Capítulo 21: Rusia.

Como todos los días, Chris llegó temprano a su trabajo. Organizó un par de cosas antes de partir a Rusia de misión con Claire. Se sentía nervioso, un poco más de lo usual. Necesitaba recibir consuelo y el consejo de alguien que entendiera perfectamente lo que él decía, o que al menos pudiera escucharlo. Pensó en su hermana. Sabía que no siempre estaban de acuerdo, pues la mayoría de las veces peleaban por tener la razón, pero amaba a su pequeña más que a nadie, y ella era la única que jamás lo dejaría solo.

══════ ⋆★⋆ ══════

Sede de la B.S.A.A, 9:35 a.m.

El grupo se encontraba en la sala de reuniones, esperando a Claire, que todavía no se había presentado por allí.

—Lamento el retraso, me encuentro un poco mareada. —se disculpó la joven, apareciendo por la puerta de la sala.

—Bien, ya que estamos todos reunidos quería deciros que Claire y yo partiremos a las 12 del medio día. Saldremos más temprano para recoger el equipaje e ir al aeropuerto. En principio no vamos a necesitar más refuerzos, pero en el caso de que así fuera... se os avisaría lo antes posible.

Helena miró rápidamente a Claire y le hizo un gesto; era el momento indicado. La joven pelirroja entreabrió sus ojos y cayó directamente contra el suelo, asustando a todos los presentes. Barry, que estaba a su lado, se acercó hacia ella con miedo, tomándola del rostro para hacerla reaccionar.

—¡Claire, reacciona! —exclamó alarmado Barry.

—Muévanse todos, necesita espacio. —ordenó al instante la bioquímica, haciendo que todos se apartasen de ella.

—Por Dios Santo... —susurró algo nerviosa Jill.

—Ey, Claire. —la llamó Rebecca, tomándole el pulso.

—¿Qué podemos hacer? —espetó rápidamente Leon.

—Sujetadle la cabeza. —les sugirió la joven médica, mientras levantaba sus dos piernas hacia arriba.

Kennedy hizo caso omiso e hizo exactamente lo que se le había pedido. Tomó a Claire suavemente, a la vez que Chris, quién se había situado a su lado para ayudarlo.

Luego de unos pocos segundos, la pequeña Redfield pareció abrir los ojos costosamente, tocándose la cabeza.

—Mi... mi cabeza.

—Ven, Claire, te tomaré la tensión. —le explicó Chambers.

Acto seguido, Rebecca tomó la mano de Claire y salieron de la habitación. Una vez llegadas a enfermería, cerraron la puerta tras ellas y festejaron su triunfo animadamente.

—¡Redfield, estuviste increíble!

—¿De verdad? Por un momento casi me río.

—Fue fantástico. —rió Rebecca.

—Espero que esto merezca la pena...

—Seguro que sí.

De pronto, alguien tocó la puerta de la enfermería, y sin esperar demasiado, se presentaron algunos de los agentes.

—Pasad. —les indicó Chambers.

Leon entró a la habitación algo asustado, al igual que Chris y los demás que se amontonaban detrás de la puerta.

—Claire, ¿cómo te sientes? —preguntó Valentine.

—Mal, me siento muy mareada... —tartamudeó Redfield.

—Tienes fiebre. —aclaró Rebecca, tocándole la frente. —No podrás viajar así, pelirroja. No podemos arriesgarnos.

—No, debo ir a la misión...

—Exacto. —acotó Chris, analizando a su hermana.

—¿Estás loco? Su vida está primero. —intervino Leon. —Alguien puede reemplazarla, pero ella debe quedarse aquí.

Claire solo asintió, sonriendo interiormente al ver lo tierno que estaba siendo Leon con ella. Por otra parte, Chris parecía que iba a colapsar por completo, pues tendría que buscar un reemplazo de última hora y odiaba los cambios.

—Está bien, hermanita. Tú descansa, yo veré qué hago...

Chris salió de la sala seguido de Jill, en completo silencio.

—Si que estás mal... —agregó un apenado Leon.

—Lo sé, yo quería ir... pero bueno.

—Tranquila, en lo único que debes pensar ahora es en descansar. —le sonrió el rubio, acariciando su mejilla. —Iré a la oficina a terminar con el papeleo, vendré a verte luego.

—Gracias. —le sonrió ella de vuelta.

