Curse

Aclaraciones: Universo alterno || Todoroki: Príncipe, Momo: Caballero|| Lommelykt.- Reino de Todoroki,  Spydsverd- Reino de Momo || Rated K+ || Romance-drama || Todoroki es cinco años mayor que Momo || Época de la colonia y existe la magia.

Día 2: Enemigos

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Dio los pasos necesarios entrando a la sala, llegando hasta el fondo y se arrodilló con la mano cruzando su pecho. El sonido de su armadura al caminar resonaba en cada movimiento hasta que finalmente se quedó quieta.

—Yaoyorozu Momo —La voz masculina la llamó con su nombre, con aire de cansancio.

—Mi señor —Inclinó aún más la cabeza en forma de respecto y finalmente alzó el rostro para responder al llamado.

—¿Estas dispuesta a aceptar esta misión? Soldados han perecido en ella al intentarlo.

Momo contempló al hombre que estaba enfrente suyo, sentado en el trono de oro, el rey. Había sido llamada en persona por el Rey para encargarle esa misión, realmente confiaba en sus habilidades para hacerlo y ella no podía hacer a un lado la confianza de su gobernante.

—Me honra aceptar la misión.—Siendo sincera, ya que estaban confiándole una gran responsabilidad.

Yaoyorozu contempló al hombre en el trono con aquella mirada severa, de complexión delgada y cabello rubio cayendo dos mechones por su rostro. El rey Toshinori había perdido toda la grandeza de su físico ante las múltiples peleas a las cuales había asistido en su estadía como Rey y en aquella misión que le estaban encomendado. Lo cual dejaba en claro lo peligrosa que era aquella misión.

—Partirás en la mañana, preparate y suerte.

La mujer inclinó nuevamente la cabeza en señal de respeto y salió del salón del rey, directo a sus aposentos para tomar todo lo que necesitaría en ese viaje. Varios de sus compañeros acudieron ante ella cuando se enteraron de las noticias para desearle suerte y dándole algunas provisiones, aunque ella sabia porque estaban ahí; por el miedo de ser la ultima vez que veían al capitán de las fuerzas armadas del reino. Aún así les agradeció con cordialidad y descansó adecuadamente ese día.

Cuando los primeros rayos se asomaron entre las montañas que rodeaban el reino, Yaoyorozu Momo, caballero imperial y capital de las fuerzas armadas emprendió su viaje, con su fiel caballo, de un par de días hacia su objetivo; el reino de Lommelykt.

Había escuchado durante largos años del reino y el número alarmante de soldados que habían perecido en el intento de llevar a cabo la misma misión que ella. Misión de la cual no necesitaba indicaciones por las numerosas expediciones que habían ido por eso mismo.

La misión no tenia como objetivo el colonizar o atacar al reino Lommelykt, sino deshacerse de su gobernante.

Misión a la cual habían sido enviados, al inicio, a los mejores caballeros, para acabar con él. Sin embargo, nadie había vuelto de aquella tarea. Luego habían sido enviados expediciones completas de veinte hombres, un ejercito, para tener un poco de suerte. Sin embargo, ni uno solo de ellos regresaba.

Cada uno de los saldados había sino aniquilado por un solo hombre, lo cual dejaba en claro el poder que tenia. El mismo rey, a pesar de su titulo había acudido y por suerte había logrado salir con vida, debido a que uno de sus soldados se había sacrificado por él. Lo cual le dio tiempo para escapar, algo que aunque no quería, pero fue necesario. Sin él, el reino perecería. Y la gente confiaba en él. Por lo que Toshinori regresó al reino, y proporcionado la primera información real del enemigo y la historia que todos conocían hasta el día.

