Capítulo 19: Sentimientos encontrados.

Cuando se despertó, por un momento se sintió desorientado. Esa descomunal cama y la enorme habitación en conjunto le daban vueltas. Sin embargo, la memoria regresó a la brevedad cuando su semidesnudo cuerpo empezó a recordarle lo que había sucedido.

Casi había olvidado los malestares que se sentían el día después de haber bebido tanto... Era cierto que se sentía avergonzado por los acontecimientos dados durante la noche anterior, es más, ni siquiera sabía porqué lo había hecho, tan solo que se arrepentía profundamente. Aquello fue un impulso que no pudo controlar, un impulso que lo llevó a hacer aquel acto de estupidez y, de hecho, por un momento llegó a pensar que probablemente habría parecido un despechado, cegado por un ataque de celos.

Por otra parte, había dormido como un tronco durante toda la noche, pero el olor a huevos fritos y a jamón asado, le habían llamado a abrir los ojos. El aroma de la comida era fantástico. No tenía conocimientos de si Jill había pasado la noche allí, pero seguramente ella era la autora de esos olores. El moreno, al instante, recordó el pasional momento ocurrido en la ducha y se lamentó por haberse visto tan patético ante la situación. Segundos más tarde, se sentó en la cama, recargando su espalda contra el cabecero.

Mientras, Jill se hallaba en la gran cocina, esforzándose lo más que podía por preparar un desayuno decente para su resacoso compañero. Preparó huevos fritos, doró jamón en la sartén, y sirvió algo de café con leche. Cortó un poco de fruta fresca que encontró en el frigorífico y, finalmente, un par de tostadas con miel y mantequilla. Chris tenía una cocina muy completa y eso a la rubia le fascinaba.

Tomó una bandeja para colocar el desayuno y llevarlo a la habitación donde dormía Redfield. Caminó hasta dónde se encontraba el capitán y colocó la misma sobre las piernas de Chris, quién quedó bastante asombrado al verla allí. Había conocido algo más de Jill Valentine, ese don hogareño y culinario que jamás le había mostrado anteriormente. Se preguntó, con mucho pesar, cuántos hombres habían conocido ese lado de la bella rubia.

Chris observó detenidamente su desayuno, que lucía tan delicioso como la preciosa chef, quién llevaba únicamente una camisa, probablemente suya, y unos pantalones cortos de pijama, que desde luego, le robaron unos cuántos suspiros. Tomó los cubiertos y comenzó a devorar el manjar que la chica le había cocinado con todo su cariño.

—Oh, Dios mío... —dijo Redfield probando el plato. —Esto es maravilloso. Jill, muchísimas gracias. No tenías porqué hacer nada de esto... ¿Quién te enseñó a cocinar así?

Ella rió, pues era increíble cómo en segundos había liberado toda la incomodidad que sentía, mientras observaba cómo su amigo comía parte del desayuno.

—Mi abuela Mary. Una cocinera fantástica, por cierto. —contestó. —¿Qué tal has dormido? —preguntó mirándole.

Chris alzó su mirada y la miró nerviosamente, colocando la bandeja del desayuno en un lado de la mesilla de noche, dejándole a la rubia algo de espacio junto a su lado.

—Bien, aunque me duele mucho la cabeza...

—Es lo que tiene emborracharse hasta perder el sentido, Christopher Redfield. —dijo ella, sentándose en la cama.

—Sí... —suspiró pesadamente. —Por favor, perdóname, Jill. Lo de anoche no fue correcto, lo sé de sobra, y no tienes idea de lo terriblemente mal que me siento por ello.

—¿Qué recuerdas exactamente?

—Yo... —comenzó diciendo entrecortadamente. —Recuerdo que me trajiste a casa y después... bueno, intenté hacer algo poco amistoso contigo en la ducha.

—Si te preguntas si pasó algo entre nosotros... la respuesta es no. —explicó ella, mientras él parecía sentirse aliviado.

—¿Q-qué pasó anoche? —preguntó extrañado.

