➳Día tres: Nombres
"Siempre perdona a tus enemigos, nada los molesta tanto"
—Oscar Wilde
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La misma pesadilla de siempre se reproduce una y otra vez en mis sueños. La película del pasado que creí haber superado, volvía nuevamente todas las noches y se reproducía incesantemente dentro de mi cabeza cada vez que mis parpados se cerraban, sin importar si fue un mal o buen día, sin importar el cansancio o las pastillas que tomase para caer profundamente dormido, al final la oscuridad regresaba por mi y me ataba de pies a cabeza al mar más oscuro y profundo que hubiese conocido.
La rutina de siempre vuelve a repetirse; la misma soledad de siempre.
Mire mis manos cansado, ¿Cuántas noches he pasado sin dormir?
La noche continuaba siendo igual de profunda, las cortinas se mecían ligeramente ante la brisa otoñal que se filtraba por las ventanas de la habitación, el despertador a mi lado seguía marcando las 2:30 de la mañana y el uniforme que debo usar para ir a la escuela seguía colgado en el armario, esperando pacientemente ser usado dentro de un par de horas.
Todo seguía igual que siempre, excepto yo.
Cerré los ojos llevando ambas manos sobre mi cabeza, mis cabellos se enredaban entre mis manos arrancando pequeñas y delgadas hebras bicolor al tirar bruscamente de ellas dejándome sucumbir ante el miedo. Mis piernas se pegaron al pecho en un vago intento de protegerme y oculté mi rostro aun sabiendo que nadie podía verme entre tanta oscuridad, un fuerte escalofrío recorrió mi espalda y el sudor continuaba empapando mi ropa aun si no hubiese calor.
¿Por qué tenía que volver ahora? ¿Por qué cuando todo comenzaba a marchar bien?
Negué con la cabeza un par de veces intentando tranquilizarme.
—Es un sueño, no puedo hacerte daño...
Pero...
—¿Todoroki-kun...?
Al igual que un encantamiento, solo necesitaba escucharlo decir mi nombre para saber que todo estaría bien.
La lampara de All Might en la mesita de noche fue prendida iluminando vagamente un pedazo del cuarto. Sus cabellos se hallaban revueltos y en su mejilla, un pequeño hilo de saliva seguía colgando, sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la luz, aunque esto no impidió que una expresión de preocupación apareciera en su rostro.
—¿Estas bien? — Levante la mirada siendo atrapado por aquel par de orbes que parecía alejar la oscuridad con tan solo mirarlos.
—No...—Sin dudarlo, el chico tomo la almohada que se hallaba cerca suyo y camino hacia mi con una pequeña sonrisa que difícilmente podía ser vista por la escasez de luz.
—Durmamos juntos. — Dijo mostrándome la almohada antes de apagar nuevamente la lampara y acomodarse junto conmigo en el futón. Nuestros cabellos se mezclaban entre las sabanas sin poder dejar de vernos el uno al otro. — Si estamos juntos, las pesadillas deberán irse.
Busque su mano entre las sabanas y entrelace nuestros dedos dejándome llevar por aquel cálido toque, sus orbes seguían brillando como si fuera la misma luna, brillando incluso entre la profunda oscuridad que anteriormente pareciera consumirme. Midoriya cerró sus ojos antes de fundirse entre el resto de las sabanas, manteniendo una dulce sonrisa que solo yo era merecedor de ver.
—¿Qué tal si vuelve? — Su agarre se hizo más fuerte antes de volver abrir los ojos y poder verme reflejado en ellos.
—En ese caso, diré tu nombre las veces que sea necesario para traerte de vuelta. —Como si fuese un encanto, aquella carga que tanto afligía mi pecho desapareció. — No estás solo en esto, Todoroki-kun.
Uní nuestras frentes aspirando tranquilamente el dulce aroma a miel que en más de una ocasión había logrado relajarme y ayudado a conciliar el sueño. Aquel escalofrío que antes recorría mi espalda se había esfumado junto con aquel mal sabor de boca que las pesadillas solían dejarme con cada despertar. Me sentí tranquilo, y aquel toque mágico que solo el tenía, me resultaba relajante al punto de ayudarme a fundirme junto con él entre los cálidos brazos del sueño.
—¿Lo prometes? — Mi voz había salido casi como si fuese un susurro, pero fue lo suficientemente alto para que el peliverde pudiese oírme y corresponderme con una pequeña sonrisa sin ningún motivo de burla, comprendiéndome y haciéndome sentir amado.
—Lo prometo.
Sonreí levemente antes de cerrar los ojos disfrutando de aquella paz que solo Midoriya sabía brindarme incluso durante mis peores momentos, porque él era el único que conocía el encantamiento que lograba hacerme sentir a salvo incluso entre el más oscuro y profundo de los mares.
—Buenas noches, Todoroki-kun.
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