Tiempo atrás, muchos años atrás, el gobernante de Lommelykt era Enji Todoroki, hombre que tenia una gran rivalidad con Toshinori Yagi, razón por la cual sus reinos se mantenían en continuas peleas o enfrentamientos si lograban encontrarse. Toshinori siempre evitaba aquellos enfrentamientos innecesarias, no quería dañar a sus hombres por una disparidad absurda. Hasta que cierto día, la entrada del reino se llenó de una aglomeración de gente, caminando y con sus cosas en las manos o las pocas cosas que habían quedado. Era la población del reino de Lommelykt, los pocos que habían logrado escapar.

Llegaron diciendo que su rey había enloquecido y habían atacado a toda su población y unos cuantos habían logrado escapar, que eran los que estaban ahí. Razón por la cual habían enviado caballeros para ver que había pasado y ver si había sobrevivientes. Querían comprobar con sus propios ojos lo que la gente decía, pero soldados que mandaban no regresaba luego de semanas.

Hasta que Toshinori decidió ir y logró obtener mayor información.

El reino se había sumido en penumbras, no había ningún sobreviviente y las calles estaban repletas de huesos y armaduras, es decir, de pobladores y sus propios hombres. Un olor putrefacto se alzaba por todo el reino. Pero eso no era lo más relevante, sino el hecho de que Enji Todoroki había caído y el que había causado toda la destrucción del reino había sido su hijo, Shōto Todoroki. Que había sido poseído por algún tipo de ser maligno, un demonio. Un demonio que estaba expandiéndose fuera de su reino, con el fin de alcanzar las aldeas cercanas y aplastarlas. Quería la destrucción de la población humana.

Esa había sido la principal razón por la que Toshinori había decidido seguir arriesgando a sus hombres para detenerlo, no podían permitir que erradicara a cada poblado y mucho menos darle oportunidad de llegar hasta ahí. Y ahí entraba Momo Yaoyorozu, el mejor caballero que había visto el reino de Spydsverd en muchas décadas. Lo cual le había valido para ascender con rapidez en el estatus de los caballeros y alcanzando a ser su capital en solo un año. Su dominio en la invocación y manejo de espadas era tal que nadie en toda su vida había logrado ganarle o desarmarla. Era un arma letal. Razón por la cual había sido elegida para esa misión.

Si Yaoyorozu Momo no podía detener a aquel demonio, nadie nunca podría hacerlo.

Sobre las habilidades de Shōto Todoroki, solo tenían información por mano del rey, sobre algún poder de hielo y oscuridad, que usaba para bloquear cualquier ataque y pelear a distancia. Mientras emprendía aquel viaje Momo no dejaba de pensar estrategias para lograr acabar de una vez por todas con aquel hombre o bestia que había atormentado a todos durante una década. A pesar de escuchar durante toda su carrera como caballero y de los detalles extras que el mismo rey le había dado antes de partir, aun no sabia que era lo que se iba a encontrar. El alcance de su poder o la imagen de aquel hombre. Aun así se mantenía con una sola idea, derrotarlo costara lo que costara.

Si iba a morir en batalla, lo haría una vez que lo exterminara, no tenia permitido morir antes de lograrlo.

Toda la confianza del rey estaba sobre ella, además que si ella perdía, más soldados serian enviados a combatir con ese demonio, soldados que tenían familia. No podía permitir que abandonaran a sus hijos.

Luego de varios días, descansando adecuadamente en la noche y emprendiendo su viaje en el día, finalmente pudo ver a la distancia el castillo alzándose. Se bajó de su corcel cuando estuvo a las afueras del reino, dejándolo ahí. Si entraba con el llamaría la atención y su estrategia se basaba en pasar desapercibida lo suficiente para atacarlo cuando menos se lo esperara. Acarició un par de veces a su caballo que lo había acompañado desde niña, con su familia, sin saber a cierta ciencia si volvería a verlo. Juntó su frente con la de él.

—Si no regreso en dos días, regresa al palacio. —Le dijo en un intento que comprendiera.

