Capítulo 26


DISCLAIMER. Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad del MCU y de la mitología nórdica, yo sólo los uso para dar rienda suelta a mi imaginación.

N/A. Iba a publicar este capítulo antes pero justo cuando había acabado todos mis pendientes de cada actividad que tengo, resulta que varias cosas estaban mal y tenía que corregirlas. Lamento el retraso pero aquí estamos de vuelta.

...............

El violín era el que más se hacía oír entre toda la orquesta que habían mandado traer para aquel baile de beneficencia. Ella daba vueltas en los brazos de su acompañante y movía los pies en compás a lo que dictaba tal melodía, procurando no pisarlo.

No quería estar en ese lugar y eso era evidente para casi todos, excepto quizás los jóvenes mozos que no la dejaban en paz: apenas y terminaba de bailar una pieza ya estaba otro lanzándola a la siguiente.

Volteó a ver a su madre. Estaba distraída, ahora era el momento. Se salió de la línea que formaban las mujeres cuando les tocaba a los hombres girar sobre sí mismos y a ellas ir saltando a su encuentro.

Ella saltó sí, pero rumbo a la terraza. Miradas de desconcierto se posaron en ella, pero ella siguió en su supuesto escape discreto e incluso se atrevió a dar una vuelta sobre sí misma para tomar un bocadillo que estaba abandonado en una mesa. Oh no, tampoco se detendría por el reclamo de una mujer a la que se lo había robado.

Llegó cuál conejo a su destino y se echó a reír. Loki se hubiera partido de la risa al verla interpretando aquel papelón digno de él y sus habituales bromillas. Casualmente, y viendo alrededor para asegurarse, se quitó aquellos zapatos incomodos pero elegantes que su nana le había hecho portar aquella noche.

Su vestido era suficientemente largo así para ocultar sus pies así que, ¿por qué no? ¡Al diablo! Tomó los artefactos de tortura y los lanzó al arbusto bajo la terraza. Volvió a reír y se dio una palmadita en el hombro, felicitándose por tal hazaña.

Loki estaría orgulloso.

—Dime que no acabas de hacer lo que creo que hiciste.

Dio sin querer, un saltó llenó de espanto por ser atrapada en su locura y se dio la vuelta. Aliviada al ver de quién se trataba, soltó el aire. Vaya forma de arruinarle siempre la diversión.

—Y dime que tú no me seguiste hasta aquí cuando me viste irme.

El pequeño rubio suspiró. A veces, a Thrud le costaba creer que aquel ser sólo contaba con once años, debido a que era tan difícil burlarlo y escapar de él, aunque para ser franca consigo misma, en algo debía atribuirse el mérito de tal desconfianza en estos últimos días.

—Sabes que no puedo dejar de vigilarte. Mamá lo ordenó —le dijo con el ceño fruncido y lanzándole una mirada digna de lanzársele al ser más estúpido del planeta—, y esta vez no tienes por qué ponerte a despotricar contra ella porque tu tuviste la culpa.

Thrud resopló y con ello logró que un mechón de su cabello flotara sobre su frente. No por el aire nocturno, claro. Había días en que en serio le daban ganas de abofetear a su hermano. Él era tan correcto, tan apegado a las normas, nunca sabría que era ser diferente o no encajar con lo estipulado por la sociedad.

Con el paso de los años había llegado a la conclusión de que lo quería y lo odiaba a partes iguales. Eran muy distintos y en las ocasiones en que su padre no estaba, como en esa, él tomaba el papel de cabeza de familia; uno que ella creía, le quedaba muy grande.

—¿Cuándo entenderá ella que no me interesa casarme todavía? —explicó, cruzándose de brazos.

—¡Pero es que ni siquiera estás poniendo interés en el asunto! ¿Qué quieres, el príncipe azul?

—¡Quiero elegir verdaderamente con quien casarme, no que me pongan las opciones y yo agarrar una de ahí!

Ambos callaron y apreciaron cómo una pareja salía buscando privacidad, colocándose unos metros lejos de ellos. Los hermanos se acercaron más, ahora con público, no era conveniente estar gritando.

—¿Por qué lo hiciste Thrud? ¿Te das cuenta que si lo hubieras logrado, las habladurías se hubieran esparcido cual moscas? —susurró con la palma de su mano colocada en su frente.

