Capítulo 14
El jueves temprano, Sabrina y Xavier cargaron el vehículo de ella. Él no tenía un automóvil, solo una motocicleta, e ir a una ciudad alejada por unos cuantos kilómetros en ella no parecía ser una buena idea. Ella iba a conducir y él se encargaría de la música, al menos las primeras horas, en eso habían quedado, pues si salían cerca de las ocho de la mañana, tenían previsto llegar para el mediodía.
—¿Dónde nos quedaremos? —inquirió Sabrina que de pronto se percató que no habían hablado de eso.
—Esa es la ciudad donde nací y me crie, mi casa paterna está allá, mi madre nos espera... nos quedaremos en su casa...
—Oh... —respondió ella un poco incómoda.
—No temas, ella es genial y le ha encantado la idea de que vaya con una amiga —afirmó—, dice que ya todos mis amigos se están casando y que debo sentar cabeza, que quiere ser abuela antes de ser demasiado vieja.
Sabrina se echó a reír nerviosa ante aquel comentario.
—Pero tú no tienes planes de sentar cabeza...
—No... bueno, no sé a qué le llama sentar cabeza, yo tengo una profesión y un trabajo que me permiten vivir bien, ahora, si lo que quiere es boda y nietos, no lo creo... eso no llegará —añadió.
Sabrina sonrió.
—¿Tú?
—¿Yo qué? —inquirió ella confundida.
—¿Has pensado en lo de sentar cabeza?
—Yo, al igual que tú, tengo mi profesión y soy independiente, ¿a qué más podría referirse esa expresión? Además, tengo un gato... —añadió.
—¿Con quién lo dejaste? —quiso saber él.
—Contrato a una chica a la que suelo pagar para que lo mire cuando me toca viajar. Vive en el piso de abajo, es adolescente y le gusta juntar un extra, además quiere mucho a Azul.
—Qué bueno... ¿Y qué piensas de la boda y los hijos? ¿Quieres eso para ti?
—Te mentiría si te dijera que no, pero no me veo... —respondió ella con sinceridad.
—¿Por qué no?
—No me veo en pareja en una relación larga y estable, no me veo como madre... no sé, quizás es que siempre he preferido pensar que eso no era para mí, así no me deprimo si no lo logro, ¿no?
—Suena inteligente —sonrió él—. Aunque no entiendo por qué no lo lograrías.
—Ay, Xavi, ¿aún no te has dado cuenta? Para casarte necesitas un novio, para eso precisas salir, conocer gente... qué se yo. ¿Acaso me caería un novio del cielo?
Él se echó a reír.
—¿Quién sabe? De por ahí te aparece uno en el sitio menos esperado —bromeó.
—Estoy bien así... ya me he acostumbrado...
Hicieron silencio mientras Xavi buscó la música que pondría, lo que los llevó a hablar de eso un buen rato, incluso canturrearon algunas canciones y cada uno dijo cuáles eran sus grupos y músicas favoritas.
—Háblame de tu vida en ese pueblo, ¿cómo fuiste de niño? ¿Eras feliz? —quiso saber ella.
—Sí... no hay gran cosa en mi historia, viví una buena infancia. Leo era mi vecino y nos criamos juntos, éramos muy buenos amigos y con el tiempo más gente se unió a nuestro club. Teníamos un club de chicos —bromeó y ella sonrió—, entraron Damián y el Chino y los cuatro éramos inseparables.
—Qué bonito —dijo ella con melancolía.
—Con la adolescencia las cosas se pusieron un poco turbias, mis amigos comenzaron a meterse en cosas ilegales...
—¿Cómo cuáles?
—Drogas... —admitió con pesar—. Yo no sé ni cómo ni cuándo, pero teníamos una especie de refugio que habíamos construido en el jardín de Damián, ese era nuestro sitio de reuniones del club, y cuando crecimos, se convirtió en el sitio que utilizábamos para volar un poco...
—Oh...
—Sí, es algo de lo que me avergüenzo —admitió—, pero yo era un poco la voz de la consciencia del grupo. Les decía que no abusaran y trataba de cuidarlos para que no hicieran tantas tonterías... Yo casi nunca me drogaba, aunque de vez en cuando también lo hice...
—¿Y qué pasó?
—Leo conoció a Victoria en una fiesta y se hicieron novios, y ella fue la primera y única mujer de nuestro grupo. Era como una hermana para Dami y el Chino, pero para mí no, yo me enamoré de ella apenas la vi...
—Amor a primera vista —dijo ella con una sonrisa.
—Sí... pero era la novia de mi mejor amigo, así que era un imposible.
