El fantasma de la opera (II)

Aclaraciones: Universo alterno ||Fantasma de la opera || Rated K+ || Romance-drama- suspenso || Todoroki es varios años mayor que Momo || Two-shot (continua en el día 5) ||Usaré varios elementos y referencias a la obra original pero la esencia cambiará (Todoroki no estará loco).

Dia 3: Crossover/ Familia

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Una pequeña Momo salio por las puertas laterales del teatro sintiendo el aire golpear sus mejillas descubiertas y convertir su cabello suelto en una maraña. Estaba nevando desde el día anterior, por lo que la capa blanca del suelo estaba a unos treinta centímetros de altura.

Aun así, Momo salió, sintiendo sus pies hundiéndose en cada paso, cubriendo su rostro con la bufanda que había tenido la sensatez de tomar cuando salió presurosa de su habitación.

Había salido del teatro luego de tener una pesadilla con la muerte de su padre. Sofocada por esa idea había decidido que necesitaba aire, por lo que se puso los primeros zapatos que encontró, unos de tela , el abrigo que tenia cerca y su bufanda. Corrió por las calles de alrededor del teatro en media noche, con solo ropa ligera. Algo que lamentó cuando sus pies tocaron la fría nieve que cubría el suelo, hundiéndose y mojando sus zapatos, pero aun así salió respirando profundamente y dejando salir su aliento que se volvió humo por el frio del clima.

Los dedos de sus manos se congelaban y la nieve cayendo del cielo mojaba su cabello suelto, pero aún así Momo avanzó alejándose un par de esquinas del teatro, buscando una familiaridad que no encontraría, en un ataque de pánico por regresar a su hogar. Luego de un tiempo, con las lagrimas asomándose por sus ojos recordó que ya no tenia un hogar ni una familia. Ellos se habían ido, estaba sola en ese mundo.

Su padre la había dejado semanas atrás por una extraña enfermedad, aun recordaba ver la vida escapar de sus ojos y su mano cayendo en la cama. Con ese recuerdo aún fresco en su cabeza fue llevada con sus cosas al teatro, donde fue acogida por una mujer que tenia una pequeña niña de su edad. Pero Momo no quería estar ahí, quería regresar con su padre. A pesar del dolor en su pequeño cuerpo, ella se había aferrado a las cosas que su padre le había dicho antes de morir.

Sobre el ángel de la música.

En sus últimos momentos su padre se encargó de buscar quien acogiera a su hija y en dejarle pequeños recuerdos a los cuales aferrarse. Cosas que le darían esperanza y compañía. Por eso mismo le habló del ángel de la música, aquel que la acompañaría una vez que él partiera.

Momo había escuchado fascinada aquella historia a su corta edad, con los ojos oscuros centelleantes ante cada palabra de su padre. Él no se iría de su vida, solo se transformaría en algo más que la acompañaría. Por lo que en su primera noche en el teatro esperó ansiosa que aparecía ante ella o al menos alguna pista de que estaba a su lado. No sabia como funcionaria esa relación con aquel ángel pero esperaba poder verlo y hablar con él, para combatir un poco su soledad.

Pero el tiempo pasó y aquel ángel de la música jamás apareció, lo cual agraviaba aún más su soledad.

Resultando en pesadillas, como la de esa ocasión donde no pudo soportar más. Tenia que regresar a su casa, volver a ver a su padre, que todo fuera como antes. Aun sabiendo que ya no estaba, deseaba verlo una ultima vez. Pero sabia que si lograba encontrar, por suerte, el camino a casa, no habría nada. Por eso se dejó caer en el suelo, sintiendo el frio colándose por su ropa. Cuando sus piernas se entumieron, se levantó y regresó sobre sus pasos marcados en la nieve al teatro, el que era su hogar aunque no quisiera.

Esa era su nueva vida, el hogar que tenia ahora.

Las lagrimas descendían por sus mejillas cuando estaba enfrente del teatro, alzando su cara y viendo las luces iluminando todo el sitio, como flamas incandescentes. Sus gimoteo se detuvieron ¿estaba encendido de esa forma cuando se había ido? Estaba segura que no, lo recordaría, el fuego que parecía salir de los ventanales. La vista era impresionante y con la palma de su mano limpió las lagrimas.

