Capítulo 7: ¡Compañero!

Somnoliento como se encontraba, dio un giro hacia su derecha y estiró el brazo buscando a su esposo en la cama. Quería abrazarle como solía hacer todas las mañanas, acurrucarse durante unos minutos a su lado y dejarse impregnar por su dulce aroma, sin embargo, su brazo cayó sobre el colchón.

Dispuesto a no rendirse fácilmente, movió su cuerpo en la dirección donde su esposo debía estar. Quizá se había ido más hacia el límite de la cama, pero cuando sus dedos llegaron a él, se dio cuenta de que toda la cama era para él solo. Su esposo ya no estaba allí.

Shoto alzó la cabeza en la penumbra del cuarto. No podía estar seguro de la hora que era, pero sí intuía que si Izuku se había marchado, es que no era temprano. Volvió a dejar caer la cabeza sobre la almohada y suspiró con pesadez. ¡Estaba realmente cansado! Y sólo disponía de unas horas antes de volver al trabajo. ¡Ansiaba que llegase el domingo para poder tomarse un merecido descanso! Y, sobre todo, esperaba que no le llamasen para alguna emergencia. Quería hacer planes con su esposo.

Se giró hacia su lado de la cama olvidándose de la zona fría que Izuku había dejado y estiró el brazo hasta alcanzar el interruptor de la lámpara de su mesilla. Encendió la luz y cerró los ojos al sentir la molestia en ellos. Deslumbraba demasiado pese a que no era ni mucho menos intensa como la lámpara del techo. Tras acostumbrarse a la luz, miró el reloj: las doce del mediodía. ¡Hacía horas que Izuku se había marchado! Él no se enteró. Ese chico siempre era muy sigiloso.

Shoto agarró el teléfono de la mesilla y rápidamente, sus dedos volaron por el teclado escribiendo a su compañero. Quisiera o no, Bakugo se había convertido en su mejor amigo y en alguien a quien le tenía confianza. Al fin y al cabo, se cubrían la espalda mutuamente.

— "Acompáñame" – escribió Shoto en el mensaje.

Durante unos segundos, no hubo respuesta. Era posible que aún durmiese. Les hacían trabajar tanto por las noches en esas misiones contra las organizaciones de villanos clandestinas que estaba convencido de que Bakugo aún debía estar dormido.

— ¡No! – fue la escueta respuesta que recibió a los pocos segundos de haber pensado que quizá, le había despertado con su mensaje.

— ¿Por qué no?

— ¡Porque ya te aguanto todas las noches! – se quejó Bakugo en el mensaje.

— Pero eso es trabajo.

— ¡No! – volvió a repetir Bakugo.

— Pero... no te he dicho a dónde vas a acompañarme.

— ¿Dónde?... da igual. ¡No! – volvió a repetirle.

— Paso a por ti en media hora.

— ¡He dicho que no, joder!

***

Shoto sonreía triunfante mientras caminaba por la acera seguido por su compañero. Bakugo no dejaba de bostezar y caminaba como si pidiese permiso a una pierna para poder mover la otra: lento y tortuoso. Sus ojos se encontraban entrecerrados y no había duda que estaba agotado, sin embargo, para cuando Shoto había llegado a su casa, él estaba vestido pese a sus quejas de que no le acompañaría. ¡Claro que iba a acompañarle! Por algo era su compañero.

— ¿Se puede saber dónde vamos?

— A la protectora de animales.

— ¿Por qué?

— Porque ya te dije que quiero regalarle algo a Izuku.

— ¿Crees que un gato o un perro le hará cambiar de idea respecto a lo de tener bebés? – preguntó Bakugo –. ¿O es que piensas que vas a reemplazar esa idea con animales? Quizá sólo quieres ensayar.

— Le das muchas vueltas a la cabeza, pero tienes razón, no voy a adoptar un perro.

— Genial – susurró Bakugo – porque es una idea absurda. El nerd seguirá deseando darte un hijo a toda costa. No le quitarás esa idea de la cabeza.

