Capítulo 18: El hombre enmascarado.

Departamento de Claire, 21:25 p.m.

Jordan observaba con detenimiento cómo Claire se confundía con los colores de su paleta de sombras y se desesperaba, aunque se veía muy adorable haciendo pucheros. La pelirroja observó el reloj y se dio cuenta de que se le estaba haciendo tarde, así que de inmediato comenzó a peinarse. Mientras, el rubio salió de la habitación para ver un poco la televisión mientras esperaba a su novia.

La hora se aproximaba, y Jordan comenzaba a impacientarse, puesto que no le gustaba llegar tarde a ningún lado.

—¿Ya estás lista? —gritó él desde el sofá.

—En un minuto. —respondió Claire desde la habitación.

Las mujeres lo hacían todo en un minuto, pero siempre tardaban mucho más de la cuenta. Jordan le rogaba a los dioses para que su pelirroja no se demorara demasiado, así que esperó un par de minutos y luego escuchó la melodiosa voz de su amada.

—¿Nos vamos?

Y como si fuera de película, en la mente del chico, comenzó a sonar Careless Whisper de George Michael. ¡Maldita sea! Claire se veía perfecta, igual que una diosa. El vestido le quedaba realmente precioso, su maquillaje estaba impecable y era sencillo, el cuál supo acompañar perfectamente con un lipstick rojo en sus labios. Su cabello ondulado parecía de sirena. Se veía realmente hermosa...

—Por Dios, Claire. Te ves perfecta.

—¿Tú crees?

—Por supuesto. —dijo fascinado, pues la saliva se le salía de la boca y sus ojos no se despegaban de ella ni por un segundo. — Pero, creo que te hace falta algo...

—¿De verdad? ¿Qué?

—Cierra los ojos.

Jordan corrió a por la caja donde tenía guardada la gargantilla que había comprado para la pelirroja, abrió el paquete y le puso delicadamente el accesorio a Claire.

Ella, de inmediato sintió el frío del precioso metal y abrió los ojos cuando su novio se lo indicó. Tocó la fina pieza de joyería y se miró en el gran espejo de la sala de estar.

—Oh, por Dios. Jordan esto es demasiado. No, no puedo aceptarlo...

—Vamos, te queda precioso. Además, quiero que lo tomes como una manera de formalizar nuestro compromiso. Nunca antes te había regalado nada acorde a ti, y considerando que hoy es una ocasión medianamente especial, creí que era el momento perfecto para hacerlo.

—Es maravilloso, pero demasiado. De verdad, me apena muchísimo. Creo que yo nunca te he regalado algo así y...

—Tranquila. Lo hago de todo corazón.

—Está bien. Gracias, cariño.

—Ha sido un placer, preciosa. Vámonos, se nos hace tarde.

Claire tomó su bolso junto con las máscaras y Jordan las llaves de su coche para partir hacia la fiesta sorpresa.

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Leon y Helena llegaban al gran salón donde festejarían la gran bienvenida a Jill Valentine, una celebración de la cuál no tenía idea, pues pensaba que iría a cenar con Chris.

La sala donde se iba a celebrar la fiesta era muy amplia, de hecho, hasta había un bar controlado por varios camareros. La luz era perfecta y eran protagonistas las luces de distintas gamas de colores. Había una gran pista de baile y una mesa de mezclas para el DJ. El gran salón estaba lleno de gente, probablemente de múltiples organizaciones, montones de personas bebiendo, comiendo, bailando y disfrutando; unidos para recibir de nuevo a una de los suyos. Sería una noche inolvidable, de eso no cabía duda.

Helena vestía con un bonito vestido negro en conjunto de una máscara dorada que hacía juego con sus tacones de aguja. Leon, por su parte, vestía un elegante traje negro y una simple máscara del mismo color.

—Has traído la máscara y el sombrero, ¿verdad?

—Claro. No te preocupes, la tengo en el bolso. —le explicó señalando el mismo.

—Espero que el plan funcione...

—Reza para que funcione, de lo contrario, no solo serás linchado por Jordan, sino que también por Chris. —bromeó ella.

—Lo bueno es que tenías razón, todos los hombres están vestidos de traje, me camuflaré a la perfección...

—Y yo no podré estar allí para verlo. —rechistó ella. —Una verdadera lástima...

—Bueno, no se puede tener todo en esta vida... —le decía Leon sonriéndole, quién llevaba a Helena agarrada del brazo mientras avanzaban por la sala.

—¡Chicos! Vaya, Helena... Qué guapa estás. —comentó Oliveira, que se acercaba a ellos con su máscara celeste.

—Gracias. —le sonrió amablemente ella.

A Leon comenzaba a parecerle extraño el comportamiento de Carlos hacia Helena y viceversa. En los últimos días habían sido más cercanos de lo normal, al menos a su parecer. Según tenía entendido, Carlos buscaba tener algo con Jill, aunque quizás prefirió dejarle a Chris el camino libre. De pronto, recordó lo mal que Helena se lo hacía pasar con Claire, así que por fin podría vengarse de la mejor manera.

—Cierto, aunque también se ven lindos los dos juntos. —se burló él, mientras se marchaba de allí y la pareja se sonrojaba.

Leon comenzó a marcar con la mirada ciertos lugares estratégicos para hacer su cambio de accesorios. Su laborioso plan ya estaba en marcha, y pasara lo que pasara esa noche... descubriría lo que verdaderamente sentía por aquella hermosa pelirroja.

—Que máscara tan bonita, papá. —lo saludó Sherry, tomándolo por sorpresa.

—Sherry... —susurró anonado al apreciar el vestido rosa palo que llevaba su pequeña. —Estás muy hermosa...

—Gracias. —sonreía algo sonrojada. —Fuiste tú quién me compró el vestido, el mérito es todo tuyo. —reía ella, y acto seguido, abrazó alegremente al agente.

Leon le devolvió el abrazo con gusto, enternecido por el bello gesto de su hija.

