Fantasma de la opera

Aclaraciones: Universo alterno ||Fantasma de la opera || Rated K+ || Romance-drama- suspenso || Todoroki es varios años mayor que Momo || Two-shot (continua en el día 5) ||Usaré varios elementos y referencias a la obra original pero la esencia cambiará (Todoroki no estará loco).

Dia 3: Mitos y leyendas.

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Las llamas enloquecidas devorando el Palacio Garnier, calcinando todo a su paso y la piel humana de aquel hombre desafortunado que se había quedado dentro, sus lamentos resonando entre las paredes. El fuego fue apagado y el Palacio recuperó su majestuosidad, sin embargo, se dice que cuando las tormentas de nieve caen por el cielo, el teatro se ilumina como aquellas flamas incandescentes y una voz resonando entre la nieve y el fuego, un espectro, el fantasma de la opera.

...

La voz femenina haciendo eco en el gran espacio del salón, resonando por el piso de madera que servia como un potencializador natural, haciendo destacar aún más la voz y asegurándose que esta alcanzara hasta el asiento más lejano del teatro.

La ultima nota fue pronunciada, alargando la ultima letra y finalmente la sala se quedó en silencio. Un hombre alto y con ojos grandes, Taishiro Toyomitsu, aplaudió mientras estaba sentado en una butaca, en la fila del centro del teatro contemplando a la mujer interpretar su melodía. A su lado Shishido, hombre corpulento con una barba pronunciada, se levantó aplaudiendo con emoción.

—La hemos encontrado!—Soltó de forma ruidosa.

La mujer en el escenario sonreía fascinada ante esas noticias, con su rostro redondo, maquillaje exuberante y aquellos rizos bien hechos en su cabello.

—No podemos apurarnos con una decisión.—Habló Taishiro, tomando el saco del hombre de junto y tirando de él. —Aún faltan algunas mujeres por participar.

—¿Alguien que lo hará mejor? Lo dudo —Sus palabras podían escucharse por todo el teatro, lo cual le daba seguridad a la mujer que estaba ahí.

—Que te calles y te sientes, por simple respeto.

Toyomitsu tiró más fuerte de la ropa de su compañero obligándolo a sentarse con un refunfuño. Siempre era demasiado ruido, pero lograba controlarlo con facilidad a pesar de ser mas delgado que él.

—Bien, seguiremos escuchando. —Informó el hombre más delgado.

Sabia que aunque Shishino ya tenia elegida a su candidata elegida, la decisión se tomaba por un consenso entre los dos y a pesar de que aquella mujer lo había hecho bien, había algo en ella que no terminaba de convencerlo. Ambos eran los administradores del Palacio Garnier, una de las mayores operas de Paris. Su deber era elegir a los mejores cantantes de opera para interpretar la siguiente temporada, pero no podían dejarse llevar por superficialidades.

Una mujer más delgada se adelantó en medio del escenario y comenzó a interpretar su canción.

—Después de ella sigues.—La voz de Jirou sonó demasiado cerca de su oreja.

Lo cual provocó que Momo Yaoyorozu se estremeciera y dejara de ver las butacas donde estaban los administradores. Estaba extremadamente nerviosa y el que su amiga se acercara tan silenciosamente había alterado su corazón.

—Lo siento. —Se disculpó Jirou al ver el estado de su amiga. —Lo harás bien.

Momo se quedó mirando el escenario y tragó saliva, no estaba segura. Seria la primera vez que se presentaría en publico, por lo que seguridad era nula. Las piernas le temblaban ligeramente, con las ganas de dar la vuelta y salir de ahí, huyendo lo más lejos posible.

No estaba preparada para dar un paso como ese, uno tan grande. Toda su vida artística enfocada en las artes se había enfocado en ser la bailarina o actriz terciara de las obras, junto a su amiga Jirou. Era bastante buena en eso, al ser entrenada desde temprana edad y vivir en el teatro, en el cobijo de la madre de su amiga, que le había enseñado todo lo que sabia.

A pesar de mantener una vida agradable de esa forma, conforme y contenta de seguir esos pasos, ella había decidido presentarse en esas audiciones y aún peor, decirle a Jirou al respecto, que la apoyó con entusiasmo. Había estado practicando durante todo ese tiempo, pero hasta que no se había parado ahí, ese día y pensado en lo que tenia que hacer, no había considerado la verdadera situación.