—Como ya sabes, después de lo de la ducha, yo... bueno, te frené en el momento y me fui de allí. Más tarde te llevé a tu habitación y como estabas mojado... decidí quitarte la ropa para que pudieras dormir cómodo, pero solo eso.

—Oh... —susurró el moreno, comprendiéndolo todo. —¿Y entonces... tú has dormido aquí, en mi cama?

—Digamos que sí. Iba a marcharme a casa, pero viendo el estado en el que estabas, y tras insistirme en que me quedase, realmente no tuve otra opción... —aclaró ella.

A Redfield se le escapó una sonrisa ladina, mientras intentaba fingir algo de culpa. Estaba muy contento por haber tenido a Jill tan cerca de él, protegiéndolo en un momento de vulnerabilidad. Se avergonzó mucho de su estúpido comportamiento, pero al menos había conseguido pasar la noche con ella.

—Lo siento, de verdad. —volvió a disculparse él. —No quería que te llevases esa impresión de mí, yo no soy así...

—Oye, no te preocupes... Todos nos hemos sobrepasado alguna vez, y no pasa nada. —intentó apoyarle ella, pues se imaginaba lo mal que debía estar sintiéndose el chico.

—Yo no lo creo. Supongo que me embriagué de esa manera por un impulso... —admitió pesadamente.

—¿Un impulso? ¿A qué te refieres?

—Déjalo, no importa. —le dijo Chris, pero ella le obligó a mirarla a los ojos.

—Sí que importa, a mí me importa. —respondió Valentine, rozándole una mano. —¿Que pasa, Chris?

—No lo sé, Jill. Solo estaba...

—Cuéntame, por favor.

—Celoso... Estaba celoso. —dijo finalmente.

Jill se sorprendió. Jamás esperó que Redfield respondiera algo como eso. ¿Estaba celoso? Una sola palabra apareció en su mente: Carlos. Pero, ¿por qué? No tenía nada con el castaño, pero si Chris lo celaba era por algún motivo...

Chris estaba ansioso, pues la reacción de Valentine era sumamente importante en esos instantes. Necesitaba saber qué sentía exactamente por Carlos Oliveira, pero también quería que le dijese que sentía por él.

Si ella fuera otra mujer, a él no le importaría que hubiese otro compromiso. Por lo general, de las pocas veces que se involucraba con mujeres, no se tomaba las molestias de indagar sobre su pasado, presente o futuro. Únicamente sería una noche y listo. Las reglas del juego las dejaba perfectamente claras desde el inicio, y así, por lo general, no había malos entendidos. Pero Jill no era cualquier otra, no era una más. Era Jill Valentine. Su amiga, su cómplice, camarada, salvadora, compañera del crimen. Era su Jill. Si rebasaba la línea con ella, si había decido confesarle lo que tenía por decir... no sería por una aventura con quién significaba tantísimo en su vida.

—¿Tú? ¿Celoso? —preguntó ella, incrédula. —Chris, ¿te pusiste celoso porque bailé con Carlos?

—Pues... supongo que sí. ¿Tú... tienes algo con él?

—Por supuesto que no. —afirmó ella. —Somos buenos amigos, pero nada más. Sí, es cierto que me pidió salir alguna que otra vez, pero yo no estaba para nada interesada en aceptar su oferta.

—¿Lo dices enserio? —dijo él, haciendo que ella detectase un gran alivio en su mirada, puede que incluso felicidad.

—Claro... —sonrió la rubia. —Aunque no entiendo a qué se deben tantos celos, fue solo un baile, además ya sabes de mi historia con él. No hay nada de lo que preocuparse.

—Quizás... tan solo quería asegurarme.

—¿Asegurarte? ¿Quieres decir que...?

Él dejó salir un profundo suspiro y regresó su mirada hacia los ojos de ella, tratando de explicar todo lo que sentía.

