cuándo te vas?

—De madrugada, sobre las 6:30. Tengo que estar lo antes posible en el aeropuerto. —el musculoso hombre rompió el abrazo, para luego agarrar de las manos de su hermana.

—Prométeme que volverás sano y salvo.

—Te lo prometo.

—¿Me traerás un recuerdito?

—Tal vez una botella de tequila no esté nada mal. Quizás traiga una y esa será exclusivamente para nosotros.

—Me parece perfecto, capitán.

—En fin, debería irme. Quiero dormirme lo mas temprano posible. Por favor, cuídate mucho y recuerda que te quiero.

—Cuídate más, Chris. Yo también te quiero. Espero que puedas comunicarte en alguna oportunidad que tengas.

—Claro que sí. Te veré muy pronto. —se despidió de su hermana con un beso en la frente y se marchó de la oficina.

Ahora sí, Claire podía respirar tranquila, su hermano había recapacitado, seguro que con influencia de Sheva, pero lo que importaba es que ya no estaba molesto con ella. Los problemas con Jordan se irían solucionando de uno en uno y en seis semanas lo tendría de vuelta en Nueva York.

Como estaba planeado, Chris partió al día siguiente de misión. El avión del ejército lo llevó hasta México, donde conoció al agente Rafael Meneses, un tipo joven y bastante experimentado. Si todo salía bien, el capitán estaría de vuelta muy pronto, a tiempo para la fiesta y su cumpleaños.

El próximo fin de semana se organizaría una fiesta de disfraces. Rebecca, quién estaba planificando el evento, recibiría un premio por su excelente labor científica y también se llevaría a cabo la batalla de baile entre sedes.

Leon había estado entrenando a Hunnigan lo suficiente las veces que iba a a Washington D.C, mientras que en la B.S.A.A. Sheva había sido la elegida como candidata.

Sheva sabía bailar desde los cuatro años, pese a ser algo tímida, en cuanto al arte corporal, sabía defenderse bastante bien. Entrenaba sola y se estaba preparando bien las canciones que llevaría a cabo, mientras que Ingrid estaba siendo guiada por Leon durante los días que viajaba a Washington D.C.

Seguidamente, el clan zombi se reuniría a la semana siguiente en la casa antigua de los Redfield para así celebrar el cumpleaños del hermano mayor. Claire se estaba encargando de todo, cuidando que no faltara ningún detalle ni de que se les olvidara nada. Ya tenía pensado su regalo que, sin duda, sería algo que Chris nunca olvidaría.

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Departamento de Sherry, 22:00 p.m.

—¿Qué te parecen estos disfraces? —preguntó Sherry.

—Lo que tú quieras está bien para mí. —respondió Muller.

—Por Dios, Jake. Quedamos en que los elegiríamos a juego, podrías mostrarte un poco menos apático.

—Sabes que no tengo idea de cómo son éstas cosas. No soy muy bueno celebrando.

Sherry hizo a un lado su MacBook y observó a Jake. El pelirrojo estaba sentado junto a ella mirando la televisión. Había un partido de baloncesto y a su novio parecía agradarle. La rubia fue a la cocina a servirse un vaso de zumo y caminó hacia su habitación para repasar su lista de posibles disfraces. La lista era escasa. Jake no quería nada que llamase demasiado la atención o fuera muy colorido.

Sin poder evitarlo, tomó la fotografía de su mesilla de noche en la que estaban sus padres junto a ella. Realmente los extrañaba. Abrazó la fotografía contra su pecho y dejó caer una lágrima nostálgica. Sintió de pronto una mano sobre su hombro y enseguida un abrazo sólido tras ella. Jake besó la mejilla de su novia y ella se quedó quieta.

—Lamento mucho que no estén aquí para ti y siento haberme comportado como un idiota hace rato.

—¿No echas de menos a tu madre?

—A veces.

—¿Por qué?

—Viví demasiado tiempo sin ella. He estado solo casi toda mi vida.

—Desearía que nada de esto hubiera sucedido jamás.

—¿Qué dices? Esto hizo que estuviera contigo ahora mismo. Creo que es el lado bueno del asunto.

—¿En verdad te gusta estar conmigo?

—Oye, si no fuera así, no me hubiese arriesgado a pedirte que seas mi novia delante de todos y de papá celoso.

Sherry sonrió ampliamente, entiendo que le estaba adjudicando ese término a Leon.

—Oh, cierto. Es un lindo detalle de tu parte.

—Lo sé. No puedes resistirte a mis encantos, súper chica.

—¿Eso crees?

—Estoy seguro.

—Entonces no podré resistirme a que me prepares la cena.

—Lo merezco, ¿qué se te apetece?

—Sorpréndeme.

Jake fue hacia la cocina e intentó preparar algo decente, mientras Sherry preparaba una sorpresa para la cena. Hacía un par de días que se había comprado un conjunto de lencería precioso; sabía que volvería loco a Jake.

Corrió hacia el baño a cambiarse, pues conociendo a su pareja, sabía que no tardaría demasiado en preparar unos sándwiches. El color azul rey favorecía enormemente el sensual cuerpo de Sherry, cuya piel era blanca y suave como la porcelana. Puso un poco de perfume en su cuello y esperó a que el señor Muller llegara a la habitación.

