Capítulo 15: Una cena algo peculiar.
Era una noche cálida y tranquila en la cuidad de Nueva York, apenas eran las 5:48 am cuando Chris decidió mirar el reloj de su mesita de noche. Odiaba el no poder dormir, pues necesitaba descansar. Su última misión lo había dejado hecho polvo y no había dormido gran cosa, además de que últimamente no podía sacarse de la cabeza a Jill.
Cerró sus ojos e intentó dormir sin éxito, cuando de pronto, se escuchó el sonido de la puerta de su habitación abrirse. Al escuchar aquel sonido abrió sus ojos, reincorporándose en la cama para descubrir quién era aquella persona.
Detrás de la puerta se acercaba una chica rubia de unos hermosos ojos color grisáceo. Vestía un short bastante ajustado y corto, una camisa blanca y su cabello estaba suelto. Era Valentine, quién al parecer estaba preocupada.
—Chris, no quería despertarte, perdóname...—se disculpó la joven en voz baja, apenada por haberlo despertado.
—No te preocupes. —le sonrió algo. —No podía dormir... ¿Qué haces aquí?
—Tuve una pesadilla y me preguntaba si podría dormir contigo el resto de la noche, así me tranquilizo... ¿Puedo?
—Claro, ven. —dijo el chico, dejándole un lugar a su lado.
—Gracias.
Jill se escondió bajo las sábanas junto con Chris, quién se limitaba a cerrar su ojos. Por su parte, Jill no podía dejar de mirarlo; estaban cara a cara, y podía sentir su respiración en su nariz. Se veía muy guapo y tierno intentando dormir. Ella sentía una gran atracción por el capitán, y era cierto que se moría de ganas por besarlo. Valentine no pudo evitarlo y lentamente, sintiendo su respiración, acercó sus labios hacia los de su compañero, uniéndolos en un beso.
Chris se quedó muy sorprendido por el acto de su amiga, pero por alguna razón no pudo dejar de besarla. Sin embargo, un ataque masivo de pensamientos lo atacó.
«Chris, esto no está bien, es mejor que pares ahora».
—Jill, ¿qué haces? —preguntó muy desconcertado.
—Chris, desde que te conozco no pude evitar enamorarme de ti, no te haces una idea de cuánto deseo y quiero esto...
—Jill, yo te quiero muchísimo y creo que lo sabes, pero no me gustaría arruinar nuestra amis...tad. —susurró él.
Mientras Redfield hablaba, Jill se quitó con agilidad el pijama, quedándose en ropa interior y mostrando su perfecto físico, lo que había dejado sin habla al moreno.
—Vamos, Chris. Solo será una noche, y sé que tú también lo estás deseando... —le dijo ella seductoramente, acercándose muy peligrosamente hacia su compañero.
Cuando Jill se quiso dar cuenta de la situación, ya tenía a Chris encima de ella, besándola y acariciándola por todas partes. Los besos iban subiendo de temperatura cada vez más, cuando la rubia decidió avanzar al siguiente nivel; bajarle el pantalón que usaba para dormir, para después quitarle el bóxer, tomar entre sus manos su ya erecto miembro y llevarlo a su boca, lamiéndolo suavemente.
—Oh Jill, por Dios... —fue lo único que pudo decir entre gemidos Redfield.
El estado de excitación Chris era realmente impresionante, pues ninguna otra mujer había conseguido excitarlo de esa manera, ni tampoco había tenido tanta habilidad en el sexo oral cómo la estaba teniendo Valentine en ese instante.
La rubia terminó deliciosamente con aquel acto, poniéndose a horcajadas del moreno a continuación. Decidió deshacerse de su sujetador de encaje blanco cuando...
Chris despertó agitadamente sobre su cama, mientras que los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas. Gotas de sudor recorrían su frente, aunque estaba ligeramente excitado, pues era la primera vez que tenía un sueño erótico y peor aún, con Jill... Aquello no había sido real.
—«Mierda, ¿qué acaba de pasar?»
Observó el reloj y marcaban las 6:46 am, para después mirar hacia el lado derecho de su cama, que estaba vacío. Por alguna razón revisó su habitación, pensando en la posibilidad de que su amiga si que hubiese estado ahí.
