Capítulo 35

DISCLAIMER. Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad del MCU y de la mitología nórdica, yo sólo los uso para dar rienda suelta a mi imaginación.

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N/A. Lamento la tardanza y en compensación este domingo/lunes que viene estaré publicando otro capítulo, por si les interesa :3.


Dos golpes fueron dados a la puerta, el primero pecó de desfachatez y el segundo se disfrazó de timidez.

—Adelante —indicó, apartando de su frente el paño mojado que lo aliviaba.

Esperaba una taza de té bien cargado, no a su esposa trayéndolo. Lo que menos necesitaba era el ímpetu de Thrud o una solicitud de cualquier índole. Las sexuales habían sido las más insinuadas en las últimas semanas.

Ella puso la bandeja en la mesita de roble y titubeó cuando Loki volvió a ponerse el trapo sobre sus ojos: entendía que la estaba despachando pero ella se negó. Empezó el masaje en los hombros sin detenerse cuando estos se crisparon y prefirió seguirlo al compás de su respiración.

Creyó por un segundo que eso lo había relajado y que pronto de su boca saldrían palabras de agradecimiento. Error, por enésima vez, se equivocó.

—Ahora no estoy de humor cariño, ¿podrías dejarme solo?

Thrud estaba punto de soltarle las buenas nuevas. ¡Estaba curada! Y todo era gracias a él, pero no lo hizo. No porque ahí mismo no pudiera soltarle la noticia sino porque ella no era el tipo de persona a la que despides sin consideraciones y luego esperas que te dé un cumplido.

Cuando partió, Loki estuvo en silencio de nuevo y con más ahínco volvió a apretar sus párpados. La oscuridad no era suficiente. Estaba en una cruzada para respirar y torcía la boca para que esta no soltara sonido alguno.

Como si fuera montando en un carrusel, él vislumbraba a cada minuto la misma escena funesta de hacía una semana con precisión fotográfica. La razón de su lucha no era para aplacar ese pensamiento sino para evitar que este se fundiera con otra época y con otro personaje. Uno que de igual manera lo había hecho orinarse del miedo.

Jamás había considerado una situación en la que las manos de Thor fueran como las de un ganadero. Palpando a la vaca para cerciorarse si su carne estaba tierna.

Le invadieron los escalofríos. La mirada que le había dirigido esa noche no contenía nada del alma del rubio. Esa que siempre parecía querer entregarle cuando buscaba unir sus cuerpos.

Brusquedad y brutalidad. Tales adjetivos le habían servido para definir el marco en el que tales actitudes encajaban.

Sin embargo, eso no debería de ser. Ya había pasado el tiempo pertinente. Thor tendría que haber superado ya su enojo para volver a postrarse a sus pies.

Suspiró y aceptó que correr había sido estúpido, pero no había podido evitarlo. Hacía años que no era tratado como mercancía por su padre ni por nadie, y el que el mayor hiciera tal cosa había accionado su instinto de supervivencia.

La lógica le dictaba que lo que Thor necesitaba para olvidar era tener sexo crudo y animal. Y él se lo había negado.

Se puso de pie con ayuda del sillón y tosió. El mareo le había parado pero la sensación de que la gravedad era aplastante seguía sobre sus hombros. Era preciso que se recuperara de la alergia y que encontrara el instante propicio para que ambos tuvieran el desfogue que requerían.

Loki no entendía cómo Thor había podido cohabitar tanto tiempo con su esposa o cómo había encontrado la inspiración para cumplirle. Él estaba al límite, pero sí que quería compartir el lecho.

Sólo que no con Thrud.

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Lo estridente y agudo del grito casi dejó sorda a Sif. Ella estaba segura de que de haber estado allí Magni o Thor, hubieran llegado como un rayo a la sala de estar para ver qué le pasaba a Thrud. No podía asegurar lo mismo de Loki.

—Espere madre —dijo, dejando a un lado su exabrupto inicial—. ¿Entonces eso significa que sigo enferma?

