Capitulo 64
Katsuki dejo a Teka dónde estuvieron antes, en el pasillo y sin decirle nada más se alejó de ella. Quería hablar con Aki y preguntarle que tan malo era todo, cuando de la nada alguien lo agarro del brazo y lo arrojó contra una pared con bastante fuerza. Si no fuera porque estaba alerta, se hubiera golpeado de una manera casi fatal. Pero usando su magia disminuyó la velocidad y quedó de pie en el pasillo, viendo con una ceja alzada a su atacante.
Sin embargo, no llego a verlo bien ya que se lanzó al ataque una vez más y tuvo que esquivarlo.
— ¡No, Fuji! —escuchó que gritaba la reina — ¡No te atrevas a lastimarlo!
El atacante se detuvo y el cenizo tuvo tiempo de poder verlo con claridad. Parecía ser un muchacho de la edad de Teka, con el cabello rubio casi dorado que le llegaba a los hombros y ojos negros como el carbón, era tan alto que tuvo que estirar el cuello para verle bien en rostro, tenía rasgos andrógenos aunque se trataba con claridad de un hombre, labios rellenos y una nariz pequeña. El aura mágica que lo rodeaba hizo que el mago alzará una ceja con curiosidad y al ver que la reina corría hacia quien lo atacó y le golpeaba la cabeza sin reparos, una sola pregunta llegó a su cabeza y se formuló en sus labios.
— ¿Cuando mierda te conseguiste un dragón guardaespaldas, Teka?
—Uno esperaría que después de tanto tiempo lo primero que hicieras sería saludar y preguntar qué tal va todo. No que directamente te pusieras en acción sin ni siquiera preguntar antes por otras opciones —sermoneó Aki —Estoy tan feliz y enojado que no sé si debo abrazarte o golpearte, Katsuki.
—No quiero un jodido abrazo y si te atreves a golpearme, te lo devolveré con el doble de fuerza —gruño el cenizo —Ya tendremos tiempo para ponernos al día. Quiero acabar con los Nikka y los Yelpe antes.
—Lo dice como si sonará tan sencillo cuando a Teka le ha costado sangre y lágrimas mantener la guerra en pie.
Katsuki miro de reojo a Fuji que estaba sentado delante suyo en la mesa, a un lado de Teka —que se cambió el vestido por un pantalón simple y una camisola oscura— que le daba miradas de advertencia para que mantuviera sus modales. Al parecer, Fuji había sido atacado por los Yelpe, que según les contó tenían parte de sangre de la sirenas y podían con su canto dominar a la mayoría de las criaturas mágicas, pero antes que dejarse dominar el dragón prefirió arriesgarse y aterrizar en Yuei lejos de los cantantes de los Yelpe, que necesitaban cierta cercanía para que los escucharán.
El aterrizaje de Fuji fue en medio del palacio, quedando herido debido a que derribo una enorme cornisa y se llevó puesta una parte puntiaguda de la torre este. El ejército imperial pudo haberlo matado con facilidad pero Teka eligió tratar sus heridas y cuidarlo, pensó que el que un dragón arruinara su castillo se relacionaba con el karma por haber tenido encerrada a una por quien sabe cuánto tiempo en el Templo del Fuego. Se hizo responsable de Fuji y él, atraído por el carácter de la reina, decidió quedarse en el palacio y colaborar en la guerra.
Pocas personas sabían que Fuji era un dragón de cuerpo alargado de escamas doradas y plateadas, con dos bigotes distintivos a los lados de su cara. Teka le pidió que conservará su forma humana y que fuera a investigar en secreto a los Nikka cuando era necesario, también llevaba de vez en cuando provisiones a los campamentos. Para la mayoría se trataba del Asesor de Guerra de confianza de la reina. Crearía pánico que un dragón estuviera del lado de una jovencita, que todavía era considerada voluble y temperamental.
Pero por mucha ayuda que le hubiera dado Fuji a Teka, a Katsuki le importaba poco y nada.
—Para mí es sencillo porque soy poderoso, lagartija gigante.
— ¿Lar...? —se ahogó el dragón y miro enojado al cenizo — ¡¿Cómo se atreve un humano a llamarme así?!
Fuji se había levantado enojado, posiblemente buscando golpearlo y Teka ni llego a detenerlo cuando el dragón volvió a sentarse, con una expresión de confusión en su rostro e intentando moverse pero todo lo que conseguía era removerse en el sillón. El cenizo bebió tranquilamente su té y Aki sonrió un poco.
