Capítulo 14

GAARA POV'S

Escuché un grito y sentí a Ioichi pasar a mi lado, empujándose a esa ventana desde donde se podía observar el pequeño cuerpo de mi hija.

—¡No es cierto, no es cierto, no es cierto! 

Ioichi lloraba golpeando el cristal mientras caía al piso.

Con dificultad se puso de pie y, entrando al cuarto de autopsias, se abalanzó sobre el expediente al pie de la plancha. 

Intenté inútilmente detenerla, nunca la sentí tan fuerte como en ese momento. Revisó el informe y se dejó caer sobre sus rodillas de nuevo, estaba en blanco aún.

Con el alma hecha pedazos, y sin levantar su figura del piso, se arrastró hasta la plancha donde ni siquiera se atrevió a levantar la mirada. Ella solo lloraba y sollozaba, solo sufría mientras yo me moría.

Después de un rato su llanto cesó y se puso de pie para poner entre sus brazos el cuerpo frío de nuestra nena. La abrazó fuerte y besó su frente. La apretó fuerte a su pecho y besó sus manitas. Mientras en todo momento dolorosas lágrimas mojaban sus mejillas.

»Mi nena hermosa... mi nena... no... mi nena —comenzó a llorar más fuerte mientras mi alma se hacía añicos.

Me incliné frente a ella y recargué mi cabeza en el pequeño cuerpo sin vida de mi más grande tesoro. Dejé caer las rodillas al piso y mi cabeza en las piernas de la que sufría tanto como yo. Sólo entonces lloré amargamente, desahogando todo lo que por dos días, en que ella estuvo inconsciente, me guardé. Yo solo podía no ser fuerte a su lado.

»Lo lamento —susurró entre sollozos—. Lo siento tanto Gaara... yo debí volver a casa temprano... debí haberla revisado. Pero estaba cansada, estaba aburrida, estaba molesta y quería dormir... Estaba tan cansada que no vi que estaba mal, no quería que estuviera mal, no quería atender más enfermos, lo lamento Gaara, lo lamento.

—No, esto no es tu culpa —sentencié al darme cuenta de por dónde iba.

—Lo es —aseguró—. Si yo te hubiera hecho caso, si no hubiera ido a trabajar —sollozó—... ella era más importante, más que la aldea entera... y no la recuperaremos jamás.

—No te hagas esto —pedí apretando su mano y mirándola a los ojos—, o no podré dejar de pensar que no insistí lo suficiente para que te quedaras en casa. 

Ioichi abrió grandes sus ojos.

—Si fuera tu culpa... yo no podría perdonarte... por eso no digas cosas que me hagan odiarte... por favor... —pidió y volvió a llorar...

»¿Cuándo estarán los resultados de la autopsia? —preguntó una vez que recuperó la calma.

—No los necesitas —respondí.

—Sí, sí que los necesito —dijo llorando de nuevo. 

Besé su frente.

—No. Vamos nena, necesitas reponerte. Estás sangrando.

—Se me está pudriendo el alma, ¿qué importa un poco de sangre? —dijo amargamente, permitiéndome arrancarle a mi hija de los brazos.

Deposité a la niña en la plancha y empujé a Ioichi a la puerta. Me detuve al llegar a ella y volví a mirar el inerte cuerpo de mi bebita. Limpié mis lágrimas y salí de esa sala, para encontrar a Ioichi sosteniendo en las manos los resultados de la autopsia.

Ioichi permaneció inmóvil hasta que la voz de Matsuri la sacó de sus pensamientos. Al mirarla se le dejó ir a golpes.

—¡Tú la mataste!, ¡tú la mataste! —gritaba mientras estaba sobre ella. 

Matsuri no supo responder.

Miré el expediente y vi "Encefalopatía aguda por ácido acetilsalicílico"

—Era la siguiente causa probable —explicó la médico a la que Ioichi le había arrebatado los resultados. 

Tomé a Ioichi por la cintura y la aparté. Ella seguía revolviéndose entre mis brazos, intentando llegar a Matsuri que se encontraba bastante confundida en el piso.

—Le diste una aspirina —dijo Ioichi—, mataste a mi hija... tú me la quitaste... ¡La quiero de vuelta, voy a matarte, regrésamela! —gritaba mientras intentaba zafarse de mi agarre. La médico le inyectó algo y mi destrozada esposa perdió el conocimiento mientras susurraba—. Asesina... devuelve a mi... hija.

Ioichi estaba destrozada, pero yo estaba peor que ella. Ella no era consciente de nada excepto su dolor, yo tenía mi pena y la de la mujer que amaba. Así que lloré abrazado a ella.

—No es tu culpa, no lo es Matsuri —aseguré girándome a una muy perturbada niñera, secretaria y discípula mía.

Al día siguiente recibí a Kakashi y a Shikamaru en la entrada de la aldea. Ioichi llevaba un día entre la histeria y los sedantes. Ella necesitaba más que eso, por eso traje a su familia, por eso y porque debíamos dar el último adiós a nuestra pequeña hija.

Estuvimos buen rato en la habitación, solo mirándonos, solo mirándola, solo sufriendo por eso que habíamos perdido. 

Comenzaban a pasar los efectos del sedante y vimos a Ioichi abrir sus ojos y llorar. Kakashi se acercó a la cama y, al verlo, ella se abrazó a él, llorando aún más. A mí me partía los pocos pedazos que quedaban de corazón en mi pecho y, cuando al fin se calmó, Kakashi dijo lo que yo no me atrevía a decirle.

—Princesa, necesito que estés bien, que estés tranquila, porque el entierro de Karura es mañana y si no estás serena lo haremos sin ti. 

Ioichi negó con la cabeza y lloró mientras se mordía los labios.

—¿Cómo puedo estar tranquila cuando enterraré a mi hija? —preguntó abrazándose aún más a su padre.

Tal vez ella solo necesitaba un abrazo para calmarse, pero yo no podía tenerla en mis brazos, eso me haría pedazos, aún más que a ella.

Después del entierro de Karura volvimos a casa, o a lo que quedaba de ella. Ioichi caminó entre los escombros, levantando algunas cosas en el camino. Abrazó una muñeca de trapo, esa que compré cuando Karura recién había nacido y desescombró la cómoda de la entrada, desenterrando unas fotos que la hicieron romper en llanto.


* *


Habían pasado un par de horas cuando ella al fin dijo eso que yo tanto temía.

—Lo lamento Gaara, pero no puedo... yo no voy a poder seguir adelante si tengo que caminar por estas calles donde ella no estará, vivir en esta casa donde no la veré más —dijo y lloró con la cara entre sus manos—. No podré, lo lamento.

—¿Te irás? —pregunté y asintió—. ¿Cuánto tiempo? —cuestioné.

—No creo poder regresar —anunció llorando—... lo siento... te amo.

Ioichi se disculpó, me besó y se fue.


Continúa...


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