Epilogo

3 de junio del 2010.

El pasado 1ero de julio a las 15:00hs, la policía encontró el cuerpo de una mujer desaparecida  en los terrenos de la familia Dazai. La policía viene llevando una investigación de su búsqueda por insistencia de la familia de la víctima y cuya identidad han insistido que permanezca sin revelar por los medios.

La víctima había estado trabajado para la familia Dazai y se estima que su desaparición fue durante su turno en el trabajo. Se cree que el tiempo de su desaparición fue hace seis meses y los forenses de la policía estiman que murió atacada por un animal salvaje.

La familia Dazai ha decidido no dar comentarios al respecto. También se ha reportado la desaparición del hijo más joven del matrimonio Dazai: Osamu Dazai, cuyo paradero sigue siendo desconocido.

****

Osamu creía que la mejor vista de todas había sido cuando se subió al auto de Verlaine y Rimbaud y veía por la ventana como todo se hacía más pequeño desde su asiento en la parte de atrás del auto. Pero no había podido ver mucho más porque se había quedado dormido junto a Chuuya.

Desde entonces los cuatro habían estado huyendo. Incluso tuvieron nombres falsos y pensó si tendría un alias como en las películas de espías.
Pensó que el mejor para Chuuya sería babosa y se río en silencio.

En las casas de seguridad, Chuuya y Osamu también aprovecharon para practicar el vuelo. A Chuuya le costaba llevar otro peso porque no estaba acostumbrado.

Ya había pasado un año desde que escaparon juntos.

-¿Los chicos siguen intentándolo?-preguntó Verlaine.

Rimbaud acercó a su esposo.
-Dejalos divertirse, son solo niños- dijo.

Verlaine asintió.
-Vamos adentro- dijo Rimbaud- Me gustaría pasar un momento con mis esposo sin niños por una vez. Amo a esos chicos, pero ya estoy sintiendo el peso de la partinidad.
-Creo que yo también- respondió Verlaine suavemente.

Rimbaud sonrió. Al principio no y había notado que Paul le estaba diciendo algo.
-Oye, cariño- dijo Pual.
-¿Si?- respondió Arthur.
-Te amo.

Paul Verlaine pudo ver como los ojos de su marido brillaban como si estuviera viendo una noche despejada llena de estrellas. Arthur sonrió y terminó con la distancia que separaba sus labios con los de Paul, como si fueran los amantes separados de aquella vieja historia.
-Yo también te amo. Eres mi persona especial, después de todo.

Y fueron adentro.

***
-Vamos, Chuuya- gritaba Osamu- Solo un poco más.
-¡Si!

La determinación entre ambos chicos estaba latente. Casi como algo vivo.
Finalmente, después de mucho tiempo, fueron elevándose más alto. El suelo habia perdido cualquier valor para ambos. Ahora lo único que les importaba era el cielo y llegar aún más lejos. Cuando Osamu veía a Chuuya y como el sol ilumaba su cabello rojo y ojos azules, no pudo evitar pensar que su amigo se parecía a una versión menos trágica de Icarus.

-¡Osamu, lo logramos!- gritó Chuuya.

Osamu extendió sus manos para sentir el viento en sus dedos. Esta era una sensación extraña, pero igual de grata y bienvenida. Chuuya sonrió aún más cuando vio la propia sonrisa de Osamu. La risa de cada uno se había vuelto una misma.

Después de su aventura, tuvieron que irse de esa casa segura porque Rimbaud y Verlaine no querían arriesgarse a que alguien los hubiera visto. Pero por ahora eso no importaba.

Ahora lo único que importaba era el presente. Solo ellos dos y el cielo. Créanlo o no, así se debía sentir la verdadera libertad.

Créanlo o no.

***

*Siete años después*

Habían sido cinco casas de seguridad este año. Chuuya había crecido en ese lapso de tiempo desde que se encontraron con Rimbaud y Verlaine cuando escapaba junto a Dazai. Todo eso no habría sido posible sin el rastreador que estaba en la gargantilla de Chuuya.

