Capítulo 9



Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad del MU y de la mitología nórdica, yo sólo los uso para dar rienda suelta a mi imaginación.

Nota: ¡He regresado! Por cierto, edité los capítulos previos porque, aunque no lo crean, no tenía ni idea de cómo poner el guion largo en el Word.

Otra cosa ¡Feliz Navidad! Que la pasen bonito con sus seres queridos y amigos. Les mando un abrazo desde el otro lado de la computadora.

................... 

Ardía en cólera.

En verdad que jamás en su vida había sentido una furia de semejantes proporciones como en la situación en la que se encontraba actualmente, o mejor dicho en la que no se encontraba.

De sólo recordarlo quería arrancar a tajos y cortar de un navajazo el miembro de aquel ser que acababa de destrozarle el alma y más importante, su orgullo.

Pero sobre todo, quería golpear a la parte de sí mismo que ingenuamente había decidido lanzarlos al abismo con la esperanza de que aquel rubio los atrapara antes de que quedaran hechos puré en el suelo.

<<"Nada más lejos de la realidad", pensó de manera sombría>>.

Tras eso, rio amargamente mientras se permitía por fin derramar unas lágrimas al encontrarse ya seguro dentro de su habitación, que permanecería gloriosamente vacía hasta dentro de unas horas, cuando sus compañeros terminaran su jornada. Sólo en tales circunstancias se permitiría a sí mismo llorar.

Había escuchado por casualidad cómo a la hora de la merienda, Jane le contaba a Fiorella que la noche previa, bajando a apagar las velas de una Thrud que requería de luz para dormirse, había escuchado ruidos provenientes de la alcoba de los señores, que eran tan fuertes como para dejarle en claro que tales gemidos y jadeos no eran producto del dolor precisamente.

Todo su mundo se había tornado gris de un momento a otro, pero al no estar acostumbrado a vivir esa clase de emoción durante mucho tiempo, prefirió darle paso a la ira, que lo consumió por dentro durante todo el día, en el que por supuesto no había visto para nada al señor de la casa.

Algo que ni por asomo llegó a extrañarlo, sino todo lo contrario.

Pero con él no se jugaba dos veces, e inclinado en su cama mientras sus ojos servían de vertiente para una pequeña cascada que caía sobre su almohada, se hizo un nuevo juramento a sí mismo: odiar con todas sus fuerzas a Thor Odinson.

...............

Amanda estaba preparando rápidamente la comida en su nuevo hogar, que claro que seguía siendo una casucha en donde dormían más personas de las que podía contar, pero ahora el sentimiento que le provocaba aquello era distinto.

La familia de su ahora esposo era numerosa, sí, pero eso a ella ya no le importaba en lo absoluto. ¿Cuántas veces no había odiado al mundo entero por ponerla en la situación en la que estaba? Había sido una niña muy tonta como para comprender.

Si lo ponía en perspectiva, su vida había sido un campo de flores comparado con el miedo y la ansiedad que había comenzado a vivir cuando acababa de cumplir los trece años y ya tenía unos pequeños pero redondos senos. Sus caderas en proceso de ensancharse tampoco fueron de mucha ayuda.

Había sido un alivio el que John decidiera casarse con ella cuando el administrador, cansado de violarla, como a casi todas la demás chicas de la fábrica de carbón, le había corrido del único lugar en el que le habían dado trabajo junto a los que quedaban de sus hermanos.

Aquello lo había esperado. Desde el año previo había sido como su prostituta sin que ahora tuviera a alguien que se atreviera a decir algo por ella. Sus hermanos mayores estaban muertos y su padre también.

Y sí, las mujeres como ella podían trabajar y recibir un sueldo. Lo que no podían era ser económicamente independientes y no porque no lo desearan, sino porque el mísero sueldo que recibían, la mitad de lo que los hombres, no les alcanzaría para subsistir ni de chiste.