Decidió ir a la cocina a tomar un vaso de agua, pues el sueño lo había dejado muy aturdido. Todo parecía tan real... juraría haber sentido cuando la tocaba, cuando la besaba... Suspiró al caer en cuenta de que todo no había sido más que un sueño, ya que Jill no estaba por ninguna parte.
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Claire se encontraba apoyada en la baranda de su balcón, mientras que miles de pensamientos le rondaban por la cabeza. Estaba molesta; hacía al menos cuatro días que no sabía absolutamente nada de su novio, lo que realmente comenzaba a preocuparla y asustarla. No le contestaba ninguna llamada, y mucho menos los mensajes de texto.
Ella sabía que tenía mucho trabajo, pero de todas formas ya había pasado suficiente tiempo como para no haberle dejado ni un mensaje. ¿Qué le costaba llamarla para decirle al menos que estaba bien? Tan solo dos minutos y listo. Quería escuchar su voz, quería tenerlo cerca, tanto, que fue a visitarlo a su departamento, pero nadie estaba en casa.
Definitivamente algo pasaba con él. Desde los últimos días se comportaba muy distinto; no la visitaba con frecuencia como lo hacía antes y por ello, se estaba preocupando. No quería terminar con él, mucho menos devolverle el anillo, pero si la situación seguía así las cosas se complicarían.
La pelirroja necesitaba buscar algo con lo que entretenerse para olvidarse un poco del tema. Lamentablemente, lo único que se le ocurrió fue recurrir a Facebook. Al hacerlo, vio conectado al hombre que tanto la había preocupado.
Bastante enojada decidió escribirle:
—¡Por fin has aparecido! ¡Hace días que no sé nada de ti!
—¡Hola, amor! ¿Por qué estás así?
Claire tenía la gran necesidad de estampar el portátil contra la pared ante esa pregunta. Ella misma le estaba diciendo la razón de su enfado y él le salía con esa respuesta...
—No te hagas el idiota conmigo. Hace días que no contestas a mis llamadas ni a mis mensajes. Creo que me merezco una explicación, y ni se te ocurra decir que es por trabajo porque no creo que trabajes en Facebook. Podrías haber aprovechado para llamarme y decirme al menos que estabas bien, estaba muy preocupada por ti, Jordan...
—Cariño, lo lamento mucho.
—¿Lo lamentas? ¿Solo eso? Necesito una explicación.
—Es el trabajo y lo sabes.
—¿Sabes qué? Métete el trabajo por donde te quepa, yo tengo que proteger a millones de personas día a día y aún así tengo tiempo para contestar tus malditas llamadas.
A continuación, Claire se desconectó del chat con rapidez. La furia le recorría por las venas y lo hacía sin piedad.
Su teléfono comenzó a sonar, y como era de esperar, se trataba de Jordan, pero no, esta vez no le atendería; quería que sufriese lo mismo que había estado sintiendo durante todos esos días. Mientras que su móvil sonaba con la canción Welcome to the jungle, Claire comenzó a llorar.
Odiaba pelearse con su prometido, pero aquella era la única manera de que aprendiese la lección. Después de varios minutos el aparato dejó de sonar. Al instante, una notificación iluminó la pantalla del mismo. Éste decía lo siguiente: "Jordan te ha enviado dos mensajes nuevos".
Borrando sus lágrimas, que caían sobre sus mejillas, revisó WhatsApp y pudo ver que el rubio le envió lo siguiente:
—Claire, por favor, perdóname. Me he comportado como un idiota contigo durante todo este tiempo y quiero poder compensártelo de la mejor manera. Es urgente, por favor.
La pelirroja decidió ignorar aquel mensaje, no le importaba nada de lo que pudiese decirle. Suspiró, y cerró los ojos.
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Las 9:24 pm era la hora que marcaba el reloj de la cocina de Christopher Redfield, que se encontraba ultimando los últimos detalles para la cena de bienvenida junto con Jill.
Los demás miembros brillaban por su ausencia, al igual que Claire, que debería de haber llegado hace bastante rato. Sin embargo, la rubia se había ofrecido para ayudarle con la comida y echarle una mano en todo lo que pudiese.
