Capítulo 3


NOTA: Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad de Marvel Universe y de los nórdicos ancestrales con su mitología bien chula.

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Capítulo Tres

Oía de fondo como el cochero decía algunas palabras pero no le prestó la suficiente atención hasta que sintió como el chico era arrancado de su pierna izquierda interrumpiendo así el fútil choque que había tenido con esas esmeraldas o eso fue lo que se dijo así mismo en cuanto fue privado de ellas.

—Alto —comandó para que Charles, uno de los sirvientes que más años llevaba en su familia, dejara de insultar al chico que simplemente retrocedía sin ponerse de pie ante cada ofensa, parecía aterrado y su pelo largo lo hacía parecer en verdad afeminado como le decía su cochero—. ¿Qué es lo que quieres pequeño?

El niño se acercó de nuevo a gatas para quedar a la altura de su pantalón, sus ojos se veían vidriosos y le suplicó por una moneda. En verdad que no tuvo compasión para negársela, además de que se apresuró puesto que su esposa ya vociferaba a gritos para saber qué sucedía y no quería que bajara del coche, no era propio de una dama como ella hacerlo. Sin embargo en cuanto sacó un saquito de monedas que llevaba en el bolsillo derecho de su levita, la pequeña bolsa de cuero le fue arrebatada de las manos y sin más se quedó parado como un idiota que no cabía en la consternación.

Para mal o para bien, aún no lo sabía con certeza, el chico no llego muy lejos. No era muy rápido, ya fuera por la falta de alimento o lo flaco que parecía, fue más que capturado y arrastrado de vuelta a su punto de partida por Charles quien comenzó a llamar a voces a la policía. Su esposa se asomó a la ventana del carruaje y empezó a amenazar con salir, justo antes de que Thor se lo prohibiera, la puerta de su transporte se abrió pero quien salió no fue su esposa sino su hija y tras de ella su madre que la siguió intentando pararla sin conseguirlo pues la pequeña rubia llego a parar a un costado de su padre, abrazándose a su cintura.

—¡Thrud, ven aquí! ¡¿Thor, qué pasa?! —Muy alterada tomó a su hija y la separó de su pierna protegiéndola contra cualquier peligro inminente que aún era incapaz de comprender.

Volteó hacia el carruaje un par de veces, nerviosa por dejar a su pequeño con su joven nana pero no dejaría el lado de Thor por si él o su hija la necesitaran.

—Mi señor, mi señora, ¿qué hago con el ladrón? —preguntó al tiempo que forcejeaba con el niño que no paraba de intentar escapar de los brazos del hombre que lo tenía bien sujeto— ¿Lo llevo con la policía o le doy una buena tunda con el fuete del caballo?

—¡¿Te robaron?!

—Sif, cálmate por favor. —Intentó tranquilizarla dirigiéndole una mirada de serenidad.— Charles, ¿podrías traerlo aquí?

La orden fue acatada y el chico quedo frente a él en cuestión de segundos, en su cuerpo se reflejaba el pavor que sentía pero su mirada contaba una historia muy distinta, era la de alguien que siempre espera lo peor pero que estaba dispuesto a enfrentarlo con ferocidad. Era una mirada que tristemente ya se había topado antes, precisamente en las calles, cinco de sus sirvientas eran niñas que había recogido durante el invierno hace ya unos años tanto de las calles como de las fábricas. Claro que estaba consciente de que no podía rescatar a todo el mundo, su padre se lo había dicho muchas veces pero a veces se sentía frustrado por ello.

—¿Por qué lo hiciste? Estaba a punto de darte la mitad de ese saquito —declaró vehemente, haciendo que por un momento hubiera duda en los ojos de su interlocutor, pero sólo fue ese segundo porque al siguiente lo miraba con el ceño aún más fruncido si se podía.

—¿La mitad? ¡No me haga reír con sus mentiras! ¡Puede que sea pobre pero no soy estúpido!

Charles lo volvió a insultar e hizo amago de golpearlo pero Thor lo detuvo con una simple mirada. El chico era valiente, un poco loco pues cualquier otro burgués ya lo habría mandado a matar por semejantes palabras, pero valiente al fin y al cabo.

