Capítulo 6: Relajación

Eran las siete de la mañana cuando Shoto llegaba finalmente a su hogar. Cerró la puerta con suavidad por no despertar a su esposo por si al final se había quedado dormido, lo cual veía muy posible.

La casa estaba a oscuras, la pila de platos recogida y el salón perfectamente ordenado. Seguramente Deku había hecho limpieza hoy cuando terminó su turno. ¡Se estaba esforzando mucho! Siempre limpiaban juntos la casa pero ahora que él tenía esos turnos nocturnos, que debía dormir por las mañanas y apenas tenía tiempo para nada, Izuku lo estaba haciendo todo él solo.

No le gustaba tener que dejarle todo el trabajo del hogar y por eso mismo, al volver a casa de sus turnos, siempre le traía algo de bollería de la panadería cercana a la agencia en compensación por no poder estar a su lado pese a desearlo.

Shoto se descalzó en el recibidor y dejó la bolsa marrón de bollería en la encimera de la cocina antes de proseguir hacia el pasillo. Se detuvo de golpe. Izuku le dijo que entrase al cuarto desnudo, por lo que supuso, que podría estar esperándole. No quería hacerle sentir mal ni mucho menos, destrozar el plan que hubiera urdido su novio, por lo tanto, empezó a desvestirse y dejar la ropa en el respaldo del sofá.

Hacía algo de fresco en la casa y pese a que la calefacción estaba puesta, Shoto se acercó al termostato completamente desnudo para girar la rueda y subir unos grados más la temperatura. Tardaría todavía unos minutos en sentir el calor y sabía que aumentando su temperatura corporal se encontraría mejor, pero siendo sincero consigo mismo, estaba cansado hasta para ello. Esas misiones nocturnas iban a acabar con Bakugo y con él.

El suelo de madera estaba frío y por ello, Shoto caminó con mayor rapidez hacia el cuarto en busca del tatami. Al abrir la puerta, el olor a incienso llegó a sus fosas nasales. La luz era tenue y venía desde una pequeña lámpara situada en la mesilla de Izuku. Él estaba despierto. Recostado contra el cabecero de la cama y tapado con las mantas, leía un libro. Shoto sonrió al verle, porque una de las pasiones de su esposo, era leer aunque no esperaba que se despertase tan temprano por él y agarrase un libro para esperarle despierto. Al lado de la lámpara, un bote de crema hidratante que debería estar guardado en el armario del aseo.

— Has tardado un poco – sonrió Izuku, cerrando el libro y dejándolo sobre la mesilla –. Has pasado por la panadería ¿verdad? Te dije que no hacía falta, que vinieras directo. Ven aquí.

Con la mano, Izuku golpeó suavemente el colchón para invitar a Shoto a ir a su lado.

— Me cuesta mucho no traerte el desayuno – sonrió Shoto subiendo las rodillas al colchón y gateando por él hasta llegar a su esposo. Al llegar, se tumbó y apoyó la cabeza sobre el hombro de Izuku.

— ¿Cansado? – preguntó Izuku, acariciando el cabello de Shoto con suavidad.

— Agotado – sonrió Shoto –. ¿Estás desnudo? – preguntó al ser consciente que estaba sin camiseta, pero con la cabeza apoyada en su hombro, veía más allá de las sábanas y tampoco parecía tener el borde del pantalón en su cintura. Sólo veía su piel.

— Te esperaba. Voy a darte tu noche de bodas.

— ¿Qué quieres que haga? – susurró.

— Que te relajes. Yo te ayudaré a ello. Túmbate bocabajo. Te daré un masaje completo.

— ¿Completo? Suena bien.

Izuku sonrió. La primera vez que tuvieron sexo de adolescentes, él invitó a Shoto a su cuarto. Fue en la bañera y siempre recordaría cómo Shoto incineró su ropa antes de entrar al agua caliente junto a él. Había llovido mucho desde entonces pero una de las cosas que más le gustaba, era la complicidad con él. Era un chico comprensivo y cariñoso, algo dominante en el sexo cuando se colocaba de activo y muy tímido cuando se volvía pasivo, sin embargo, ambos adoraban esa complicidad entre ambos y la confianza extrema.