Fue ahí que la periferia de su mirada captó un movimiento en el lado derecho, al girar un poco el rostro pudo verlo. Una figura de pie en el borde del teatro. Momo dio un paso en la nieve, tiritando, asustada por ver a alguien más a esa hora de la noche. Pero parpadeó y ya no estaba ahí. Por lo que impulsada por su curiosidad infante de saber si lo había imaginado, corrió hacia ese sitio, con el afán de encontrar a la persona que la miraba antes.

Rodeó el teatro, encontrando un pequeño kiosco en el patio trasero, sumido en la más intensa oscuridad pero por las farolas cercanas pudo distinguir a la misma figura en el centro. Tenia una especie de capa encima por lo que no podía distinguir su cuerpo con propiedad. Dio un par de pasos hacia él y una luz centelló en el cielo dejando ver un par de alas por detrás.

O eso es lo que había visto Momo a su corta edad, sonriendo sin poder evitarlo. Hasta que la imagen desapareció, como si no hubiera existido. Pero Yaoyorozu sabia que había sido real. Esa había sido la primera y única vez que había visto al ángel de la música. Aferrándose a esa idea, de tener unos ojos cálidos cuidándola a todo momento dejó de tener pesadillas los primeros días.

Hasta que una noche se levantó sobresaltada al soñar con un monstruo, que la hizo no querer volver a dormir y acudir a la capilla del teatro, donde encendió una vela para su padre, rezando para que sus oraciones fuesen escuchadas. En ese lugar, de rodillas y con los ojos cerrados lo escuchó por primera vez.

Esa voz masculina llegar entre las paredes, pronunciado su nombre. Momo había sentido añoranza y calidez, pensando que el ángel de la música había acudido a ella. Calmando su corazón asustado. Y luego de aquel día podía escucharlo por las noches antes de dormir, susurrando palabras de aliento y dejando en claro que había estado viendo lo que hizo aquel día. Momo de esa forma pasó su mejor infancia, en compañía de esa voz que pronuncia su nombre cuando estaba sola y que pulió su talento nato para el canto, enseñándole todo lo que podría.

Él había sido la luz que la guió toda su vida.

Y ahora estaba enfrente suyo, descubriendo que aunque no era el ángel del que tanto habló su padre, realmente había habido alguien que la cuidó todo ese tiempo. Lo contempló sentada en la gran cama, tocando el órgano que estaba pegado al extremo opuesto, la maestría con la que sus manos se movían y dejaban salir las notas más sublimes que hubiera escuchado, como si estuviera una orquesta ahí mismo. Lo vio balancearse al son de la música y sonrió fascinada del espectáculo.

Impulsada por la magia del momento se levantó de su sitio, caminando hacia él y llegando a tocar su espalda con las manos, subiéndolas hasta su cuello, tocando la piel masculina blanca y llegar a acariciar la piel desnuda de su rostro. Él dejó que siguiera con esa caricia, hasta alcanzar su cabello, despeinandolo.

Un mes había pasado desde que había descubierto aquel lugar en el teatro, aquel cuarto subterráneo al que acudía cada noche en compañía del fantasma de la opera, su refugio del mundo externo, adentrándose al mundo de aquel espectro.

Esa primera noche que había estado ahí, había sido tan mágica y magistral que cuando despertó al día siguiente pensó que lo había soñado. Aunque después entendió que ella no podría imaginar algo como eso, que todo eso que había vivido tendría que ser realidad. Algo que comprobó cuando esa noche el espejo en su cuarto se iluminó y abrió, permitiéndole el paso.

Momo cautivada se había puesto su bata y había caminado hasta el otro lado del espejo, siendo recibida por la mano del hombre al otro lado y guiada de la misma forma que la noche anterior.

Una rutina que se repitió cada noche, no le importaba sacrificar sus noches con tal de estar con él. Además que cuando el cansancio podía con ella, terminaba cediendo en la cama subterránea, solo un par de horas, las suficientes para recobrar la energía y pasar el tiempo junto a él.

Él le había confesado después que su nombre real era Todoroki Shoto, el dueño del Palacio Garnier.

Lo demás sobre él era algo que Momo no se había atrevido a preguntarle, la esencia y presencia del hombre era tan enigmática que ella misma se veía envuelta en ella muchas veces, olvidando como hablar. Había tanto que quería saber sobre él, porque estaba ahí, que edad tenia y que ocultaba por debajo de la mascara. Sin embargo, algo en ella le decía que no debía preguntar al respecto, que no era el momento. Si él le quisiera decir sobre el misterio que lo rodeaba, ya lo había hecho.