—Ese día mamá estaba muy alterada, no creí que fuera a escuchar algún ruido una vez que se encerrara en su cuarto. Y no seas dramático, al final me hubiera reunido con papá, un pretexto perfecto: sería una navidad de padre e hija.

De la nada, Magni contempló cómo su hermana tomaba impulso y, apoyándose del barandal de piedra caliza, daba un salto por sobre este para caer no muy delicadamente del otro lado y sobre el arbusto. Al final soltó un grito y rodó por el césped.

Comenzó a reír, al haber escuchado el grito estrangulado que había dejado salir su hermano e intentó levantarse del suelo. Y sí que lo intentó porque volvió a caer de bruces sobre su trasero: se había lastimado el pie.

<<"Demonios" pensó Thrud reflejando una mueca en su semblante>>.

Dios la iba a castigar algún día por ser tan blasfema pero eso no le daba tanto miedo como el ver la silueta de su madre entre algunos de los espectadores que se estaban acumulando allá de donde había saltado para ver el show que ella estaba dando.

Era momento de huir o llorar pidiendo socorro a algún caballero. Pero no lo hizo, sólo se quedó sentada y esparció la falda de su vestido en torno a ella, comenzando a recoger las flores a su alrededor.

Así, cuando su madre hizo acto de presencia en el lugar. Ella la saludó con una sonrisa radiante y gestos propios de una princesa. Tal vez se lo tragó, tal vez no pero sabía que de todos modos en un rato se enteraría de la verdad de voz de los chismosos de hacía un rato.

Bueno, al menos había algo positivo: no podría salir a fiestas de sociedad hasta que aquel escandalo se olvidara.

Ahora sólo debía rezarle a Dios porque todo se arreglara y volviera a ver a Loki a mediados de enero.

...............

Llevaba un rato así sentado y viendo hacia el techo de aquella cálida casona. Vio crepitar las llamas en la chimenea frente a él y comenzó a rememorara todo lo que había sucedido. Cada lágrima, cada día de sufrimiento y cada hora de esperanza muerta que había habido entre aquel momento y el presente.

Su pie derecho zapateaba contra el piso haciendo un sonido acompasado mientras volteaba ver el reloj de caja que estaba al fondo de la habitación: ya habían pasado casi cuatro horas desde su arribo.

Cansado, suspiró y pensó que quizás el viaje le estaba pasando factura porque sentía tanto los pies como las manos fría y estas últimas le temblaban con cada minuto que pasaba. Se levantó y se dirigió rumbo a su alcoba, una de las dos de invitados que tenían el lugar.

Encontró a Helga, la sirvienta, quien tembló en su presencia igual que lo había hecho nada más hubiera pisado aquella casa. Ya no intentó explicarle que no estaba molesto porque no tuviera todo preparado para su visita, sólo la despidió una vez se ella acabó de colocar su cosas en la instancia y él se metió al baño.

Fresco y ya en pijamas, escuchó pasos apresurados sobre el suelo y una súplica ahogada. Apresuró el paso y abrió la puerta sólo para encontrarse con unos ojos verdes que echaban chispas. Jamás se le habían antojado tan electrizantes como en ese instante en el que casi estaban a la altura de los suyos.

—Vaya, miren lo que trajo el gato —le soltó una voz más grave de lo que recordaba y con un tono tan aterciopelada que pensó que había sentido una caricia sobre su piel.

—Loki.

—Gracias, había olvidado mi nombre. —Casi rió en respuesta, cerrando la tras de él.

Contuvo el impulso primario que de abrazarlo y llenarlo de besos, así como el secundario que le pedía a gritos que lo moliera a golpes. Sabía por qué estaba allí y no era porque hubiera venido a perder el tiempo observando los pómulos altos y rasgos afilados que ahora portaba el menor.

—Vengo a hablar de negocios.

—No, no vienes a eso —habló por lo bajo Loki mientras comenzaba a caminar alrededor de él—. ¿Y sabes por qué lo sé? Porque en los tres años que he estado aquí ni durante la crisis económica te dignaste a darte una vuelta.

