Capítulo 34

DISCLAIMER. Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad del MCU y de la mitología nórdica, yo sólo los uso para dar rienda suelta a mi imaginación.

N/A. Es que no puedo hacer capítulos muy largos u.u.

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Brincó emocionada por el paquete que acaba de llegar de parte de Lord Jenkins. Fiorella, como su ama de llaves, ya había dado instrucciones de despejar el área central de la sala de estar. Un mozo acabó de poner un clavo y fue entonces que ella colgó el retrato.

Había insistido en que quería una fotografía. Desde su punto de vista y como le había hecho saber a sus padres, debían dar paso a la modernidad. Y si con ello podía obtener un dibujo preciso del día más feliz de su vida en menos tiempo, mejor.

El evento había estado lleno de figuras importantes y de sus bocadillos favoritos, pero habría sido mejor si sus abuelos y el primo Heimdall hubieran estado allí. Enterarse de que Odín estaba en una condición delicada como para no poder viajar, la preocupó. Aunque no tanto como la ausencia de su padre en el brindis.

En los últimos días, previos a su boda, se había comportado como si fuera un fantasma. Estaba pero a la vez no, por lo que había sido Sif quien la apoyara pese a que se rehusaba a hacerlo mientras Loki estuviera en el mismo cuarto que ella.

Loki, por otra parte, se encontró estoico ante cada situación que iban enfrentando conforme el evento pasaba. Se mantuvo así durante la noche de bodas pese a que ella seguía sudando como cerdo durante la pecaminosa acción. Fue un alivio que al final él le dijera que estaba satisfecho.

Quería preguntar a alguien si el ardor o la incomodidad desaparecían pasado cierto tiempo, pues ya estaba consciente que a Loki no le gustaba hablar de eso. Entonces puso sus esperanzas en su nana y al poco rato recordó cómo había reaccionado con anterioridad al tema. La renuencia de su madre por si quiera formar una oración con respecto a ello, le provocaba quererse jalarse los cabellos.

Dio vueltas en la mansión Stardust, ahora su hogar, y creyendo que aquello era súper aburrido se dejó caer sobre el sillón. No quería tejer ni leer así que lo único que le quedaba era, o visitar a su madre o a su círculo de amistades, que por consejo de la primera debía ir aumentando.

No deseaba ni lo uno ni lo otro, ella sólo quería que Loki volviera de la estúpida reunión que la había apartado de él durante el almuerzo. Tampoco habría querido salir de la cama, siendo sincera. Dentro de poco el sangrado le comenzaría y la vida se tornaría gris una vez más.

Buscó entre los baúles que aún no desempacaba desde que la mudanza y encontró el cofre. Allí estaba cada carta que su esposo le había escrito a lo largo de un año. Claro que había guardado nada más las que contenían palabras dulces de un enamorado típico.

Fue en ese instante que una extraña pesadez se instaló en su cabeza. Añoraba al Loki de las misivas. Aquel que le había dedicado poesía y que le hablaba de sus virtudes y de todo lo que le pasaba por la mente sobre ella. Pensó que una vez casados, ese ferviente anhelo que le demostraba se dispararía y ellos vivirían el romance más sórdido de la historia.

Y no había sido así.

Se restregó la cara y apretó las mejillas con sus palmas para olvidar el pensamiento fatalista. Jamás aceptaría que lo que le había advertido su madre era verdad, ni aunque el dolor en el estómago se prolongara.

—Fiorella —dijo alzando la voz un poco y cuando esta fue a su encuentro, con dignidad pronunció—: hazme la cama que me voy a acostar de nuevo.

La nana no pudo más que contener una risa.

...............

Salieron de la reunión con la cabeza embotada y los ojos irritados. Bueno, decir que ambos tenían tales síntomas sería una falacia. Su cuñado estaba en perfectas condiciones y el trabajo lo hacía tener una mirada más seria de la que él recordaba.

De nuevo, Thor había hablado con este del modo más impersonal que hubiera escuchado jamás y los demás lo habían tratado con el desdén propio de un intruso. Tampoco se le había escapado la mueca pintada en la cara de Lord Francis cada que Loki hablaba.

Dio pasos largos al lado de su amigo y se detuvo en la banqueta al momento en que él lo hizo también. El mayor pateó una piedra que estaba en el camino con tanta fuerza que por poco y esta llegó a impactar contra uno de los caballos que tiraba un carruaje.