—La cena está lista. —anunció Jake. —¿Estás bien?

—Sí, estoy en el baño. Salgo en un momento.

Sherry tiró de la cadena del retrete para despistar y se lavó las manos, mientras Jake aguardaba sentado en la cama. La rubia abrió la puerta y se mostró provocativa ante Jake, quien se quedó completamente anonadado ante su belleza.

—Wow... Creí que sería yo quien prepararía la cena.

—Bueno, pensé que tal vez tendrías ganas de un postre.

—Piensas en todo. —añadió con una mirada lasciva.

Los ojos del pelirrojo se quedaron clavados en el cuerpo de Sherry. El encaje la hacía ver tan apetitosa que no evitó dejar escapar un suspiro. La rubia se acercó despacio a su novio mientras él se quedaba inmóvil, embelesado con la escena. Ella tomó su rostro con las manos y lo besó con mucha pasión, colocó sus brazos alrededor de su pequeña cintura y sólo se dejó llevar por la emoción del momento.

Sherry siempre se preguntó cómo era posible que después de tanto sufrimiento, pudiera haber tanta ternura en el pelirrojo. El hijo de Albert Wesker había sufrido demasiado tras la muerte de su madre, estaba solo en el mundo y las cosas no habían resultado muy bien, pues con el paso del tiempo, las cosas se fueron complicando hasta que Jake terminó convirtiéndose en un mercenario experimentado y, después, en un agente de renombre. Muller había hecho y visto cosas horribles que lamentaba actualmente. Cada noche abrazaba a Sherry con mucha ternura y había una pizca de miedo en él, parecía aterrado. Pasaron la noche amándose inmensamente, hasta que quedaron agotados.

—Entonces... ¿de Sr. y Sra. Smith? —se cuestionó Jake.

—¡Por supuesto! ¿No me habías dicho que te gustaba?

—Sí, pero las chicas cambian de opinión todo el tiempo, así que no estaba del todo seguro.

—Oye, eso no es cierto. —aclaró con una risita. —Aunque, también necesitamos comprar los regalos para Chris.

—Cómo olvidarme del cumpleaños del grandullón. Será un día bastante ocupado.

—Me gusta ir de compras. —comentó sonriente.

—Que suerte la tuya, cariño. —añadió con una chispa de ironía.

A la mañana siguiente, la pareja se había levantado temprano para recoger los disfraces e ir al centro comercial.

Jake no era un fanático de salir de compras, pero las celebraciones parecían realmente importantes para Sherry y su familia. El centro comercial estaba repleto de gente y todo tenía un precio bastante alto, pero Sherry no escatimó y compró el mejor regalo, incluso eligió el de Jake. Más tarde, se fueron a trabajar a la B.S.A.A. y el día terminó.

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El gran día había llegado. Claire se había tomado su tiempo para su arreglo personal. Eran las dos cuando salió del baño usando el hermoso vestido rosa que había comprado con Leon. En la cintura lucía una cinta del mismo tono que estrechaba aún más su talle. El escote era generoso, pero se disimulaba gracias al diseño del vestido. El cabello lo dejó suelto, pero en las puntas formó unos bucles dándole un aspecto bastante dulce. Unas sandalias rosas de tacón medianamente alto le añadieron 8 centímetros de altura.

Se sentía nerviosa. Saber que los padres de Leon eran personas adineradas y que además no se llevaban bien con su hijo, no le daba muy buenas expectativas sobre lo que ocurriría aquella tarde. La menor de los Redfield jamás había sido alguien con altos recursos económicos, pues era bien sabido que desde muy jóvenes, los "hermanos maravilla" tuvieron que aprender a salir adelante sin todos esos recursos monetarios. Fue duro para ambos, en especial para Chris, quien se encargó de que su hermana tuviera un futuro brillante. Ella quería lucir perfecta aquella tarde, y con mucho esmero sabía que lo había conseguido.

Mientras daba unos últimos retoques a su maquillaje, que lucía impecable, aguardó a que Leon la recogiera de casa. Inevitablemente pensó en su prometido, en qué pensaría él de todo esto. Pero Jordan no estaba aquí, ella ya se había comprometido a ayudar a Leon y a pasar un buen rato. Era su amiga, y de todas formas, ya no podía echarse atrás.

Comenzaba a impacientarse, hacía diez minutos que había llamado a Leon y seguía sin dar señales de vida. Fue hasta la cocina y se sirvió un vaso con agua, tenía la boca muy seca, necesitaba beber algo antes de morir deshidratada. El timbre de su departamento comenzó a sonar vehemente. Se dirigió de inmediato a la puerta y la abrió expectante.

—Hola, preciosa. —el rubio la saludó de inmediato.

—Leon... qué guapo estás. —lo elogió a modo de saludo, impresionada con su aspecto. —Por favor, pasa. —Claire se hizo a un lado y permitió el paso al seductor agente.