—Sí, tenía que asegurarme. Quería hacerlo, de hecho. No podía imaginarte con él, que tuviera lo que yo tanto había querido. No cuando, luego de haber compartido media vida junto a ti, necesitarte como al mismo aire cuando te creí muerta... No quería separarme de ti después de ese baile, y cuando eso sucedió, cuando él te alejó de mí, casi enloquezco. —buscó los ojos de su amiga, y cuando los halló, presionó la mano de ella, para enseguida agregar. —Pero las cosas son muy diferentes ahora, después de que me hayas aclarado todo esto. Jill, eres todo cuanto quiero.

¡Dios! Algo revoloteó en el vientre de la chica, mientras la invadía un calor abrumador. Ella devolvió la presión en la mano de Chris y con total convicción le respondió:

—Estoy aquí para ti, Chris. Contigo, y siempre lo estaré, pase lo que pase... Somos un equipo, ¿recuerdas?

—Lo sé, y también sé que nadie más podría hacerme tan feliz como lo haces tú. —tomó la mejilla de Jill y la acarició mientras añadía con voz suave. —Había tanta oscuridad en mí tras perderte, tras haberte dejado en aquella clínica... Una oscuridad que solo tú y tu luz podían eliminar por completo de mi vida.

—Y yo haré todo lo posible para que así sea...

—Ya lo has hecho. —añadió él sonriendo.

Ella sonrió abiertamente; quería volver a sentir el calor que sintió anoche mientras el moreno la rodeaba, pero aún tenía dudas, no sabía qué les depararía el futuro...

—Cuando... cuando Sheva y tú me salvasteis en África, fuisteis buenos compañeros durante un tiempo. Me contaron que casi moriste por salvar su vida, y que ella fue muy importante para ti. Pero nunca mencionaste si pasó algo entre vosotros dos, yo... deduje que así fue.

—Un beso. Eso es todo lo que tengo de ella, y es lo único con lo que me quedaré. Fuimos compañeros cercanos, y ella me apoyó emocionalmente después de que te ingresaran. Estaba perdido, sin rumbo, y supongo que ella me dio lo que necesitaba en momentos tan difíciles como ese. Sin embargo, con el paso de los años, he analizado con profundidad todo aquello; entendí que planear una posible relación con ella fue la forma que encontré para salir vivo de ese horror. Tenía que aferrarme a algo...

—¿Y ahora qué sientes?

Él dejó salir un suspiro. ¿Qué sentía? La miró nuevamente para responderle con una sonrisa, la más sincera que Valentine había visto en él desde que se conocían.

—De no haber sido por los planes de Albert Wesker, Sheva Alomar jamás se hubiera cruzado en mi camino. Tú siempre has sido mi inseparable compañera, así que esa misión nos habría tocado juntos. Aquel momento hubiese sido inevitable... Tú ya eras parte de mi destino, Jill Valentine.

Ella le devolvió la sonrisa. Chris comprendió que ella había llegado a conclusiones muy similares. Era curiosa la forma en la que ambos podían entenderse con tanta facilidad.

—Chris... has pensado, bueno, no sé, si lo de África no se hubiese podido evitar. Si en aquella misión en la que Wesker "murió", si no nos hubiésemos separado el uno del otro, posiblemente todo eso que viviste con Sheva...

—Hubiese sucedido contigo...

—¿Y entonces...?

—Supongo que tenía miedo. Realmente no era consciente de lo que tenía a mi lado hasta que te sacrificaste por mí. El mundo se me cayó encima, pensando en que podías haber muerto en un intento de salvarme la vida...

—Chris, si lo hice fue porque no soportaba la idea de que Wesker te asesinase ante mis ojos. No podía, no quería... Me arrojé al vacío con él porque quise, porque prefería cerrar los ojos para siempre antes que abrirlos y que tú ya no estuvieses más a mi lado. —le confesó ella tristemente.