Lo increíble no fue que no atinara el golpe sino que de su chaqueta, saliera despedido el reloj de bolsillo alemán que solía portar. Magni logró atraparlo en el aire y ambos suspiraron con una sonrisa en los labios.

—Oye tranquilo, no queremos que provoques un accidente —advirtió Magni y prosiguió a poner una de sus manos sobre el hombro del contrario—. Sé que papá a veces es duro pero estoy seguro de que no es nada personal. Sólo lo hace para que entendamos mejor el mundo de las finanzas.

—Supongo que tienes razón. —La sonrisa sin fuerza de su interlocutor contradecía tales palabras.

Decidieron que lo mejor era ir por un cigarrillo a una tabaquería cerca de allí y despejarse un rato. En dos horas debían de estar de nuevo frente a la sociedad accionista del banco y Thor había advertido que quería concentración y buenas propuestas.

Iba distraído parloteándole a Loki sobre un juego de cartas que había tenido con un compinche, cuando de súbito un tirón le fue propinado a su brazo.

Si bien en un principio concluyó que su cuñado estaba de broma, al concentrarse en su expresión de premura, empezó a buscar qué era lo que estaba mal. Fue arrastrado hacia un callejón lateral pero no pudieron ponerse a la sombra de este.

—¡Loki! —La mujer ya estaba abrazando a su amigo antes de que este siquiera lo soltara—. Gracias al cielo que te he encontrado, ¡es un milagro!

Tenía algunos dientes, la mayoría, pero eso no impidió que la dama sonriera como si acabara de conocer a un ángel. Los cabellos negros y ondulados estaban hechos una maraña brillante y la cara de la mujer lucía manchas parecidas a las de los obreros de las fábricas.

—¡Suéltame! —Loki se arregló el traje arrugado y se volvió hacia él—. He de arreglar unos asuntos, así que pido me excuses hermano.

Las palabras no sólo descolocaron a la mujer, sino a él. Eran muy unidos y por supuesto que Magni lo quería mucho pero aquello no había salido de la boca del mayor desde que él no dejara de decirle así de niño. Una sonrisa se instaló en su rostro.

—Bien, entonces me retiro. —Estaba por irse cuando recordó los modales que le habían sido enseñados—. Mucho gusto señora...

—Amanda Laufeyson, su señoría. —Hizo una breve reverencia y antes de que prosiguiera Loki ya la había conducido hacia donde lo dirigía a él hacía un rato.

Mientras iba de regreso al edificio principal del banco, quedó ido en reflexiones sobre aquella mujer que acababa de conocer. Sí, tenía la misma nariz recta que su amigo y un aire similar en la complexión, aunque claro que se notaba la mala alimentación a la que ella estaba sometida.

Quizás había llegado a pedirle a Loki algo de dinero o apoyo. Por un instante se sintió orgulloso de la acción que años atrás habían realizado sus padres. Si no hubieran rescatado a su cuñado, era posible que él siguiera en tales circunstancias y que tampoco tuviera cómo ayudar a los suyos.

Fiorella, aquella que lo había visto crecer y que no lo había juzgado en ningún momento por lo que le gustaba, apareció en su mente. Ellos eran la prueba más fehaciente de que el estatus con que nacías no tenía nada que ver con la bondad con la que te conducías.

Dio un saludo a una familia conocida que iba por el mismo sendero que él y de la nada, su mano chocó contra su bolsillo. Dentro de este estaba el reloj que un rato antes hubiera rescatado de las garras de la destrucción.

Apresuró el paso de regreso hacia donde había dejado a su amigo. Sin él, Loki no podría organizar la hora que le quedaba y por lo tanto, tal vez se perdería en la plática con su pariente. Y no podía permitirse eso, no si quería que su padre no lo tomara en serio de nuevo.

Observó el letrero que ponía barbería y con cuidado de toparse con unos transeúntes que paseaban a un perro algo imprudente, giró en la esquina precisa. Estaba por abrir la boca hasta que entendió que ambos no lo percibían en la escena.

—Y recuerda, ¡jamás vuelvas a interceptarme en público! —El filo con el que cortaban tales palabras casi lo atravesó a él—. Si no lo haces, ¿yo?

—No me volverás a proporcionar nada.

—¿Y sólo podrás volver a verme si...?

—Si tú me lo...

Entonces los ojos aceituna quedaron atrapados en los de él. Supo lo que ambos pensaron cuando los parpadeos se prolongaron, como dándole permiso para explicarse, o al menos eso decía la expresión de Loki. La de ella parecía más del tipo que quisiera salir huyendo de allí.

