Capítulo 37
DISCLAIMER. Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad del MCU y de la mitología nórdica, yo sólo los uso para dar rienda suelta a mi imaginación.
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N/A. Un aplauso a mi beta, quien me sacó de mi letargo, y gracias a quienes siguen aquí a pesar de todo.
Fue un déjà vu. Ocho años atrás se había sentado a la misma mesa y entablando una conversación similar con sus abogados. Esta vez, sin embargo, lo que debían arreglar no tuvo que ver con cartografía, sino con las cláusulas del documento que acreditaba a Magni como heredero universal.
Una punzada en su cabeza drenó su raciocinio y es que el parloteo de los hombres no cesaba.
—Señores, les recuerdo que esto es temporal —anunció, callando a los otros en el acto—. Y ya sé que ahora para suceder los activos de Nueva York estos deben estar regulados por sus normas, lo único que quiero es que encuentren algún hueco que arregle mi problema y que lo hagan antes de que zarpe mi barco.
—Es demasiado poco tiempo señor, si nos hubiera avisado con anticipación...
Las pupilas de Thor se dilataron y los presentes de repente no encontraron qué hacer. Incluso el hombre que tuvo la osadía de recriminarle algo que sabía era absurdo, logró emitir una disculpa eficaz y se camufló con los demás.
Salió de allí y compró un puro. Tenía mucho que no fumaba pero la situación le estaba rogando que lo hiciera. El viernes dejaría Londres rumbo a Nueva York y si bien ya había avanzado con el asunto de Magni gracias a Sif, aún debía solucionar otros.
El bebé que Thrud llevaba en su vientre era otro cabo suelto que era imperativo salvar del desorden. Todavía no tenía la noción de si iba a ser niño o niña pero la barriga se le notaba ya a su hija y con ella el tick tack en su cerebro se hacía más sonoro.
Ni siquiera había tenido tiempo de procesar la muerte de Odín.
Hasta que escuchó el crujido de sus nudillos no se percató de la fuerza con la que apretaba sus manos. Encapsuló la idea en un frasco bien apretado y lo empujó a la parte oscura de la alacena, allí junto a sus sentimientos por Loki.
Descarrilar hacia esa dirección no tenía mérito por ahora. Tomó su abrigo y marchó rumbo a su casa. Le dejó dicho a Sif que preparara el terreno con Magni sobre qué cambios nuevos se redactaron antes de que este lo cuestionara. La cabeza no le funcionaba al cien, así que era mejor no forzarla.
Cuarenta y ocho horas pasaron desde que se había enterado de lo que su tío Heimdall denominara "luto inesperado". La noche previa deambuló en vela por no haber estado con su padre ni durante su agonía ni en la marcha fúnebre.
Fue a la bandeja en donde yacían los licores y se sirvió un vodka. Tragó varias veces y dio un brinco cuando escuchó el saludo de su hijo.
Hablaron por horas sobre los términos que englobaban su resiente ascenso y cómo se había acelerado de un día para otro. Magni entendió lo que sucedía y pese a que jamás había conocido a su abuelo ni tenían algún tipo de vínculo, respetó las pausas largas y la voz quebrada con la que su padre se expresó de él.
Le dio un tic en el ojo izquierdo al encontrarse con que su hija Thrud, de forma discreta había escuchado parte de la conversación. Sif enmendó las cosas llevándose a su primogénita encinta, y con una conversación rápida desechó el asunto.
Gotas de sudor rodaron por su frente en cuanto estuvo a solas. Lo último por lo que precisaba preocuparse era Loki. Pero si era práctico, esto le convenía. Al fin acabaría su suplicio y lo concerniente a su examante de una vez por todas. La clave era que él no se enterara de ello hasta que fuera demasiado tarde, pero con Thrud conociendo la situación ya no estaba seguro de tal ventaja.
Sin querer, la pluma con la que planeaba escribir una respuesta a Heimdall había hecho un agujero en la pila de papeles en blanco que tenía en frente. Decidió desconectarse de los problemas y avanzar, pues la ansiedad de lo que no controlaba lo estaba alterando en demasía.
Acabó y dejó lo demás en manos de Charles.
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—Cariño, puedes decirme lo que sea —declaró con las pupilas inmersas en las de ella, a pesar de que lo único que quería era resoplar—. Llevas así desde ayer y ya me estás preocupando, ¿debería llamar al doctor?