Era cierto que el capitán de la B.S.A.A. llevaba un día muy raro, especialmente con su compañera, debido al sueño tan extraño que había tenido por la mañana. Había intentado evitarla a toda costa en el trabajo, pero aquello realmente no era una opción. Valentine no era idiota, y seguramente ya habría notado que algo le pasaba a su amigo y que, por alguna razón, tenía que ver con ella.
—Chris. —lo llamó la rubia.
—¿Sí? —le preguntó algo nervioso, a la vez que se encontraba cortando un par de cebollas y tomates.
—¿Se puede saber qué te pasa?
—¿A mí? No me pasa nada, estoy perfectamente.
—Ya, claro, y yo nací ayer. —comentó sarcástica la chica. —Llevas todo el día sin musitar una palabra, apenas me has hablado en toda la mañana, y de hecho empiezo a pensar en qué he podido hacer mal...—le explicó ella.
—No, no. —negó rápidamente él, dejando sus labores para mirarla directamente a los ojos. —Es... complicado, no sabría qué decirte.
—Oh, creo que puedo soportarlo. —contestó cruzándose de brazos.
—Te prometo que no tiene nada que ver contigo, bueno sí, pero tú no has hecho nada...—intentaba justificarse él.
Ella arqueó las cejas aún más confundida.
—No me importa, Chris. Quiero saberlo.
—Pues... anoche tuve un sueño muy raro.
—¿Y qué fue lo que soñaste?
—Jill, no creo que quieras saberlo...
—Claro que quiero, cuéntamelo.
—Bien... tuve un sueño erótico. —admitió difícilmente.
Jill no pudo aguantarse y al cabo de unos segundos soltó una carcajada bajo la miedosa mirada del capitán.
—¿Un sueño erótico? —volvió a reír ella, negando con la cabeza. —Vaya, vaya, Chris Redfield teniendo sueños cochinos. Ahora dime, ¿quién fue la afortunada?
—Jill, mejor dejemos el tema aquí, ¿sí?
—¡Ni se te ocurra, Redfield! —le advirtió divertida su compañera. —Venga, dime. ¿La conozco?
Chris suspiró arrepentido. ¿Cómo demonios se le había ocurrido contarle aquello? Ahora debería decirle toda la verdad, ya que al fin al cabo era incapaz de mentirle.
—¿Prometes no enfadarte?
—Lo prometo. —le dijo sonriéndole.
—Está bien, tú eras la "afortunada" del sueño.
—...
—...
—¿Qué? —rió sonoramente Jill. —¿Yo? ¿La afortunada? Bueno, ¿y cómo estuve? —preguntó muy curiosa.
—Pero, ¿de verdad no te molesta todo esto y que me hayas manoseado y todas esas cosas? —le dijo incrédulo.
—Claro que no. Tan solo son sueños y no podemos ir contra ellos. —le sonreía ella, realmente divertida por las reacciones tan maravillosas de su amigo. —Oye, ¿y en el sueño decía algo? Por ejemplo: ¡Ay, sí! ¡Eso es Redfield, más rápido, más fuerte! ¡Aahhh! ¡Soy toda tuy...
—¡Por Dios, Jill! ¡Cállate! ¿Acaso quieres que te escuchen todos los vecinos? —le interrumpió tapándole la boca.
—Deberías de haber visto tu cara cuando grité, era para haberte sacado una foto. —volvía a reír la rubia. —No te preocupes, Chris. Yo también he soñado muchas veces contigo. —sonrió ella con algo de picardía.
El chico casi se atragantó al oír esas palabras por parte de Jill, tanto, que casi se atragantó con su propia saliva. Sin duda alguna, estaba dispuesto a decir algo al respecto, pero el timbre sonó en el momento menos indicado.
—¡¿Qué?!
—Oops, el timbre... —comentó riendo ella, pues había obtenido la reacción que quería en Chris. Rápidamente, se alejó de la cocina, dejando a Redfield pasmado por aquella confesión tan jugosa, dirigiéndose a abrir la puerta.
—Pero qué demonios...—susurró él al borde de un infarto.