Una vez que el rubio desapareció, las cuatro mujeres comenzaron a reír y a chocar sus manos a modo de victoria, sorprendiendo a Billy, Barry y al mismo Piers.

—¡Muy bien hecho! —exclamaron Sherry y Helena.

—¿Qué está pasando? —preguntó muy extrañado Burton.

—Merezco un Óscar, chicos. —comentó felizmente Claire.

—Sigo sin entender qué ocurre. —dijo esta vez Piers.

—A mí no me pasa nada, es más, estoy perfectamente. Solo queríamos que Jill y Chris fuesen juntos a la misión, y por lo que se ve, nuestro plan está saliendo de maravilla.

—Ahora lo entiendo todo... —agregó Billy.

—¿Ayudamos en algo? —preguntó pícaramente Piers.

—No, gracias. Pero no se lo digáis a nadie, ¿vale?

—No diremos nada. —sonrió Barry.

══════ ⋆★⋆ ══════

Mientras, el mayor de los Redfield se encontraba en su despacho junto con Rebecca, que buscaba las palabras adecuadas para proponerle que Jill lo acompañase.

—¿Ahora que haré? El vuelo es dentro de dos horas.

—Todavía te queda algo de tiempo, Chris. —lo animó  Chambers, dándole una suave palmada en la espalda.

—Sí, tienes razón. Sherry podría reemplazar a Claire.

—No, Sherry tiene que estar al mando de una nueva misión que ha salido en Canadá. —mintió rápidamente la chica.

—Maldición... entonces a Helena.

—Mmm no, Helena preparará el pastel de tu cumpleaños.

—¿Ella? —preguntó algo confuso.

—Sí, su madre era repostera y sabe muchos trucos.

—Entonces Helena se queda. —asintió decidido.

—Perfecto, entonces irás con Jill.

—De ninguna manera, ella se quedará aquí.

—Chris, es muy peligroso que vayas solo. Por una vez en tu vida deja de lado tu orgullo. La vida de millones de personas corre peligro. —intentó convencerlo Rebecca.

—Es que... anoche pasó algo entre nosotros.

—¿Qué? ¿Vosotros dos...? —insinuó algo incrédula.

—No, no. Digamos que no estoy de humor para verla, mucho menos para trabajar con ella en una misión.

—Está bien. Escucha, Chris. No tengo ni la más remota idea de que ha pasado entre vosotros dos, pero lo único que sé es que Jill es tu mejor opción ahora mismo y la que mejor conocer a Wesker. Siempre habéis sabido resolver vuestros problemas, te aseguro que esta vez no será diferente. No hay tiempo para vuestras discusiones, tenéis que salir en unas horas y estar centrados en la misión.

—Pero... —intentó hablar el capitán.

—Pero nada. —dispuso seriamente Rebecca. —Ya tendréis tiempo para arreglar las cosas, todo en su momento. Irás con ella y seréis un equipo, pase lo que pase. ¿Entendido?

Chris quiso objetar algo, pero simplemente no pudo. Chambers sonaba demasiado convincente y, siendo sinceros, era incapaz de decirle que no. Aunque le disgustara la idea, debido a los sucesos dados con Jill, supuso que Valentine y él se las apañarían bien juntos.

Jill se volvió histérica, pues cuando recibió la noticia de que reemplazaría a Claire tuvo que aceptar prácticamente a regañadientes. Tuvo que hacer las maletas y partir para el aeropuerto lo más rápido que pudo. A pesar de que no sabía cómo actuaría frente a Chris, entendió que lo mejor sería intentar solucionar las cosas y completar la misión.

══════ ══════

Más tarde, Chris preparó su armamento y equipo en una de las camionetas de la organización que sería llevado por un avión hasta Rusia. Guardó en el bolsillo de la chaqueta, la fotografía del cumpleaños número dos de Claire, en donde sus padres sonreían con una felicidad inmensa y Chris se esforzaba por mantener en brazos a su hermana pequeña.

Eran las 11:50 de la mañana. Frederick y O'Brian se encontraban al pie del avión, esperando a los encargados de la misión para darles instrucciones precisas sobre la tan temida misión. Chris y Jill se encontraron en el camino y llegaron juntos al avión sin dirigirse palabra alguna.

—Chris, Jill, tenemos estos mapas con diferentes lugares marcados en los que se ha detectado actividad inusual durante las últimas 72 horas. Necesitamos total discreción. Nadie debe saber que estáis ahí. Hemos conseguido unos pasaportes e identificaciones falsas. Os hospedaréis en un hotel sencillo de Moscú, como una supuesta pareja que va de vacaciones. —les explicó el director de la B.S.A.A.

