Capítulo 15: ¡Cosas de chicas!
Todavía era temprano. ¡Demasiado temprano para su gusto! Izuku estaba acostumbrado a levantarse pronto pero hoy, justamente hoy que no tenía que ir a trabajar y podía dormir, se había despertado al no sentir ese extra de calor proveniente de su esposo. Al abrir los ojos, descubrió con asombro que no se encontraba en la cama a su lado.
Miró el reloj de la mesilla de Shoto para asegurarse de que el suyo estaba bien. ¡Las seis de la mañana! Estaba claro que la hora era la correcta y, por tanto, Shoto debía estar allí durmiendo ¡y no lo estaba!
Izuku apartó las sábanas que le cubrían y se levantó para comprobar dónde estaba su esposo. Completamente desnudo y siendo consciente de que apenas había dormido unas horas tras varias sesiones de sexo aquella noche, buscó el pantalón y la camiseta corta encima de la silla más cercana para vestirse mínimamente. No quería salir por toda la casa en busca de Shoto y que Bakugo pudiera verle desnudo. ¡No sería agradable!
Al llegar a la puerta del dormitorio, descubrió que el cerrojo no estaba echado, lo cual indicaba claramente que Shoto había salido. Izuku caminó despacio. Sus tobillos crujían sutilmente al ir descalzo y la tarima de madera hacía un ligero sonido por el que intentó pisar con mayor suavidad tratando de no despertar a Bakugo ni a los perros.
Todo el apartamento estaba a oscuras. La puerta del cuarto de Bakugo se encontraba cerrada y los perros dormían tranquilamente en el comedor. Lo más sorprendente era la puerta del aseo cerrada. Nunca estaba cerrada, lo que significaba que Shoto podía estar allí dentro.
Izuku llamó a la puerta con suavidad y entonces... escuchó la voz de Shoto. Estaba en el baño y no parecía encontrarse muy bien. Por un momento, Izuku pensó si había hecho algo mal durante el acto sexual. Quizá le había hecho daño, él nunca había estado con una mujer y Shoto, en este momento, tenía un cuerpo de mujer.
— Shoto... ¿Estás bien? – preguntó Izuku al otro lado susurrando tras la puerta.
— S-í, sí... es sólo...
— ¿Puedo ayudarte en algo? ¿Te he hecho daño?
— No, no... no es nada de eso, sólo... son cosas de chicas.
— ¿Cosas de chicas? – preguntó Izuku sin entender muy bien qué estaba ocurriendo.
— ¿Por qué estás en el pasillo? – preguntó Bakugo desde la puerta de su cuarto.
— ¿Te he despertado? Lo siento. Shoto no se encuentra muy bien.
Bakugo se acercó al aseo y tocó con los nudillos a la puerta para asegurarse de que su compañero estaba bien. Izuku vio en el rostro de Bakugo la preocupación. Habían sido compañeros tantos años que era normal que quisiera saber qué ocurría.
— Ey, bastardo – empezó Bakugo creando una sonrisa dubitativa en Izuku al escuchar aquella palabra –. ¿Qué ocurre? Abre la puerta para que te ayudemos.
— No puedes ayudarme. Vete a la cama, Bakugo – se escuchó a Shoto al otro lado.
— ¿Cómo que me vaya a la cama? No me trates como a un crío de ocho años.
— Tienes ocho años. Vuelve a la cama.
— De eso nada. Dime ahora mismo qué está ocurriendo o tiro la puerta abajo y sabes que lo haré – gritó Bakugo.
Izuku les observó en silencio. Él nunca habría llegado a esa agresividad, pero por alguna razón, sabía que Bakugo no cambiaría y esa era la relación que durante años habían vivido Shoto y él, así que estaban acostumbrados, por lo que prefirió dejar a Bakugo ser tal y como era.
— Son cosas de chicas, nada más.
— ¿Cosas de chicas? – preguntó Bakugo, esta vez mirando a Izuku, quien se encogió de hombros sin saber a qué se refería.
— Lo único de chicas que me viene a la cabeza es que estuvieras preñada y dudo que por un par de revolcones esta noche ya lo estés – dijo Bakugo provocando un tremendo sonrojo en Izuku. No sabía que Bakugo les había escuchado – si ya... de eso hablaremos también – dijo hacia Izuku – voy a necesitar unos cascos o algo si pretendéis seguir intentando tener minidekus.