Se detuvo de nuevo frente a él y su sonrisa se ensanchó. Sus ojos ahora desplegaron furia y diversión cuando se inclinó más hacia él y con casi su nariz rozando la suya le susurró:

—¿Me equivoco?

El aliento del embustero se desplegó por su rostro, olía a menta. Tanto lo distrajo ese pensamiento aunado a la sorpresa por la delgadez de aquel joven hombre que tardó en responder más de lo que se consideraría apropiado.

—Lo haces.

El rostro de Loki se apagó, oscureciéndose tres escalas, no por ello dejando esa sonrisa amplia que dividía su faz. Quizá si hubiera dicho lo que en verdad quería decirle aquel nudo en su garganta no se sentiría tan pesado, pero Sif no lo había dejado ir sin la promesa de que no haría cosas indebidas.

—Entonces debo asumir que sólo estás aquí porque deseas alojamiento. Pues bien, me retiro.

Thor lo tomó de la muñeca cuando Loki giró en redondo: grave error porque aquello no hizo más que el menor saltara crispado y se soltara rápido de su agarre. Vio algo raro en su rostro que no identificó por lo breve de su aparición.

—Vamos a hablar.

—Sí pero no aquí y no ahora. Nada tiene que ver este cuarto con las fábricas, así que mañana en mi despacho, tú y yo tenemos una cita.

Sin venir a cuento, Loki le guiñó un ojo y colocó su cabello atrás de su oreja, como si estuviera coqueteando. ¿Pero qué...? Escuchó su risa cuando él ya iba rumbo al comedor y sólo alcanzó a cerrar la boca que ni siquiera había notado había abierto.

Ese simple gesto por parte del menor lo mantuvo despierto durante gran parte de la madrugada, siendo que los ojos le pesaban y la cabeza la sentía embotada. No recordó comer o beber algo pues la consternación lo consumió todo.

A la mañana siguiente ni siquiera se encontró con Loki, dado que este ya había partido rumbo a su trabajo al cual Thor lo siguió no sin antes tomar un bien surtido desayuno y una ducha, cosa que lo demoró bastante.

Para cuando llegó el sol indicaba el medio día y la nieve, aunque un poco densa, estaba menos esponjosa. Dio un par de vueltas supervisando a los trabajadores y notó un cierto aire de tensión combinado con miedo. Quizá este último mucho mayor que el primero.

Quiso acercarse a uno de ellos pero este de inmediato comenzó a temblar y lo que más hizo remover sus entrañas fue ver niños laborando arduamente junto a sus progenitores. La sangre volvió a hervirle tan vívidamente como en el preciso momento en que leyó la carta de Lord Ashley donde lo tachaba de hipócrita con respecto a sus ideales por contradecirlos en la fábrica que tenía en Liverpool.

Subió las escales y apretó demasiado el barandal, en un intento poco eficiente para mitigar el sentimiento de un puñetazo que se había instalado en sus entrañas.

Vio a Loki con ese aire de suficiencia en su escritorio revolviendo papeles y entregándole uno al hombre viejo al que le faltaba un ojo. Sin levantar la vista despachó al individuo que hacia mal tercio y una vez este estuvo fuera, Thor azotó la puerta en lugar de cerrarla.

—No seas dramático, ¿quieres?

—¡¿Qué otra forma tendría de ponerme al enterarme de todo lo estúpido que has hecho, que estás haciendo?! —Cada palabra salida como un rayo, cada entonación impregnada de indignación y con ello sólo obtuvo una sonrisa de medio lado.

—¿Es así como va esto entonces eh? —Se puso de pie y le dio la vuelta a su escritorio hasta quedar parado frente a él, de repente los centímetros que los separaban a Thor se le antojaron nimios.

Loki alzó su mano y tomó un mechón de cabello dorado al que desenvolvió y enredó en su mano por un lapso que bastó para apaciguar a Thor. Uno en el que volvió a observar los bonitos rasgos del menor y la incipiente barba que estaba comenzando a crecerle.

—¿Ya estás tranquilo? —Thor no alcanzó más que a asentir, como un pelele. No sabía cómo proceder.

Quiso alcanzar la ira nuevamente, con ella aquello era mucho más fácil porque no pensaba en tomar su mano, besar sus labios o recitarle todos los poemas de amor que había estado leyendo durante los últimos años con un solo propósito. Uno que sólo tenía cabida en sus fantasías.