Fiorella terminó de servir la sopa y controlándose a sí misma para no delatar nada en sus gestos, hizo una reverencia y salió de allí. Mientras tanto, Thrud abría la boca tal cual un pez dando bocanadas de aire en un ambiente que la asfixiaba.
Le habían dicho que no debía revelarle a Loki lo de la partida de su padre porque él se enteraría el jueves de tal acontecimiento. Su esposo estaba relacionado en directo con los cambios que se harían en la junta directiva del banco, no tenía que parecer que por ser familiar directo de los Odinson's recibía canonjías.
Pese a ello, Thrud no comprendía el que no pudiera contarle cosas referentes a su vida privada. Es decir, ¿con quién sería más seguro compartirlo que con su marido?
—Mi abuelo Odín murió —explicó con la mirada puesta en sus cubiertos. Aceptó el pañuelo que se le tendía y limpió sus lágrimas—. Y ahora mi padre debe ir a América a ocupar su lugar en el banco que tienen allá. Tal vez nunca conozca a nuestro hijo, como yo nunca lo hice con mis abuelos.
La tela amortiguó las palabras que Thrud acababa de soltarle, pero el estómago de Loki no tuvo la misma suerte. Fue como miles de termitas masticando sus intestinos y pulverizando su hígado. Él se puso de pie con dificultad, cosa que alentó a su esposa a tirarse a sus brazos. Ella adivinó que lo espectral en el aspecto de su marido, reflejaba el suyo y que con ello le permitía ser vulnerable.
Loki asintió como robot a las absurdas peticiones de ella por guardar en secreto de sus progenitores tal información y él dio una excusa absurda para regresar a la central de operaciones.
Llegó al carruaje trastabillando y no tardó en preguntarle al chofer si había un temblor o un cataclismo porque presentía que la tierra bajo él en cualquier momento iba a fragmentarse y a tragárselo entero.
Los últimos días había estado supervisando la fábrica a las afuera de Londres pero no llegó allí. El sol ya casi se estaba escondiendo cuando entró a trompicones y solicitó una audiencia con Thor, quien se la negó.
Para cuando toda le gente con la que estaba en junta salió de la sala, él ya estaba enfocado pese a que el corazón no dejaba de retumbarle. Caminó a su lado diciendo sandeces sobre acuerdos legales que necesitaban tratar para estar a solas y fue hasta que el resto del personal lo encontró tan fuera de sus cabales que empezaron a incomodar a Thor con sus miradas.
Así fue que acabaron en el despacho de Thor de la empresa y actuaron un rato más mientras se servían un poco de té.
—Si vuelves a irrumpir de esa forma aquí y diciendo esas mentiras de que nuestro proveedor encontró un hueco legal para zafarse antes del contrato, te quedarás en la fábrica definitivamente.
—¿Y esa amenaza tiene fecha de caducidad Thor? ¿Seguirá vigente cuando te hayas ido o me llegará una carta en la que se me informa que, oh sorpresa, mi jefe se ha mudado y ya no tengo por qué acatarla?
El tono de su voz se fue elevando hasta que se tornó agudo. Thor se masajeó las sienes y le pidió perdón a Dios por no haberle enseñado discreción a su hija. Esa charla no debía pasar así. Sif debía estar presente.
Él no era lo suficiente fuerte para lidiar con Loki. El nudo en su garganta al tenerlo cerca aún le seguía brindando molestias.
—Esta conversación no la tendré contigo hasta el jueves. —Se puso en pie apretando la madera de su escritorio bajo sus palmas—. Ahora retírate, tengo papeleo que hacer.
—Escúchame bien Thor —dijo con las cejas fruncidas y el dedo índice alzado en desafío—. Te juro que si no me explicas qué...
Tres golpes a la puerta y el rubio permitió el acceso a quien fuera que lo estuviera rescatando. De pie y con sonrisas que se borraron en cuanto vieron a Loki, sus amigos lo interceptaron y le recordaron la promesa de ir a darle una despedida digna.
Thor tomó su sombrero y su chaqueta a la vez que se disculpaba con su yerno. Este los contempló gruñendo y sonriendo en parte.
—Creí que harías papeleo. —Tal declaración hizo que los otros parecieran incómodos.
A excepción de Volstagg.
—¿Estás de broma? —La pregunta recaía en Thor, claro—. Quizás te volvamos a ver en diez años, si tenemos suerte, ¿y tú quieres hacer papeleo?