—Y sí...
—Las cosas fueron de mal en peor, la vida de Leo se complicó de un día para el otro, su padre enfermó y él se enteró de una verdad que hizo tambalear todo su mundo. Victoria estuvo allí para él, pero las fiestas y las drogas aumentaron mucho más. Yo intenté hacerle entrar en razón, pero no había caso, estaba tan enojado que se dejaba llevar por todo.
—¿Cuántos años tenían?
—Como dieciséis... más o menos... —comentó.
—Edad difícil...
—Sí —admitió él—. El padre de Leo falleció y su madre lo llevó a vivir a otra ciudad, pensó que apartarlo de la mala junta y del pasado doloroso sería bueno para él, pero en un principio no lo fue. Él odiaba al mundo entero y su único refugio era Vicky, tenían una relación super tóxica a larga distancia y planeaban la huida para cuando fueran mayores de edad...
—Vaya...
—Entonces, Leo conoció a Esme y su mundo volvió a dar un salto... y Vicky perdió a su hermano mayor por causa de las drogas, él murió frente a ella...
—Dios, qué triste —susurró Sabrina sin dejar de mirar el camino—. Eso fue el golpe que hundió a Victoria, que ya había perdido también a Leo...
—Me imagino...
—Y yo entonces me propuse sacarla a flote, cuidarla, estar para ella...
—Qué dulce —dijo Sabrina con ternura—, aunque me parece que era una carga demasiado grande para alguien tan joven...
—Lo sé... pero yo en ese momento creía que el amor era suficiente para todo —admitió—. Tú no tienes ideas de los sitios de los que la rescaté... evité que fuera violada un par de veces, la recogí desnuda de moteles o de la mismísima calle... ella ni siquiera recordaba haber llegado allí. Le di dinero que ella me pidió para una cosa, pero resultó para comprar más drogas... Estaba acabada, era piel y huesos, no quedaba casi nada de la mujer hermosa que solía ser, y vaya que Victoria es hermosa, ya la verás...
Sabrina sonrió.
—Dios, Xavi, qué buena persona eres...
—Estaba desesperado, ya no sabía cómo ayudarla... sus padres estaban hundidos por la muerte de su hermano y no sabían qué hacer con ella. Y yo era solo un niño que quería amarla, pero mi amor no era suficiente para salvarla y Vicky se hundía...
—Oh...
—Probé de todo, regañarla, hablarle bien... hasta que un día pensé que me alejaría. Le dije que ya no la rescataría más, que así solo le hacía peor, que ella se viera por su cuenta, que yo ya no la ayudaría a seguir matándose porque la quería demasiado.
—¿Y qué hizo?
—Nada, siguió... hasta que sus padres me llamaron para decirme lo peor, había intentado suicidarse —zanjó.
—¡Dios mío! —exclamó Sabrina consternada—. ¿Qué hiciste?
—La visité en el hospital, los padres me dijeron que la internarían en una clínica, pero ella se negaba. Yo entonces hablé con ella, logré convencerla y siempre dijo que lo hizo por mí...
—¡Qué bueno!
—Sí, pero no fue fácil, al inicio era durísimo para ella, pasar por el síndrome de abstinencia era horrible y ella lo remataba todo por mí. Yo iba cada domingo a verla, y a veces me trataba muy mal... yo aguardaba tranquilo y le decía que no se desharía de mí tan fácilmente y que estaría allí, cada domingo, hasta el último en el que estuviera en ese sitio... Con el tiempo, el amor y la paciencia, Vicky fue mejorando.
—Me alegro por ella...
—Cuando lo hizo, volvió a ser la mujer que era, aunque aún tenía miedos y se sentía culpable e insegura, no creía ser merecedora de felicidad... Yo le hablé de mis sentimientos y ella me dijo que solo podíamos ser amigos, yo lo comprendí, pero aun así elegí quedarme a su lado... Hasta que un día, algo cambió en ella y nos besamos...
—¿Y fueron novios?
—Sí, un corto tiempo... Yo la visitaba los domingos y estábamos juntos, caminábamos de la mano, nos dábamos besos... hablábamos horas y yo le contaba mis planes para cuando saliera, ya faltaba poco... pero todavía algo le faltaba... Vicky no brillaba —susurró como si él mismo analizara sus palabras.
—¿Y qué sucedió?
—Comenzó a hablarme de un chico que daba unas charlas religiosas en el centro, un voluntario. Al principio ella no quería ir, no le iban esas cosas de Dios y todo eso... pero Belén, su amiga del centro, le había insistido y terminó por ir. Y comenzó a cambiar, comenzó a brillar...
