Capítulo 41

Ese día, Xavier se quedó en su casa, la limpió, ordenó y arregló. Y luego abrió el Podcast que le indicó Leo. Era ella, lo supo desde el primer suspiro, no podía creerlo. Sonrió tras escuchar sus historias y tras comprender el largo camino que ella había recorrido para llegar a él y se sintió orgulloso de la mujer de la que se había enamorado.

Decidió entonces ordenar también sus pensamientos y emociones, y supo que llegó el momento de ser sincero, de mostrarse ante Sabrina como realmente era, porque si lo iba a amar, tenía que ser así, o si no, sería una mentira.

Al día siguiente, despertó temprano, preparó dos tazas de café y varias cosas para comer. Salió con rumbo a la casa de la vecina y golpeó. Era domingo y había amanecido nublado.

Sabrina había dormido tarde. La noche anterior había recibido un mensaje extraño de Vicky, que la había dejado pensando. Le había encantado y le había dado mucha paz que fuera ella quien le hubiera escrito eso. Un día, se sentaría con ella, solo con ella, y le pediría que le contara su historia.

«Sabri, a veces la vida (o yo prefiero Dios) nos da la oportunidad de devolver un poco del bien que hemos recibido, yo al fin tuve mi chance y sé que las cosas mejorarán, solo confía. Sé que crees que te cuesta hacerlo, tú misma lo has dicho, pero te digo por experiencia: es la mejor opción. Confía en que sucederá lo mejor que deba suceder para ti. Eres fuerte y estoy orgullosa de ser tu amiga, mujeres como tú hacen de este mundo un lugar mejor. Vick».

Por eso, cuando de nuevo sonaron los golpes en la puerta, gritó malhumorada un ¡Ya va! Y caminó con lentitud.

—Servicio de habitación —dijo Xavier al verla—. ¿Tienes hambre?

Sabrina sonrió, hacía mucho que no lo veía y tenerlo en frente se sentía bien.

—Pasa —dijo y lo dejó pasar.

—¿Te desperté?

—Siempre lo haces —reprochó ella.

—Lo siento... siento que esta semana haya sido infernal... voy a vender la batería —comentó—. Debiste decirme mucho antes que te estaba haciendo daño...

Ella sonrió.

—No me hacías daño... Además, podrías comprar una guitarra... —bromeó y él solo deseó abrazarla, besarla y decirle que la extrañaba.

—¿Desayunamos? Creo que te debo este desayuno desde hace muchos días... —dijo refiriéndose a la mañana posterior a la noche que pasaron juntos.

A Sabrina le gustó escuchar eso y asintió. Se sentaron en el comedor y se fueron sirviendo mientras ella se disponía a escucharlo y él a hablarle.

—Nunca te lo dije —susurró él—, pero amo tus remerones de gatito, tu cara de dormida y tu cabello desordenado. Así es como te vi la primera vez y me encantaste —admitió.

Ella sonrió.

—Quiero hablarte, Sabri, sé que no me lo merezco, pero te quiero pedir que me escuches... y cuando haya acabado, tú decidirás lo que quieres que hagamos.

Ella asintió.

—Todos merecemos ser escuchados —dijo con ternura.

—Practiqué toda la noche y ahora no sé por dónde empezar —dijo él y se llevó la mano a la cabeza.

—Por donde quieras, no hay apuro...

Xavier suspiró.

—Voy a intentar explicarlo de la mejor manera posible para que tenga sentido —comentó—. Y antes... quiero que sepas, que lo que voy a decirte no se lo dije nunca a nadie, puede ser que no sea gran cosa... pero para mí lo es todo...

—Gracias por esa confianza —asintió ella.

—Yo me crie en una familia aparentemente tradicional, para afuera éramos perfectos, siempre juntos los cuatro. Ya has conocido a mi madre —dijo él y ella asintió—, mi hermana mayor, es Xiomara, nos llevamos cuatro años... y mi padre...

—¿Y él? ¿Dónde está?

—Se fue... hace años, formó otra familia —comentó—. Pero es mejor así —se apresuró en añadir—, porque era una mala persona...

—Lo siento...

—Él era muy estricto, demasiado... era militar y su sueño más grande era tener un hijo varón. Cuando nació Xio, se sintió muy decepcionado y le echó la culpa a mi madre... como si estuviéramos en el 1900 —comentó con una risa cargada de ironía—, ella creció así, sintiendo que ser mujer no era tan bueno... pero a mí no me fue mejor. Mi padre me exigía demasiado, yo era solo un niño, y hacía de todo para que él me aceptara y me quisiera, pero sus palabras siempre eran las mismas: «Este chico te salió mal, Gloria... es igual de inútil que tú, no sirve para nada».