—Lo lamento, es que yo venía a entregarte tu reloj. —El artículo fue arrebatado de su mano, antes de que pudiera hablar más—. Loki, no era mi intención, ya sabes.

—Sí, es que estoy pasando por un dolor de cabeza ahora mismo y me ayudaría mucho si me das espacio —sentenció su cuñado.

Asintió y se alejó. Calle abajo caviló lo que acababa de suceder. No es que él no le hubiera dicho algo brusco o hiriente a lo largo de los años que llevaban siendo amigos, pero el oírselo decir a alguien de su propia sangre y con una posición con la que Loki solía indignarse, le pareció inaudito.

Tosió un par de veces por la ráfaga de aire helado que le azotó la nariz y pasados los segundos supo que el temblor de su cuerpo ya no se debía a causas naturales. Siempre había tenido un tipo de sentido extra para detectar cuando algo no marchaba bien.

Intuición, le llamaría Fiorella. Era feliz cada que acertaba de cierta forma, sólo que en esta ocasión, esperaba que aquello fuera más bien algo de su imaginación.

...............

¿Problemas financieros? Algo fácil de solucionar: su experiencia lo guiaría a la salida. ¿Intentar no quedarse a solas con Loki? Un laberinto del que cada vez era más difícil salir.

Había logrado evitarlo durante la navidad y la época que transcurrió antes que esa. Buscó y pretextó con todo su repertorio y funcionó. En las noches agradecía al cielo por no hablar con él y sobre todo, por esa manada de leones salvajes en su interior que atacaban a los pensamientos nocivos.

Así llamaba ahora a todo lo relacionado al supuesto afecto que en algún momento hubiera sentido por él. El insomnio se convirtió en la cruz que debía llevar por dejarse hacer el tonto.

Porque sí, había sido el tonto más tonto de la historia. Uno que había contemplado y adorado a ese hombre joven con la cara de cachorro y el aguijón de avispa que siempre llevaba bajo el brazo.

Escapó. O lo intentó, pero ya era tarde en un edificio del que la mayoría había partido. En el año que llevaban, las juntas habían ahogado su itinerario y pese a que funcionaban como excelentes lecciones para Magni, le purgaba tener que estar en contacto con la ponzoña.

—He notado que ni mi suegra ni usted hacen nada por asistir a las comidas que mi esposa con diligencia prepara.

Se mordió la lengua para no escupirle a la cara y dejó que los felinos rugieran con mayor potencia. Debía salir de allí, o haría una locura. Matar al marido de su hija no sonaba tan mal para las fieras.

—Hemos estado ocupados en otros asuntos. —Movió su cuerpo para rodear al otro y enganchar su mano en el picaporte—. Si me disculpa, me retiro.

—No, no lo hago. —Cerró la fracción que ya llevaba abierta de la puerta y lo empujó hacia atrás. Fue una suerte que el rubio cayera sobre la silla apostada allí, pero no tanta que Loki se le subiera—. ¿Así que ahora estamos jugando de nuevo al gato y el ratón?

Su toque era tan suave como lo recordaba y sin importar que la barba aminorara la percepción de su piel, esta se calentó debajo de ella. El flashazo del placer que se proyectó en su cabeza le gritó que aprovechara, a la vez que sus mascotas clamaban que quitara esas perversas manos de él.

Así lo hizo, pero esa pútrida parte más al sur de su cuerpo lo incitó a no moverlo del lugar donde permanecía apostado el intruso.

—Es que no lo estás entendiendo, yerno. —Paladeó la última palabra y se acercó al otro como si le fuera a decir un secreto—. Lancé todas mis piezas y perdí. Y no quiero la revancha.

Apartó a Loki de sí mismo pero este enganchó los pies al respaldo de la silla, atrapándolo con los miembros largos de su anatomía. Tragó saliva y se volvió hacia la puerta recordando que no le habían echado el pestillo.

—¿Y qué pasa si yo quiero dártela? —ronroneó el menor.

Para su horror y desdicha, la pelvis de Loki empezó a oscilar sobre la suya e hizo especial énfasis en cada golpe propinado hacia adelante. Rogó a su miembro que no se levantara y por una fracción de segundo, los leones maullaron.

Hasta que recordaron que la gacela que venía a entregarse en sacrificio, no lo era.

—Nada. He recuperado lo poco que me queda y ya no quiero seguir apostando.

