Capítulo 10: Me salvaste la vida.

El agente Kennedy simplemente no podía creer lo que sus ojos veían; aquella misteriosa mujer, que estaba a menos de dos metros de él, le había salvado la vida. Su voz le resultó terriblemente familiar, sin embargo, no pudo distinguir nada en su físico que le ayudase a reconocerla.

Wong no cabía dentro de su asombro, pero era más que evidente que no lo demostraría en absoluto. Aquello la había pillado por sorpresa, así que debería pensar pronto cómo escapar de allí. Sonrió fastidiada, aún apuntando a Leon. Más tarde, bajó lentamente el arma y la tiró al suelo.

—¿Y tú quién demonios eres?—preguntó con un deje de molestia la asiática, fijando su mirada en el rubio.

—Eso no te importa. —le respondió cortante Redfield, apretando la pistola con más fuerza hacia su cabeza.

Ada notó que la mujer misteriosa no se andaba con chiquilladas, así que debía ser cautelosa con lo que hiciese. Suspiró, levantando los brazos en señal de rendición.

—Leon, sal de aquí. —le ordenó la pelirroja, pues sabía que las cosas iban a ponerse realmente feas. Sin embargo, él tan solo volvió a observar a la mujer que le había salvado de la muerte segundos atrás, sumamente confundido.

—¿Quién eres...?—preguntó el rubio. Necesitaba saber con gran urgencia quién se ocultaba tras esa máscara de color negro, saber porqué ella conocía su nombre y porqué su voz le resultaba tan familiar y cercana. Kennedy no se lo pensó dos veces, decidiendo tomar la valentía de apartarse de Ada Wong y acercarse lentamente hacia su salvadora.

—Márchate...—le pidió prácticamente casi en un susurro, apartando su mirada de Ada Wong por unos instantes. Su mirada ahora había chocado con la del apuesto rubio y ella no pudo evitar sentir algo realmente indescriptible.

Claire se quedó atónita cuando observó detenidamente al que era Leon Kennedy. No podía negar que el agente se veía terriblemente guapo, y que los años sin duda le habían sentado de maravilla. Algo había renacido en su pecho incontrolablemente y un extraño sentimiento la invadió. La mirada de ambos chocó, y como el roce de dos piedras, una mágica chispa parecía haberse encendido entre ellos.

—Tú...—consiguió musitar Leon.

Ada contemplaba de reojo aquella escena con sumo desprecio, pues quién quiera que fuese esa mujer le había fastidiado todos sus planes y su último momento con Leon. Ella intentaba contener su furia, pero esta vez no lo haría...

La espía sonrió para sus adentros, y sin previo aviso decidió soltar el primer golpe contra la mujer enmascarada, dándole una patada a la que parecía ser pelirroja en el costado. Después siguió con un puñetazo, pero Claire detuvo el golpe rápidamente con un brazo y le sonrió irónicamente haciéndole burla. La pelirroja no perdió el tiempo y usó su único brazo libre para golpear el que Wong había usado anteriormente para defenderse, liberándose del agarre que la impedía moverse con suma facilidad.

Dio un rápido giro para quedar tras la espalda de la oriental y la tomó de un hombro, pasando su brazo velozmente por el cuello y sometiéndola a una dura llave de rendición. Ada alzó las cejas, ya que no se esperaba un movimiento así.

—¿Pensabas que podías engañarme?—murmuró Claire, mientras ejercía más presión. —No me desafíes, Wong, ¿o crees que yo juego tal como lo haces tú?—le reclamó apretándole aún más fuerte. —He entrenado durante toda mi vida con el mejor de los instructores; mi hermano.

—Redfield... —susurró con desprecio la espía, estirando una pierna hacia atrás para así golpearla en un muslo, consiguiendo que la liberase. La pelirroja retrocedió y Ada se giró hacia ella, mirándola con los ojos ardidos en furia.