— Conseguiré relajarte por completo, ya lo verás – susurró Izuku en el oído de su chico con una sonrisa juguetona.

— No te lo impediré. Ya sabes cuánto me gusta cuando tomas el control.

¡Había madurado! O eso creía Izuku. De adolescente, casi llegó a la ruptura con Shoto debido a su timidez e indecisión, haciendo pensar a su chico que en realidad, no le amaba. Ahora se había vuelto mucho más lanzado y desde luego, no pensaba dejar a Shoto toda la responsabilidad. Se había vuelto un poco más impulsivo y mucho menos tímido, al menos con Shoto.

Izuku se incorporó, moviendo la cabeza de Shoto hacia la almohada. Shoto al ver cómo su esposo salía completamente desnudo de las mantas y se arrodillaba sobre el colchón para colocarse mejor y dar el masaje, Shoto agarró su muñeca empujándole de nuevo hacia él con una sonrisa. Al caer de nuevo su brazo en el colchón, su rostro quedó tan próximo al de Shoto, que éste aprovechó para besarle mientras agarraba su mano a la nuca de Izuku.

— Te amo – susurró Shoto.

— Y yo a ti. Ahora túmbate.

Con una sonrisa y un empujón suave de la mano llena de cicatrices de Izuku sobre el hombro de su chico, le tumbó en el colchón para que se relajase. Ambos rieron ante la complicidad.

Shoto se tumbó bocabajo y dejó que Izuku se subiera a horcajadas encima de sus nalgas con el bote de crema en su mano. Abrió el bote y dejó caer un chorro de crema en la otra. Frotó las manos para calentar la crema y posó sus manos en la ancha y trabajada espalda de su esposo. Shoto ronroneó ante el contacto, creando una sonrisa en Izuku.

Apretó los dedos contra su espalda y dejó que Shoto se relajase tras una dura noche de trabajo. Lentamente, Shoto cerró los ojos y disfrutó del masaje. Sin duda alguna, pese a las cicatrices y el dolor de sus manos, tenía un don para los masajes. Por muy cansado y agotado que llegase, Deku conseguía revitalizarle con ellos.

Bajando por toda su espalda con lentitud, Izuku se excitaba como nunca. Darle masajes a su esposo era increíble. ¡Siempre acababan en sexo! Aunque hoy, él llevaría la voz cantante al ver a Shoto tan cansado.

Al llegar a las nalgas, las manejó con suavidad. Tersas y suaves. La primera vez que las tocó en aquella bañera, se sonrojó, pero hoy ya no lo hacía. Estaba acostumbrado a ello, sin embargo, no pudo evitar mirar el anillo de casado en su dedo. Estaba feliz de haberse casado al fin con el chico al que amaba. Había sido un largo y duro camino hasta allí, pero estaban juntos.

Durante algo más de quince minutos, Izuku masajeó tanto los hombros, como la espalda y las piernas de Shoto, sintiendo la respiración relajada y creyendo que acabaría durmiéndose. No fue el caso. En cuanto sus dedos acariciaron las nalgas una vez más e introdujo un dedo en su entrada, escuchó la sonrisa de Shoto.

— Ya era hora – susurró.

— ¿Tantas ganas tenías?

— La verdad es que sí. Tienes las mejores manos de todas. Sólo hay algo mejor que tus manos.

Con el rostro sobre la almohada, Izuku sólo podía ver el ojo izquierdo de su chico y esa mueca de sonrisa de mitad labio.

— ¿Tengo algo mejor que mis labios?

— Claro que si. Y me muero por sentirlo dentro.

— Eres un pervertido.

— Quiero un Home Run.

Izuku sonrió ante esa palabra. Así inició su relación pese a que él no conocía nada sobre la analogía del béisbol usada en el sexo. Lo aprendió con Shoto.

— Pues prepárate porque voy a batear – sonrió Izuku.

Con suavidad y con lubricante, lentamente iba profundizando con su dedo antes de introducir un segundo. Por momentos, Shoto tensaba las nalgas, pero el resto de su cuerpo seguía muy relajado, lo que le daba a entender que le estaba gustando.

Se posicionó mejor sobre él y colocó su miembro sobre las nalgas de su chico, rozándolo con ellas para excitarse más todavía. Ambos gimieron con suavidad.

