Capítulo 21
DISCLAIMER. Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad del MCU y de la mitología nórdica, yo sólo los uso para dar rienda suelta a mi imaginación.
N/A. Ya vamos a cerrar el segundo arco argumental y eso me apaniquea. Tengo tanto que contarles pero primero, espero que les guste el capítulo, prácticamente lo parí.
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Recordaba a la perfección cómo era que hacía algunos años, cuando apenas su matrimonio estaba comenzando, sus ataques de celos provocaban que al llegar a casa se encerrara en el baño y se pusiera a llorar.
Thor nunca notó aquello hasta que un día Alexandra Winchester, durante un baile de primavera, al intentar pasarse la velada entera acaparando las atenciones de su marido, la hizo perder el autocontrol y explotar en llanto en el carruaje camino a casa.
Sabía que era una forastera en Londres y que por eso no era considerada como alguien importante dentro de los círculos sociales, pero estaba harta de que a las fiestas a las que asistían, la mayoría de las mujeres se le quisieran pegar a su cónyuge como sanguijuelas.
Tuvo el aplomo de guardar las maneras frente a los sirvientes, cuidando no avergonzar ni a Thor ni a sí misma con su comportamiento, hasta que llegó a su habitación y pudo dar rienda suelta a aquello que la atormentaba.
Impactado por ello, Thor le había explicado, abrazándola y acariciando sus mejillas para despojarla de lágrimas, que aquello era necesario para hacerse con un lugar entre los nobles. Lady Winchester era sobrina-nieta de George IV y por lo tanto podría cultivar la amistad de su padre, a través de ella.
El rubio le habló sobre su deseo de ganar amigos dentro del parlamento, no sólo porque su padre había formado parte de aquella élite en el pasado y quería probarse a sí mismo que podía abrirse camino sin él, sino también por conveniencia. Era ese grupo selecto de nobles quienes aprobaban las normas del país, incluidas las que tenían que ver con el comercio.
Después de esto, ella comprendió lo que sucedía. Además de que, al permitirse pensar con claridad, se dio cuenta de que en realidad el rubio todo el tiempo trataba de alejar las manos de aquellas que se le acercaran y les respondía de un modo sumamente formal a como normalmente lo hacía con ella.
También cayó pronto en la cuenta de que Thor ansiaba tener influencia en el parlamento, más que por sus intereses económicos, porque deseaba impartir los ideales que tenía sobre la sociedad a estos.
Sif entendió que su marido no sólo lo quería, sino que tenía la capacidad para efectuar un cambio en la mentalidad de la gente con la que se topaba. Prueba de ello era el hecho de que él, siendo un noble y un burgués, no era despreciado entre ninguno de los dos grupos por su pertenencia al otro.
Tras haber analizado su entorno y el comportamiento de Thor, Sif se juró a sí misma que nunca volvería a tener una rabieta de tal tipo para con su marido. Él no se lo merecía, y fue esto lo que la llevó a incursionar entre las damas londinenses para ganarse de igual manera, su amistad y respeto.
Había sido por Thor, que ella había logrado quitarse de encima sus miedos e inseguridades, por él y por lo que le había dicho aquella noche en su lecho:
—Jamás podría ver a otra persona que no fueras tú Sif, lo prometí ante el altar y aquí te lo reafirmo: nunca te faltaría al respeto de esa manera.
Una mueca deformó los carnosos labios que minutos atrás habían sonreído cuando su portadora viera en la calle a unos niños jugando. Apartó la mirada de la ventana y la dirigió hacia el asiento que su esposo habituaba a ocupar frente a ella.
—Maldito mentiroso.
...............
Llevaba casi dos horas esperando por el que le dijeron, sería el pronto retorno de Sif. Cada minuto que pasaba estaba más cerca de hacerle un hoyo al piso de su despacho de tanto que iba y venía por toda su extensión, y no es que esta fuera poca.
Agradecía enormemente el hecho de que su mujer hubiera sacado a sus hijos de la mansión, eso sí. No es que él pensara hacer de aquel encuentro un escándalo pero también entendía que la existencia de un disturbio en su hogar no dependía únicamente de él en ese punto.
—¿Señor?
Había escuchado cómo llamaban a su puerta pero había decidido ignorarlo, hasta que la voz de Jane lo llamó desde el otro lado.
—¿Qué sucede?
Aun así se reusaba a abrir la puerta, no deseaba que se le viera con la cara llena de sudor o con el gesto de profunda ansiedad que él creía su faz reflejaba.
—Sólo vine a avisarle que ya nos retiramos todos a nuestros aposentos.
Aquello desconcertó a Thor en sobremanera y sólo atino a dar su beneplácito para dicha acción que, como pensó y le corroboró la muchacha, era una orden dada por su esposa.