—Pobrecito, mi bebé —dijo ella con cariño tomándolo de la mano. Él sonrió.

—De verdad lo intentaba... pero nunca era suficiente —admitió—. Nadie lo sabía, mi mamá no quería que dijéramos nada de eso, él la maltrataba y a nosotros, aunque no nos pegaba físicamente, lo hacía verbalmente —comentó—. Entonces conocí a Leo, su padre era un amor, y pasé muchas horas en su casa deseando ser su hermano... tanto así que cuando su papá falleció, sentí que hubiera sido él y no el mío —dijo con vergüenza—, sé que es muy duro pensar así, pero tenía mucha rabia...

—No te preocupes, yo puedo entender...

—Leo y yo éramos inseparables, habíamos formado un club... creo que ya te lo había mencionado. Después llegaron los demás y ellos armaron una banda... todos sabían tocar algo, yo no... pensé que iba a perder el lugar entre ellos, pero no me aparté, me quedé y hacía lo que podía, no quería que me dejaran de lado... —suspiró—. Luego llegó Victoria y, ya sabes, me enamoré, pero era de Leo y yo era un buen amigo.

—Lo sé, siempre lo has sido —añadió ella que valoraba inmensamente la historia que a él parecía costarle mucho contar.

—Recién me animé a estar para ella cuando Leo se fue, me sentía igual de solo y perdido sin él, así que comenzamos a acercarnos. Y yo necesité cuidarla, protegerla. Lo hice por Leo y porque ella me gustaba, pero también lo hice porque me sentía bien siendo su salvador. Es horrible admitirlo... pero fue ella quien me lo hizo ver...

—¿Ella?

—Sí... espera —pidió y ella asintió—. Saber que ella recurría a mí cuando estaba desesperada, sola o asustada me hacía sentir importante... yo era su tabla de salvación y era la primera vez que era bueno para alguien, que era el mejor... que algo me salía bien... Yo la quería, sí, me gustaba mucho... y pensaba que por todo lo que yo hacía, un día ella se fijaría en mí... Tenía una forma equivocada de ver el amor, pero no lo comprendía... Además, me sentía útil y eso me hacía sentir vivo —admitió.

Sabrina asintió y aguardó con paciencia a que él siguiera con su relato.

—Yo sabía que ella no me amaba, lo supe siempre, pero preferí conformarme con eso que ella decidió darme porque pensé que era más de lo que esperaba... al fin ella me veía, aunque solo fuera por agradecimiento... Autoestima nula... —dijo y se encogió de hombros—. Y entonces ella lo terminó y yo ya no tuve de donde atajarme...

—Lo sé...

—Supongo que en esa época era consciente de algún modo que ya no podía más, estaba cansado... dar y dar y dar es agotador cuando uno lo hace por las razones equivocadas, Sabri. Yo no daba por altruismo o por bondad, daba porque quería algo a cambio, necesitaba algo. Yo le pagaba a ella para que ella me necesitara y yo pudiese sentir que era valioso para alguien. Suena feo, y me ha costado demasiado admitirlo...

—Pero yo lo comprendo —dijo la muchacha—, cuando uno no ha trabajado sus propias heridas, cree que el amor es la bandita que lo cura todo, y no es así...

—Exacto... Fue mucha carga para ella y demasiada para mí. Cuando terminamos decidí alejarme, en eso de vivir pendiente de ella y de sus necesidades, me había descuidado a mí y ya no sabía ni quién era. Me sentía terriblemente vacío...

—Cuando el amor es verdadero uno se entrega al otro con lo que es y lo que tiene y el otro lo acepta así —dijo Sabrina—, pero cuando la falencia es tan grande, el amor se usa como un parche, y uno se entrega más solo para no volver a sentir la soledad... haces hasta lo imposible por agradar... aunque en eso se te vaya lo poco que tienes.

—Sí, te conviertes en alguien que no eres y cuando el otro se va, ya no te reconoces.

—Nos pasa y nos ha pasado a todos los que no nos hemos sentido aceptados —explicó ella—, pensamos que haciendo algo que nadie más quiere hacer, siendo distintos, cambiando nuestra manera de ser, dándolo todo... lograremos esa aceptación. Y no es así... lo peor es que es un círculo vicioso, porque luego vuelves a sentir el rechazo y cada vez duele más...

—Es eso mismo —dijo él mirándola como si agradeciera que lo entendiera—. ¿Te pasó?