Si bien es cierto que creció en todos esos años llendo de casa de seguridad en casa de seguridad, todavía seguía siendo muy bajo. Esperaba que ese problema no fuera un problema a futuro.

Ahora, Chuuya, Dazai, Rimbaud y Verlaine estaban cenando temprano. Al día siguiente escaparían a algún país de América. Quizás Brasil,  Estados Unidos o Canadá.
Chuuya había estado practicando su inglés, español y portugués. Rimbaud y Verlaine también habían insistido en que él y Osamu aprendieran ruso, francés e italiano. Sinceramente, estaba empezando a cansarse de todo eso.

Nunca habían salido del país antes, principalmente porque Rimbaud y Verlaine querían salir del radar de los gobiernos europeos. Gobiernos que querían secuestrar a Chuuya para investigarlo. Para eso habían enviado a Verlaine y Rimbaud esa noche, pero cambiaron de opinión y decidieron llevarse a Chuuya lejos para criarlo como una familia.

Después de todo este tiempo, entre los cuatro lograron convertirse en una familia. Pero había algo que inquietaba al pequeño pelirrojo, porque deseaba algo que temía no poder conseguir.

-¿Chuuya?- dijo Verlaine.

Chuuya salió de sus pensamientos y vio a Verlaine a los ojos. Su mirada parecía preocupada. Rimbaud, quien podía sentir la preocupación en el tono de voz de su marido, puso su mano sobre la de Verlaine.

-Chuuya, cariño, luces algo distraído- dijo Rimbaud- ¿Hay algo que te preocupa?

O

samu dirigió su atención del plato de cangrejo que estaba comiendo hacia los ojos de Chuuya. Sabía que algo le estaba preocupando. También sabía que si Chuuya no decía lo que estaba pensando y seguía acumulando sus preocupaciones en su interior iba a explotar.

-Vamos, Chuuya- dijo Osamu- solo confiesa de una vez por todas lo que te preocupa y terminemos con esto. No quiero que mi cangrejo se enfríe.
-¡Osamu!-intervino Verlaine, pero Dazai lo ignoró con una movimiento  de hombros y siguió comiendo su cangrejo.
-Yo...- empezó Chuuya- Quiero ir a la escuela con Osamu.

La declaración fue suficiente para que la sala se quedara en silencio y sin ninguna respiración. Sólo los latidos del corazón  de cada uno de sus miembros allí. Fue necesario que Osamu tragara el bocado de cangrejo que llevaba en la boca para que todo el mundo volviera a actuar con normalidad.

-Chuuya, ¿Estás seguro?- preguntó Rimbaud- La secundaria puede ser...difícil, cariño.
-Si quiero- respondió Chuuya con determinación.
-Pero...tus alas- dijo Osamu, al igual que Rimbaud sonaba preocupado- y tus marcas. ¿Como la esconderas?
-El punto es...que no quiero hacerlo- dijo Chuuya- Quiero ser yo mismo y quiero que los demás me acepten por ser yo.

El silencio volvió a convertirse en uno más de la habitación.
-Ya no soy como antes- dijo Chuuya- Ahora no tengo que matar animales para sobrevivir y mi lenguaje es mejor. Puedo usar guantes para mis garras y...y...

Pero no importaba cuanto siguiera pensando que todo marcharía bien. La verdad es que todos sabían que eso no iba a pasar. Porque los demás no dejarían de seguir viéndolo como un monstruo sin importar cuanto cambiara por caerles bien. En ocasiones, su vida como era ahora con su familia le permitían el lujo de olvidar como fue todo para él antes de conocer a Osamu. Esa vida parecía parecía haber ocurrido hace un siglo y siete años, parecía haberle ocurrido a alguien más.

-Tal vez podríamos cortar sus alas- dijo Verlaine- Conozco a un doctor de confianza en Estados Unidos que podría ayudarnos a cambio de dinero.

Chuuya vio al hombre con temor. ¿Cortar sus alas? ¿Como podía Verlaine decir algo como esto?