—Me temo que sí. Esto es sólo algo temporal. —Se encogió de hombros y puso una mano sobre el de la menor para reconfortarla.

—¿Tengo entonces que hablar con el doctor?

—No, es mejor informarle de esto a tu padre y a tu hermano. Los hombres siempre saben cómo proceder. Aunque bueno,  hay que omitirles la parte grotesca de cómo nos enteramos del asunto.

—Entiendo pero, ¿no piensa que debería decirle primero a mi marido?

Sif quiso excluir a aquel ser de una noticia tan personal e íntima, pues esta debía de compartirse con sus seres más allegados. Hasta que su hija se apuró a recordarle que de hecho, Loki formaba parte de ese círculo.

La mayor se apresuró a calmar a la otra y se dispuso a organizar una pequeña reunión con la gente que más apreciaba a Thrud. Por su parte, su hija sólo se quedó sentada en el sillón y parecía como desconectada por lo que ahora sabía.

Su progenitora no la reprendió ni la apresuró para que la acompañara ya que, dadas las circunstancias, sería desconsiderado de su parte forzarla a salir de ese caparazón. Eliza, Fiorella, Jane y ella serían las únicas que sabrían hasta el día del anuncio.

Para el segundo día, Thrud se recompuso y unió fuerzas con su progenitora para que aquello se hiciera pronto. El fin de semana se acercaba y con los preparativos en orden, ambas mujeres acordaron que una velada el sábado en la tarde no sonaba mal.

Eliza estaba atareada hasta el punto de no saber si le habían dicho que consiguiera conejo o ciervo para la cena, mientras que Fiorella y Jane se debatían por el tipo de mantel adecuado.

Algo que no pudo dejar de analizar Sif fue a su marido. Lo encontraba más serio y regio que en toda su vida. Sin embargo, entendió el porqué al insinuarle que en su casa recibirían a Loki. Mentiría si dijera que su rotunda negativa le parecía exagerada, pero acabó convenciéndolo sin apurarlo para que le contara su conflicto.

Y fue ahí donde otro pensamiento tomó forma e invadió su cabeza. Lo ignoró pero el martillo de la experiencia se encargaba de golpearle con clavos la conciencia.

Sin saberlo, aquel ser que amaba la catástrofe estaba a punto de que una le explotara en la cara, o quizás estaba equivocada y él no lo tomara de esa forma.

Si era honesta consigo misma, lo más lógico sería que después de eso viniera la furia y él tomara ventaja de las nuevas circunstancias de su esposa. Debía pensar rápido y hacerlo con precisión.

Había concluido que el juego había llegado a su fin y que Loki ya había podido quitarle todo lo que podía, pero eso no era cierto. Es decir, ambos estarían ligados por el resto de sus vidas y en el transcurso de esta seguirían teniendo enfrentamientos. La meta no era ganar sino evitar ser acabado.

Estar un paso adelante. Había olvidado eso gracias a su nuevo estatus de "perdedora" y como tal había depuesto las armas para aceptar la precaria situación en la que habían dejado sus recursos. Se había conformado.

Se le ocurrió entonces que Magni era la solución. Su pequeño vástago que era ignorante de todo y que adoraba a ambos contrincantes. Sabía que él la perdonaría por usarlo si supiera el terreno en el que estaban parados.

¿Estaba siendo exagerada? No tenía idea, pero para el caso era mejor pecar de desconfiada que despertar un día con una estaca clavada por la espalda.

...............

—Antes de la cena quisiera tener una palabra contigo suegro. —El susodicho dio un resoplido y con los brazos cruzados, volvió su vista a una ventana—. Es sobre el préstamo a los artesanos.

Magni movió la cabeza de su padre a Loki y viceversa. No comprendía el asunto pero parecía serio por el tic que Thor tenía en su boca y que se había manifestado al oír las palabras que acabara de soltar su cuñado. Dio un brinco en su asiento y escuchó cómo Charles maldecía a quien fuera que se hubiera atravesado en el camino del carruaje.