Con el último comentario Chris se paralizó; Jill lo había desarmado por completo. Ante sus palabras, no pudo evitar sentir algo en su corazón. Su mirada cambió por completo. Ahora parecía decidido a hacer algo, ya no por impulso, como en la ducha, o inseguro, como en el baile. Prueba de ello fue que saliese de la cama, se pusiese de cuclillas ante ella y la tomara de la manos para decir:

—Déjame aclararte algo y grábatelo bien: de no ser por ti no estaría aquí ahora mismo, quiero que lo sepas. Siempre has estado ahí para mí, salvando mi vida en más de una ocasión. Lo demostraste en la mansión de Spencer y también en China. Lo menos que podía hacer era rescatarte de las manos de Wesker. Lo malo, es que a pesar de todo, han pasado casi quince años y no puedo evitar pensar que nuestra vida como pareja pudo haber comenzado hace mucho. Incontables veces he fantaseado con esa realidad alterna en la que, luego de nuestro primer encuentro, o elige el que gustes, no habría pasado mucho tiempo para que formalizáramos nuestra relación...

—Chris... —susurró ella, completamente atónita.

—Jill Valentine, tú lo tienes todo. Eres la mujer más bondadosa, más fuerte y valiente que conozco. Alguien que irradia calidez, por eso has cultivado verdaderas amistades por doquier. Y no sé si lo sabes, pero no hay demasiadas heroínas sexys. —la rubia se ruborizó con el comentario, a lo que Chris sonrió abiertamente. —Cuando viajaba con Sheva, tras contarle la historia, me dijo que parecíamos muy unidos. Yo mentí, pues le dije que éramos compañeros... Le mentí porque le dije que solo éramos eso, cuando no era así. Tenía miedo de aparecer en África y comprobar que estabas muerta; no quise hacerme ilusiones. Pero cuando te encontré, cuando vi los cambios que Wesker había hecho en ti... experimenté nuevamente ese sentimiento. Temía que hubieses cambiado, que no te acordases de mí... pero, ¿sabes qué? —viró su rostro para verla a los ojos fijamente. —A día de hoy puedo confirmar que sigues siendo aquella de la que me enamoré...

Valentine lo miró con los ojos cristalinos, sin poder contener todas las emociones que las palabras de Chris ahora habían desencadenado en ella; se sentía incapaz de hablar.

—Gracias por contarme todo esto... Yo también siento cosas muy parecidas por ti, puede que incluso con más intensidad. —rió ella, liberando la tensión acumulada. —Pero lo que realmente quiero decir... es que lo eres todo para mí, y que siempre voy a estar a tu lado, Chris.

—Y yo también lo estaré para ti. —murmuró en en el oído de ella, después de abrazarla con fuerza. Pasaron unos segundos y agregó. —Pero ahora, déjame recuperar un poco del tiempo perdido. Quiero sentirte, por favor...

¿Cómo negarse a esa petición? Sin embargo, Valentine tenía un nudo en la garganta. Chris supuso lo que sucedía y la apartó de sí apenas unos centímetros para poder verla a los ojos. Un breve asentimiento de parte de ella fue todo lo que él necesitó. Y ese beso fue nuevo también.

Él se permitió degustar los delicados labios de ella con calma. No había nada ni nadie que pudiese interrumpirles. Solo ellos. Tantas veces había soñado y anhelado con tener un momento así con ella, que no podía creer que finalmente se estuviese convirtiendo en realidad...

Por otra parte, Jill sentía que estaba perdiendo sus sentidos, pues el delicioso aroma de él la estaba embriagando. Sus besos, tiernos y dulces, acariciaban los labios de ella con movimientos suaves y con una sensualidad inimaginable, que la hacían desear más.

Y lo obtuvo. Eventualmente los roces se hicieron más apasionados y exigentes. Redfield pidió con la punta de su lengua el acceso total a ella y a su boca, quien lo consintió liberando el mismo deseo que dormía en su interior.

La rubia perdió la noción del tiempo y espacio. No supo cuándo, cómo o porqué, pero de pronto, cayó en cuenta que ya no estaba sentada, sino cómodamente acostada sobre la cálida cama, con el musculoso cuerpo de Chris sobre el de ella, con su lengua jugueteando con sensuales movimientos, y con las manos de él acariciando su cuerpo.