Que tendría que competir con varias candidatas y que de resultar seleccionada tendría que cantar enfrente de un centenar de personas. Algo que hacia que su corazón se agitara, el hecho de imaginarlos ojos enfrente de ella. No obstante, si no era seleccionada, viviría con la decisión, aunque según Jirou no se arrepentiría de no haberlo intentado. Cerró los ojos e inhaló profundamente, tenía que hacerlo.

Exhaló lentamente cuando la mano de Jirou tocó su hombro en un gesto de que reaccionara. Momo abrió los ojos percatándose de que la candidata en el escenario se inclinaba. Había terminado, era su turno, los nervios volvieron a sacudirla, junto con su inseguridad. Había grandes talentos en la sala, gente más experimentada con protagónicos de otras obras ¿ella podría igualarlos? Para nada. Tragó saliva moviéndose de forma automática hasta que alcanzó el centro del escenario, con los pies picando ansiosos por irse, por huir.

¿Porque había decidido hacer eso?

Alzó la mirada observando a los administradores, las butacas vacías y finalmente los palcos en la parte más eleva del teatro. Centró su mirada en el palco cinco y una sonrisa salió de sus labios, recordando porque estaba ahí. Por él, por su ángel de la música.

Abrió los labios y las notas comenzaron a salir, con una seguridad que no creia tener pero que afloraba al pensar en esa voz profunda susurrando. Gesticulando adecuadamente y dejando salir la melodía de sus labios, entregándose a la canción, cerrando los ojos y sintiendo las alas de su ángel acogiéndola.

Él la había motivado a hacerlo, cuando Momo estaba llena de dudas. Pensando si debería atreverse a audicionar, sintiéndose insegura de su talento. Él había dicho una sola frase que había cambiado todo en ella y brindándole esa seguridad que tanto le faltaba.

—Hazlo, Yaoyorozu, canta para mi.

Los nervios pronto se convirtieron en emoción, adrenalina y calor en su interior, cantando con el corazón en la garganta y dejando salir por primera vez toda la fuerza de su voz, interpretando cada nota a la perfección, embelleciendo su voz y reflejando sus sentimientos.

Finalizó disminuyendo el tono de su voz y una vez que se extinguió, abrió los ojos. Su mirada se posó en ambos administradores que la contemplaban atónitos y al más delgado levantado, con las manos paralizadas en un aplauso. Sonrió sin evitarlo y se perdió entre el telón.

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La puerta de la oficina central del teatro se cerró una vez que ambos hombres se adentraran, tomando asiento en el gran escritorio que estaba en el fondo.

—Creo que tenemos una decisión tomada.

—Bibimi Kenranzaki —Soltó Shishido dejándose caer en una de las sillas de ahí.

—Tal parece que ambos estuvimos en audiciones diferentes.—Soltó un suspiro. —Es evidente que la persona indicada es Momo Yaoyorozu.

Taishiro revisó entre las carpetas que tenia en el escritorio y deslizó una abierta hacia el otro hombre donde salia la imagen de Momo. Era claro que sus opiniones estaban divididas, ambos querían a personas diferentes como protagonistas. Pero por un momento Taishiro pensó que al escuchar a Yaoyorozu cambiaría de opinión, no entendía su renuencia a no soltar a Bibimi.

—Ella es solo una novata, no tiene experiencia en papeles protagónicos y su nombre no es reconocido. —Shishido se fue sin rodeo, enumerando las desventajas de Momo. —Algo que Kenranzaki tiene, cumple con cada uno de ellos.

Toyomitsu consideró aquello que no había pensado, tenia un punto. La experiencia y renombre eran factores que podrían determinar el éxito de una opera. Aunque tampoco podía dejar de pensar en el talento que había en Yaoyorozu, sería una decisión difícil llegar a un acuerdo.

Removió las carpetas del escritorio, separándolas entre las candidatas descartadas y las dos que se debatían el protagónico. No sabia como podrían llegar a un acuerdo, fue cuando lo vio. Un sobre blanco entre las carpetas, algo que estaba seguro que no estaba ahí antes. Lo tomó entre sus dedos y lo giró, viendo el distintivo sello de flamas.

—¿Qué es eso? —Soltó Shishido al ver a su compañero abrir el sobre.