— Voy a adoptar dos.

El rostro de Bakugo palideció al instante: ésa no se la esperaba. Shoto era imprevisible completamente. Incluso habiendo trabajado con él tantos años, seguía sorprendiéndole sus reacciones y respuestas. Era todo un caso para socializar y no había mejorado demasiado incluso estando con el nerd, lo cual sorprendía a Bakugo.

— ¿Qué hace Deku contigo?

— ¿Cómo que qué hace? Hacemos muchas cosas como...

— No me cuentes tus perversiones. – Bakugo movió la cabeza con rapidez al imaginarse a esos dos desnudos haciendo el amor –. ¡Bruuuuuu! No me refiero a eso – dijo con un escalofrío en la espalda – sino a que debería haberte enseñado ya algo para socializar. Él es bueno en eso. La gente le adora por algún motivo que desconozco. ¡Hasta tú te casaste con él! Y no es por nada, pero no eres precisamente míster simpatía.

— Oh, eso. Sí, me explica cosas, a veces. ¿Es que no ves mi mejoría en las dotes sociales?

— ¡Sí! Son abrumadoras tus mejoras – dijo de forma sarcástica, Shoto sonrió sin pillar el sarcasmo, lo cual le indicaba que, evidentemente, no estaba mejorando tanto como Bakugo esperaba.

Dentro de la tienda, Bakugo observaba el lugar mientras Shoto esperaba a ser atendido. El recepcionista salía en el momento en que Shoto revisaba un acuario con peces.

— ¿Puedo ayudarles en algo?

— Sí. Quería preguntar por un cachorro y la madre. Mi novio los debió traer aquí hace unos días. Los salvamos de un edificio en llamas – preguntó Shoto por ambas mascotas.

— Me acuerdo de ellos. Los tenemos en observación y les hemos tomado fotos para la página por si alguien estaba interesado en adoptarlos.

— A mí me interesaría adoptarlos – susurró Shoto con seriedad.

— Vaya, pues espere un momento. Iré a por los formularios que debe rellenar.

Para Bakugo, aquello era una penosa idea y no porque no adorase los animales, sino porque sabía bien que los turnos de esos dos eran complicados. Cuando le contaron sus planes de tener un hijo, ya veía complicado que conciliasen su paternidad con el trabajo; los perros no cambiaban ese panorama. Debían sacarlos a pasear, darles de comer, jugar con ellos y los turnos que ambos llevaban eran tan dispares que seguramente cuando llegasen a casa, sólo verían más faena en los animales, pero Shoto parecía tan convencido en que iba a funcionar que Bakugo no quiso decirle nada más al respecto. Simplemente, dejó escapar un suspiro.

Se moría de ganas por ver la conciliación familiar y profesional. Una pequeña sonrisa se escapó entonces al pensar en ello.

***

Corría por los estridentes pasillos del club congelando todo a su paso. Las luces de todos los colores le mareaban, pero seguía adelante. Dos villanos se encontraban frente a él corriendo en busca de una salida. Su compañero debía estar dando la vuelta por la parte exterior para hallar la puerta trasera del club mientras Shoto mantenía la persecución.

Esa redada se había complicado. No esperaban resistencia y, sin duda alguna, el resto de héroes de la agencia se encontraban ocupados en estos momentos peleando contra los que oponían resistencia, sin embargo, a ellos les habían pedido lo más complicado: evitar que nadie escapase del lugar. Eran la última frontera y nadie hasta ahora había conseguido pasar por encima de ellos.

Esa noche, se habían juntado todas las circunstancias que Shoto más odiaba: un club activo con esas luces que le mareaban, el agotamiento extremo, un enfrentamiento directo contra los villanos y, por supuesto, un intento de huida. Odiaba tener que correr detrás de ellos. Por lo general, era él quien se quedaba en la puerta trasera y congelaba a todos en cuanto salían mientras Bakugo corría por los pasillos, pero hoy, él había entrado antes y al ver cómo los villanos iniciaban la carrera, él había salido tras ellos mientras Bakugo salía por la puerta por la que entraron y daba la vuelta al edificio para cortarles el paso.