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—¡Claire! Por fin llegas...—comentó alegremente Valentine, abriéndole la puerta a su amiga. —¿Qué tal el día?
—Bien... —dijo sonriéndole. —¿Y el tuyo? —preguntó esta vez la pelirroja, dejando su chaqueta sobre el sofá.
—No te creo.
—¿Por qué lo dices?
—Se nota que estás triste...
Hasta Valentine, que la conocía de hace relativamente poco, se daba cuenta del estado en el que se encontraba, y eso que hacía la mejor de sus sonrisas para ocultarlo...
—Estoy cansada, eso es todo.
—Claro...—susurró Jill, algo preocupada.
—¿Dónde está mi hermano?
—Ah, sí...—se rió Jill, recordando lo sucedido. —Creo que lo he dejado algo traumatizado en la cocina, culpa mía.
—¿Qué? —rió con el ceño fruncido Claire.
—¡Hermanita de mi corazón! —exclamó Chris, quién había aparecido por el umbral del salón, dándole un abrazo.
—También me alegra verte, Chris. Aunque nos hayamos visto hace un par de horas. —dijo extrañada, devolviéndole el abrazo, mientras Valentine se reía por lo bajo.
—No te haces una idea de lo feliz que me hace verte, enserio. —le decía Chris, recalcando sus palabras de forma exagerada, sin dejar de abrazar a la menor de los Redfield.
Claire, confusa por cómo actuaban esos dos... supuso que algo había pasado no mucho antes de que ella llegara.
—Hmmm... está bien. —rió Claire, apartando a su hermano suavemente. —¿Se puede saber qué narices os ocurre?
—Oh, no pasa nada. Verdad, ¿Chris? — comentaba "inocentemente" Jill, bebiendo de una copa de vino rosado.
—¡Cierto! Sí, eso. Nada pasó... todo está bien, sí...
—Bien... Pongamos la mesa entonces, los demás estarán por llegar. —dispuso Claire, poniéndose manos a la obra.
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Recién eran las diez de la noche, aunque Leon y Helena seguían brillando por su ausencia, al igual que Claire, que estaba en la terraza de arriba atendiendo una llamada.
Jill sabía perfectamente que si Claire salía de aquel lugar haría un urgente interrogatorio con las chicas. Era claro que le pasaba algo, y ella misma se encargaría de descubrirlo.
—¿No se habrán perdido? —preguntó Rebecca.
—No lo creo, quizás sea por el tránsito; es fin de semana y la carretera es insoportable. —le explicó la rubia.
El teléfono de Jill comenzó a sonar; al instante respondió.
—¿Hola?
—Hey, Jill. —saludó Leon. —Llegaremos en diez minutos.
—Perfecto, ahora nos vemos.
La rubia cortó la llamada y guardó el teléfono en su bolsillo.
—Llegarán en unos diez minutos.
—Tenemos que avisar a Claire.
—¿Claire? Hace rato que está en la terraza, además cuando llegó la noté algo triste.
—¿Por qué? —preguntó esta vez Sherry, apareciendo por la puerta de la cocina.
—No lo sé, no me ha querido decir nada, aunque tampoco le he insistido demasiado. —contaba la rubia.
—¿Habrá discutido con Jordan?
—Quizá...—respondió Jill pensativa.
—Ya sabéis lo que tenemos que hacer, ¿no es así?
—Pues claro. En cuánto salga de la terraza la pillaremos por sorpresa, ¿de acuerdo, chicas?
Ambas asintieron en respuesta a lo dicho por Valentine, sonriéndose maliciosamente.
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La radio sonaba tranquilamente en el coche de Leon, pero al parecer, el rubio ya estaba de mal humor. Odiaba llegar tarde, aunque esta vez había sido por una buena causa; todo había ocurrido por ayudar a Sherry con su vestido para la fiesta de máscaras. Su pequeña estaría preciosa.
—No veo la hora de verla. —comentaba Helena.
—Parecía una princesa, hermosa e irreconocible. No es por presumir pero... parte del mérito es mío. —sonreía Leon.
—¡Cuéntame que le compraste!
—Ya lo verás, se verá muy hermosa.
