Capítulo 14: Somos amigos, ¿no?

El entrenamiento era una gran descarga para Claire Redfield, especialmente después de lo ocurrido hace unas horas. Por ello, decidió llegar temprano a la central, para así poder entrenar un poco sin que nadie la molestara.

Una parte de ella quería aclarar las cosas con Leon, pues probablemente le hubiera sentado fatal haberse enterado el último de que estaba prometida y a punto de casarse. Sin embargo, por otra parte, no quería ni verlo, pero de todas formas se lo acabaría cruzando hoy en cualquier momento.

Tenía cierto miedo a que esa situación volviese a repetirse; y no, no era una idea que le disgustara en absoluto, pero se sentía mal. Es más, ¿qué hubiera pasado si Jordan no hubiese llegado en ese momento? Ni quería imaginárselo...

Era increíble cómo había perdido el total control de su cuerpo. Esa mirada llena de deseo la había dominado por completo, y lo peor de todo era que no sabía cómo trataría a Leon después de lo ocurrido. Debía borrar al rubio de su mente, sin embargo, cuando él se acercaba, se ponía nerviosa, incluso se sonrojaba... Eso la enfureció, golpeando fuertemente el saco que tenía frente a ella.

—Hey, ¿qué pasa? —preguntó Rebecca apoyada en el umbral la puerta.

—Nada, tan solo quería entrenar.

—Claire, solo entrenas a las seis de la mañana cuando estás de mal humor o te pasa algo. —dijo la científica, cruzada de brazos. —¿Estás bien? Podemos hablar...

—Estoy de maravilla. —mintió ella, golpeando aún más fuerte el saco de boxeo.

—No lo creo. Puedes confiar en mí, Claire. Considero que soy la única aquí que verdaderamente sabe guardar todos tus secretos. Ya sabes, Jill es muy chismosa, y Sherry... bueno, mejor ni hablemos de ella. —rió Chambers.

—Sí...—suspiró riendo Claire. —Está bien, pero aquí no.

—¿Qué te parece si te invito a comer a la salida? —preguntó ella, observando cómo Redfield golpeaba el saco.

—Perfecto. —sonrió. —A todo esto, ¿qué haces aquí tan temprano? —cuestionó algo confundida Claire.

—Bueno, hoy vine más pronto para experimentar con nuevas vacunas, además de adelantar algo de trabajo.

—Qué raro... Rebecca Chambers, la adicta del trabajo. —añadió con humor. —Bueno, suficiente... Voy a darme una buena ducha. —finalizó saliendo de allí.

—Nos vemos luego.

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Leon y Helena se encontraban en el ascensor sin decir palabra. Helena conocía muy bien a Leon, y si decía algo de más lo pondría de un peor humor del que ya tenía, pero aún así tenía que romper el hielo, no quería verlo mal...

—No quieres verla, ¿verdad?

—¿A ti qué te parece? —dijo él sarcásticamente.

—¿Por qué no le pides disculpas?

—Claro, podría decirle: oye Claire, disculpa por ir a tu departamento anoche sin invitación alguna y casi besarte.

—Bueno, no tan así... Dile que lo sientes mucho y quieres seguir siendo su amigo. No podéis dejar de hablaros porque vaya a casarse, ¿no es así? —cuestionó Harper.

El ascensor se abrió segundos después. Leon ignoró a la morena y se marchó de allí. No tenía ganas de ver a nadie.

Una vez allí dentro, se sentó en la silla de su despacho y cerró los ojos, recordando el acto de aquella noche; la mirada de esa increíble mujer buscando sus labios inconscientemente. Estaba tan hermosa, y esos perfectos labios que pedían a gritos que los juntara con los suyos...

El rubio salió de sus pensamientos cuando vio a Sam entrar de repente por la puerta de la oficina.

—Oh, perdona. No sabía que estabas aquí, es que pegué en la puerta un montón de veces, nadie respondía y...

—No importa, fue mi culpa, estaba... pensando en otras cosas. —la interrumpió al instante Leon.

—Vaya... quisiera estar en esa cabecita tan loca que tienes.

—No querrás estarlo, créeme. ¿A qué has venido?

—Te traigo esta carpeta. Tienes que firmarla y después pasársela a los demás, cuando la firmes dásela a Claire.

—Con gusto.

—Estupendo, ¿necesitas algo?

—No, gracias.