Él no dejaba caer todo su peso, pero sí lo suficiente como para que ella percibiera lo moldeado de sus abdominales, pectorales y brazos. Una pierna de él estaba entre las de ella y de pronto, él la flexionó, haciendo que su rodilla tuviera cierta fricción con la entrepierna de Jill. Eso disparó una tremenda descarga de adrenalina y excitación en su cuerpo. Por si eso no fuese suficiente, la evidente prueba de que él la deseaba se restregaba en su cadera, haciéndola gemir suavemente. Sí, comenzaba a perder la conciencia, pero se despertaba un calor abrasador, poderoso y excitante que le era bastante desconocido. Respirar se le estaba haciendo increíblemente difícil.

Chris disfrutaba lo indecible sintiendo las femeninas curvas del cuerpo de Jill debajo de él. Pero en algún punto que no alcanzaba a precisar, el placer fue tornándose en dolor ante las nuevas exigencias insatisfechas de su libido. Quería más, pero no podía permitirse presionarla. Quizá en ese momento ella también lo deseara, pero si hacían aquello las cosas serían diferentes a partir de ahora. Le costó más esfuerzo del que pensó comenzar a separarse de ella. Y cuando vio el destello que esos hermosos ojos mostraban, se quedó embelesado, a la vez que bastante satisfecho.

Redfield no necesitó más para comprender que hasta allí habían llegado sus avances, al menos por ahora. Estaba feliz con ello, porque los dos entendieron casi al instante que esperar valdría la pena. Ambos decidieron retomar el desayuno, con calma, mientras que el chico no podía dejar de alagar el don culinario de Jill, quién se ruborizaba cada vez que el capitán le comentaba lo maravillosa que era.

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La semana volvía a comenzar; trabajo y más trabajo tenía Claire y eso realmente la agotaba, añadiendo el estrés de la boda y también la ida de su novio a otro Estado. Agradecía profundamente el tener a Leon en la B.S.A.A, pues la ayudaba con sus tareas y la apoyaba incondicionalmente.

La pelirroja caminaba hacia la entrada de la central, y con una sonrisa entró al establecimiento. Como de costumbre, ninguno de sus compañeros se encontraba allí, solo Sam que la saludó muy amablemente desde el mostrador.

—Claire, buenos días. ¿Cómo estas?

—Bien, con mucho trabajo. —suspiró ella. —Ya sabes, lo de siempre. —la rubia asintió sonriendo ante su respuesta.

—Ah, casi se me olvida.  Los demás te esperan en la sala de reuniones.—informó la secretaria. —Una nueva misión.

—Oh... Gracias, Sam. —sin más, Claire le sonrió levemente y siguió normalmente su recorrido de todas las mañanas.

No tardó en llegar a la sala donde todos ya estaban reunidos, y abriendo la puerta lentamente, observó que todos sus compañeros estaban allí, excepto Chris y Jill. Se preguntaba muy extrañada dónde estarían esos dos, pues solían ser los más puntuales de toda la B.S.A.A. Mientras, sus demás amigos comentaban sobre la gran fiesta.

—Buenos días, chicos. —saludó a su grupo la pelirroja.

—Buenos días.  —contestaron todos al mismo tiempo, acomodándose en sus asientos para empezar la reunión.

—¿Se puede saber dónde están Chris y Jill? —preguntó confundida Redfield, tomando asiento al lado de Sherry.

—No tengo idea. —comentó Rebecca. —Pensábamos que Chris vendría contigo. —Claire negó con la cabeza.

—Seguro que ha sido eso... —murmuró con cierta picardía Birkin, pues junto con Jake, había sido la última en verlos.

—¿Por qué lo dices? —dijo con el ceño fruncido Claire.

—Pues, tu querido hermanito se embriagó hasta perder el sentido, no sé exactamente porqué, pero lo último que sabemos de ellos es que Jill se encargó de llevarlo a casa.