Leon quedó más que encantado con la imagen de Claire. Nunca la había visto tan adorable y sexy a la vez, ella parecía una auténtica diosa. Incluso se arrepintió de tener que salir del apartamento, pues en definitiva, quería pasar mucho tiempo a solas con esa deslumbrante pelirroja.

—Vaya... tú no te quedas atrás. Eres hermosa, pero con ese vestido... me quedo sin palabras.

La situación de Claire no era muy diferente. Leon se veía sumamente atractivo con ese elegante traje de color azul marino. Su camisa era blanca y de hecho, observó que traía la chaqueta en sus manos, pues el calor ese día era notable, lo cual ella aplaudía, pues esa camisa de seda se ceñía a cada músculo de sus hombros, brazos y pecho. Lo mismo sucedía con el pantalón azul, que calaba con una gracia hipnotizadora sus fuertes piernas, ajustándose particularmente a su trabajado trasero. Pudo oler su loción, y ese rico aroma de él sencillamente la embriagó. Aunque estuviera mal pensarlo, Leon se veía demasiado apetecible.

«Que esté prometida no significa que esté ciega».

—Oh, gracias. —respondió ella esbozando una coqueta sonrisa.

A Leon le resultó difícil la situación de cruzar la puerta y no lanzarse sobre ella para comérsela a besos. El rubio no podía negar que la deseaba, pero él era bastante bueno manteniendo sus ambiciones controladas por temor a arruinar todos sus avances. El agente optó por sonreírle de vuelta, ocultando todo lo que Redfield había causado en él.

—¿Vamos? —propuso amablemente. —Se nos hace tarde.

Ella asintió dulcemente. Tomó sus cosas y Leon las llaves de su auto para partir a la boda número cinco de Michael.

Dejaron el apartamento en medio de miradas apreciativas de desconocidos camino al vehículo del rubio, allí se acomodaron y sin esperar más, partieron hacia su destino.

...

Philadelphia, 17:00 p.m.

El hermoso Bugatti Divo de Leon llamó la atención de los invitados cuando le vieron llegar. Leon estaba impregnado con la belleza de la pelirroja en ese vestido, mientras que Claire lo estaba con la casa de los Kennedy. Jamás había visitado un lugar como ese, y pese a tratar con gente adinerada de vez en cuando, no había visto nada igual. El valet parking se aproximó a la puerta del piloto del auto del agente, quien apagó el motor del vehículo y salió de él para abrirle la puerta a la elegante mujer que le acompañaba. Posteriormente le entregó las llaves y, tomando de la cintura a Claire, avanzaron hasta el gran y elegante jardín.

Leon pudo observar rostros familiares y otros no tanto. Nunca había llevado una buena relación con su familia, así que esperó a un mesero para que los llevara a la mesa asignada. Al ir avanzando, todos los invitados miraban con sorpresa y desconcierto a la pareja, específicamente a Claire. Nadie podía negar que luciera como una diosa con ese vestido y que su belleza fuera indiscutible. La pareja tomó asiento en las sillas correspondientes sin saludar a nadie. Claire le sonreía nerviosa y Leon, metiéndose en el papel de novios, le besaba la mano para tranquilizarla algo. Luego de unos minutos, el mayordomo jefe de la casa reconoció al agente y con educación, se acercó a saludarlo.

—Joven Leon, qué gusto verlo por aquí. Hacía mucho tiempo que no venía a visitarnos.

—Lo siento, Andrew. He estado algo ocupado.

—Ya veo. —respondió Andrew, refiriéndose a Claire.

—No los he presentado, qué descortesía. Andrew, te presento a la señorita Claire Redfield, mi novia.

—Un placer, señorita Redfield. —dijo Andrew, haciendo una leve reverencia. —A propósito, señor. Su madre me ha estado preguntando por usted desde hace un par de minutos, si desea ir a verla, está con su padre en el estudio.

—Claro. Iremos más tarde.

—Como guste, joven Leon. Con permiso.

—Es propio.

—Leon, ¿por qué no vas ahora a saludar a tus padres?—preguntó Claire, en voz baja.

—No me apetece discutir tan temprano.

—Pero, cielo mío, te han estado esperando. Eso es de mala educación, Kennedy. Además, cuando decidiste venir, me obligaste a que te obligara a ser amable con ellos.

Leon rió antes las ocurrencias de Claire. Aquello era bien cierto, pero que Redfield lo llamara así, sin duda, ayudó.

—Tienes razón, ¿me acompañas?

—Seguro.

Ambos caminaron hacia la mansión, donde Leon le abrió la puerta principal a la pelirroja para ir al estudio, como un caballero. Claire se quedó maravillada con el buen gusto de la casa, era espaciosa y elegante. El recibidor era enorme y las escaleras en forma de caracol eran preciosas. Leon tomó de la mano a Claire y la condujo hasta el estudio, donde Bernard y Grace Kennedy conversaban. El agente golpeó la puerta y Bernard le indicó que podía pasar.

—Papá, mamá. Con permiso. —anunció Leon, a la vez que entraba al lugar con Claire de la mano.

—Adelante, hijo.

—Andrew me dijo que mamá me estaba buscando.

