Capítulo 68
Katsuki tenía muchas dudas acerca de cómo Teka tomaría que le trajera una prometida por parte del Señor del Invierno. La Princesa del Invierno, Yuki Hirose. Para evitar confusiones e inspirar una mayor confianza en el mercado, le sugirió a Yuki que se hiciera pasar por un hombre mayor cuando escribiera sus cartas para comerciar —ya que nadie más aparte de los transportistas irían hasta el Valle del Hielo— con Yuei y que pusiera en ellas que tenía una hija mayor. En un inicio, los gemelos no estuvieran convencidos de hacerlo, pero terminaron aceptando cuando entendieron que nadie tomaría en serio a un noble de veintitantos que jamás había bajado de las montañas. Mucho menos los grandes hombres de la nobleza, que no toleraban bien el trato con los campesinos.
Necesitaban una buena imagen para empezar con el pie derecho.
Pero volviendo a lo importante, cuando el mago tuvo que presentarle a Teka a Yu —tenía que acostumbrarse ahora a llamarla por su nombre, aún si le dolía, por el bien de mantener la identidad de los gemelos en secreto— pudo ver la manera en que la examinó, el humilde vestido blanco de mangas cortas —no lograron que se pusiera otra cosa— junto con los zapatos de color azul que se puso ese día por primera vez en quién sabe cuánto años. El cabello blanco que estaba trenzado en la parte de arriba y caía por su cintura hacia abajo. La expresión tranquila y pacífica de su rostro, las manos juntas sobre su estómago, el collar que cubría las cicatrices más notarias que Su Majestad le había dejado.
Teka la observó por mucho tiempo hasta que Yu le sonrió y ella se sonrojo, apartando la vista y dando un paso hacia atrás, extendió la mano derecha a modo de saludo.
—Es un placer tenerla en el palacio, Princesa del Invierno —dijo la reina en un tono severo —Espero que las habitaciones sean de su gusto y que tengamos tiempo de conocernos.
—Así será —le acepto la mano la albina y se la soltó rápidamente para que no notará el frío de su piel —Mí reina, por favor, déjeme ir a mí habitación a descansar. Me siento un poco mareada por el viaje.
En realidad, al bajar del carruaje, Katsuki noto que Yu tenía fiebre, sus mejillas estaban algo rosadas y la canción que siempre cantaba sonaba apagada, cansada. Intento sugerirle que fuera primero a descansar pero ella misma insistió en presentarse con Teka primero y después ir a dormir. La vio con preocupación cuando fue escoltada por un par de guardias imperiales hacia su habitación.
—Maestro, ¿puedo hacerle una pregunta? —lo interrogó Teka llamando su atención y el cenizo se la dió — ¿Todas las mujeres de ese Valle del Hielo son como ella? ¿Así de hermosas que parecen salidas de una pintura?
—Debería importarte más su carácter que su belleza, Teka —bufó el de ojos rojos y luego, agrego —No, Yuki Hirose es la más hermosa de todas las mujeres en ese lugar. También tiene una personalidad que podría ser compatible con la tuya, es tranquila y a veces dispersa, aunque también es bastante observadora.
— ¿Cree que me ayudara gobernar Yuei con justicia, maestro? —quiso saber la pelirroja.
—Tendrás que comprobar eso por tu cuenta —respondió el mago —Todo lo que te diré es que sí deberías darle una oportunidad.
Ya estaba, no haría más que eso. Dependía ahora de Yu si lograba lo que le dijo. Teka había quedado interesada en ella, pero si era solamente una persona bonita, la descartaría de inmediato como su cónyuge. Necesitaba a alguien que se parará dignamente a su lado y le prometería estar siempre en las buenas y en las malas durante su gobierno. No se metería entre ellas. Solo vería como avanzaba todo.
Aki se fue dos semanas a la zona fronteriza para ver cómo estaban las cosas allá y a su familia, en ese tiempo, Katsuki se quedó en el palacio observando la interacción entre Teka y Yu, también la manera en que Fuji aceptaba resignadamente todo y se iba alejando cada vez más de la reina. No le sorprendería que el año siguiente se fuera de Yuei. No tendría razones para quedarse a ver lo que sucedería entre ambas mujeres.