—Dime, ¿aún sigues cabreado por lo del partido de fútbol? —le preguntó la rubia, mientras se separaba de él.

—No lo creo... aunque la B.S.A.A. nos debe una revancha en la batalla de baile. Sin embargo, tengo que admitir que fue impresionante que nos remontaran de esa manera...

—Como verás, Claire no es normal. —rió ella.

—Ya me he dado cuenta. —suspiró el rubio. —Es simplemente... perfecta.

Sherry no pudo evitar dibujar una sonrisa que no le cabía en el rostro, mirando con mucha atención al agente. Lo que más deseaba en el mundo era, sin duda, que sus padres no biológicos formalizaran una relación de verdad.

—Leon Kennedy... ¿qué sientes por ella exactamente?

—No lo sé, mi pequeña Sherry. Lo único que sé es que, con suerte, solucionaré todas mis dudas esta noche. —le comentaba el agente, dedicándole una amplia sonrisa.

—Bien, pero hagas lo que hagas... No la dejes ir, por favor. Estoy segura de que ella siente algo muy parecido por ti.

—¿Tú crees? Va a casarse en cuestión de meses... no hay gran cosa que yo pueda hacer. —dijo algo desanimado.

—¡Claro que sí! Tan solo necesitáis un pequeño empujoncito, eres el único que puede parar esa boda y lo sabes. No es que no me alegre por su matrimonio con Jordan, es solo que... se ve muy feliz contigo.

Leon sonrió al escuchar esas palabras, teniendo un rayo de esperanza en su interior. El apuesto agente debería arriesgarse e ir a por todas con ella; no dejaría marchar a esa mujer así como así, al menos no sin intentarlo antes...

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Por otra parte, Chris ya había salido de casa, listo para dirigirse a recoger a Jill de su departamento. Sonrió mientras conducía su Lamborghini rojo, pensando en lo feliz que le haría la fiesta sorpresa a su rubia preferida.

Al cabo de unos minutos, Redfield estacionó su coche cerca de la vivienda, avisando a Jill por mensaje. Segundos después, la flamante rubia salió por la puerta, dejándolo anonadado.

—Vaya, señor Redfield. Está muy elegante, y también muy guapo. —comentaba Jill acercándose a su acompañante, para nada decepcionada con la apariencia del moreno.

—Podría decir lo mismo, señorita Valentine... —dijo el capitán, fascinado por lo hermosa que se veía. —Toda una dama caída del cielo, estás realmente increíble.

La rubia vestía un vestido largo color verde esmeralda, con un escote revelador en la espalda y corte de sirena, el que también tenía unos detalles con encaje y un poco de brillo. Aquel vestido se había robado por completo la atención de Redfield, desde luego. Su vestido era acompañado por unos tacones de aguja color plata y unos pendientes a juego. Por otra parte, su cabello estaba recogido en un sencillo pero elegante moño que la hacía verse fantástica.

Jill, sin embargo, no podía quitarle los ojos de encima a Chris. La rubia debía admitir que ese traje negro con pajarita le hacía verse aún mucho más atractivo.

—Gracias... —agradeció algo sonrojada.

—¿Nos vamos?—preguntó amablemente Chris, señalándole el coche con la mirada.

—Por supuesto.

El mayor de los Redfield acompañó a la rubia hasta su asiento, abriéndole la puerta caballerosamente. Más tarde se sentó en el asiento de piloto, sin dejar de mirarla.

—Qué caballero...—rió ella. —¿Dónde vamos?

—Es una sorpresa. —se limitó a decir.

—Genial, me encantan las sorpresas. —dijo emocionada.

—Allá que vamos. —le sonrió de vuelta Redfield, arrancando el vehículo seguidamente, dirección a la fiesta.

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La fiesta se estaba desarrollando fantásticamente y, mientras que esperaban a Jill Valentine, el resto de invitados charlaban cómodamente y bailaban.

—Oh, por Dios... Qué hermoso vestido. —exclamó Sherry señalando la puerta principal.

Leon instintivamente dirigió su mirada al lugar señalado, para así distinguir a Claire con un increíble vestido y máscara de color rojo, el pelo con ondas y bien peinado.

Estaba preciosa, pero era una lástima que entrase de la mano de un hombre que no era él. Claire, al visualizar a su grupo de amigos, fue hacia ellos, de la mano de su novio.

—Chicos, que guapos estáis. —los saludó muy alegremente la elegante pelirroja.

—¡Wow! —gritó Sherry, abrazándola. —¿Dónde está Claire y qué has hecho con ella? ¡Estás de escándalo, Redfield!

—Gracias, mi pequeña. —rió algo sonrojada Claire. —Tú no te quedas atrás, estás muy guapa... —añadió ella.

—No podría estar más de acuerdo. —comentó Jordan, a lo que Sherry sonrió sin ganas. —Me alegra de veros a todos.

Los integrantes le devolvieron el saludo, aunque principalmente le prestaban a atención a Claire, que les sonría y daba abrazos. Más tarde, una vez que habían llegado todos, esperaban el mensaje de Chris.

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Mientras tanto, Jill Valentine se sentía cada vez más intrigada. Ansiaba saber a donde la llevaba Chris; estaba claro que no irían a ningún restaurante a cenar, pues iban demasiado elegantes. Miles de pensamientos pasaron por su cabeza, hasta que de pronto, el vehículo se detuvo.

Chris decidió aparcar al instante en una calle cercana, pero Jill apenas podía distinguir nada. La noche ya hacía acto de presencia, acompañada de una hermosa luna llena.

Redfield le sonrió. Ella le devolvió el gesto confusa.

—Chris, ¿puedo saber dónde estamos?

—Lo siento, pero aún no puedes saberlo. Aunque, seré bueno y te daré una pista. —sonrió el moreno, entregándole una caja de terciopelo de gran tamaño. —Ábrelo.