—Oh...
—Y un domingo, cuando estábamos juntos, el chico llegó. Yo lo recuerdo perfectamente, porque la vi transformarse ante mis ojos. Él ingresó, parecía consternado, no se veía bien... y ella me pidió que la esperara y corrió a él, lo miró con preocupación y vergüenza... Yo caminé hasta ellos y me presenté, él sabía de mí, pero su desilusión al verme con ella fue obvia, tanto como la de Vicky al no poder estar con él en ese momento porque debía estar conmigo.
—La conocías demasiado...
—Sí... así que me fui más temprano para darle su espacio y para pensar un poco... Sus ojos son celestes, ¿sabes? Y yo los vi brillar cuando lo vio... conmigo nunca tenían ese brillo...
—No digas eso, a lo mejor ella te quería.
—Sí, me quería, como un amigo, como un hermano, pero no como pareja... y eso duele, Sabri...
—Me lo imagino —susurró ella.
—A pesar de que lo sabía, esperé a que ella cortara la relación. ¿Sabes por qué lo hice?
—Dime...
—Porque yo era como esos moribundos, ya sabía que iba a morir, pero me aferraba a mis últimos segundos de vida, me aferraba a sus últimos besos, caricias... Sabía que una vez ella hubiera terminado, yo me tendría que apartar, no había vuelta atrás...
—Comprendo —admitió ella con la voz cargada de empatía.
—Y un día llamó, no sé qué día era, un jueves capaz... del teléfono de su psicólogo... eso solo podía ser algo urgente porque ellos no tenían permitido tener teléfonos en el centro. Me dijo que teníamos que hablar, y yo supe que había llegado el final...
—Oh...
—El siguiente domingo terminamos... Yo me sentí morir, dolía todo, pero más dolía saber que había hecho y dado todo por ella, Sabri, y aun así, no había sido suficiente. Me preguntaba qué tenía él que yo no... ¿Qué más podría haber hecho que no hice? ¿Qué es lo que hice mal?
—Pero no creo que las cosas fueran así... No fue tu culpa...
—Lo sé, pero eso era lo que yo veía en ese momento. Vicky lloró ese día, le dolía romperme el corazón, pero sabía que lo hacía... Yo le dije que me apartaría de ella y eso la desesperó, ella no sabía vivir sin mí, yo era su muleta... pero solo era eso, su muleta... y en esa época ella ya caminaba sola, ya no me necesitaba... Yo debía recuperarme...
—Lo entiendo.
—Si no lo hacía, Sabri, si no me apartaba, iba a perder lo poco de orgullo, dignidad y autoestima que me quedaban, y no era justo... no es justo para nadie entregarlo todo así... y no digo que esté mal hacerlo, pero era desproporcional... quise salvarla y en ese intento me perdí yo.
—Es lógico —dijo ella y negó—. No sé cómo no pudo enamorarse de ti... cualquiera hubiese caído a tus pies...
—No, el amor no funciona de esa manera —negó él—, con el tiempo comprendí que no era yo, no era que a mí me faltara nada que él tuviera... solo, ella no era para mí y yo no era para ella. El amor no se puede forzar... Yo no le guardo rencor, pero la situación me marcó tanto, que ya no quiero volver a sufrir eso otra vez, por eso no quiero enamorarme... no podría pasar por lo mismo una vez más, tomé el último aliento que tenía para volver a ponerme en pie, ¿sabes? Es como un video juego, usé todas mis vidas... ya no tengo otras... y si vuelvo a caer... temo no poder levantarme de nuevo.
—Lo entiendo —dijo ella con dolor.
—Me prometí a mí mismo no permitir que nadie volviera a romperme el corazón y tampoco yo quiero rompérselo a nadie, no quiero que nadie pase lo que yo pasé, por eso solo salgo con chicas que saben que es solo diversión, por eso tengo mis reglas. Las chicas con las que estoy buscan lo mismo que yo, diversión sin compromisos, lo dejo bien en claro al inicio.
—Puede ser que alguna vez eso falle, Xavi, no siempre esas cosas salen bien. Con las relaciones de pareja tampoco funciona eso de querer planificar todo...
—Sí, ha habido algún que otro problema, pero en general, estoy bien. Tampoco es que sea un Don Juan, solo aprovecho las oportunidades cuando me llegan y disfruto el presente...
—Pero tú mismo has dicho que al final se siente vacío.