El cenizo paso bastante tiempo verificando la situación del reino y estudiando los casos de "accidentes mágicos". Era increíble lo que podían hacer los huérfanos con magia. Al parecer, el trauma de haber perdido a sus familiares o haber pasado por situaciones extremas hacia que sus poderes se desarrollarán a una edad más temprana de lo habitual y generaban bastante conmocion. Los nobles empezaban a buscar tutores para sus hijos y los habitantes de clase media o baja intentaban contactar con algún mago conocido que pudiera aconsejarlos. La situación se consideraba delicada pero controlada.
Después de eso, cuando Aki volvió, fue al bosque de Yuei a investigar lo que le había preocupado a Teka por unos meses. Consultando con otros magos, le aseguraron que la magia del bosque de Yuei se podía sentir con mayor intensidad por las noches y no tenían dudas de que era maliga, por eso ninguno quería acercarse.
Así que, una noche de luna llena, Katsuki tomo un caballo y completamente solo fue hasta el bosque de Yuei. Ató al animal a las afueras e hizo el resto del camino a pie, sabía que en el centro del bosque había una enorme laguna y que después todo era montañas y árboles muy altos. El lugar le recordaba un poco a las zonas fronterizas, si no fuera porque la energía mágica era más pesada y abundante. Había estudiado que los animales que vivían ahí eran en su mayoría depredadores y que en varias ocasiones las personas del pueblo cercano iban a ese bosque a "arreglar sus asuntos". También era usado de fosa en ocasiones.
Llegado a cierto punto del bosque, el cenizo sintió que le costaba respirar y que su mente le pedía cosas para hacer. Cosas que no estaban bien. Se sentó un segundo en una roca e inhaló profundamente, preguntó en silencio quién estaba detrás de esto y sintió la presión de la magia creciendo. Era la primera vez que obtenía ese tipo de reacciones. Hizo otra pregunta si había alguien ahí con él y el viento se agito.
El interesante evento le llevo a tener una idea. La energía salvaje del bosque quizás podía adaptar una forma si la ayudaba, si la guiaba correctamente. Podría ser algo como Shigaraki pero tenía el presentimiento de que tendría un espíritu más tranquilo. Así que, tomó aire y junto sus manos, busco toda la magia a su alrededor y la hizo una esfera, la contuvo hasta que sintió que el aire le faltaba y, después, la soltó. Al abrir los ojos, había una mujer bajo la luz de la luna, parecía hecha de neblina, ojos esmeralda brillantes y cabello verde como el pasto.
Katsuki estaba asombrado por lo que había creado, ya que no uso su magia más que para que la otra tomara forma. Fue como sostener un tornado entre sus manos y pese a que la experiencia resultó gratificante, también le dejo un poco sobresaltado. Tenía la respiración agitada y las piernas adormecidas en la roca, se quedó quieto observando a la magia, con forma de mujer, moviéndose por el bosque.
—Que hermoso. Puedo verlo. Lo siento. Mi bosque. Los animales. Las emociones. Hermoso. Que hermoso.
La mujer movía la boca pero lo que traía su voz era el viento y la observó bailando entre los árboles, tocando las flores y moviéndose sobre las rocas. Parecía estar feliz. Muy feliz. Su magia seguía ejerciendo presión que si no fuera por su propia fuerza hubiera terminando acabando con él. Estaba tranquilo viéndola, pero sabía que no podría ser por mucho tiempo.
—Hey...¿me podrías escuchar un momento?
Katsuki estaba alerta, en caso de que aquella magia no se tomará bien su dominancia. No quería controlarla, siempre sería mejor darle una opción o llegar a un acuerdo de ser necesario. Sin embargo, la mujer le vio con sus ojos esmeralda brillantes y fue hasta él, imitó su posición en el suelo y se quedó quieta, viéndole fijamente. Parecía esperar a que siguiera hablando. Como haría un hijo delante de su padre. Inocente y receptivo a lo que le dijera.
—Me llamo Katsuki Bakugou. Te he ayudado a tener esta forma, ¿lo sabes?
Ella asintió. Sonrió. El viento lo envolvió como si lo abrazará y después se alejó. Fue una sensación un poco aterradora pero el cenizo lo ignoro y continúo.
—Ahora que estás más estable —no sabía si ese era un término correcto pero sentía el aura caótica del bosque centrada en la mujer y no en el resto del lugar — ¿Crees poder hacerme un favor?
