Unlawful

Aclaraciones: Universo alterno || Época colonial || Rated K+ || Romance-drama || Momo: 22 años, Todoroki: 29 años || One-shot

Día 4: Mayordomo

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Los orbes castaños se fijaron en la luz que se adentraba tenuemente de la ventana que tenia a un lado. Sonrió por inercia al visualizar como aquellos rayos de luz iban alcanzando la vegetación frondosa de los arboles más altos de la comarcas.

Yaoyorozu Momo levantó la taza de té que descansaba en una mesa de junto donde recibía la mañana luego de sus lecciones de música. Entre clases siempre disfrutaba una buena taza de té. Dio el ultimo trago comiendo una galleta que la cocinera había hecho, estaban deliciosas.

Instintivamente miró cuando percibió los pasos acercándose, fijando su completa atención al hombre que había entrado al gran salón donde solía tomar el té y verlo caminar hasta ella, con una tetera de cristal en manos. Lo contempló detenerse junto a ella y servir más té en su taza con sus manos hábiles y delicadas. Cuando terminó él hombre la miró un instante y Momo se sonrojó sin poder evitarlo, mientras centraba su atención en el libro que tenía en manos. Fingiendo el tiempo suficiente para que el hombre diera media vuelta, dirigiéndose a la puerta. La joven Yaoyorozu lo vio salir del cuarto a paso firme.

Una sonrisa escapó de sus labios cuando se llevó la taza a la boca y un rubor permanente se formó en sus pómulos ante una idea. Una vez que terminó de beber su té se levantó, con una solo pensamiento rondando su cabeza.

Caminó sobre el largo césped que rodeaba su exuberante casa, digna de una de las familias con mayor renta anual de aquella colonia, que no era muy grande pero que vivían personas honorables. En vez de ser llevada por su carruaje, decidió ir al centro de la colonia a pie, sintiendo el aire acariciar su rostro. Quería comprar un poco más del té en la tienda, algo que siendo la hija de una familia adinerada no debería hacer pero que disfrutaba realizando por sí misma. Para ver si había algún otro té exportado que quisiera probar o alguna vajilla nueva.

—Yaomomo

La castaña giró sobre si misma encontrando a su amiga, Uraraka con esa sonrisa amable que siempre solía tener. Le devolvió el gesto, deteniéndose fijándose que su vestido rojo no se arrastrara en el lodo del campo.

—Uraraka ¿que tal estas?

—Me encuentro bien de salud, tengo un par de cosas pendientes y quiero ir al condado de junto, pero no debería demorar ¿Podríamos vernos al regresar?

Momo asintió con una sonrisa más amplia de lo que aquel comentario implicaba. Aquel gesto le pareció extraño a Uraraka pero no mencionó nada.

—Pero si gustas podría acompañarte y de ahí podríamos...

—¡No! —Soltó sin más Momo, interrumpiéndola, exaltada. —Es decir, ahora iré a un lugar pero en la tarde podría encontrarte para dar un paseo ¿esta bien?

Ochako la contempló con la duda presente en su rostro pero finalmente asintió, sin pedir más explicaciones. Uraraka la vio alejarse con rapidez, mirando hacia un lado, como si temiera que alguien la viera avanzar, hasta que finalmente la vio perderse en la lejanía.

Uraraka había crecido junto con Momo en ese pequeño pueblo, conociéndola a la perfección y siendo su cómplice en varias cosas. Siendo de la misma arculla sus padres solían tomar el té desde que ellas eran pequeñas y asistir a eventos sociales. Sus familias eran unidas, compartiendo tardes juntas o cenas juntas cada que podían. Esa confianza entre ambos fue lo que llevó a Momo,un mes atrás, el pedirle si sus padres preguntaba por su paradero le dijera que estaba con ella. Ochako no había preguntado al respecto, pero esperaba algún tipo de explicación por parte de Momo, por lo que fue paciente pero dicha razón jamás llegó. Era sumamente extraño que su amiga le pidiera ese tipo de favor.

De niñas siempre habían hecho todo tipo de travesuras juntas de las cuales nadie se había enterado, sin embargo, se sentía un poco excluida de lo que sea que Momo estuviera haciendo.

En un par de ocasiones los señores Yaoyorozu la habían encontrado caminando por el pueblo y ella, nerviosa, había dicho que Momo estaba en su casa y que habían pasado gran parte de la mañana juntas.

Los señores Yaoyorozu siempre soltaban algún comentario al respecto de que su hija en ocasiones solía perderse durante varias horas dando paseos o excusándose con ir al pueblo aunque no hayan sabido que Uraraka estuviera con ella.. Sin embargo, Uraraka solía cubrirla y dejar más tranquilos a sus padres. No sabía en que estaba metida su amiga pero esperaba que tuviera la confianza suficiente para poder contarle al respecto. Esperaba que fuera pronto sino terminaría preguntándole, necesitaba saber de que la estaba cubriendo.

