➳Día dos: Mitología
El mito de Narciso
"Todos tienen el poder de cambiar su destino, si son suficientemente valientes para pelear para lo que desean "
— Stephanie Garber. Caraval
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Hace muchos miles de años, cuando en la antigua Grecia los dioses caminaban entre los mortales y los mortales ostentaban títulos de dioses, sucedió entre los rincones de un
espeso bosque esta historia, la historia del amor no correspondido por miedo entre un mortal y un dios, la historia de Shoto e Izuku.
Izuku era la personificación de Narciso, hijo de Cefiso y Liríope, ambos dioses, que lo habían enviado a la tierra a vivir junto a una ninfa y un ninfo sátiro.
Ese día se había separado de los ninfos que cuidaban de él y se había lanzado a explorar el bosque solo, ya estaba algo cansado de que su madre lo vigilara tanto, el podía cuidarse
sólo y tenía muy bien entendidas sus advertencias.
Caminaba tranquilamente por el hermoso bosque cuando un ruido llamó su atención, cerca había un arquero. Izuku comenzó a seguir el sonido hasta que se detuvo cerca de un claro.
El joven arquero debía tener su edad, era alto, fornido y tenía el cabello de dos colores.
Izuku se preguntó si tan peculiar aspecto se debía a que podía ser una personificación,como él.
Mientras lo miraba atento, soltó una risita, pues al arquero le costaba un poco manejar el arco. Esto hizo que se volteara en dirección a él y disparara por error una flecha que por poco daba en la cara del ojiverde. Este cayó para atrás asustado y el arquero se dirigió hacia él.
—¿Quién eres? No te había visto por esta zona— La voz del joven era grave y tenía una mirada desconfiada.
—S-soy Izuku, perdona por distraerte, es la primera vez que vengo por aquí...—Shoto le tendió la mano— Gracias.
Al bicolor se le hizo una persona un tanto extraña, tenía aun aire frágil y despistado.
—Mi nombre es Shoto, no deberías ser tan incauto ¿sabes? En este bosque hay muchos peligros ¿vienes con alguien?
—Ochako e Iida...mis amigos venían conmigo —Izuku se sentía algo intimidado.
—¿Sabes cómo volver con ellos?
—Eh...yo...—Izuku se acababa de dar cuenta de que no tenía idea de dónde se hallaba exactamente.
—Bien, entonces las buscaremos, tengo que seguir entrenando y no puedo distraerme.
De alguna manera, en el trayecto comenzaron a hablar, ambos se dieron cuenta de que tenían mucho en común y más rápido de lo que esperaron se empezó a formar entre ellos una bonita amistad.
Izuku, siempre gentil y generoso era la calma en los días de tormenta de Shoto, en cuyo hogar habían muchas disputas.
Shoto llenaba los días vacíos de Izuku con sus charlas por el bosque, y siempre disfrutaban de la compañía del otro en largas jornadas de caza.
Su afición favorita al pasear por los bosques era discutir sobre ética con los faunos y algunas veces, junto a Iida y Ochako (los mejores amigos y ninfos protectores de Izuku) ayudaban a las hadas del bosque a encontrar magia en las cortezas de los árboles.
Muchas veces las hadas los buscaban para que las ayudaran a encontrarla. Pasaban mucho tiempo en el bosque.
Durante todo ese tiempo, ellos dos se habían vuelto tan unidos que no pasaba un solo día sin que se buscaran, aún si era sólo para saludarse.
Casi siempre era Shoto el que iba a buscar al ojiverde, pues este era muy vigilado por su madre.
Shoto había pasado mucho tiempo solo, aún con sus hermanos no había demasiadas oportunidades de convivir pacíficamente, ya que su padre lo obligaba a ir a cazar a diario.
En una de sus salidas encontró a Dabi.
Alguna vez había sido su hermano, pero cuando Shoto era sólo un niño Dabi escapó por ir detrás de un ninfo del bosque y lo último que supo de él es que los dioses lo habían castigado y debía servirles si aún quería ver a su ninfo.
Aun desconfiado, charlaba con él. Tanto hablaba sobre Izuku con él, que Dabi había terminado por hacerle aceptar que lo que sentía por el verdoso era más que solo cariño.
Shoto temía aceptarlo, pues sabía que muy posiblemente terminaría como él.
Pero tanto era su anhelo por Izuku que lo aceptó, algún día se lo haría saber. Y pedía a Zeus no le ocurriera nada malo por ello, para vivir feliz al lado de su amado.
Uno de esos tantos días Shoto había ido a buscar a su adorado pecoso. ambos, explorando más profundamente cierta parte del bosque, hallaron un venado, este pasó corriendo como un relámpago y Shoto se lanzó a cazarlo con su poderoso arco, pero Izuku lo paró cuando estaba a punto de disparar.
—Es sólo una cría Sho. Déjala vivir.
El espíritu noble de su amigo y sus hermosos ojos verdes que reclamaban clemencia fueron lo que hizo que el joven arquero terminara totalmente perdido por él.
Sintió un aviso en su corazón que lo impulsaba a contarle la verdad sobre sus sentimientos, así que lo llevó a lo más profundo del bosque, cerca de un manantial de claras aguas. Izuku
extrañado le pidió amablemente explicaciones.
—Sólo hay una razón por la cual estás aquí, Izuku. — Empezó Shoto con el corazón en la mano y rezando a los dioses para que todo saliera bien. —Nos conocemos de mucho tiempo y cada día nos hemos forjado como amigos a tal punto de ser inseparables. Quería confesarte el secreto que he guardado dentro de mí desde hace mucho. Y espero que este secreto no rompa nuestra relación nunca.