—Sí.
La respuesta fue automática.
— ¿Me prometes no atacar al reino que hay cerca tuyo?
Katsuki sabía que pedirle que se fuera del bosque no era una posibilidad. Esa magia nació ahí y viviría ahí eternamente. Entonces, lo más lógico era pedirle que no se mostrará hostil con los habitantes de Yuei.
—No lo haré. Pero el que entre al bosque deberá aceptar sus consecuencias. Es mi territorio. Los humanos no pueden mancharlo. Es mío.
El cenizo asintió, ese bosque era hábitat de criaturas mágicas peligrosas y el pueblo más cercano seguía estando a unos cuantos kilómetros de distancia. Le diría a Teka que hiciera las advertencias correspondientes a la población y eso sería todo. Hasta ahí llegaría su papel.
—Haré lo posible porque no te molesten —prometió y la mujer asintió — ¿Hay algún nombre por el que te gustaría ser conocida?
La mujer frunció el ceño, después se movió de aquí a allá y un pequeño conejito se apareció para subirse a su regazo. Se quedó callada como si no tuviera ninguna idea al respecto y el cenizo le dió la única sugerencia que se le ocurrió.
— ¿Qué te parece "Mori"? Significa "bosque" —propuso y la mujer asintió y sonrió satisfecha —Bien, serás Mori y, cada tanto, un Bakugou vendrá a verte. Para asegurarse de que todo esté bien.
— ¿No vendrás tú? —le cuestiono el sonido del viento en los oídos.
—Soy una persona ocupada.
Mori se quedó pensativa un segundo, después alzó la cabeza y abrazó al conejito entre sus brazos, mientras miraba hacia la luna y las estrellas.
—No puedes avanzar. El tiempo se detuvo para ti, ¿por qué sigues aquí? Serás infeliz. Deberías volver a la tierra, pero no lo harás y eso está mal, Katsuki.
No sonaba como una especie de regaño. A Katsuki le recordó a la forma en que Yu decía palabras al azar a las cuales no podía encontrarle ningún sentido o significado. Quizás Mori estaba señalando que el tiempo en su cuerpo no avanzo como debería ser, no envejeció y eso para ella era antinatural. Por lo tanto, eligió no decir nada y solo escuchar sobre otras cosas de la cuales ella parloteaba, sin importarle si le prestaba atención o no.
Se fue del bosque al amanecer, con la certeza de que Mori no le haría daño a nadie. A no ser que alguien se lo buscará.
—Es de Kana.
El cenizo parpadeo cuando Aki le dejo una carta sobre su escritorio, tenía una felicidad en sus ojos azules que jamás le había visto y parecía a punto de saltar, como un niño. No supo qué expresión puso él cuando agarro la carta, al momento de leerla y enterarse de que su prima estaba en medio del desierto al otro lado del océano y solicitaba la ayuda de Teka para investigar un extraño descubrimiento. Quiere creer que sonrió, pero no estaba seguro, la Kana de la carta parecía ser muy distinta a la prima que él conoció y tuvo que pensar que la última vez que se vieron fue hace casi diez años.
Debía tener treinta o estar por cumplirlos. Ese año, el cumpleaños de Aki y Mei no supo cuando fue. Y ellos no se lo dijeron. Inconscientemente, quería olvidar cuántos años tenían ellos y cuántos aparentaba él.
Cuántos años podrían llegar a vivir ellos y cuánto pasaría él solo.
Katsuki termino de leer la carta, la dejo sobre el escritorio y observó la sonrisa del azabache.
— ¿No te parece una buena oportunidad para volver a verla? —le preguntó —Mei le ha contando de ti, pero Kana se ha negado a venir otra vez a Yuei. Incluso me sorprendió que llegara esta carta de ella pidiendo ayuda.
—Solicita magos educados y sabe que eso solo existe en Yuei —respondió en cierto tono defensivo —No estoy seguro si sea buena idea. Habla de un viaje muy largo.
—Le he preguntado a Fuji si no le molestaría llevarte y ha dicho que sí —dijo el azabache —Me comento que pensaba pasar una temporada lejos.
