Capítulo 22
La boda salió como lo habían planeado, Victoria se veía hermosa y feliz y ni qué decir el novio. La ceremonia fue íntima, solo las personas importantes en sus vidas. La fiesta fue en un hotel, donde todo estaba sencillo, pero perfecto.
—¿Bailamos? —inquirió Xavi a Sabrina, ella asintió.
No habían tocado el tema de la noche anterior, pero era mejor así. La fiesta se extendió hasta la madrugada, entre bailes, bebidas y la actuación de Esmeralda, que deslumbró con su voz y sus canciones a todo el público.
Sabrina la escuchó por primera vez y quedó encantada, se lo dijo apenas tuvo tiempo de hacerlo y le recordó que estaría feliz de trabajar con ella.
Cuando ya casi amanecía, cada uno regresó a su casa. Se despidieron allí, prometiéndose encontrarse para pasar todos juntos las fiestas de fin de año. En algún punto de la noche habían hecho un plan: se juntarían para recibir el año nuevo juntos. Incluso Xavier había accedido, y a ella también la invitaron, Sabrina aceptó feliz y se permitió soñar con volver a divertirse tanto.
Y cuando llegó a la casa de la madre de Xavier, formaba parte de un grupo de WhatsApp llamado Aquelarre en el cual estaban sus nuevas amigas.
Y aquello se sintió genial.
El domingo durmieron hasta entrada la tarde, y luego decidieron regresar. Xavier se había ofrecido para manejar de regreso, se despidieron de Gloria quien les agradeció por la visita y les recordó que podían venir cuando quisieran.
—Este viaje fue genial —admitió ella una vez adentro del vehículo—, gracias por invitarme —susurró.
—Gracias por venir, y tienes razón, ha salido perfecto...
Ella puso un poco de música y se puso a bailar en el asiento del copiloto.
—Sabrina dos estuvo muy presente por aquí —dijo él mirándola con placer.
—Me gusta Sabrina dos —respondió ella con diversión.
—Y a mí... —afirmó él.
—También me gustó ver a Xavi uno —añadió ella. Él solo sonrió.
El silencio volvió por unos minutos, pero entonces él puso una mano sobre la rodilla de la muchacha.
—Lo de la otra noche, no quiero que te ofendas —pidió—, estaba un poco tomado y las cosas se pusieron calientes...
—No me ofendo —admitió ella.
—Sé que no eres esa clase de chicas, Sabri, por favor no te molestes conmigo —pidió.
—Te dije que no me ofendo —respondió ella con diversión—. Fue divertido —añadió.
—¿Lo crees? —preguntó él.
Ella asintió.
—Es divertido probar cosas nuevas, Xavi, este fin de semana ha estado lleno de nuevas experiencias y todas han sido hermosas...
—Me alegra oír eso.
—Y yo me alegro porque tú estás bien y porque las cosas se han arreglado al fin para ti —dijo ella con ternura.
Él no retiró la mano de su rodilla y ella puso su mano encima, pero el resto del camino fue bastante silencioso.
Cuando llegaron al edificio, cada quién fue a su departamento y ninguno tardó demasiado en quedarse dormido. Ambos estaban cansados y el lunes era día de trabajo.
***
Por la mañana siguiente, Sabrina se encontró con mensajes de las chicas preguntándole si habían llegado bien. Ella respondió que sí y les deseó a todas que tuvieran un buen día. El grupo estaba activo, le preguntaban a Victoria sobre la noche de bodas, pero ella no respondía, por lo que bromeaban sobre que seguro aún no había terminado. Tefi quería detalles, pero al parecer no los iba a conseguir.
Sabrina sonrió, acarició a su gato que parecía haberla extrañado y demandaba más mimos de lo normal y luego fue a bañarse, ese lunes no trabajaría, había decidido tomarse el día para descansar y ver algunas películas o dormir.
Se envolvió con su bata y fue a peinarse frente al espejo, si peinaba su cabello cuando aún estaba húmedo, así se erizaba menos y quedaba más manejable, ese día tampoco lo iba a planchar, ya que no pensaba salir.
Aprovechó entonces para comenzar su rutina de cuidado de su piel, a veces no podía hacerla como quería pues no tenía mucho tiempo, pero cada tanto se tomaba esos días para ella y para darse unos mimos.
Se puso primero aceite en la punta de sus cabellos y una crema especial en las raíces, después buscó sus cremas y se sacó la bata para repartirla por su piel.