—Como siempre, te ahorraré tiempo y palabras para describir la situación: tu método no funciona, ser amable sólo los hace holgazanes y concederles más descansos sólo les facilita el complotar en mi contra y por ende, en tus intereses.

—Al carajo mis intereses —soltó sin pensar llevado de nuevo por aquella ola pero acallado de nuevo por la ceja poblada que Loki alzó ante el comportamiento del rubio.

—Como iba diciendo —añadió como si no hubiera dicho nada a la vez que gesticulaba con las manos y paseaba por el recinto, como si diera una catedra—, tuve que imponerme a ellos. No había otra forma si no quería tener las revueltas de Yorkshire tocando a mi puerta ante cada nuevo reclamo que los peones tuvieran.

—No quería ni quiero ese tan bienaventurado favor tuyo —dijo Thor con tono burlón, cosa que hizo que los ojos de Loki se oscurecieran a la vez que otra sonrisa corría a sus labios.

—Bien, si no viniste a pedirme cuentas pero sí a hablar de negocios lo único que me queda suponer es que has venido a despedirme.

El cuerpo del rubio se tensó y se quedó así una fracción de segundo. No, no quería eso, ¿cómo podría echarlo cuando había luchado incluso ante su propia moral para conservarlo donde pudiera tenerlo vigilado? No, no podía. Pero él lo sabía y por eso vio como la sonrisa que parecía impregnada en su rostro se ensanchaba mientras su cuerpo se apoyaba de espaldas al escritorio: como un gato que se ponía cómodo.

—Quiero que sigas mis órdenes y acates los principios bajo los cuales deseo dirigir esta empresa.

—Bien.

—También seré yo quien te elija un nuevo capataz. —Había visto a aquel hombre escupiéndole a una mujer cuando iba entrando a la fábrica.

—Bien.

—Y necesito que me muestres los libros contables.

—Bien.

Thor achicó los ojos. Algo andaba mal y no alcanzaba a comprender bien. Loki era complaciente con él pero había deducido que debido a los malos términos en que ambos habían quedado no lo sería en la actualidad. Quizá ya había encontrado el perdón en su alma.

Pasó toda la tarde y gran parte de la semana poniéndose al corriente de los ingresos y egresos del negocio, así como enterándose sobre los nuevos proveedores que el menor había contratado y sus tarifas nuevas con respecto a la compras.

—¿Cómo fue que contrataste a este hombre?

—¿Eagle? —preguntó con poco interés Loki, al leer el papel que Thor le tirara sobre la mesa que tenía en frente e interrumpiendo su más reciente lectura.

—Es un maldito usurero.

—¿Usurero?

—Una persona que estafa a...

—Sé qué es un usurero Thor —replicó con veneno en su voz—. Lo que no alcanzo a comprender es qué tiene que ver eso con la mercancía que nos proporciona. Créeme he sabido jugar bien mis cartas.

—Es lo que veo.

Pero no lo dijo como un cumplido. Cada recibo, cada pagaré, cada cuenta contable que revisaba se le antoja totalmente ventajosa para la fábrica. Como banquero, Thor estaba obligado a alabar al menor por su flagrante buen desempeño, su parte altruista era otra historia. Ver los daños colaterales que dichos tratos causaban a sus empleados era indignante.

Uno a uno fue enumerándole los pactos que deseaba que este rompiera y Loki fue redactando misivas una a una para hacer lo que se le ordenaba. Aquella falta de contradicción por parte del menor hacía sentir incómodo a Thor.

Loki peleaba. Loki siempre decía lo que pensaba, aunque fuera un niño ignorante en aquel tiempo, siempre lo cuestionaba. ¿Qué había pasado? ¿Su esencia se había perdido al estudiar tanto? ¿Era Thor para él ahora tan insignificante que no merecía ni su atención el pelear con él?

Después de dos semanas de convivencia bajo el mismo patrón, ya no pudo contener más su preocupación. Quería saber, anhelaba volver a ser cercano a él, de intimar en la manera en que discutían sobre algún problema o alguna duda existencial, o simplemente ser escuchado y escuchar sus quejas de lo que lo aquejaba día a día.