Considerando que Teka había tomado a Yuki Hirose, la Princesa del Invierno del Valle del Hielo, oficialmente como su esposa y pensaban casarse el siguiente año, a el mago no le tomaba desprevenido que el dragón se fuera de Yuei. Fuji nunca le contó a la reina de sus sentimientos y la pelirroja jamás los percibió. Si quería irse conservando su amistad con ella y deseándole la felicidad al lado de Yu, el cenizo solo podía quedarse callado al respecto y aceptar su ofrecimiento. Después de todo, las cosas que comento Kana en su carta le llamaron la atención. Y volver a verla podría ser algo bueno.
El viaje con Fuji fue bastante corto y Katsuki se pasó parte de ese tiempo molestando al dragón por sus largos bigotes. Era divertido poder pelear contra la enorme criatura, ya que podía usar su magia sin límites y tenía un adversario que valía la pena. Le ganó varias batallas y para el final de ellas, el dragón le dijo que en unos años, cuando fuera más poderoso, tendrían su revancha. El cenizo acepto de buen agrado y se despidió del dragón.
Fuji lo había dejado cerca del lugar que Kana llamo el Reino de los Espejos. No sabía bien a qué se debía el nombre, su prima dijo que explicaría la mayoría de la historia en en persona a los magos que fueran a ayudarla. De momento el mago había llegado a lo que parecía ser un pequeño pueblo en medio de toda la arena, con árboles enormes, pequeñas lagunas y enormes formaciones de color negro que no eran piedras. Las piedras de montaña no brillaban de esa forma. La mejor manera que tenía para describirlo era que parecían ser del mismo material que las piedras mágicas de la Tierra de los Elfos. Brillaban por su cuenta y emanaban magia.
El cenizo estaba caminando por las calles cuando noto que en aquel pueblo todas esas personas eran idénticas en el color de pelo y ojos, la piel y el aura mágica. Todos parecían haber sido calcados a partir de uno solo y se movían en sincronía. Los gestos casi idénticos que se hacían entre ellos eran tan espeluznantes como interesantes. Estaba por hacer un par de hechizos para comprobar a qué se debía cuando noto que una mujer caminaba hacia él, de cabello castaño corto y ojos verdes, usando una tela blanca en su cabeza para cubrirla del sol y el resto de la ropa de tono gris, holgada y cómoda.
No la reconoció. Cuando ella le miro con la boca abierta, cuando sus ojos verdes se pusieron llorosos, cuando se acercó hasta él y titubeó. No supo quién era hasta que vio a Mei en ella. La misma nariz y mandíbula.
Se trataba de Kana.
—Katsuki...ha pasado tanto tiempo, ¿cómo es que estás aquí? —preguntó la castaña con un nudo en la garganta —Ay, caray. Perdón. Estoy feliz de verte. Pero un poco conmocionada, no me lo esperaba.
—Vine debido a la carta y que Aki me dijo que sería bueno el verte de vuelta —dijo el cenizo intentando de mantener un tono de voz tranquilo —Tendrías que decirme qué haces tú aquí. Mei me contó que dejaste el clan después de lo de Yue.
—Sí, supongo que debería empezar hablándote acerca de eso. Es posible que Mei te diera una explicación, pero es más sencillo explicar porqué estoy aquí si te digo la historia completa desde el inicio —se dió la vuelta y empezó a caminar —Ven conmigo. Mi casa no queda lejos de aquí.
Katsuki la siguió, los pasos de Kana eran notoriamente más lentos que antes, sus brazos ya no parecían ser tan fuerte como cuando usaba un arco o una espada. Su aura mágica se había vuelto un poco más fuerte, más resistente, pero todo lo demás se veía desgastado y teñido por la edad. Y parecía menos animada, no sabía cómo pero podía sentirlo. Ella siempre fue el tipo de persona que alzaba la voz, sentimental, emocional. Ahora no creía que fuera capaz de gritarle como antes o reírse a carcajadas como cuando estaba con su hermana menor.
Eso le puso triste.
El camino hasta la casa no fue largo, las personas de ese reino saludaban a su prima en su dialecto y lo miraban a él con discreción, algunos arrugaban la nariz al verlo y se le quedan viendo, hasta que la castaña les decía algo y dejaban de hacerlo. Para cuándo llegaron a la casa, noto que las paredes eran de color blanco y que las ventanas eran simples huecos en ellas, el interior era un poco más frío. El piso de color negro le dió la bienvenida, con alfombras por doquier y un hombre parado en lo que parecía ser la cocina le dió la misma mirada que los demás, aunque con algo más de discreción y cautela.