—Sí, así es. Queríamos que te sentaras con nosotros, es decir, en la misma mesa. —respondió Grace alegremente.

—Bien, supongo que lo haremos así entonces. Quiero presentaros a la señorita Claire Redfield. Es mi novia.

Los padres de Leon se miraron extrañados al oír de la boca de su hijo la palabra "novia", hasta la supuesta pareja no lograba acostumbrarse a tener que llamarse por apodos cariñosos ni actuar como tal, aunque Leon estuviera más que encantado. Se levantaron del sofá y se dirigieron hacia la pelirroja para saludarla. Bernard no pudo evitar decir uno de sus estúpidos comentarios, mientras Grace analizaba con detenimiento a la chica para verificar que fuese real.

—Vaya, hijo... Qué chica tan guapa has traído a casa. —le comentaba asombrado. —A decir verdad, nos alegra la noticia de que tengas novia. Tu madre y yo pensamos que tal vez no te gustaban las chicas y que por eso actuabas tan raro de pequeño. Pero ya veo que has heredado los gustos de tu viejo padre. —bromeó él, tocándole el hombro.

—Es muy guapa, hijo. Es un placer conocerte. Soy Grace, la madre de Leon.

—Es un placer conocerlos. —saludó Claire sonriendo.

—Tu hermano estará encantado con la noticia, ¿has traído regalo? —preguntó Bernard bebiendo de su copa.

—¿Para qué? Si el creído lo tiene todo, no creo que se dé cuenta de que no he traído un presente a la boda. Ahora, si nos disculpan, iremos a nuestra mesa. —respondió Leon.

—Los acompañamos, la ceremonia no tardará en comenzar. —les comunicó Grace.

Salieron del estudio y caminaron hasta el bonito jardín, buscando la mesa que se les había asignado. Claire tomó el brazo izquierdo de Leon y él, caminaba orgulloso. Los padres de Leon y la pareja se sentaron a presenciar otra de las muchas bodas que el hermano mayor de Leon tendría.

Michael ya era un tipo algo mayor, rondaba por los 45 y su cabello era de un color rubio dorado con unas cuantas canas resaltando, era alto, pero no como el agente, tenía los ojos azules y un poco más grandes que los del menor de los Kennedy, rostro oval y un poco de barba. Llevaba puesto un traje negro bastante elegante que le hacía ver más joven. Su futura esposa era una chiquilla, apenas 20 o quizá 22, morena y de cabello negro intenso, ojos grandes y labios gruesos. Estaba muy guapa con el vestido que llevaba puesto, que por cierto, se veía carísimo. La familia de la novia no parecía estar muy cómoda entre tanta gente de alta sociedad, esos ricos tan estirados que simplemente hablaban de política y del crecimiento de su capital.

Varios familiares del agente se acercaron a saludar a los señores Kennedy, mientras Claire se limitaba a sonreír amablemente. Pronto, una prima menor de Leon se acercó a la mesa con una linda bebé en brazos. Ella era la única de toda la familia que se comportaba cómo si no fuera de la clase alta, era sencilla y una mujer con un carisma notorio.

—¡Leon! ¡Me alegra mucho verte! Hace mucho tiempo que no venías por aquí. —exclamó la mujer, abrazando a Leon con el brazo derecho.

—Rose, qué bien que hayas venido. —Leon se levantó de su asiento y la estrechó alegremente entre sus brazos.

—Te has ausentado mucho tiempo, pero es genial que hayas decidido venir a acompañar a tu hermano a su boda.

—He sido influenciado. —señaló a la pelirroja. —No todo el crédito es mío. Mira, te presento a mi novia, la señorita Claire Redfield. Cariño, ella es Rose Kennedy, mi prima.

—Es un placer conocerte. —dijo Claire, sonriendo y extendiendo la mano amablemente. Rose tomó a la pelirroja y le dio un estrujón muy fuerte, tratando de no aplastar a su bebé. Claire miró a la pequeña criatura y se enterneció. Era pequeña, pero fuerte y bastante sana. Sus mejillas regordetas eran adorables y sus ojos eran grandes y azules, como los de su madre. —Tu hija es preciosa.

—Vaya, muchas gracias. Dime, ¿quieres cargarla?

—¿De verdad puedo?

—¡Por supuesto! —Rose colocó a la bebé en los brazos de Claire, quien con cuidado la acunó y miró una vez más su rostro, totalmente enternecida.

Leon no pudo evitar mirar aquella escena conmovido. Vio a la persona que amaba con un bebé en brazos y se imaginó que, tal vez, fuera suyo, que Jordan no existiera y que por fin tenía una vida tranquila como tanto había querido; que aquella sería su familia y Claire su preciosa mujer. Sonrió ante la posibilidad, pero aquello era algo prácticamente imposible. Él sabía que Claire estaba prometida, pero la vida era corta, ellos estaban envejeciendo y las posibilidades de formar una familia se agotaban. Ya estaba enamorado de la menor de los Redfield, una mujer como ninguna. Sabía que no podría encontrar a nadie mejor que ella, nadie que se preocupara tanto por él, que fuera tan hermosa, tan noble, tan benévola y tierna. Ella era perfecta. Y aunque le aterraba la idea de enfrentar a Chris y Jordan, haría lo que fuera por intentar ser el gran verdadero amor de Claire y, también, el último.