La joven asintió y se marchó moviendo ambas caderas exageradamente, con la finalidad de que el apuesto agente apreciase su trasero. Sin embargo, él estaba demasiado centrado en otra mujer cómo para querer mirárselo.

Muy apurado, abrió la carpeta, buscando el lugar en donde debía firmar. Rápidamente se levantó de la silla, arreglando su cabello lo mejor posible, luego agarró los documentos y se puso rumbo hacia la oficina de la bella Claire Redfield.

Se sentía algo incómodo por el hecho de ayer, pero ya le daba igual, iba a hacerle caso a Helena por primera vez en su vida. Una vez llegó, chocó suavemente los nudillos en la puerta y pudo escuchar a la chica buscando algo.

—¡Pasa!

Leon entró y pudo observar a Claire agachada bajo su gran escritorio, pues al parecer estaba muy ocupada con algo.

—Sam me ha mandado a darte esta carpeta, tienes que firmarla y dársela a Rebecca. —le explicó formalmente, tirando la carpeta suavemente sobre el escritorio.

—Gracias... —le contestó ella, reincorporándose.

Un silencio incómodo se formó mientras que los dos se miraban fijamente. Ninguno sabía qué decir realmente, pero buscaban las palabras adecuadas. Ambos esperaban a que el otro comenzase a hablar en ese mismo instante.

—Leon...

—Perdóname.

—...

—Me he comportado muy extraño contigo en estos días, nunca me ha pasado esto con nadie y te pido disculpas por lo de ayer, estuvo mal y te prometo que no se repetirá.

—Estás perdonado. —le sonrió Claire. —Aunque he de decirte que yo también lo siento mucho... debí contarte que estaba prometida y bueno... no sé por qué no lo hice antes. —suspiró ella, observando su precioso anillo.

—Gracias...—le sonrió él de vuelta. —No te preocupes por eso, Claire. Enserio, todo está bien. Me alegro mucho por ti y de que tengas a alguien que te haga feliz. ¿Sabes? Quiero empezar de cero contigo, olvidemos todo lo que ha pasado a partir de ahora. Es más, somos amigos, ¿no? —le propuso él, ofreciéndole su mano para estrecharla.

Claire quedó atónita por aquel momento, no se esperaba que le dijera eso, pero se lo agradecía internamente. Por primera vez no se sentía incómoda ni nerviosa, solo sus ojos, que la miraban en busca de alguna respuesta. Por fin se había sacado de encima esas miradas que la hacían sonrojar y la ponían nerviosa. Deseaba subirse al escritorio, bailar, cantar y festejar... todo al mismo tiempo.

—Acepto. Soy Claire Redfield. ¿Y tú? —dijo alegremente.

—Soy Leon Scott Kennedy, un gusto. —contestó muy sonriente, mientras estrechaban sus manos cordialmente.

Una vez terminado aquel saludo, Claire comenzó a ponerse del mismo humor que mantenía hace unos momentos.

—¡No la pude haber perdido! ¡La dejé en el mismo lugar de siempre! —se quejó Claire, buscando algo por todos lados.

—¿Qué has perdido?

—Mi lapicera. —dijo desesperadamente.

—¿Tanto alboroto por una lapicera? —preguntó extrañado.

—¡Mi rojito! ¿Dónde estás? —exclamaba la pelirroja.

—¿Tu qué? —preguntó riendo Leon.

—Sí, mi rojito. Es una lapicera de los Looney Tones.

—Si quieres puedo prestarte la mía...

—Leon, muchas gracias pero no. Me temo que no puedo trabajar adecuadamente sino es con mi rojito.

—Bien, ¿te ayudo a buscarla?

—¿Harías eso por mí? —dijo sonriendo. 

—«Qué hermosa es...» —pensó Leon, pero no podía cometer ningún error. No, no debía intentar nada con ella, al menos por ahora. Sin embargo, aquello le resultaba muy difícil, pues inevitablemente, sus ojos se toparon con el escote de su amiga, justo cuando ésta se levantaba...

—¿Me ayudarás?

—Cómo decirle que no a esas dos caritas...—le susurró embobado, mirándola sin que se percatara mucho de ello.

—¿Qué dos caritas?

—«Mierda». —pensó el rubio.

—La tuya y la de tu hermano... es que te veo y se me viene a la mente la cara de Chris. —le explicó algo nervioso.

Claire ignoró al rubio para dirigirse hacia un pequeño sillón que se encontraba en la sala, pensando en que la lapicera estaría por ahí abajo, pero ésta brillaba por su ausencia.