—Teru, tenemos visita —anunció su prima como si el hombre no hubiera notado la presencia de un desconocido en su casa —No seas maleducado y saluda. Ya sabes bien el idioma de Yuei.
El hombre tenía el cabello largo negro, le rozaba la cintura y los ojos negros, igual que los demás. La piel blanca, una altura promedio para entrar en una casa que parecía ser tan pequeña y un aura mágica un poco más poderosa que la de los demás, más atrayente. Se acercó hasta el cenizo, puso una mano sobre su pecho a la altura de su corazón y se inclinó delante suyo.
—Me llamo Teru Mishika, encantado de conocerte.
Katsuki pudo escuchar el leve acento. Sonaba un poco extraño y el mismo hombre debió darse cuenta de eso por como se tapó la boca, avergonzado y Kana le dió una palmada en la espalda, murmuró una felicitación y eso pareció relajarlo.
—Soy Katsuki Bakugou, líder del clan Bakugou, encantando de conocerte —correspondió el saludo y el hombre le dió un asentimiento en respuesta.
—Teru, necesito hablar con mi primo a solas por un rato —le dijo la castaña al hombre —Ve por ahí a ayudar a los demás. He escuchado que la señora Iyu necesita ayuda con lo de su parto.
Teru acepto las indicaciones y se marchó. Kana hizo que Katsuki se sentara en los cojines del suelo cerca de una mesa y le sirvió un poco de té frío que el cenizo acepto, ya que el calor del desierto empezaba a afectarle. Después, se quedaron en silencio unos segundos, hasta que la castaña soltó todo el aire que debía tener en sus pulmones y lo miraba a los ojos, tenía una expresión que nunca antes le había visto, entre dolida y feliz.
—Antes de empezar, necesito que sepas algo, Katsuki —tomó aire profundamente y luego, lo soltó —Yo te amaba. Desde hace mucho tiempo, quizás desde que éramos niños, te amaba.
Katsuki apretó la taza con las manos sin saber qué responder, su corazón se hundió y todo lo que pudo preguntarse fue, ¿por qué ella lo amaría con todo lo que había hecho mal? Nunca tuvo esa duda con Yuki, porque cuando estaba con él no pensaba en sus defectos, el albino los enterraba bajo la nieve y le hacía pensar que, dentro de todo, era perfecto. Pero Kana no era Yuki. Y jamás podría volver a ver a el Señor del Invierno para sentirse de aquella manera. Así que solo pudo quedarse en silencio, algo que la castaña no tomo mal, si no que lo dejo pensar y continúo con los demás.
—Pero siempre supe que no podría estar contigo. Te has esforzado mucho en ser alguien fuerte y te admiro por eso y a la vez fue eso lo que me rompió el corazón. Cuando el tío Hisui murió, quería ser tu apoyo, pero te mantuviste encerrado en ti mismo y no me dejaste pasar —bajo la mirada la castaña —Las veces que te sentiste culpable porque el Señor Feudal Todoroki mandó a asesinar al alcalde y a su esposa que nos ayudaron para entrar a la capital y al castillo, te dije cientos de veces que no fue tu culpa, pero nunca me creíste y toda tu atención fue a Teka-chan. Lo que te hizo el anciano Ren...ni siquiera dejaste que el tío Ame o el tío Jyu te consolaran, no dejaste que Aki fuera a golpear a los ancianos, no nos permitiste a ninguno llegar a tu corazón. Y lo de Yue, cuando tuviste que matarla, sentí que finalmente estaba todo perdido entre nosotros. Todo se acabó. Ya no volvería a ser como antes. Quizás...desde que Yue se fue, nosotros...ya sabíamos que cada uno tenía su lugar y que tú te habías puesto en uno donde te ocupabas de protegernos y no nos dejabas hacer lo mismo por ti.
Kana sollozo. Y el cenizo sintió su corazón todavía más hundido, como si estuviera encogiéndose dentro suyo a medida que ella hablaba. Porque tenía razón en cada una de sus palabras. Él eligió, desde que tuvo que matar a su padre, cual era su papel en el mundo.