Eso era algo que había descubierto con el tiempo que llevaban conviviendo en ese sitio por las noches. Cuando Todoroki quería decirle algo, lo hacia, sin dudar, hablando sobre cartas, sobre alguna comida, sobre las funciones cada noche, sobre algunas personas en el teatro y por supuesto sobre música. Aunque ciertamente no era la persona más comunicativa del mundo, decía lo suficiente cuando ella le preguntaba o él empezaba la platica.

La realidad era que ambos podían estar abajo, en completo silencio durante largos lapsos de tiempo sin y no era para nada incomodo. Él tocando o ella cantando para él, comiendo algo a la luz de las velas. No obstante, sus mejores momentos era aquellos donde el silencio sumía todo el lugar y ambos disfrutaban de la compañía del otro.

Momo aún recordaba la primera vez que había estado ahí y que el fantasma de la opera la había tocado. Muy superficialmente por encima de la ropa y con los dedos tocando su piel expuesta sobre la ropa. Algo que estaba fuera de contexto pero que esa noche había sucedido, despertando sensaciones que Momo no recordaba tener. Había pensado que no volvería a pasar y las primeras noches parecía que había sido de esa forma pero... eventualmente sucedió.

Él acariciando su cabeza o ella se había despertado en varias ocasiones, encontrándolo a él tan cerca viéndola dormir. Estrechándola entre sus brazos cuando ella entraba por el espejo. Existía alguna especie de magnetismo entre ambos que parecía inevitable que esas cosas sucedieran, por lo que ambos añoraban la calidez de la piel contraria. Por esa misma razón Momo se había acercado a abrazarlo por detrás mientras tocaba el órgano, sintiendo la piel masculina con la yema de sus dedos.

Él se dio la vuelta en el banco donde estaba sentado y había rodeado con un brazo la cintura femenina atrayendola hacia él. Todoroki elevó su mano acariciando su mejilla con los nudillos y enredando su dedo en su cabello. Momo contempló su rostro fascinada, queriendo visualizarlo un poco más cerca, por lo que motivada por el momento se inclinó lo suficiente para poder sentir el aliento frio del hombre en su rostro. Las velas del lugar parpadearon como si una ventisca de aire las golpeara, pero recuperaron su flama singular.

Esa era la señal que tanto le molestaba a Momo, porque significaba que era momento de irse. De regresar a su realidad de estrellato donde era la cantante de opera que estaba causando sensación.

Todoroki giró el rostro, dejando caer al costado su brazo que momentos antes rodeaba la cintura femenina, rompiendo de esa forma el ambiente tenso que siempre solía flotar entre ellos. Él la acompañó todo el camino en silencio hasta llegar al espejo donde ella solía cruzar cada noche.

—Yaoyorozu...—La voz del hombre la detuvo antes de que cruzada al mundo terrenal.—He estado pensando en que no deberías estar viniendo cada noche.

La duda y el miedo sacudió a la cantante de opera mientras muchas ideas venían a su cabeza.

—¿Acaso...ya no quieres tenerme aquí? —Soltó con la mirada más dolida.

—Si fuera por mi no te dejaría ir... —Él la miraba tan fijamente que el estomago femenino se revolvió por esa confesión. —Estoy preocupado por ti, no descansas adecuadamente por las noches.

Momo pensó en decirle que él mismo no solía dormir aun cuando ella se quedaba dormida en su cama, sin embargo, no sabia lo suficiente de su rutina o que hacia 'por las mañanas. Considerando que aprovechaba esos momentos para descansar. En cambio ella solo dormía un par de horas al regresar antes de iniciar su día entre ensayos, preparaciones para la siguiente obra que se presentaría el siguiente mes y que ella era la protagonista.

Entendía su preocupación a su salud pero ella debía ser honesta por lo que se decidió aun teniendo las mejillas sonrojadas.

—Si yo estoy contigo, todo esta bien.

Todoroki sufrió un golpe en su pecho ante esas palabras y la imagen de la mujer enfrente suyo. Con aquel vestido sencillo pero que dejaba ver la sensualidad de su cuerpo. Eso junto a la dulzura que emanaba, era tan irresistible que no sabia como había durado todo este mes sin probar el dulce elixir de sus labios. Anteponiendo su sensatez a sus deseos ocultos le sonrió, dejándola ir, para que atravesara el espejo. Él era el mayor ahí, debía actuar adecuadamente.