—Por supuesto, no en el amor, quizás... pero sí en la familia, en la amistad. También tuve mi época oscura en la que me convertí en lo que sea que podía ser solo para agradar y ser aceptada. Pero luego comprendí que no vale la pena... no vale la pena dejar de ser una misma por nadie más...

Él asintió.

—Yo no lo comprendí tan fácilmente. Cuando me quedé solo me empecé a enfadar, estaba harto, cansado de una vida en lo que nada de lo que hacía era suficiente para nadie... La ira es una emoción que crece en tu interior como una bola de nieve, se va haciendo grande y se termina tragándolo todo —comentó.

—Sí... y por eso te cerraste a la posibilidad de amar, ¿cierto?

—Sí, porque pensé que me protegía... no quería volver a sentir que yo no era suficiente, y, sobre todo, no quería volver a humillarme para rogar que alguien me amara... Eso es lo que no me perdonaba, haber sido la alfombra por la que pisaban las personas que amé... Y sabía que iba a hacerlo... no confiaba en mí —admitió.

Ella sonrió.

—Yo sabía que no amaba a Victoria, lo supe cuando pasaron unos meses desde la ruptura. A mí no me dolía su ausencia. A mí me dolía en lo que me había convertido y la culpaba a ella, cuando nunca fue su culpa en realidad, como tú me dijiste el otro día, ella siempre fue clara conmigo... Entonces estaba enfadado conmigo mismo, me odiaba por haber sido tan estúpido, me sentía inútil... como siempre me había dicho mi padre... no servía para nada... —suspiró y una lágrima se derramó por su mejilla—. Estaba derrotado y con mucha rabia, frustración... Decidí que no quería ser más esa persona, no quería que nadie volviera a pasar por encima de mí, de mi corazón. Tampoco me permitía ser el malo de la película, no quería lastimar a nadie, pero no permitiría que nadie más me lastimara...

—Lo puedo comprender...

—Me compré una bolsa de boxeo, pero luego no me gustó, me compré la batería... era ruidosa como mi interior... yo hacía ruidos y así no escuchaba a mi mente...

Sabrina sonrió y le secó las lágrimas con dulzura.

—Está bien... —dijo para darle ánimos.

—Y todo estaba bien hasta que llegaste a mi vida —suspiró—. Me gustaste desde que te vi, quise convencerme de que solo era deseo, pero sabía que no, que era mucho más... lo sabía porque nunca lo había sentido. Compréndelo, Sabri, yo nunca me permití sentir algo así, pero tú fuiste mucho más grande que mis barreras.

Sabrina sonrió y sus ojos se humedecieron con emoción.

—La otra noche... —suspiró y pensó como si quisiera organizar sus palabras—, lo sé, sonará trillado y puede ser que no me creas, pero la otra noche fue la primera vez que hice el amor... El sexo para mí era lo mismo que la batería, una manera de hacer ruido... por eso se sentía vacío luego. Cada vez que una chica salía de mi cama yo lo que quería era que se fuera, bañarme y poner a lavar todo, acostarme a dormir en una cama que no oliera a nada de lo que acababa de suceder... Contigo no fue así, quería que durmieras a mi lado, te miré esa mañana y deseé poder quedarme, pero no sabía qué hacer... no sentía que pudiera darte nada... y mi miedo a que tampoco fuera suficiente para ti me volvió loco.

—Xavi...

—No, espera —pidió, ella asintió—. Yo sé que es difícil de comprenderlo, pero es como cuando te pica una araña y luego ni siquiera puedes ver arañas en la televisión, es como una fobia... Me volví loco estos días, quería venir a rogarte que te quedaras conmigo, que me perdonaras, que me amaras... que me enseñaras a amarte como te mereces. Quería arrastrarme a tus pies... y entonces volvía a enfadarme porque volvía a ser lo que más odiaba, ese estúpido que no tiene personalidad... Tocaba como un loco por las noches para que aparecieras por mi puerta, y tú te mantenías lejana, fuerte... y me daba más rabia. Pensaba ¿por qué para ti es tan fácil?

Ella sonrió.

—No es fácil...

—Y luego vi ese video que subió Belén y exploté como un troglodita... Sé que no tenía derecho de decirte nada, rematé por ella... pero es que... pensé que me cambiaste fácil y que...

—Otra vez no habías sido suficiente... —completó ella.

Él asintió.