Taishiro leyó el contenido de la tarjeta y una sonrisa escapó de sus labios sin poder contenerse, levantó la mirada hacia el otro hombre.

—Ya no tendremos que elegir, han elegido a la protagonista. —Y sin más le entregó la tarjeta al hombre con la gran barba.

—Esto...—Soltó con un gesto enfadado en su rostro. —Estoy harto de este sujeto.

Días después fueron pegados afiches en la entrada del teatro y por toda la ciudad, anunciando la obra que se presentaría ahí con el rostro de Momo Yaoyorozu en el centro.

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Las bailarinas moviéndose por todo el escenario, desplazándose y realizando movimientos complejos siguiendo el son de la música, dejando un espacio en el centro y de ahí surgiendo Momo interpretando la parte indicada, embelleciendo el espacio con su voz, el sonar resonando por toda la sala.

Él contempló la mirada femenina con asombro desde su sitio en el palco cinco, con una sonrisa pequeña saliendo de sus labios, maravillándose de tal melodía que lo estremecía hasta la médula. Dejó caer su cabeza en el respaldo de la silla, cerrando los ojos y dejándose maravillar por la voz que lo envolvía en una sensación cálida. Abrió los ojos cuando escuchó cierta duda en sus notas, algo que no paso desapercibido para el director que detuvo el ensayo, dejándolo para mañana.

Momo limpió el sudor de su rostro con un pañuelo que Jirou le ofreció, exhalando cansadamente, llevaban varias horas en eso y siempre parecía fallar en esa nota. El director se había desesperado lo suficiente para dejarlo para mañana. Algo malo considerando que ella debía hacer las cosas perfectas, pero que por alguna razón fue un alivio. Necesitaba despejar su mente, los nervios la traicionaban.

Los bailarines y las demás personas salieron del teatro, luego de un fuerte ensayo, la fecha del estreno se acercaba con peligro y todo tenia que ser sublime, los errores no eran aceptados.

—Vamos Momo, mi madre cocinará estofado. —Habló con el hambre haciendo rugir su estomago, a pesar de que sabia que debía cuidar su figura para la obra.

—Adelantate, quiero quedarme un poco mas.

—¿Estas segura?

—Si, necesito dominar esto para mañana.

Sin decir más Jirou asintió, sabia que el ser protagonista de la obra era una responsabilidad y un peso bastante grande para cualquier persona. Conocía a Yaomomo desde que era pequeña, cuando había sido acogida por su madre ahí, en el teatro, cuando su padre murió. Era como una hermana, por lo que conocía su inseguridad ante la gente y la poca fe que en ocasiones tenia en contra de su talento. Solo necesitaba dejar de dar un paso atrás, necesitaba reconocer su fuerza, encontrar su luz y podría llegar lo suficientemente lejos. Y si para eso necesitaba tiempo a solas, se lo daría.

Por lo que salió de ahí, dejando a Momo en el escenario, confiando en que estaría preparada para el día de la función.

Momo caminó en círculos en el escenario, respirando profundamente, siguiendo la coreografía, hasta que quedó en el centro del escenario y abrió los labios, cantando su parte, manejando su voz con maestría hasta que llegaba a un punto cumbre donde debía subir su intensidad y alcanzar una nota más alta y desafinaba. Se detuvo inmediatamente cuando lo percibió, reprendiéndose ¿que estaba haciendo mal? La luz de los reflectores iluminaron su rostro, por lo que entrecerró los ojos instintivamente y se llevó el dorso de la mano para cubrirse de esa luz. ¿Aun quedaba alguien con ella?

—¿Quien...?—Dijo con cierta duda.

Podía ver una figura por los reflectores pero la luz no le permitía distinguirlo.

—Tendrás estas luces sobre ti el día del estreno.

La familiaridad la invadió al reconocer aquella voz, una que reconocería en cualquier sitio y en cualquier momento.

Él la mirada desde su sitio, deleitándose con la figura femenina con aquel vestido que le quedaba tan bien. Asistir a cada uno de sus ensayos era su deleite, el verla desenvolverse como la protagonista que era, le encantaba. Aunque en esos días, ella parecía haber olvidado su talento, dudando y haciéndolo pensar si el mandar esa carta a los administradores exigiendo que ella tomara el papel protagónico no había sido demasiado pronto. Él más que nadie conocía su talento, su fuerza y determinación, la había estado mirando durante tanto tiempo, primero como una promesa a su viejo amigo, de cuidar a su hija, hasta que ese cariño se había convertido en algo más. Algo más brillante y cálido.