—Aquí el único mentiroso eres tú, y uno muy bueno debo decir porque la verdad es que me dejaste anonadado. —Supo que el chico no había entendido su última palabra pero lo dejó correr, tenía el presentimiento de que no era el tipo de persona a la que le gustara ser humillado, así que le sonrió y se acomodó su pañoleta—. Suéltalo Charles. —Aunque este protestó, acató la orden y regresó a su puesto.

Su mujer ya se dirigía a la puerta cuando su hija volvió a correr y sin pensar le tomó la mano al niño, Sif contuvo un gritito pero no intervino, tampoco era de las mujeres que insultarán a los menos favorecidos diciéndole a su hija que se alejara de él.

—¿Por qué no vienes con nosotros a casa? —El chico abrió tanto los ojos que si no estuvieran en esa situación habría sido más que cómico. La niña volteó en su dirección y con sus pequeños ojos cafés, herencia de su madre, casi le suplicó—. Papá, ¿puede venir con nosotros? Creo que tiene hambre como Fiorella y es muy bonito, podría jugar conmigo hasta que Magni crezca un poco más.

El mayor sonrió, no podía negarle a su hija algo así cuando había sido él el que le había enseñado a pensar y actuar de esa forma pues en dos de las cinco ocasiones en que había recogido niñas de la calle, la pequeña había estado presente. Nunca había llevado a su residencia a un chico pero siempre podría ser la primera vez.

—Podría ser un mozo, en caso de cualquier menester. —Apoyó Sif a su hija con una sonrisa orgullosa en su rostro por el gesto altruista de la niña y por su puesto por la buena educación y ejemplo que su esposo le estaba heredando a su hija aún sin estar presente todos los días. Thor era más que un buen esposo y padre: era un excelente ser humano, y por eso lo amaba más que a su vida.

Thor sólo asintió y dijo un firme "así sea". Al siguiente minuto ya iba rumbo a su hogar con el niño sentado al lado de Charles en la parte delantera del carruaje.

...............

Se mantuvo en shock todo el tiempo desde que la niña lo había tomado de la mano hasta el momento en que se encontraba en el cuarto piso de una mansión tan lujosa, que ni en sus sueños más locos había soñado con avistar. Estaba arropado en un catre con una almohada y una sábana. ¿En verdad estaba sucediendo aquello? Sin embargo, estaba tan cansado y el colchón de paja estaba tan calientito que no tardó en caer en un sueño profundo.

Fue un bofetón el que lo levantó de golpe, literalmente hablando. Por un momento no supo dónde estaba y se desoriento hasta el punto de creer que las figuras femeninas que estaban frente a él querían atraparlo, así que sin más emprendió la huida por los pasillos y aunque por un momento se sintió perdido entre aquel laberinto de cuartos, en los que por abrir la puerta sin permiso encontró gritos e insultos, al final logró dar con unas escaleras por las que bajó tan rápido que inevitablemente resbaló.

Cuando llegó al suelo muchas caras se arremolinaban a su alrededor, algunas con curiosidad y otras más bien furiosas por el tremendo susto que les había causado toda aquella algarabía. Intentó ponerse de pie y fue entonces que noto como la multitud se partía en dos para dejar pasar a una mujer regordeta. Esta lo miro primero con desconcierto para luego dejar paso a una cara de pura angustia.

— ¿Qué ha pasado niño? —Como si por primera vez se diera cuenta de que tenían audiencia, frunció el ceño y apartó su mirada de la de él—. ¿Qué hacen todos aquí? ¿Es que acaso nunca habían visto a un niño caer de culo? ¡Tremendos vagos están hechos! —Todos comenzaron a reír, lo que hizo que se desconcertara mucho más si es que se podía, ¿es que acaso aquella mujer no los acababa de insultar?— Todos a sus puestos, la señora ya no tarda en despertar y el señor parte en una hora.