Sus días transcurrieron con la lentitud acostumbrada y el anhelo de que las noches llegaran para dejar de observarla desde la distancia y poder al menos sentir su aroma filtrándose entre sus sabanas. Dulce aroma que lo hacia caer rendido en sus aposentos cada mañana, fantaseando cosas que no se había atrevido a hacer.

Martirizando una y otra vez por no hacer lo que tanto quería. Detenido por el mismo temor que lo impulsó a encerrarse en ese sitio.

Tantos años la había visto desde los lejos, con la promesa de un viejo amigo de cuidar, de velar por su hija. Y al inicio se había encargado de hacerlo, durante toda su infancia, alimentándola de la esperanza que su amigo le había impregnado antes de irse. Hasta que aquella niña que solía cuidar entre las sombras e intuir se había convertido en una mujer.

Una mujer muy atractiva que no podía dejar de mirar al verla bailar con prendas reveladoras o que dejaban expuesta su piel. En poco tiempo Momo se había filtrado entre sus suyos y el tenerla tan lejos era un tortura. Quería al menos hablar con ella de frente, al menos una vez. Y luego de verla brillar en el escenario esa noche y preso por el mar de sentimientos que ella e originó, se había animado, dejando de lado su mayor miedo.

Lo que había debajo de esa mascara, su maldición, su tortura, y aún lo que ella podría pensar al verlo.

Se encontró fascinado cuando ella en vez de repelerlo, de huir de lo que él era, el fantasma de la opera, ella se había quedado a su lado, mirándola de la misma forma que él la miraba. Y aun cuando se lo había dicho, lo mucho que quería estar con él ¿como podía seguir conteniéndose cuando ella nublaba todo su sentido de la razón?

La contempló moverse por el escenario con la magnificencia que la representaba y con una sonrisa en los labios mientras dejaba salir la voz más dulce que Todoroki había escuchado en toda su carrera por la música, cerrando los ojos y dejándose envolver de la forma en lo cual Momo Yaoyorozu podía hacerlo.

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El carnaval abrió las puertas del palacio de Garnier, dejando entrar a un sin fin de personas con trajes exuberantes y vestidos coloridos, acompañados de mascaras que iban a juego, invitándolas a unirse a la festividad, danzando en el centro del lobby del lugar. Una celebración que llevaban realizando durante largos años.

Era toda una festividad que envolvía a todo París, en cada sitio había gente bailando y desfilando en las calles. Y el teatro tenia su propia fiesta de mascaras, bailando en conjunto. Momo se balanceaba entre el mar de gente que giraba en el lobby, cambiando de pareja una y otra vez, riendo ante cada movimiento. Giró en su sitio antes de que la música finalizara, para dar inicio a otra canción. Momo fue rodeada por un brazo y tomada de la mano para seguir el compás de la canción, dando un par de vueltas con su pareja sin decir palabra. Era difícil hablar ante la música fuerte y la risa de las personas.

El hombre rubio la hizo girar en su sitio antes de entregarla al siguiente hombre, ella sujetó al hombre de la mano y enseguida fue rodeada por un brazo fuerte y acercada hasta su cuerpo más que lo que debería. Un poco confundida centró su atención en su actual pareja y su corazón se paralizó. Una mascara negra cubría su rostro por completo pero pudo ver aquella mirada azul y gris contemplándola con deleite.

—Todoroki-san... —Logró soltar con la voz atorada en su garganta.

Miró alrededor mientras daban vueltas en la pista temerosa de que alguien estuviera viéndolos más de la cuenta. Cayó en cuenta de que el usar mascaras en el carnaval era algo obligatorio por lo que él estuviera ahí no representaba peligro o llamaba la atención, era una persona más, razón por la que posiblemente estaba ahí. La mano masculina acercándola más hacia él, hasta que los labios masculinos tocaron su oreja.

—No podía dejar ir el placer de bailar con una dama tan radiante.

Momo se sonrojó del mismo tono que el vestido rojo que traía esa noche, en su cuello tenia un encaje dorado. Era de mangas largas y en la cintura la misma tela de encaje negra moldeaba su figura y se abría en v invertida en el centro del vestido, en medio de este espacio había brillos dorados.