—Maldita sea...

—Claire, calma. Solo es un lapicera.  —le dijo mientras la buscaba detenidamente.

—No es una lapicera cualquiera, ni tampoco es porque sea de los Looney Tones, sino por quién me la regaló...

—¿Quien te la regaló?

—Sherry, hace unas semanas... junto con un anotador precioso, y la verdad es que me han encantado. Ni siquiera porque sea de mi color favorito, sino por la persona que lo regala. Yo valoro los detalles, no me fijo en que sea lujoso.

—Comprendo... Creo que la has perdido porque aquí no está. —le dijo el rubio, revisando uno de los muebles.

—No puedo perder esa lapicera...

—Lo lamento, Claire. Tengo trabajo... pero sigue buscando, te deseo mucha suerte, pelirroja. —se marchó sonriendo.

—Claro, nos vemos después.

Leon desapareció por la puerta dejando a Claire sola y algo fastidiada. Olvidó por un rato lo ocurrido con su lapicera y se sentó en el sillón. Aquello era un milagro, ¿Dios había escuchado sus plegarias? No importaba, pues de todas maneras las cosas parecían volver a la normalidad...

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Helena podía ver la sonrisa en el rostro de su compañero. Era increíble los cambios de humor que tenía, le generaba mucha gracia verlo comer su almuerzo y reír al mismo tiempo de sus malísimos chistes, algo bastante raro en él.

—Tu humor ha cambiado para bien... Es por Claire, ¿no?

—Así es. —contestó muy felizmente.

—¿Cómo te ha ido? Cuéntame.

—Muy bien, le he pedido disculpas y a partir de ahora seguiremos siendo amigos, de esos que no se desnudan...

—¡Buena decisión, señor orgasmo!  Tienes que procurar ir despacio con ella, te la acabarás ganando, te lo aseguro.

—Lo sé, no hace falta que me lo digas. En cuánto a que me llames así... no me molesta, pero no lo hagas aquí, cuida tus modales jovencita. —le regañaba divertidamente.

—Cállate, Kennedy. —rió Helena. —Lo mínimo que puedo hacer es llamarte así por todo lo que haces. —se mofó ella.

—Vale, me voy. Saldré un momento.

—¿A dónde vas?

—A que Claire me valore.

Leon se levantó de su asiento dejando muy pensativa a su amiga. ¿A que Claire lo valore? Bueno, tarde o temprano le contaría a dónde había ido el misterioso agente.

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Claire caminaba por los pasillos de la B.S.A.A, y mientras se dirigía a la cafetería, su amiga Rebecca Chambers la seguía a la vez que la bombardeaba a preguntas hasta el punto de irritarla más que Jill, Sherry y Chris todos juntos.

—¡Cuéntame, por favor!

—Becca ya te dije que aquí no.

—Adelántame algo.

Claire abrió la puerta de la cafetería y vio a su hermano comiendo algo junto con Valentine, los cuáles parecían muy acaramelados, como de costumbre. Por otro lado, los demás se reían y comían. Claire aprovechó para sacar ventaja y así olvidar el tema de Leon por un rato.

—Por Dios, ¿cuándo van a admitir que se quieren? Están loquitos el uno por el otro, no hay más que verlo... —le comentó Claire a Chambers, señalando la mesa de su hermano con la mirada.

—Solo Dios lo sabe. —rió Rebecca. —Quizás sea una buena oportunidad para tu hermano decírselo en la fiesta que están organizando para Jill, por su vuelta.  —explicó la bioquímica. —Será en un par de días, van a venir todas las asociaciones, será una pasada. —añadió la morena.

—Wow, desde luego. Esperemos que Jill no se entere, debe seguir siendo sorpresa. —comentaba asombrada ella.

—De eso me encargo yo, no te preocupes. —le dijo orgullosa. —¿Sabías que va a ser una fiesta de máscaras?

—¿Enserio? No tenía ni idea...

—Sí, pues cómo te decía... un momento, ¿me estás distrayendo, Claire Redfield?

—Mierda. —maldijo ella. —Pues sí, eso intentaba, y más o menos lo he conseguido. —le sonrió burlonamente.

—Vale, no me lo cuentes. Solo dime si tiene algo que ver con el nuevo.

—...

—¡Oh, por Dios! ¡Se trata de Le...!

—Shhh, calla. —dijo tapándole la boca.