—Si gustan puedo entretener a mi señora madre y a Thrud un rato para que no los interrumpan. —Ambos lo analizaron por un segundo y él se limpió el sudor de sus manos. Sí que necesitaban ayuda—. Quizás pueda retrasar todo una hora para que tengan más tiempo.

—No hará falta...

—Te lo agradecemos Magni.

Zanjada la conversación no tardaron en llegar a casa un par de horas antes al evento y como los tres apreciaron, los preparativos ya estaban casi listos. A regañadientes, Thor entró a su despacho mientras Loki le guiñaba un ojo a Magni. Este rio por la ocurrencia de su amigo.

Echó el pestillo, nunca estaba de más teniendo a la arpía cerca.

De pronto estaban de nuevo en aquel sitio. Apreció las estanterías que antaño fueran testigos de reuniones clandestinas, como esa. Ahí estaba también el escritorio labrado en el que a veces Loki de chiquillo se colgaba para que Thor dejara su trabajo y le prestara atención.

Un hueco se cavó en su estómago, a la par de que al rubio se le secaba la boca. Los recuerdos estaban allí, tan tangibles que podían vislumbrarse tirados en el suelo, enredados en el sillón, riéndose por alguna tontería del día o jugando a que en verdad eran una pareja.

El escozor en los ojos de ambos fue lo que los hizo dejar de seguir de un mueble a otro, a sus yo's del pasado. ¿Hacía cuánto de aquello? Parecía que hubiera sido el día anterior y no años atrás.

—Desde que regresé de Liverpool no había entrado aquí de nuevo. —Acarició con sus dedos el tintero al borde del escritorio—. Está tal y como lo recuerdo, no cambiaste nada en mi ausencia.

<<"Era porque quería sentir que aún estabas a mi lado, que no te habías ido, que seguía respirando" pensó mientras se recomponía de espaldas a él, fingiendo que examinaba las cortinas de las ventanas>>.

—¿Qué pasa con los artesanos?

—Son demasiado quisquillosos para mi gusto. —El tono cantarín que uso hizo a Thor rebotar a la realidad.

—Entonces no le encuentro caso a esta charla —dijo y con paso firme se dirigió a la salida.

—¿Vas a repetir tu show de hace una semana? —Llamas parecían salir de los orbes de Loki mientras se interponía en su camino.

—¿Qué quieres Loki? —cuestionó el mayor con los dientes apretados—. Ya déjame en paz.

El menor sonrió, parco. Se estaba restringiendo de mostrar el triunfo que fue para él, el que el rubio le volviera a hablar de tú. Ladeó la cabeza y sus dedos empezaron a deslizarse por el chaleco de Thor con rumbo norte. Separó los labios y aprisionó las pupilas azules.

—¿Todavía estás enojado conmigo? —El cabello negro le cubrió la mitad de la cara y el subió el mentón—. Ya han pasado varios meses Thor. —Ahuecó con su mano la mejilla barbuda e hizo círculos con el pulgar. El leve temblor que provocó le hizo ronronear—. Te necesito. —Delineó sus labios y perdió el contacto visual por apreciarlos—. Tenemos tiempo, ¿qué mejor lugar que aquí? Magni nos cubrirá las espaldas.

El dolor en su muñeca fue tal que no pudo evitar soltar un jadeo. Estaba acorralado contra una pared y de la nada, esa mala imitación de su padre que lo juzgaba con severidad hizo acto de presencia. ¿El veredicto? Culpable sin duda. Parecía que Thor iba a quebrarse los dientes en cualquier momento y que sus cejas no podían estar más juntas.

El rubio no podía verlo así, no se atrevería a verlo así. ¿Quién era él para decidir qué era Loki? Lo empujó y en un arranque levantó sus puños, listo para agredir a su interlocutor. No logró nada, este salió de su camino una y otra vez cada que Loki se le acercaba demasiado.