—Tus nervios y dudas te están traicionando, eres la estelar, no puedes permitirlo. —Soltó desde su sitio, viéndola desviar la mirada.

—Tal vez yo no puedo...

—Puedes hacerlo. —Él dijo sin la menor duda, brindándole la confianza que necesitaba. —Hazlo.

Momo sintió como aquellas palabras alimentaban su pequeña seguridad y cerró los ojos mientras dejaba salir la canción de sus labios.

—Yaoyorozu —Habló con fuerza para que su voz fuera escuchada por encima de las notas, al escucharla acercarse a la nota donde siempre fallaba. —Canta para mi.

La fémina cerró los ojos y dejó salir la voz que había estado reprimiendo en los ensayos por el miedo a desentonar, con toda la fuerza, dulzura y seguridad que solo él podía darle, su ángel de la música.

Él sonrió fascinado al escuchar aquella nota adentrarse en su cuerpo y hacerlo estremecer por las emociones envueltas y la calidez inundar hasta la ultima célula de su organismo. Las notas hechizando cada terminación nerviosa y la dulzura de aquella voz conquistando su pecho que ronroneaba encantado, por esa voz y su interprete.

Y con la seguridad impregnada por el ángel de la música, las semanas transcurrieron hasta el día del espectáculo. Momo se plantó enfrente del escenario con aquel vestido rojo que resaltaba su cintura y resaltaba sus atributos. En la falda tenia destellos dorados que iban a juego con el tocado de su cabello suelto.

Momo Yaoyorozu fue como un sueño en el escenario por la perfección con la que se había desenvuelto. El publico la ovacionó de pie una vez que la ultima palabra fue cantada, Momo sonrió más brillante como nunca mientras agradecía, aunque su mirada se dirigía al palco cinco, donde podía ver la figura de pie, aplaudiendo. Los aplausos que más apreciaba y que alteraban su pecho. Salió del escenario y todos los demás actores y su amiga Jirou la felicitaron con efusividad.

Los mismo administradores le informaron que las siguientes funciones estaban agotadas por ese éxito y que su nombre estaría resonando en todo país, la nueva cantante de opera había nacido en el palacio Garnier. Hicieron un brindis entre todo el electo, hasta que finalmente se escapó a su camerino donde había ramos de flores de todos colores. Se dejó caer enfrente del tocador donde se miró al espejo, sus mejillas estaban sonrojadas por tanto sonreír. Estaba tan feliz por su éxito.

Su atención fue reclamada por un arreglo de flores pequeño que estaba en su tocador, con unas flores rojas grandes y perfumadas. Pero lo que realmente había llamado su atención era la cinta azul oscuro que colgaba de uno de los ramos. La tomó entre sus dedos y sonrió encantada, de pensar que en alguna realidad su ángel de la música existiera y le hubiera mandado las flores después de escucharla, como si estuviera vivo.

Se levantó deshaciéndose del sobrevesta, quedándose con el corsé y una básica por debajo de color blanco y encima se colocó una bata de seda.

Una voz melodiosa y grave pronunció su nombre una y otra vez. Momo reconoció aquella voz y justo cuando se levantó las velas que estaban dispuestas por toda la habitación se apagaron, sumiéndola en la penumbra. Aún así se levantó mirando alrededor, la voz se escuchaba tan cerca.

—Bravo, bravo —Pronunciaba cantando con elocuencia. —Bravísimo.

Con todo el cuarto a oscuras, el tenue resplandor que brillaba a sus espaldas fue imposible de ignorar, por lo que Momo fijó su atención en el espejo de cuerpo completo que estaba hasta el fondo, se acercó viendo como brillaba, lo cual le pareció curioso. Podía ver su reflejo en él, con aquella ropa básica blanca y aun con aquel maquillaje sencillo. Una vez que estuvo enfrente observó como la luz parecía llegar del marco del espejo, lo cual parecía imposible.