—Realmente no cambias, Katsuki —dijo el azabache —Tu magia se ha vuelto más fuerte.
—Es debido a el tiempo que pase en la Tierra de los Elfos. Aprendí cosas y a cómo usar mejor la magia —contó el de ojos rojos y viendo hacia el dragón, agrego —Si quieres que te deje, debes comportarte lagartija.
— ¿No puedes dejar de llamarlo lagartija, por favor? —pidió la reina cansada —Fuji tiene su temperamento cuando se trata de mí pero, por lo general, es tranquilo y hasta amable.
—Los dragones no son amables, Teka. A no ser que estén con sus personas preciadas o manada —levantó el hechizo de malhumor y miro seriamente el dragón —Hablando de eso, aparte de la supuesta gratitud, ¿tienes otra razón para quedarte en Yuei, Fuji?
Fuji gruño al ser liberado pero se quedó quieto en el sillón, con una pierna cruzada sobre la otra y respondió con arrogancia.
—No, Teka es una humana cualquiera, pero interesante —miró de reojo a la pelirroja que parecía molesta por como se refirió a ella y se corrigió automáticamente —Es una humana interesante en un reino a punto de colapsar. Me quedaré con ella hasta que me aburra.
Katsuki asintió sin creerle del todo al dragón y después, miro hacia Aki, el cuál con una sola mirada le indico que Fuji tenía sentimientos por Teka. Eso explicaba la reacción que tuvo en su contra por llevarse a la reina a quien sabe dónde. Los dragones eran sobreprotectores y celosos. No obstante, él no tenía motivos para meterse en su relación, siempre y cuando Fuji no le hiciera daño a Teka ni le exigiera que correspondiera sus sentimientos.
—De acuerdo, entonces, ¿quieres ayudar a Teka? —le preguntó y un poco desconfiado, el dragón asintió —Bien, me servirás para hacer mi hechizo.
— ¿Y qué tendría que hacer? —interrogó el dragón.
—Nada muy complicado. Debes volar alrededor del reino y delimitar nuestras tierras. No te vayas muy al norte ni te acerques a las playas —indicó el cenizo —Abarcas toda esa área y después yo sabré qué hacer.
Fuji lo pensó unos segundos, no parecía una tarea muy complicada, así que acepto. Cuando Teka preguntó en qué momento tendría que transformarse para sobrevolar Yuei, el cenizo explico que debía ser una hora antes de que iniciará el hechizo. Eso le daba tiempo al dragón de caminar hasta una zona aislada —algo muy sencillo con la escasa población— para después emprender vuelo.
— ¿Qué tan complicado es el hechizo que vas a hacer, Katsuki? —quiso saber el azabache — ¿Requiere de mucha energía mágica? ¿Es algo que te pondrá en peligro?
—No, porque pienso usar la energía de los Nikka y los Yelpe para llevarlo a cabo —respondió el mago sin titubear —Usaré sus vidas para crear una barrera mágica y sus terrenos para hacer muros.
Los Lobos Negros eran criaturas mágicas que se alimentaban de la vida, de la energía mágica que había dentro del cuerpo, necesitaban de esa energía para vivir. La única forma de ahuyentarlos era usando esa energía en su contra, encerrarla lejos de ellos y prohibirles el ingreso a la restante. Usaría las vidas de los Yelpe y los Nikka —y de los que quedarán de Yuei en esos territorios— para poner la protección mágica y reforzaría con muros de tierra. Tendría que sacrificar a ambos, a la tribu y al pequeño reino. Necesitaba todas esas vidas para que los Lobos Negros no volverían a atacar y para que los Nikka y los Yelpe no pudieran volver a hacerle daño a Yuei.
Katsuki podía sentir sus manos temblando levemente al pensar en eso, los enemigos...no dejaban de ser personas, hombres, mujeres, niños. Todos con derecho a una vida. Con derecho a tener paz y amor. Con derecho de abrazar a sus familias, de sonreír a los días y a llorar durante las noches.
Ojalá todo se pudiera resolver de una forma pacífica. Pero eso ya no pasaría. Jamás pasaría. Tenía que terminar todo. Debía ser despiadado.
Debía dejar de ser humano.
—La guerra se terminará —dejo de temblar y sentenció con seriedad —No dejaré a nadie vivo.