—En realidad, ya terminé lo que tenía planeado hoy. —Le sonrió al pelirrojo, con lo que recibió aprobación por parte de los demás.
A excepción de Loki que de súbito se halló en la antesala, expuesto infierno mientras Thor se iba de su lado sin dedicarle ni un gesto. Fue curioso encontrarse envuelto en un frío sordo en vez de llamas sofocantes.
...............
Coordinar el paso del tiempo en las horas posteriores fue su penitencia. Las manecillas del reloj iban a paso de tortuga y no importaba cuántas veces revisara si el sol ya había salido, este no lo hacía.
Se paseó como un alma en pena y vaya que logró asustar a Fiorella en el camino. El aspecto que portaba oscilaba entre una mártir de luto y un asesino en serie. Rasparse la piel con las uñas dejaba claro que era un halito de lo que había sido.
¿Podía alguien sufrir una metamorfosis en un lapso tan breve? Muchas buenas preguntas carecían de respuestas, pero no esa. Loki estaba atrapado en un torbellino que no paraba de asfixiarlo y aporrearlo de un costado a otro. Quería que la sensación de vértigo se detuviera pero no encontraba la palanca que desactivara el mecanismo.
La voz que veces antes lo había ayudado a sosegarse, no estaba. Rogaba su ayuda en los periodos en que se recomponía en algo y tomaba un par de bocanadas de aire. ¿Cuándo se había convertido en un pez?
Para la mitad de su jornada ya no quedaban uñas en sus manos. Eran sólo cutículas.
Por más que daba círculos a la situación no encontraba remedio que lograra parar a Thor en su cometido. Y no es que no pudiera, sino que le faltaban datos para hacer un plan. Por primera vez, se encontraba sin recursos y a merced del jugador contrario.
<<Debe haber una forma, tienes que detenerlo. Vamos Loki, piensa. No puede irse, no puede dejarme>>.
Su cabello era una maraña en la que podían construir su madriguera los conejos cuando llegó la mañana, pero para ese instante ya tenía la solución. Era tan ciego que no lo había visto. Al parecer tampoco Thor lo había deducido.
La felicidad lo inundó y se presentó temprano a la mansión Odinson, donde no encontró a quien buscaba y tuvo que fingir ante Sif que venía a recoger a Magni. Olvidó que Thor se había ido con sus amigos y que podría no haber llegado a casa esa noche.
El agua le supo a limón al concluir eso.
Pasos firmes se hicieron escuchar en los pasillos del edificio principal y él con ademanes marcados saludó a quien se le fuera poniendo en frente. A las once y cuarto le confirmaron la presencia de Thor allí y le hicieron un espacio con él dentro de media hora.
Hizo dos respiraciones profundas y entró cual vendaval al cuarto con dos ventanas grandes y el sillón sobrio en el que el rubio amaba quedarse dormido cuando podía. Como estaba haciendo en ese preciso instante.
Gusto que no le duró mucho al apreciarlo ante su presencia. Meditó un rato allá afuera y la voz de su conciencia le había ilustrado sobre el control. La euforia que tenía no era apta para negociar, eso había que dejárselo a las damiselas tontas.
—Tengo una propuesta para ti.
Thor extendió la mano, esperando los papeles y se quedó así hasta que comprendió que aquello no era de carácter laboral. La migraña que llevaba encima no lo dejaría lidiar con Loki de forma adecuada pero a pesar de que se lo hizo saber este lo ignoró.
—Tú y yo Thor, somos iguales —pronunció otorgándole peso a cada sílaba.
Tuvo que aferrarse al reposa brazos acojinado para no doblarse por completo de la risa. El rubio revisó con premura en su mente los pendientes que aún tenía para ese día. Aprovecharía ese lapso para bloquear las estupideces que oyera de pasada y hacer algo productivo.
Fue un plan excelente hasta que la mano de Loki apretó su quijada y la levantó lo justo para que la punta de su nariz rozara la del susodicho. No era el verde que él estaba acostumbrado a apreciar en los irises del menor. Estos estaban diáfanos y despejados.
—Me tomaste cuando era muy joven —le soltó. Las mejillas del rubio rojas y sus ojos abiertos a todo lo que daban—. Y yo te dejé por una razón. Una vez la pronunciaste, ¿lo recuerdas? Salió de estos labios que conocieron en innumerables ocasiones mi cuerpo —dijo con una sonrisa de lado.
—Vete o...
