Capítulo 12: Familia
— ¿Shoto? ¿Estás ahí?
Abriendo la puerta de su casa y con las bolsas de la compra a medio caerse de sus brazos, Izuku entraba en su hogar en busca de su esposo. Hoy había sido un día duro y sobre todo... complicado y cargado de frustración para Shoto, por eso mismo, había decidido que, al terminar el trabajo y pese a lo agotado que se encontraba, compraría todo lo necesario para prepararle una buena cena y tratar de hablar todo el tema con calma.
La oscuridad de la casa le hacía pensar a Izuku que no había nadie, pero eso sería realmente extraño puesto que Shoto ahora mismo no podía trabajar y tampoco Bakugo. De hecho... hacía horas que Shoto habría tenido que recoger a Bakugo del colegio. Pensar en ello le hizo sonrojarse. Casi se sentía como una familia con un hijo pese a que este niño ya venía demasiado grandecito y criado. Sin embargo, no podía dejar de pensar en que era lo más parecido que jamás tendría a una familia de verdad si no conseguía hacer cambiar de idea a Shoto para adoptar o... tener un hijo propio con otra persona pese a que esa idea, en parte, le doliera.
— ¿Dónde se habrán metido? – susurró para sí mismo.
Cerró la puerta con el talón de la zapatilla y con las llaves agarradas entre sus labios, dio al interruptor de la luz a su lado derecho pese a que las bolsas pesaban como para levantarlas a esa altura. Aun así, no se quejó y una vez hubo luz, se dirigió con toda la rapidez posible hacia la cocina para dejar la compra.
Era la primera vez que compraba tantas cosas, pero... nunca había pensado más allá de en Shoto y en él, ahora que Bakugo estaba allí con ellos, sus cálculos se disparaban y quería ser un buen anfitrión y en parte... un buen padre. Había traído de todo y hasta cosas que no necesitaba realmente, como dangos, pero... estando en el supermercado y pensando cómo podría hacerles un poco feliz a ambos después de todo lo que habían vivido y consentirlos hasta cierto punto, había acabado comprando demasiadas tontadas y snacks con tal de verles sonreír.
Al sacar la bandeja de carne y las verduras, pensó en su nivel de cocina y entonces, un malestar se posó en su estómago. Él no era realmente bueno en la cocina. Se defendía y cocinaba mejor que Shoto, eso era indudable, pero... no era mejor que Bakugo. ¿Y si no le gustaba su cocina? Ya podía escuchar los gritos y maldiciones de su compañero en su mente. Eso le desanimaba un poco.
Desde hacía años, pensó que Bakugo le odiaba, pero por otra parte, Shoto solía remarcarle que no era cierto. Bakugo le tenía aprecio, sólo que no sabía cómo demostrarlo. Gritarle, llamarle nerd o insultarle era su manera de "quererle". No era una buena manera, no podían discutir algo así, pero... en parte, esas conversaciones con Shoto calmaban el corazón de Izuku y le hacía pensar que Bakugo, en el fondo, le tenía cierto aprecio.
Tras sacar todas las cosas de las bolsas y colocarlas en su sitio a excepción de los ingredientes que iba a utilizar para cocinar, Izuku se marchó al dormitorio para cambiarse de ropa. Con tanta prisa por ver si todo iba bien en casa, ni siquiera se había quitado su traje de héroe, lo cual había armado cierto revuelo en el supermercado por algunos fans que querían sacarse fotos con él. Había tardado un poco más de lo necesario en hacer la compra por ese motivo, pero se alegraba de que la gente le tuviera en consideración. No podía negarse a los ojillos que ponían los niños pequeños cuando le pedían una foto o un autógrafo.
Tras ponerse el pijama para estar más cómodo y guardar su traje de héroe en el armario, se dispuso a cocinar. Iba a preparar los platos favoritos de sus chicos: soba frío para Shoto y arroz al curry para Bakugo. Por ser su primer día en esta nueva rutina, deseaba poder hacer algo por ellos que les hiciera sentirse felices.
***
El ruido de las llaves en la cerradura de la puerta consiguió que Izuku se levantase del sillón donde estaba sentado mirando la pantalla de su teléfono. Con la mesa ya preparada y la comida humeante de Bakugo y la suya tapada para evitar que se enfriase demasiado rápido, Izuku se disponía a mandar un mensaje a su esposo para saber dónde estaba o si había ocurrido algo. Tanto tiempo había transcurrido que empezaba a preocuparse.
Al escuchar la cerradura, abandonó el teléfono sobre el asiento del sillón y miró la puerta de pie. Escuchaba la voz infantil pero algo ronca de Bakugo al otro lado, así que eran ellos, sin lugar a dudas. Sonrió en cuanto Bakugo apareció al ir abriéndose la puerta. Se quejaba de algo.
— ¡Es asqueroso! Esto no voy a olvidarlo fácilmente, Shoto bastardo.
— Sólo han sido unos minutos. Y ya sabes que los niños no deben ir delante.
— Deja de tratarme como un maldita niño, ¡joder! – se quejaba – puedo ir en el asiento de delante del coche sin problemas. Eres tú quien me ha obligado a ir detrás.
— Era más seguro y no quería que me multasen.
— ¡Por fin llegáis! – sonrió Izuku algo más aliviado de verles sanos y salvos, aunque la sonrisa se heló en su rostro en cuanto observó que Bakugo tiraba de una correa intentando que algo entrase al domicilio tras él y maldiciendo por no tener fuerza suficiente ahora de niño como para luchar contra el animal.
¡Era casi obvio que se trataba de un perro! Y debía ser grande por la fuerza y los gestos que hacía Bakugo, sin embargo, Izuku se fijó inmediatamente en el bulto que Shoto cargaba en sus brazos cubierto entre su chaqueta. Por un ladito, una pequeña nariz negruzca aparecía oliendo todo a su alrededor.