—No juegues con fuego, Claire. —le advirtió la asiática, una vez que finalmente conocía la identidad de la chica.

Leon realmente no podía creerlo; las dos mujeres de su vida estaban peleándose frente a él, mientras que sus músculos se negaban a cooperar, paralizados ante tal escena. Aquella era Claire, la preciosa pelirroja, ella le había salvado. ¿Cómo era posible? ¿Qué hacía allí?

El agente observaba fijamente al dúo de féminas, analizando cada movimiento por parte de ambas. Apenas supo cómo reaccionar ante aquello, pues aún estaba en estado de shock al ver a Claire allí. Quería hacer algo, sabía que debía frenarlas, lo sabía, pero no podía...

—Pero sé cómo hacerlo... —replicó Claire, preparándose para un nuevo ataque y sin perder de vista a su oponente.

Ada inició nuevamente la pelea. Ambas desarrollaron un combate cuerpo a cuerpo, incluyendo golpes de puños, patadas e inclusos arañazos, donde ambas se bloqueaban una y otra vez. Ada estaba furiosa, esa estúpida chiquilla era capaz de seguirle el juego. Debió suponer que estaba entrenada para pelear tanto de cerca como a distancia.

El entrenamiento de Claire le permitía ejecutar movimientos precisos, pero Ada poseía una agilidad felina capaz de deslumbrar a cualquiera presente, así que harta de toda la situación, tomó el arma del suelo en cuestión de pocos segundos y apuntó directamente a la cabeza de la espía.

—Suficiente, has perdido, así que me llevaré la cura... si no te importa. —dijo burlescamente la de cabellos pelirrojos.

La voz de la pelirroja pareció devolverlo a la realidad, despertándolo del trance en el que había estado sumido. Parpadeó, recordando que él mismo era quién tenía la cura.

—Claire, ten. —la llamó esta vez el agente, tendiéndole el frasco de líquido azulado, el cuál ella tomó para guardarlo.

—Estúpida. —Ada bufó molesta e hizo un gesto de dolor. —Solo estabas de suerte....—Y tú, Leon... me las pagarás.

—Como desees, Ada. Es vuestro fin. —le respondió fríamente Leon y seguidamente la desarmó por completo.

El dúo de agentes se sonrió rápidamente, para después mirar a Ada Wong, desarmada y rendida ante ellos. La pelirroja no cabía en su regocijo, pues lo único que merecía aquella mujer era la muerte y únicamente eso. Mientras, Leon no podía dejar de observar a Claire, ya que lo que había hecho había sido realmente fascinante... estaba impresionado, más que eso, estaba muy orgulloso de ella.

—Nos vemos pronto, Ada. —se despidió Claire. Liberó un pequeño detonante cegador, tomando la mano izquierda de Leon después. El rubio se sorprendió ante tal gesto, aunque no le desagradó en lo más absoluto. Entendió sus intenciones a la perfección, así que ambos comenzaron a correr de allí tanto como sus piernas se lo permitieron.

Un humo color blanco fue liberado por toda la habitación, haciendo que Ada sintiera sus ojos arder como si de un picante se tratase. Su vista se nubló por completo, sin poder evitar perder el control absoluto de todo su cuerpo.

—Idiotas...—gritó la espía, golpeando con fuerza una de las paredes del núcleo. Aquello no podía estar pasando, no podía ser. Ada tomó todo su autocontrol para no lanzarse tras ellos y separarlos a la fuerza, para luego aprovechar la ocasión y asesinar a la pelirroja de la peor manera posible.

—Calma, Ada...—se susurró así misma, cerrando los ojos por unos instantes. Perder una batalla no significaba perder la guerra, y ellos... probablemente la acabarán perdiendo.

Por el momento debía de actuar desde las sombras, pero deseaba matarla con sus propias manos. Sin embargo, si algo tenía claro Ada, además de que Redfield era rival para ella y que sabía defenderse, es que contaba con una apabullante ventaja numérica y estratégica. Sabía que ante cualquier amenaza su hermano, los de la B.S.A.A, y el mismísimo Leon, saltarían a protegerla sin ninguna duda.