—Ojalá hicieras lo mismo conmigo. —bromeó ella.
—Vamos Helena, tú ya eres una princesa.
—Eso es muy tierno. —sonrió ella. —¿Y qué princesa soy?
—¿Acaso no es obvio? Fiona. —rió el rubio.
—Eres un hijo de puta... —murmuró rodando los ojos.
—Has conseguido ponerme de buen humor. Pero hablando en serio... tú también tienes lo tuyo. Por ejemplo...—la observó detenidamente. —Bueno... eres simpática.
—Vuelves a fastidiarme y te saco del maldito coche aquí mismo. —lo amenazó ella, con cara de pocos amigos.
—Yo también te quiero amiga mía, pero para mi suerte, ya hemos llegado. —le contestó divertido el rubio.
Los dos agentes de la D.S.O. bajaron del vehículo. Pudieron distinguir a Billy, Barry y a una mujer, que al parecer era su esposa, charlando en la entrada de la casa.
—¡Por fin habéis llegado! —exclamó Barry.
—El viaje no acababa nunca... —suspiraba el agente.
—No está tan lejos... —comentó Burton. —Leon, Helena, quiero presentaros a mi querida esposa, Kathy Burton.
—Un gusto, chicos. —saludó la mujer.
—Igualmente. —dijeron amablemente a la par.
—Bueno, entremos que la comida ya casi está. —dijo Billy.
Luego de aquel saludo entraron a la acogedora casa de Chris, recibiendo los saludos de sus nuevos compañeros.
—Pensamos que os habían secuestrado o algo así. —dijo Becca, mientras aparecía desde la cocina con las demás.
—Fue culpa de Leon que se atrasó. —aclaró Harper.
—Para que luego digan que las mujeres tardamos demasiado... —bromeó esta vez Jill.
—En verdad, yo tengo parte de la culpa. —intervino Sherry riendo. —Bueno, lo importante es que ya estamos aquí.
—Exacto, solo falta Claire que está arriba. —añadió Billy.
—Chris, ¿por qué no vas a buscar a tu hermana? —le preguntó amablemente Jill.
—Claro. —dijo abandonando la sala.
Unos dos minutos después Claire bajaba algo más alegre por las escaleras, acompañada de su hermano mayor.
—Hola a todos, disculpad que no bajara a saludar pero estaba con una llamada importante. —explicaba Claire.
Todos los demás la saludaron amistosamente, mientras poco a poco se acomodaban en el centro de la mesa.
—Pasad, sentaos mientras la comida termina de hornearse. Claire, a la cocina, ahora. Helena, si quieres acompañarnos puedes hacerlo, también queremos hablar de algo contigo... —les ordenaba seriamente Jill.
Rápidamente, todas las chicas desaparecieron del comedor, dejando algo confusos a los chicos, los cuáles decidieron no darle mucha importancia al asunto.
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Las chicas se encontraban en la cocina, muy contentas por darle la bienvenida a Helena a su grupo. Aunque Sherry acababa de llegar a la B.S.A.A, ella ya mantenía cierta relación con las chicas, en general, desde hace unos años.
—Chicas, tenemos que darle la bienvenida a nuestra ronda de amigas a la agente de la D.S.O, Helena Harper. Bienvenida. —exclamó Jill, mientras las demás aplaudían.
—¿Ronda de amigas? —preguntó Helena.
—Sí, básicamente consiste en que cuando una de nosotras tiene un problema o notamos que alguna de una de nosotras está mal se organiza una ronda. La ronda consiste en juntarnos en alguna de nuestras casas, encerrarnos en alguna habitación y tumbarnos en el suelo juntando nuestras cabezas, formando así una ronda. Sin embargo, cuando es una reunión de máxima urgencia lo hacemos en la oficina de Claire, ya que es mucho más espaciosa. —explicaba muy profesionalmente la pequeña Sherry.
—Entiendo, contad conmigo. —sonrió ella.
—Además, tenemos a nuestra queridísima invitada especial de hoy que es Kathy. —comentó felizmente Rebecca.
—Pensé que os habíais olvidado de mí. —rió la mujer, mientras miraba a las más jóvenes del grupo.