Una vez más cerró sus ojos, acariciando el pelaje oscuro de su caballo y dio media vuelta, adentrándose al reino. Entendió al momento lo que el Rey de Sydsverd había dicho sobre que se había sumido en la penumbra absoluta. Había una espesa nube oscura encima de toda la ciudad, que no permitía la entrada del sol. Tuvo mucho cuidado de no pisar nada al andar, viendo los restos humanos o los huesos en las cojos, algo que no había esperado. Miró las calles desiertas, sintiendo pena por cada una de las vidas perdidas y gente inocente que había perecido.

Avanzó en la mayor quietud hasta que alcanzó el palacio, que se alzaba imponente, cernido en la mayor oscuridad. El granito que antes era de color gris ahora era un negro oscuro. No podía escuchar ni un solo sonido adentro. Aun así, ingresó por el puente de madera que conducía a la puerta principal, viendo como el rio que solía correr por ahí estaba seco y podía ver varios huesos ahí. La adrenalina comenzó a presentarse en su cuerpo, con todos sus sentidos activos. Mirando a todos lados, pendiente de cualquier movimiento.

El silencio era sofocante y una ventaja, si escuchaba algo extraño podía moverse con rapidez. Avanzó por el vestíbulo hasta que alcanzó las amplias escaleras, subiendo lentamente y avanzando de una en una, asegurándose que su armadura no sonara. Todo su cuerpo se movió al escuchar un sonido al lado derecho, materializando una espalda desde su abdomen desnudo y portandola en forma de defensa. Sin embargo, ahí solo había un cuervo. De seguro ellos eran los responsables de limpiar los cuerpos en putrefacción. Siguió avanzando hasta que vio, que dejaba en claro que era la sala del trono. Una estaba cerrada y otra abierta.

Momo tragó saliva, sintiendo su pecho agitarse con adrenalina. A pesar de haber liderado ejércitos para pelear, estaba especialmente nerviosa. El silencio en el castillo era tal que por un momento pensó que se escucharían sus latidos, lo cual seria absurdo. Aun así se quedó fuera de la sala, respirando profundamente, para tranquilizar su musculo cardíaco. Necesitaba estar serena y centrada.

Pegó su espalda a la puerta cerrada y cuando estuvo en el borde de esta, se asomó un poco para ver, solo un ojo. Ahí esta, el hombre sentado en el trono, con una pierna recargada en el brasero y con el rostro mirando al techo o ¿acaso estaba durmiendo? Se quedó ahí un par de minutos para evaluar la situación. Si realmente estaba durmiendo, podría acabar con esto con mayor facilidad, solo tenía que acercarse lo suficiente.

Tomó aire invocando una espada más pequeña, lo suficiente para no ser vistosa pero filosa para lograr su cometido; cortar el cuello del ahora rey. Avanzó a pequeños pasos, silenciosos, uno detrás de otro y manteniendo su corazón tranquilo. Un solo sonido, un solo paso en falso y todo terminaría. Se fue acercando con una lentitud sofocante, subió los tres escalones para llegar al trono. Momo aguantó la respiración y estando a su lado levantó la espalda, lista para cortar su garganta.

—¿De verdad creías que ignoraba tu presencia? —El hombre abrió los ojos y la miró fijamente a los ojos.

Y todo sucedió rápidamente, el hielo oscuro y afilado saliendo del suelo y Momo haciendo una pirueta con sus manos y piernas, retrocediendo lo suficiente para no ser alcanzada, haciendo una mueca, debió haberlo visto venir. No podría ser tan fácil.

—Aunque debo decir que eres mucho más hábil que el resto de los soldados que han venido, siendo lo suficientes ruidosos para no permitir que entraran al castillo.

Momo se sintió tonta al entender que él la había dejado entrar al astillo y que posiblemente había sabido que estaba ahí desde que había entrado al reino. Había estado jugando todo este tiempo con ella.

—Sabes a que he venido entonces.

—Por supuesto. —Y el hombre se levantó del trono, descendiendo de la escalera. —Ha entretenerme.