Tampoco debía olvidar a los múltiples contactos que tenía en diversas organizaciones, gracias al trabajo que realizaba para la ONU y TerraSave. Claire no estaba sola. Ella tenía amigos que responderían ante cualquier caso. Tenía una familia que la cuidaba. Y ahora parecía tener a Leon Kennedy...

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En los páramos, cerca de las montañas, los cuatro agentes caminaban a paso rápido pero con bastante cautela. No habían recorrido una gran distancia, pero realmente no había nada que les indicara que aquello podía ser una fortaleza o que hubiera algún tipo construcción ahí dentro.

Simplemente no podía distinguirse nada, hasta que Piers visualizó a cierta distancia el Jeep con el que se fue a Leon.

—¡Allí!—señaló el soldado en su dirección. Por lo tanto, al escuchar aquello, todos corrieron lo más rápido posible hacia el vehículo, en el que claramente no había nadie.

Sin embargo, pudieron visualizar una entrada que al parecer se había quedado abierta a medias. Los agentes se miraron entre sí, como si se autoinvitaran a pasar. Chris asintió, aferrándose aún más a su arma. No tardaron en adentrarse, pues las huellas de los zapatos de Leon les indicaron el camino que deberían tomar a continuación.

—Espero que Kennedy nos haya dejado algo de diversión. —comentó el soldado Piers, después de algunos pasos en silencio en lo que parecía ser una guarida subterránea.

—Simmons es más peligroso de lo que crees, si lo hubiéramos matado antes, ahora no estaríamos aquí. —le aclaró Harper con algo de pesar y arrepentimiento.

—No importa, igualmente vamos a patearle el trasero a ese miserable de Dereck, luego de esto habremos hecho justicia. —comentó Sherry. —Ese cabrón me las pagará.

—Sí, pero seremos cenizas si no nos damos prisa, así que andando. —indicó Chris, avisándoles por donde seguir.

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Leon aún no podía creer todo lo sucedido en apenas diez minutos, y mucho menos que todo hubiese sido a manos de la bella Claire Redfield, como si sus repentinos deseos de verla concretamente ese día se hubiesen hecho realidad.

Definitivamente estaba muy sorprendido, no más que tratando de asimilar todo lo ocurrido mientras que Redfiled lo miraba a través de aquella máscara. Se encontraban en un ascensor, y él no tenía ni la más mínima idea de hacia donde se dirigían, sin embargo, ella parecía tenerlo muy claro. Leon andaba buscando las palabras adecuadas, pero realmente soltó lo primero que se le pasó por la cabeza.

—Aún no puedo creerlo... Dios, Claire... ¿cómo has llegado hasta aquí? —preguntó finalmente el agente Kennedy.

—Me enteré de que estabaís en peligro, bueno, para ser más exactos, todo el mundo se enteró. Es por eso que no tuve que pensarlo mucho, así que llamé a una compañera y viajamos hasta aquí para ayudarlos. —le explicó la pelirroja.

Gracias a aquello Leon pareció entender todo mucho mejor, a pesar de las millones de preguntas que aún tenía por hacerle a la dulce pelirroja. Aunque, para ser honestos... poco de dulce tenía ella ahora mismo, ya que gracias al ajustado traje negro que llevaba, éste hacía resaltar sus magníficas curvas, además de sus prominentes pechos. Realmente se veía asombrosa, pero también muy sexy.

—Gracias, de verdad. Me has salvado la vida, Claire. —le agradeció con sinceridad, mirando sus bellos ojos azules. —Aunque es realmente curioso que siempre nos acabemos encontrando en mitad de una apocalipsis... —rió el rubio.

Ella rió levemente, pues era cierto. Ojalá hubiese podido conversar con Leon en cualquier otro lugar menos en ese.