—¡Claro que no! Bueno, justamente hoy tenemos un buen interrogatorio...
—¿De qué se trata? —preguntó Claire algo preocupada.
—De ti... cuéntanos Claire, estás mal y todas lo sabemos.
—Chicas, no quiero hablar...
—Vamos, cuenta, no te hagas la difícil, por favor...—dijo Sherry, preocupada por la que casi era como su madre.
—Me he peleado con Jordan... —confesó rendida la pelirroja, lanzando un pesado y largo suspiro.
—¿Por qué? —preguntó Chambers.
—Porque hace varios días que no contesta ni mis llamadas ni mensajes, y básicamente lo he mandado a la mierda. Él dice que no me contesta porque está trabajando, pero yo también trabajo y siempre saco tiempo de donde puedo.
—¿Es la primera vez que hace esto?—preguntó Helena.
—Sí, jamás se había comportado así...
—¿Cuándo está contigo se va temprano porque según él tiene trabajo?
—No, aunque en estas últimas semanas...
—Entonces, Claire... te lo digo con una mano en el corazón, yo creo que te está engañando, he pasado por lo mismo y sé lo que se siente. —le comunicaba Harper.
—¿Qué? ¡No! Jordan ni siquiera tiene tiempo para engañarme. Él me quiere muchísimo, igual que yo a él.
—Claire, yo estoy de acuerdo con Helena, si te quiere puede sacar tiempo que dedicarte, créeme. —opinó Jill, mientras abría el horno y observaba la lenta cocción.
—No sé qué pensar... Ya hablaré con él.
—Si le preguntas simplemente te dirá que no te está engañando. —explicó Kathy encogiéndose de hombros.
—Iré al jardín para despejarme un poco...
Claire caminó hacia el el jardín llena de pensamientos negativos. ¿Y si era verdad? ¿Y si su prometido estaba con otra mujer? ¿Qué debía hacer? Estaba realmente asustada, pues dos maravillosos años de su relación serían arruinados si lo que decía Helena Harper era cierto...
—¿Quieres una cerveza? —le ofreció Jake.
—Sí, la necesito...
Claire tomó la botella, comenzando a degustar la cerveza con su cabeza a mil por hora. Se sentía muy confundida, y sabía que tenía que hablar con él, pero si Helena tenía razón de seguro le mentiría en la cara. Necesitaba una opinión masculina, y por razones más que obvias no iba a preguntarle a su hermano, ya que armaría un escándalo.
Lo único que le faltaba era Chris corriendo por las calles buscando a Jordan para matarlo despiadadamente. Necesitaba hablar con Leon, pero eso lo haría después...
Minutos después de haberse despejado, volvió a entrar la cocina algo más calmada, aunque con miles de preguntas.
—Hey, ¿estás mejor? —le dijo Becca.
—Sí, eso creo... —susurró ella. —He estado pensando en que hace mucho que no le veo, tengo de hablar con él.
—¿Hace cuánto? —preguntó Jill.
—Pues la última vez que lo vi fue cuando Leon vino a ca...—agachó la cabeza, arrepentida por haber nombrado eso.
Claire rogaba a los dioses para que ninguna de las chicas hubiese escuchado lo que había dicho, pero era tarde, pues todas se acercaban a ella de forma poco amistosa.
—¿Yo he escuchado Leon o es la edad que me juega malas pasadas? —preguntó curiosamente Kathy.
—Habla, Claire. —la obligó Jill.
—Yo no he dicho eso. —intentó mentir nerviosamente, alejándose del grupo, mientras se acercaban más y más.
—Yo he escuchado Leon... —dijo Sherry.
—Hmm chicas, me he confundido, enserio...
—¡No te has confundido! ¡Habla o le digo a Chris lo que está sucediendo con Jordan! —amenazó Valentine.
—¡Está bien, lo contaré todo! —dijo desesperada.
—Cuéntanos.
—Bueno, hace unos días vino a mi casa porque sí, nada más. —explicó breve, mientras se arreglaba el flequillo.
—¡Está mintiendo, se ha acomodado el flequillo! —exclamó rápidamente Sherry.
—¿Y eso qué tiene...? —preguntó confundida.
