Capítulo 12

Sabrina pensó por donde comenzar su historia, no era algo que le molestara ni que ocultara, simplemente no estaba acostumbrada a compartir esa parte de ella con nadie más. Sin embargo, la conversación anterior ya había sido lo suficientemente personal y, por alguna razón, él le inspiraba confianza.

—Bueno, me crie en casa de mi abuela, mi madre trabajaba mucho así que casi no la veía. Mi abuela fue la que me crio y es en realidad mi figura materna —admitió—, allí también vivía una tía y su propia hija, Bianca, de casi mi edad.

—Mujeres al poder —dijo él y ella asintió.

—Así es, todas chicas...

Luego hizo silencio, él solo aguardó.

—Tengo vitíligo. ¿Sabes lo que es? —inquirió ella.

—Sí... lo busqué en internet luego de conocerte —dijo él y ella asintió con una sonrisa dulce, aquel gesto le parecía tierno.

—La primera mancha me salió en el codo, tenía como diez años... luego salieron más... y cuando tenía catorce estaba llena de ellas. Mi tía le decía a Bianca que no se juntara mucho conmigo porque eso podría ser contagioso.

—¡Qué ignorancia! —se quejó él y ella solo se encogió de hombros.

—Hasta ese momento, Bianca y yo éramos muy unidas, ella era mi mejor amiga y nos contábamos todo, pero la tía empezó a restringirnos el contacto y yo preferí no ser molestia para ellas. No me gusta sentirme rechazada, así que cada vez que eso sucede, me escondo.

—Pero era injusto para ti —acotó él y ella volvió a encogerse de hombros.

—Empecé a encerrarme en mi habitación y a pasar mucho tiempo allí, mi abuela estaba vieja y yo sabía que pronto me quedaría sola. Lo único que deseaba era ser mayor de edad para irme de la casa...

—¿Tanto así?

—No me sentía a gusto allí, imagínate, mi tía siempre me pedía que me cubriera los brazos y el cuello incluso cuando hacía casi cuarenta grados de calor, verme le daba asco al parecer. Tanto, que me empezó a comprar base para que me cubriera el rostro y las partes de mi cuerpo que quedaban visibles. Bianca ya había hecho nuevos amigos y ya no parecía necesitarme y mi madre no existía... Entonces comencé a pensar que de verdad había algo de malo conmigo, me sentía mal, una especie de monstruo... me avergonzaba de mi piel...

—Pero eso no tiene sentido —dijo Xavier muy molesto por lo que oía.

—Lo tiene cuando eres adolescente. La escuela no ayudaba, me empezaron a poner apodos... ya sabes, la gente puede ser muy mala... A veces, cuando yo me acercaba, gritaban: ¡Ahí viene la mancha! Y se iban todos corriendo. Otras veces, me decían dálmata o vaca.

—Qué horrible... ¿No se lo dijiste a tu abuela o a tu madre?

—No, mi madre iba a decirme que era cosa de chicos y a mi abuela ya no quería molestar, estaba enfermita... Cerca de los últimos años conocí a un chico, David, a él parecía no importarle mi piel, me hablaba y se acercaba a mí... y nos hicimos novios —comentó con una sonrisa melancólica—. Pero bueno, los primeros amores no duran mucho, ¿cierto?

Xavier se encogió de hombros y prefirió no responder.

—Terminamos cuando él viajó para ir a la universidad, ninguno de los dos creía en las relaciones a distancia y preferimos dejarlo. No me quejo, él fue buena persona y muy importante en mi vida. Me llenó de coraje para que ya no escondiera mis marcas, él me dijo que era bella y yo decidí creerlo. Sé que uno no debe basarse en lo que dice el otro para sentirse bien, pero en esa época era mi apoyo y fue muy importante en mi proceso...

Xavier la miró con ternura, ella continuó.

—Creo que le debo mucho. Su amor me impulsó, así que cuando acabamos el colegio yo decidí que ya no escondería mi piel y que saldría de la casa y buscaría vivir sola. Siempre fui buena para el diseño, lo perfeccioné en mis horas de encierro y soledad adolescente, por lo que me puse a estudiar Diseño Gráfico y conseguí un trabajo como aprendiz, con eso pude pagarme un pequeño cuartito cerca de la universidad donde viví hasta hace como dos años. Entonces me comenzaron a contratar en más empresas, me empezó a ir mejor, lo que me permitió renunciar a la oficina para trabajar por mi cuenta y así tener más clientes y arrendar este departamento.