Intentó despegarse de su cuñado, que con la fortaleza asombrosa de sus piernas encadenó aún más a Thor. Al encontrar el olor salino en el ambiente, comprendió que ambos estaban sudando a chorros, como si hubieran acabado de tener sexo.

Sin embargo, lo que más alertó al rubio fue lo brillante que parecía el rojo esparcido por la piel de plumas del otro. Los ojos del menor estaban opacos y pese a la excitación, el iris no se perdía en el negro de la pupila. Supo qué era lo que desafinaba al instante porque era algo que había podido ver frente al espejo muchas veces antes.

Una sonrisa arribó al encuentro de su interlocutor, quien la recibió con los labios apretados y el entrecejo crispado.

—¿Me perdí de algún chiste acaso? —La voz baja de Loki era una advertencia: su memoria no le fallaba.

—Sí. —Respuesta incorrecta, ¿pero qué más daba? Sus dedos se apilaron en las nalgas del contrario y empezaron a masajearlas con movimientos circulares—. ¿Qué se siente?

—¿Ahora quieres que te de halagos? ¿Desde cuándo te has vuelto tan vanidoso?

El aire que el menor expulsaba con cada jadeo aplastaba los cabellos en la frente del rubio. Los dientes blancos de Loki ya empezaban a asomarse en son de victoria.

Si fuera su amante, habría empezado a deambular perezoso, por la línea que partía en dos aquellas colinas redondas. También habría tenido sumo cuidado de ser delicado al intensificar el alcance que la tela de los pantalones le propinaba. El vacío que allí había era propenso a ser invadido con algo y en serio que habría estado deseando profanarlo con sus dígitos.

Tantearía el terreno, exploraría, le daría más de un beso fantasma y otro digno de un rezo. Caería a sus pies mientras intentaba volar con él hacia donde él quisiera con tal de tenerlo por completo un rato.

Suyo, sin cualquier otro pensamiento que no fuera más que el pene de Thor.

Lástima que sólo estuviera manoseando con brusquedad aquella zona sensible y palpitante de Loki. Era una pena que no le proporcionara ni un beso y que en su lugar estuviera aplastándolo contra el borde de la mesa.

Para cualquiera, aquello podría ser el escenario de un crimen perfecto. Aquel en que la víctima daba patadas al aire para liberarse de toda la masa muscular que le caía encima y le sacaba el aire.

El sabor metálico se esparció y le llegó aunque no fuera la boca de él la que acababa de ser agredida. Dentro de esta escupió y el otro gorgoteó. Loki trató de regresar lo recibido pero a los pocos segundos, aquella palma que tocara antes sus nalgas ya estaba cerrándole el paso para que tragara. Consumió tanto su sangre como la saliva ajena.

—Quiero que te quede algo bien claro. —Aquello era un susurro pero estaba seguro que en medio de aquel lugar parecía un grito—: estoy harto de los trucos de circo que siempre usas conmigo. Prueba unos nuevos: pregúntales a los animales qué puedes hacer, porque el mono amaestrado ya no seguirá más la misma rutina.

Las palabras ahogadas por el otro parecían los mugidos de una vaca a medio pastar. Tal cosa le causó una gracia seca y rugosa que se paseó por su garganta. Estaba tan enojado y a la vez tan feliz que tal lucha entre el fuego y el agua en cualquier momento le causaría una evaporación total.

Debía apurarse.

—Fue un error dejarte usar esa lengua para otra cosa que no fuera lamerme la polla. —Las sacudidas involuntarias de Loki encendieron luces de discernimiento en su cabeza, unas que prefirió ignorar por el momento—. Si hubiera entendido antes tu pasión por ser basura, te hubiera tratado como tal desde el principio.

Enseguida su entrepierna, percibió humedad. Y no se refería a la suya.

—Ah, así que ser maltratado te excita, ¿por qué no lo dijiste antes? —Las lágrimas lo hicieron titubear pero el que su mano palpara la esencia líquida allí abajo lo incitó más—. Te has corrido bastante pequeña escoria, casi parece...

La comprensión fue tan cegadora que al recibirla en directo, le dolió. Soltó el fuerte agarre que mantuviera tanto en la boca de Loki como en sus brazos y retiró el cuerpo del de él. Observó atento y no pudo decir nada antes de que el otro saliera corriendo fuera de su alcance.

Tardó veinte minutos en limpiar la orina y dos horas para comprender que aquello había sido como alcohol en la herida infectada.

...............

A veces, la mejor persona cuando es dañada profundamente, se pierde un rato en la ira. Espero que les haya gustado y sin más, me retiro.

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