Sin embargo, la zozobra no vino sino hasta que se había enterado de que estaba de encargo. De repente, su futuro se pintó sobre ella como algo sombrío y lleno de penas, más de las que ella creía ya tener.

Las madres solteras eran tratadas como un despojo de la sociedad, la inmundicia y la vergüenza de sus compatriotas. Si Dios había creado al hombre y a la mujer para formar la institución del matrimonio, ¿quiénes eran ellas para desacreditar aquello? Estaba segura de que a Dios se le había pasado el hecho de que existían las violaciones.

Se había planteado irse de contrabando en un barco que zarpara a América o si eso no funcionaba, ver a una curandera para rogarle que le sacara a la criatura. Descartó ambas rápido: la primera porque últimamente las revisiones en las flotas eran más exhaustivas, y la segunda porque no tenía dinero para pagarle a la partera y tampoco podía pedírselo al administrador que ya se había desentendido del niño.

Y ahí había aparecido John, un hombre de la fábrica que casi le doblaba la edad y que era tuerto pero que le había ofrecido matrimonio y con ello había aceptado al bebé.

Ahora allí estaba, acabando de preparar la merienda para que una vez con el estómago algo ocupado, regresaran a la nueva fábrica en la que trabajaban, incluida ella, que ya tenía una barriga prominente.

Fue entonces que tocaron a la puerta y ella pensando que se trataba de su marido y de los demás que habían ido a acarrear agua, mandó a su sobrina política más pequeña a abrir la puerta.

En la entrada, como un fantasma estaba su hermano menor.

...............

Llevaba una semana evitando encontrarse con Loki. Para ello, buscaba por todos los medios el no permanecer por mucho tiempo en su casa, así pues únicamente llegaba a dormir para después salir lo más rápidamente posible del lugar y dirigirse a trabajar o algún evento social.

Iba a reuniones, juntas de consejo del banco y convivía con sus amigos pero sin importar lo que hacía, no podía arrancarse esos ojos verdes de la cabeza ni aquellas ojeras que recientemente se había enterado que este tenía, del mismo modo que lo había hecho con la suavidad su piel y lo dulce de sus gemidos...

Y ahí estaba otra vez, rememorando cuanto podía de esa noche en que sólo Dios supiera qué clase de demonio se le había metido en el alma y en el corazón. Se sentía consternado, abandonado, desesperanzado.

Pero sobre todo, cayó en la cuenta de que estaba siendo subyugado por sus emociones y que si en algún punto llegaba a verlo de nuevo caería víctima de ellas una vez más. Lo trágico del asunto es que no sabía si en esa ocasión sería lo suficientemente racional como para evitar el hacer lo impensable con aquel chico.

Precisamente esa era otra de las cavilaciones que lo mantenían ansioso y nervioso a partes iguales: Loki era solamente un niño. Tenía trece años casi recién cumplidos.

Cualquier mente sana que lo hubiera visto hubiera concluido que todos los regalos, todas las atenciones, así como todas las pláticas íntimas que habían mantenido, habían sido sólo un plan para seducir al muchacho.

Bueno, al menos todos los que tuvieran un mínimo de decencia porque él bien sabía que muchos tenían concubinas con quizás un par de años menos que Loki.

Ahí radicaba lo que a Thor le parecería lo más gracioso del asunto: como él se había aprovechado de la inocencia de un niño como esos vejetes, bien podría ya entrar en esa categoría de indecoroso y era eso lo que lo carcomía por dentro.

Tal pensamiento lo llevaba a sentirse más que avergonzado por la mera idea de ver a su esposa e hijos a la cara.

Su moral intachable, aquello que todos, él incluido, más apreciaba de sí mismo, había sucumbido tan fácilmente que bien lo podrían acusar de sodomita y pedófilo en cualquier momento.

El repetirse que lo había hecho sin intención y en un arranque impulsivo, no mitigaba en nada la sensación de asco hacía sí mismo de la que era dueño en esos instantes.

