01
—Vamos...a...romper.
Esas tres palabras quedaron guardadas en su cabeza, haciendo un eco que parece será infinito mientras su corazón termina de crujir y trata de resolver la ecuación para saber cómo respirar otra vez. Lo había planeado todo por meses, y ahora se desmoronaba en aquella habitación elegante de hotel. Como arena entre sus dedos.
Bien, si. Quizá lo sospechaba; no, realmente una parte de él sabía qué pasaría algo así luego de usar la laptop de Yuri y encontrar esa página sospechosa: "Cómo terminar una relación sin lastimar a la otra persona". Pero aún así había decidió arriesgarlo todo...su orgullo, dignidad, amor propio y terminar de reemplazarlo con humillación, vergüenza y desprecio. Porque, ¡Dios! Jamás se había sentido tan humillado en toda su vida como en ese momento. Jamás pensó, que al entrar se encontraría con algo que lo marcaría para siempre tal vez. Aún así...
—¿Por qué?—preguntó cuando la poca razón que le había sido arrebatada regresó—¿Por qué deberíamos hacerlo? Puedo hacer como si no vi nada.
—¡Min!—exclamó la castaña aparentemente enojada—¿Cómo puedes decir algo así? ¿No ves que me haces sentir más avergonzada?
—Yuri...
—¡Acabas de verme con otro hombre en un hotel!—le interrumpió levantando la voz, llamando la atención de muchos en el restaurante, y es ahí donde se arrepiente de aceptar bajar para poder hablar civilizadamente antes de lanzarse a aquel tipo y molerle la cara a golpes—¿No tienes dignidad? ¿Por qué harías eso?
—Yo...—susurro bajando la mirada, jugando con aquella pequeña caja de terciopelo por debajo de la mesa—Iba a pedirte matrimonio. Durante la cena de esta noche. Una noche como hoy, hace diez años, nos conocimos.
—Min...—susurro la contraria perpleja. Su rostro palideció en cuestión de segundos—¿De ve...
Pero antes de siquiera poder continuar con la pregunta, aquel chico peli negro la interrumpe al dejar la caja frente a los ojos de esa mujer, quien no duda en guardar silencio. Simplemente se mantiene observándolo.
—Felicitaciones, Yuri—dice levantándose repentinamente con demasiada desidia—Espero que ambos sean muy felices, al parecer se complementan bien.
—Min...
—Los dos son astutos, como un zorro.
Y sin decir nada más. Toma su portafolio y saco, para salir lo antes posible del lugar mientras las lágrimas amenazan con salir, pero se contiene tragándose el nudo formado en su garganta. No le daría el gusto a la chica de verlas resbalar. Al menos podría recuperar la poca razón y dignidad, si es que aún le quedaba.
Y una noche cualquiera de diciembre, terminaría todo.
La alarma de la puerta suena avisando que alguien está intentando entrar al departamento, pero el ni siquiera se digna en inmutarse. Sólo permanece ahí, recostado sobre aquel sofá con la misma ropa de hace días como si formara parte de él, la corbata la tiene floja, y un terrible desorden lo rodea para hacerlo sentir aún más miserable que antes. Y mientras lo hace, no puede evitar preguntarse qué había hecho mal.
¿Qué había hecho tan mal?
Nunca se había olvidado de un aniversario, ni de su cumpleaños, durante los días lluviosos siempre se aseguró de alcanzarla al salir del trabajo con su paraguas en mano para evitar que Yuri se mojara y cogiera un resfriado, se llevaba increíblemente bien con sus padres, lo habían aceptado de inmediato por su buen salario, y siempre hacía un espacio para pasar tiempo con ella, así que...¿Por qué?. La pregunta del millón, que no tenía respuesta.
—¡Oye, Min!—escucha a lo lejos—¡Wow! Aquí apesta a culo— expresó Miguel terminando de entrar al apartamento mientras observa todo el desastre que su amigo había provocado en tan sólo unos pocos días—¿Por que no contestas mis llamadas? A este paso terminaran despidiéndote. Si es que, aún no lo han hecho.
—¿Puedes creerlo?—le espetó el de pelo negro una vez lo observó parado al frente suyo—Le dediqué años de mi vida. Se los di, como si fuera un vil regalo.
—Ajam—vago el contrario sentándose en el sofá individual, mientras deja caer su maletín al suelo de madera.
—Literalmente fue como si le dijera: Toma, te regalo diez años de mi vida, haz lo que quieras con ellos—continuo el otro expresándose con ademanes exagerados—Gástatelos, rómpelos en pedacitos y luego tíralos al bote como la basura que son.
Luego se llevó aquella botella verde hasta su boca, sorprendiéndose cuando ni una sola gota cayó sobre su lengua. Era su última botella.
—Ya güey—minimizó Miguel sin poder evitar sentir pena ajena por su amigo—Tampoco es para que te destruyas los oídos así—le regaño tomando el control de la pequeña mesa central para apagar la televisión antes de qué los suyos sangrarán—¿Qué son estás mamadas de emborracharte y escuchar Bad Bunny cabron? Ten tantita decencia, ni le entiendes a la pinche letra.
Comenzó diciendo, agregando algunas palabras en su idioma natal que Min Yoongi no llegó a comprender del todo.
—Pero se escucha triste. Y yo estoy triste—dijo dejándose caer boca abajo sobre el largo sofá de cuero color guinda.
Un largo suspiro abandonó al mexicano, quien se restregó la palma de su mano sobre su cara para evitar cometer cualquier acto de homicidio que terminase con su grandiosa vida. Pero es que Min no le era de ayuda, de solo verlo le daban ganas de asfixiarlo.
—Amigo. Despierta. Yuri no era la mujer para tu vida. ¡Se acostó con tu maldito jefe en la que se supone, sería la noche más importante de sus vidas!—exclamó el chico—¡Deberías estar feliz! No cometiste el error más grande al entregarle el bendito anillo, hasta tu difunto padre debe estar retorciéndose de orgullo en su tumba.
—Oye, no metas a mi padre en esto.
—¿Sabes que necesitas en lugar de estar aquí matándote la espalda por dormir en tu viejo sillón?—decidió hablar siendo civilizado.
—Hablarle—exclamó incorporándose abruptamente—La llamaré y le diré que siento mucho haberme equivocado en lo que sea que me equivoque—dijo comenzando a buscar su teléfono.
Pero Miguel no tardó en arrebatárselo antes de siquiera poder tenerlo entre sus manos.
—No idiota, quiérete tantito. Necesitas salir, ¡Despejarte! ¡Coger con la primera golfa que se te cruce!—expreso dramáticamente—Pero no con pura pinche tabla, con mujeres de verdad.
—Ella no era una tabla, incluso le pague los implantes de nalga.
El otro se revolvió el cabello frustrado. Su amigo de verdad, de verdad era un caso perdido.
—¿Te acuerdas de la fiesta de navidad que mis papás organizan cada año allá en mi rancho?—pregunto tratando de brindar más opciones.
—Si.
—¿Me acompañarías?
Min Yoongi se quedó pensando un momento, luego, una mueca de desagrado se hizo presente en su expresión, y no dudó en aventarle uno de sus zapatos.
—Iugh, Mike—se quejó tratando de eliminar lo que su cabeza había imaginado—No soy ese tipo de persona.
—Oye, ¿Me estás diciendo joto, estúpido? Ni mi tipo eres—se quejó aventándole el mismo zapato de regresó—¡Como sea! Haz tus maletas, paso mañana temprano por ti.
Y aunque el otro quiso negarse. Definitivamente su amigo no lo dejo hacerlo.
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