Apenas se había dejado caer sobre uno de los sofás mullidos, que justamente estaba al otro lado de la entrada del recinto, cuando la perilla giró lentamente y frente a él apareció la hermosa figura de su mujer.
Escrutó el rostro de Sif mientras esta tranquilamente se despojaba de sus guantes, esperando hallar en alguno de sus gestos el sentir de esta y así anticiparse a lo que pudiera venir. Para su sorpresa, no encontró más que un estoicismo que para variar no hizo más que helarle la sangre.
Aquella imperturbabilidad con que los ojos cafés de Sif lo miraban en aquel momento, únicamente había estado reservada para sus hijos o muy rara vez, para sus sirvientes. Era la máscara que vestía cuando tenía una avalancha de sentimientos pero que, por su condición de dama, debía refrenar.
Nunca le había sido dedicado a él un honor tan vergonzoso.
—Saludos, esposo mío.
Como movido por un resorte se puso de pie sin apartar ni un momento la vista de la de Sif, aún más expectante que antes por el saludo tan lleno de formalidad. Pareciera como si estuvieran interpretando un papel en una mala obra de teatro.
Con parsimonia, su mujer se fue acercando a él hasta que ambos quedaron frente a frente. Sif era mucho más baja que su esposo, cosa que la hacía siempre verse adorable y encantadora, no así esta vez en la que desprendía un aura de hostilidad contenida.
—Dime algo Thor, ¿hasta cuándo tenías planeado dejar que este "amorío" tuyo continuara?
—Sif...
—No. —La palabra fue tan contundente que entendió aun sin que ella se lo demandara, que no deseaba que le respondiera de verdad—. Ni siquiera puedo alcanzar a concebir qué fue lo que estabas pensando cuando lo comenzaste. No, sí que lo hago. —Sus ojos se hicieron pequeñas rendijas acusadoras—. Lo hacías con tu parte baja.
No es que hubiera subido la voz o estuviera haciendo ademanes demasiado escandalosos, sino que eran los resquicios de ira tan pequeños pero evidentes en lo rígido de su postura y en el constante intento de sus uñas por desgarrar las palmas de sus propias manos, los que lo hacían darse cuenta de que quizá no podría dialogar sobre la situación con ella como había pensado.
—¿Qué pasó con toda la moral, la rectitud, los valores que tanto te vanagloriabas en profesar? —Lanzó la pregunta que fue como dardo: directo a su conciencia. Sif le dio la espalda y así comenzó a hablar mientras movía las manos, como intuyendo que si él no la veía, no podría alterarse—. ¿Qué pasó con aquel hombre que se destacaba entre los demás por no verle la cara a su esposa? —Volteó el cuerpo de golpe y se lo soltó—: ¿Qué pasó con el hombre que no andaba en compañía de meretrices?
Aquello lo enervó de maneras insospechadas, incluso para él. Quiso soltarle una bofetada y aquello lo asustó. Tomó aire y se encaminó a terminar con todo aquel circo de una vez por todas.
—Sif, hablemos como personas racionales...
—¡No te atrevas! —Elevó la voz por fin y un dedo acusador incrustado en su pecho lo hizo percatarse de la rabia que moraba en su dueña.— No te atrevas a minimizar lo que está sucediendo. ¡Tengo todo el derecho de estar irracional! —De repente, el río volvió a su cauce y con él, Sif pareció aplacarse. Para Thor aquello no fue más que un símbolo de mal augurio—. Pero no lo voy a hacer, y no lo voy a hacer porque mañana mismo o mejor aún, esta noche, vas a echar a patadas a tu meretriz.
La sangre se le heló. De todas las posibilidades, desde el homicidio público por sodomía de Loki, hasta el de él, nunca había realmente contemplado un escenario así. Bueno, tal vez sí lo había hecho, pero nunca creyó que fuera el camino que Sif tomaría con lo orgullosa que era.
—Sif, te pido perdón de todo corazón, en serio que lo hago y en nombre de Loki, te suplico el de él también.
—Oh Thor, claro que se los concedo —dijo tranquila y rápidamente—. Pero el perdón no repara nada. No puedes resucitar a alguien que mataste pidiéndole perdón. Porque eso fue lo que hiciste conmigo, con mi afecto, con mi confianza. ¿Lo entiendes?
—Es que no puedo hacer algo así. No puedes pedirme que haga algo así —le suplicó el rubio con la voz quebrada.
—¡¿Por qué no?! —le gruñó con los ojos brillantes y los dientes apretados, por fin dándole paso a la rabia.
De repente, sintió que aquella respuesta era lo que de verdad importaba en toda aquella perorata. Si decía que amaba a Loki, ¿qué estaría dispuesta a hacer Sif para sacarlo de su vida?