Intrigada, Jill abrió la caja delicadamente, sacando una bella máscara color plata. Una cinta de color grisáceo rodeaba los bordes plateados y una exquisita filigrana estaba grabada alrededor de los agujeros para los ojos.

—¿Tienes alguna idea?

—He de admitir que te estás ganando toda mi atención. La máscara es muy bonita. —sonrió ella, acariciándola.

—Resaltará tus preciosos ojos, Jill.

Ella sonrió tímidamente.

—¿Tú llevas una?

—Por supuesto. En cierta forma son muy liberadoras. —añadió levantando una ceja, sonriendo con doble sentido.

—Oh... Esto va a ser divertido. —murmuró ella.

—Ven. Es hora de tu sorpresa. —dijo él saliendo del coche, para luego dirigirse a la puerta del copiloto. Le tendió la mano suavemente, sacándola del vehículo.

—¿Confías en mí? —la agarró de las manos, mientras que la miraba a los ojos.

—Chris, sabes de sobra que sí...

—Bien. —sonrió. —Debes ponerte la máscara, y cuando lo hagas... debes de cerrar los ojos. —le explicaba el chico.

—Está bien, confiaré en ti...—respondió ella, con una sonrisa muy confundida. Acto seguido, Chris le anudó la máscara, comprobando que estuviese bien sujeta.

Mientras, Chris se puso su sencillo antifaz negro. Su príncipe se convirtió en algo más oscuro, mucho más sensual... Todo lo que la rubia podía ver en su cara era poco más que su boca cincelada y su fuerte mandíbula.

—«Santa mierda...» —pensó la rubia. El ritmo cardíaco de Jill se tambaleó con tan solo verlo. Ella sonrió, en un intento de ocultar su acto de completa fascinación.

—Estás preciosa. —admitió el chico, besándole la mano. —Ahora, cierra los ojos. Prométeme que no los abrirás hasta que yo te diga, ¿vale?

Ella solo asintió, obedeciendo a lo que le había dicho Chris. Cerró los ojos segundos después, agarrándose de él.

Redfield tenía un brazo protector alrededor de la chica, apoyando su mano delicadamente en la cintura de la misma. Caminando a paso ligero, la dirigía hacia el salón, que parecía estar en silencio.

—Chris, te recuerdo que llevo tacones más altos que el ego de Leon. —rió nerviosamente y completamente a ciegas.

—No te preocupes. —reía él también. —Casi estamos, aguarda un poquito más...

Pronto, la pareja se paró frente a una gran puerta, aparentemente cerrada.

—Abre los ojos. —anunció el moreno.

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Los nervios de Carlos se aceleraban más con cada segundo que pasaba. El hecho de ver a Jill le emocionaba, y es que estaba muy contento de ver a la chica que lo había vuelto loco desde el primer día en que la conoció.

Pensó que su vida estaba perdida cuando recibió la noticia de su "muerte", pero cuando se enteró de que ella seguía con vida, además de que volvía a casa tras la catástrofe de China, se convirtió en el hombre más feliz del mundo. Durante esa noche haría lo que no pudo hacer en el partido, y a partir de ahora aprovecharía para estar con ella.

—¿Nervioso, Oliveira? —rió Jake, notando ligeramente el nerviosismo del hombre.

—¿Te parece que no esté nervioso? Tengo muchas ganas de ver a Jill...

—¿No era que te gustaba Helena?

—¿Qué? ¡No! Helena es una mujer increíble, pero Jill sigue siendo el amor de mi vida... pienso luchar por ella.

—Entiendo...—comentó el pelirrojo, bebiendo de su copa. —Creo que la fiesta estará bien, además de emocionante...

—Sí... Hay mucha gente, ¿no?

—Bueno, es una fiesta de bienvenida y es obvio que esté lleno de gente; amigos, familiares, las organizaciones...

—Claro, se me olvidaba...

—¡Ahí vienen! —gritó al segundo Rebecca.

Carlos rápidamente miró hacia la entrada, y por la puerta apareció Chris de la mano con Jill. La rubia estaba increíble y deslumbrante. Ahora que la apreciaba mejor, estaba cambiada, pero para mejor. No dejaba de ser terriblemente hermosa con ese largo vestido verde y el cabello rubio.

—¡Sorpresa! —gritaron todos al unísono.

Jill, sin creer todo lo que veía, sintió una sensación de felicidad tremenda al reconocer tantas caras familiares. Le habían preparado una gran fiesta de bienvenida por su vuelta, y ella apenas podía responder ante tal bello gesto. La rubia casi se echó a llorar, realmente emocionada.

Una alfombra de color rojo oscuro recorría toda la entrada, conduciendo hasta la impresionante sala de baile.

Allí se encontró con toda la élite, vestidos con sus mejores prendas y llevando toda clase de bonitas máscaras. Mientras, dos fotógrafos capturaban el bello momento.

La chica apenas dio unos cuántos pasos, limitándose a mirar con cara de asombro a Chris, quién le sonreía abiertamente, a la vez que miraba al resto de sus amigos.

—¡Jill! ¡Bienvenida a tu fiesta, querida! —gritó felizmente la pelirroja, abrazándola con cierta emoción.

—¡Claire! Mira que guapa estás. —sonrió ella, intentando no llorar delante de todos a causa de la alegría que sentía.

Una gran oleada de gente comenzó a acercarse hacia la chica, interrumpiendo el paso a Carlos Oliveira. Después de unos diez minutos de abrazos, saludos y bienvenidas, finalmente pudo saludarla como era debido con un efusivo y cálido abrazo, sintiendo la mirada asesina de Chris.

—Jill, estás guapísima...

—Lo mismo digo. —rió ella, sonriéndole.

—Estás muy cambiada, pero muy hermosa.

—Muchas gracias.

Esa sonrisa que le dedicaba a él lo dejó paralizado, pues era increíble la belleza que solo aquella rubia poseía. Fue un momento perfecto, pero que de algún modo u otro, Chris Redfield se encargó de fastidiar, como solía hacer siempre.