Momo frunció el ceño por la arrogancia de aquel hombre, mirándolo avanzar hacia ella. Fijándose en los rasgos de los cuales solo había escuchado al rey hablar. Un cuerpo dividido, como si fueran dos personas en una. Iniciando desde su cabello de color rojo y blanco, ojos heterocromáticos. Un traje digno de un príncipe, camisa blanca y encima una prenda azul. Cualquiera que lo viera pensaría que era una persona normal, hasta que veías su brazo izquierdo que estaba repleto de cristales oscuros, sin dejar ver la mano debajo.

—He venido a matarte.

El hombre avanzó un par de pasos más, deteniéndose a unos cinco metros de ella y desapareciendo la sonrisa en su rostro.

—Quiero que lo intentes. —Y súbitamente aquellos cristales o hielo oscuro ascendió por su hombro, hasta alcanzar el lado izquierdo de su rostro y cubriéndolo, formando una mascara negra y demoníaca.

Y aquellas palabras fueron suficientes para lanzarse hacia él con una espalda más grande en sus manos, elevándola y bajándola con fuerza para rebanarlo. Sin embargo un hielo oscuro intervino entre el filo de la espada y el príncipe. Momo se movió con rapidez intentando alcanzar la piel una y otra vez, siendo detenida en cada ocasión por el hielo, que se interponía tenazmente entre ellos, sin que el príncipe o ahora rey moviera un solo dedo. Como si estuviera defendiéndolo por voluntad propia.

Momo maldecía con cada estocada, al no acercarse ni un poco al demonio, aun sabiendo que él peleaba a larga distancia hubiera esperado algún tipo de abertura. Se alejó con intención de planear algo más.

—¿Eso es todo? Que decepcionante.

Y súbitamente los picos de hielo comenzaron a aparecer sin detenerse por todo el suelo con el fin de alcanzarla y atravesarla. Yaomomo se movió por toda la sala, esquivando con maestría cada uno de los picos e impulsándose entre ellos para esquivar mejor los ataques, sintió en varias ocasiones el hielo rozando su piel desnuda y sin protección por su armadura, pero aun así logró esquivar sin mayor daño. Hasta que finalmente se impulsa con uno de los picos y se lanza hasta él con espada en mano y atacó sin piedad, blandiendo su espada.

Aquel acto lo tomó desprevenido por lo que el demonio retrocedió e interpuso su brazo de hielo, parando el ataque. Sin embargo la fuerza empleada fue tal que lo hizo retroceder y sorprenderse por la fuerza de impacto y como una mujer podía brindarle semejante ataque.

Y súbitamente con su mano libre invocó otra espada de su abdomen y arremetió contra él, quien se sorprendió y retrocedió antes de que la espada alcanzara la parte donde no estaba el hielo. Sin esperar más Momo se impulsó para seguir atacándolo con ambas espadas, siendo bloqueada y haciendo que él se moviera desesperado para bloquear cada ataque y retrocediendo ante cada estocada fuerte. Hasta que finalmente su talón chocó con las escaleras del trono.

Momo sabia que lo tenia atrapado por lo que preparó un ataque especial para atacarlo y justo cuando se impulsó para hacerlo un mar de espinas negras brotaron del suelo, haciéndola retroceder con rapidez. Pero las espinas seguían saliendo una y otra hasta en la pared y terminaron rodeándola y haciéndose más largas, rodeándola y finalmente alcanzándola.

El liquido carmesí se deslizó por el hielo, provocando una sonrisa en Todoroki, quien luego de un rato deshizo las espinas de hielo viendo caer el cuerpo al suelo. Caminó hasta llegar hasta ella y con su pie movió su rostro, viéndola semi-consciente. Sonrió y eso fue lo ultimo que vio Momo.