—Tienes razón...—le dijo la pelirroja. —Sin embargo, de no ser por estas apocalipsis, no nos conoceríamos, Kennedy.

—Lo sé, y la verdad es que tiene su gracia.—rió él, como si la sonrisa de ella lo embobara por completo. —Bueno... ¿a dónde vamos? —preguntó.

—Tú... a ningún lado. Tienes que volver con los demás. —aclaró ella, después de que las puertas del ascensor se abrieran.

—Pero, ¿por qué? —el agente volvía a estar sumamente confuso. No sabía el porqué de aquello, pero después de que ella le hubiese salvado de la muerte y de que volviera a aparecer en su vida, lo último que deseaba era alejarse.

—Lo lamento, Leon. —le comentó ella, posando su brazo en su hombro por un instante. —Debo de seguir un plan, así es cómo funcionan las cosas. Prométeme que te cuidarás, ¿sí? —dicho esto, Claire aprovechó para escabullirse entre los pasillos, ya que algo había accionado una bomba de humo, provocando una visibilidad nula. Cuando el efecto pasó, el único que quedaba allí era Leon.

Claire corría a velocidad por los pasillos, ya que tenía que alejarse del rubio para poder prepararse correctamente. A ella también le tomó por sorpresa todo aquello, también deseaba estar a su lado, pero simplemente no podía...

Mientras, Leon se cuestionaba qué demonios estaba ocurriendo durante esa fatídica noche; y es que todo era realmente difícil de gestionar. ¿Dónde se había metido Claire? Sabía que no debía preocuparse por ella, pues la pelirroja podía defenderse más que de maravilla, sin embargo, algo en su interior le pedía a gritos salir tras ella.

De todas formas, decidió hacer caso a las palabras de la activista; reunirse con los demás. Ellos probablemente ya estarían en algún lugar de aquella guarida, así que optó por obedecer a lo que anteriormente le dijo la pelirroja. Con pesadez volvió a introducirse en el ascensor, sin aún tener muy claro hacia donde se dirigía ni qué haría después.

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Más adelante, en uno de los largos pasillos de lo que parecía ser otra fortaleza, Helena se mantenía con su arma al frente, con los cincos sentidos alerta. Debía usar la lámpara de su arma para poder alumbrar cada rincón. Para su suerte o desgracia no había ningún zombie, ninguna B.O.W. Todo tranquilo, tan tranquilo que parecía poder escuchar su respiración y los latidos de su corazón.

Harper trataba de caminar lo más sigilosamente posible. Todo lo que la pequeña lámpara de su arma podía mostrarle no eran más que paredes metalizadas y pasillos largos e interminables. ¿Acaso todo aquello tenía alguna lógica? Cualquiera podría perder la razón caminando sin sentido por aquel lugar que no parecía acabar, es más, ni si quiera sabía cuántas vueltas había dado, cuánto había caminado o si todo aquello era una especie trampa mortal.

—No habrá más remedio que continuar... —se animó así misma, mientras caminaba. —No puedo dejar solo a Leon.

En ese momento, mediante su recorrido, comenzaba a plantearse si había hecho bien en alejarse de los demás, quizá deberían de haberse mantenerse unidos, como dijo Sherry, pero ya no había vuelta atrás, era ahora o nunca.

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Mientras tanto, Jill caminaba apresuradamente por una de las estancias de la gran fortaleza, sin perder de vista su MP18. No tenía ni la más mínima idea de cuánto tiempo llevaba caminando, sin embargo, lo que sí tenía claro era la cantidad de soldados a los que ya había aniquilado. Según le había comunicado Claire, ya poseían el frasco de la cura y el de la muestra del virus, por lo tanto, su plan parecía estar yendo sobre ruedas; más y más puntos a su favor.

Finalmente encontró lo que llevaba buscando desde hace tiempo; la sala de controles de la fortaleza. Desde ahí podría observar y controlar las cámaras de todo el lugar, lo cuál le ayudaría bastante para saber donde se encontraban sus compañeros y qué estaba tramando Dereck Simmons.