—Jill, las chicas quieren hablar contigo. —comentó Chris.

Jill tan solo miró hacia un lado de la sala, observando a Rebecca, Sherry, Claire, Moira, Helena, Kathy y a Polly.

—Carlos, discúlpame. Luego te veo.

—Ve tranquila, preciosa.

Los rostros de los dos hombres eran un poema mientras que Jill se dirigía hacia sus amigas. Una vez que ella se marchó sus caras cambiaron a una de repleto odio.

—Escúchame, Carlos. Sé perfectamente lo que quieres y no te la llevarás gratis. —le amenazó seriamente Chris.

—Tú tampoco, solo porque la salvaste hace años crees que saldrá contigo...

—Ella se sacrificó por mí en la mansión de Spencer, y más tarde fui yo quién la rescató de la manos de Wesker. Nunca llegarías a entender la conexión tan grande que tenemos Jill y yo. —le reprochó Redfield, con los brazos cruzados.

—Por favor, señor anabólicos. Ella se quedará conmigo, no compliques más las cosas.

—Ya, claro... —rió él irónicamente. —Ni siquiera muestra interés en ti. Si no te hubieras acercado ni te habría visto.

—Claro que no, porque tu hermana y sus amigas se le han echado encima nada más verla. Además, me ha sonreído.

—Idiota, a todos le sonríe. Ni la conoces.

—Claro que la conozco, ¿acaso no recuerdas lo que ocurrió en Racoon City? No tienes posibilidades, ella solo te ve como un amigo. —le comentó burlonamente.

—Eso ya lo veremos. —sonrió desafiante.

Chris se retiró de allí, cambiando su cara de enfado a una de completa felicidad. Oliveira era un imbécil si realmente pensaba que podría tener algo serio con Jill. Ya quería verle la cara cuando estuviera con ella...

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La cena fue maravillosa y la fiesta iba realmente bien. Las luces se apagaron y comenzó la música. Todos empezaron a levantarse de los asientos, listos para bailar. Carlos amablemente se acercó hacia la mesa donde estaban sentados Leon y Helena para pedirle bailar amablemente, a lo que Harper aceptó. Era la primera vez que Leon se sentía solo, aunque vio a Sherry en un rincón algo aburrida; no sería nada malo pedirle bailar... Así que, se acercó a ella.

—¿Bailas conmigo?

—¡Sí!—contestó animadamente la joven.

Leon, de la mano con Sherry, se dirigió a un lugar de la pista, bailando con la canción I Follow Rivers de Lykke Li.

I, I follow, I follow you
Deep sea baby, I follow you
I, I follow, I follow you
Dark doom honey, I follow you

He a message, I'm the runner
He the rebel, I'm the daughter waiting for you

You're my river running high
Run deep, run wild

I, I follow, I follow you
Deep sea baby, I follow you
I, I follow, I follow you
Dark doom honey, I follow you

You're my river running high
Run deep, run wild

I, I follow, I follow you
Deep sea baby, I follow you
I, I follow, I follow you
Dark doom honey, I follow you

Leon bailaba al compás de la música, al igual que la joven rubia. Todo iba genial, pero decidió que ya era hora de su esperado plan. Miró fijamente a Helena, quién bailaba a unos metros de él, entendiendo qué pretendía.

—Carlos, voy a baño. ¿Me esperas?

—Claro, querida.

...

—Sherry, olvidé una cosa en mi coche. Ahora vuelvo, ¿sí?

—Ve, bailarín profesional. —rió ella.

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Helena corrió hacia el pequeño patio del salón. Por suerte no había mucha gente, tan solo Barry que le sacaba una foto a Moira y a Polly. Para su suerte, ninguno de ellos la vieron, ya que se escondió detrás de un pequeño arbusto. Segundos después apareció él, escondiéndose también.

—¿Eres idiota? ¿Acaso quieres que nos vean? —le reprimió molesta Helena.

—Tranquila, Barry está concentrado con las niñas... ¿Has traído mis cosas?

—Sí, toma. —le dijo ella, entregándole una máscara grisácea y un sombrero. —Debes quitarte la corbata.

Leon obedeció a la chica, cambiando su corbata negra, que hacía juego con su máscara por una gris. Tras acomodársela cambió su antifaz por otro, para luego ponerse un sombrero que tapara su cabello rubio.

—Pasarás desapercibido sin problemas.

—¿Tú crees que no me reconocerá?

—Claro que no, tranquilo... Sabes bien lo que tienes que hacer, ¿verdad?

—Déjate de preguntas, sé lo que tengo que hacer. Cuando veas que se va al baño tú ve alejándote de Sherry, yo me encargo de ella. Tú solo... disimula y actúa normal.

—Entendido, agente 007.

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Mientras, Claire bailaba en los brazos de su prometido. La pelirroja se sentía plena al tenerlo tan cerca, abrazándola en cualquier momento. Aquél era el Jordan del que ella se había enamorado... Ese lindo momento fue interrumpido por un leve empujón que le dieron Sherry y Carlos, que mientras esperaban a sus parejas comenzaron a bailar.

—Perdonad, chicos...

—No os preocupéis. —dijo la pareja amablemente.

Por otro lado, Helena fingió salir del cuarto del baño, dirigiéndose hacia Sherry segundos después.

—¡Ya veo que me has robado a mi pareja! —comentó divertidamente Harper.

—Es que estoy esperando a mi bailarín. —rió ella, entregándole Carlos a Helena.

—Bien, baila con nosotros mientras.

El trío comenzó a bailar, y mientras que Helena hacía un paso de baile se acercó a Claire, "accidentalmente" pasando su codo por la boca de la joven chica, corriéndole levemente el labial rojo por toda la cara.

—Mierda. Lo lamento mucho, Claire. Me temo que te he corrido todo el maquillaje... —mintió levemente Helena.