—Xavi —dijo entonces ella mirándolo—. Yo no pensaba que un día me iba a enamorar —susurró—, lo había aceptado, no era parte de mi plan porque me parecía algo imposible... yo era demasiado cerrada como para poder brindarme a alguien más. Sin embargo, llegaste con todos tus ruidos y te metiste en mi corazón y en mi mente, y yo te dejé entrar porque me sentía bien contigo, no me resistí incluso sabiendo que tú no estabas emocionalmente disponible... me lo habías dicho —admitió—. Sabía que iba a sufrir, pero no tuve miedo... quería experimentarlo, quería sentir... Debo admitir que hay una parte de mí que solo sale contigo, que tú encendiste, que tú activaste... y yo estoy feliz de haber descubierto esa parte de mí y te lo agradezco... Esa parte de mí hace que hoy me sienta mucho más plena, más segura, más confiada.

—Sabrina dos —dijo él con una sonrisa.

—Sí... y en la historia de mi vida, donde yo soy la protagonista, las cosas comenzaron a darse y el libro dejó de ser aburrido —bromeó ella—. Tenía un amigo con quien empezamos a jugar con fuego, sabía que iba a quemarme, pero deseé hacerlo, quería quemarme contigo, consumirme en ti, por ti y para ti —admitió ruborizada—. Contigo trajiste a las chicas, me cumpliste un sueño más... Solo has traído bien a mi vida...

—Pero te he hecho sufrir, Belén dice que te rompí el corazón —suspiró.

—No, mi corazón no es tan frágil, lo he remendado muchas veces y se ha endurecido —bromeó—, estaba triste, porque sí, claro que quiero estar contigo, seguir explorando esto que siento, seguir dándote todo lo que soy... claro que quiero despertar en tus brazos y repetir lo de la otra noche... —añadió con diversión, él sonrió—, pero nunca me arrepentí de nada, no cambiaría nada de nuestra historia por evitarme el sufrimiento de perderte, ¿comprendes? Porque lo que me has dado ha sido más que suficiente.

—¿Y no quieres más?

—Claro que quiero más, tontito, quiero todo lo que desees darme... lo que eres, no más de eso... porque no quiero a un chico perfecto, no quiero un superhéroe... no quiero que te dejes de lado ni que te conviertas en mi alfombra, no necesito eso, no lo deseo, no quiero que nadie en el mundo te vuelva a hacer sentir así y mucho menos ser yo esa persona. Pero quiero y acepto lo que tú desees darme...

—Y yo quiero dártelo todo —dijo él—, todo lo que soy, todo lo que tengo... Vicky y Leo vinieron ayer, entraron a casa y encontraron mis sobras —rio—, ella me hizo ver las cosas...

—¿Sí? Es por eso por lo que me mandó ese mensaje —susurró.

—¿Cuál? —preguntó él.

Sabrina se levantó y fue a la sala donde había dejado el celular, se sentó en el sillón y le hizo un gesto para que la alcanzara. Él se sentó a sus pies, en el suelo sobre la alfombra y recostó su espalda por la mesa, entonces ella le pasó el celular.

—Sí, ellos me dijeron que me querían, que eran mis amigos y me habían estado esperando... ella me dijo que el problema era yo... y me hizo abrir los ojos... Me dijeron que querían retribuirme lo que hice por ellos —suspiró con una sonrisa—. Me sentía solo, ni siquiera tenía con quien hablar, y ellos me hicieron sentir que no lo estaba...

—Y no lo estás —dijo ella acariciando su cabeza con ternura.

Azul subió entonces al sofá y se sentó sobre el regazo de Sabrina, como si reclamara las caricias para él.

—Es mi turno —dijo Xavier al gato y ella sonrió—. No sabía que te fuiste con las chicas, enloquecí ese sábado, vine a buscarte... Luego me encontré con la niña que te cuida a Azul y también me molesté porque no me lo dejaste a mí.

—¿Quieres cuidar a mi gato? —preguntó ella con dulzura.

—Quiero hacerte feliz —susurró él.

Entonces comenzó a fregar su cabeza por las rodillas de ella.

—¿Qué haces? —rio.

—Te marco, como lo hace tu gato cuando cree que eres de su propiedad —bromeó—, pero no quiero ser tu dueño, quiero que tú seas la mía.

Ella sonrió y tomó su cara entre sus manos.

—Ven aquí, a mi lado...

Él asintió y se sentó en el sofá.

—Te amo, Xavi —susurró.

—Y yo también te amo, Sabri —dijo él y la besó.

Y ese beso fue suave, dulce, tierno, cargado de emociones y promesas.

El próximo es el cap final :)

Recuerden que tenemos otra historia en curso La vida NO es una película, y desde febrero INTANGIBLE, que ya pueden agregar a sus bibliotecas :)

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