—¿Qué están diciendo? Se supone que somos profesionales, no agentes encubiertos. —alegó Valentine.

—Lo sabemos, Jill. Pero no queremos poner en riesgo a la misión ni a vosotros. Demoramos un par de horas en decidir si lo correcto era hacer este tipo de estrategia, pero creo que es la mejor opción para manteneros a salvo.

—Entiendo, director. Seremos muy discretos. Avisaremos de inmediato cuando hayamos llegado. —respondió Chris.

—No dejéis que Wong se salga con la suya. Traedla con vida. Esa mujer puede sernos de mucha utilidad si lo que queremos es acabar con Neo-Umbrella. —dijo Frederick.

—Sin problema. —agregó Jill.

—Mucha suerte, chicos. Cuídense. —se despidió O'Brian, estrechando la mano de Chris y Jill. Frederick tan solo asintió con la cabeza y se retiró segundos después.

La pareja subió al avión y emprendieron, nuevamente silencio, el camino a la tan esperada misión en Rusia.

...

Moscú, 19:00 p.m.

El vuelo fue muy cansado para los miembros de la B.S.A.A, especialmente para Jill Valentine. No podía soportar el silencio e indiferencia de Chris; se sentía pésima por no haberse sincerado con él anoche, mientras que el capitán se sentía despechado por el rechazo de la bella rubia.

Ambos estaban listos para iniciar la misión y Chris indicó hacia dónde debían ir primero. Tomaron su equipo y partieron hacia una estación de trenes, un lugar al que llegaban cargamentos con varias muestras de virus. Para la buena suerte de la pareja, no había demasiados vigilantes. Caminaron hacia la entrada y con sus correspondientes identificaciones, esperaron poder entrar al lugar; sin embargo, un policía los detuvo para verificar las mismas.

—Buenas tardes, ¿se les ha perdido algo? —dijo el policía.

—Hemos venido por un pedido. —respondió Chris.

—Aquí no se hacen pedidos, así que márchense si no quieren que les corte la maldita cabeza.

—Aquí están nuestras identificaciones, y como puede ver, tenemos las autorizaciones necesarias para entrar.

El policía analizó de mala gana las identificaciones que la pareja le mostró. Buscó los nombres en el sistema y gracias al cielo, y a la B.S.A.A, los nombres aparecían ahí, así que con algo de desconfianza y un poco de arrogancia, el policía dejó entrar a los agentes. Al estar dentro de las instalaciones pudieron encontrar información valiosa que sin duda sería crucial para dar con el paradero de Wong y, probablemente, con el plan. Ambos extrajeron muestras de diferentes virus y fotografías para agregar al expediente; sin embargo, no había señales de Ada ni de Wesker. El silencio sepulcral entre ambos era insoportable, pero ninguno sabía qué decir exactamente para romper la tensión.

Después de actuar como verdaderos espías por varias horas, salieron del lugar sin hallar nada sobre el real objetivo. Nadie había visto a Wong, ni siquiera aparecía en las cintas de las cámaras de seguridad. Solamente un hombre, cuya presencia inquietaba al capitán Redfield, aparecía en varias ocasiones. Al cabo de unas horas de investigación entre facturas y documentos clasificados, obtuvieron sus datos. Su nombre era John Kendrick.

Hombre de 32 años, ligado con el bioterrorismo y un constante consumidor de los virus. Acudía cada miércoles al lugar, y al irse, un furgón blindado negro, pasaba a recogerlo. Las placas eran visibles y ahora, Chris y Jill tenían que averiguar qué relación tenía con el plan de Ada.

Ambos regresaron al hotel que habían designado para ambos. Chris se introdujo cómo pudo en su papel de civil, se dirigió a la amplia recepción y pidió la habitación.

—Buenas noches, tengo una reservación a nombre de Tyler Jones.

El recepcionista miró a Chris. Buscó el nombre de Tyler Jones en su base de datos y solo había una coincidencia.

—Perfecto, aquí está. —anunció el encargado.

—Sí, es una habitación para dos personas. —dijo Chris.

—En efecto, señor Jones. Su equipaje llegó hace un par de horas. Aquí tiene las llaves de su habitación. La decoración es cortesía de la casa. La recámara es la número 417, en el cuarto piso. El equipaje ya se encuentra en la habitación.