—Bien, ya me contarás... Ay, me muero por saber que pasó. Todo esto es muy emocionante.

—Relájate, Becca, ¿quieres?

—Entiéndeme, Claire. Es cómo si tuvieras muchas ganas de comer tu dulce favorito, y finalmente después de una semana a dieta pudieras comértelo.

—Eso es tan placentero...

—Bueno ese es mi placer. ¡Y cuando Billy se disfraza de químico para...! —acto seguido, Claire rápidamente le dio unas palmadas en el hombro para que se tranquilizase.

—Me veo en la obligación de pararte antes de que arruines mi almuerzo con unos de tus jueguecitos eróticos con Billy, ¿sí? Ya tengo bastante con haber perdido a mi rojito...

—¿Te refieres a tu lapicera?

—Sí, y no sé dónde la he dejado. ¡Estoy desesperada! La vi por última vez dentro del cajón de mi escritorio, junto con el anotador. Después me llevé las carpetas a casa...

—Tranquila, si quieres te regalo una.

—No, al que se le ocurra regalarme una lapicera juro revoleársela por la cabeza. Soy capaz de poner toda la B.S.A.A. patas arriba con tal de encontrar esa maldita lapicera...

—Y después me llamas a mí loca...

—No estoy loca. —negó la pelirroja.

—Sí que lo estás, y sobre todo por el nuevo.

—Suficiente por hoy. Me voy a almorzar sola.

—Amo hacerte enojar...—rió a carcajadas Rebecca al ver la reacción de la chica.—Vamos, Claire, era una broma...

La Redfield no la escuchó, tan solo salió de la cafetería enojada y con el estómago cerrado. Lo único que faltaba era que Rebecca la jodiera con Leon. Solo quedaban Sherry y Jake y con eso haría un pleno esa semana. Y hablando de esos dos, paseaban agarrados de la mano.

—Hey, Claire. ¿Has comido ya? —le preguntó Jake.

—No, la verdad es que no tengo hambre.

—Ya sé, estaba el galanazo mirándote, ¿verdad? —bromeó esta vez Sherry.

—Basta, Sherry. Lo único que me faltaba es que ahora también me molestéis vosotros dos. Ahora te toca a ti, Jake, ¿quieres decirme algo también? —les dijo sarcástica.

—Bueno ya que lo dices, Kennedy no ha parado de mirarte en estos días, se está ganando mi cariño. —dijo burlón.

Era demasiado, hasta Jake la jodía con Leon. Su cara comenzó a ponerse roja y no por un sonrojo, sino de rabia. Los dos jóvenes al ver esto, se fueron hacia la cafetería, dejando a Claire apretando los puños y hablando sola.

—Tranquila, Claire, tranquila. Respira profundo, enciérrate en tu oficina, escucha a Queen y estarás como nueva.

Sonrió y caminó lo más normal posible. La menor de los Redfield se puso rígida e hizo una sonrisa algo exagerada, comenzando a caminar hacia su oficina. Una vez llegó allí, sacó el teléfono de su bolsillo, rumbo hacia el cajón de su escritorio. Sin embargo, algo llamó de su atención...

Arriba del mismo se encontraba una lapicera forrada por una fina tela roja con piedrecitas alrededor, y el final de la lapicera estaba decorado por un pequeño pajarito del mismo color, que le daba un toque muy tierno al objeto. Al lado de la lapicera se encontraba una tarjeta dorada.

"Ojalá encuentres tu lapicera muy pronto, pero si no... siempre puedes usar esta. Espero que comiences a valorarme tal y cómo lo estoy haciendo yo contigo.

Firma: Tu amigo, Leon."

Una sonrisa se le formó a Claire en el rostro al apreciar el gran detalle que había tenido el rubio con ella. Y pensar que había dicho que aquel que le regalase una lapicera se la revolearía por la cabeza... Estaba claro que no podría, pues era preciosa, y además ya la tendría de recuerdo.

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Las 21:25 pm era la hora que marcaba el teléfono de Claire, y mientras que esperaba a que Rebecca viniese con el pedido, su móvil vibró repentinamente sobre la mesa.

Atendió rápidamente; era un mensaje del guapo de Leon. Los ojos de Claire se abrieron de par en par, y como si de una adolescente se tratara, emocionadamente tocó con su dedo índice la pantalla. El mensaje relataba lo siguiente:

—¿Has encontrado ya tu lapicera?

—No, empiezo a creer que la he perdido... y por cierto, muchas gracias por el detalle.