—No te preocupes, Helena. Estamos todos muy apretados aquí. —le sonrió sin ninguna molestia Claire.

—Claire, te he estropeado el labial... ¿Por qué no te lo arreglas en el baño? —sugirió ella sonriéndole.

—Sí, está bien. Jordan, ¿me esperas?

—Cielo, si apenas se te nota...

—No importa, espérame.

—Hey, Jordan, baila conmigo. —le dijo animadamente Helena, mientras se soltaba la mano de Carlos. —Sherry, te dejo pareja nueva. —le rió la morena.

Claire se dirigió al baño, mientras que Leon salía de su escondite, dirigiéndose hacia el pasillo de los aseos.

La pelirroja entró al servicio de mujeres, mirándose en el espejo. Helena era una exagerada, puesto que apenas se le había corrido el maquillaje. Sin embargo, ya que estaba allí, decidió hacerse unos cuántos retoques, pasándose más labial de ese color rojo intenso por los labios.

Después de aquella acción guardó el labial en su pequeña cartera, peinó su cabello con un pequeño cepillo y salió del lugar, pasando por el pasillo que unía la pista de baile con los baños. Caminaba tranquilamente, para al instante chocar con un hombre muy alto de máscara blanca.

Éste rápidamente la tomó por la cintura, sorprendiéndola por completo. La acercó hacia él, sonriéndole levemente.

—¿Qué haces...?

El hombre de preciosos ojos azules la miró intensamente, sin musitar palabra alguna. Esa mirada ya la había sentido  varias veces y, sin decir nada, aquel enmascarado la besó apasionadamente, mientras le acariciaba la mejilla.

Claire intentó retractarse, pero no pudo, ese beso era perfecto, quizás el mejor que le hubieran dado en toda su vida... Rendida e hipnotizada por aquellos labios tan solo le tomó del cuello, besándolo desaforadamente mientras que su labial comenzaba a esparcirse por todo su rostro. Aquello no le importó, ni siquiera que a pocos metros su prometido estuviera esperándola en la pista de baile.

El hombre de la máscara blanca separó sus labios de los ella, mirándola por dos segundos. Claire intentaba recuperarse de aquel acto, a lo que el desconocido solo la miró sonriente para salir de allí rápidamente, dejándola en shock por el hecho recientemente ocurrido.

Redfield volvió a la pista completamente pálida, a la vez que algo despeinada por la violencia de aquel beso, que parecía necesitado. Su cara estaba totalmente roja.

—Claire, ¿estás bien? —le preguntó preocupado y a la vez divertido su novio.

—Sí...—consiguió decir ella, sin mirarle a los ojos.

—Pareces un payaso, tienes toda la cara roja. —le comentó riendo Jordan. —¿Que has hecho?

—¿Se me ha corrido el pintalabios? —dijo ella alarmada.

—Helena apenas te ha rozado, sin embargo, has venido peor de lo que estabas... ¿Qué ha pasado ahí dentro?

—Espera, tan solo... dame un segundo.

La joven corrió otra vez hacia el pasillo, buscando al hombre enmascarado, pero esta vez no pudo encontrarlo. Decidió ir al baño a arreglarse otra vez, y al cabo de unos cinco minutos pudo arreglarse como correspondía.

Con miedo salió del baño, mirando hacia todos lados. Afortunadamente no vio a nadie. Al llegar a la pista observó a Sherry, que ahora estaba bailando animadamente con Jake. Mientras, Carlos bailaba con Helena, Chris charlaba en la barra con Jill y ella se limitaba a reírse de sus bromas.

Después vio a mucha gente que no conocía bailando, para finalmente observar a su novio, que la miraba con cara de circunstancia. Ese individuo no se encontraba por ningún lado, lo que la tranquilizaba y la preocupaba a la vez.

—Oye, ¿seguro que estás bien?

—Eso creo...—susurró confundia.

—¿Bailamos, cariño?

—No, no me apetece bailar más. ¿Qué tal si bebemos algo mejor? —propuso la chica.

—No creo que pueda. Tengo que irme, amor. Mañana tengo un vuelo temprano y necesito descansar. —explicó.

—Claro, suerte. —se limitó a decir ella.

Jordan tan solo se sorprendió al ver que su prometida no le hubiese pedido más explicaciones, algo que agradecía eternamente. Dándole un beso se despidió de ella.

—Diviértete, te amo.

—Yo también.

El rubio caminó hacia la salida, dejando sola a Claire en la pista, quién miraba hacia todos lados, con el fin de encontrar al hombre que la había besado antes.

—¿Todo bien? —preguntó Leon, tomándola de la mano.

—¡No me beses aquí!—respondió ella algo asustada. —Ah, eres tú. Discúlpame, creía que eras otra persona...

—¿Qué te ocurre?

—Nada, no importa... ¿Bailas conmigo?

—Cómo negarme... —sonrió él.

Claire tomó la mano de Leon y se dirigió con el rubio hacia el centro de la pista, empezando a moverse lentamente.

—Claire, dime qué te pasa... —le susurró en el oído, sosteniendo su cintura y mirándola algo preocupado.

—Me ha ocurrido algo que nunca pensé que me pasaría...

—¿Qué ha pasado?

—Fui al baño a arreglarme, y cuando salí del allí un hombre me tomó por la cintura y... me besó. —dijo ella en voz baja.

—¿Enserio? ¿Y qué sentiste cuando te besó?

—Fue raro, jamás me habían besado de esa manera...

—Oh... ¿Besaba bien?

—Muy bien... ¿Sabes qué? No importa, tan solo necesito que me ayudes a buscarlo. —dijo bastante avergonzada.

Leon al escuchar aquello sonrió, mientras que Claire lo miraba extrañada.

—¿Qué te hace gracia?

—Nada, nada. Bueno, quizás lo haya visto... ¿Cómo era el tipo exactamente? —le preguntó fingiendo inocencia.