— No estoy preñada – dijo Shoto – creo, supongo...
— Entonces sal de una vez.
— Necesito que me hagáis un favor – susurró Shoto.
— ¿Qué necesitas? – preguntó Izuku con rapidez siendo tan cumplidor como siempre y haciendo lo que fuera necesario por su esposo.
— Ropa interior.
— ¿Ropa interior? ¿Para qué necesitas ropa interior?
— Es que... tengo eso que tienen las mujeres...
— ¿Tetas? – preguntó Bakugo como si nada.
— No, bueno, sí tengo de eso, pero no me refiero a eso...
Los dos chicos se miraron sin entender muy bien qué significaban las palabras de Shoto y entonces, como si todas las piezas encajasen, llegaron a la solución. Los dos abrieron la boca y los ojos antes de pronunciar al unísono la única palabra que les vino a la mente.
— ¿La regla? – preguntaron juntos.
— Sí. Necesitaría algo para la regla, gracias – dijo Shoto sin más.
— Oh... compresas. Vale... voy al supermercado de veinticuatro horas más cercano. Tú no te muevas de ahí – dijo Izuku con rapidez tomando la muñeca de Bakugo para que le acompañase.
— No me moveré – dijo Shoto como si eso fuera obvio. No iba a poder moverse mucho sangrando por todos lados.
— ¿Y a mí por qué me llevas? – preguntó Bakugo de mal humor.
— Refuerzos morales. No tengo ni idea de compresas.
— ¿Y qué te hace pensar que yo sí?
— Cállate y vente. Vamos en coche.
***
Nunca antes habían estado en una situación semejante. Ninguno de ellos salían con chicas y ahora, allí estaban, frente al escaparate de la tienda de veinticuatro horas mirando compresas con un gran sonrojo en sus mejillas.
— ¿Qué narices es esto? – preguntó Izuku tomando una cajita.
— Tampones – dijo Bakugo al leer la descripción y luego ver en la imagen de la cajita lo que era –. ¡Dios! ¿Y esto se lo meten por ahí?
— Eso parece – dijo Izuku algo sorprendido – pero no sé yo si esto se lo metería Shoto.
— Teniendo en cuenta que lleva tres días siendo mujer, dudo que sepa cómo usar esto – sentenció – y dudo que quiera meterse algo por ahí.
— Vale... compresas. ¿Cuáles? – preguntó al ver el gran escaparate.
— Con alas – fue la escuela respuesta de Bakugo.
— ¿Con alas? ¿Y cómo sabes eso?
— No sé... son las que compraba mi madre.
Izuku le observó extrañado pero tomó una de las bolsitas con compresas en su interior y leyó la letra del envoltorio.
— ¿Qué es esto de las gotas? – preguntó Izuku.
— Ni idea.
— ¿Y cómo sé cuál llevarme?
— Pues... no sé – Bakugo pilló otra bolsita con menos gotas dibujadas en el envoltorio y entonces, tuvo la solución – llévate una de cada.
¡Cosas de chicas! Sí, esa era la clave. Izuku miró a la dependienta al otro lado del mostrador y estuvo tentado de preguntar pero... el sonrojo en sus mejillas era demasiado intenso como para hacer algo semejante. Con las bolsitas en su mano, miraba una y otra tratando de encontrar la diferencia entre ellas sin lograrlo. La otra duda que le asaltaba era... ¿Shoto sabría ponerse esto? Era la primera vez para él.
— ¿En qué piensas, nerd?
— En que no sé si Shoto sabrá colocarse esta cosa – sonrió Izuku.
— Me muero por ver su cara cuando se lo des – sonrió Bakugo imaginándose al torpe de su compañero inspeccionando la compresa y mirando cómo ponerla.
— Gracias – susurró Izuku a un sorprendido Bakugo – sé que hablaste con Shoto sobre las dudas que tenía acerca de formar una familia.
— Tiene miedo a ser como su padre.
— Lo sé.
— Deberías llevarte un par de estos también – sonrió Bakugo dándole una cajita donde ponía "Test de embarazo" – por si acaso de aquí a un tiempo da síntomas. No quiero volver a tener que venir corriendo a comprar de estas cosas en la madrugada.
Izuku sonrió. Bakugo no querría hablar de esos temas con demasiada soltura, pero a la vez, se notaba que se preocupaba por ellos y que les deseaba la mejor de las suertes.