—¿Entonces no tienes contacto con tu madre o tu tía?

—Sí, en fiestas o en cumpleaños, nada más... —se encogió de hombros—, hay veces que la familia no se siente como tal, ¿sabes? Yo nunca los sentí, salvo a mi abuela... ellos me dieron la espalda y yo aprendí a vivir sola, a salir adelante por mí misma...

—Y eso es triste, pero eres fuerte y deberías sentirte orgullosa —admitió él, ella asintió.

—Lo sé, pero tiene su lado negativo. Me cerré al mundo, si no puedes confiar en las personas que deberían estar allí para ti, ¿cómo confías en los demás? Además, mi trabajo no ayuda mucho, al ser free lance no tengo mucho contacto con nadie así que hacer amigos es algo difícil para mí. Me cuesta mucho confiar en la gente...

—¿En la universidad no hiciste amigos?

—Sí, pero en esa época todavía tenía mucho miedo de abrirme a la gente, es decir, yo ya estaba acostumbrada a no necesitar de nadie y a no contar con nadie... me era más fácil andar por mi cuenta...

—Pero eso es triste, Sabri... y además le estás privando al mundo de tu amistad.

Ella sonrió.

—¿Sabes qué me gustaría algún día? —dijo con un toque infantil tiñendo su rostro.

—Dime...

—Una mejor amiga —sonrió—. Te parecerá estúpido, pero como ya sabes amo leer historias de amor... en esas historias siempre hay una mejor amiga que está allí para la protagonista, que la ayuda en todo, la escucha y la apoya... Ya sé que eso no existe, pero me encantaría, ¿sabes?

—Yo creo que cualquier chica querría ser tu amiga...

—No lo creas, no sé ser buena amiga, creo que para eso hay que aprender a abrirse, contar secretos, confiar, compartir momentos, guardar secretos, estar para el otro... y yo no creo poder con eso. A lo mejor soy muy egoísta o quizás es que ya estoy tan acostumbrada a no tener eso, que no sabría en qué momento de mi día o mi vida poner a esa amiga.

Xavier rio.

—Pero sin embargo yo soy tu amigo, ¿no? Y nos vemos casi a diario y compartimos cosas... te estás abriendo a mí y pasamos buenos momentos juntos... solo falta contarnos y guardar secretos, ¿no?

—Y sí —respondió ella con diversión—. En eso tengo que admitir que tienes razón... y no sé ni cómo pasó, pero lo cierto es que me siento bien contigo... aunque a veces todavía me da vergüenza o timidez ciertas cosas... tengo miedo de que pienses mal de mí... o cosas así...

—No seas tontita, no pensaría mal de ti en ninguna circunstancia. Estoy seguro de que esa amiga que buscas llegará a tu vida, pero mientras tanto, yo ocuparé su lugar y podrás practicar a ser amiga conmigo.

Ella sonrió y miró hacia el frente. Xavier se perdió en sus facciones y deseó tocar su piel, sentir su textura, apartar ese mechón de cabello que se le caía casi sobre el rostro.

—Ya no tienes vergüenza ni te sientes distinta por tu piel ¿o sí? —inquirió.

—No, ya no, me he aceptado como soy... A veces es incómodo igual, la gente mira, comenta... Y no te niego, cuando me miro al espejo, a veces fantaseo con que utilizo el Photoshop y relleno las partes claras... pero es solo porque hay ocasiones en que sentirse diferente no es tan genial como parece... Es irónico, ¿no? Todos buscamos ser diferentes, pero cuando lo somos, queremos ser iguales...

—A mí me encanta... —dijo él con sinceridad y ella lo miró confusa.

—¿Qué?

—Tu piel —admitió él—. Desde el primer día que te vi...

Ella sonrió.

—¿Por qué?

—No lo sé... solo me gusta, como me gusta el helado de crema con galletitas Oreo —añadió.

Ella se echó a reír.

—Un día me deberías permitir hacerte unas fotos... ¿No lo crees? Sería divertido.

Ella negó.

—Soy demasiado tímida para posar ante una cámara —zanjó.

—Vamos, será divertido... podríamos jugar a que eres una modelo y saldrás en unas revistas.

Ella rio aún más.

—Además me la debes, casi ya no toco la batería por tu culpa —dijo y puso cara de niño pequeño—, al menos debes permitirme mi otra pasión.

—Ya veremos...

—Me harías muy feliz si me regalaras la oportunidad de retratarte... —insistió.

—Lo pensaré —susurró ella—. Y nada, no hay mucho más que eso en mi vida, te dije que era aburrida.