—No tengo ni idea. Llevaba un sombrero negro y no pude ver su traje muy bien. Fue muy rápido, apenas pude ver eso y su máscara, que era blanca, y esos preciosos ojos...

—Claire, probablemente ya se haya ido.

—Sí, supongo que tienes razón...

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Los invitados empezaron a deslizarse por la pista de baile. Leon estaba junto con Claire, Jake con Sherry, Rebecca con Billy, Barry con Kathy... Todo era demasiado perfecto.

Jill observaba la escena desde la barra, mientras que Redfield se hallaba apreciando lo hermosa que era.

—Y ahora, damas y caballeros... es hora de dar inicio al primer baile lento de la noche. —anunciaba Moira por el micrófono. —¿Todos listos? ¡Bien, que empiece la fiesta!

Acto seguido, la música comenzó a sonar, iniciando con una bella canción lenta.

—Señorita Valentine, ¿me concedería el placer de bailar conmigo? —pidió con gracia Chris, haciendo reverencia.

—Qué tonto eres... —bromeó ella.

Chris le sonrió, tomándola en sus brazos. Ambos comenzaron a moverse al ritmo de la música, como si fueran uno. Era fácil seguir los pasos del otro, ya que conseguían ponerse en sintonía. Ambos se sonreían el uno al otro como idiotas, mientras que Redfield la guiaba.

Just stop your crying
It's a sign of the times
We gotta get away from here
We gotta get away from here
Stop your crying
Baby, it'll be alright
They told me that the end is near
We gotta get away from here

We never learn, we been here before
Why are we always stuck and running from
The bullets?
The bullets
We never learn, we been here before
Why are we always stuck and running from
The bullets?
The bullets

We don't talk enough
We should open up
Before it's all too much
Will we ever learn?
We've been here before
It's just what we know

Stop your crying, baby
It's a sign of the times
We gotta get away
We got to get away
We got to get away
We got to get away
We got to get away
We got to, we got to, away
We got to, we got to, away
We got to, we got to, away

...

Leon le sonrió tiernamente a Claire, pegándola contra su cuerpo. La chica tan solo se dejó llevar, mientras que las expertas manos de Leon la dirigían al compás de Sign of the times. Con el agente Kennedy todo se sentía diferente y mágico, puesto que la música llevaba sus cuerpos y los movía a su voluntad. Claire estaba hipnotizada, cada vez que bailaban, el tiempo se esfumaba, los problemas y preocupaciones no existían, era cómo soñar despierta...

Claire entrelazó sus manos con las del rubio, mientras que él la guiaba a través de la pista, girando en varios círculos. Era un baile delicado, pero a la vez preciso y con fuerza. En ese momento ellos dos eran lo más importante, y a medida que se guiaban mutuamente, más cerca se sentían del otro. Con ese baile se vieron reflejados los sentimientos de ambos, sus miradas decían lo que sus corazones callaban, cómo si se transmitieran todo sin necesidad de palabras...

...

—Amo esta canción.  —murmuró Chris mirándola.

—Se nota. No sabía que bailaras tan bien... ¿hay algo que no sepas hacer? —cuestionó sonriendo ella.

—Creo que no, pero hay cosas que es mejor comprobarlas...

Jill apretó sus labios ante tal respuesta, pero fue incapaz de ocultar su asombro.

—Chris Redfield...  —admitió bromeando. —Ya veo cuánto te afectan los sueños eróticos... —le dijo algo pícara.

—Que mal pensada eres, Valentine. —rió el moreno.

—No creo que la mal pensada aquí sea yo. —dijo ella con el ceño fruncido, echándose a reír.

—Está bien, lo somos los dos... —se limitó a responder, abrazándola por la cintura y hundiéndose en sus hombros.

Al terminar la canción todas las parejas aplaudieron, mientras que los rostros de ambos se quedaron muy cerca.

...

La noche fue increíble, y Claire amó cada parte de ella. Sonriendo, se quedó a unos escasos metros del rostro Leon, quién la miraba muy sonriente, rozando su frente con la de ella. Las ganas de robarle un segundo beso a la pelirroja fueron muy grandes, pero prefirió no hacerlo, pues él sabía que no era el momento indicado, no aún...

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—¿Sabes? Todavía no he podido darte las gracias por todo esto... —le agradecía Jill, mirándolo con un brillo especial en los ojos. —Siempre estás haciendo algo por mí...

—Jill te mereces todo esto y más... —le susurró el moreno. —Si he hecho todo esto es por ti, pero principalmente es...

—¿Puedo interrumpir?

Jill reconoció al hombre de traje gris que aparecía en su panorama visual, habiéndola pillado por sorpresa. La pareja se quedó algo trastocada, sin saber qué responderle.

—Carlos... —susurró ella, algo fastidiada.

Aquello la había pillado de improvisto; no quería ser grosera con Carlos, pero lo último que quería en ese momento era despegarse de Chris. Sin saber muy bien qué hacer, hizo el intento de sonreír algo, mirando a Redfield con cara de apuro.

—Disculpa, Chris. —comentó Carlos, apartando al moreno. —Jill, ¿podemos bailar? Me gustaría hablar contigo...

—Claro... —aceptó ella, desganada.

Redfield la dejó ir a regañadientes, pues por nada del mundo quería alejarse de ella en aquel instante, mucho menos para dejarle la vía libre al capullo de Oliveira.

Chris les sonrió incómodo, intentando no mostrar demasiado su enfado. Después le dedicó una mirada a Jill, para luego dirigirse hacia un lado de la pista de baile.

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Veinte minutos después, la ronda de la canciones lentas había terminado. La pista comenzaba a animarse bastante, al igual que la música. Todos bailaban animadamente al ritmo de una salsa.

El reloj daba casi las tres de la mañana, pero a nadie le importaba realmente la hora, puesto que era una noche muy especial y de la que había que disfrutar al máximo.