El acceso a la sala fue sumamente fácil, gracias a su habilidad con puertas y cerraduras. Tan pronto como se introdujo en la habitación, quedó asombrada al observar que una de las cámaras enfocaba a un grupo de cuatro.

—Oh, Chris...—susurró ella, sin apartar su mirada de la pantalla que le mostraba a Redfield. Inspiró levemente y acarició el aparato, como si de esa forma, pudiera sentirlo más cerca. —Estaremos juntos muy pronto, te lo prometo.

Le tomó un tiempo reponerse, pero su profesionalidad y la peligrosidad de aquella guerra la ayudaron en ello ello. Más tarde pudo distinguir a Claire, mientras la guiaba hasta una sala que poseía armas especializadas de fuego. También pudo reconocer a Leon y Ada, a quiénes jamás había visto pero sus nombres parecían ser sumamente importantes.

—Con que este es Kennedy... ¿verdad, Claire? —pensó la rubia de forma pícara. —Todo un bomboncito...

Aunque, para sorpresa de Jill Valentine, las puertas de seguridad se abrieron repentinamente, a lo que cogió su arma como respuesta y apuntó rápidamente a la entrada.

Jill se había encontrado con Helena Harper, y ambas mujeres estaban apuntándose seriamente con sus armas, sin apartar la vista una de la otra. Sus tensas miradas mostraban la gran confusión que las dos tenían, pero ninguna dudaría en disparar si era realmente necesario.

—¿Y tú quién eres? —preguntó rápidamente Jill, tras ver que aquella mujer no parecía ser una amenaza, debido a la placa de agente de la D.S.O que llevaba en su pantalón.

—Helena Harper. —respondió seriamente la morena, sin dejar de apuntarle al pecho. —Soy agente de la D.S.O. No soy una amenaza, si eso es lo que crees, ¿lo eres tú...?

—Lo suponía. —comentó Jill, bajando su arma. —Jill Valentine. —añadió ella. —Y... no, no soy una amenaza.

A diferencia de Jill, Helena casi se atraganta al conocer la identidad de la persona que tenía enfrente, vestida con un ajustado traje negro, unas botas altas y una máscara negra.

—Tú, eres...—musitó difícilmente Harper.

—¿La mejor agente femenina de los S.T.A.R.S, subcapitana de la B.S.A.A, una de las sobrevivientes de Racoon City y la culpable de la muerte de Nemesis, además del conejillo de indias de Albert Wesker que todos creían por muerta y que luego fue ingresada en una clínica sin dar señales de vida durante años? —preguntó Valentine irónicamente a modo de respuesta. —Sí, soy yo. Un placer. —terminó por explicar y le tendió la mano para estrecharla.

Helena aceptó el apretón de manos muy favorablemente, aunque sumamente confusa. ¿Cómo era posible? ¡Era Jill Valentine! ¡Por Dios, ella era una de la mejores agentes!

—Esto... ¿cómo es que...? Es un placer conocerte, eres una agente de ho...

—Sí, gracias. —le interrumpió velozmente Jill. —Ahora no tenemos tiempo que perder, tenemos que actuar rápido. Ahora que estás aquí no me vendría mal tu ayuda.

—Por supuesto. Pero, mi compañero Leon está por ahí, necesito encontrarlo urgentemente...

—No te preocupes, está aquí. —le aclaró Valentine señalando una de las pantallas. Están todos bien, por ahora. Escucha, haremos lo siguiente... —finalizó una vez que parecía haber conseguido la atención de la morena.

A continuación todo fluyó perfectamente, puesto que Jill le explicó a la Helena todos los movimientos que harían y cómo los harían, además de contarle de que la hermana menor de Chris Redfield aparecería en cualquier momento.