Ansiaba esa conexión pero se la negaba. Se encerraba a cal y canto en su habitación una vez regresaba de la fábrica para supervisar las nuevas formas de trabajo, y no salía de allí hasta la mañana siguiente o porque había encontrado algo en las bitácoras que lo molestaba.

Sin embargo, aquel día era navidad. Todo había sido cortesía y amabilidad durante la cena, la compota de manzana había estado excelente y así se lo hizo saber a Loki.

—¿Por qué me lo dices a mí? Si acaso es mérito de la cocinera —respondió bufando.

Y así sin más, se levantó para encaminarse a su habitación. ¿Por qué era así? Sólo quería entablar una maldita conversación y ya estaba. Sabía que él no lo había cocinado pero... La sirvienta se aclaró la garganta y él por fin se percató de que había estado ahí desde hacía un momento intentando recoger su plato. Ella le sonreía y él le devolvió el gesto.

Había logrado que los tres sirvientes de Loki dejaran de temblar cada vez que los llamaba para darles una orden y que simpatizaran con él. ¿Por qué ese tonto no había intentado tan siquiera eso? Aquel pensamiento seguía causándole estragos.

Caminó rumbo a su cuarto, pasando por la sala y allí lo vio, sentado junto al fuego con un libro en la mano. Siempre era así y por alguna razón verlo en ese estado de concentración lo hacía sentir que no existía nada más que ellos dos así.

—Deja de verme como si fueras un acosador.

Thor pegó un brinquito del susto y se encontró con los ojos verdes que lo miraban por sobre el libro. Tenía el cabello negro enredado, de seguro por pasar ahí su mano, y sus cejas estaban tan bien definidas que no entendía cómo era posible que no le salieran pelitos alrededor de ellas.

—¿Se te ofrece algo? —preguntó haciendo que un suspiro se escapara de su boca al finalizar el enunciado.

—Yo sólo quería hablar.

—Creí que ya lo habíamos hecho.

—Loki...

—Así que el único asunto que queda pendiente es el de tu fecha de partida. ¿Cuándo regresas con tu linda esposa? —Una sonrisa plagó su rostro, amplia y llena de dientes.

Parecía que estaba feliz por él pero el truco estaba en sus ojos, una chispa de algo brillante y lúgubre se alojaba allí. Por primera vez sintió el enojo para el cual desde un principio se había preparado para recibir. Él dejó su libró en la mesita de al lado y se frotó el entrecejo.

—¿Sabes qué? Estoy muy cansado para hablar de nada. Así que con tu venia, me retiro.

Se puso de pie y el rubio sin pensarlo le tapó el paso una vez él se dispuso a salir. La escena quedó congelada en ese momento en el que ambos se analizaron sin pretensiones o falsos modales plagados de la indiferencia que ambos sabían no existía.

La anatomía de Loki había cambiado no sólo por su altura y las tenues arrugas que le salían en forma de líneas en la frente, sino porque su complexión que siempre había sido delgada pero musculosa con el paso del tiempo se había tornado aristocrática, algo blanda por no hacer trabajos pesados aunque seguía siendo esbelto quizá más de lo que debería.

—He estado notando que no comes mucho y siempre dejas bastante comida en el plato.

—¿Ahora también es una falta el elegir cuánto como? —Rompió el contacto visual a la vez que rodaba los ojos y daba la vuelta para situarse detrás de la amplia silla que hacía un rato había ocupado— Demonios Thor, sólo ocúpate de tu querida prole y tu familia y a mí déjame todo lo concerniente a mi alimentación o lo que sea mío.

—Loki hablo en serio, me preocupas. Hablé con Helga y ella me contó que realmente casi nunca comes lo suficiente...

—Ah, así que ya no es la sirvienta o la moza, ahora es Helga y para colmo te viene a contar chismes de mí —le soltó y vio cómo sus manos apretaron el respaldo de la silla.

—Yo le pregunté Loki y sí, su nombre es Helga, lo sabrías si la trataras como corresponde.

—La trato como lo que es.

—Es un ser humano. —Alzó la voz Thor.

—Es una sirvienta —contestó replicando el tono del rubio.