Todoroki hundió el rostro en el cuello femenino, haciéndola estremecer por ese acto tan sorpresivo, podía sentir la nariz acariciando su piel y como él la guiaba por la pista con una elegancia asombrosa digna de un caballero. Pero Momo solo podía sentir sus piernas franqueando por el nerviosismo de estar bailando con él en publico y por supuesto de aquel acercamiento

Todoroki no la había soltado en todo ese tiempo a pesar de que el baile se lo exigía, él simplemente parecía ignorar a la hombre que se acercaba a ellos.

—Lo siento si te es incomodo, esta noche solo he venido para bailar contigo. —La miró a los ojos, atrapándola en esa mirada fría y cálida tan pelicular en él. —Y no puedo con la idea de ver a otros bailando contigo.

Momo asintió sin dejar de verlo, hipnotizada por esa mirada y sintiendo su corazón latiendo desenfrenando. Lo ruidoso de su corazón llegaba hasta sus orejas, pero aun así seguía los pasos del hombre que la hacia bailar por la pista, girar y regresarla tan cerca como podía de él. No podía percibir la música y pronto la demás personas de alrededor desaparecieron, solo estaban ellos dos ahí. Hasta que luego de un par de vueltas él soltó su cintura y tomó con mayor fuerza su mano, jalándola a través de la multitud de gente, hasta que finalmente salieron del ajetreo del carnaval, moviéndose por el teatro.

Yaoyorozu no sabia hacia donde se dirigían, no podía dejar de ver la espalda del hombre que la guiaba, aun así sabia que fuera a donde fuera ella siempre lo seguiría sin dudar. Por lo que fue una sorpresa cuando una corriente de aire golpeó su rostro, percatandose que estaban en el techo del teatro.

Él soltó su mano y se acercó hacia el borde del techo, mirando a la gente bailar por toda la calle, con aquellas ropas coloridas. Era un espectáculo de colores y de luces.

—No esperaba verte hoy. —Mencionó mientras se acercaba hasta él.

—Antes no tenía razones para salir, este año ha sido diferente.

Momo intentó reprimir una sonrisa pero sin más sonrió nerviosa al pensar que ella era la razón, a pesar de no decírselo de frente. Él no perdía el tiempo ocultando lo que sentía, era evidente que él sentía algo por ella, y ella se había encargado de dejar en claro que de igual forma sentía demasiado por él, a pesar que para muchos fuera un espectro.

No sabia con exactitud si era su voz, su forma de moverse, el ver sus dedos moviéndose por el órgano, su mirada, la poca piel que podía ver o la tranquilidad y profundidad de su voz, o todo eso lo que le atraía. Y por esa razón era que Yaoyorozu quería estar todo el tiempo posible a su lado y más aún, quería saber más, mucho más de Todoroki Shoto.

Lo único que había descubierto en todo este tiempo era su nombre y que él era el dueño del teatro, lo cual significaba que él había influido en la decisión de que ella fuera la protagonista de la primera obra. Él mismo se lo había confesado, tiempo atrás, diciendo que solamente dejó en clara su opinión en cuando a talento, aunque no era una opinión, mas que nada una orden.

Lo que el fantasma de la opera decía, era una imposición total.

Y no solamente había sido por sus sentimientos por ella, simplemente reconocía el talento que él mismo había moldeado con el paso del tiempo, por lo que estaba siendo totalmente objetivo. Y esa decisión había sido un éxito en el teatro. Las funciones de la obra pasada se habían acabado a los minutos de abrir casillas y habían tenido que abrir nuevas funciones para abastecer la demanda.

Momo a pesar de sentir cerca de él al grado de dormir en su cama con total tranquilidad, quería saber más de él, conocer su historia, su pasado y por supuesto quería ver que había debajo de la mascara que siempre solía usar. Había pensado mucho al respecto sobre que encontraría si alguna vez se animaba a ir más allá ¿una gran cicatriz? ¿alguna deformidad? Aunque su mente traía esas preguntas a colación de vez en cuando, no era algo que le preocupara en demasía. No cambiaría su opinión sobre él.

Se había visto tantas veces tentada a preguntarle al respecto, sin embargo nunca sentía que era el momento adecuado, siempre había algo o las palabras se atoraban en su garganta. Pero aquel parecía un momento perfecto, ambos afuera del sitio que acostumbraban, con el manto estrellado de la noche, las farolas de luz cercanas iluminando y dando una atmósfera personal entre ambos.