La voz se escuchaba más cerca, repitiendo su nombre de tal forma, como si fuera majestuosa. Sus dedos estaban por tocar el cristal cuando pudo verlo. En vez de reflejarse a si misma, al otro lado del espejo estaba la figura de un hombre en traje. Un guante blanco guardaba su mano derecha y un singular cabello mitad rojo y mitad blanco, tan singular como la mirada heterocromática que le devolvía la mirada intensa, pero lo más impresionante era la mascara blanca que cubría el lado izquierdo de su rostro. Momo estaba como en trance, con los ojos por completo abiertos y bajó su brazo por inercia.

—Yaoyorozu —Pronunció con aquella voz profunda que hacia que su pecho se estremeciera.

La fémina lo contempló fascinada, a aquella ilusión maravillosa que sus ojos estaban creando, cerró los ojos escuchando a aquel hombre cantando lo espectacular que lo había hecho esa noche y que lo había deleitado. Sus palabras tan suaves, bajas y cálidas eran como una caricia a su piel, que estaba erizada al escucharlo, como si estuviera flotando.

—Angel de música te escucho atenta, dándome tu gloria, sal a la luz la espera es larga, vamos acercate...—Habló hechizada por la atmósfera que inundaba el cuarto y sin pestañear.

Temía que al hacerlo la imagen en el espejo desapareciera, que su alucinación se detuviera. Ella no quería dejar de verlo, no cuando estaba tan cerca. No quería verlo desaparecer cuando le debía todo su éxito. Una vez terminó la función Jirou le había preguntado donde había guardado ese talento durante tanto tiempo, considerando que habían crecido juntas. Cual era su secreto para su dominio del canto.

Momo simplemente había sonreído, guardandoselo para ella misma. Nadie lo sabia y recelosa lo guardaría hasta la tumba. Su padre le había hablado de él, del ángel de la música, quien la había acompañado desde que se había mudado en el teatro, escuchando su voz llamándola en sus primeros días, quitándole el sueño en cada ocasión y quedándose despierta escuchándolo.

Esa voz hablando tan suave, entre las sombras y fríos muros, pero aún Momo sentía esos ojos mirándola a cada momento, cuidando cada uno de sus pasos. Él la había guiado hasta ahí, hasta ese protagónico, preparándola para brillar. Él era el genio detrás de su voz.

Cautivada no podía dejar de mirar el espejo mientras el hombre seguía cantando, hasta que lo vío extender su mano al otro lado.

—Yo soy tu ángel, ven hacia mi de una vez...

Lo miró deslumbrada y alzó su mano como si estuviera hipnotizada, la yema de sus dedos buscaron el cristal donde el hombre al otro lado tenia apoyado los suyos. Su pecho se sobresaltó cuando en vez de sentir el frio cristal, sintió la calidez de los dedos masculinos. Era real, él realmente estaba ahí, su ángel de la música. Todo su organismo experimentó un vendaval cuando esos mismos dedos se entrelazaron con los suyos y tiró de ella, haciéndola entrar.

Momo chocó ligeramente con el cuerpo masculino y sintió las mariposas llenar su estomago. Su corazón latía tan estridentemente que no podía escuchar sus propios pensamientos. Aun así miró hacia arriba encontrando esa mirada por completo fija en ella y sus rodillas temblaron. Él estrechó su mano y comenzó a guiarla por ese camino de piedra que era iluminada por velas colgantes, dándole una apariencia espectral y hechizante.

Yaomomo no veía el camino que estaban siguiendo, en algún momento se había vuelto en un laberinto pero nada de eso importaba. No podía despegar la mirada del hombre que la guiaba, que no dejaba de mirarla más que para fijarse de vez en cuando en el camino. Caminaron hasta que un lago grande impidió que siguieran avanzando y subieron a un bote que los llevó al otro lado. En un corto tiempo llegaron y él la ayudó a descender a un lugar rustico. Podía apreciar una gran cama en el fondo, pero había un escritorio fino y muchas velas por todos lados.

Había escuchado tantas veces aquella leyenda sobre que el teatro estaba embrujado, que había un espectro viviendo ahí luego del gran incendio tiempo atrás. Los mismos actores habían declarado tener accidentes ocasionados por ese ser. Pero Momo jamás había visto algo como eso, y llevaba mucho tiempo viviendo ahí. En cambio de tener miedo, cada que se alejaba del teatro por cualquier eventualidad sentía añoranza, de regresar y escuchar esa voz única llamarla entre las paredes.

Inocentemente había pensado que era aquel ángel de la música que su padre le había dicho en el pasado. Pero de pie ahí donde estaban, lo comprendió. Que aquel al que le había dado el titulo de su ángel de la música, era el fantasma de la opera.