Rápidamente, todos los integrantes se miraron entre ellos, sin necesidad realmente de palabras. Con el mismo pensamiento en la cabeza, Claire sonrió sin creérselo.

—Espera, ¿no pensaréis que...? —añadió ella.

—¿Acaso no es obvio? —intervino esta vez Billy. —Son capitán y subcapitana, y a pesar de haber una misión de por medio ni han aparecido, además de que llegan tarde.

—Yo creo que aquí todos somos muy conscientes de que Redfield y Valentine están coladitos el uno por el otro, y de hecho, no hay más que verlos. Por lo tanto, no me resultaría nada extraño que haya surgido una ardiente noche pasión entre los dos... —sonrió pícaramente Piers.

—Sí, y también de que llevan años sin poder admitirlo abiertamente. —contrargumentó al instante Claire. —Soy la primera que quiero que todo eso suceda, ¿pero realmente creéis que ha podido pasar de la noche a la mañana?

Y antes de que alguien pudiera contestarle a la joven, aparecieron por la puerta los famosos Jill y Chris. Casi al instante, todas las miradas se centraron en los recién llegados, analizándolos de arriba a abajo. Ambos lucían agotados, probablemente por haber venido a toda prisa.

—Hola, perdonad el retraso. Hemos tenido un incidente de última hora. —mintió algo nervioso el capitán Redfield.

—¿Hemos, eh? —dijo Helena, riendo con sus compañeros.

—Sí, hemos venido juntos. Y no tiene nada malo. —afirmó al instante Jill, con la voz cargada de autoridad. —Mejor empecemos, no hay tiempo y tenemos trabajo por hacer.

A todos los miembros les asombró la diplomacia de Jill, que en tal momento como ese, donde los acontecimientos no podían ser más evidentes, ella se las había arreglado para salir de una conversación terriblemente bochornosa. Sin embargo, era perfectamente consciente de que no se libraría del interrogatorio que le tendrían preparado.

Agradeciéndolo interiormente, Chris comenzó a dar su habitual explicación junto con la información necesaria de la nueva misión, pese a que todos los reunidos se lanzaban una serie de miraditas cómplices y múltiples sonrisas.

—Muy bien, chicos. Hemos recibido información bastante importante. Resulta que han visto a Ada Wong en las afueras de Rusia, cerca de una base militar abandonada desde la segunda guerra mundial, pero eso no es lo que nos preocupa. Se ha detectado cierta actividad anormal en una fábrica de fármacos, clausurada por la producción de medicamentos infectados con un virus para uso terrorista.

—La han visto con un sujeto de cabello rubio, y tengo la sensación de que Wesker no murió en ese volcán. —dijo Jill, repartiendo sobres con información y fotografías a todos los agentes. Acto seguido, éstos sacaron del sobre algunas hojas con información del posible paradero de Ada Wong y de las actividades ilegales de la base y fábrica.

Había fotografías anexadas que revelaban que aquella mujer era la espía que acabó con todo sus equipos en China. El rubio usaba una máscara, así que no se le podía identificar. Sin embargo, lo más probable era que Jill tuviese razón, pues después de todo, Uroboros no había sido analizado a fondo, y aunque la rubia hubiera estado más que involucrada en el atentado de África, tampoco sabía hasta dónde podía llegar el virus en un cuerpo tan experimentado como el de Albert Wesker. Ella había sido testigos de cosas espantosas en esos laboratorios, y el virus no había sido erradicado hasta hace unos días, cuando Josh le informó que había fallecido la última persona víctima del atentado. Chris frotó su barbilla, pensativo. Los ojos de Jill miraban al capitán, esperando una respuesta y contemplando su atractivo físico.

—Tenemos que averiguar qué diablos está planeando Wong, ¿es que acaso esa mujer no se cansa de crear problemas? —comentó algo fastidiado el moreno.

—No lo sé. Pero no podemos dejar que se salga con la suya, además, debemos averiguar si el hombre que la acompaña es papá Wesker. —hablaba esta vez Leon.

