Capítulo siete: «Confesiones»

Sin duda el insomnio era quien más lo había acompañado durante todo el trayecto que últimamente había recorrido su vida, impidiéndole cerrar los ojos por tanto tiempo para escapar de sus problemas por al menos un momento.

—Pudiste haberlo perdido, ¡pudiste haberme perdido! ¿En qué demonios pensabas al quitarte el anillo? —demandó Plagg bastante enojado por el comportamiento que su portador estaba tomando—. Si vas a renunciar al menos cuida el miraculous mientras tú lo posees.

—No lo volveré a hacer, pero ya deja de quejarte. Tus reclamos son lo último que necesito. —el rubio se levantó del pequeño sillón que reposaba en la terraza y se encaminó a la barandilla.

—¿Y ahora en qué piensas?

—Yo... —el rubio hizo una pausa antes de continuar hablando. Se quedó un rato en silencio, pensativo, mientras veía la brillante noche desde abajo— Sólo te quiero devolver lo antes posible, no por mí, por ella... Escuché que le ha estado yendo pésimo en las batallas y que ahora tiene un semblante demacrado.

—¿Y luego? ¿Eso qué tiene que ver contigo? —preguntó confundido el kwami. Adrien rodó los ojos.

—Lo que te quiero decir es que necesita un compañero que no la abandone y que sí le sea útil —respondió con firmeza, frunciendo el ceño—.  Y sí tiene que ver conmigo porque yo quiero que ella esté bien, ¿entiendes?

—¿Con que tienes a tu amada en París, eh Chat Noir?

La voz de la fémina los alarmó de inmediato, haciendo que se giraran hacia atrás, donde pudieron observar a una Adrienna en pijama observándolos fijamente.

Agreste se sentía nervioso y tenía miedo, tanto tiempo ocultando su secreto como para que finalmente lo descubrieran justo semanas antes de retirarse de dicha labor. Además de que su futura esposa recién había escuchado que él amaba a otra, y digamos que con la mirada seria que le estaba dedicando lo lograba intimidar un poquito.

—¿De-desde cuándo estás ahí? ¿Cómo supiste?

—Compartimos la misma habitación Adrien, ni creas que no me he dado cuenta de todas las veces que te la pasas hablando con tu mascotita negra. —contestó cruzándose de brazos y alzando una de sus cejas, dándole a entender a Adrien que siguiera hablando.

—Ah... Él, él se llama Plagg, y... es un kwami. —explicó el francés, masajeando su nuca, tratando de idear cómo saldría de esa situación.

—¡Yo no soy mascota de nadie, menos de este tonto! —interrumpió el negruzco. Adrien lo fulminó con la mirada y le indicó que se fuera.

—Bueno... Entonces héroe, regresando al tema, ¿usted tiene a su heroína en Francia? —cuestionó la chica, caminando lentamente a su lado para recargarse en la barandilla.

—Sí... —Adrienna asintió con lentitud, tratando de procesar la última información.

—¿Y por qué no regresas con ella? —el de ojos esmeraldas conectó su mirada con los turquesas de la italiana, viéndola sorprendido.

—¡¿Se te safó un tornillo!? Mi padre y el tuyo me matarían.

—¡Ay por favor! ¿Entonces continuaremos dejando que nos controlen? Yo me resigné a hacer ésto porque pensé que tú estabas de acuerdo, sólo te digo.

Los jóvenes se quedaron un poco de más tiempo afuera, en la incómoda compañía del otro; alterados.

Si bien la heredera de los Monti jamás había estado de acuerdo con casarse con alguien que no conocía para nada, no obstante, su padre le había amenazado con prohibirle seguir estudiando arte –cosa que a ella le aterró ya que eso la fascinaba–, aparte de que cuando conoció al chico, a pesar de no poder verlo con ojos de amor, se encariñó con él y, pensando en que estaba de acuerdo con el matrimonio, aceptó perder su libertad. A fin de cuentas, al final su opinión siempre era la que menos valía.

—No sólo es por ellos. —dijo entre dientes el rubio, sacando de sus pensamientos a su contraria.

—¿Qué?

—Que no sólo es por lo de la empresa y eso —susurró—, yo... Yo sólo tome ésto como una oportunidad para irme de París y alejarla de mí...

—¿Por qué dices eso? Pensé que la amabas.

—Lo hago.

—Ay, la amas tanto que la abandonas a su suerte. —enunció ella con una delicada risa sarcástica.

—No debemos mostrar nuestras identidades. —se defendió el héroe, apretando sus puños y sin dedicarle la mirada.

—¿Y eso qué? En todo caso pudieron haber continuado la relación con el antifaz.

—Adrienna, no es tan fácil como crees. Ese no era un estilo de vida digno de alguien como ella; no podríamos formar una familia, no podríamos vernos todos los días, simplemente no podríamos disfrutar de nuestro amor como una pareja normal, y yo no iba a atarla a eso. La amo y con todo el dolor de mi corazón la dejo libre, sé que ella es fuerte y podrá olvidarme, al igual que formar una familia junto a otro que la ame tanto como Ladybug a él, tanto como yo a ella...

—Bueno bueno, ¿y si tanto problema les causa el maldito antifaz, por qué no se lo quitan? Ya sé que lo tienen prohibido pero y eso qué, otra vez volvemos a lo mismo, dejas que otras personas te manejen la vida.