Y como si nada, de repente se encontraba solo con esa mujer extraña de cabellos canosos y con arrugas marcadas por la edad que volvió a verlo con curiosidad. Ahora pudo verla mejor: tenía unas cuantas verrugas en el cuello y muchas pecas en el rostro que antaño debía haber sido blanco pero que ahora lucía tostado por el sol. También tenía manchas en las manos como pudo ver cuando le extendió una de ellas para ayudarlo a levantarse.

Él ni se inmutó. Se puso de pie por sí mismo aunque con un gran dolor en las rodillas y manos, pues eran estas las que le habían ayudado a amortiguar la caída. La mujer sonrió divertida ante aquel acto de prepotencia del niño, estaba segura de que había pasado por una situación deplorable ya que estaba en extremo delgado y tenía los ojos demasiado salidos de sus cuencas, unos ojos que pudo notar eran de un color muy exótico, como una selva salvaje agregaría ella. En cierta forma le recordaba a Jane cuando llegó ahí.

— ¡Madre mía es cierto! Albert —llamó a un hombre que iba pasando por ahí—, haz que vengan Jane y Fiorella. Tal vez ellas puedan echar luz a la situación —le dijo cuando el hombre ya iba escaleras arriba con el mandado —. Déjame decirte pequeñajo que se me fue informada de tu llegada aunque realmente no sé en qué se te ocupará. Ahora dime...—Se le acercó y pese a que intentó retroceder, la mujer le tomo del rostro con una de sus grandes manos para que la viera directamente a lo que él no se amilanó y subió su mentón, como retándola—, ¿cuál es tu nombre?

—¿Para qué?

—Pues cómo que para qué, ¡caramba niño! ¿Es que acaso quieres que te llamemos pequeñajo hasta que te mueras? —rio la mujer divertida, lo que lo hizo apretar los labios— O vamos, no creas que me burlo de ti, sólo quiero eso: tu nombre.

—Loki —proclamó con un aire solemne.

—Un nombre extraño si me lo preguntas. —Le sonrió la mujer con ternura mientras lo soltaba, lo cual lo hizo quedarse callado. Ya no sabía que pensar de toda aquella situación disparatada.

Después de que se les informara que ambas mozas no se encontraban en disponibilidad de atender al llamado de aquella mujer que se presentó como Eliza, se le ordenó darse un baño y cambiarse, a lo que casi da un brinco de alegría. Por supuesto que el agua que él mismo acarreó para ducharse en el patio a plena madrugada no era lo más agradable, pero sin duda era revitalizante. Llevaba meses sin asearse. Para ellos, bañarse era un privilegio y no porque no pudieran disponer del agua de los ríos a las afueras de la ciudad sino por el hecho de que no les alcanzaba el tiempo, es decir, sólo contaban con una hora para cocinar, comer y acarrear agua para beber, y así después seguir con su muy larga jornada de trabajo.

Para cuando acabó de bañarse y se dirigía a reportarse con el ama de llaves como esta le había indicado que hiciera, el sol ya había salido por completo alzándose sobre el horizonte.

—Buenos días pequeño.

Súbitamente se encontraba de frente con aquella mujer, que suponía era la madre de la niña que lo tomo de la mano. Detrás de ella venían dos chicas con un faldón y una blusa de manga larga con botones que les llegaban hasta el cuello. La pequeña cofia blanca que se encargaba de recoger los cabellos de ambas resaltaba en contraste con los cabellos castaños de la primera y le daban un toque de santidad a los rubios de la segunda.

—Usted. —Fue lo único que atinó a decir, a lo que aquella mujer sólo lo quedó mirando con cara de haber encontrado un objeto muy extraño.

— ¿Cómo te atreves? —le escupió la chica de cabellos castaños y un lunar en una de sus mejillas—, ¿no sabes que estás ante la señora de esta casa?

—Basta Jane — la calmó aquella mujer de cabellos rubio cenizo que lucía un vestido color carmín con las características mangas de pata de cordero de la época que le llegaban a medio brazo. Tenía un rostro muy dulce que no era hermoso pero sí lindo, y su cintura acentuada por el listón blanco que la cercaba hacia que pareciera la de una avispa—. Estoy segura que el pequeño ha pasado por cosas muy duras. Ahora, déjame comenzar las presentaciones: mi nombre es Sif Odinson, esposa de Thor Odinson y madre de la pequeñaja imprudente de 7 años que conociste anoche, aunque estoy segura de que más tarde ella querrá decirte su nombre.