La oscuridad absoluta la aturdió, repitiéndose en su cabeza una y otra vez que debía levantarse, despertar, no podía morir de esa forma. Por lo que luego de gritarse abrió los ojos, viendo el rostro masculino muy cerca del suyo. Asustada por tal acto movió los brazos pero no pudo hacerlo y fue cuando se dio cuenta. Sus brazos estaban amarrados con una cuerda encima de su cabeza, lo cual imposibilitaba que usara su magia y más estando él tan cerca. Tenia un lado humano y el otro con aquella mascara demoníaca.

—¿Quien te ha enviado?—Soltó el hombre tan cerca.

—No te diré nada.

Su brazo de hielo había desaparecido, por lo que alzó su mano derecha tocando su barbilla, obligándola a verlo. Momo sintió su pecho latir, atribuyéndolo a la adrenalina. O tal vez al pensar que en diferentes condiciones él hubiera sido un príncipe ejemplar. O eso es lo que el Rey le había dicho, era tan diferente a su padre y todos esperaban que al tomar la corona todo seria diferente. Había sido amable y respetuoso, todo lo contrario a su padre y estando tan cerca de ella y mirando su rostro humano solo podía pensar en que le hubiera gustado conocer esa parte de él.

—Por tu vestimenta...—La miró de arriba a bajo, y por primera vez sintió que no tenia armadura suficiente para protegerse de esa mirada intensa. Era tan penetrante que podía jurar que su cuerpo se estremeció. —Diría que eres de Spydsverd.

Había adivinado, pero no le demostró que lo había hecho.

—¿Se han acabado los caballeros que han enviado a una mujer a seducirme? —Volvió a decir mientras veía sus largas piernas que se asomaban.

Momo sintió su rostro caliente ante esa mirada y se reprendió a si misma ¿aquel monstruo la estaba poniendo nerviosa? Eso era imposible, se enojó consigo misma por la idea.

—Soy la capitana del ejercito.

Él sonrió fascinado, mientras se acercaba lo suficiente para rozar sus labios contra los de ella, un acto que desató una corriente eléctrica en la fémina.

—Si, me ha quedado claro tu talento. —Solo había estado burlándose de ella.

Su dedo acarició su mejilla y descendió por su cuello, haciéndola temblar ante ese pequeño roce, intentó alejarse pero era inevitable. Lo miró con rabia, fijándose en su lado humano. Hasta que lo vio, contraerse en una mueca de miedo.

—Ayúdame —La voz asfixiada salió de la garganta masculina.

Momo se quedó de piedra al escuchar eso, pero aquel gesto martirizado se esfumó en un instante, tal que pensó que lo había alucinado. Parpadeó un par de veces pero intentó volver a mirarlo, pero la mirada mortífera estaba de nuevo ahí.

Y sin más se dio la vuelta, dejándola amarrada en la pared. Él se acercó hasta el ventanal que había en el fondo y miró la ciudad desierta. Momo movió sus manos inquieta, intentando ver alguna forma de liberarse, pero su corazón la estaba traicionado. Aquella cercanía la había alterado, la había asqueado o quería aferrarse a esa idea... no podía gustarle de ninguna forma, había ido a matarlo.

Movió las manos un poco, los guantes le estorbaban en este estado. Cuando blandía su espada eran muy útiles para maniobrar con maestría, pero necesitaba liberarse. Aunque las cuerdas estaban muy tensas en sus muñecas, lastimandola. Todoroki se quedó varias horas mirando a la ciudad y ella forcejeaba cada determinado tiempo para no ser percibida. Debía liberarse de ahí y atacar.

Aun no sabia porque no la había matado cuando había tenido oportunidad.

La idea de que existiera humanidad luego de una década en él volvió a su cabeza y aquel grito de auxilio, por corto que fuera, era la confirmación. Eso era lo que pudo mantenerla viva hasta ese momento. Presionó los labios, no podía sentir piedad, no cuando esa cosa había aniquilado a casi todo el ejercito del palacio, debía matarlo.