Todoroki se sentó en la orilla del teatro y levantó la mano, invitándola a acercarse. Momo caminó el par de pasos que los separaban de distancia y se colocó entre las piernas del dueño del teatro. Él rodeó su cintura. De esa forma, Yaoyorozu de pie, podía ver los ojos heterocromáticos desde arriba y de alguna forma se sentía más cerca que nunca de él. Recorrió con su mano libre la barbilla masculina y tentada a ir mucho más lejos, recorrió con los dedos los labios del hombre, con la ansiedad tomando control de su cuerpo de querer probar aquella zona.

En todo el tiempo que habían estado juntos él jamas había dado la iniciativa de besarla. A pesar de la intensidad que dedicaba a tocar su rostro, la manera en que la miraba o que sujetaba su mano, no parecía dispuesto a dar ese pasó más lejos. Algo que Momo había estado esperando desde la primera noche que habían estado juntos ¿Acaso él no quería besarla? Era impensable cuando había dejado en claro cuanto le atraía...entonces ¿que sucedía?

No podía entenderlo, ella quería mucho más de Todoroki Shoto, quería besarlo, quería ver que era lo que ocultaba esa mascara debajo, que era lo que le impedía salir a la luz del sol. Sus dedos sujetaron la parte inferior de la mascara, con el afán de ver que había debajo.

—Yaoyorozu... —Habló el cuando se percató de lo que pretendía, tomando con su mano la de ella, deteniendola.

Por supuesto que ella tendría una curiosidad por saberlo y le sorprendía que después de estar tanto tiempo juntos bajo el teatro no intentara hacerlo antes o no le preguntaba. A pesar de que él no se sentía listo de decirlo.

—Déjame acercarme a ti, Todoroki-san.

Todoroki la observó durante unos segundos hasta que finalmente dejó caer su brazo, dando un completo acceso mientras cerraba los ojos. Momo sentía la adrenalina corriendo por sus venas ante la cercanía de pronto poder ver el secreto más grande que él ocultaba. Por lo que mordiendo su labio inferior levantó la mascara, revelando en plenitud el rostro de Todoroki.

Momo entreabrió los labios cuando el entendimiento la llenó. Los ojos marrones siguieron cada centímetro del rostro, el lado que ella conocía de memoria y aquel que había mantenido en el anonimato tanto tiempo. En el lado derecho, había una quemadura que iba desde el inicio del cabello, rodeando en totalidad el ojo y alcanzaba su mejilla. La piel era de color rojo un poco oscuro. En ese instante Todoroki abrió los ojos, con cierto temor de cual había sido la reacción femenina. Ella le sonrió por inercia, inclinándose y besando la piel rojiza expuesta.

Posteriormente sus labios descendieron, besando tímidamente al hombre, en búsqueda de aprobación. Al inicio solo había presionado sus labios contra los de él, pero impulsada por esa valentía que había experimentado, comenzó a mover sus labios, en búsqueda de ir más allá. Su corazón brincaba en su garganta ante el huracán de emociones que la inundaban, al probar por primera vez aquella textura que le hacia temblar hasta las rodillas. Él le correspondió, atrayendola más hasta su cuerpo y besándola con intensidad, demandando que aquella danza entre sus labios que había iniciado lenta, se descontrolara.

Todoroki sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo cuando ella presionó sus labios contra los de él. Se había quedado pasmado cuando momentos antes ella había besado su cicatriz. El sentir esos labios moviéndose contra los suyos fue suficiente para reaccionar y apoderarse de los labios femeninos, con la ferocidad que había estado reprimiendo durante todo este tiempo.

La dulzura y suavidad de Yaoyorozu era tal que todo en su cuerpo le hacia entender que jamás podría librarse de ella, de ese sabor que era lo más exquisito que había probado en toda su vida, sintiendo su interior derretirse, sucumbiendo a los encantos femeninos.

Momo siempre solía decir que Todoroki había sido la luz que iluminó su vida en sus momentos de oscuridad cuando su padre murió y que la había dado todo lo que tenia en ese momento. Para Todoroki había sido diferente, mucho más de lo que ella podía imaginar. Su llegada al teatro, escucharla cantar y encender esas velas en la capilla.

Para el fantasma de la opera, Momo lo había sacado de la oscuridad misma, de un abismo sin fondo, en la perdición misma. Ella era su todo.

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Se que la idea es que fuera un two-shot pero me he emocionado de más, por lo que luego de terminar esta semana publicaré la historia aparte y le agregaré el capítulo final.

¿Votoso o comentarios?


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