Por un momento, respirar se sintió difícil, sus ojos se nublaron y tuvo ganas de gritar. Se calmo, respiro hondo y pudo sentir a alguien frotando su espalda, al girar la cabeza noto que era Aki. Y ahora que se fijaba bien, su primo tenía los ojos de un azul más intenso, como si fuera el color del mar. La piel un poco bronceaba y el cabello azabache más corto, parecía un adulto, uno joven pero maduro y serio.
Le recordó un poco a su tío Hisui. Y eso alivio un poco el pánico que sentía. Solo un poco.
—A Katsuki le vendría bien descansar —se puso de pie el azabache, agarrando el brazo del cenizo para que hiciera lo mismo y mirando hacia los otros dos que quedaron sentados —Teka, manda a Fuji a buscar a aquellos que nos quieres perder. Si es que los consideras de confianza como para conocer a el dragón.
—Agradezco el consejo, Aki-san —respondió la reina —Lo pensaré.
—Hazlo rápido —sugirió el azabache —El día casi se acaba y en la madrugada, ya no quedará nadie. Yuei será el único reino en miles y miles de kilómetros.
La voz de Aki sonaba diferente, más rasposa y grave, profunda y con cierta autoridad. Katsuki apenas podía asociar ese tono de voz con el pequeño niño de ojos azules que esperaba en las afueras de su tienda y que dormía con él para no tener pesadillas. El niño que lloraba algunas noches por la perdida de su hermano mayor. Parecía tan diferente y le descolocó un poco, pero cuando lo dejo llevarlo hasta una habitación, cuando lo hizo acostarse en una cama cómoda y se puso a encender una chimenea para que el lugar entrara a calor, vio a ese mismo niño delante suyo.
A el niño que sin hablar demostraba su preocupación por él.
—No te voy a abrumar con preguntas ni a entrometerme con lo que quieres hacer por Yuei, Katsuki —dijo el azabache —Solo quiero saber si estás bien. Y te ruego, encarecidamente, que me digas la verdad.
— ¿Qué pasa si no lo hago? —se echo hacia atrás en la cama y se dió la vuelta para no ver a el azabache.
—Mis propios pensamientos se encargarán de torturarme.
Katsuki sintió a Aki acostándose a su lado, manteniendo la distancia y respetando su silencio, pensó que se quedaría así toda la noche, pero antes de que se diera cuenta su propia boca se abrió para hablarle.
— ¿Cómo estuviste después de...lo que te hizo Yue? —preguntó en un murmullo.
—Inconsciente por dos días. Me desperté con Mei a mi lado, con los ojos rojos y el cabello hecho un desastre. Era increíble que pudiera seguir llorando cuando me vio despierto —contó el azabache que se notaba que le causaba algo de gracia el recuerdo —Quedé con algunas marcas en el cuello por unas semanas más y después fue como si nada hubiera sucedido.
— ¿Y qué pasó después de eso? —cuestiono otra vez —Vi a Mei, así que sé lo que pasó entre ustedes. Ah, felicidades por el bebé.
Hubo una pequeña risa y el cenizo escucho a Aki moviéndose, poniéndose de lado como él. Podía sentir su respiración cerca. Como cuando eran niños que dormían juntos, uno esperando no tener pesadillas y el otro tan agotado que ni podía tenerlas.
—Estamos viviendo juntos ahora, como pareja. No sé si eso también te lo dijo —se rió levemente y después volvió con el tema principal —Kana y Mei se encargaron de casi todo en el clan, no tuve que hacer nada más que encargarme de alguna documentación. E hicimos un funeral para Yue. Los demás...solo los enterramos. Puede que Yue hubiera sido quien los asesino pero esas personas eran escoria, todos ellos, no merecían ni siquiera que Mei los enterrará en la tierra con su magia.
Luego de eso hubo otro momento de silencio, dónde solo se escuchaba el fuego en la chimenea y el cenizo empezó a sentir sueño, el viaje en sí no le fue agotador, pero se sentía cansado de una manera que no sabía explicarse. Intento cerrar los ojos, ya que sabia que por la mañana necesitaría de toda su energía para llevar a cabo el hechizo. Sin embargo, volvió a escuchar la voz de Aki .
—Te ví en ese segundo, antes de que Yue muriera, te ví ahí parado en medio del pasto y solo pensé, "¿por qué tienes que ser tú?" —la voz de Aki sonaba dulcemente y tristemente —Si yo hubiera estado en tu lugar, habrían muerto dos personas. No sé bien que trato de decirte, pero darte las gracias por salvar mi vida no te va a gustar.
—No, no me gustaría —respondió el cenizo, abrazando su estómago y hundiendo su rostro en la almohada —No quería matar a Yue. Y no podía dejarte morir a ti. Quería...