Aquella mujer llamada Sif, sonrió y movido de la nada él también lo hizo. No supo por qué, sólo que quería hacerlo. Había en ella un aura de paz, que le hacía querer estar a su lado. Las otras dos chicas dieron un paso adelante en cuanto su ama también las presentó: la rubia se llamaba Fiorella y era la nana de los niños de la casa, mientras que la castaña se llamaba Jane y era la dama de compañía de la señora.

—Disculpe pero, ¿qué hago aquí? —soltó sin más, todo esto le parecía algo demasiado entramado y lleno de protocolo para alguien como él.

—Por lo que veo Eliza no ha hablado contigo —interrumpió un momento su plática para saludar a otras sirvientas que pasaban por ahí hacia donde quiera que fueran requeridas—. Jane y Fiorella vinieron a esta casa por la misma razón que tú.

—¿Y cuál sería esa razón? —Jane murmuró lo impertinente que era pero fue callada por la señora con sólo una mirada.

—Ninguna. —La mujer le sonrió y pudo ver como un mechón de sus cabellos dorados se salían de su perfecto tocado alto.

¿Acaso esa mujer se estaba burlando de él? De pronto volvió a sentir esa rabia irascible que lo inundaba al percatarse de que esa mujer formaba parte de la clase opresora que los hacía trabajar hasta la extenuación sin ningún día de descanso y sin un salario ni condiciones de seguridad dignas. Dos de sus hermanos habían muerto porque el administrador los había obligado a meter la mano en la máquina para repararla y esta se las había cortado de tajo: se habían desangrado en el piso de la fábrica y ni un dedo se había movido para llevarlos o traer un doctor.

—Si quiere decir con eso que la única razón por la que fui traído aquí fue porque usted y su esposo se quieren sentir superiores por rescatarnos de la miseria en la que ustedes mismos los burgueses nos han colocado, permítame recordarle que no son diferentes de los que nos sobajan como si fuésemos animales en las fábricas.

Fiorella se llevó una mano a la boca como conteniendo un grito, Jane sonrió como si se hubiera encontrado un saco de oro y Sif simplemente lo vio con una cara seria. Estaba seguro de que lo echarían pero para él daba lo mismo, de lo único que se arrepentía era de no haber podido probar algo de comida. Fue entonces que sintió un golpe en la cabeza que si bien no fue tan fuerte como para ver estrellas sí que lo hizo desconcertarse. De repente, frente a él, estaba Eliza.

—Niño malcriado. —No parecía molesta sino más bien decepcionada y eso hizo que se sintiera extraño—. Señora, con su permiso.

La mujer lo tomó del brazo, hizo una leve reverencia hacia Sif y lo empujó hacia un cuarto cuando lo llevó a la planta de abajo. Al estar dentro lo abofeteó y se lo quedo mirando imperturbable. Cuando no soportó más, habló.

—¿Qué? Esa mujer es una burguesa que no sólo oprime a los de la fábrica, también a ustedes quienes le sirven...

—Por lo que veo eres más idiota de lo que creía. Apuesto a que nunca te atreviste antes a soltarle eso a alguno de los burgueses que viste en la fábrica, sólo lo has hecho en un deplorable intento por desquitarte de Dios sabe qué, pero ha sido con la persona equivocada. Escúchame bien niño. —Lo pinchó en el pecho con su dedo anular mientras lo hacía retroceder hasta una pared—. Tu no vas a tratar mal a esa mujer porque todos aquí se te vendrán encima, y agradécele a Dios que su esposo haya salido porque esa mujer a la que acabas de insultar, es tan honorable que no te va a echar por esto, sin embargo yo no poseo su virtud por lo que desobedeceré su orden de alimentarte bien.

Eliza se dirigió a la puerta y la cerró. Para cuando él decidió seguirla, ya estaba encerrado en ese cuartito. No entendía qué demonios le pasaba a esas personas. Ningún burgués era amable con ellos sin intereses de por medio..., ¿o sí?


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