—No merece que le pongas ese nombre, Kennedy. —respondió con sumo asco Jake, pues el hecho de pensar en todo el daño que su horrible padre había causado a la humanidad le hervía la sangre de formas inimaginables.

—Tranquilidad, no podemos ir todos. —aclaró velozmente Chris. —Solo pueden ir dos agentes y los demás deberéis prepararos en el caso de que necesitemos refuerzos.

—¿Y qué candidatos hay para la misión? —dijo Sherry.

—Los que yo elija, básicamente. Aunque el presidente dice que lo mejor que podemos hacer ahora mismo es esperar.

—¿Esperar? ¿A qué? ¿A que haya otro atentado bioterrorista como el de China? No podemos dejar que eso pase. Ada Wong es muy peligrosa y capaz de cualquier cosa. —intervino Kennedy, dispuesto a acabar con ambos.

—Leon tiene razón. Chris, ¿qué sugieres? —agregó Claire.

—Hermanita, tú te vienes conmigo.

La joven quedó en shock con la propuesta de Chris, pues hacía mucho tiempo que no trabajaban juntos. Aquella era una misión de alto riesgo, y era cierto que sentía una cantidad de nervios incontrolables. Temía que le pasara algo al capitán de la B.S.A.A, especialmente por el posible enfrentamiento con Wesker. Claire ya había sentido el miedo de poder perder a su hermano, pero si él había decidido aquello había sido por alguna razón específica.

—¿Yo? Chris, ¿estás seguro? —preguntó incrédula.

—Por supuesto. Pero necesitamos la autorización de los directivos. Iré a pedirla de inmediato y volveré a notificártelo todo. En cuánto a los demás, no hay más que hablar.

—Está bien... —respondió ella, sumamente extrañada.

Chris salió de la oficina, dejando a todos bastante confusos por la decisión tomada. No por el hecho de ser Claire, sino por lo rápido que había adjudicado los puestos. Mientras, Leon se detuvo a pensar qué estaría planeando la espía para acabar con el mundo, de nuevo. Wesker y ella unidos eran un motivo para temer, ya que los dos parecían no tener juicio alguno y eran capaces de cualquier atrocidad con tal de gobernar el mundo. Se preocupó un poco y  sabía que la misión no sería sencilla, pero sobre todo, estaba preocupado por Claire, tenía miedo de perderla...

Entendió que si su hermano había decidido escogerla era por algo, ya que no llevarían más equipo consigo. Después del asunto en China y las desgracias que ocurrieron con todos sus hombres, también supo que el capitán no arriesgaría a nadie más y que lo haría todo por su cuenta.

Nadie más objetó la decisión de Redfield, y aunque la misma Claire no estuviera del todo segura, Jill sabía que  sería una buena herramienta para la operación; pensaba con cabeza, no se dejaba manipular fácilmente y era muy aguerrida. La pelirroja era una buena opción, pero Valentine no soportaría perder a Chris, mucho menos después de todo lo ocurrido. Pero, a decir verdad, la rubia había estado fantaseando con, tal vez, haber sido ella su acompañante...

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Claire encontró a su hermano en el comedor y le hizo un gesto que le indicó al castaño que debían irse a un lugar más tranquilo. El capitán tomó su almuerzo y caminó hasta donde la pelirroja creyó conveniente. Se sentaron a devorar en silencio el puré de patatas con verduras italianas, sopa de vegetales y un filete muy jugoso. El ambiente estaba calmado, pero ella esperaba a que Chris le contase todo.

—Nos vamos mañana... —anunció ella, preocupada.

—Sí... ¿Pasa algo? — dijo Chris, desconcertado.

—Quieren que vayamos con un equipo de al menos quince soldados. No estoy de acuerdo. En anteriores misiones casi perdemos a todo el equipo, y no es necesario que llevemos a tantos. Tú y yo nos bastamos solos, ¿no crees?

—Claro que sí. ¿Quién ha tenido semejante idea?

—O'Brian se lo dijo a Frederick. Ya sabes que él confía en todo lo que O'Brian le diga. No han querido escucharme. Quizá logres convencerlos, al fin y al cabo eres el capitán...

