Capítulo 11

Las siguientes semanas fueron algo mágicas para Sabrina y Xavier que pasaron de ser vecinos a buenos amigos. Se encontraron un par de veces en la oficina de él para que ella le mostrara los avances de los trabajos para la empresa Viva Feliz, y el resto de los días, él la buscaba cuando llegaba de su trabajo.

Sabrina, a veces, estaba en su casa y, otras, venía de afuera, todo dependía de los trabajos que estuviera haciendo esos días, pero lo cierto era que, a partir de las siete de la tarde, solía ir al loft de Xavier en donde preparaban algo para comer mientras conversaban sobre cualquier cosa, veían alguna película o, en ocasiones, ella leía un libro mientras él hacía ruido con su batería.

Pero por las noches, ella dormía en paz y él, por lo que parecía, también.

Sin embargo, ese viernes, él no llegó a buscarla, y como ella no sabía si él estaba o no en su departamento, decidió no ir. No quería parecer demasiado ansiosa por verlo y lo cierto era que lo estaba.

Cerca de la media noche, el sonido de su puerta le hizo saber que llegaba a su casa, y otra vez venía acompañado de una voz femenina y, los gemidos no se hicieron esperar demasiado.

Sabrina se sintió extraña, no había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había oído así, pero algo en ella había cambiado y, de pronto, no se sentía a gusto con aquellos sonidos. Se cubrió la cabeza con la almohada, como solía hacerlo siempre, pero no fue suficiente.

Cerró los ojos con la intención de esperar a que aquello pasara, pero entonces, comenzó a imaginar que era ella. Sus pensamientos, que nunca habían tomado ese rumbo, la llevaron por un sitio que no conocía. Primero se imaginó que él la desvestía y que la miraba de arriba abajo, así como solía mirarla cuando iba a golpear su puerta en medio de la madrugada para pedirle que dejara de tocar la batería, y ella no tenía vergüenza, no como habría pensado. Sentía el calor inundar su sangre y comenzó a moverse entre sus sábanas.

El sonido de los gemidos pareció excitarla aún más y su entrepierna comenzó a punzar. Dejó que sus manos bajaran por su cuerpo y tantearan su piel, pero cuando llegaron a ese sitio y ella sintió su propia humedad, se asustó tras lo que estaba haciendo y se detuvo.

¿Qué le sucedía? Ella no era así, incluso había llegado a pensar que era asexual, podía vivir tranquilamente sin sexo y no sentía ni necesidad ni deseo, pero entonces, esa noche, todo había cambiado.

El grito que provino de la habitación contigua le hizo saber que por allí habían acabado. Se imagino a Xavier, con todo el pelo desordenado tendido sobre su cuerpo, ambos sudorosos y satisfechos, y entonces necesitó correr a la ducha. Eso no era típico de ella y no sabía cómo sentirse al respecto.

Se metió bajo el agua fría y se quedó allí un buen rato, y entonces sus lágrimas comenzaron a caer al percatarse de que había una chica en la cama de al lado y no era ella.

Sus emociones eran un barco en medio de una tempestad, pasaban del deseo a la tristeza, de los celos al enfado, de la vergüenza a la necesidad. Salió de la ducha y se secó, Azul la contemplaba impertérrito desde los pies de su cama y, ella, envuelta en una bata, se arrodilló para mirarlo de cerca.

—Tú estás castrado... no sabes de estas cosas.

El animal la miró y se puso de lado para recibir caricias en su abdomen.

—Sí, daría gusto que alguien me acariciara también —añadió y luego se echó a reír.

Definitivamente estaba enloqueciendo y sus hormonas estaban demasiado alborotadas.

***


Eran cerca de las dos de la mañana cuando Xavier salió de la ducha, la muchacha que había conocido esa noche ya se había marchado y él ya había acabado con su rutina de cambiar las sábanas, poner a lavar las sucias y darse un baño.