El recepcionista le dio las llaves a Chris, quién estaba tan desconcertado como Jill en esos instantes. El llavero tenía un corazón de madera con el número de la habitación y un colgante para la puerta con la frase "No molestar".

Chris y Jill caminaron dudosos hasta la habitación. Jill se quedó helada cuando estaban frente a la puerta del lugar, mientras que Chris intentaba introducir la llave al picaporte. Al abrir, la habitación despedía un olor tenue a rosas rojas.
Valentine encendió la luz y se dio cuenta de las cursilerías de las que estaba llena la habitación. Pétalos de rosas en forma de corazón sobre el edredón de la cama, un par de copas de cristal y una botella de champagne en la hielera, velas aromáticas y un sensual sillón sexual junto a un tubo que parecía ofender la vista de la rubia. En la mesita de noche, se encontraba una tarjeta de felicitación a los "recién casados" y una caja roja de chocolates. Chris maldijo para sí mismo a media B.S.A.A. por hacerle semejante bromita. Jill, por su parte, sabía que aquello había sido una jugada por parte de las chicas; las conocía demasiado...

—¡Esto es increíble! ¡Nos la han jugado! —exclamó Chris.

—No sé porqué no me sorprende... —comentó Valentine, negando con la cabeza. —Este es un asunto serio.

—Vamos a calmarnos. Al final, se trata de eso, pasar por una pareja de casados que van de viaje a Moscú. Quédate con la cama, yo dormiré en el sofá, parece cómodo.

—¿Estás seguro? Hay espacio suficiente. —dijo apenada.

—Sí, no quiero incomodarte.

La oportunidad se le había escapado de las manos a Jill, y Chris ni siquiera hacía el intento de corresponderle a la rubia. Él estaba muy despechado y no quería intentarlo de nuevo. Se había cansado del rechazo que Jill. Toda esperanza se había esfumado en el capitán. Chris sacó del armario un par mantas para pasar la noche, se paró frente al cómodo sofá y se quitó el abrigo junto con el pantalón. Jill se quedó anonadada al ver el cuerpo tan fornido del capitán Redfield. Estaba un poco bronceado por el sol y tenía un abdomen de acero. Chris se recostó en el sofá y sacó el teléfono para enviarle un mensaje a su hermana.

"Ya he llegado. Todo ha salido bien, por hoy. Espero que te sientas mejor, cuídate mucho. Te llamo después."

Guardó su teléfono bajo la almohada y le dio la espalda a Jill, quién analizaba las diferentes pruebas que habían encontrado hoy. Intentaba analizarlas y encontrar relación con Ada Wong y el posible avistamiento de Wesker. Jill se puso el pijama y se metió entre las sábanas de la gigantesca cama. Pasó un par de horas de insomnio buscando datos mientras Chris dormía un poco. De pronto, un grito espantoso y desgarrador sacó a la rubia de su concentración. Al observar la habitación, se dio cuenta de que era Chris quien emitía este sonido tan espantoso.

—¡No! ¡Por favor, no! —gritó Chris.

Jill se levantó a socorrer al mayor de los Redfield. Se acercó a él y miró sus ojos cerrados con lágrimas brotando de ellos. Se veía tan indefenso que no pudo evitar sentir compasión y ternura. Intentó despertarlo durante varios minutos, pero fue en vano. Así que en su desesperación, le arrojó agua fría. Chris se despertó de golpe y agitado.

—Chris, ¿estás bien?

—¿Estaba muy mal?

—No podías despertarte. Estabas gritando, me puse muy nerviosa y se me ocurrió lanzarte agua. Discúlpame.

—Descuida, gracias por ayudarme.

Chris se levantó del sofá y se metió en el baño. Miró su rostro en el espejo y lavó su cara varias veces. De nuevo había tenido pesadillas. Ahora Jill sabía de su problema, y él no volvería a dormir durante el resto de la noche.

Jill se encontraba afuera, esperando a que el capitán saliera para asegurarse de que estaba bien. Él estaba sentado sobre la tapa del inodoro conteniendo su desesperación y furia al mismo tiempo. Odiaba que alguien que no fuera Claire, viera lo sensible que podía llegar a ser. Se odiaba a sí mismo por la muerte de cada uno de sus compañeros. Quería morirse, él pensaba que no merecía estar vivo a costa de todo su equipo. Terminó de desahogarse para finalmente lavarse el rostro una última vez. Salió del baño y tomó su portátil para trabajar.