—Porque sí, porque el sitio donde solía estar mi corazón está vacío... —admitió—. Y bueno, me alejé de ella y vine a estudiar a la ciudad, Esme y Leo me escribían, pero también me alejé de ellos porque me recordaban a todo lo que me dolía. Además, necesitaba olvidarla, sentía que si no me apartaba volvería como un perro a sus pies ante cualquier dificultad, y yo no quería eso...
—Y es lógico...
—No es su culpa, por eso digo que ella no debe pedirme perdón, ella me dio lo que pudo, solo que para mí no fue suficiente... y siento que fue injusto, es imposible sacarme esa sensación de que le di demasiado de mí y no lo valoró.
—Y yo sin embargo pienso que ella lo valoró tanto que incluso quiso poder amarte, pero como tú mismo has dicho, el amor no se puede forzar... —comentó.
Xavi asintió, quizá tenía razón.
—¿Cómo piensas que será volver a verla? —preguntó Sabrina, necesitaba estar preparada para cualquier cosa que sucediera y debía saber cómo ayudarlo.
—No lo sé, al inicio fantaseaba con un reencuentro muchos años después... cuando ambos estuviésemos solos... Algo así como los libros que lees —bromeó y ella sonrió—. Pero eso solo pasa cuando el amor fue inolvidable para ambos...
—¿La estabas esperando entonces? —quiso saber.
—No lo creo, por dentro siempre supe que ella no volvería... no como lo que fue... No sé, no sé lo que sentiré al verla...
—Yo estaré allí, a tu lado, ¿lo sabes? —inquirió con ternura—. Seré un poco lo que tú fuiste para ella, tu muleta... si es que al verla descubres que te cuesta caminar.
Xavier sonrió y la observó con ternura. Aquella era probablemente lo mejor que alguien le haya dicho en toda su vida porque nadie mejor que él sabía lo mucho que significaba.
—Gracias... —susurró.
—No tienes por qué, te mereces un poco de lo que tú diste...
El silencio se hizo entre ellos por lo que quedó del camino. Sabrina pensó qué él estaba sumido en el pasado, recordando cosas que le dolieron o imaginándose cómo sería el reencuentro, pero Xavier solo podía pensar ella, en lo magnífica que era, en lo mucho que le gustaba estar haciendo eso con ella. Había imaginado miles de formas en cómo podría suceder el reencuentro con Vicky, y su miedo era caer, verla y perderse, volver a ser ese chico que quedó tras su paso, ese al que tanto costó levantar... pero ahora, con Sabrina a su lado, sabía que eso no iba a suceder.
Cuando llegaron a la casa, mientras estacionaban y justo antes de que ella apagara el motor, él se lo dijo.
—Quiero que sepas algo —susurró.
—Dime... —dijo ella volteándose a mirarlo.
—Mi peor miedo no era a sentirme todavía enamorado cuando la viera, no era a lo que ella me diría ni a lo que yo podría decirle, no era tampoco verla con alguien más... Mi peor miedo era volver a encontrarme con el Xavier uno que quedó después de ella.
Sabrina asintió.
—Yo había puesto todas mis energías en sacarla a flote, y cuando se acabó, ya casi no tenía energías para levantarme a mí. Tú no sabes lo que yo era, una piltrafa, un trapo sucio y viejo, estaba deprimido y desesperanzado... me sentía una porquería... y tuve que sacar fuerzas de donde no tenía para sacarme a mí mismo de ese pozo...
—Eso lo comprendo bien, porque yo también tuve que luchar por mí misma y recordarme que valía la pena cuando nadie lo creyó.
—Así mismo... y mi miedo más grande era que al verla, esa parte de mí volviera a salir y me sintiera inseguro, perdiera todo lo que con tanto esfuerzo construí. Hay personas que tienen ese poder en uno...
—Exacto... pero...
—Pero —interrumpió él—, ahora que estás aquí conmigo y que te he compartido todos mis temores y te he abierto mi mundo, sé que no sucederá... sé que estás tú y no me dejarás caer...
—No lo haré, no te dejaré caer —prometió ella con una sonrisa—. Para eso estamos los amigos, ¿cierto?
Xavier asintió, pero en ese mismo instante, Sabrina no tuvo más que aceptar, que se había enamorado de aquel chico de hojalata que había escondido tan bien los retazos de su corazón roto en algún rincón de su alma al que nadie tenía acceso, pues él se había encargado de arrojar la llave muy lejos para no volver a sufrir.
Y no pudo evitar pensar en las ironías de la vida, ella, estaba dispuesta a ser para él, lo que él había sido para Victoria, no lo dejaría caer y estaría a su lado en cada instante para ser lo que él necesitara que fuera.
Ahora sí que empieza lo divertidooooo
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