— ¡Oh, Dios mío! – susurró antes de que el perro del que Bakugo había estado tirando saliera corriendo y entrara en la casa llevándose al pequeño Bakugo tras él.
Acuclillado frente al sillón, Izuku sonrió en cuanto el perro llegó a sus brazos. Conocía a ese perro, él mismo lo había estado buscando con Kirishima para devolverlo junto a su cachorro, ése que Shoto rescató del incendio. El perro, reconociendo a Izuku al instante, lamió su mejilla casi con desesperación y, en parte, agradecimiento.
Acariciando al perro, Izuku fue calmándole lentamente a la vez que veía a Bakugo limpiarse con la manga larga de su camiseta la mejilla donde en algún momento, seguramente el perro le lamió. Por la actitud del chico, Izuku imaginó que había sido en su viaje en coche en el asiento trasero.
— ¡Buen chico! – susurró Izuku para tranquilizar al animal mientras le acariciaba y le sonreía de forma inocente –. ¿Y esto? – preguntó hacia Shoto que se mantenía de pie junto a la puerta cargando con el cachorro.
— He pensado... en adoptarlos. En realidad ya son nuestros. Quería darte una sorpresa.
Izuku se paralizó en el sitio. No podía negar que, en el fondo, le habría gustado que le consultasen ese dato un poco antes, pero al ver el sonrojo en las mejillas de su esposo y más ahora con esa cara tan femenina, le fue incapaz decirle algo semejante después de que hubiera estado pensando en él y en cómo hacerle feliz.
Frente a ese ambiente algo tenso, Shoto aprovechó para bajar al cachorro al suelo sacándole de su chaqueta donde lo había estado manteniendo en calor y entonces, al volver a erguirse, observó la mesa puesta y la comida ya preparada. Su cuenco de soba frío estaba allí, destapado mientras que el resto de la comida estaba cubierta para evitar que se enfriase.
Shoto sonrió. Por un instante se sintió aliviado. Desde el día anterior había mantenido las dudas de cómo estaba afectando su cambio de sexo a Izuku al verle tan cohibido como cuando iban a la academia, pero ahora al ver aquello, lo que realmente veía era que él también estaba intentando adaptarse a la nueva situación y regresar a la mayor normalidad posible.
Observando a Izuku jugar con el pequeño cachorro que se había acercado hacia él, Shoto avanzó con rapidez sorprendiendo a su esposo. Al ver Izuku que Shoto echaba a correr hacia él cerrando la puerta tras de sí, se levantó con rapidez abriendo los brazos como si agarrarle fuera a detener ese impulso.
— ¡Sho...! – susurró algo sorprendido antes de sentir el golpe de Shoto sobre su pecho y cómo caía hacia atrás sobre el sillón debido al impulso. Con sus brazos agarrados con fuerza al cuerpo de Shoto y las palmas de sus manos sobre la espalda de su esposo, Izuku sonrió al ver que éste hundía el rostro en su pecho y se relajaba –. Te quiero – le susurró cerca de su oído creyendo que era eso lo que necesitaba escuchar en ese momento.
— ¡Oh, joder! Id a un puto hotel – se quejó Bakugo al ver la escena de ambos tirados de mala manera en el sillón por cómo habían caído en él –. Me muero de hambre.
— He preparado arroz al curry para ti – sonrió Izuku –. No me sale tan bueno como a ti, pero...
— Espero que sea comestible, nerd.
— Cállate y come – movió Shoto la cabeza ligeramente para enseñar su ojo izquierdo a través de la ropa del pecho de su esposo y crear un escalofrío en Bakugo al ver la seriedad con la que lo decía.
Bakugo se calló al instante y todavía algo malhumorado y susurrando un "no me des órdenes", se sentó en la mesa dispuesto a cenar.
¡Una familia! Eso era lo que Izuku pensó que eran por fin. Shoto estaba a su lado y pese a que Bakugo no era ni sería su hijo, tener que cuidar de él durante este problema, le hacía sentirse de esa forma. Estaba convencido de que Shoto había adoptado a esos perros como un intento por aplacar un poco ese sentimiento de querer tener niños y, a la vez, motivado por el sentimiento de querer darles un hogar después del rescate en aquel edificio. Shoto siempre tenía ese corazón bondadoso que le convertía en uno de los mejores héroes a su parecer.
— Vamos a cenar – susurró Izuku en el oído de Shoto.
Acariciar su cabello a media melena era una sensación diferente y única. Shoto siempre había tenido su pelo un poco largo, pero no tanto como lo tenía ahora convertido en chica. En parte, a Izuku le gustaba y sentía que por mucho que su cuerpo hubiera cambiado, seguía siendo el mismo chico del que se enamoró en la academia, ese chico inseguro que estuvo a punto de romper con él por creer que no estaban enamorados, el mismo chico inexpresivo que se volvía expresivo sólo con él. Amaba a Shoto Todoroki y estaba dispuesto a arreglar ese y todos los problemas que le surgieran en su vida.
— Te he preparado soba frío.
— Lo sé. Gracias.
— No habrás traído por casualidad pienso para los perros, ¿no? – se extrañó Izuku al no haberles visto con ninguna bolsa de comida para ellos. Shoto abrió los ojos y cuando elevó la mirada hacia su esposo, éste pudo ver el sonrojo de plena vergüenza tiñendo sus mejillas.
— Se... me olvidó – susurró como un niño inocente.
— No pasa nada. Les pondré algo que tenga por la nevera y mañana antes de irme a trabajar, pasaré por la tienda a comprarles comida.
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