Valentine bailaba muy pegada a Carlos, pues no era de esperar de que un hombre de sangre latina no supiera bailar salsa. Jill, fascinada por las pasos del moreno, le seguía a la par, mientras que se reían animadamente.

Chris, al observar cómo se movían y se sonrían se paralizó, mirándolos muy mal. ¿Cómo se atrevía el maldito? Hacía casi una hora él estaba con ella, a punto de, quizás, confesarle sus sentimientos, y ahora ella estaba con él. Jill parecía estar disfrutando, lo que le molestó aún más.

Barry, al ver que su amigo puso muy mala cara, parado en dirección a la pista de baile, se acercó a él con su copa.

—Vaya, mira a esos dos. —comentó divertido.

—¡Hijo de puta! —exclamó furioso.

—¿Celoso?

—Claro que no, pero míralo... —murmuró muy enfadado Chris. —¡Es un auténtico cabrón!

—Calma, hijo mío... Solo es un inocente baile. —intentó tranquilizar el hombre, pero le fue imposible.

—Necesito tomar aire, Barry. Si me quedo aquí le arrancaré las pelotas a ese cerdo.

—Estás celoso. —rió Burton. —Estoy acostumbrado a que te celes con los pretendientes de Claire, ¿pero con Jill? Ya puedo morir en paz. —dijo riéndose el hombre.

—No estoy celoso. —mintió pesadamente.

—Si que lo estás, tendrías que verte...

—No lo estoy es que... lo hace a propósito, él está celoso de mí porque siempre estoy con Jill... y ahora hace esto. ¿Cómo puede caer tan bajo? —se cuestionó molesto.

—Deja de poner excusas, se notan aún más tus celos. —le dijo Barry. —Lo que tienes hacer es decirle lo que sientes.

Acto seguido Burton se marchó del lugar.

Chris se quedó cinco minutos en el patio exterior, tratando de calmarse algo. Realmente no sabía porqué había reaccionado así, pero lo que sí que sabía era que aquellos no habían sido celos de amigos. Él quería a Jill, muchísimo.

Algo tranquilo decidió entrar de nuevo e intentar volver a disfrutar de la fiesta. Le fue imposible, pues al entrar vio a Jill abrazando a Carlos muy cerca de sus labios. Aquello hizo que se volviera a transformar en el Chris de unos minutos atrás, pero tomó aire e intentó calmarse.

—Christopher, tranquilo. No los mires, a ti eso no te importa. —se dijo él, sentándose en la barra del mini bar.

Pasó su mano por su frente, tratando de tranquilizarse y llamó al barman algo desesperado y bastante molesto.

—¿Qué desea? —preguntó el hombre.

—Lo más fuerte que tengas. —contestó él seriamente.

—¿Qué tal con el tequila? Es fuerte, y con dos vasitos pequeños ni te acordarás de tu nombre. —le explicó el camarero.

—Perfecto. Necesito algo rápido.

—¿Seguro? No es bueno embriagarse tanto, caballero.

—Ya me has oído. Necesito emborracharme.

El hombre le obedeció sin más, sirviendo una pequeña cantidad de alcohol en el vaso de chupito. Se lo entregó a Chris, quién la tomó y de un solo sorbo. Al instante sintió como la bebida le quemaba por toda la garganta.

—Joder, si que es fuerte. —se quejó tosiendo, golpeándose el pecho.

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Al cabo de una hora de sensuales bailes, Jill se dirigió hacia la barra buscando a Chris. Estaba emocionada por contarle que la rubia había ganado una competencia de baile algo improvista.

Chris escuchó que los invitados de la fiesta festejaban que Jill había triunfado vigorosamente, pero él no pudo verla, puesto que comenzaba a tener la vista muy borrosa.

—J-Jill... —gritó intentando llamarla, pero, para su suerte, pudo escucharlo.

—¡Chris! ¡He ganado! —festejó abrazándolo, pero rápidamente se separó de él, pues el fuerte olor a alcohol que transmitía su cuerpo ya hacía acto de presencia.

—Oh, por Dios... Chris, ¿has bebido?

—So-solo un poco de... de t-tequila. —admitió con dificultad, sonriéndole tontamente.

—Chris, ¿te has tomado todo eso? —dijo estupefacta, al ver tantos chupitos vacíos. —Es demasiado. Te llevo a casa, estás muy borracho y necesitas dormir...

—¿Me... llevarás a casa a... coque-coquetearme como... a... Carlos? —preguntó tartamudeando.

—¿Qué? Anda, vamos. —contestó ignorando la pregunta. Pasó su brazo por el cuello del chico, yéndose del lugar.

Jill rápidamente salió de allí, y en la puerta vio a Sherry y a Jake besándose. Birkin, al ver a Jill, se alejó del pelirrojo.

—¿Jill? —la llamó Sherry. —¿Qué le pasa a Chris? —se preocupó al instante ella, bastante confundida.

—Está borracho. Por favor, avisa a Claire de que me lo llevo a casa. Cualquier cosa que me llame al teléfono.

—Cállate, maldito de cabello Pantene. Mamarracho latino, roba citas guapas. A veces sueño que te ahorco con el cable de la plancha. —gritaba Chris sin sentido.

—Está bien, llévatelo. Solo dice incoherencias. —rió negando con la cabeza Jake, apreciando la ebriedad de Chris.

—Cállate mini Weskercito, le contaré a Leon que te besaste con su hija. —le señaló riendo sonoramente Chris, mientras que Jill se alejaba de ellos cómo podía con el capitán.

Valentine siguió caminando hacia el vehículo; una vez allí metió a Chris en el asiento del copiloto. Extrañamente se había quedado dormido. Era increíble que en tres minutos ya hubiese caído redondo, pero agradeció verlo tranquilo. Se sentó en el asiento, arrancó el coche y fue hacia casa.