Se miró entonces al espejo y se sonrió, hacía tiempo que estaba conforme con lo que el espejo le devolvía, pero era la primera vez que no necesitaba pensar cómo se vería si su piel tuviera un color uniforme. Le gustaba cómo se veía, le gustaba saber que Xavier deseaba lamerle todo el cuerpo, y le gustaba recordar lo que vio antes de que él se fuera a dormir.
Se sintió sexy y atrevida por primera vez, y decidió que se pasaría la crema mirándose al espejo. Fue acariciando cada parte, recorriendo cada zona, clara u obscura, se imaginó la historia que ambos habían creado y se puso a hacer poses como si fuera a posar para él.
Observó su cuerpo con otros ojos, se acarició con suavidad y descubrió placer en sus caricias, se sintió poderosa y sublime. Se dio una vuelta y otra más, observó sus curvas, su espalda, la forma de su trasero y las manchas que allí había. Como niña curiosa observó también sus partes más íntimas, solía leer en Instagram a una chica que a menudo decía que las mujeres debían conocer sus cuerpos sin pudor, aunque eso le parecía raro, en esa ocasión estuvo de acuerdo con ella.
Le gustaba todo, se gustaba toda. Casi en el monte de venus encontró una pequeña mancha que parecía un corazón, probablemente era nueva, no la había visto antes, pero le gustó. Un corazón para su nuevo descubrimiento, un corazón como si fuera una huella de lo que acababa de comprender.
A lo mejor hasta se animaba a posar para él, ¿qué de malo habría? Extraño a lo que al principio podría haber llegado a pensar, a su lado no se sentía avergonzada ni con vergüenza a que la viera, todo lo contrario, se sentía hermosa y sexy y esa nueva sensación le agradaba.
El calor entre sus piernas aumentó con aquellos pensamientos, por lo que esta vez decidió no detenerse, fue hasta su cama y se dejó caer, cerró los ojos y siguió de largo por donde le ordenaba el placer.
Una idea loca comenzó a temblar en su mente, Tefi le había dicho que hiciera sonidos que él podría escuchar. Sabía que él no iría a trabajar hasta pasado el mediodía, pero podría ser que estuviera dormido aún. ¿Se animaría ella a hacer algo así?
Se mordió el labio con ansias, deseaba tentarlo, sabía que podía. No creía ser capaz de hacer esos gritos desenfrenados que una vez pudo oír, pero podría intentar algunos sonidos más suaves, más sugerentes. Él la oiría, si estaba despierto lo haría y, para asegurarse, caminó hasta la pared y se recostó por ella.
Xavier acababa de despertarse, pero aún estaba en la cama, se sentía agotado y trataba de tomar impulso para darse un baño, entonces la oyó. Suspiros y gemidos venían de la habitación de al lado y no parecían ser cualquier clase de suspiros.
Se levantó, pegó el oído a la pared y escuchó.
Al principio le dio temor de que ella estuviera con alguien, pronto supo que estaba sola. Los gemidos subieron de intensidad y él se sintió como una roca. Deseaba ir, abrir la puerta y tomarla allí mismo, deseaba que gimiera en su oído, mirándolo a los ojos bajo el peso de su cuerpo. Quería verla hacer lo que era obvio que estaba haciendo, quería preguntarle si sabía que él la estaba escuchando y si acaso lo hacía adrede.
¿Era Sabrina capaz de hacer algo así solo para que él la escuchara?
Pensó en hacer lo mismo, para que ella supiera que él la oía, pero no se animó, quizá la asustaba, después de todo no tenía la certeza de que ella supiera que él estaba en su casa, no recordaba haberle dicho que trabajaría después del mediodía. Quizá justo lo hacía porque creía que él no estaba. Un millón de dudas cayeron sobre él con la única certeza de que deseaba estar allí y que tuvo que controlarse para no ir a buscarla en ese mismo instante.
Cuando el silencio regresó, él respiraba agitado, necesitó ir a darse un baño para salir de aquel estado. Hacía mucho no se sentía así, ninguna chica nunca lo había puesto de esa manera, una cosa era el sexo con una chica guapa, otra muy distinta pensar en Sabrina y él teniendo sexo. No sabía por qué era diferente, pero sabía que lo era y que la curiosidad de averiguarlo podría costarle demasiado caro.
Sabrina, por su parte, acabó con una gran sonrisa, ella no solía hacer eso nunca, creía no necesitarlo. Pero entonces, últimamente no había sido así, en su interior se había gestado una gran tensión que había sido liberada en ese orgasmo, se sentía a gusto y en paz. Si él la escuchó, no le importaba, se acostó en su cama, desnuda, y durmió un poco más.
Parece que anda subiendo la temperatura por estos lados...
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