—Veo que sabes tratar con los niños, ¿ya tienen uno? —les preguntó Rose, al ver a Claire. La pelirroja se ruborizó levemente y buscó casi en apuros la mirada del agente.

—No, no. Es un don natural de Claire, a ella le fascinan los niños y es buena con ellos. —respondió rápidamente Leon, al mismo tiempo que se emocionaba ante la insinuación.

—Ya veo. Es una lástima. Se verían perfectos con un bebé. Ya estás bastante grandecito, Leon. Quizá muy pronto los soldaditos ya no te funcionen. Deberías considerarlo.

—Muy graciosa, sí. —dijo ligeramente ofendido, mientras que las chicas hacían el esfuerzo de no reírse. —Aunque, ¿no era que antes de los niños viene el matrimonio?

—Bah. —negó Rose con un ademán gracioso. —Muchas veces los hijos llegan antes del matrimonio y no por eso son menos amados. En ciertos casos, las parejas se sienten sofocadas al sentir que el vínculo matrimonial los une y es cuando se separan, por eso creo que es mejor omitir el matrimonio y aventurarse a la vida, que por cierto es muy corta. Tengo que irme, chicos. Mi marido me está buscando.

—Ha sido un placer conoceros a las dos, sobre todo a esta monada. Gracias por dejarme cargarla. —dijo Claire sonriendo, devolviendo la bebé a los brazos de su madre.

—Cuando quieras. Si quieres puedes ir a visitarnos a casa algún día, Leon sabe dónde. Cuídense mucho, tortolitos.

—Cuídate, Rose. —se despidió amablemente el rubio.

Leon y Claire volvieron a sentarse para aguardar por la comida que servirían. La pelirroja siempre había querido ser madre, pero aun así, aún no estaba convencida de querer formar una familia con Jordan tan deprisa, no se sentía preparada y, siendo honestos, no era el mejor momento. Llevaban dos años juntos y estaba de por medio Leon, que le dificultaba todo cada vez que aparecía y Chris Redfield, el hermano mayor más celoso del planeta. El capitán haría todo cuanto pudiera para que esa boda se celebrara cuanto antes, Jordan le parecía muy bien tipo y no permitiría que nadie le hiciera daño a su hermanita. ¿Qué pasaría si su hermano supiera que había acompañado a Leon como novia formal? ¿Y Jordan? Sin duda, ambos aniquilarían al agente, pero mientras el secreto, solo conocido por las chicas, no saliese a la luz, no había nada que temer.

Por otro lado, Leon se había quedado con aquél cuadro de la activista de TerraSave cargando a un bebé. Rose le había dado, sin querer, otro empujón para que se animara a seguir luchando por la chica. La idea de que ella pudiera formar una familia con Jordan y no con él, le aterraba profundamente. Él quería hacer las cosas lo mejor posible, pero tenía que conseguir enamorar por completo a la pelirroja en tiempo récord y que Chris Redfield no muriera colérico en el proceso. Pasarían su cumpleaños en casa de los hermanos y probablemente ahí tendría otra oportunidad.

La fiesta estaba bastante aburrida, la comida no saciaba el apetito de nadie aunque todos se esforzaban por decir que no a la segunda ronda por fingir clase. El baile fue escaso, la gente ni siquiera intentaba levantarse del asiento, solamente los más jóvenes eran quienes se animaban a bailar en la pista acompañando a los solitarios novios. Leon y Claire bailaron un par de piezas, mirándose con mucha ternura. Leon no dejaba de alagar la belleza de la pelirroja y su admirable personalidad.

Michael ya había notado la presencia de su estúpido hermano en la mesa de sus padres, así que caminó hacia Leon con la intención de humillarlo un poco.

—¿Acaso mis ojos están viendo bien? Leon Scott Kennedy en persona. Vaya, hermanito. Creí que no volvería a verte desde de lo que ocurrió la última vez. —comentó Michael, estrechando la mano del agente.

—Lo mismo pensé yo. —respondió Leon sin ganas.

—Pero qué tenemos aquí, por primera vez has traído a alguien. Querido hermano, siempre he pensado que eras marica. Admítelo, en verdad lo pareces con ese peinado.

—Y tú pareces un anciano al lado de tu mujer.

—Los años no pasan en vano, Leon.

—Parece ser que en ti sí. Luces como el mismo capullo de siempre.

—Y tú como el mismo asesino de siempre.

—Ya te he dicho que yo no he asesinado a nadie.

—¿Ah, no? ¿Qué me dices del presidente? ¿Acaso no fuiste tú quien le disparó?

—Eso es algo que a ti no te incumbe. Además, el problema fue mío no tuyo. No tienes ni puñetera idea de nada.

—¡Leon! ¡Michael! —exclamó Grace. —Dejen de pelear, por favor. Es un día especial y no quiero más escándalos.

—Mamá, con todo respeto, este zángano al que tienes por hijo, solo ha venido a importurnar. Y como, efectivamente, es una ocasión especial para los Kennedy, yo me retiro.