—Shh —El dedo índice de la otra mano cortó el habla de su interlocutor y tomó asiento frente a él—. Eso es lo que somos Thor, es lo que nos une. Podrás negarlo y echarme la culpa ahora que te has reivindicado con Sif pero en el fondo te consta que jamás podrás dejar de anhelarme. Como yo a ti.
Una taquicardia se desató en el pecho del mayor y los pulmones, cobardes, detuvieron sus funciones. Algunos centímetros los separaban y él refrenaba el acto de completa estupidez que suponía el observar los labios de Loki.
Pero en lo hondo de su hipocampo se hizo presente el balbuceo de un bebé. Una niña, su pequeña Thrud al nacer y su pequeña Thrud al besar a su yerno. Ternura, vergüenza e ira apilándose cual troncos para leña.
—Hemos estado confinados a vernos en secreto por más de una década y si permanecemos aquí, con Thrud y Sif, el panorama seguirá siendo el mismo.
—No, porque yo me iré y esta historia acabará al fin.
Se puso en pie para dar por concluida la cháchara y Loki lo copió, pero no se lo concedió.
—Exacto. —El destello que refulgió en sus orbes esmeraldas desconcertó al rubio—. Debemos irnos juntos, mudarnos al otro continente. Piénsalo Thor, seríamos sólo tú y yo.
Le dio la espalda a Loki y apoyó uno de sus brazos a la pared. Con su frente apoyada en estos simulaba una confesión y eso era porque el dato lo había perturbado. Respiró pausado e ignoró al otro en aras de evitar abalanzarse de nuevo sobre él.
Burlarse no era su estilo pero aquello rayaba en lo absurdo. Su progenitora se encontraba allá a donde iría y su tío Heimdall... nadie podía escapar al escrutinio que dejaba desnudas las intenciones de cualquiera, él era un experto en desenmascarar a cualquiera o eso fue lo que Odín le aseguró, le enseñó a hacer mejor.
En Londres la gente era idiota, incluso le dolía admitir que sus hijos lo eran. Cierto, Loki podría engatusar a Heimdall de alguna forma, pero a Frigga no. Es más, si pudiera comparar el nivel de percepción y capacidad de análisis de su madre, concluiría que era igual al de...
Loki.
Abrió los ojos de golpe y un hormigueo deambuló por sus piernas.
—Le diremos a Thrud que es preciso que te acompañe en las primeras etapas. Todavía trabajo en eso pero estoy seguro de que para mañana tendré algo.
—No. —La firmeza con que tiñera esa palabra no competía con ninguna a la que había sometido al mismo trato—. No Loki, no vas a venir conmigo.
El sabor metálico que se esparció por su boca no cuadró al principio con lo fuerte que su labio inferior estaba siendo apretado por sus dientes. Inhaló aprisa y de repente, otra vez no era suficiente. La sensación aplastante sobre su cerebro regresó y sin meditarlo, entendió que su pulso estaba agitado.
—Thor basta, esto es en serio.
—Estoy hablando en serio. —Los hoyuelos se presentaron para enmarcar la sonrisa pero el gesto no le llegó a los ojos—. No me veas así, tú fuiste el que pisoteó mi amor y me dejó hecho pedazos. Así que no atrevas a intentar hacerme sentir culpable.
—¡No tenía otra opción Thor! —Su conciencia le demandaba callar pero si lo hacía se ahogaría o peor, se echaría a llorar—. ¿Qué era lo que querías que hiciera? ¿Qué me quedara en Liverpool aguardando para recibirte de brazos abiertos cada que te cansaras de estar con tu esposa en Londres?
—Quería que me esperaras —murmuró.
—¿Y cuál era el sentido? ¿Vernos una vez al año mientras desperdiciaba mi potencial como un empleadillo de bajo rango, temiendo a que tú esposa urdiera un plan del cual tú de nuevo no pudieras defenderme? ¿Quién sería entonces, qué me quedaría entonces? ¿Cuál era mi garantía? Tu supuesto amor por mí no significa nada, eso tú te encargaste de enseñármelo hace tiempo.
El silencio gritaba dentro del cuarto. El peso de las palabras los empalaban y por cada nuevo gramo de carne que atravesaba el falo de la realidad, ellos se quebraban.
—Comprendo —declaró Thor, pero no levantó la cabeza para encontrarse con la cara del otro—. Y tienes razón en cada cosa que has dicho Loki, pero déjame decirte mi verdad. Si hubieras esperado un poco más, unos años quizás, ahora mismo ambos estaríamos zarpando lejos para estar juntos.
