Capítulo 4

Dejé escapar un profundo suspiro cuando cerré la puerta a mi espalda, sin testigos borré la falsa sonrisa. La aventura de ayer me había costado una charla de más de media hora con el recto que reprobó mi falta de compañerismo por continuar con mi función ignorando el incidente de Aranza. ¿Falta de compañerismo? Por Dios, ¿de qué hablaba? Si estábamos a dos pasos de ser hermanas. Claro que no se lo dije. Reconocí, fingiendo tristeza, mi egoísmo, mi deseo desesperado por gloria y prometí que la próxima vez que tratara como basura a alguien lo haría sin una canción de fondo.

De todos modos, no hubo elementos suficientes para condenarme así que tras perder medio receso volví al ruedo invicta.

Según me contaron la pobre de Aranza prefirió quedarse en casa recuperándose de un resfriado, tal parecía que había sido contagiado de ese virus llamado vergüenza social, y cuando contemplé la fotografía del accidente pegada en el tablero de novedades, no la culpé. Era un pésimo ángulo, tal como lo sugerí.

Contenta saludé a un par de personas asombradas, vanagloriándome estaba libre de cualquier castigo. Lanzaba un mensaje directo: la única chica en ese instituto capaz de armar un lío de ese tamaño y al día siguiente pasearse tranquila por los pasillos, sin miedo a las consecuencias, era Jena Abreu.

Sonreí disfrutando sentirme poderosa, pero el gesto amable se fue perdiendo cuando deslumbré a Ulises acompañado de su par de orangutanes, acercarse como un toro embravecido, con el rostro enrojecido y los puños apretados.

Quiso asustarme, como muchas otras veces, esperó diera un paso atrás, pero contrario a sus deseos lo recibí alzando el mentón regalándole una sonrisa.

—Tú convenciste a Guerrero de que me sacara del equipo —me acusó, llamando la atención de algunas personas a nuestro alrededor.

Llevé mi mano al mentón, torcí los labios, fingiendo pensarlo solo para enfurecerlo.

—Sí, eso hice —acepté satisfecha.

—Puedo imaginar las cosas asquerosas que habrás hecho para que el viejo cumpliera tus caprichos —escupió arrastrando las palabras, mirándome de arriba a abajo. Reí por su intento de ofenderme.

—Ulises, no te angusties por lo que yo haga —le aconsejé—, mejor preocúpate por ti, que según leí la falta de rendimiento trae consecuencias —lancé burlona.

Ulises soltó una maldición por lo bajo y cuando intenté marcharme, de improvisto clavó sus uñas en mi brazo zarandeándome como si fuera una muñeca de trapo. El aire escapó de mis pulmones ante su reacción violencia, pero sin dejarme dominar me repuse soltándome de un jalón.

—Atrévete a ponerme una mano encima y no te quedarás dos meses en la banca, sino que tendrás que olvidarte de tu mediocre carrera —le amenacé apretando los dientes. A mí no me trataría como se le pagara la gana así que podía meterse sus actitudes de cavernícola por donde quisiera.

Ulises entendió no jugaba, echó la mirada a un lado manteniendo su infierno para sí mismo.

—Eres una perra —mencionó con tanto odio que ni siquiera fui capaz de retener una sonrisa.

—Lo soy —admití—. Y tú mejor que nadie lo sabías, pero no parecía importarte cuando salías conmigo —comenté indiferente, en ese entonces le sacaba ventaja—. Usa la única neurona funcional que tienes, ¿en serio pensaste que tu vida seguiría con su curso normal después de burlarte de mí? —lo cuestioné—. Tú fuiste testigo en primera fila de como destrocé a otros que me hicieron cosas menores, ¿por qué tú serías diferente? —lo cuestioné. Ulises buscó una respuesta, pero era tan ridícula que ni siquiera se atrevió a pronunciarlo en voz alta—. ¿Imaginaste sería mi excepción porque alguna vez te tuve aprecio? —me burlé de su inocencia, llevando las manos al pecho. Él miró a sus amigos de reojo solo para comprobar estaban atento a la conversación, aunque fingieran mal que no—. Justo por eso vas a pagar haberme fallado.

—Ya supérame —soltó.

Negué con la cabeza escondiendo una sonrisa. Si eso lo hacía sentir mejor bien por mí. Le di un leve empujón en el hombro para hacerlo a un lado.

—Recuerda quién vino buscar a quién —dije al aire, encogiéndome de hombros.

Pude irme, pero siendo honesta me divertía horrores con él así que sintiendo su mirada aún sobre mí giré para volver a encararlo. De la nada desaparecí la distancia hasta que apenas quedó espacio entre los dos. Ulises se aletargó por mi inesperada cercanía, disfruté leer el brillo de su mirada.

—Cometiste un terrible error —susurré sin quitarle los ojos de encima.

—¿Engañándote con Aranza? Porque déjame decirte que ella es mejor que tú —aseguró divertido, pero su mirada estaba fija en mis labios. Una sonrisa iluminó mi rostro, lo tenía justo donde lo quería.