—¿Sabes que puedo ir con las autoridades y acusarlo de seducirte? ¿De ser un sodomita y un parasito de la sociedad?
—Entonces también me condenarías a mí, porque yo diría que fue consensuado.
—Alegaría tu demencia y me creerían porque nadie pensaría que alguien tan honorable como tú haría algo como eso sin coacción alguna.
—Lo probaría, besándolo frente a toda la audiencia.
Lo abofeteó y volvió a hacerlo, y lo repitió, una y otra vez hasta que sus manos se le dolieron. Intentó hacerlo con todas las fuerzas que le quedaban pero el ángulo que le daba su estatura y el cansancio, le impedían causar el impacto que tanto deseaba.
Las mejillas de Thor estaban tan rojas como un tomate. Y él no se movió de su lugar.
—¡Eres un maldito sinvergüenza! ¡Eres una abominación y la escoria de la sociedad! ¡Tú y ese mocoso van a arder en las llamas del infierno! ¡Mentiroso, mentiroso, mentiroso!
Los pequeños puños de la joven rubia impactaron desordenadamente sobre el pecho y los hombros de Thor. No tenían un rumbo fijo en realidad, sólo buscaban cualquier parte que lograran alcanzar en medio del desenfreno de palabras altisonantes e hirientes que la rubia se afanaba por propinar.
Aquello no sólo lo desconcertó, sino que encendió una alarma en su cuerpo porque aquella mujer iracunda con aspecto salvaje, definitivamente no era Sif.
—Sif, ya basta. —Tomó a su esposa fuertemente de ambos brazos y la apretó contra él en un abrazo forzado, en el que su mujer se retorcía y no dejaba de insultarlo— ¡Sif, para esto!
Y como si aquellas palabras rompieran un encantamiento, Sif dejó de moverse y ahí contra su pecho, rompió a llorar.
Fue horrible. Era un llanto lastimero, como si se estuviera desgarrando por dentro o como si hubiera perdido al más amado de sus hijos.
Como si le hubieran arrancado el corazón de tajo y sin previo aviso.
De repente, a Thor le pareció que era una niña indefensa que sólo quería hacer daño porque había sido dañada. Quiso reconfortarla y no soltarla nunca, hasta que pudiera volver a ser aquella mujer fuerte y tenaz que cruzaba adversidades y se imponía entre los otros.
Y se dio cuenta de que había sido él quien la había convertido en eso.
Se dejó caer y se quedó arrodillado en el suelo sosteniéndola mientras ella intentaba calmar los espasmos provenientes de sus lamentos. Sacó el pañuelo de tela que siempre llevaba en el bolsillo de su levita añil y le limpió con él las mejillas hasta que este estuvo tan empapado que no sirvió más para tal menester.
—¿Desde cuándo?
El susurro lo tomó tan desprevenido que tuvo que esforzarse para que su cerebro decodificara aquellas palabras y su significado. Entendió pronto lo que con ello su mujer estaba preguntando.
—Hace casi tres años.
Ella lo empujo, separándose de él y sentándose sobre el suelo para poder verlo a los ojos. La vista de aquella Sif tan quebrada, le trajo un sabor amargo a su paladar.
—¿Cómo pudiste?
—Te juro que intenté frenarlo. Nunca quise que algo así pasara.
—También me juraste fidelidad y respeto frente a un altar y tampoco lo cumpliste.
Habían vuelto al principio. Uno que Thor todavía no sabía cómo solucionar.
—Sé que es horrible lo que te hice, sé que debería estar muerto por ello y que...
—Que es una abominación. —Thor calló—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me hiciste esto a mí? ¿A nosotros? ¿A nuestros hijos?
Sí. Sif tenía contemplado usar eso como su jugada maestra y por eso no lo había sacado a relucir, pero con todo lo imprevisto de su llanto, ya no pensaba más que con el corazón hecho trizas; uno que luchaba encarecidamente por seguir latiendo de manera uniforme.
La cara de Thor se torció en un gesto de profundo dolor. No había querido pensar en ello. Podía defender su amor por Loki frente a todas las cosas, excepto esa. No ellos, no sus bebés.
—¿No pudiste pensar que al hacer eso, me exponías a mí, a ellos a la ignominia absoluta? ¿Creíste que yacer con un hombre no tendría consecuencias para tus vástagos? ¿No te das cuenta de que si haces lo que hace un rato dijiste los orillarías a la vergüenza pública, a la deshonra total, al rechazo social?
Thor apretó sus párpados y una arruga apareció en su entrecejo. No quería escuchar aquellas palabras porque contenían lo único innegable: la verdad. Cuando abrió los ojos, lo hizo porque sintió cómo unos pequeños y regordetes dedos se aferraban a su cara. Por alguna extraña razón eso le hizo recordar cuánto odiaba Sif esa parte de su anatomía.