—Veré qué puedo hacer, pero descuida. No debes preocuparte. Convenceré a Frederick para que nos deje ir solos. —dijo él, tomando la mano de Claire y sonriéndole.

—Llámame loca, pero tengo un terrible presentimiento...

—Tranquila. Estaremos juntos. Nada pasará, te lo prometo. —la tranquilizó él, mientras Claire lo miraba atentamente.

—¿Por qué yo? —se cuestionó la pelirroja.

—Porque eres la más adecuada para esta misión, y creo eres completamente capaz de ello, mi pequeña. Ya lo demostraste en China y volverás demostrarlo muy pronto. Quiero que me acompañes, además... los Redfield somos invencibles. —le explicó con ternura Chris, sonriéndole.

—Lo sé, pero... ¿qué pasa con Jill?

—¿A qué te refieres exactamente?

—Oh... No finjas tener inocencia, Christopher. No soy tonta, y sabes perfectamente a lo que me refiero. ¿No le vas a contar a tu hermanita lo que pasó después de la fiesta?

—Ya veo que vas directa al grano, ¿eh?

Claire asintió riendo, mientras que Redfield buscaba las palabras adecuadas para no dar demasiados detalles. La chica prestó suma atención, escuchando cada una de sus palabras, feliz por ambos, y muy emocionada, sin aún poder creer todo lo que sus oídos estaban escuchando...

—No tienes idea de lo nervioso que estoy, Claire. Esta vez siento que la cosas son muy diferentes... —admitió él.

—Tranquilo, Chris. Es normal que te sientas así. Habéis sido compañeros desde siempre, y nunca habéis rebasado esa línea. Sé que la quieres muchísimo, y ella a ti también, así que te aseguro que todo va a estar bien. Debes ser valiente, hermanito. Está bien tener miedo, pero tú sabes que eres más fuerte que cualquiera y que nada te detiene. Por fin has conseguido lo que tanto has querido, así que ni se te ocurra fastidiarlo por tus malditas inseguridades...

—¿Sabías que te quiero? —dijo de la forma más sincera posible, sonriéndole. —Eres la mejor hermana del mundo.

—Yo también a ti, gruñón. —sonrió ella de la misma forma. —Entonces... ¿a partir de ahora podré llamarla cuñada?

Chris se echó reír. Se negaba completamente ante la ocurrencia de Claire, pero le hacía ilusión su relación con Jill y eso de que su hermana la tuviese como familia.

—¡Por supuesto que no! Bueno, no por ahora...

—Bien, pero espero que Jill te cuide de mi parte. Cuídala también, Chris. Por favor, tómate las cosas con calma...

—Te lo prometo.

Los hermanos Redfield terminaron rápidamente su comida y el capitán fue a convencer a los directores de la organización para que los dejaran llevar a cabo la misión solos. Finalmente, Chris logró conseguir lo que quería, pero con la condición de que un equipo técnico les respaldara.

Más tarde, Chris se dirigió a su oficina tras una agotadora mañana. Se sentó en su escritorio, contemplando una fotografía enmarcada de su infancia con Claire. Ella vestía un adorable vestido rosa con puntos blancos y él le estaba enseñando a hacer castillos con lodo. Ambos estaban manchados de barro por todos lados, pero eran felices.

De pronto, alguien tocó delicadamente en la puerta de su oficina y, sin esperar demasiado, entró en la habitación.

—¿Interrumpo algo? —preguntó una voz femenina.

Redfield abrió los ojos como platos al descubrir de quién se trataba. Miró a esa bella mujer de rasgos africanos, completamente sorprendido y emocionado, en parte.

—¿Sheva?

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Y... hasta aquí el capítulo de hoy. Por favor, no me maten con esta última parte. Prometo subir dentro de muy poco, ¡porque ahora se viene lo bueno! Por lo demás, espero que les haya gustado, como siempre.

Feliz navidad y feliz año, mis queridos lectores. 🥳❤️

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