—Chris... — interrumpió Jill. —¿Te encuentras bien?

—Sí, seguramente solo fue una pesadilla. Continuaré yo con el trabajo. —respondió Chris, casi sin ganas.

—No, espera.

—¿Sucede algo?

—Chris... estoy muy preocupada por ti. Esto no es normal, ¿has buscado ayuda? —preguntó algo intranquila la rubia.

—No necesito ayuda. Necesito terminar el trabajo.

—¿Vas a seguir evitándome? Estoy cansada de esta mierda. Todo el día en silencio y tu maldita actitud esquiva. Durante todo el día te has dirigido a mí como si solamente fuéramos compañeros de misión. —exclamó Jill, molesta.

—Pues eso es lo que realmente somos, ¿no es cierto? Descansa, yo me encargo del resto. —respondió Chris, con la mirada fría y algo molesto por el reclamo de su compañera. Jill sintió cómo si alguien le hubiera pateado el estómago, pues aquella respuesta hirió sus sentimientos.

—Bien. —bufó la rubia.

Jill sintió por primera vez lo que era el rechazo de la persona que más amaba. Por primera vez presenció lo que probablemente Chris sintió todas esas veces en las que ella lo había evitado de miles de formas diferentes. Lo había perdido. Se tumbó en la cama e intentó dormir, pero no podía. Escuchó por horas el sonido del teclado de Chris y cuántas veces se levantó a por algo de agua a la cocina.

Chris se mantenía al tanto de la situación y encontró que Kendrick tenía relación con los planes de Ada Wong. John era un químico fármaco biólogo famoso en Rusia por los grandes avances que había logrado respecto a la cura contra el cáncer, pero su obsesión le había llevado a la creación ilegal de un virus muy similar al Uroboros, solo que esta nueva versión era más fuerte y no necesariamente destruía la forma humana del huésped, pues a raíz del virus T-Veronica, el huésped podía tener el control del virus por completo. Sin embargo, tenía que ser controlado por sueros, cuya fórmula estaba especificada en otros archivos y parecían ser bastante tóxicas si la información genética del portador no era la adecuada para la fusión indicada.

La producción ilegal de este virus lo llevó a la locura y a ser encarcelado durante diez años. Ahora, su prestigio había decaído notablemente y se dedicaba al bioterrorismo, o al menos fabricando distintos tipos de virus; pero todos con la cura correspondiente. Entonces, lo que probablemente buscaba Wong, era armar otro ataque bioterrorista y Wesker, retomar los planes que no concluyó en África. Al amanecer, él y Jill tendrían que ir a la fábrica abandonada.

Finalmente, Chris fue a la nevera y sacó una cerveza para relajarse e intentar dormir un poco. Salió al balcón a beber su cerveza y a pensar. Sabía que su trabajo le hacía daño, pero también era la única cosa que lo mantenía distraído. No se visualizaba detrás de un escritorio y en una oficina entregando papeleo, ni mucho menos. No tenía pareja y Claire probablemente tuviera razón al decir que necesitaba "sentar cabeza", pero no podía iniciar algo con nadie si a pesar de todo seguía amando tanto a Jill. Terminó su cerveza y volvió a entrar a la habitación. Se recostó en el sofá y cerró los ojos para finalmente dormir, mientras que Jill no dejaba de pensar en lo estúpida que había sido.

══════ ⋆★⋆ ══════

Habían pasado casi veinticuatro horas desde que Chris y Jill habían emprendido su viaje hacia Rusia. Mientras tanto, Claire disfrutaba de su día en compañía de Sherry y Leon. Habían tenido un rato para ir a desayunar juntos a su cafetería favorita y charlar sobre su respectiva mañana.

Los tres tenían demasiado trabajo que llevar a cabo, pero por lo general, intentaban reunirse cuando podían para pasar un buen rato. Leon se sentía realmente bien, pues hacía bastante tiempo en el que que no se divertía de la forma en la que lo estaba haciendo ahora. Solo bastó con que cierta pelirroja hubiese regresado a su vida para alejar todo lo que le había estado atormentado últimamente...

Por otro lado, la actuación de la pelirroja en cuanto a su malestar del día anterior había salido de maravilla, sin embargo, el agente Kennedy ya estaba al tanto de que todo había sido un plan de las chicas. El rubio prometió no decir nada, y de hecho, parecía muy dispuesto a colaborar.