Y fue en ese momento que recordó la platica que había tenido con el rey antes de partir. Había sido llamada para desear buena suerte e informarle de algo extraoficial.

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Algo que el consejero del rey había visto. Sir Nighteye contaba con la habilidad de ver pequeños vistazos al futuro, lo cual había asegurado la prosperidad del reino y la victoria en tantas peleas o tomar decisiones económicas importantes. Era la mano derecha del rey y él quería hablar con Momo antes de partir.

Como había hecho con cada uno de los soldados que había decidido ir a esa misión.

—Cuando todo esto empezó pude ver una visión, muchas imágenes vinieron a mi y una voz resonando.

—¿Y que era? —Preguntó Momo, curiosa.

—La manera de derrotar a Todoroki.

Momo abrió los labios sorprendida, porque si tenían esa información ¿porque había pasado una década sin poder detenerlo? No tenia el más mínimo sentido. Habían enviado tropas grandes, con las mejores armas ¿y no lo habían detenido?

—O eso es lo que él cree, pero luego de un tiempo, lo hemos descartado. —Habló el Rey, interviniendo.

Podía intuir que el mismo había intentado hacer lo que su asesor le había confiado, ya que confiaba ciegamente en él, pero el que descartara un consejo de Sir Nighteye... ella pensó que esa situación existiera.

—¿Que es lo que ha visto señor?

—A Todoroki peleando y una espada atravesando su cuerpo y su mirada sucumbiendo a la oscuridad, lo cual deja en claro que ha recibido esa maldición en un enfrentamiento, con una espada afilada. —Con el dedo levantó los lentes amarillos que tenia. —Pero lo más inquietante es lo que he escuchado.

Momo se quedó en completo silencio, porque esa era la clave de todo y que podría llevarla a la victoria.

—Aquello que da el origen más puro, que hace desplegar las alas y brillar el sol, que sea esta luz la que disperse la oscuridad, una vez que libere su corazón.

La capitana de los caballeros había aguantado la respiración para escuchar a la perfección la clave de todo pero cuando Sir Nighteye se quedó en silencio, entendió que eso era todo. Dejó salir el aire por su nariz.

—¿Y eso que significaba? —Dijo luego de que la explicación no viniera.

—Eso es lo mismo que nosotros nos preguntamos y no hemos hallado la solución en una década. —Soltó el rey frustrado. —Puede que no sirva de nada para la misión, pero como es costumbre teníamos que decírtelo.

Aun así Yaomomo agradeció y partió luego de salir del palacio.

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Durante su viaje le había estado vueltas a eso, una y otra vez, sin embargo nada había venido a ella y lo había desechado, como todos los demás. Pero ¿y si esa era la clave para vencerlo? ¿Si eso lograría derrotarlo y salvar su parte humana que seguía encerrada? Tragó saliva, la desesperación de la voz humana la había aturdido, estaba por quitarle la vida a alguien inocente, que su único error había sido dejarse atrapar por una maldición ¿e iba a condenarlo por su debilidad?

En una década nadie había podido descifrar aquello y muchos hombres habían muerto, si ella debía matarlo para acabar con esta era de oscuridad, lo haría sin dudar. Fingió dormir mientras seguía moviendo sus manos, hasta que finalmente, tras romperse un dedo, sacar su mano del guante. Por lo que ahora restaba esperar a que él bajara la guardia. Necesitaba que se acercara lo suficiente.

Habría pasado como un día entero pero ahí estaba, sus muñecas dolían por la cuerda. En ese momento lo vio moverse, dar la vuelta y caminar hasta ella, con lentitud. Hasta que llegó a su lado y con la mano levantó su rostro, estudiándolo. Y sin más, Momo abrió los ojos, liberando su mano e invocando un arma, extrayendola de su brazo y blandiendo su espada hasta alcanzar el rostro del rey.