Deseó morir por primera vez en su vida y que aquello sólo hubiera sido una alucinación causada por algún virus que hubiera estado en aquella casa, lo cual sería algo gracioso porque ya la había comprado.

Su parte racional le decía que aunque aquello era mal visto por la sociedad, en especial aquella en la que él se desenvolvía, llena de normas sociales y religiosas, no tenía ningún fundamento.

De hecho si no fuera porque estaba casado y tenía una familia, aquello no sería algo malo. Al menos la parte en la que Loki era un hombre también. En la que era un adolescente apenas, aún no estaba tan seguro, pese a que el acto había sido consensuado.

Claro que si lo trataba con algún adepto a los dogmas religiosos, este estaría en total desacuerdo con él por lo que decía la biblia, Dios y todos aquellos estatutos que la iglesia había ido recopilando a lo largo de los años y que sólo habían servido para crear prejuicios amoldados a su conveniencia.

Era verdad que aquello nunca le había importado, por eso a pesar de que esta propusiera que la mujer debía quedarse en casa en su papel de criatura frágil, él nunca había sido parco con las palabras a la hora de criticar semejante estupidez.

Por lo tanto se refrenó para analizar puntualmente aquella situación de la que era participe ahora para no caer en la introspección destructiva que tuviera algo que ver con la ética moral y pasó a los hechos razonados que le podía proporcionar el pensamiento crítico.

No encontró ningún argumento válido que pudiera denigrarlo por aquella extraña atracción que sentía por Loki; no por ello dejaban de repercutir en él hasta cierto punto los lineamiento procedentes de los dogmas.

Además de que bueno, la ley tampoco estaba de su parte. La Buggery law establecía la muerte de quien practicara actos contra natura, que Thor tampoco estaba seguro que tuvieran bases sólidas sobre las cual mantenerse, ya que hasta hace un tiempo el sexo oral también era visto como una de las prácticas que atentaban contra Dios y el hombre, y actualmente ya no lo era.

Lo que sí no pudo ignorar y por lo cual no logró sentir alivio alguno, gracias a su pensar lógico, fue que si bien el ser un sodomita era una caracterización construida por la sociedad y basada en prejuicios, no lo era el hecho de ser infiel a la persona con la que estabas casado.

Y no porque fuera un sacramento sagrado, sino porque era un compromiso que había contraído por él mismo, estando consciente de lo que eso significaba e implicaba.

Aquello lo hizo sentir aun peor, poniéndole los pelos de punta. Tenía que hallar alguna manera de solucionar el problema y tenía que hacerlo lo más pronto posible. Su respiración se agitó por unos segundos, percatándose de lo más trágico.

Tenía miedo, miedo de que deseaba volver a hacerlo.

—¡Papi! ¿Por qué no habías venido a verme? —Una muy malhumorada Thrud, seguida de cerca de su hermano Magni, lo miraban con los brazos cruzados en señal de reprobación.

Por fin había decidido regresar a casa en la tarde y enfrentar sus demonios yendo directamente a la sala de juegos, pero para su suerte, o no tanta, en la habitación sólo estaba Fiorella y su esposa.

—He estado ocupado cariño, pero te prometo que este domingo iremos a los grandes almacenes y les compraré un juguete a cada uno.

Los niños lo perdonaron fácilmente como siempre, y él se dio cuenta de lo mal que había hecho siendo un mal ejemplo para sus hijos, irrespetando a su esposa que lo miraba sonriente como siempre, traicionando a sus empleados que le tenían confianza como veía en los ojos de Fiorella.

Entonces de ahí tomó fuerza de voluntad y se prometió que no volvería a caer en la tentación que Satanás había puesto frente a él. Sí, era difícil deshacerse de las viejas y arraigadas costumbres que le atribuían el mal a un ente.