—Yo no lo creo así... —respondió Xavi—. ¿Sabes que me parece divertido de ti?

—¿Qué?

—Pues que eres un poco impredecible... A veces eres tímida y te noto nerviosa, pero en otros momentos te muestras mucho más espontánea y un poco más atrevida. Siempre me tienes en ascuas, esperando ver cómo reaccionarás a lo que digo o hago —susurró. Sentía que los dedos le picaban por las ganas de acariciarle la mejilla o tocarle las manos.

Ella se rio.

—La verdad es que siempre lo he pensado, siempre he pensado que soy varias personas encerradas en un solo cuerpo... —comentó.

—No me asustes, me recuerda a esa película del tipo con las personalidades múltiples.

—No, tonto —rio ella—, me refiero a que uno siempre muestra una cara ante los demás, pero por dentro hay mucho más, cosas que te gustaría hacer, maneras en las que te gustaría ser... no lo sé, a veces siento que hay un alter ego en mi interior.

—¿Y cómo es esa Sabrina dos? —quiso saber él.

—No lo sé, menos miedosa, quizá... más atrevida —como dijiste tú.

Él sonrió.

—Ahora que lo pienso tienes razón... yo también creo que hay otro Xavi dentro de mí, pero en mi caso es al revés, es uno que era antes y que después decidí ocultar.

—El Xavi al que se refería la chica del otro día, ¿no? La que te invitó a la boda de tu ex... tú dijiste que ya no eras ese.

—Sí... ese Xavi... —respondió él y Sabrina pensó que su mirada se volvió algo sombría.

—¿Y cómo era ese chico? —quiso saber ella.

—Era dulce, muy ingenuo... demasiado soñador... De esos que dan demasiado y se quedan sin nada... Sufrió mucho —admitió por primera vez en voz alta desde que todo aquello había pasado.

Ella lo miró entonces y ahora fue él quien perdió la vista en el horizonte.

—Yo todavía pienso que eres dulce...

Él sonrió, pero no dijo nada.

—¿Sabes? —inquirió ella y él la miró—. La diferencia es que yo nunca fui Sabrina dos, ella es solo la persona que me gustaría ser y no me animo, sin embargo, tú si has sido ese Xavi uno al que has encerrado. ¿Lo extrañas? —preguntó.

—Un poco, a veces... pero...

—No es suficiente para que lo dejes salir —afirmó ella tras su silencio y él negó.

—Es como tú cuidando a tu gato —murmuró—, no lo dejas salir por miedo a que le pase algo, ¿no? Lo tienes protegido.

Ella asintió.

—Xavi uno ha sufrido demasiado... —afirmó ella.

—Así es... —acotó con un hilo de voz.

—Y Xavi dos está blindado al sufrimiento como yo estoy blindada a abrirme y hacer nuevas amistades.

—Algo así —dijo él con una sonrisa, le agradaba que lo comprendiera y que hablar con ella fuera tan sencillo.

Los dos permanecieron en silencio un buen rato.

—¿Irás a la boda? —preguntó entonces Sabrina.

—No...

—¿Por?

—No quiero verla unir su vida a la de alguien más...

—¿La amas aún? —preguntó la muchacha.

Xavi tardó en responder.

—No lo sé, hace demasiado tiempo que enterré todo eso y no me permito volver a pensar ni en ella ni en nada que me haga mal.

—Claro, para eso tienes tu batería, tu cámara o el sexo, ¿no? —preguntó ella.

—Algo así...

—Haces lo que yo solía hacer con el maquillaje sobre mi piel... tapas las manchas que tiene tu alma —afirmó con certeza.

Xavier la miró con sorpresa, lo que decía tenía sentido.

—¿Crees que debo ir? —preguntó entonces.

—No soy quién para decírtelo —afirmó ella.

—Sí eres, eres mi amiga y los amigos se dan consejos... —susurró él. A ella esa frase le llenó el alma e hizo que su corazón diera un brinco en su interior.

—Creo que esa chica que vino te dejó en claro que ella y su esposo te quieren y te esperan, amigos así no creo que queden muchos... más aun teniendo en cuenta que por lo poco que pude deducir, eres tú el que decidió apartarse...

—Cierto...

—Y tu ex, quiere decirte algo... ¿no sería bueno escucharla? Quizá desea pedirte perdón.

—No tiene por qué hacerlo... no es su culpa no haber podido amarme...

—Bueno —dijo ella en medio de un suspiro—, no sé cuál fue la historia y no voy a pedirte que me cuentes algo que no quieres compartir, pero lo único que estoy segura es que, si no cierras una historia, no podrías abrir otra...