Sonrió victoriosa pero cuando él levantó el rostro vio el cristal negro cubriendo gran parte de su rostro, donde ella le había dado. Maldijo internamente y sin más se abalanzó sobre él, con dos espadas en mano y haciéndolo retroceder.

—Y yo que pensaba divertirme un tiempo contigo antes, pero no me dejas elección.

Los cristales comenzaron a salir de todos lados y bolas de energía oscura se dirigían hacia ella. Los esquivó lo mejor que podía por la herida en su pierna y la fatiga, comprobando que si aquella energía la tocaba se desintegraría. Mientras más pasaba los minutos más cerca los ataques se movían de ella y fue en ese momento que el más primitivo de los sentimientos la sacudió: miedo.

Tenia miedo de perecer ahí y dejar aquella responsabilidad al resto de los soldados.

Aterrizó en el suelo y justo cuando iba a saltar se vio imposibilitada, cuando miró al suelo vio su pierna aprisionada por ese hielo. Intentó patearlo con su pie libre, mientras sentía al hombre acercarse hasta ella. La desesperación la motivó a usar su espada pero el hielo no cedía. Finalmente el hielo atrapó su otro pie y ascendió hasta sus piernas.

Estaba perdida, la había atrapado.

Miró hasta el frente, viéndolo avanzar con la mano de hielo oscuro levantada y un gesto de ira en su rostro. Quiso retroceder, huir, salir de ahí ante su inminente muerte pero hiciera lo que hiciera no podría. ¿Debió hacerlo cuando se había liberado de las cuerdas? No, si llegaba al reino viva y sin haberlo destruido se arrepentiría toda su vida, por lo que se quedó quieta, con el miedo incrementándose.

Todoroki se detuvo enfrente de ella, con un gesto despiadado.

—Me hubiera gustado jugar más contigo.

Su corazón se agitó con fuerza presa del pánico, resonado hasta las orejas y de forma automática recordó la frase de Sir Nighteye:

"Aquello que da el origen más puro, que hace desplegar las alas y brillar el sol, que sea esta luz la que disperse la oscuridad, una vez que libere su corazón."

Vio a Todoroki levantar su mano llena de espinas de hielo oscuro y en ese preciso momento una idea golpeó su cabeza. Una idea desesperada, absurda, lo cual lo atribuyó al miedo de morir ahí. La respuesta a ese juego de palabras, la solución a su victoria, o eso queria pensar. Se aferraría a esa idea, tal vez por la desesperación, pero era todo lo que tenia. Y sin más se impulsó como pudo, sujetando las mejillas del hombre, la humana y la demoníaca y lo besó.

Cerró los ojos, centrándose más que nada en los labios humanos, presionando y sintiendo una corriente eléctrica llenar todo su organismo y cierta satisfacción. Movió los labios un poco, contra los labios quietos masculinos. Su pecho latiendo estridentemente. Y finalmente Todoroki movió los labios, un momento, un instante que emocionó el corazón de la capitana.

Súbitamente él la empujó, alejándose y un gritó desquiciado inundó toda la sala, mientras Todoroki sujetaba su cabeza, gritando y maldiciendo fuertemente mientras un humo denso y oscuro lo rodeaba, hasta que cayó arrodillado al suelo y una explosión oscura llenó el cuarto.

Momo fue lanzada hacia atrás, destruyendo el cristal y estrellandose en el muro. Se cubrió con los brazos el rostro. Luego de unos segundos la nube oscura se disipó y pudo ver el cuerpo masculino en el centro, donde lo había dejado. ¿Que era lo que había pasado? ¿Acaso...?

Se levantó, sintiendo una punzada arrolladora en la pierna, la miró viendo la sangre escurriendo y como un pedazo de hielo se había clavado en su pierna. Pensó en sacarlo pero eso podría hacerla desangrar. Lo ignoró y contuvo el dolor mientras se acercaba hasta el hombre que estaba de rodillas. ¿Y si era una actuación y buscara que se acercara para darle el golpe final? Justo cuando iba a dar un paso para acercarse pudo ver como el hielo en su pierna desaparecía hasta derretirse, sin dejar rastros, desapareciendo el dolor que la dominaba momentos antes. Ahora solo había una herida superficial, como si no hubiera sido nada más grave.