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Si había algo que Leon aún no sabía era que un par de ojos color marrón oscuro lo observaban desde la pantalla de una tablet, y que la mujer que sujetaba dicho aparato lo estaba analizando todo desde que Leon y el resto de agentes habían accedido a la guarida de su jefe. Kennedy estaba a punto de llegar, sin embargo, eso no era lo que la asustaba, sino lo que vendría después, que Leon se enfrentara a Simmons, eso sí era algo que temer. Si algo amaba en el mundo era a Leon Kennedy, y aunque hubiese sido una maldita zorra, ella sabía que sus caminos nunca estuvieron destinados a encontrarse, puesto que ellos ya habían tomado caminos diferentes mucho antes, incluso antes de que se encontraran aquella noche en Raccoon City.

—Leon... —pronunció Ada al verlo caminar por los pasillos, tan cauteloso como un gato que entra a la casa de alguien que no conoce. En su mano tenía un teléfono, el cuál miró una vez más, observando cómo alguien le notificaba que no había rastro alguno de Ingrid Hunnigan y otros muchos agentes. Aquellas personas posiblemente habrían padecido la consecuencias de todo ese caos, pero de igual forma Leon jamás le perdonaría todo lo que le había hecho.

Luego de observarlo un poco más, pulsó unos cuántos botones del aparato, haciendo que el sistema comenzara a mostrar errores en las grabaciones y dejara de transmitir la imagen. Algunas cámaras dejaron de grabar porque habían sido intervenidas por Ada Wong. Una vez hizo aquello, ella tomó su arma, revisando que tuviera suficientes balas y tomó asiento en el único sillón de aquella habitación.

—Vaya... pensé que mi querida Ada Wong se había acobardado luego de ver morir a sus soldados. —había sido Simmons, que había entrado por una puerta trasera.

—Yo nunca me he acobardado de nada, Simmons. —le respondió Ada sin inmutarse lo más absoluto.

—¿Qué harás ahora? Te dije que no podías fallarme Ada, tan solo mírame... —le dijo Dereck, extendiendo sus brazos a modo de superioridad absoluta frente a la asiática.

—Eliminé a miles de agentes, personas de importancia, mucha gente inocente, asociaciones, alianzas contra el bioterrorismo... Eliminé a Jill Valentine, además de que la cura y muestra del virus están completamente a salvo. No hay agentes suficientes, y aunque los hubiera, nadie va a detenerme, mucho menos a matarme... Soy invencible.

—No pienses que vas a coronarte, Simmons. —le reprochó Ada al verlo pararse frente a ella. —Recuerda que aún no has ganado este juego, aún te falta la batalla final...

—¿Ah, no? —Simmons tomó los mangos del sillón que había a cada lado de Ada, inclinándose para verla. —Gana el único rey que queda sin derribar, y yo no veo más peones, ni torres, ni reinas, ni caballo o alfiles querida Ada, tan solo me falta acabar con esos agentes de pacotilla.

—Simmons...—Ada le sonrió, mostrándole su ya clásica arrogancia. —Todos tus soldados han caído, yo te he traicionado, y ahora estás completamente solo. Además, ¿qué pasaría si del otro lado del tablero aún queda un rey, una reina y algunos otros peones que no derribaste?

—¡Maldita estúpida! —Dereck le soltó sin piedad una bofetada que volteó bruscamente la cara de Wong. —¡Mírame bien! Porque luego de que salga de este maldito lugar no volverás a ver el mundo tal y como lo conoces, nunca más. —le amenazó seriamente el hombre. —Para ganar se necesita algo más que astucia, señorita Wong...

—Comparto esa opinión, Dereck Simmons. —una voz masculina se escuchó de pronto, resonando en la sala.

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Y... hasta aquí el capítulo. Espero que os haya gustado, y recordad que cuánto más apoyo vea más me animará a escribir e ir actualizando lo más pronto posible. Muchas gracias por leer esta novela, mis queridos lectores.  ¡Nos leemos pronto! 🥰

Pd: ¡el final a la misión en China está muy muy cerquita!

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