Se encontraba acostado con los brazos tras la cabeza, preguntándose si Sabrina habría escuchado algo. Seguro de que sí, siempre lo hacía...

Y en ese momento no le agradó la idea.

Sabrina le parecía una chica buena, pero su forma de ser le confundía un poco. Siempre se mostraba sincera y directa, aunque por momentos se veía tímida y nerviosa y al rato parecía desinhibida y arriesgada. La vez que mencionó que lo había escuchado tener sexo, no parecía haberle molestado, se preguntó cómo sería ella en la cama, si cual de sus personalidades sería dominante allí, la tímida o la desinhibida. Sonrió al imaginársela con una de sus camisetas de gatito tendida sobre su colchón mientras él subía sobre ella y la iba descubriendo centímetro a centímetro.

Sacudió su cabeza, no podía permitir que esa imagen se apoderara de sus pensamientos, Sabrina no era esa clase de chicas y él no podría tenerla solo una noche. Además, comenzaba a sospechar que, si algo así llegara a suceder, sería él quien no la querría solo para una noche, y eso, era algo impensable.

Sin embargo, él quería conocerla un poco más, saber sobre sus gustos, su familia o sus amigos, por lo que, en la mañana del sábado, decidido a pasar un tiempo de calidad con la vecina de al lado, caminó hasta ella y golpeó su puerta por primera vez, ya que siempre era ella la que venía a su casa.

Sabrina le abrió con los ojos aún hinchados y el cabello alborotado. Vestía una de las camisetas que lo volvían loco y pareció sorprenderse al verlo.

—Hola...

—Hola... ¿Qué sucede? —inquirió ella.

—Quería saber si querías desayunar... —respondió.

—¿No es muy temprano?

—Son casi las seis... no pude dormir más —admitió él.

—Creo que tienes problemas de insomnio —se quejó ella dejándolo pasar.

Xavi ingresó al departamento de la muchacha y constató lo que ella le había dicho, había dos ambientes, la sala de estar unida al comedor y a la cocina, y una habitación hacia el fondo que debía ser su cuarto. Todo separado por paredes, no como en su casa.

Sintió algo entre los pies y bajó la vista para encontrarse con un gato de raza azul ruso que se frotaba por sus pantorrillas.

—Es Azul —dijo ella señalándolo—, te está marcando.

—¿Qué? —quiso saber con diversión.

Ella se encogió de hombros.

—Dicen que cuando los gatos hacen eso te marcan como si fueras de su propiedad.

—Ah, no, yo no soy propiedad de este gato —dijo él y se alejó de él para caminar hasta la cocina—. ¿Dónde guardas las cosas?

—¿Qué necesitas? —quiso saber ella.

Él fue citando algunos ingredientes mientras ella se los iba pasando, y de pronto, Sabrina pensó que se llevaban bien y que se sentía a gusto estar con él.

—¿Por qué no pudiste dormir? —preguntó una vez que él comenzó a preparar unas tostadas francesas—. Duermes muy poco, Xavi, a la larga eso te hará daño.

—Supongo que siempre tengo la mente ocupada —suspiró.

—¿En qué? —quiso saber ella.

—No lo sé, a veces en cosas del trabajo, otras en...

—Cosas del pasado —añadió ella y él no respondió.

—Algo así...

—Pero anoche tenías la cabeza en otras cosas, yo creo —dijo ella y sonrió.

—Escuchaste —afirmó él con vergüenza, ella se encogió de hombros—. Lo siento...

—No tienes por qué...

Los dos se quedaron en silencio.

—¿Puedo preguntar algo? —quiso saber ella.

—Dime...

—¿Por qué? ¿Por qué te acuestas con cualquier chica con la que no tienes una relación? Digo, quizá soy un poco tradicional en esto, pero no concibo esa clase de relaciones —suspiró—, además... ¿acaso no se siente muy vacío? —preguntó sin saber bien por qué le cuestionaba algo tan íntimo o tocaba un tema que jamás hablaba con nadie.

