Capítulo 23
DISCLAIMER. Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad del MCU y de la mitología nórdica, yo sólo los uso para dar rienda suelta a mi imaginación.
N/A. Bien, este capítulo es transitorio pero espero lo disfruten.
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Ella supo todo lo que cambió después de la partida de Loki.
Ella vio cómo un matrimonio unido se caía a pedazos.
Ese niño nunca le había dado buena espina, a pesar de lo que Fiorella le había dicho de él desde un principio. Sabía que su cara inocente no era más que un truco para despistar a los incautos.
Pero no a ella. Porque ella siempre había tenido la habilidad suficiente para interpretar a las personas.
Con algo parecido al enojo, vio todos los cambios que se dieron en la mansión Odinson después de que el quinceañero de ojos verdes se fuera. Tal vez para la mayoría no fueran significativos pero para Fiorella y ella, fueron más que apabullantes.
De pronto los señores ya no dormían en la misma habitación, algo que no era raro entre los nobles pero sí en los Odinson, quienes desde que se casaron establecieron que usarían sólo una.
Ya tampoco el señor le daba muestras explícitas de cariño a su esposa, ni que decir de lo mucho que ambos evitaban estar solos en un mismo lugar. Pareciera más como si se repelieran entre sí.
Ahora cuando ella bajaba al primer piso para tomar agua, ya nunca se topaba con ruidos extraños y gruñidos provenientes de ninguno de los dos aposentos contiguos.
Esto no difirió mucho en los años venideros, sino que se hizo cada vez más evidente para los ocupantes de la casa, que los dueños no eran felices. La única diferencia entre Jane y ellos, es que estos no sabían por qué.
Sin embargo y pese a todo, hubo alguien que permaneció impasible a tal giro de las circunstancias.
Thrud cada día se volvía más insoportable para ella y no porque su personalidad se hubiera modificado mucho, sino porque nunca paraba de hablar de él. La muy despistada no se daba cuenta de lo que esto afectaba a sus padres.
Especialmente en las comidas. Porque sí, era en estas en las que a ella se le ocurría abrir y leer las cartas que Loki le mandaba. Unas en los que este, cada uno o dos meses, le hablaba de la universidad y de lo que hacía.
Jane sabía eso, porque permanecía a un lado de la señora casi todo el tiempo. Ahora era ella la que se sentaba a la mesa con los Odinson por orden de la dueña, quizá para aminorarle la pena que representaba oír tales cosas o quizá para que la rubia pudiese apoyarse en alguien que entendiera el trago amargo que pasaba.
—Mira madre, Loki dice que ha sido seleccionado como el más culto de su grupo, ¿no es maravilloso? —preguntó emocionada la ahora señorita de 14 años.
—Apuesto a que lo es —le contestó la mujer con un gesto que aparentaba tranquilidad.
—Oh padre, Loki está próximo a graduarse, ¿no sería agradable que estuviéramos allí para ese día?
—Thrud —dijo Magni en tono de advertencia.
—Digo, después de todo, no lo hemos visto ni una vez desde que nos dejó, ni tampoco nos ha visitado por sus estudios. Creo que si pudiéramos...
Una mirada helada calló a la niña en segundos y apagó la esperanza que se pudiera haber reflejado en su faz durante aquel breve momento. Pero no era una proveniente ni de su madre ni de su hermano, para variar.
Casi siempre eran esas miradas, de parte de quien menos se las dirigía, las que la descolocaban tanto como para hacerla querer ocultar la cabeza en la tierra como los avestruces.
Casi, pero no esta vez. Estaba harta.
—¡¿Por qué te molesta tanto que hablemos de él?! ¡¿Por qué nunca vamos a visitarlo?! ¡¿Por qué, papá?!
La silla se echó atrás tan rápido y de forma tan brusca que Thrud no atinó más que a brincar en su asiento, pensando que su padre haría de nuevo algo imprudente como tirar los platos.
Pero no. El gran hombre de casi dos metros de altura sólo se acomodó la camisa manga larga bajo el chaleco negro que portaba y salió del recinto sin dedicarle más que una despedida cordial a su esposa.