...

Claire y Sherry se encontraban en el lujoso departamento de Leon. El agente las había invitado a ver algunas películas, pero al final terminaron jugando al Mario Kart 64. Leon y Claire estaban jugando sentados en el suelo, pues la competencia ya solo era entre ellos, pero la pelirroja había logrado despojarlo de su tan preciado primer lugar.

—Vaya... lamento decepcionarte, Kennedy, pero esta vez te va a tocar perder. —Claire sonreía triunfantemente, mientras sostenía el mando de la consola con su mano derecha y lo levantaba como si se tratase de un trofeo.

—Has hecho trampa. —miró de soslayo a su contrincante.

—¿Cómo es posible hacer trampa en esto? —la pelirroja lo miró con fingida indignación. —Lo que pasa es que no sabes perder. —en seguida se levantó del suelo y lo miró desde arriba con una sonrisa que iba de oreja a oreja.

—Sí, acéptalo, Leon. Ya no eres tan bueno en esto. —Sherry arrojó una palomita de maíz a su cabeza. La rubia había estado sentada en el sofá observándolos jugar.

—No lo acepto, es más, para reafirmar mi honor, quiero convocar una reunión el próximo día a las siete de la tarde. Con el fin de demostrarles a ustedes, señoritas, que sigo siendo el rey en este juego. —propuso con orgullo.

—¿Y por qué no jugamos ahora mismo? Aún hay tiempo... ¿o es que acaso te da miedo? —habló Claire con burla.

—¿Miedo? Por favor, Redfield. Te puedo machacar con los ojos vendados. —aclaró el rubio, cruzándose de brazos.

Las chicas se dirigieron una mirada cómplice entre ellas, y en seguida volvieron a mirar al presumido agente Kennedy.

—Demuéstralo, papá. Juguemos ahora y tú te vendas los ojos. —intervino Sherry, poniéndose de pie y enfrentándolo.

—No era literal, Sherry. Sólo quiero decir que venceros a vosotras dos es como quitarle el caramelo a un niño.

—Entonces... traigamos al niño y tú le quitas el caramelo. —Claire también se puso de pie y dejó su reto en el aire.

—Claire, sigue siendo una metáfora. No voy a quitarle el dulce a un niño. —Leon movió la cabeza negativamente.

—¿Y por qué no? —preguntó divertida Sherry.

—Porque no. ¿Qué clase de persona creéis que soy?

—Te da miedo, ¿no es así? —la rubia arqueó una ceja.

—Vale, ya estoy harto de esto. Lo haré, jugaré con los ojos vendados y le quitaré el dulce a un niño pequeño, pero sólo si vosotras también lo hacéis. —propuso animadamente.

—¿Y por qué nosotras? Sherry y yo jamás alardeamos tan descaradamente. —Claire rápidamente intentó oponerse ante ello, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

—¿Acaso te da miedo, pelirroja?

Leon le clavó una penetrante mirada. En su rostro pronto se había formado una sonrisa ladina; estaba divirtiéndose demasiado con la situación. Sherry miró a ambos, quienes no se cansaban de lanzarse miradas retadoras, y según su criterio, la mirada de Leon le llevaba ventaja a la de Claire.

—Ya verás lo que es miedo, Kennedy. —la pelirroja arrastró su apellido, y con eso, el reto ya estaba sentenciado.

—Entonces ya sólo falta una apuesta. —Sherry pronto habló, pues la cosa se estaba poniendo realmente buena. Pensó que sólo hacía falta un castigo para el perdedor.

Leon y Claire la miraron y en seguida asintieron con la cabeza, como si hubiese tenido la mejor idea del universo.

—Vale, yo digo que si os gano jugando al Mario Kart con los ojos vendados, y además consigo quitarle el dulce a un niño... me ayudaréis a pintar de nuevo mi departamento.

—Muy bien, Claire. Pero si yo consigo ganaros... —Sherry levantó su dedo índice, apuntando primero a Claire y en seguida a Leon. —Tendréis que tiraros a una piscina, completamente desnudos, y dejaréis que os haga fotos. —la pequeña rubia esbozó una sonrisa realmente diabólica; tanto el rubio como la pelirroja la miraron aterrorizados.

—¿Qué? Esa apuesta es ridícula, Sherry. —mencionó Leon.