Por sus hijos no lo haría, aunque tuviera que recurrir a los sermones dados por los líderes religiosos, para recordarse lo repugnante que era lo que sentía por Loki.

—¿Por qué aún sigues triste, mi cielo? —le preguntó a la niña que movió su cabeza en señal de negación.

—Loki. —Thor se asombró de que el pequeño Magni que casi nunca hablaba, de eso se encargaba su hermana por los dos, hubiera revelado el secreto de la niña.

—¿Ha pasado algo? —Una alarma comenzó a sonar en su cabeza tan pronto el niño pronunció aquellas palabras, y comenzó a sudar frío al suponer que su ausencia en la habitación estaba implicada a los hechos.

—Loki le ha pedido a mamá ir a trabajar a la casa de campo y mamá le dijo que sí— explicó Thrud, cuyas lágrimas empezaron a deslizarse por sus rosadas mejillas.

—¡¿Hiciste qué?!

—Bueno, por supuesto que te lo iba a decir esta noche —explicó Sif completamente desconcertada y se extrañó aún más al ver cómo su esposo comenzaba a alzarle la voz, en señal de reclamo—. Es que yo..., tu siempre me has dejado decidir sobre los asuntos de los empleados.

—¡Sí, pero siempre me has consultado!

—¡Lo iba a hacer hoy en la noche! —Se calmó a sí misma, para no alterar a los niños que los estaban viendo—. Eso le dije a Loki que haría, aunque casi le aseguré que podría irse porque pensé que no te negarías.

— ¿Dónde está? —Bajó la voz sintiendo como sus manos comenzaban a temblar de ira, además de ver como Fiorella se llevaba a sus hijos al jardín—. ¿Dón-de es-tá?

Repitió cada sílaba, esperando la respuesta de su mujer, que no llegó tan rápido debido al aturdimiento de la misma por ver a su marido por primera vez en años tan furioso, lo que la llevó a pensar que algún desacuerdo había ocurrido entre ellos. Uno que ni Loki ni su marido le habían hecho saber, y del que ahora había tomado partido.

Llegó a la conclusión de que el enojo de Thor se debía a que ahora este pensaba que se había puesto del lado del niño y no del suyo.

—No-no lo sé —medio tartamudeó—, cuando lo mandé a llamar a su cuarto no estaban más que un par de prendas envueltas en una colcha.

Se quedó frío en su lugar. Apretó sus puños para impedir que se le notara el temblor de sus manos, que ya no sabía si se debía a la furia o al poderoso pánico que se fue apoderando de hasta la última fibra de su cuerpo.

Por un momento olvidó cómo respirar, para que al siguiente se encontrara casi gritándole a Eliza por dejar que Loki saliera sin permiso y no vigilarlo lo suficiente. Todos los demás fueron llamados a la estancia e interrogados por un Thor más calmado, aunque sólo en apariencia, sobre el paradero de Loki.

Nadie supo decirle nada y cuando estaba a punto de echarse a llorar ahí mismo de la impotencia mientras salía él mismo en su busca, unos pasos que se acercaban se oyeron desde la entrada de la mansión.

De repente Loki estaba ahí frente a sus ojos, parado con cara de incertidumbre, sin saber de qué iba toda aquella reunión de criados. Este supuso que pronto los dueños de la casa darían una fiesta.

Thor quiso hacer eso mismo en cuanto lo vio, y por fin pudo pensar claramente una vez más. Pero ese instante de cordura no duró mucho, pues tan rápido como se le había ido el miedo, había llegado la cólera para inundarlo nuevamente, en esta ocasión, sazonada con una pizca de ansiedad y angustia.

—Si serían todos tan amables de retirarse a sus habitaciones. —Sus ojos echaban chispas, algo que todos en la sala notaron al instante—. La jornada de hoy está terminada. Nadie baja al primer piso hasta que se los indique.

Thor tomó del brazo a Loki y lo arrastró con él sin que este pusiera resistencia.

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