—¿Y qué acaso no crees que ya hemos intentado saber quién se encontraba debajo de la máscara? —demandó Adrien apretando la quijada y dejando a la vista lágrimas acumulándose en sus ojos—. Si fuera por instrucciones de una persona me hubiese dado lo mismo, pero ésto es para protegernos de una maldición, Adrienna.

—¿Maldición? —Adrien inhaló el  aire fresco para relajarse y poder contarle. Era hora de sacar todo aquello que llevaba dentro...

[...]

—¿Aló? ¿Quién habla?

—Chloé, necesito tu ayuda. Urgente.

—Pero si es la panadera. ¿Qué necesitas?

—Quiero que me ayudes a impedir la boda de Adrien. —soltó sin nerviosismo o temor. En la línea se escuchó silencio por un momento pero luego regresó la voz de la otra mujer.

—... Okay... Nos vemos a las 5:00 en el restaurante que está por tu casa.

—Ahí te veré.

Marinette chilló de emoción, tal parecía que no fallaría si tenía a Chloé de su lado. Y tal vez si se apuraba, lograría su cometido a tiempo.

Terminó de subir las escaleras que dirigían a su cuarto, corriendo, y se fue a tirar en su sofá-cama a patalear como una pequeña niña, imaginando cómo sería aquel momento en el que sus miradas se volvieran a reunir y sus almas se consiguieran entrelazar...

Tenía casi dos meses sin verlo y ya lo extrañaba con todo su corazón.

Tikki voló hacia ella con una tierna sonrisa en su rostro, se sintió alegre de que Marinette deslumbrara felicidad en esos instantes y no pensara en las cosas negativas que cada noche venían atormentando su ser.

Después de algunas horas la muchacha ya se encontraba en camino al restaurante donde la había citado su ex-compañera del colegio.

Dobló a la esquina y ahí la vio, sentada y tomando tranquilamente un café, con sus típicos lentes de sol puestos.

Con cautela se acercó y tomó asiento frente a ella, sin apartar la vista.

—¿Y a qué se debe tu petición, Cheng? —preguntó Chloé, bajando el menú que segundos antes se encontraba leyendo, para ver a la azabache.

—De acuerdo Chloé, prométeme que lo siguiente no se lo dirás a nadie. —pidió en un susurro, acercándose un poco a ella.

—Sí sí, lo prometo pero habla ya. —indicó agitando su mano para que se apurara. Marinette cerró los ojos y suspiró, tratando de convencerse a sí misma que no cometería un error.

—¿Recuerdas cuando conocí a Adrien?

—Ajá, fue después de que Ladybug y Chat Noir aparecieran, ¿eso qué tiene que ver con su boda?

—Resulta que en realidad nosotros nos conocimos antes, pero con antifaces, y así nos estuvimos frecuentando varias veces. Él cayó enamorado de la chica del antifaz y yo del chico debajo de éste.

—¿A qué quieres llegar Marinette? —le preguntó confundida y un tanto sorprendida por la información—. Sé más clara con esto.

—Chloé, nosotros somos Ladybug y Chat Noir. —la rubia abrió los ojos de par en par y comenzó a reírse a carcajadas. ¿De dónde había sacado esa locura su –ahora– amiga? Esa chica sin duda estaba más loca que una cabra.

—No te está mintiendo, en serio ella es Ladybug. —apoyó la moteada a su portadora, asomando su cabeza desde el bolso; Chloé se sobresaltó al ver a la rara criatura y por instinto se levantó de la silla. Se le quedó viendo a la franco-china.

—No puedo creerlo. ¿Tú? ¿En serio tú? —Bourgeois agitó su cabeza y volvió a tomar asiento. Trató de ignorar aquello, ya tendría una charla con ella después—. Está bien, ustedes dos se conocieron así y todo eso. ¿Hay algo más que me tengas que contar?

—Nosotros nos volvimos novios hace dos años, llevábamos una relación estable y yo lo amaba mucho, lo sigo amando, pero... Él se fue, ya, ya sabes porqué...

—¿Y por eso quieres de mi ayuda? Ya comprendo, no me hablas en un mes y ahora me llamas para ésto. —la rubia giró la cabeza, indignada. Marinette rió.

—Por favor Chloé, yo sé que él no la quiere, Nino me lo dijo. Ayúdame, necesito saber dónde buscarlo cuando vaya a Italia... Necesito verlo, se acaba el tiempo...

—Lo haré, pero con la condición de que me cuentes más a fondo absolutamente todo y de que me des un paseo por todo París. ¿Trato? —propuso la rubia, extendiendo su mano para que la otra la estrechara.

—Gracias Chloé.

—No agradezcas, lo hago por él. —Marinette abrió los ojos sorprendida, y Bourgeois le dedicó una amable sonrisa antes de retirarse.



Jelou mushashas :v

Wii, el capítulo ha llegado al fin. ¿Les gustó? ¿Entendieron? Porque a mí se me hizo algo confuso :'v Mi madre me estaba gritando que ya me fuera a dormir porque tengo que levantarme a las 4:00 ya que me harán estudios, y ya es la 1:10, entonces me puse toda loca al escribir xdxdxd

Cualquier duda que hayan tenido al respecto, favor de ponerla aquí →

Por cierto, he estado queriendo hacer un fic de Yuri !!! On Ice jskdhjs.

Ay no, yo y mi manía de querer crear más historias cuando apenas y puedo con las que tengo. >.\

Como sea, estoy olvidando decirles algo, lo sé ;-;

Bye, ¡¡nos leemos pronto!!

—Mariana García.

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