Antes de que se diera cuenta, Uraraka terminó de hacer los pendientes que tenia antes del tiempo, por lo que decidió ir a casa de Momo para encontrarla antes de tiempo. Sin embargo, la servidumbre le informó que hace horas que había salido y no había regresado. Ochako simplemente agradeció, quedándose de pie en la entrada, considerando el sitio en el cual su amiga podría estar. Había estado toda la tarde en el centro y no la había visto. Por lo que la siguiente opción sería que se encontrara dando un paseo, por lo que decidió seguir el camino que su amiga solía tomar con frecuencia cuando daba paseos. Sabía que podría encontrarla ahí.

Caminó con aire ausente y esperando no demorar demasiado tiempo. Los rayos de sol eran cálidos, si lograba hallar a su amiga podrían dar un paseo agradable por la vereda. Había cancelado su viaje al poblado de junto, quería ver a Izuku, pero esperaría en este caso.

Recorrió un poco más, contemplando las flores que adornaban la vegetación al pasar, lo cual podría ser la razón por la cual Momo prefería ese sitio. Era el camino más largo para dar un paseo, alejándose bastante de la colonia, brindando un poco de privacidad.

Uraraka llegó a una bifurcación, por un lado podía apreciarse un claro que era bloqueado por una gran piedra, donde ellas solían subirse cuando niñas jugando a las exploradoras. Por el otro lado el camino se extendía un par de kilómetros atrás. Dio un par de pasos al camino cuando escuchó un sonido, que por alguna razón la hizo regresar sobre sus pasos e ir al lado contrario, en aquella piedra enorme. Rodeó uno de los arbustos que estaba ahí para poder llegar, mientras miraba sus pasos y que su vestido rosado no se enredara en alguna rama o arbusto que tenia ahí. Ese día había decidido usar el vestido nuevo que había hecho, con una franja de tela oscura en la cintura.

Levantó el rostro y súbitamente sus pasos se detuvieron, abriendo por completo los ojos y aguantando la respiración. El nerviosismo la llenó, por lo que regresó sobre sus pasos, cubriendo su boca con mano. Una vez que estuvo lo suficientemente lejos, se llevó su mano a su pecho y cerró los ojos en un intento de meditar lo que había visto.

A Yaoyorozu Momo besándose con su mayordomo,Todoroki Shōto.

Sacudió el rostro ¿como no se había dado cuenta antes? Bien, era sencillo, nadie en su sano juicio esperaría a un integrante de la familia Yaoyorozu relacionarse con la servidumbre. Aunque si había notado ciertos comportamientos en su amiga que pudieron darle una pista; los nerviosismos de Momo, los sonrojos que venían a su rostro en momentos extraños y sus frecuentes desapariciones con las excusas más absurdas. Ochako no tenia ni la menor idea de como era posible que algo como eso hubiera sucedido.

No tenia ni una clase de prejuicio, había hablado un par de veces con Todoroki, era amable y extremadamente servicial y ahora que recordaba Momo siempre estaba muy al pendiente de él. Pero el contacto físico y más con alguien de menor clase era algo totalmente desaprobado.

Si algo como eso salía a la luz y se corría a voces, el nombre de tu familia sería manchado.

Ahora entendía porque Momo no había querido decir nada al respecto. Y dejando de pensar en ello se fue, dispuesta a bloquear su cabeza.

—¿Has escuchado algo? —Mencionó Todoroki, alejándose de los labios femeninos.

Momo abrió los ojos mirando a su alrededor sin notar nada extraño y volvió su atención al hombre que tenía enfrente. Levantó su mano, acariciando el cabello masculino que estaba cuidadosamente peinado hacia atrás, intentando recordar como era que todo esto había iniciado.

En algún momento, semanas atrás, estaba en su habitación preparándose para dormir, vestida con aquel camisón cómodo y la bata que cubría sus hombros del frio. Leyendo un libro hasta que la puerta de la entrada sonó, indicando con una sola palabra que entraran. Se había enderezado cuando vio a su mayordomo, Todoroki, entrar por la puerta con la taza de té que había pedido. Todo su cuerpo siempre reaccionaba ante él, su porte, figura y lo absolutamente guapo que era.

Él podía ponerla nerviosa con solo mirarla unos segundos y al menos por su parte siempre sentía una tensión flotando entre ellos tan sofocante que le costaba respirar. Pero aquella noche no sabia si había sido por la fiesta de la cual había vuelto, el vino que había tomado o por el ligero dolor de cabeza que la acogía, que ella le había pedido que se quedara excusándose de su dolor de cabeza.

Todoroki tenia que cumplir con sus pedidos por lo que se quedó de pie a su lado hasta que ella le dijo que se sentara mientras tomaba su té. Cuando terminó la había ayudado a acostarse en su cama, cubriéndola con la sabana y comprobando que no tuviera fiebre. En ese instante en el cual se inclinó para comprobar su frente ella lo había tomado por la camisa tirando de él y besándolo.

Al inicio su mayordomo se había quedado estático ante ese acto desesperado de dejar en claro sus sentimientos, pero luego de unos segundos la había besado con dulzura. Hasta que se alejó mirándola desde arriba y saliendo de ahí.