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A la ex S.T.A.R.S. no le había costado mucho llegar a la vivienda con Redfield literalmente encima, pero ahora se había despertado, y eso le dificultaba mucho las cosas.

Jill abrió la puerta de la sala cómo pudo, agradeciendo que a pesar del estado de su amigo, aún recordarse donde tenía las llaves que él mismo le había entregado. Redfield parecía estar un poco mejor, aunque no demasiado.

—¿Qué harás conmigo? —le preguntó pícaramente, mientras caminaba apoyado en los hombros de Jill.

—Despejarte, grandullón. —le contestó, llevándolo hacia el cuarto de baño.

Jill sentó a Chris en el videt del aseo y abrió el grifo de la ducha para despejarlo un poco. De pronto, cuando fue a buscar a Chris para mojar su cabeza, el mayor de los Redfield había sacado una pequeña botella de licor de la que ella no tenía idea y él estaba por bebérsela entera.

Jill rápidamente se abalanzó sobre él, forcejeando hábilmente para que soltase la bebida alcohólica.

—¡No, Chris! ¿De dónde la has sacado?

—El barman es un idiota que ni sabe que se la robé. —rió él, mientras luchaba contra Jill e intentaba tomar un trago.

—Dámelo, Chris. —ordenó con seriedad ella.

—Está bien. —contestó, para acto seguido volcar todo su contenido sobre su traje de color negro. —Aquí tienes, biiiien vacía. —le tendió la petaca, mientras Jill lo miraba.

—Chris, estás fatal. —exclamó incrédula.

—¿Eres preciosa, lo sabías? —sonrió embobado.

—No.

Jill lo agarró cómo pudo y lo empujó suavemente hacia la ducha, haciendo que el chico se mojara por completo.

La rubia, desde afuera de la ducha, agachó la cabeza de Chris, haciendo que el agua comenzara a caer por gran parte de su nuca y cabeza, en un intento de tranquilizarlo.

—Esto se sentará bien.

—Ay no... Me duele el cuello.

—Lo lamento, querido. Nadie te mandó a emborracharte ni mucho menos a robar alcohol.

—Ven aquí. —le pidió Redfield.

—No, no sabes lo que haces.

—Por favor.

Chris, en un movimiento muy habilidoso escapó de las manos de Valentine y rápidamente la empujó hacia su cuerpo, haciéndola entrar a la ducha también.

—Basta, este no eres tú... —le dijo ella.

El agua comenzó a empapar a Jill, haciendo que la fina tela que se pegaba a su escote marcara aún más sus pechos. Chris, al observarla, inevitablemente se mordió un labio.

—Eres tan sexy... —le susurró Chris.

—Ch...chris, es suficiente. —tartamudeó ella.

Chris, con mucha fuerza apoyó a Jill contra la pared, posando sus perfectos labios contra los de él. La rubia intentó negarse ante tal fogoso acto, pero simplemente no le fue posible. Era Chris de quién se trataba y no podía negar que ella también lo deseaba muchísimo...

Con rapidez, pasó sus manos alrededor de su cuello, moviéndose de lugar. Ahora Chris estaba apoyado en la pared y Jill acorralaba al capitán peligrosamente.

Redfield rodeó la cintura de Jill con sus fuertes y varoniles brazos, apoyando su zona erógena en la de ella, convirtiendo automáticamente ésta en una notable erección. Y mientras ambos se besaban desaforadamente y con mucho deseo, él le permitió lugar en su boca, muy gustoso de recibir su juguetona y experta lengua.

Jill, al notar aquel estado de excitación comenzó a pasar delicadamente su mano por la entrepierna de su amigo, logrando así hacer gemir al gran capitán Redfield.

El ambiente cada vez se tornaba en uno más subido de temperatura, también lo que comenzaba a suceder entre ellos dos, pero los miles pensamientos de Jill comenzaron a jugarle en contra. No, no podía aprovecharse de él, mucho menos en ese estado. Suspiró, alejándose de ahí.

—No Chris, así no. Quédate aquí...

Jill salió de la ducha algo traspuesta, mientras que se escurría cómo podía el vestido y se quitaba los pesados tacones, que la mataban desde hace un buen rato.

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Tras acabar la gran fiesta, Redfield le había pedido amablemente a Leon que la llevase a su piso, puesto que Jordan estaría durmiendo en casa y prefería no despertarlo. En unas cuántas horas se iría a trabajar por un mes a Los Ángeles, quedando ya poco tiempo para la gran boda...

Una vez se casaran, ya no habría marcha atrás... Claire y Jordan estarían juntos por el resto de sus vidas, a no ser de que alguien llegase y lo cambiase absolutamente todo.

Después de un largo viaje en coche, la pareja había llegado a su destino. La chica abrió sigilosamente la puerta de su departamento, mientras que Leon sonreía, recordando aquellas imágenes. Aquel había sido el mejor beso que dio y que le habían dado, sin duda alguna. Ahora tenía una idea de lo que sentía por ella; la quería con todo su ser.

—¿Estás bien? —le preguntó Claire.

—¿Eh? Oh, sí...

—¿Quieres pasar?

—Quizás otro día, estoy algo cansado.

—Bien, pues nos vemos el lunes.

—Sueña con tu besador. —bromeó Leon.

—Créeme, lo haré. —rió ella. —Leon... por favor, esto queda entre tú y yo, no se lo cuentes a nadie. —le pidió algo seria.

—No te preocupes, soy una tumba. —Buenas noches, pelirroja. —le susurró Leon, dirigiéndose hacia el ascensor.

—Buenas noches. —se despidió ella con una gran sonrisa, cerrando la puerta.

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¡Al fin! Perdonad la tardanza en actualizar pero he estado muy ocupada últimamente y este ha sido un capítulo bastante largo que quería que quedase lo mejor posible. ¿Qué os ha parecido? Cuanta tensión sexual en el ambiente de repente... 🌚 Dicho esto, espero que disfrutéis del capítulo y nos leemos pronto.

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