Aquel tipo de comportamientos de parte del señor de la casa, eran los que delataban a sus hijos que algo era distinto.
Desde que el chico de ojos verdes dejara la casa, tanto los niños como los sirvientes, lo encontraban más susceptible a arranques que la mayoría adjudicaba a asuntos como el cambio en el parlamento que había habido tras la instauración del nuevo monarca, Victoria I.
—¿Cómo está?
Fiorella la había interceptado en medio del pasillo mientras le llevaba más trapos con agua caliente a su ama. Una ceja castaña se alzó en una muda respuesta, que la rubia insistió en no entender.
—Ya sabes que el primer día le dan dolores de sobra, pero apuesto a que estas compresas calientes le ayudarán.
—Deja de andarte con evasivas y responde lo que realmente estoy preguntando.
—Oye —le dijo Jane, zafándose de la mano con la que su interlocutora tenía atrapado su brazo—, no es mi culpa que hayas perdido su favor y no es como si tuviera el derecho a contar lo que me dice.
—No pretendía..., tienes razón. No soy quien para hacerme de información que no se me ha dado de primera mano —suspiró—. Es sólo que hace unos días vi sin querer al amo en el cuarto de Thrud...
—Revisando la caja donde guarda su correspondencia. Sí, lo sé.
—Y la señora Sif lo sabe también, entonces.
Ambas compartieron una mirada, en la que la rubia dejaba entrever un gesto de lástima y la castaña, una de frustración. No deseaban estar en medio de tal asunto pero de alguna u otra manera habían acabado metidas en ese embrollo.
Fiorella apoyando sin querer al lado equivocado y ella, simplemente poniéndose del lado que más le convenía y que menos antipatía le causaba.
Jane había estado evitando tener esa conversación con su amiga desde hacía varios meses cuando presenció cómo la dueña y señora de la casa hacía hincapié en que ya no era necesario que esta repartiera su atención entre atenderla a ella y a sus hijos, sino sólo a ellos.
El gesto de dolor que había florecido en el rostro de su amiga había sido más que claro incluso para Lady Sif, quien dos noches después de tal discurso le había preguntado cómo creía que se lo había tomado Fiorella.
Odiaba en especial, cómo aquello había afectado a esa estúpida rubia siempre llena de bondad y sonrisas, apagándolas al saberse una especie de traidora hacia su señora.
<<"Todo es culpa de ese niño", pensó con resentimiento Jane>>.
—Sólo no molestes a la señora, estoy segura de que eventualmente te perdonará.
En realidad no sabía si verdaderamente Lady Sif le guardaba algún tipo de rencor a su amiga pero había usado lo que tenía a la mano para finiquitar esa conversación incómoda y todas las que vinieron después de esa.
La primavera dio paso al verano y ello marcó el final de los cuatro años que Loki debía pasar en la universidad.
En la mansión Odinson se instaló un aura de tensión, en la que participaban Thrud y Magni también, aunque por cuestiones diferentes. Una porque ansiaba que se aproximara el regreso de su amigo y el otro por su decisión de averiguar de qué forma Loki tenía que ver con todo el asunto que sus padres traían entre ceja y ceja.
Al final, todos se sorprendieron por la resolución del señor Odinson, pues la mayoría creyó que, aunque él había anunciado terminantemente la separación total de Loki con esa casa, sólo sería un enojo pasajero y dejaría que el muchacho volviera a habitar en la residencia.
Incluso la propia Sif se descolocó al saberlo y Jane vio cómo a partir de ese día, la amargura que dejaba ver en su semblante cuando estaban solas ya no le pesaba y ahora era más bien un cansancio total el que hacía que sus facciones se agrietaran.
A la dama de compañía le había parecido prudente, aunque para ella hubiera resultado mejor si aquel niño desaparecía para siempre de sus vidas, el que Loki fuera enviado a administrar la fábrica siderúrgica que Thor poseía en Liverpool.