—Eso. Huye como la última vez que te partí la cara.

—Deja de provocarme o te dejaré tirado peor que la última vez que vine aquí. —masculló Leon, levantándose de su asiento, preparado para pelear al mejor estilo Kennedy.

—Leon, cielo, ya es suficiente... —intervino esta vez Claire.

—Oh, tiene que intervenir tu noviecita por ti. Si eres lo suficientemente macho para matar al presidente y ensuciar el buen apellido de tu familia, tendrás que demostrar que no eres un cobarde.

—Con mucho gusto.

Leon soltó el primer puñetazo en la cara de Michael, quien intentó, torpemente, devolvérselo al agente. Era obvio que el rubio no iba a dejar que su hermano mayor le tocara un pelo y esquivó perfectamente cada intento de golpe, devolviéndoselo con más fuerza. Claire se puso en medio para separarlos, pero antes de que pudiera prevenirlo, Michael golpeó con fuerza el estómago de la activista de TerraSave y retrocedió unos pasos, quedándose sin aire. Leon reaccionó de inmediato y la ayudó a sostenerse en pie.

—¡Mira lo que has hecho, imbécil!— exclamó furioso Leon.

—¿Yo? ¡Claramente fuiste tú, maldito bastardo!

—¡Ya! ¡Cálmense los dos! —gritó Grace desde la mesa. —Es el colmo que ustedes dos siempre se estén peleando por tonterías. Miren lo que han hecho. —señaló preocupada a Claire.

—Lo siento, mamá. —se disculpó falsamente Michael.

—Leon, lleva a Claire adentro. Hay que revisarla.

Leon no dudó en tomar en brazos a Claire, quien intentaba recuperar el aire. Entraron a la mansión y subieron a la antigua habitación del agente para recostarla en su cama.

—Claire, ¿estás bien?

—Sí... — respondió la chica. —No ha sido nada, tranquilo.

—Te ha golpeado en el estómago. Mi madre llamará al médico para que verifique que todo está en orden.

—No hace falta. Estoy bien. Solo necesito recuperar el aliento.

—¿Está bien? —interrumpió Grace, entrando en la sala.

—Sí, mamá. Esperaré a que se componga para irnos.

—Deberíais quedaros, hijo. La fiesta apenas empieza.

—No. No quiero provocar más a Michael. Fue un error venir aquí.

—Leon, no hace falta ser tan fatalista. Quedémonos un rato más. Tu madre quiere que te quedes. —le insistió Claire.

—Sí, Leon. Claire puede bajar cuando se sienta mejor. Además, tu hermano saldrá de casa en un rato, se irá a su luna de miel.

—No es necesario. Nos iremos en cuanto Claire se sienta mejor.

—Como quieras. Os esperaré abajo.

Grace salió de la habitación, derrotada. Claire miró a Leon, reprochándole que hubiera sido tan grosero con su madre. El agente se sentó junto a la pelirroja y acarició su mano.

—¿Te sientes mejor?

—Sí. Solamente necesitaba recuperarme un poco. Hace falta más que un puñetazo para tumbar a un Redfield.

Leon bajó sus ojos azules, sabía que la pelirroja tenía razón, pero le estaba costando mucho trabajo contenerse. A pesar de la ira contenida, observó con detención a la pelirroja y ella parecía estar bien. Eso lo tranquilizó un poco, pero de ninguna forma dejaría pasar lo sucedido. La abrazó con fuerza contra su cuerpo mientras analizaba sus opciones. ¿Cómo se había atrevido ese bastardo a tocarla?

El silencio los invadió por unos segundos. Claire cerró sus ojos llenándose del aroma de él; envuelta en ese calor no le interesaba lo que pudiera suceder en el mundo. Aún así, intentó decirle algo congruente a Leon para convencerlo.

—Quedémonos un rato.

—Claire, tú has visto lo que ha provocado el imbécil de Michael. Si me quedo aquí lo acabaré matando.

—No lo hagas por tu hermano. Hazlo por tu madre.

—No le importará mucho si nos vamos.

—Escucha, Leon... Sé que te ha hecho mucho daño, pero no deja de ser tu madre. Parece que se arrepiente.

—Ya se le pasará.

—Cariño... —tomó su mano, utilizando las palabras mágicas para desarmar a Leon. —Hazlo por mí, ¿vale?

—Claire, ya basta. No me lo digas así. Sabes que no me puedo negar.

—Venga...

—Ah... —suspiró Leon. —Está bien.

—Siempre pierdes. —dijo con una sonrisa autosuficiente.

Cómo no hacerlo... —pensó Leon.

Más tarde, Leon y Claire bajaron al recibidor para encontrarse con Grace, quien lucía triste y un poco pálida.

—Mamá, nos quedaremos un rato más.

—¿De verdad?

—Sí, Claire se estaba divirtiendo mucho.

—¡Excelente! Vayamos a la mesa. Michael bailará pronto el vals con su esposa.