Shoto tomó de las manos a su compañero y respiró hondo contemplando su reflejo en el
lago. Acto seguido miró al verdoso directamente a los ojos y... lo besó.
Izuku se quedó petrificado, temblando.
—¿Qué...acabas de hacer?
—Mi secreto es el secreto del amor, el amor que siento por ti y que tanto temí confesarte hasta el día de hoy.
—Sho-Shoto...yo...— Izuku se quebró, dentro de él peleaban terriblemente 2 sentimientos, el amaba al bicolor, pero lo suyo nunca podría ser, su madre se volvería loca y seguramente
la familia de Shoto no aceptaría que otro más de sus hijos huyera con una deidad.
Con una mueca de profunda tristeza huyó a toda prisa a la salida del bosque asustado.
Shoto, que no podía creer lo que había pasado se arrodilló frente al lago y contempló su
rostro en el agua. Alguien estaba llorando dentro del manantial.
Era él.
La soledad que sentía al no estar con su compañero le hundió todavía más. ¿Con quién descubriría la magia en la
corteza de los árboles para las hadas a partir de ahora? ¿Quién conversaría con los faunos sobre ética? Parecía enloquecer por lo que había hecho, se dirigió a la salida del bosque acompañado por un cortejo de lágrimas que parecía no tener fin.
Pasaron los días e Izuku no volvió a ver al joven cazador. Este se pasaba todo el día en casa, destrozado. Ya no tenía ganas de salir a cazar o pasear por el bosque, no sin Izuku.Muchas veces intentó ir a su casa para tener noticias de él, pero la puerta nunca se abría si era Shoto el que llamaba.
Una noche, ensimismado en su propia locura, salió de su casa, armado de un puñal y se metió al bosque. Era tal su rabia contenida al no ver a su querido Izuku, que se puso a vociferar:
—Némesis, si estás ahí arriba, si me oyes...Acógeme en tu regazo cuando ya no esté en este mundo. Fui valiente y me arriesgué aceptando todas las consecuencias, pero fallé y la
desesperación se me hace eterna. Fallé y todo este amor que tengo por Izuku no me deja vivir sin él— No había número de lágrimas para describir el llanto de Shoto por el rechazo de Izuku.
Némesis había escuchado su lamento.
—¿Quién diría que mi hermanito terminaría destrozado por el amor al igual que yo? ¿Que ocurre Shō? ¿Serás tan cobarde para dejarte morir sin antes hacer algo? ¡Al menos afronta
el olvido como un hombre!— Dabi había aparecido como mensajero de Némesis.
—No hay tiempo para afrontar nada. ¿Acaso puedes hacer que me ame?
—Oh querido Shoto, que tinto eres...¿No te diste cuenta? Ese pequeño te ama...— Shoto levantó bruscamente la cabeza mirando a Dabi— Si...pero no pueden estar juntos, precisamente por sus diferencias, tú, un simple mortal, le has entregado tu corazón a un dios...— Dabi se acercó a su oído— Sabes perfectamente que ocurre si te aferras demasiado a él ¿no?
Dabi tomó la mano de su hermano, que sostenía fuertemente el puñal, y lentamente lo dirigió a su pecho.
—Hallaré consuelo si así puedo verlo de nuevo, y si no, al menos podré descansar de esta tortura— Dabi había soltado el puñal, pero Shoto envuelto en lágrimas se lo clavó en el
corazón.
—El amor duele mucho más que esta herida de puñal...Izu, allá te espero—Cayó al suelo inerte con los ojos clavados en la casa de su amado. Dabi desapareció tras una ráfaga de
viento.
—Vámonos Keigo, cumplimos la misión.
Inko encontró el cadáver del joven unas Horas más tarde. Cuando Izuku se enteró de la muerte de su amigo, ardió en locura y sin escuchar a su madre o a sus amigos se dirigió al bosque.
Mientras lágrimas brotaban de sus ojos, observó que hadas y faunos lo evitaban. La escencia del bosque se paralizó. Todo estaba más oscuro de lo normal y el silencio protagonizaba una de las estampas más tristes de las profundidades de aquel paisaje. Izuku
corrió hasta llegar al manantial donde Shoto le confesó su amor.
Recordó todos los momentos que pasaron juntos y se arrepintió profundamente de su reacción aquel día. Miró las cristalinas aguas que brillaban con los primeros rayos del sol.
—Shoto...— Las aguas del manantial lo llamaban, sentía el fuerte impulso de mirar su reflejo, a pesar de las advertencias de su madre.
Al asomarse al borde del lago, vió un joven de bellas facciones, lloraba como él. Y después de un largo rato de embelesamiento, al lado del joven del lago apareció otra silueta, Shoto
lo llamaba desde el fondo del lago. Por primera vez sintió el amor con una fuerza abrumadora, por el reflejo de ese joven junto a Shoto, por la felicidad que irradiaban juntos.
Anhelando esa felicidad y a su amado, cayó al agua. Ahogándose en el acto por la profundidad del lago, pidió a los dioses que le permitieran vivir al lado de Shoto, ya fuera como mortales en otra vida o como sirvientes en el olimpo.
"Shoto, espérame, no me dejes...iré contigo a donde sea, no importará el castigo mientras
pueda estar a tu lado"
Los ninfos buscaron a Izuku varios días por el bosque. Al llegar al claro del manantial,notaron que había brotado un flor, adornando el lugar donde Izuku y Shoto habían pasado
sus últimos momentos juntos.
Llamaron a la flor Narciso, y con ese agridulce recordatorio del amor no correspondido, Némesis cumplió su misión.
Y solo los dioses sabrían que fue de esas dos almas tan desdichadas, que se complementaban tan bien...pero se perseguirían la una a la otra hasta el fin de los tiempos.
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