Era mucho más lógico y práctico usar su nuevo grado de estudio para beneficio de las finanzas familiares, además de que sería más fácil justificar ante la sociedad el porqué hace años personas tan encumbradas se habían molestado en brindar estudios a alguien de tan baja calaña.
Utilizarlo sonó bien incluso ante la servidumbre de otras familias, a las que Jane se encargó de proporcionar el chisme.
Todo por el honor de los Odinson, claro.
Los hijos de la pareja, en cambio, eran otra historia. Después de oír el decreto de su padre se habían quedado estáticos en el lugar. Aun cuando Jane bajó por una taza de té negro para su ama, los encontró allí, en compañía de su nana, quien les intentaba dar explicaciones de la decisión tomada.
Ella sólo no podía parar de sonreír. Esa niña por fin iba a recibir un alto a su palabrería y tal vez Magni pudiera recapacitar con respecto a la infame buena imagen que tenía sobre Loki.
Aquello no podía ir mejor.
...............
Para él, aquel día fue uno de los más fatídicos y a la vez, felices de su vida.
En realidad y pese a lo esperado por él, aquel niño sin apellido y sin dinero había superado por mucho todas las pruebas difíciles que Oxford tenía para ofrecer a los de su calaña.
Cada paso recorrido, cada burla dada y favor rechazado sólo habían impulsado a Loki Laufeyson a centrarse más en sus estudios, con una astucia y tenacidad que le había parecido impropia para alguien de una naturaleza tan simple.
Privado de los privilegios de ser escuchado por sus compañeros y maestros, tuvo que trabajar horas extras y mantenerse despierto hasta altas horas de la noche.
No es que él hubiera tenido algún interés en saber algo relacionado a aquel muchacho, sino que el intendente de su college le había venido con cada chisme en el que lo sacaban a patadas de la biblioteca o de los cubículos diseñados para el estudio de los jóvenes universitarios.
Tampoco es que fuera considerado el epítome de la virtud y el ejemplo de sacrificio. No. Si algo había aprendido era que Loki Laufeyson no era un mártir.
Y ahí estaba Edward McKlaine, parado tras el pódium dando un discurso de despedida a los alumnos que en ese bimestre se graduaban de las clases que él impartía. Entre ellos se encontraba el susodicho, quien le devolvía expectante y serio la mirada. En primera fila.
Sí, en la primera fila.
Allí, donde en contra de sus más arduos esfuerzos había acabado sentado el niño de sus pesadillas, a quien le había tenido que ceder la calificación más alta de su clase. Algo que no comúnmente hacía y mucho menos con alguien así.
Al final, le tendría que dar la palabra a Loki. A ese niño que no tenía a nadie tras bambalinas que lo estuviera esperando con una felicitación, a quien nadie nunca lo había visitado ni llevado de vacaciones. A quien no tenía ni un amigo.
Aún no entendía qué locura lo había llevado a querer hablar con todo lo que implicaba y lo poco que ganaba.
El joven de ojos verdes se puso de pie ante la mirada de todos los espectadores quienes estaban envidiosos de la posición que estaba por ocupar ante ellos y lo que esta representaba para su estatus y orgullo.
Cada palabra salida de los labios de aquel alto y apuesto muchacho fueron fluidas y acorde con el plan que cada catedrático había aprobado. Un discurso soso que cada año se le asignaba a aquel que se destacara más en el ámbito académico. Sin embargo, y para sorpresa de todos, las últimas líneas de su monólogo terminaron de una forma tan inesperada como temeraria.
—... Al final hemos concluido una etapa más en nuestras vidas y empezamos..., bueno, ustedes empiezan el ascenso de su persona en sociedad. Son ustedes quienes están por doblegar al mundo a sus pies, quienes flagelarán a los de mi clase como hicieron conmigo durante estos años. —Una sonrisa lobuna se dibujó en los rasgos finamente pulidos de su rostro, mientras alzaba su mentón—. Gracias compañeros, por demostrarme que la clase de una persona nada tiene que ver con los grados de sangre azul que esta posea. Y a mis queridos maestros, por mostrarme el valor de la decencia.