—No quiero abrir otra... —dijo él.

—Lo mismo, cerrar ciclos es necesario, ayuda a sanar el dolor, a cicatrizar las heridas, a mirar de nuevo al frente... Eso dicen todos los libros que leo —añadió ella encogiéndose de hombros—, y quizás es eso lo que ella busca, cerrar el ciclo contigo para poder casarse y ser feliz en su nueva vida sin sentir el peso del pasado...

—La amé como a nadie —murmuró con dolor—, ese es mi secreto... —dijo y la miró con ternura—. No hablo de esto con nadie...

Ella lo tomó de la mano y él sintió al fin la suavidad de su toque, un cosquilleo inesperado le sacudió la piel.

—Siento que ese amor no haya sido retribuido, creo que te merecías que lo fuera... pero no puedo juzgar una historia que no conozco... los libros que leo me han enseñado que siempre hay dos versiones de cada historia...

—Me encanta todo lo que te enseñan esos libros —dijo él con una sonrisa mientras observaba su mano sobre la suya.

Ella asintió.

—Cuando no hay oportunidad de vivir en el mundo real, vivir en el de los libros es una alternativa...

—¿A qué te refieres? —preguntó él y se animó entonces a hacer lo que tanto deseaba, dejar vagar a su dedo índice por el dorso de la mano de Sabrina.

—Tú al menos amaste con locura... al menos tienes una historia para contar, Xavi...

—¿Tú no?

—Un único novio de adolescencia en una relación que duró un año ante 28 años de mi vida no es gran cosa, ¿no?... Tampoco creo que nos hayamos amado con la vida ni que nos hubiéramos considerado el amor de la vida del otro. Fue bueno, sí, pero nada de otro mundo... no me costó superarlo ni guardo ninguna necesidad de volver a verlo... Y luego de eso... siempre estoy sola... imaginándome ser la protagonista de los libros que leo...

Él sonrió.

—¿Solo lees romance? —inquirió él.

—Sí, mayormente... aunque también leo un poco de fantasía y literatura erótica —admitió.

—Oh... vaya, vaya —dijo él y le guiñó un ojo—. ¿Al estilo Cincuenta Sombras? —preguntó.

—Sí, ese y otros libros...

—Me da curiosidad saber qué aprendes de ellos —bromeó.

—Ahhh, ni te imaginas las cosas que una puede aprender de esas historias —le siguió el juego.

La conversación se tornaba íntima, pero ella se sentía a gusto y no sentía la vergüenza ni la incomodidad que hubiese esperado ante tales charlas.

—Cuéntame... —pidió él.

—No...

—Muéstrame entonces —bromeó.

Ella rio y le dio un pequeño golpe en el hombro.

—¿Y también sueñas con ser protagonista en una de esas historias? —quiso saber él.

—Basta... me haces sonrojar —susurró divertida.

Xavier se echó a reír y la miró con ternura, adoraba la manera en que se cohibía cuando él hablaba abiertamente de sexo, volvió a acariciar con dulzura su mano y sintió que toda su piel le llamaba, mientras tanto, Sabrina solo podía pensar en las miles de nuevas sensaciones que una caricia en la mano podría entregarle.

—Si alguien escribiera un libro sobre ti, yo querría ser uno de los personajes que te acompañan... podría ser tu mejor amigo... ¿no crees? —dijo él con una sonrisa, como si aquello fuera la mejor idea que se le hubiera ocurrido esa mañana.

—No... tendrías que ser gay para eso —admitió ella y él se echó a reír.

—¿Por qué?

—Porque en la mayoría de las historias, si hay un mejor amigo, seguro luego serán pareja... y si no, es porque es gay... El mejor amigo gay... y mi vida es tan triste que ni eso tengo —respondió divertida—. Porque tú definitivamente no lo eres...

—No... pero bueno, ya pensaré qué papel puedo desarrollar...

El silencio volvió a hacerse entre ellos y Xavier se perdió en sus pensamientos por un rato.

—¿En qué piensas? —inquirió ella al notarlo lejos, sus manos se habían separado de las de ella.

—En la historia de Vicky, en si fuera un libro... No fui el principal... fui el chico al que sacrificaron para que ella creciera y alcanzara la felicidad.

—Esa clase de personajes suele ser de dos maneras: o el chico bueno con el que el lector empatiza y sufre, o el chico malo al que todos festejan que el escritor haya sacado del libro... ¿cuál eras tú?