— Izuku... batea de una vez – sentenció Shoto quién parecía estar al límite y deseoso por el sexo.

— Si que andas desesperado.

— Llevo dos noches de trabajo, acabo de casarme contigo y aún no he tenido mi noche de boda, así que... sí, estoy un poco desesperado por estar contigo.

— Me alegra saberlo.

Tumbado sobre la espalda de Shoto, Izuku se incorporó un poco y tomó su miembro para conducirlo hacia la entrada de su esposo. No era sencillo, pero con algo de lubricante y tras un par de intentos, su miembro entró con suavidad. Ambos estaban realmente excitados. Izuku sentía cómo la entrada de Shoto iba abriéndose antes de contraerse nuevamente como si quisiera expulsarle. El jadeo de Shoto sonó con fuerza esta vez mientras sus dedos se agarraban con fuerza a las mantas y sus piernas se alzaban para elevar su trasero y darle mayor acceso a Deku.

Con las manos fuertemente agarradas al a cintura que Shoto elevaba, Izuku ejercía mayor presión y buscaba más profundidad. Los jadeos pronto se hicieron presentes también en él.

Jamás pensó que un día él se atrevería a hacer algo semejante y menos con Shoto, pero, ahora que la confianza de ambos había aumentado y verle disfrutar casi tanto como cuando Shoto era el activo, le hacia cuestionarse muchas cosas. Le gustaba su relación y ver el sonrojo de ese chico tiñendo sus mejillas.

El sudor resbalaba por la nuca de ambos, humedeciendo la parte baja de su cabello, pero ninguno detuvo el movimiento. La cintura de Shoto se movía de delante atrás siguiendo el ritmo que Izuku marcaba. Sin duda alguna, aquella iba a ser la mejor noche de boda que podía ofrecerle a su esposo pese al agotamiento.

Shoto apretó con mayor fuerza las mantas entre sus dedos antes de morder la almohada al sentir que llegaba al límite de su placer. El semen salió disparado sobre la colcha. Sus piernas temblaban y finalmente, flaqueando, fueron sostenidas por las manos de Izuku para evitar que quedase tumbado de nuevo y mantenerle en la posición. Pocos minutos después, Izuku eyaculaba en su interior.

Cansados y sudorosos, ambos se dejaron caer sobre la cama con una sonrisa en sus labios que pronto fue sustituida por la seriedad y las dudas en Izuku.

— Ey... ¿estás bien? – preguntó Shoto casi sin fuerzas, acariciando los mechones rebeldes del flequillo de su esposo para apartarlos un poco mientras jugaba con ellos.

— Sí, sí... es genial el sexo contigo, es sólo que...

— ¿Preocupado por el mismo tema?

— Un poco – susurró – ya sabes cuánto deseo darte un hijo pero yo no puedo hacerlo. No puedo quedarme embarazado y tú tampoco.

— Se nos ocurrirá algo, Izuku. Ni siquiera necesito un hijo mientras te tenga a ti a mi lado, lo sabes y también sabes que si tuviera la mínima oportunidad de tenerlo, querría hacerlo sin dudarlo contigo.

— Lo sé. Eres el mejor, Shoto. ¿Ha ido bien el trabajo?

— Sí. Acabamos relativamente pronto y dejé que Bakugo fuera a ver a su novio.

— Kirishima llevaba un par de semanas echándole de menos.

— Te aseguro, que esos dos se habrán divertido incluso más que nosotros esta noche. Aunque ha sido rápido. Apenas habrá estado veinte minutos en su casa.

— Ya conoces a Bakugo – sonrió Izuku – seguro que hasta le habrá pedido que se baje los pantalones mientras subía las escaleras.

— Seguro – sonrió Shoto al pensar en ello – y habrá maldecido si no le ha hecho caso.

Con aquel pensamiento en la mente, ambos rieron. Shoto aprovechó ese instante para acercarse a Izuku, apoyar su cabeza en el brazo de su chico y cerrar los párpados para dormirse. Deku le permitió hacerlo, acariciando su espalda desnuda y su nuca antes de subir una de las mantas para tapar a ambos y evitar que el frío llegase hasta ellos.

— Descansa – susurró dando un beso en la frente de Shoto. Ya había caído rendido por el cansancio acumulado.

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