Un papel que seguía las reglas del clan, la única que él comprendía perfectamente. "El fuerte proteje al débil".
—Te fuiste y me desesperé por buscarte. Mei tenía a Aki, lo sabía, él era a quien ella le daría prioridad en esa situación. Así que, me tome la tarea de buscarte por meses en el bosque, de intentar rastrear tu magia y siete meses después, un mes antes de que volvieras, me di cuenta que era inútil lo que estaba haciendo. Si volvías, sería otra vez con un enorme muro que no podría pasar, no hablarías de Yue ni de lo que hicieron los ancianos. Ibas a fingir que todo estaba bien y yo no podía verte hacer eso, ¿cómo podría tolerar ver al hombre al que amo, al que todos han insultado y lastimado, yendo como si no pasará nada a resolver todos nuestros problemas? —bufo al final y se limpio las lágrimas del rostro —Llegué a pensar que era mejor si no regresabas, si te quedabas en un sitio donde te tuvieran cuidado y protegido. Pero eso no sucedió. Volviste y te hicieron hacer otra vez cosas que debieron doler y mucho.
—Fue por el bien de la paz —murmuró el cenizo, aunque a él mismo le sonó a un patético pretexto para ocultar que sí le dolió haber tenido que aniquilar a la Tribu del Yelpe y a los Nikka, a parte del ejército imperial. Aún si fue para proteger a Yuei y a su clan.
—Supongo que no puedo discutir eso. No estaba en Yuei y ni sé que tan mala era su situación. Le he pedido a Mei que solo me cuente de mi sobrino y de lo que hace en las zonas fronterizas. No me interesa nada más —respondió la femenina —En fin, cuando deje el clan y Yuei, decidí viajar. Con el tío Hisui pasamos por todo el sur, el este y el oeste hasta Yuei, conocimos el océano y muchas cosas más. Pensé en que podría hacer lo mismo. Quizás eso me ayudaría a sanar mi corazón roto. El norte era muy frío y había escuchado de que se podía encontrar tierra al otro lado del océano. Tome un pequeño barco, provisiones y me fui. No sabía bien qué esperaba encontrarme. Quería tiempo a solas para reflexionar sobre mi vida y qué podría hacer de ahora en adelante. No deseó tener una familia, no todavía, pero tampoco quiero estar sola. Y en mi viaje, entre toda la arena y los malditos escorpiones, encontré este lugar.
Kana se paró un momento y se dirigió hasta una estantería pegada a la pared, saco un cuaderno y se lo paso a Katsuki. Le pidió que todavía no lo abriera y siguió hablando.
—Si has visto las piedras negras de camino aquí, podrás notar que estaban dotadas de magia y que son peculiares. Atrayentes —definió la castaña —Pues, la primera vez que ví una, coloque mi mano en ella y la superficie se vio reflejada como si fuera un espejo. Me ví ahí, sonreí y pensé que me sentía muy sola, que quería compañía y hablar con alguien. Extrañaba muchísimo a Mei y me sentía mal por no haber estado durante el nacimiento de Tsuki. Me distraje por esa tristeza y la piedra me absorbió. En un inicio, me descontrole, me asusté y me hice hacia atrás para escapar y lo logré. Pero algo me tenía agarrada del tobillo. Abre el libro.
El cenizo lo hizo, la primera página del libro tenía un boceto de Teru, de cuerpo entero, con una expresión sería y sin ropa. Kana le pasó la página, aparecían una mujer y una niña. Después un hombre. Luego otra mujer. Y así sucesivamente. El cuaderno tenía trescientas páginas. Su prima le contó que le queda otro con doscientos dibujos más. Pero lo que importaba era que ahí estaban representados todos los habitantes del Reino de los Espejos, que habían estado encerrados en esos Cristales de Ébano —así los llamo la castaña— por quién sabe cuánto tiempo y al salir no les quedó otra alternativa que adoptar las formas que Kana dibujo en esos cuadernos. Según ellos, tenían otra apariencia antes, pero no podían recordar cuál era exactamente.