—¿Es eso o es que temes que yo gane? —Sherry volvió a enarcar su ceja izquierda. Ese gesto estaba traumatizando a Claire, pues cada vez que la joven Birkin tenía algo malévolo en mente enarcaba esa ceja.

—Bien, de acuerdo. —a Leon no le quedó más remedio que aceptar la propuesta de la joven. —Aquí va mi apuesta. Si las dos señoritas pierden... tendrán que tirarse de un helicóptero en paracaídas. —Claire miró a su amigo inquisitoriamente y Sherry estiró aún más su sonrisa.

—¿Acaso soy la única que hace apuestas normales?—preguntó observando a sus dos acompañantes. No podía creerse la clase de apuestas que estaban proponiendo.

—No te quejes, Claire. Lo siento, pero apuestas son apuestas. —volvió a retarla Leon con una sonrisa picarona.

—Perfecto. Entonces queda claro, le tenemos que quitar el dulce a un niño por la tarde y también jugaremos mañana.

Sherry sacó de su bolso una pequeña agenda. Leon y Claire la vieron apuntar algo en ella; parecía ser que todo lo que se proponía esa jovencita se lo tomaba muy en serio.

—Espera, ¿cómo sabremos si alguno de nosotros logró obtener el dulce? —apuntó de inmediato la pelirroja.

—Nos llamaremos para ser citados, y así ser testigos del suceso. —le aclaró la rubia, encogiéndose de hombros.

La mañana en el departamento de Leon había sido fabulosa. Claire y Sherry ya se estaban despidiendo del rubio, no sin antes dejar bien en claro las reglas del juego y los castigos que deberían cumplir los dos perdedores.

—Muy bien, entonces quedamos que en cuanto alguien esté dispuesto a quitarle el caramelo a un niño pequeño debe llamar a los otros para ser testigos, si no, no cuenta.

Sherry guardó su agenda dentro de su bolso beige. Claire la miraba un poco irritada, ya que era como la vigésima vez que la pequeña rubia les recordaba lo mismo a ambos.

—Sí, Sherry. Nos ha quedado claro. —Leon rodó los ojos divertido, pues sus recordatorios ya estaban cansándolo.

—Exacto, deberíamos irnos ya. Nos vemos mañana, Leon.

—Hasta mañana, chicas. —se despidió el rubio.

Ya que las dos jóvenes se habían despedido, comenzaron a caminar por el largo pasillo hasta llegar al ascensor.

El rubio vio desaparecer a ambas mujeres, y en seguida se adentró en el salón. Una gran sonrisa se formó al recordar la gran mañana que había pasado con ellas dos. Se acercó hasta su sofá y de inmediato se dejó caer cómodamente. Por alguna extraña razón sólo podía recordar las risas y sonrisas que Claire le había dedicado durante toda la tarde; cuando el rostro de ella hacía ese gesto de felicidad, no evitaba pensar que era lo más hermoso que había visto.

¿Pero en qué estaba pensando? El rubio movió su cabeza negativamente, no era posible que ya no pudiese sacar a la pelirroja de su cabeza. Algo cansado, se levantó del sofá y se dirigió a su habitación, pero en su camino se topó con el pañuelo que Claire había llevado consigo. Lo cogió, y en un acto inconsciente, lo llevó hasta su nariz, aspiró su dulce aroma y las imágenes de Redfield volvieron a su cabeza.

—Claire. —susurró su nombre. Sonrió tiernamente y en seguida retomó su camino hacia su habitación. Al llegar, guardó la prenda de la pelirroja en el cajón de su mesita.

══════ ⋆★⋆ ══════

La Redfield menor acaba de llegar a su departamento. Encendió las luces y dejó su bolso sobre la mesa del comedor. Estaba cansada, pero no podía negar que ese día había sido uno de los mejores en mucho tiempo. Ya ni siquiera se acordaba de su bufanda celeste, en su mente ya solo estaba el fabuloso día y lo terrible que habían resultado las apuestas. Esperaba que Sherry no ganara, no quería nadar desnuda y ser fotografiada junto con Leon. Tampoco quería que Leon ganara, su miedo a las alturas no estaba del todo superado. Tenía que hacer todo lo posible por ganar ella y lograr obtener ayuda para pintar su departamento.

══════ ⋆★⋆ ══════

¡Listo! Capítulo 21 terminado. Dentro de poco subiré el siguiente capítulo, muchas gracias por leer. ❤️

Pd: ¿qué creéis que pasará próximamente? 😆

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top