Caminaron hasta el jardín y tomaron asiento frente a la mesa. El postre ya estaba aguardando por los invitados y todos lo devoraron de inmediato, pero a pesar del golpe en el estómago, Claire no se sentía muy satisfecha. ¿Por qué la gente rica comía tan poco? Ella moría de hambre y a pesar de la música, Leon escuchó su vientre hambriento.

—¿Pelirroja, te sientes bien?

—Aún tengo hambre y me da vergüenza pedir algo más.

—Eso no es problema. —le susurró el rubio.

—¿A dónde vamos?

—Confía en mí. —dijo Leon al levantarse y tenderle la mano a Claire. —Mamá, ¿nos disculpas? Iremos adentro.

—¿Está todo bien?

—Sí. Claire quiere ir al tocador.

—Por supuesto que sí. Adelante, querida.

—Gracias, señora. Con permiso.

Leon y Claire corrieron a la mansión y el rubio llevó a la activista a la cocina, donde la ausencia de personas les permitió tomar del refrigerador un poco de la comida que los empleados dejaban preparada para los señores de la casa en caso de que se les ofreciera. Calentaron la comida en el horno de microondas. Leon sacó dos tenedores de uno de los cajones y se dispusieron a devorar los tallarines. Ambos reían por la travesura y satisfacían su voraz apetito.

—La bebé de Rose es una preciosura. No puedo dejar de pensar en su carita angelical. —comentó Claire riendo.

—El efecto Kennedy, supongo. —bromeó Leon.

—Será eso. —agregó ella, mientras sus labios se torcían para disimular una sonrisa.

—Oye... ¿Crees que Rose tenga razón?

—¿Sobre qué?

—Sobre eso de formar una familia sin tener que casarse.

—Bueno... a mí no me molestaría tener hijos antes del matrimonio, pero en mi caso eso ya es algo poco factible.

—Creo que a mí tampoco. Aunque, a decir verdad, tendría que encontrar una candidata para ser la madre primero.

—Yo podría ayudarte con eso. ¿Dime, cómo es tu tipo?

—Hmm... —contestó dudoso, acariciándose la barbilla y fingiendo pensar. —Pelirroja, ojos azules, sonrisa dulce...

—¡Oye! —replicó dándole un golpe en el brazo, fingiendo estar ofendida. Sin embargo, el agente notó cómo ella inevitablemente mordía su labio inferior con tal de no reírse.

—Discúlpame, no he podido evitarlo. —el rubio trató de fingir algo de culpa, pero era obvio que aquello le divertía.

Claire no era tonta, sabía lo que Leon estaba tratando de hacer, pero... ¿qué podía hacer ella? Mentiría si dijera que no le gustaba la clase de juegos que se traía con el agente. Le gustaba sentirse idolatrada por un hombre como él. Le encantaba gustarle, pero a ella solo le gustaba Jordan, o al menos así era antes... al menos eso quería creer ahora.

—Lo dejaré pasar por alto esta vez, Kennedy.

—Me parece bien. —añadió él y sonrió bastante satisfecho con su atrevimiento. Ella no parecía para nada incómoda, y mientras él no propasara la línea, estaba bien. 

Lo cierto es que ya no parecía haber rastro de aquella Claire que se sentía nerviosa con sus acercamientos, pero sí de ese Leon que se esforzaba por conquistarla sutilmente, quererla de verdad, costara lo que costara, como le prometió a Helena. Al menos si fracasaba en el intento de enamorarla, no sería por no haberlo intentado.

—¿Leon?—lo llamó la activista.

—¿Sí?

—¿Qué crees que estaríamos haciendo ahora si Umbrella no hubiera existido?

—Nunca lo había pensado... Probablemente estaría llegando a casa después de haber arrestado a varios delincuentes y mi esposa me preguntaría por qué diablos llegué tan tarde, que mañana tenía junta de padres y el pequeño quería que fuera yo en lugar de su madre, que se acabó el dinero para la comida de la semana y que necesita que le deje 100 dólares más, que el baño estaba atorado y que había una gotera en el techo. —dijo Leon, riendo ante el pensamiento. —¿Y tú?

—Estaría acostada en mi cama, muy cansada de haber atendido a Robert, Desmond y a la pequeña Emily. Charlaría, de la mano, con mi marido sobre la reunión del fin de semana en casa de Chris, su esposa e hijos. Nos abrazaríamos y tal vez, si nos queda un poco de energía, haríamos el amor un par de veces antes de ir a dormir. Quizá en medio de la noche, la pequeña Emily correría hasta mi cama porque tuvo pesadillas y cree que hay un monstruo en el armario; dormiría en medio de mi esposo y de mí, y más tarde, Robert y Desmond se nos unirían.

—Wow... —dijo Leon, sorprendido. —Sí que lo has pensado mucho.

—Más de lo que imaginas. No me malinterpretes, agradezco mucho esta vida, a Jordan, pero a veces quisiera que fuese otra. Una donde todos tengamos una vida tranquila y plenamente feliz, sin miedos ni pesadillas.

—Creo que para mí, está bien. Agradezco que todo esto sucediera. Sé que este era mi destino y gracias a eso aparecieron grandiosas pesonas, como Sherry y tú. —dijo Leon. Claire sonrió, lo miró y tocó el hombro del agente.