—Teru era el único que recordaba su nombre y parte de quién era. Al parecer, hace mucho tiempo, aquí había un reino llamado el Diamante. Gobernado por un emperador enfermo que creía en los demonios y que pensaba que si hacia un enorme sacrificio, podría ser libre de su enfermedad y vivir una vida eterna —le contó su prima —Teru era un príncipe. Siguiendo las órdenes del emperador, su padre, ordenó a los guerreros que llevaran a toda la población lo más cerca que pudieran de los Cristales de Ébano una noche, para que el emperador llevará a cabo su sacrificio. Ocurrió una conmocion y lo último que recuerda es estar atrapado junto con todos los demás. No sabe cómo pero, cuando me vio en el reflejo del cristal, pensó que podría aferrarse a mí para salir y tuvo razón.
Katsuki asintió lentamente, recordando que Yoichi había mencionado que pertenecía al Diamante. Con lo que Kana acababa de contarle, se confirmaba que le dijo la verdad a Teka acerca de quién era y su origen. También explicaba porque no podía recordarlo con claridad al principio. Tanta energía mágica vital reunida por un tiempo indeterminado haría imposible que las memorias de los individuos se mantuvieran estables. Además, era más cruel de lo que él hizo con el Muro del Dragón. La energía mágica de los Yelpe y los Nikka les fue drenada y contenida en los muros, pero él se aseguro de que parte de sus "núcleos" —pequeñas semillas que contenían sus memorias— no fuera afectada. No tenían recuerdos ni conciencia dentro de los muros, eran pura energía y nada más.
Ser encerrado concientemente en un lugar eternamente con cientos de personas más, sin ser capaz de salir o pedir ayuda, debía llevar a la locura. Podría ser una bendición que tuvieran amnesia al dejar esos Cristales de Ébano.
— ¿Qué hay del emperador? —pregunto el cenizo — ¿No estaba también atrapado con ellos?
—Teru cree que no y los demás tampoco pudieron sentir su presencia —se encogió de hombros la castaña —En mi opinión, pago el precio de su codicia con su vida y perjudicó a todas estas personas. Me quedé para ayudarlos, aunque me llaman su Mago Salvador. Al parecer no se usan traducciones de género cuando se dan esa clase de títulos. No que me moleste. Solo me quedé para ver en qué podría serles útil y me terminó gustando el desierto.
—Te vez feliz —señalo el de ojos rojos.
—Lo soy. Teru es un buen gobernante y hasta ahora, todos han estado bien. A veces algunos tienen pesadillas, así que les ayudo con ellas con el mismo hechizo que te puse a ti —sonrió la castaña —Tambien vigilo que los recientes embarazos lleguen a termino. Las mujeres han tenido muchos abortos. La energía mágica de sus cuerpos no se trasmite adecuadamente a sus bebés y no logran soportarlo. Pero hemos tenido ocho embarazos que, hasta ahora, van bien. Ya quiero ver el primer alumbramiento.
El cenizo asintió y la castaña le contó que la razón tras la que pidió magos que fueran a ayudarla era para investigar el evento y de qué maneras podría afectar a la población a largo plazo. Le preocupaban ciertos aspectos, como que la mayoría —por no decir la totalidad— de las personas en el Reino de los Espejos poseían magia y eran capaces de jugar con el "alma". Al parecer, algunos recordaban algo de historia propia y se la pudieron explicar, acerca de cómo para ellos el alma era muy valiosa, fuente de magia y de sentimientos. Les faltaban partes, pero Kana había hecho notas y las guardaba con diligencia para que pudieran seguir con su cultura. Además de eso, debido a la cantidad de personas que eran y la escasez de casas, ella vivía con Teru para no tener que construir más. En el día los hombres sufrían mucho bajo el sol y todavía había un par que estaban con ciertos días de debilidad.
—Teru se encarga de mandar debido a que lo llaman un "Sagrado". Una persona con el alma pura y brillante. Creen que por eso fue capas de salir de los cristales cuando yo los toque —explicó la de ojos verdes —Pero también hay otros con las mismas vibras mágicas que Teru y son bastante increíbles. Su magia me recuerda un poco a las sirenas y las hadas, te atrae y te mantiene hipnotizado.
— ¿No crees que sean peligrosos? —cuestiono el cenizo.