El hombre enfrente suyo estiró su mano desnuda y acarició su mejilla en una suave caricia pero que fue suficiente para causar un caos en su interior. Los nervios la sacudía, pero aún así dio un paso más hacia él, para sentir aun más aquella caricia. A pesar de ser una leyenda que muchos podrían temer, él le había mostrado bondad, calidez y comprensión en todo ese tiempo, él le había dado la seguridad que ahora tenia. Le debía todo, todo lo que tenia y el solo hecho de pensar en alejarse de él hacia doler su pecho.

—Has estado magnifica hoy.

Momo sonrió al escucharlo aunque sintió decepción ya que cuando él hablo dejó de tocarla. Dio la vuelta para mirar el amplio lago. Había estado tanto tiempo ahí y jamás hubiera imaginado que algo como eso estaría a unos cuantos metros bajo tierra. Aunque ese lugar era especialmente mágico e irreal, pensó que posiblemente sería solitario.

—Ha sido gracias a ti, mi éxito te lo debo a ti...—Dudó un instante, pero le dio la espalda.

Él contempló su espalda desde atrás y el cabello ligeramente rizado, dándole un encanto sin igual y sintiendo ese magnetismo atrayéndolo. Como todo en ella le causaba, un delirio absoluto.

—No me debes nada, desde que te escuché la primera vez ha sido imposible para mi huir de ti.

Momo agradeció estar de espaldas, de esta forma él no vería el sonrojo en sus mejillas ante tales palabras que le había dedicado. ¿Huir? Ella solo podía pensar en estar cada vez más cerca de él, tocarlo o sentir su calor sofocándola.

—Creo que ya no podré seguirte llamando ángel de la música... ¿como debería referirme a usted? —Habló luego de unos segundos, deshaciéndose del silencio que flotaba entre ellos.

En su mente y soledad el llamarlo ángel de la música era aceptable, pero tenerlo ante ella, con esa mirada intensa siguiendo cada uno de sus movimientos, no podía hacerlo cuando sus piernas temblaban y su corazón se estremecía.

Él dio un par de pasos hacia ella al escucharla hablar, había estado viéndola entre las sombras durante tantos años y el tenerla ante él de esa forma parecía un sueño maravilloso. El tenerla a la alcance de su mano que controlarse era rotundamente imposible. Por lo que la rodeó con sus brazos, uno acariciando por encima de su ropa y su otra mano ascendiendo por su cuello, tocando la piel expuesta. Pegó sus labios a la oreja femenina olfateando aquel olor cautivador.

—Yo seré lo que tú quieras que sea... —Susurró.

Momo sintió su corazón detenerse y latir desenfrenado al sentir el aliento acariciando su oreja y la voz grave llenando su orificio auditivo. Iba a morir en ese momento, eso era demasiado.

Él tomó la mano femenina con la suya y la llevó a su propio rostro, para sentir la caricia de esa piel suave contra la suya, un gesto tan intimo pero que agitó todo su interior. Él la tomó de la cintura y la hizo girar para poder verla de frente, deleitarse de esos ojos oscuros expresivos, el color carmesí en sus mejillas y los labios rosados. Acarició la mejilla femenina con sus nudillos desnudos y se acercó hasta ella, recorriendo con su nariz la mejilla de la fémina.

—¿Qué es lo que quieres de mi? Dímelo y te lo daré.

Momo cerró los ojos ante cada caricia, siendo consciente del vendaval de emociones que buscaban derrumbar su interior. Aún se dejó guiar en cada momento, hasta que él le preguntó , fue cuando se sintió lista para abrir los ojos, encontrándose con esa mirada en busca de una respuesta.

Abrió los labios, siendo incapaz de hablar al inicio, pero la nariz del hombre recorrió su cuello, haciéndola tragar, en un intento de deshacer el nudo en su garganta.

—Todo, lo quiero todo de ti.

Y el fantasma de la opera se encargaría de cumplirlo costara lo que costara, hasta dejar su propio anonimato.

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No saben cuanto tiempo he esperado para escribir esta idea que me ha volado la cabeza, Todoroki como el fantasma de la opera es algo que tenia que escribir si o si y por fin puedo hacerlo. Estoy encantadisima con esta primera parte y espero que les agrade de igual forma.

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