Al día siguiente Momo no podía creerse el haber algo tan osado como besarlo. Y Todoroki parecía convencido en fingir que nada de eso había pasado. Sirviéndola como de costumbre y rehuyendo de su mirada. Hasta que en cierto momento, ella le había pedido que la acompañara a dar un paseo, dirigiéndose hasta aquella roca donde solía jugar con Uraraka, demandándole que la mirara a los ojos y tirando de su camiseta.

—Mírame, Todoroki, deja de fingir que aquello no sucedió.—Él la miró al verse forzado. —Sé honesto con lo que quieres.

Aquellas palabras habían sido suficiente para que él la aprisionara aún más en aquella roca, tomando su cintura entre sus brazos y poseyendo sus labios por segunda vez, en un beso desenfrenado dejando salir todo lo que había contenido desde lo que había sucedido en su habitación. El verla caminar por la casa cada día con aquellos encantadores vestidos, la manera en que tomaba el té o su voz inundaba la casa. Todo eso hacía imposible a Shōto el trabajar tranquilo, razón por la que había pensado el mudarse. El relacionarse con la hija del señor de la casa era algo inconcebible, no podía hacerlo o eso era lo que su sentido del deber le decía. Aunque la realidad es que en muchas ocasiones había fantaseado con acortar la distancia y besarla ahí mismo, en el salón principal.

Se había contenido tanto que dolía y aquella suplica de Momo fue lo ultimo que necesitó para quebrarlo y besarla sin reparo, haciendo temblar las rodillas femeninas.

Momo no había sabido que hacer más entregarse a aquella sensación que él le ofrecía. Ese día ella había regresado a su casa con un gran sonrojo, intentando ocultarlo y evitando mirarlo a la cara cuando estuviera con sus padres. Ese era un secreto entre ambos. Se dedicaban miradas cargadas mientras estaban en la casa y ligeras sonrisas. Él adoraba ver el sonrojo en sus mejillas. Pero tal complicidad no era suficiente. Por lo que cada tarde ella salía a pasear, diciendo que iría con Uraraka y perdiéndose en el camino con su mayordomo, sintiendo esos labios que en poco tiempo se habían vuelto su delirio.

Yaoyorozu no podía mantenerle la mirada sin sonrojarse hasta las orejas, siempre rehuía de esos orbes heterocromáticos con los labios y manos temblando. Hasta que volvieron a encontrarse en aquel lugar que se volvió suyo, lejos de la mirada de todos. Una vez que se perdían del camino principal, él acortaba la distancia y la besaba con ferocidad, como si hubiera esperado dolorosamente al poder estar solos de nuevo.

Yaoyorozu había sentido cosas por Shōto desde que él llegó a trabajar a su casa, años atrás, tenia cierta fijación en verlo trabajar cuando él no se daba cuenta o soñando con escenas donde él la sacara a bailar en los bailes que se celebraban en su casa. Sentimientos que se habían potencializado con el paso de los años. No podía evitar sentir algún tipo de tensión cuando estaban juntos. Algo que entendió, tiempo después, que igual experimentaba Shōto y que él mismo se reprendía al ser parte de la servidumbre. Pero eso no era algo que a Momo le importaba, la clase social le daba igual.

Una vez que sus sentimientos se habían desatado, ninguno de los dos pudo parar. Cada que podían se salían solos a dar un paseo, perdiéndose en el camino, dejando salir los sentimientos que cada uno de ellos afloraba en el otro. Shōto huyendo de sus responsabilidades como mayordomo y Momo de sus clases de música, usando a Uraraka de excusa, pasando cada momento que pudiera con el masculino.

Momo estaba sentada en las piernas de Todoroki, ese día había usado aquel vestido blanco que tanto le gustaba a él, con una granja roja en la cintura, un color que solía repetir que le fascinaba como le quedaba a su color de piel.

Todoroki la observaba detenidamente al rostro, mientras sus manos acariciaban su cintura con delicadeza y un encantador color carmesí en sus mejillas. Yaomomo miraba aquellos orbes heterocromáticos que tanto le gustaban, su mano izquierda descansando en uno de los brazos del masculino y sin poder evitarlo su mano derecha se levantó hasta tocar los labios masculinos, en una ligera caricia. Un simple roce que desató el latido feroz de ambos corazones.

—Todoroki—Atinó a susurrar, con añoranza.

Recordó la primera vez que había probado sus labios y como a pesar de pasar tanto tiempo su corazón se agitaba con violencia ante la cercanía. Sin más se inclinó y atrapó los labios del chico entre los suyos, desatando una corriente eléctrica que alteró hasta la ultima de sus conexiones nerviosas. Siendo correspondida al instante con gran intensidad.

Embriagándose del sabor que solo el masculino podía darle, tan cálido y frio al mismo tiempo, provocando que su corazón estuviera a nada de salirse. Entregándose al mar de emociones que la consumían, hasta la perdición, deleitándose del sabor y calidez de los labios masculinos.

Esperaba que Uraraka no se molestara por dejarla plantada pero tendrían que dejar su reunión para mañana o hasta que ella tuviera suficiente de Todoroki, algo que no sucedería pronto. O tal vez nunca.

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