Lo último lo dijo con toda la intención hacia su persona pues aquellos ojos penetrantes y llenos de rencor que caracterizaban a Loki, recayeron en él. Había cruzado la línea que ambos habían pactado jamás cruzar.
El muy maldito.
Debió haberlo reprobado y los padres de familia de sus demás alumnos, escandalizados, no hicieron más que demostrar abiertamente que ciertamente, el hubiera tenido toda la razón al hacerlo.
...............
Desde hace mucho que los amigos de Thor Odinson notaban una falla en su actitud, algo que hacía que aunque este sonriera y bromeara con ellos, tuviera sombras en su mirada.
Ese día, reunidos en el cálido hogar de Volstagg, no fue diferente. Estaban riéndose, mientras pretendían que su gran amigo rubio en realidad estaba poniendo empeño en el juego de ajedrez que Hogun y él se traían entre manos. Uno que este último acababa de volver a perder.
Después de dos años de seguir con tal racha en lo que alguna vez fuera una de las disciplinas que mejor se le daban, aquello ya no les pareció destacable. No hasta que el rubio golpeó con su brazo el vaso de coñac que hasta hace un minuto no estaba hecho añicos en el suelo.
En complicidad, los restantes que estaban sentados a la mesa se voltearon a ver. Aquello iba empeorando. Tal vez no en gran medida pero lo hacía. Habían tolerado su negativa a hablar, habían aceptado el que tomara mientras jugaba e incluso que se emborrachara él solo desde la mañana pero ya no lo podían dejar pasar por más tiempo.
No cuando aquello estaba empezando a tomar tintes violentos.
Sin embargo, no pudieron abordarlo pues en ese preciso momento la puerta que daba a ese cuartito privado se abrió de golpe y dejó ver a una mujer delgada con rizos castaños y rasgos dulces que sonrió al ver a los cinco hombres reunidos en el lugar.
—¡Qué agradable sorpresa tenerlos aquí a estas horas de la tarde!
—Si lo dices porque no quieres que me vuelva a desvelar con mis amigos mujer, te recuerdo que es sábado.
—¿Quién dijo algo como eso? Sólo pasaba para recordarte que mañana visitamos a mi madre y tenemos que salir muy temprano —le dijo, agitando sus pestañas, inocentemente.
Y así, sin más, la mujer dio elegantemente una vuelta sobre sí misma y salió de la habitación tan abruptamente como había entrado. Un silencio le siguió al acontecimiento y en seguida, una carcajada se escuchó.
—Demonios, ¡como adoro a esa mujer! —dijo Volstagg.
—¿En serio, amigo? Creo que no captaste la insinuación que esa oración tenía impregnada.
—Claro que lo hice. ¿Pero no la viste? Es la cosa más tiernamente amenazadora que me han dicho.
Los demás rieron a coro con el susodicho. Era cierto lo que este acababa de decir sobre Hilda. Todos estaban de acuerdo con que esta no sólo era muy simpática, sino voluntariosa y por ende, muy singular.
Tampoco es que nadie se atreviera a decirle a Volstagg que, en parte, su encanto también se debía a lo exuberante que era su cuerpo en los lugares correctos y que, afortunada o desafortunadamente para él, los vestidos de encaje no hacían nada por disimularlo.
Empero, aquello cayó en el olvido cuando el pelirrojo se dio cuenta de que en realidad, el gesto de diversión de Thor no tenía un verdadero efecto en él, sino que no era más que una mueca, una pantomima de lo que no sentía.
—Basta ya amigo, no sé lo que te pasa pero no me gusta. —El susodicho parpadeó en desconcierto y los demás callaron, para poner toda su atención al exabrupto anterior a la interrupción—. En los pasados años he aceptado tu negativa a decir algo cada vez que te he preguntado, pero ahora...
—Es que no quiero hablar de eso, maldición, ¿tan difícil es entenderlo? —dijo vehementemente el rubio, dando un golpe con su puño derecho en la pesada mesa.
De nuevo aquel mutismo. De nuevo, la interrogante sin responder que llevaba cuatro años allí. Pero esta vez, algo era distinto. Esta vez no querían respetar su silencio.