—Pues que cada vez que mientes te tocas el flequillo, queridísima pelirroja... —decía Birkin cruzada de brazos.
—Maldita sea, está bien os lo contaré, pero Sherry, prométeme que no gritarás por nada del mundo.
—Lo prometo. —sonreía emocionada la rubia.
—Casi nos besamos, pero solo llegó a rozarme los labios, nada más. Esta vez estoy diciendo toda la verdad...
¡Aaaah! ¡Dios mío! —decía entre gritos Sherry, mientras que saltaba eufóricamente sobre las baldosas de la cocina.
—¿Veís? Por eso no quería contarlo.
—No lo puedo creer, ¿eso es todo? —preguntó Jill.
—Sí, y ya le he dejado claro que solo seremos amigos.
—¿Estás loca? ¡Deja a Jordan y quédate con el galanazo!
—No, yo quiero a Jordan.
—Pero si Jordan... —intentó interrumpir la rubia.
—Pero nada, ¿de acuerdo? No quiero a hablar del tema.
—Está bien... —suspiró Jill.
El grupo se disuadió rápidamente, mientras que Chris y Jill llevaban la comida ya horneada a la mesa y los demás ayudaban a poner algunos platos, copas y cubiertos.
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La cena había transcurrido muy bien y había sido muy divertida, menos para Claire, que divagaba entre sus miles de pensamientos. Apenas tenía hambre, y su estómago estaba cerrado. Tenía cierto miedo de que todo fuese verdad, y la verdad es que no podía pensar en otra cosa.
Cerró sus ojos, sintiendo el aire del jardín de la casa chocando contra su rostro. Sin saber cómo, sintió que alguien familiar tocaba su hombro; rápidamente lo miró.
—Por primera vez no estás hablando sola. —sonrió Leon.
—Sí, algo muy raro en mí...
—Oye, ¿estás bien? Te he notado muy desanimada en la cena. Claire, si necesitas algo, lo que sea... —le decía con sinceridad. —Estoy aquí, y siempre voy a estarlo...
—Gracias... —sonrió apenada. —Es cierto que no estoy especialmente bien, para qué mentirnos... necesito consejo.
—Por supuesto, cuéntame.
—Hace unos días que Jordan no contesta mis llamadas ni mis mensajes, ni siquiera ha venido a verme. Siempre lo mismo, cada vez que lo llamo no contestaba. En este mes nos hemos visto mínimo tres veces. Lo invito a cenar, a salir por ahí y nunca puede. ¿Tu qué opinas al respecto?
—Bueno, como experto en mujeres que soy, yo creo que... cómo decirlo no tan directamente... te está engañando.
—No, no lo creo. Yo creo que solo se ha cansado de mí.
—Tal cuál tu dices, se ha cansado de ti y está con otra mujer. —le comentó. —Y de hacerlo... sería el hombre más idiota del mundo, cualquiera en su sano juicio se quedaría contigo sin dudarlo. Eres increíble, Claire. No lo olvides.
Claire no pudo evitar sentir un vuelco en su corazón tras escuchar esas palabras; era cómo si Leon le hubiese aportado toda la seguridad que necesitaba en aquellos instantes. Por alguna razón, la pelirroja necesitaba un fuerte abrazo, y cómo si Leon le hubiese leído la mente, se acercó hacia ella y delicadamente la escondió entre su pecho.
—Muchas gracias... —le agradeció ella, aferrándose cálidamente a su cuerpo.
—Tranquila... sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, y que sepas que si te hace el más mínimo daño Chris y yo nos encargaremos de romperle el cuello...
Claire al escuchar aquel comentario rió.
—Me parece bien. —susurró riendo.
—¿Vamos dentro? Los chicos están jugando a "Dígalo" con mímica. —le ofreció el rubio.
—Claro, vamos.
Leon y Claire caminaron abrazados hasta llegar a la puerta, pero si entraban así, Sherry daría un espectáculo de gritos, y el que tendría el cuello roto esta vez sería Leon por parte de Chris.
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Que lindos que son Claire y Leon, ¿no es así? Espero haberlos hecho sufrir con el sueño de Chris... Nos leemos pronto. 🥰
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