—Son un reino muy aislado y creo que todos quedaron muy afectados por los Cristales de Ébano como para salir de aquí, incluso a las futuras generaciones podría costarles abandonar el desierto —respondió muy segura la castaña —No le harían daño a nadie. Me preocupa más que alguien venga a hacerle daño a ellos. El terreno es bastante abierto, no hay fortalezas y no tienen un ejército, ni guerreros en buenas condiciones. He pensando en crear objetos que solamente ellos puedan usar para protegerse. No es sencillo, pero siempre me han gustado los desafíos.
—Se te dan bien —concordó el cenizo y después, un poco inseguro, preguntó — ¿En verdad no piensas volver a Yuei, Kana?
Tal vez era egoísta pedirle eso. Su prima había encontrado un lugar que parecía considerar suyo, con personas a las que eligió voluntariamente ayudar y no podía quitarle eso y devolverla a sitio donde sentía que no le quedaba nada. Pero, igualmente, no puedo evitar desear eso.
—No lo veo como un posibilidad. Pero nunca se sabe lo que nos traerá el futuro —se puso de pie y fue hasta el pasillo que daba con una puerta, puedo escucharla cerrarla y después la castaña volvió con unas cuantas frazadas —No puedes dejar el Reino de los Espejos sin haber escuchado esto, Katsuki. Ten, ten, son de Teru pero te deben quedar bien. La noche es demasiado fría en el desierto.
El cenizo tomó las gruesas frazadas de color verde oscuro y se las puso sobre los hombros, tenían un par de cordones gruesos colgado de las puntas y la castaña le indico que eran para que las atara sobre sí mismo, así no se caería con el viento. Al salir de la casa percibió que había más gente afuera que durante la tarde, unos cuantos hombres llevaban lo que parecían ser piedras de un lado para el otro y las mujeres sacaron ollas para comer afuera. Se veían alegres y conversaban entre ellos mientras los veían pasar.
Katsuki no pregunto en ningún momento hacia donde Kana lo llevaba, salieron del pueblo y se encaminaron hasta las dunas del desierto, la noche le podría congelar los huesos a diferencia del día donde había sentido que se derretía. El viento soplaba fuertemente y entendió que debía cubrir su cabeza como su prima con la tela para evitar la arena a los ojos. Recorrieron un largo trayecto hasta que ella se detuvo y volteo a verlo, llevo una mano hasta su boca y le indico que hiciera silencio.
Entonces, lo escucho. Un coro de voces cantando en medio de la nada, de hombres y mujeres, en tonos suave y con distintas emociones. Se sintió triste y enojado, feliz y deprimido. Kana le brindo una sonrisa comprensiva y paso a explicarle el fenómeno musical.
—Algunos tienen esta magia particular. Escuchar sus canciones de cerca puede ser...trágico —comentó en un susurro y con eso el cenizo pudo saber que ya había tenido una experiencia así —Pero necesitan descargarse para que no les sea perjudicial. Probamos con que vinieran al desierto y ha funcionado de maravilla. Y es hermoso, ¿no lo crees?
—Te hace sentir jodidamente mal, Kana, ¿de qué mierda me estás hablando?
Kana se rió, se dió la vuelta, con las manos detrás de la espalda y la cabeza levantada para mirar hacia la luna, murmuró.
—A veces necesitamos sentirnos así. Vale la pena. Te ayuda a sanar, Katsuki —le aseguro sin mirarlo — ¿Sabes qué hice después de escuchar estás canciones por primera vez? Pensé una y otra vez en mi mayor deseo, lo que más anhelaba lograr en la vida y eso era estar a tu lado y ayudarte, amarte y que tú me amarás. Eso ha cambiado, por supuesto, pero hay algo que no lo hizo.
Katsuki se quedó quieto en su sitio, contemplando la luz de la luna brillando sobre la castaña y cuando ella se giro a verlo, cuando le sonrió, puedo ver claramente las arrugas a los costados de sus ojos, en los bordes de su boca.
Kana era mayor que Aki y Mei. Y al igual que ellos, moriría, tal vez primero.
¿Qué había de él entonces? ¿Qué hacia en un cuerpo que jamás había envejecido? ¿Qué sucedía...si no era capaz de morir e irse con ellos?
Se quedaría solo. Estaría solo. No quería estar solo.
—Mi más grande deseo es verte feliz.
Estaba tan hundido en su propia desesperación que la última cosa de valor que Kana le dijo se perdió por completo de su memoria cuando volvió a Yuei.
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