—Eres un hombre maravilloso, Leon. Te aprecio mucho, ¿sabes?

El agente sintió que el corazón le estallaba de felicidad en ese momento y acercándose a ella dijo:

—Yo a ti también, Claire. —le respondió el rubio, de forma sincera. —Y déjame decirte que hoy estás arrebatadora.

Claire no pudo evitar sonreír, sintiendo cómo sus mejillas se tornaban del color de su cabello. Era increíble cómo ese hombre podía hacerla sonrojar con un simple comentario.

—Anda... vamos, galán. Tu madre debe estar buscándonos.

La pareja salió a la fiesta, que en realidad parecía un funeral. Nadie bailaba por gusto, aunque la gente se esforzaba por entretenerse. Bernard estaba con unos viejos amigos bebiendo Brandy hablando sobre negocios y política. Michael y su nueva esposa estaban celebrando con la familia de la novia. Grace intentaba hacer que la gente se levantara a bailar, pero no lo conseguía. Los invitados despidieron a los novios cuando se fueron al aeropuerto para su luna de miel, probablemente en Europa. Claire miraba a su suegra falsa en apuros y entonces se le ocurrió una idea brillante. Sabía que Leon era un buen bailarín, así que no pensó dos veces y corrió hacia donde estaba el DJ y pidió música del buen Elvis Presley. El rock de los años 50 comenzó a sonar por todos los rincones del jardín y con una sonrisa radiante hizo que Leon se levantara a bailar con ella al ritmo de Jailhouse Rock.

Ella actuaba tan natural cómo podía y se dejaba llevar por la música, mientras que el agente bailaba felizmente con la pelirroja, embelesado con aquellos movimientos. Algunos de los invitados habían recordado sus años de juventud, en los que Elvis hacía bailar a medio mundo. Una pareja de ancianos acompañó en la pista a Claire y Leon, y poco a poco, otros varios estaban bailando como hacía mucho tiempo, seguramente, no lo habían hecho. Pronto, el ambiente de la fiesta se convirtió en un éxito total con la música que la pelirroja le estaba sugiriendo al DJ. Grace estaba encantada con su nuera y Leon no podía dejar de contemplar la belleza de la mujer. Ahora ya lo sabía con total certeza; estaba enamorando profundamente de ella.

La fiesta se alargó varias horas más. Los invitados habían estado de buenas por un largo rato, incluso, elogiaron a Bernard por la nuera tan guapa que tenía. Él sintió por primera vez orgullo por su hijo menor y Grace se alegraba de que Leon por fin hubiera encontrado a alguien con quien pasar el resto de su vida. Al menos, cuando ella se fuera, sabía que su pequeño hijo ya estaría en buenas manos.

Los pies estaban matando a Claire. Los tacones de aguja habían hecho que las extremidades de la pelirroja se hincharan, así que el rubio supo que ya iba siendo hora de marcharse, pues el viaje era largo. Ambos se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia donde estaban los Kennedy.

—Mamá, papá, ya es tarde. Es hora de que Claire y yo nos marchemos. Gracias por la invitación. —anunció Leon.

—Ha sido un placer conocerte, querida. Espero que me sorprendan pronto con un nieto. —dijo Grace sonriente.

Claire casi se atraganta con su propia saliva al escuchar semejante frase. Era la segunda vez que le hacían la misma insinuación y con todo su ser esperó que no hubiese una tercera. Miró a Leon en busca de ayuda, pero en vista de no obtener nada, improvisó tratando de salir del paso.

—Lo consideraremos, señora. —respondió Claire, con una sonrisa algo nerviosa. Leon solo pudo mirarla, intentando contener una fuerte carcajada ante la vergonzosa situación.

—Dime Grace, cariño. No hay porqué seguir con formalidades.

—Claro, Grace. Volveremos pronto. Hasta luego, señor.

—Espero verte pronto, Claire. Cuídate mucho. —dijo esta vez Bernard.

—Leon, ¿vendréis la próxima semana a desayunar?

—No sé si podremos, mamá. Os avisaré con Andrew.

Claire y Leon subieron al vehículo del agente y partieron de vuelta a casa entre risas por lo recién ocurrido. La pelirroja se quitó las tacones y comenzaron a charlar sobre la fiesta. Él estaba encantado con lo bien que había salido todo, pues después de todo no estuvo tan mal. Ella había hecho un trabajo magnífico, sus padres terminaron amándola, ¿y quién en su sano juicio no la haría? Era encantadora y hermosa. Cada vez que Claire sonreía, Leon no podía evitar hacerlo también, le hacía feliz ver feliz a la pequeña Redfield. Ella era la única capaz de transmitirle toda la felicidad y paz que no había tenido durante largos años...

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¡Holaa! He vuelto ;) ¿Cómo están?

Lamento muchísimo la demora, estuve enferma durante tres semanas y se me ha complicado mucho escribir e intentar hacer un capítulo para recompensarlos por la espera. Espero que les guste mucho. Nunca se olviden de que siempre los tengo en cuenta y aunque tarde, no me olvido de actualizar. <3

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