Lo hacían al compás, como si hubieran ensañado por mucho tiempo el escenario. Cuando el menor dobló su cuerpo para apoyarse en sus rodillas, Thor entendió que era su oportunidad para salir de allí.

—¿Así va a ser ahora? —inquirió recomponiéndose—. ¿Vas a ignorar mis avances, tu pasión, por un berrinche?

—¡Es que ni siquiera te das cuenta de lo que hiciste! Loki, no rompiste algún jarrón caro de la sala de reliquias ni le jugaste una broma a Jane. No Loki, lo que hiciste ni siquiera tiene nombre. —El pechó se le oprimía con cada recuerdo de él tomando en volandas a su hija—. ¡¿Cómo podría estar con alguien cuyo único propósito en la vida es lastimar a otros?! ¡Me das asco!

Loki estaba consciente de todo. Cada paso de su plan estaba estructurado con margen de error y claro que no era estúpido como para no haber previsto aquello. Y sin embargo una parte de él, la absurda e ingenua, había contemplado que el daño colateral que causaría en Thor podría compensárselo en cuanto se le pasara el enojo.

Y ahí estaban. Uno a cada lado de la habitación, tomando una distancia prudente que se concebía más bien como una separación en toda regla. Esos metros simulaban kilómetros y el que el rubio diera más pasos hacia atrás sólo hizo que el monstruo de la ira se hiciera cargo de la situación.

Tenía pensado usar su plan de contingencia de otro modo pero el control ya se le había ido al caño.

—Es cierto. La única razón por la que te busco es para saciarme en el ámbito físico. No te molestaría si pudiera, créeme, pero es que tú eres al que tengo más a la mano. —Soltó una risita que quería hacerse pasar por inocente mientras se sentaba en el escritorio—. Es una pena que Sir Edward McKlaine no viva por aquí cerca. Oh por Dios Thor quita esa cara, ¿no recuerdas que me lo preguntaste una vez? ¿De qué otro modo hubiera logrado que ese profesor clasista me diera la nota perfecta?

De lleno, la mitad superior de su cuerpo fue empujada hacia atrás y su espalda resintió el ataque. Recibió entre sus piernas al otro y lo aprisionó. Ambas manos del rubio apretaban su cuello como si la vida se le fuera en ello y él sonrió. Las lágrimas del mayor, que le caían sobre la cara, significaban lo que Loki sabía que aún estaba allí.

Y aun así, los sollozos del otro le dolían más que lo magullado de su garganta.

—¿Por qué me haces esto? —indagó Thor, su voz estaba rasposa y baja—. ¿Por qué te gusta herirme de esta manera? ¿Por qué me usaste? —Tenía ganas de vomitar. Miles de cristales partiéndole la tráquea—. ¿Por qué me hiciste creer que me amabas?

El asfixiarlo de alguna manera le había devuelto a Loki la cordura que por poco perdía al percibir a Thor ajeno a él. Estaba tan feliz que si pudiera, ya habría lanzado una carcajada. Y todo era tan pacífico, tenía tanto sueño...

—¡Thor! ¡Ábreme ahora mismo! —Sonidos sordos de la puerta llegaban a sus oídos—. ¡Thor!

El rubio se separó de inmediato de Loki. Las piernas del susodicho ahora estaban flácidas y él yacía como un bebé acurrucado a lo largo del escritorio. Lo único que desentonaba de la escena eran las marcas oscuras dejadas donde había estado apretando.

—Thor, abre la puerta, ¿sí? Nuestros hijos nos están esperando.

Poco comprendía de los hechos. La voz suave de Sif lo guío de regreso a sus cabales y disipó las nubes que habían estado tapando el sol. Siempre había estado al tanto de que Sif era la elección correcta, su ancla, y ahí estaba otra prueba.

Los movimientos lánguidos que hizo Loki eran los de un niño que acababa de despertar de una siesta y que había soñados con mil maravillas. Su sonrisa lo puso enfermo y ya habiendo tomado un segundo para recomponerse, dejó pasar a su esposa.