—Me dijiste que nunca me faltarías de esta manera, que serías incapaz de hacerlo. —Abrió la boca para recordarle lo que años atrás le había dicho antes de comprometerse pero Sif lo interrumpió—. Lo sé, dijiste que no sabías si llegarías a amarme, pero estoy convencida Thor, de que no amas a ese muchacho. No sé qué fue lo que pasó entre ambos y no quiero saberlo pero estoy segura de que si te apartas de él lo suficiente, se te pasará esta etapa que tienes. Te conozco, tú no eres un sodomita Thor, ¿o sí?
Un destello de reconocimiento se abrió pasó en su mente, uno que había luchado por contener desde que tenía memoria. No. No quería pensar en aquello, se había negado a hacerlo durante tanto tiempo que no cedería tan fácilmente.
Sif tenía razón, aquello había sido una locura.
—Eso que dijiste sobre aceptar tu parte de culpa frente a todos es honorable pero al hacerlo, antes de que fueras ahorcado públicamente, tendrías que explicarle a los niños por qué razón su padre será humillado y sobajado de tal manera. ¿Acaso pondrás a alguien que ni siquiera es de tu familia, sobre los que sí lo son?
—No.
La sonrisa de Sif fue tenue pero cargada de esperanza. Aquel era el hombre del que se había enamorado desde lo que, en ese momento, le parecieron décadas.
La cara de Loki en un rictus de placer, sentado sobre su marido apareció velozmente dentro de su subconsciente y apretó las mejillas del rubio, enterrando un poco las uñas de paso. Amar a Thor no significaba que olvidaría todo de la noche a la mañana.
—Entonces protege a tu familia y saca de nuestras vidas a quien intenta amenazarla. Haz lo que todo buen esposo y padre de familia haría y deshazte de Loki. Sólo así podremos volver a hacer la respetada y honorable familia Odinson, ¿lo entiendes, amor mío?
—Sif, me lastimas. —Su mujer aflojó el agarre bajo el que lo tenía y lo miró expectante. Suspiró—. No quiero usar una solución en la que alguien salga lastimado de por medio.
—Me temo Thor que en este caso no hay ninguna. O dime cuál sería tu solución, ¿que permanezca tranquila sabiendo que bajo mis narices vive el amante de mi esposo, quien encima es un hombre?
—No lo volveré a tocar, te lo juro...
—Aunque así fuera, no podré sacarme de la cabeza lo que vi mientras él siga aquí. —Se retiró hacia atrás, tomando distancia del rubio—. Una vez me dijiste que hombres y mujeres eran iguales, que debían tener los mismos derechos, ¿aún lo sostienes?
—Por supuesto —respondió rápidamente.
—Entonces dime, ¿te gustaría que aun sabiendo que tú me viste cohabitando con uno de nuestros sirvientes de más confianza, yo me empecinara y tuviera el poder para que él viviera cerca de ti?
Cuando Thor apretó su mandíbula supo que había comprendido su sentir y suspiró aliviada. Le agradeció por comprender y su marido le dio la razón a su vez.
—Aun así, no creo que correrlo sea la mejor salida.
—Thor...
—Piénsalo Sif, ¿qué razón le daríamos a nuestros hijos para simplemente despachar a su amigo?
Ella no supo qué contestar, así que se quedó callada. Tendrían que darle una muy buena explicación a su hija si quería que ese se fuera por fin de allí. Con algo de tiempo, sin embargo, estaba segura de que daría con el pretexto perfecto.
—Permíteme hacerlo a mi manera, Sif.
Tal vez, no pudiera hacer mucho, pero se lo debía a Loki. Se lo debía por haberlos enredado en toda aquella confusión.
Thor no percibió la satisfacción que se alojó en el rostro de su esposa.
...............
¿Cómo decirlo sin que suene tan feo? Me voy a hiatus o como se escriba.
Tampoco se asusten o se enojen tanto porque tengo fecha de regreso, que sería el domingo 08 de septiembre (del 2019, obviamente). Esto no es porque se me haya ido la inspiración ni tampoco porque no sepa cómo continuar sino porque me voy a un campamento durante ese tiempo y pues no creo que escriba. Si lo hago, no duden que lo estaré publicando pero no me quiero comprometer y no cumplir, así que por eso les doy una fecha exacta.
De cualquier manera yo seguiré con este proyecto porque es mi primogénito y lo amo, y el que ustedes también lo hayan hecho aunque sea un poquito es algo que me llena y me impulsa a continuarlo.
Nos vemos en septiembre nenes.
Chiharu.
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