Luego de salir de su estupor de aquel acto e acercó hasta quedar enfrente de él y se arrodilló, para poder ver su rostro, ya que por la posición no podía ver su rostro.

—¿Shōto...Todoroki?

El rostro de Todoroki se levantó dejando ver algunas lagrimas asomarse por sus ojos heterocromáticos y el miedo latente en cada una de sus facciones. El brazo de espinas negras había desaparecido.

—Tú me liberaste, cuando tu deber era asesinarme.

Momo sonrió al ver la incredibilidad en el rostro masculino, dejando salir toda su inquietud y miedo. Todo había terminado.

—Tú interviniste para que aquel ser no me asesinara ¿no? —Lo vio desviar la mirada, confirmando su teoría. —Estamos a mano.

Momo se levantó como pudo y la extendió la mano al príncipe, quien la miró durante un segundo, para finalmente tomarla.

—Salgamos de este lugar lúgubre, hacia Spydsverd.

Él se quedó en silencio mientras caminaban por el palacio que poco a poco recuperaba su color de marfil inicial hasta que alcanzaron la puerta. Ahí, ambos sorprendidos, vieron la nube oscura deshacerse y permitiendo que pasaran los primeros rayos de luz en el reino en diez años.

—Me quedaré.—Habló Todoroki mientras soltaba la mano femenina.

—¿Porque?

—No soy bienvenido a un reino donde durante años eliminé a cada uno de sus soldados. —Siendo consciente de todo lo que había hecho mientras estaba bajo esa maldición.

Momo se acercó volviendo a tomar su mano y tirando de él. Sabia el rechazo y miedo que estaba sintiendo en ese momento. Y aún más cuando bajó la mirada y vio la herida en la pierna femenina, que aunque ya no era nada grave, sabía que no haber sido liberado, esa herida hubiera sido la muerte del caballero. Se sentía tan culpable pero aún así no había sido su culpa. Ahora podía ver lo que había escuchado de que había sido un príncipe ejemplar.

—Estaré a tu lado pase lo que pase.

Todoroki sintió su pecho agitarse por primera vez en diez años mientras veía los rayos del sol acariciar la piel femenina. Recordando como momentos antes lo que había sucedido. Había estado sumido en una oscuridad interior durante tanto tiempo que había dejado de pelear, de resistirse. Hasta que una caricia cálida llenó su pecho, iluminándolo y una mano tirando de él, sacándolo de la profunda oscura, tomando aire por primera vez en todo ese tiempo.

Se entregó a esa sensación cálida que lo inundó, abriendo los ojos que habían permanecido cegados y vio la mirada castaña más luminosa que había visto en su vida y se aferró a ellos, saliendo a la luz.

Sin dudar tomó la mano femenina, recordando el verla un día atrás, luego de tanto tiempo sin ver a un humano, suplicando su ayuda. Algo en la mujer enfrente suyo, siendo aprisionada contra el muro lo hicieron salir a la superficie de aquella oscuridad, durante un momento, algo que no había pasado hace mucho tiempo. Pero que por alguna razón aquel demonio que solía dominar, hacer y deshacer cualquier cosa con su cuerpo había gritado con agonía cuando los labios femeninos se presionaron con los suyos, iluminando todo su interior y rompiendo las cadenas que lo tenían encerrado. Ella le había tendido la mano a pesar de ser su enemigo.

Ella había sido su luz en la más absoluta oscuridad y si ella decía que todo estaría bien, le creería

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Esta idea no dejaba de darme vueltas a la cabeza desde que había visto los fanart de ellos dos como príncipe y caballero, era totalmente obligatorio escribir de ellos así y aquí esta.

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