—Seguro que la encontrarás pronto, Claire. Bueno, y ya basta de agradecerme, ¿no fue suficiente con venir a mi oficina y agradecerme por literalmente diez minutos?

Claire riéndose le contestó:

—Es que me dio mucha ternura la lapicera.

—Te recuerdo que dijiste que no ibas a trabajar con otra lapicera que no fuera la tuya.

Claire, otra vez riéndose y negando con la cabeza le contestó rápidamente:

—Jajaja, bueno, no tan literal...

—¡Qué sonrisa la tuya! Aquí está el pedido, muero de hambre. Aquí está tu hamburguesa junto con tus patatas. —le dijo Rebecca, entregándole la comida.

—Mmm, gracias. Me moría de hambre...

—¿Con quién hablabas?

—Con nadie. —le contestó mientras daba un mordisco a la hamburguesa.

—Con Leon, ¿verdad?

—Claro que no.

El teléfono comenzó a vibrar y Rebecca rápidamente lo agarró, leyendo aquel mensaje, abriendo mucho los ojos.

—¡Santo cielo!

—¡Dámelo! —le reclamó la pelirroja, arrebatándoselo.

El mensaje decía:

—Espero que te haya gustado.

Claire ocultando una sonrisa respondió:

—Me ha gustado mucho. Leon tengo que cenar, así que nos vemos mañana :)

—¿Qué es eso que te ha gustado? ¡Oh, por Dios, habéis tenido sexo! ¡Eso es lo que pasó!

—¡Rebecca! ¡Por supuesto que no! Leon me ha regalado una lapicera. —sonrió ella dulcemente.

—¿Y no se la has revoleado? —rió incrédula.

—No, me daba pena revoleársela...

—Ajá... bueno, cuéntame si no quieres que te quite tu deliciosa hamburguesa.

—Prométeme que no se lo contarás a nadie.

—Lo prometo, ahora cuenta.

—Leon se apareció ayer en mi departamento de la nada, ni siquiera tengo idea de cómo se sabía mi dirección....

—¿Y...?

—Y lo peor de todo es que vino justo a la misma hora que vendría Jordan a cenar.

—¡No me importa Jordan, ve al grano!

—Entró a mi departamento y me dijo que quería decirme algo. Cuando quise darme cuenta de lo que estaba pasando él ya me tenía acorralada contra la pared y...

—¿Y? ¡Cuéntame, por el amor de Dios!

—Rozó sus labios con los míos...

—Madre mía...—susurró Rebecca con la boca ligeramente abierta. —¿Y qué mas ocurrió?

—Solo eso, después vino Jordan y se fue.

—¿Solo un roce de labios?

—Sí, y menos mal que se quedó solo en eso. Lo pasé muy mal esa noche, pero afortunadamente llegó Jordan, de no haberlo hecho no se qué hubiera pasado entre nosotros...

—Claire, ¿te gusta Leon?

—¡No! Y eso es lo que más me revienta, además de que media B.S.A.A. me joda con él y nadie recuerde que tengo novio.

—Cierto, pero es cómo si no lo tuvieras...

—¿Qué quieres decir?

—¡Es obvio que te gusta! Mira cómo te pones...

—No me gusta, ni tampoco siento nada por él. Hoy me ha pedido disculpas por lo ocurrido en mi departamento, a partir de ahora seguiremos siendo buenos amigos, y eso lógicamente me pone muy contenta. —explicó la joven.

—Está bien, pero...

—Pero nada, no quiero hablar más del tema.

—De acuerdo.

Las dos chicas cambiaron de tema con rapidez, olvidando la charla anterior mientras que disfrutaban de la comida.

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Claire llegaba a su departamento, tirando el bolso sobre el sofá y quitándose la goma del pelo; eran las 22:53 pm Tenía un pequeño rato para ver televisión antes de irse a dormir. Agarró el control remoto y encendió el gran televisor.

Dejó el control sobre la mesa, distinguiendo la famosa lapicera roja de los Looney Tones. Qué idiota era; la había olvidado en casa y ella juraría haberla dejado en la oficina.

—Aquí estás. Me has vuelto loca hoy...—comentó examinando detenidamente la lapicera. —Pero me temo, mi querido rojito, que alguien ya ha ocupado tu lugar.

La chica caminó hacia uno de los cajones del mueble de su salón, y guardó la lapicera, sonriendo para sus adentros.

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