Otra vez el silencio, otra vez ambas miradas encontrándose a la mitad de la habitación, otra vez Loki con su mentón alzado, retándolo. Sólo que en esta ocasión no lo miraba con travesura en sus ojos, sino con algo más seco, más árido.

—Déjame irme —le dijo parándose de nuevo frente a él—. No entiendo qué pretendes con que me quede, ¿quieres que te grite? ¿Quieres redimirte? ¿Quieres darme una catedra moralista?

—Yo sólo...

—¡No! Nada de yo sólo y ponerte en el papel del hombre bueno y recto y bla, bla, bla! ¡No me interesa! —Thor sintió cómo era empujado con ambas manos hacia atrás por el menor, su fuerza fue algo nuevo para él—. ¡Haré lo que me pides y ya está! ¿Quieres que no los golpeemos? Está bien. ¿Quieres que los niños no trabajen? Bien. Ya entendí todo lo que quieres que haga, ¡así que no me importa lo que sea que vayas haciendo de tu vida y no debería importarte la mía, ahora sólo ve y revuélcate con Helga o con Sif y ya deja este estúpido juego del gato y el ratón! —Suspiró y bajó la cabeza, vio cómo tomaba una bocanada de aire y al levantar la mirada ya no era más que la calma de un río—. Con permiso.

Sin más, Loki salió de allí y lo dejó parado donde estaba. Escuchó la puerta retumbar al ser cerrada de golpe y simplemente suspiró. Sólo quería que fueran amigos, porque él sabía que jamás podrían volver a ser amantes pero su alma se negaba a aceptar una vida en la que no pudieran ser algo, cualquier cosa.

Sí, Thor se conformaría con ser cualquier cosa de Loki.

Ahora sólo tenía que hacérselo entender.

...............

Charles caminó apresurado por las calles empedradas de Londres. Iba sudando la gota gorda a pesar del frío del inverno que traspasaba su bien abrigado vestuario; sin que por ello dejara de sentir en su piel lo pegajoso de aquel líquido frío.

No. Había algo que Eliza debía saber lo más rápido posible.

Quizás el sentido común le gritara que no había nada que la robusta mujer pudiera hacer para allanar la situación pero quería creer eso. Quería creer que ella sabría qué hacer y tal vez Fiorella también o Jane.

Abrió la puerta de la servidumbre y no se limpió ni se quitó los zapatos de la nieve con la que se habían forrado durante el trayecto. Así como venía de la calle se apresuró a la cocina. Recibió ruidos ahogados de reclamos a su espalda, pero los ignoró.

Nada de eso importaba en realidad.

Olió el romero y el laurel combinados, y su panza rugió en respuesta al estofado que sabía hoy comería. Era estúpido que tuviera hambre aún y con todo aquello pero así era. Ella lo vio, al principio le reclamó pero no sabía qué tanto revelaba su expresión porque simplemente dejó los utensilios y llevó a Charles al cuarto piso, donde no habría nadie a esa hora del día.

—¿Qué pasa hombre? No me asustes así. ¡Fiorella!

No sabía a qué hora Eliza le había llamado a la rubia, pero esta entró con unos trapos y un vaso de agua en a mano que él empinó en su garganta, acabándola en un segundo. Se limpió el sudor mientras ambas mujeres hablaban de traer un curandero.

—No es necesario. Lo que me pasa nada tiene que ver con la enfermedad.

Ambas callaron y lo voltearon a ver expectantes. Él nunca había sabido cómo dar mensajes o recados de tal calaña o magnitud, no servía para eso de dar largas explicaciones así que optó por decirlo resumido.

—Estuve en casa de Lady Emily para recoger el sombrero que la señora olvidó y los sirvientes no paraban de hablar de una sola cosa. Al parecer el misterio está resulto. —Jaló aire pues aún no acaba de creerse lo que estaba a punto de decir— El señor y la señora Odinson están en malos términos desde hace años porque ella lo engañó con ese mozo que vivía aquí. ¿Lo recuerdan?

Apreció el momento exacto cuando la piel de ambas mujeres se tornó blanco como las plumas de ganso.

—Loki —concluyó.

...............

Espero que la otra semana al fin se cierre el semestre para así estar libre en las tardes y escribir. Deséenme suerte. ¡Hasta la próxima!


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