—Llegas en mal momento querida suegra, Thor y yo tratábamos un tema importante —dijo el menor abotonando lo más arriba posible su camiseta—. No creo que unos minutos más hubieran matado a los invitados.

Ella ni siquiera lo enfocó. Volvió su elegante figura, envuelta en un vestido dorado de seda, y escudriñó a su marido. Le tomó un parpadeo y fue entonces cuando dijo con voz fuerte, para que él otro escuchara:

—¿Es así Thor? ¿Interrumpo algo?

Contemplar a las dos personas que habían cambiado su vida en dos rubros diferentes, lo descolocó. Sif parecía una estatua: regia y bien pulida por la edad y los adornos. A Loki antaño lo hubiera concebido un santuario, el espacio más sagrado del universo, donde podía encontrar la parte vergonzosa que siempre trató de ocultar. Un lugar seguro.

Que no era.

—No, cariño. —Notó por el rabillo del ojo cómo las facciones de Loki se deformaban—. ¿Nos vamos?

Tendió el brazo a Sif, cuyos hoyuelos se remarcaron por primera vez en años. Ella lo envolvió con elegancia y tomándose su tiempo, ya enganchada al otro, abrió los ojos al recordar algo que en verdad no había olvidado.

—Oh, yerno. —No pudo evitar la sonrisa de media luna que se le formó al volverse hacia él—. Debemos ir al salón, tu esposa está muy preocupada.

Entraron al comedor sin asegurarse de que el otro los seguía, aunque esto fuera evidente por los distantes pasos que desentonaban con las risas y platicas del salón. Los invitados aplaudieron al ver a la pareja anfitriona, pues tenían el halo de complicidad que hacía mucho se había perdido.

Thor fue un caballero y acomodó en su silla a su esposa mientras Loki hacia lo mismo con la suya, aunque sin los toques de sutileza que relataban cariño. Más bien, dentro del menor había agua hirviendo a la que le ponían más leña con el transcurso de la velada de los Odinsons, quienes habían regresado a ser los que antaño fueran.

Como si él no existiera. Como si nunca hubiera existido.

—Damas y caballeros —interrumpió Sif la algarabía, poniéndose de pie. Los invitados guardaron silencio al unísono—. Esta noche los hemos hecho venir para que sean testigos de un anuncio importante.

Se le hizo extraño por supuesto que, de la nada, la anfitriona se volviera hacia él y Thrud, quien bajó la cabeza en cuanto esto sucedió. Recordar que lo que iba a decir su progenitora tenía que ver con la enfermedad que le provocaba el sangrado hacía que se le tiñeran las mejillas de rojo.

Eso provocó que Loki levantara una ceja. Ella nunca era tímida, de hecho y si no hubiera sido por lo pasado en el despacho, él habría notado lo callada que se había encontrado durante la velada.

—Hace un par de días, mi hija Thrud y yo hemos descubierto una noticia que nos ha hecho volcarnos a organizar esta reunión con ustedes, amigos míos —Sif levantó su copa y lo vio directo a los ojos. En ellos se adivinaba arrogancia, una cualidad impropia de ella—. Loki, mis más sinceras felicitaciones por el bebé que viene en camino.

Aplausos, risas, exclamaciones de sorpresa y de alegría junto a algún chiflido fueron propinados por la gente ahí reunida, incluyendo a los amigos de Thor. El pelirrojo le dio incluso una palmada en la espalda y Loki esperó a que uno a uno, los ahí presentes lo fueran congratulando por el feliz hecho.

Durante todo ese tiempo su atención estuvo dividida entre responderles y observar lo pálida que se había puesto la piel de Thor, la cual combinaba con la suya.

...............

En la época victoriana, la menstruación era considerada una enfermedad, so...

Por cierto, si ven que desaparezco en los días que me toca publicar (cada dos domingos xD), pueden ver mi muro. Casi siempre ahí digo cuándo vuelvo y mis razones.


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