— Y, por favor... hablo en serio con lo de los cascos.
***
Leyendo por Internet, Izuku había descubierto varias cosas sobre la regla y desde luego, gracias a eso, allí se encontraba en la cocina junto a Bakugo preparando chocolate a la taza con su delantal mientras Shoto descansaba en la cama. Leyó que el chocolate ayudaba en esos momentos y él no quería que Shoto sufriera.
El dolor que sentía Shoto era horrible, Izuku era consciente por el rostro que le había visto a su esposo al salir del aseo tras haber regresado a casa con las compresas. Estaba pálido, con algunas náuseas, le dolía la cabeza y sobre todo... le dolía el abdomen hasta tal punto que se había dormido completamente acurrucado en la cama en posición fetal.
Con la taza de chocolate en sus manos, Izuku entró en la habitación para comprobar cómo estaba Shoto. Bakugo, en cambio, se quedó en la puerta todavía con el delantal puesto observando desde la distancia. Se le notaba preocupado pese a su rostro malhumorado.
Izuku tomó asiento junto a Shoto en el colchón y éste abrió ligeramente los ojos. ¡Todo le dolía! Y se notaba que no se encontraba nada bien.
— Ey, te he preparado un chocolate caliente. Creo que te ayudará.
— Esto es horrible – susurró Shoto haciendo referencia a lo mal que se encontraba –. ¿Cómo aguantan esto todos los meses? – se quejó provocando una sonrisa melancólica en Izuku.
— No lo sé.
Shoto se incorporó para poder agarrar la taza caliente con el chocolate y beber a sorbos pequeños. Estar allí con Izuku, en esos momentos, también le hacía feliz, sabía que en lo bueno y en lo malo, siempre podría contar con su esposo.
— Te quiero – susurró Shoto.
— Ya... aunque antes me has gritado bastante – se quejó Izuku al recordar los gritos desde detrás de la puerta cuando Bakugo y él trataban de explicarle cómo poner la compresa. Les había dicho de todo. Shoto se sonrojó al recordarlo.
— Lo siento.
— Supongo que serán tus hormonas en estos momentos las que te provocan estos cambios de humor, aunque admito que ha sido un poco gracioso verte así.
— Supongo que sí – sonrió Shoto ya que él extraña vez gritaba. Ni siquiera él mismo se había reconocido en esos momentos.
Recostándose al lado de Shoto, con la espalda apoyada contra el cabecero de la cama, dejó que su esposo se recostase a su lado, apoyando la cabeza en su hombro mientras sostenía todavía entre sus manos la taza con el chocolate. Esos momentos de tranquilidad absoluta eran los que más le gustaban a Izuku.
— ¿Crees que seremos unos buenos padres? – preguntó Shoto con gran preocupación en su voz.
— Creo que cometeremos errores, como todos los padres principiantes y que seguramente, acabaremos discutiendo con él cuando llegue a la adolescencia por cosas que haga o por romper normas de la casa – sonrió Izuku – pero también creo que siempre vamos a quererle y que tomaremos las decisiones que creeremos serán las mejores para él. No sé si seremos buenos padres, Shoto, pero sí sé que intentaremos serlo, siempre.
Al verles tan acaramelados en la cama y hablando de esos temas que Bakugo tomaba como privados, decidió alejarse de la puerta y entornarla para darles un rato a solas. Sabía cuándo sobraba, sin embargo, una parte de él echaba de menos también esos momentos con su pareja. Sacó el teléfono del bolsillo y tras ver el fondo de pantalla donde salían Kirishima y él, buscó su número para hablar un rato. ¡Le echaba de menos! Mucho, pero aunque jamás diría algo así en alto, sí era consciente de ello.
— ¿Qué pasa, Kacchan? – se escuchó la voz de Kirishima al otro lado.
— ¿Qué tiene que pasar? ¿Es que tu novio no puede llamarte?
Kirishima sonrió. No quería contradecirle ni decir nada que le enojase, pero esa actitud defensiva hizo que supiera al instante que le echaba de menos.
— Claro que puedes llamar. Es sólo que me ha sorprendido por la hora. ¿Ya no aguantabas más a esos dos acaramelados?
— Algo así – sonrió Bakugo marchándose a su habitación para poder tener algo de privacidad con su novio.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top