Él suspiró y pensó la respuesta mientras servía las tostadas y se disponía a exprimir naranjas.

—No lo sé —respondió—. Y sí, se siente muy vacío al terminar...

—Será que es cierto lo que decía mi abuela sobre que los hombres necesitan el sexo...

—¿Y las mujeres no? —preguntó él con diversión, ella se encogió de hombros incómoda.

—No sé... —respondió al fin—. Supongo que también, pero... no lo sé, no me hagas caso, solo no lo comprendo...

—¿Tú no necesitas sexo? —inquirió él mirándola con expresión retadora y ella se puso nerviosa.

—Hmmm... yo no soy parámetro —respondió.

—¿Por? Eres mujer ¿o no? —preguntó, le gustaba alterarla de esa manera.

—Digamos que yo bien podría vivir sin sexo, pero sé que no todas son como yo, y teniendo en cuenta que no soy la mayoría y que no tengo otras opciones para contrastar, no sabría decirte sobre las necesidades de otras mujeres —respondió como si estuviera exponiendo un trabajo de ciencias.

Xavi se echó a reír.

—Pues te diré, las mujeres también tienen necesidades y eso no está mal... El sexo no es malo.

—No he dicho que lo sea —dijo ella negando—, solo que no lo concibo así, desprovisto de al menos alguna clase de sentimiento.

Xavi asintió y detuvo lo que estaba haciendo para observarla como si se hubiese puesto a pensar en algo.

—No volveré a traer chicas a casa —prometió.

—¿Y eso? —inquirió ella con el ceño fruncido.

—No lo sé, solo no me parece que tú estés escuchando todo... —dijo y se encogió de hombros, esta vez él se sintió incómodo porque en realidad no sabía lo que lo había llevado a decir aquello.

—Puedo ponerme los auriculares...

—¿Y por qué no lo haces entonces? —preguntó él levantando las cejas con picardía.

—No lo sé, supongo que da un poco de morbo, ¿no?

—Ahhh, mira qué sorpresitas traías escondidas —bromeó.

Ella sintió el rubor teñir sus mejillas y él sonrió.

—Creo que esta conversación se está tornando demasiado íntima —comentó ella nerviosa.

—Los amigos tienen estas conversaciones y se supone que somos amigos, ¿no?

—Yo no hablo de sexo con nadie —zanjó—, de hecho, no hablo de nada con nadie... —añadió divertida.

—Pues a mí me encanta que hables conmigo...

—Y a mí me encanta hacerlo —dijo admitiendo que se sentía realmente a gusto a su lado.

Acabaron de desayunar y luego fueron hasta el balcón que daba al otro lado de la calle.

—No es justo, tú tienes balcón y yo no... —se quejó Xavi.

—Tú tienes un ventanal con una vista fantástica —dijo ella mientras ambos se sentaban en un sofá de cuero que estaba allí rodeado de algunas plantas. Azul subió sobre el regazo de su dueña y se acomodó para ser acariciado.

—Qué envidia —dijo él mirando al gato.

—Tonto —respondió ella tímida y cohibida.

—Cuéntame algo de ti... —pidió el chico—. ¿Por qué vives sola? ¿Tienes familia?

—Sí, pero he decidido tomar un poco de distancia... —comentó.

—¿Se puede saber por qué? —inquirió él.

—No lo sé, me sentía agobiada...

Él se sentó de costado para poder mirarla.

—¿Me cuentas tu historia? —pidió con interés.

—Es aburrida... —se quejó ella—, pero te la contaré si tú me cuentas la tuya...

—Trato...

Entonces los dos hicieron silencio, ella parecía tomar fuerzas o encontrar un punto de su historia por dónde empezar, y él, sin dejar de mirarla, solo podía pensar que ella parecía un ángel.

Bueno, espero que hayan disfrutado el cap y la forma en la que se van acercando Sabri y Xavier :)

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