El verde estaba anclado al azul. Un color que paulatinamente se transformaba en el otro y viceversa. Era ese ciclo de transferencia lo que ambos experimentaron en el continuo tira y afloja que habían llevado desde que se aferraran el uno al otro. El sabor de la fatalidad y de cada error que habían cometido desde que una noche, en una casa solitaria, se besaran por primera vez.
No voltearon cuando la luz externa se proyectó a sus costados. Estaban demasiado enganchados en sí mismos. Una sombra se apoderaba de ambos y dejaba a su paso el pestilente aroma de la derrota.
—Así que aquí estás yerno —dijo Sif haciendo una pausa en el letargo y dirigiéndose a Thor pronunció—: Thrud me ha contado que se lo ha dicho, así que pensé que darle la sorpresa un día antes de lo previsto no le haría daño, ¿no crees?
El rubio asintió e ignoró la ceja oscura que se alzaba en la frente nívea. Loki le cedió el asiento a Sif que estaba ocupando pero ella lo ignoró y se acurrucó a un lado del lugar donde Thor había dejado su calidez hacía unos momentos. No se sentó hasta que el matrimonio dio su beneplácito.
La mano que el mayor tendió a su esposa hizo que las avispas que habitaban en su interior, lo aguijonearan con ahínco.
—Como ya sabes las razones de que Thor parta a América el viernes, no te aburriremos con eso. —Los labios del rubio parecían costurados y su faz era inescrutable—. Mi esposo pondrá todo en regla allá en cinco años, aunque esperamos que sean menos. En cuanto él dé el aviso, todas las propiedades de Londres pasarán a tus manos y claro, a las de tus hijos. Magni y yo nos aseguraremos de eso, así y cuando eso ya esté saldado, ambos seguiremos a Thor a través del océano y tú serás el corresponsal del banco y las fábricas hasta que tus descendientes te suplan.
Un burbujeo se irrigó en lo profundo de su estómago, un efecto similar al de las bebidas alcohólicas, o al menos eso explicaría la ligereza de sus miembros y el éxtasis que embotellaba su mente.
Segundos pasaron y el efecto se apagó. La resaca le llegó junto con un frío hipotérmico no apto para un día nublado como ese, sino para otro en el que había sido abandonado a su suerte en las calles, ¿se estaba muriendo de nuevo?
—Creo que he entendido mal. ¿Están diciendo que después de cinco años, Magni y ustedes se irán para siempre? ¿A América?
—Es correcto querido yerno. —La rubia con facciones tan similares a las de Thrud ladeó la cabeza y le mostró su blanca hilera de dientes—. Después de todo, tu hijo será un Odinson y es preciso que crezca como uno. Sólo estamos asegurando el futuro de nuestro linaje.
Boqueó un par de veces y cerró la boca. Fijó su mirada en Thor y espero a que este lo encarara pero no lo hizo durante el resto de tiempo en el que Sif se la pasó parloteando sobre perder el título nobiliario o algo así, ya que este sólo pasaría a Thrud y allí se quedaría.
Fue hasta que Loki tomó un vaso que se encontraba sobre la mesita que los separaba y lo tiró al suelo con dolo, que lo encaró. El menor apoyó ambas manos sobre la superficie de madera y obviando la presencia femenina a su costado, acercó su rostro al del rubio. Los cristales crujiendo debajo de sus suelas.
—¿Esa maraña de sandeces son ciertas? —dijo en un tono gutural, con la mandíbula apretada—. ¿Lo que dice Sif es cierto?
Ella permaneció inamovible aún y con la severa falta de respeto echa por quien tenía una jerarquía más baja. Tragó, discreta, mientras alzaba una oración al cielo para que Thor no flaqueara.
—¿Por qué te sorprende tanto? —Una chispa eléctrica rayando las pupilas azules—. ¿Acaso no era eso lo que querías?
Loki apretó los labios y los mantuvo sellados lo que duró un aleteo de mariposa. La sangre se drenó de sus venas y sólo porque pudo hablar descifró que no acababan de cortarle la cabeza. Temió ya no tenerla.
—Si me disculpan, debo ir con mi esposa. Me necesita —declaró mientras se componía el traje oscuro y se iba.
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Regresamos a nuestra programación oficial y si no, ahora sí aviso XD.
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