—Hagamos una apuesta.
—No Francis, no voy a decirles nada. Ni aunque pierda miles de veces contra ustedes. Lo único que lograrán será que no vuelva a venir a nuestras reuniones.
El ceño de Fandral se frunció y antes de que su anfitrión pudieran detenerlo, este se paró y puso sus manos sobre la mesita adyacente en la que él y Francis estaban teniendo su propia partida. Toda su atención ahora puesta en Thor.
—Entonces eso es, ¡¿simplemente acabarás siendo un ermitaño que se aísla de todos sólo porque no quieres sacar la mierda que te está pudriendo?! ¡Demonios Thor, sólo dilo de una maldita vez o deja de conmiserarte cada que tomas aire para respirar!
Fandral se había puesto rojo y las venas de su cuello resaltaron cuando tomó aire con la intención de seguir con su arranque hasta que sintió cómo una mano se posaba en su hombro. Era Hogun quien silenciosamente le hizo saber que era suficiente. El rubio con bigote mosquetero no pudo más que sentarse, resignado.
El aire se volvió pesado y el que las manos de Thor se volvieran puños no hizo más que acentuar lo tenso del asunto. Resoplando y con un aura amenazante, este fijó su mirada en quien había lanzado el dardo directo hasta donde más le dolía.
Acto seguido, colocó una mano con dedos cuadrados sobre su frente y se quedó viendo la mesa en la que sus codos se apoyaban. Al levantar la vista hacia Fandral, todos supieron, por sus cejas arqueadas hacia arriba y las líneas horizontales pintadas en su faz que de nuevo habían tocado un punto sensible.
—No lo entenderían, jamás podrían hacerlo.
—Si nos dijeras... —insistió Fandral.
—No tiene caso. Lo hecho, hecho está. —Suspiró y dejó caer sus hombros como si lo hubieran derrotado—. Pero tienes razón, he estado conmiserándome inútilmente y sólo he afectado a quienes están a mí alrededor. Lo lamento, muchachos. Yo..., dejaré de lamentarme y volveré a ser el mismo de antes, sólo denme tiempo.
—Ya has tenido suficiente tiempo. Cuatro años para ser exactos.
Todos vieron cómo las palabras de Hogun le cayeron como un balde de agua fría a su amigo y el efecto que tuvieron durante toda la velada en él, durante la cual Thor no volvió a pedir alcohol.
Esa noche Volstagg se durmió pensando en la situación tan grave que acongojaba a su amigo siempre feliz y despreocupado de hacía unos años. Cuando Loki dejara la mansión Odinson.
A la mañana siguiente continuó con ese mismo hilo de pensamientos mientras ayudaba a su querida esposa y a sus hijos a subir al carruaje que los llevaría hasta la casa de su suegra.
Subió a su gran caballo escocés y empezó el galope. Nunca nadie de ellos había logrado descifrar con claridad la conexión que había entre la partida de Loki con la depresión de Thor. Aquel era uno de los grandes misterios de la sociedad de Londres que ni las sirvientas más chismosas habían logrado sonsacar a sus pares.
O tal vez no lo era. Quizás tendría sentido si... Espoleó a su caballo y este salió disparado, rebasando a su familia en segundos. Ahora tenía la respuesta que tanto había ansiado, una que jamás había contemplado porque el sólo concebirla era repugnante.
No podía ser.
Y sin embargo, visto desde tal ángulo todo tenía mucho sentido. De repente, cada pieza comenzó a encajar: la partida de Loki, la lejanía de su amigo con su mujer, pero sobre todo, el punto clave: las miradas hoscas de Thor, lo irascible de su carácter, el gesto de desesperanza en su cara.
Como si le hubieran roto el corazón y luego lo hubieran pisoteado. Y la verdad yacía ahí, en eso. Tan clara, tan a la vista, que quiso golpearse por su ceguera.
Sif había engañado a Thor con Loki.
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Perdón por la tardanza, mi mamá ha estado enferma y yo llena de actividades así que eso más lo otro, en fin, ando con dolor de cabeza xD.
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