Pisó con mayor fuerza y el hielo que se estaba creando a su espalda por donde pasaba del pasillo aceleró su ritmo de congelación para intentar alcanzar a los villanos. Por suerte, el pie de uno fue enganchado con el hielo, derribándole al suelo. Shoto saltó por encima congelando al rival al instante y continuó la carrera tras el que quedaba.

El villano llegó hasta una puerta metálica y al caer sobre ella con todo su cuerpo e impulso, ésta se abrió. Para Shoto habría sido fácil congelarla si estuviera al otro lado, pese a ello, el rostro de Bakugo apareció en su campo de visión. Estaba allí delante, con sus manos hacia delante preparadas para la explosión. Shoto se echó a un lado, llevando su cuerpo contra la pared para evitar la explosión que su compañero lanzaría en su dirección.

La explosión fue atronadora y aunque Shoto se cubrió los oídos con sus manos, un pitido llegó hasta sus tímpanos. El ruido de algunos escombros cayendo se escuchaban demasiado lejanos, pero aunque las circunstancias no eran las mejores, Shoto sabía que debía continuar la batalla. Bakugo necesitaría refuerzos y ahora mismo, con todos los demás héroes de la agencia ocupados, él era su única opción.

Apoyó una mano contra la pared y la otra sobre una gran piedra que acababa de caer del techo a su lado y se puso en pie. Bakugo seguía frente a él intentando bloquear al villano. Shoto desplazó la bota derecha hacia delante y activó su hielo de nuevo. Ese tipo no se escaparía.

Los ojos de Shoto se abrieron a más no poder al identificar una figura tras su compañero. Era... un monstruo. Grande, oscuro y siniestro: un Nomu. El hielo que estaba creando para apresar al villano fue inevitablemente destinado a otra acción mucho más importante: proteger a su compañero.

Un muro de hielo se levantó tras la espalda de Bakugo frente a su sorpresa. Tampoco Bakugo tuvo tiempo para entender la nueva situación cuando el hielo se fracturó en miles de pedazos que le obligaron a volver a depender de sus explosiones para evitar que alguno consiguiera herirle.

Sólo había sido un ligero despiste lo de Shoto. Ese instante en que encendió sus llamas para calcinar al Nomu y salvar a su compañero fue aprovechado por el villano para propinarle un puñetazo en la boca de su estómago. Su cuerpo salió contra la pared de atrás como si hubiera sido golpeado con súperfuerza. Por un momento, le recordó al quirk de Deku, pero... no podía ser eso. Tirado en el suelo, Shoto se sintió raro y tremendamente mareado. Ese quirk era muy diferente a todo lo que había visto con anterioridad.

Ese momento fue muy bien aprovechado por el villano para tratar de escapar. Lo último que Shoto vio al abrir los ojos fue a su compañero levantándose del suelo para perseguir al villano.

— No vayas – gritó Shoto con una voz que le sonó completamente diferente a la suya. Bakugo no pareció escucharle y si lo hizo, le ignoró.

Bakugo se perdió por el callejón persiguiendo al villano, pero Shoto se quedó estático mirándose su propia mano y tratando de identificar qué era esa sensación tan rara que sentía. ¡Era un quirk muy raro! Tanto... que las náuseas se agolparon en su boca y no le quedó más remedio que vomitar. ¡Algo iba muy mal! Y para colmo, su compañero ni siquiera estaba ya allí con él. Shoto temía que pudiera ocurrirle algo a Bakugo estando solo como ahora se encontraba. Él debía ser quien le cubriera la espalda tal y como Bakugo hacía con él, por eso mismo y pese al malestar, intentó ponerse en pie para ir tras él. Volvió a vomitar en cuanto se levantó.

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