—Creyendo que podías ganarme —lo corregí, rompiendo la magia. Ulises parpadeó confundido—. Que no se te olvide que la vida es una pirámide —le expliqué dibujándosela con los dedos—, tú estás muy cerca de la punta —acepté sin desacreditarlo—, pero solo alguien ocupa la ocupa. Esa soy yo.

No esperé respuesta, dejé atrás al idiota de Ulises retomando mi sendero. Tenía muchas cosas que hacer para seguir perdiendo el tiempo con mi pasado. Después de esa conversación el ciclo estaba cerrado para mí. Sí, perdí un novio, pero gané el respeto del colegio, mi preciada venganza y la reafirmación de mi poderío en esas aulas. Eso era lo que llamaba un buen negocio.

De buen humor por mi reciente triunfo me propuse celebrar. Estaba pensando cómo cuando recibí un mensaje a mi celular de Camila. Prometió traerme la noticia del siglo. Esperaba fuera verdad porque Camila tenía una manera de vender sus chismes que cautivaban a cualquiera, pero también una tendencia a demorarlos.

Me dirigí al laboratorio donde acordamos reunirnos, pero demoró. Impaciente me alcé de puntillas, pasé la mirada de un extremo a otro en el pasillo inundado de estudiantes esforzándome por distinguirla entre el gentío, mas no encontré ni rastro de ella. Lo único que desentonaba en ese conocido escenario fue la peculiar carrera de un chico que corría en sentido contrario, golpeando con su mochila a cada persona que se topaba en su camino.

—Perdón, perdón, perdón...

Supuse debía tratarse de un estudiante de nuevo ingreso porque nunca lo había visto y yo conocía a todo el mundo, al menos al que valía la pena. Aunque analizándolo mejor comencé a relacionar su nombre con algunos comentarios.

—En verdad lo siento... —repitió avergonzado a Joel y su novia, caminando de espaldas mientras repetía un centenar de disculpas.

El tonto iba tan distraído y con tanta prisa que al regresar la vista al frente apenas tuvo tiempo de frenar para no llevarme de encuentro. Paró en seco, alzó las manos en un acto reflejo para no tocarme cuando se tambaleó a punto de perder el equilibrio quedando a unos centímetros de mí. Me paralicé, era la primera vez que no era yo quien daba el primer paso y aquello me desbalanceó.

Alcé la mirada indignada, dispuesta a reclamar, pero olvidé cómo hablar. Teniéndolo tan cerca lo estudié sin disimulo. Era altísimo, incluso yo que superaba el promedio tuve que alzar el mentón para escanearlo, algunos rulos rebeldes caían por su frente y el único contraste en ese cuadro fue el tono claro de su piel en la que se asomaban algunas pecas por encima de la nariz. Tenía toda la pinta de un niño bueno, en sus facciones me pareció hallar cierta inocencia. Lo que llamó más mi atención fue que el parche que le cubría por completo uno de sus ojos.

Agité mi cabeza, concentrándome. A mí qué me importaba cómo se veía. Fruncí las cejas molesta por su descuido ¿Qué pretendía? ¿Acabar con medio colegio? Él abrió la boca, quizás para disculparse, pero me fue imposible afirmarlo porque quedó en un balbuceo. Pinté una mueca extrañada al verlo luchar por encontrar la palabra perfecta, palabra que nunca halló.

Fastidiada lo corté con un ademán, lo que tuviera que decir no me interesaba. Tenía prisa. Le indiqué que se apartara porque no tenía tiempo para jugar a los mimos, sin embargo, cuando di un paso a la derecha dispuesta a rodearlo él me imitó. Resoplé intentando por el otro costado, pero sucedió lo mismo.

Endurecí mi mirada, pude notar pasó saliva nervioso. Lo entendí, no era casualidad, estaba bloqueándome el paso.

—Hazte a un lado —ordené cansada de su estúpido jueguito. Él parpadeo, pero no dijo nada. Su actitud y la manera de mirarme, asustado, acabó con mi poca paciencia—. ¿No escuchaste? —repetí enfadada. Dio un paso atrás, encogiéndose ante mi amenaza, cada que hablaba se volvían más pequeño—. Muévete de una vez si no quieres...

Sin embargo, no me dejó terminar, todo mi enfado se convirtió en sorpresa cuando en un impulso, sin aviso, ni explicación me silenció desapareciendo la escasa distancia entre los dos y estampando sus labios temblorosos contra los míos para besarme. Sí, besarme.

Empezamos esta aventura con cuatro capítulos ❤️. A partir de aquí habrá actualizaciones diarias. Nunca está de mal recordar que no apruebo muchas conductas de los personajes, pero están ahí por una razón que más adelante entenderán :) Confíen en mí. Gracias de antemano por la oportunidad que le dieron ♥️😭. Me haría muy feliz me regalaran un comentario si les gustó ❤️.  ¡Gracias por estar aquí! ❤️

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