Capítulo 13
IOICHI POV'S
Todo iba bien, la mayoría del tiempo, pero la paz no dura para siempre. Había guerrillas y grupos rebeldes e inconformes con la estabilidad lograda. La mayoría jóvenes que idolatraban ninjas de guerra, que tenían héroes en la historia a los que aspiraban, pero que no podían ser.
—La verdad es que los entiendo un poco —dije en una reunión en la Arena donde tratábamos ataques terroristas—, si yo no estuviera tan ocupada y deseosa de tranquilidad para mi familia, también estaría un poco aburrida.
Gaara me fulminó con la mirada y yo solo fingí que no dije nada. Igual que el resto de los convocados a la reunión.
Habían pasado dos años y medio de mi llegada a Sunagakure, y me había podido percatar que era bastante inestable. Los jóvenes alborotadores no eran más que una fachada y eso era algo, que aunque nadie dijo, todos sabíamos.
»Los ancianos aun no confían en ti —señalé cuando nos encontrábamos solos en la sala de reunión—, es estúpido. ¿Por qué acabar con la paz que tanto nos costó por quitarte de un puesto que desempeñas bastante bien? —pregunté a mi esposo.
—No hay mucho que hacer —dijo apretando el tabique de su nariz, estaba agotado.
—Es estúpido —resoplé de nuevo y Gaara respiró profundo.
—¿Irás a casa? —preguntó y negué con la cabeza.
—Ahora que sabemos el intervalo de ataques, y que sé que no atacarán hoy, prefiero volver al hospital. Hago más falta allí que en casa.
—No me gusta que dejes a Karura sola —refunfuñó mi marido.
—No está sola —alegué—, Matsuri está con ella. Además, estoy trabajando no de compras.
Aún después de tres años de convivencia, de conocerlo y que me conociera, a mí seguía molestándome que se metiera con mi trabajo.
—Karura está enferma —recordó Gaara.
—Lo sé —aseguré—, pero los del hospital están heridos. Ella solo tiene alergia.
—Ioichi, ella es más importante —recalcó Gaara.
Lo entendía, pero no por ello estaba de acuerdo en dejar mis labores en la aldea por cuidar a una nena con gripe.
—Gaara, sin hombres no podremos defender esta aldea, ni a ella —casi grité—... De acuerdo —me rendí a su colérica mirada—, iré a casa temprano. Por ahora iré al hospital.
El Kazekage suspiró con cansancio. Nuestra relación estaba llena de estos detallitos. Aunque al final siempre llegábamos a un acuerdo, no podíamos evitar discutir.
Nuestros puntos de vista eran tan diferentes que, de no haber sido por Karura, jamás hubiéramos terminado casados y enamorados. Y era justo el amor que nos teníamos lo que nos permitía conciliar irremediables diferencias.
Volví al hospital y estuve trabajando bastante. Alguien dijo que eran las ocho y cuarenta y pensé que ya era tarde para volver temprano. Pero Gaara seguro no volvería a casa, así que no había mucho problema.
Tomé unas pastillas para el dolor de cabeza y me fui a casa. Allí me recibió Matsuri explicando que Karura había tenido fiebre, que le dio una pastilla y tenía rato dormida.
Subí a la habitación y abrí la puerta para encontrarme con su cara dormida. Pensé en revisarla y darle un beso, pero aún me dolía la cabeza, así que mejor bajé por otra pastilla.
Despedí a Matsuri mientras limpiaba un poco de polvo cerca de la caja de Aspirinas. Me tomé dos pastillas más. Me dejé caer en el sillón fuera de la cocina y, mientras veía a la ventana deseando que por la mañana todo fuera mejor, me quedé dormida.
Entre sueños escuché un estruendo y sentí que mi cuerpo se estremeció. Abrí los ojos y me encontré con mi cara pegada al asiento del sofá. Levanté la cara y otro estruendo me sorprendió. Miré a la ventana para encontrarme con el horror, la aldea estaba siendo bombardeada.
«¿Pero cómo?, no se suponía que atacaran hoy. Rompieron su patrón, yo no lo esperaba»
Ni nadie más. Nos tomaron con la guarda baja, era obvio.
Aún mareada, por el efecto de tantas pastillas, subí hasta la habitación de mi hija donde ella aún dormía.
«¿Cómo podía hacer algo así?» me pregunté, y cuando la tomé en mis brazos me di cuenta de algo terrible, ella parecía no estar respirando.
—¡Karura!...¡¡Karura!! —comencé a gritar mientras la zarandeaba—. ¡Karura, despierta! —pedí, pero ella no respondía—. Nena abre los ojos, dile algo a mamita —suplicaba repetidamente con la respiración entrecortada, pero no obtuve respuesta.
La tendí en el piso para checar sus signos vitales, eran débiles pero estaban ahí. Pensé en correr al hospital, pero en la conmoción me olvidé de los bombardeos que llegaron hasta mi casa.
Un estruendo más y piedras cayendo sobre mi cuerpo, que intentaba inútilmente cubrir el de mi hija, fue lo que ocurrió a continuación.
Cuando abrí los ojos me encontraba en una cama de hospital. Aun aturdida miré a mi alrededor y vi por la ventana cómo la mitad de un edificio no se encontraba.
Me levanté recordando mis últimos minutos de conciencia. Vi entrar a la enfermera y pregunté por mi hija, pero ella solo agachó la cabeza. Me le tiré encima sujetándola por los hombros y volví a preguntar por la niña. Ella solo se disculpó.
Sentí un balde de agua fría caerme encima. Me arranqué el suero y dejé la habitación caminando como podía. Era difícil, tenía un brazo y una pierna enyesados, el cuello lastimado, sentía que mi cuerpo se desarmaría, pero yo tenía que desmentir el horrible presentimiento que tenía.
En mi camino me encontré con Gaara, parado frente a la sala de autopsias. Al ver la dirección en que miraba, y la expresión en su rostro, deseé estar muerta... Él parecía estarlo ya.
Caminé con el miedo causándome un impresionante dolor. Mis lágrimas rodaban por mis mejillas y mi garganta no podía emitir ningún sonido. A su espalda miré lo que él veía, el pequeño cuerpo de una pelirroja de dos años y medio sobre una plancha de fierro frío.
Continúa...
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