—El primero —admitió y no pudo evitar sonreír ante la manera en que ella llevaba la conversación. Xavier sentía incluso que era sanador hablar con Sabrina y compartirle sus secretos.

—Entonces te mereces tu propia historia de amor —susurró ella con diversión, intentaba sacarle la nube negra que se había detenido en su cabeza.

—No quiero enamorarme de nuevo —concluyó.

—Eso es muy cliché —bromeó ella con dulzura y le dio un pequeño empujón con el hombro, quería infundirle ánimos—. Si fueras un personaje de esos de los buenos que merecen un final feliz, el escritor se apiadará de ti y los lectores no te olvidarán, entonces, te crearán una historia y llegará alguien que te ayudará a superar a ese gran amor. Alguien a quien te entregarás sin darte cuenta, incluso aunque pienses que no te estás enamorando, aunque temas hacerlo...

—¿Sí? —quiso saber él y la observó, ella sonrió y asintió.

—Sí... y los lectores estaremos felices de que tú también hayas alcanzado tu final feliz... —admitió.

—Yo solo quería que ella fuera feliz, ¿sabes? —dijo con un hilo de voz—, pensé que yo podía lograr hacerla feliz.

Sabrina suspiró.

—Pero tu amiga dijo que ella lo era... ¿acaso no deberías estar contento entonces?

—Sí... pero incluso así ha sido doloroso...

—Por supuesto que sí, Xavi...

—A veces dudo del amor que le tuve, ni siquiera sé qué fue real o qué me inventé en mi cabeza, como dices tú, como si fuera una historia... a la espera de resultar ser el protagonista...

—Y por eso es por lo que creo que te vendría bien hablarle...

—¿De verdad lo crees?

Ella asintió.

—Sí, puede ser sanador. A lo mejor todo esto solo está en tu cabeza... no digo que no la hayas querido ni que no hayan tenido una historia, digo que al final al verla te das cuenta de que no fue tan grave o de que ya no tienes sentimientos hacia ella. Quizá puedas liberarte...

Él hizo silencio y sopesó la idea, a lo mejor Sabrina tenía razón.

—¿Y vendrías conmigo? —preguntó él.

—¿Por qué? ¿Me necesitarás? —inquirió ella confusa.

—Sí, porque solo tú eres capaz de unir al Xavi que soy hoy con el que fui ayer... y yo no sé cómo podría sentirme luego de verla... y me gustaría tenerte cerca, por si necesite llorar... Yo no lloro, ¿sabes?

—Ahora lo estás haciendo —dijo ella acercando su mano para secarle una lágrima tímida que caía por su mejilla.

—Pero tú me estás cuidando... sé que estoy a salvo aquí... —susurró.

Ella sonrió y le clavó la mirada. Le gustaba lo que veía, al pureza en el fondo de sus ojos oscuros, el dolor que lo hacía tan humano, el miedo y hasta la necesidad con la que parecía implorarle su compañía.

—Iré contigo, solo dime cuando y me organizaré.

—El próximo fin de semana es la boda... se casa el sábado, ¿crees que podríamos ir el jueves?

—¿Nos quedaremos para la boda? —quiso saber.

Él se encogió de hombros.

—No lo sé, le diré a Esme que le diga a Vicky que hablaremos el jueves... y luego veremos qué pasa...

—Perfecto.

—¿No tendrás problemas con el trabajo? —inquirió él.

—Soy mi propia jefa —respondió ella guiñándole un ojo.

Él sonrió.

—Gracias...

—Nada de gracias... los amigos hacen esas cosas, ¿no? Al menos en mis historias...

Él asintió.

Bueno, este capítulo me encanta, me parece muy íntimo y real y a la vez muy divertido por las comparaciones que hacen con los libros.

Me gustaría dedicarle este capítulo a todas las chicas que cuando se enteraron que iba a escribir una novela con un personaje con vitíligo me escribieron para compartirme parte de sus historias y lo que vivieron en su adolescencia. Lo he escrito con mucho cariño y respeto pensando en cada una de ustedes y las cosas que me contaron. Hice un compendio de todo lo que pasaron, de los apodos que me dijeron que les ponían, de el haberse tenido que esconder, del rechazo familiar... Espero de corazón haber podido poner en Sabrina un poco de lo que vivieron, en realidad no tenía idea de que fuesen tantas, me sorprendió mucho los mensajes que recibí. Espero que disfruten de este capítulo en especial ustedes, porque lo hice con mucho amor para ustedes. 

Gracias

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