Instintivamente, Chuuya se levantó de la mesa y se fue corriendo hacia la salida. Podía escuchar las voces de los adultos detrás suyo. Cuando llegó al jardín, extendió sus alas para volar hacia una rama del árbol más grande. Estaba feliz que su casa de seguridad estuviera en medio de la nada y nadie pudiera verlo.

No estuvo mucho tiempo solo hasta que vio a Osamu.

-Hey, Chuuya- dijo Osamu- ¿quieres bajar? Sabes que no puedo subir hasta donde estás.

Chuuya gruñó y lo hizo. Solo porque era Osamu.

-El no dijo eso porque fuera cruel, Chuuya, y lo sabes- dijo Osamu cuando Chuuya se sento junto a él en el piso- Solo se preocupa por ti como el resto de nosotros.
-Lo sé, solo- dijo Chuuya- quiero estar contigo. Quiero que crezcamos juntos y ser yo mismo.
-Encontraremos una manera- Osamu junto sus manos- Lo prometo.
-Eso no lo sabes.
-¿Acaso no confías en mi? Me decepcionas, Chuuya. Y después de todo lo que pasamos juntos así es como me tratas.

Chuuya se río un poco. Solo un poquito. Su corazón comenzó a latir rápido.

-Es cierto- dijo Chuuya- Pasamos muchas cosas juntos.
Chuuya apretó la mano de Osamu. Las mejillas se calentaron y ambos reconocieron una verdad que llevaba repitiendo lo mismo en sus cabezas durante un tiempo. Al principio parecía que lo hacía en un susurro, pero en momentos como este era más que clara: ya no son unos niños y podrían sentirse enamorados el uno del otro.

El amor adolescente es muy complicado. Sobre todo cunado se trata de un tierno amor que se cultiva en la infancia y madura con la edad. Todo hasta llegar a una época en que el cuerpo cambia y dejas de creer que el mundo es solo blanco y negro.

A pesar de todas sus preocupaciones, Chuuya decidió creer en Osamu. Las cosas marcharían bien.
Solo se quedaron tomados de la mano. Era como hablar con un lenguaje en el que no necesitaban usar las palabras porque y en el que se basaba en la confianza. Mientras tanto, Verlaine y Rimbaud observaban en silencio a sus muchachos.
Rimbaud abrazo a su esposo por la espalda. Así como Osamu y Chuuya tenían su propia forma de comunicarse, Arthur y Pual tenían la suya. Algo que solo se puede ganar cuando conoces bien a alguien por mucho tiempo.
-Ellos estarán bien.- dijo Arthur- Los cuatro estaremos bien.

Esa noche, Chuuya y Dazai durmieron abrazos en la habitación que compartían. Chuuya cubría a Osamu con sus alas como cada noche.
Solo que Osamu no dormía exactamente. Él miraba a su mejor amigo que descansaba a su lado. Pero Chuuya, como si se tratara de un sentido que ganó en el tiempo que llevaba conociendo al otro niño, movió los párpados lentamente hasta que se despertó.

-Osamu- dijo él- ¿Por qué no duermes?
-No puedo dormir porque- dijo Osamu - quiero preguntarte algo. No importa lo que pase cuando dejemos Japón mañana y subamos a ese avión. (Chuuya, claro, iría con una gabardina lo suficientemente grande para esconder sus alas).
Nunca me apartare de tu lado. Hice una  promesa cuando eramos niños y...

Osamu no pudo terminar su oración hasta que logró juntar el valor.
-¿Me dejarás darte un beso?
-Osamu.- Chuuya perdió el aliento por un corto momento y sonrió. La manera en que dijo su nombre se sentía como aquella primera vez que salió de sus labios. En un lugar lleno de árboles y junto a un lago en el que se reflejaba el cielo azul.

Chuuya movió un mechón  de cabello que cubría la vista de su mejor amigo y lo puso detrás de su oreja. Osamu era y seguía siendo después de todo su persona más especial en el mundo. Acercó a Osamu hacia su cuerpo cubrienbrdolos a ambos con  sus alas. La cercanía se sentía mucho mejor.
C

uando había pronunciado su nombre, Osamu sabía que eso había sido sí.

Todo estaba bien el mundo.

Fin

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