No sabía que quería, ¿valía más la vida de Aki? ¿no valía la pena salvar a Yue?
Un nudo se le atravesó en la garganta, sus brazos lo apretaron tan fuerte que le dolió y una lágrima silenciosa se deslizó hacia su almohada. Aki no menciono nada, aunque debió escuchar los sollozos ahogados y la manera en que se removía en la cama.
—Puedo comprender porqué te fuiste esa noche. Kana y Mei estaban desesperadas pero yo lo comprendía. El que quisieras estar solo, que desearas olvidar toda esa noche, podía comprenderlo. Yo también quiero olvidar que lo último que ví de Ichi-niisan fue su cuerpo destrozado por los Lobos Negros —confesó el azabache —Busque toda la paciencia que podía encontrar en mi interior y jure esperar hasta que volverías. Porque sabíamos todos que lo harías.
—Cuanta confianza —bufo el de ojos rojos.
Katsuki escuchó una ligera risa y después, cerro los ojos, deseando poder quedarse dormido.
Pero antes de hacerlo, escucho una última cosa por parte de Aki.
—El mayor cuida al menor. El más fuerte proteje al más débil. Es nuestro turno, Katsuki. Vamos a cumplir las leyes del clan.
Puso un hechizo en Fuji para saber exactamente qué áreas de Yuei debería cubrir y lo mando a volar una hora antes de lo que pensaba lanzar el hechizo. Le ordenó a Teka que pusiera a unas cuantas personas del ejército imperial a ver el espectáculo, para que supieran a quién debían agradecerle y tenerle a partir de ahora. Al evento también llegaron unos cuantos nobles, curiosos e interesados por lo que estaban por presenciar.
Katsuki se había parado en la torre más alta del castillo, con una capa negra que volaba detrás suyo y miraba hacia el cielo, las palmas de sus manos estaban juntas e ignoraban todo el ruido que hacían aquellos reunidos en el patio, preguntándose si pensaba saltar. Podía cerrar los ojos y ver a Fuji volando por el cielo, pasando por los lugares que fueron devastados debido a la guerra. Murmuró las palabras iniciales del hechizo, siendo conciente que se podían oír amplificadas por su magia y el viento.
—Chronos, el tiempo que se detiene de la vida, que cree protecciones alrededor —sintió la magia creciendo a su alrededor y subiendo — ¡Que se sellé la vida, que no pueda robarse, que el tiempo se acabe! ¡Chronos!
Un círculo se mostró en el cielo, de color negro y rojo, el viento soplo con fuerza y todos pudieron ver a ese extraño círculo expandiéndose por las nubes, haciendo que el color azul del cielo pasará a ser negro como si fuera de noche. Hubo truenos y la tierra se tambaleó, generando pánico en el ejército y los nobles que observaban el espectáculo. Katsuki sintió la intensidad de la magia y por un segundo, un segundo breve pero eterno, pudo ver a los Nikka, los Yelpe y a las personas de Yuei que quedaban en sus territorios.
Hombre, mujeres, niños y niñas, todos ellos gritaron a la vez sintiendo lo que les estaba robando, sus vidas. Se las quitó con fuerza, se las arranco desde la raíz y amasó toda esa energía alrededor de Yuei, levanto enormes muros de tierra que se volvió negra y puso esas vidas en los muros. Eran muros alto e impenetrables, con solo dos entradas al norte y el sur para no dejar a Yuei aislado. Pudo sentir a esa energía empujando por escaparse, rogando volver a su lugar de origen, pero eso no pasaría. Los cuerpos físicos de todas esas personas ya no estaban. Tendrían que vivir en los muros.
Katsuki los escuchaba dentro de su cabeza, no podían formar palabras, eran pura energía pero sus gritos todavía eran humanos. Agudos, altos, graves. Sus sentimientos se podían sentir, odio, miedo, ira, tristeza, desesperación. Si no fuera porque su voluntad era más fuerte, no habría podido mantener ese hechizo. Apretó sus manos con fuerza una contra la otra y abrió los ojos, el cielo estaba completamente negro, el circulo rojo brillaba en lo alto y podía sentir otra cosa, una voz que se reía. Al girar la cabeza, noto a lo lejos una neblina negra que se movía y se agitaba, se mordió los labios sabiendo bien de qué se trataba.
Con tanta gente muerta, era casi de esperarse que Shigaraki apareciera. Pero no parecía tener la intención de interrumpir su hechizo, así que separó sus manos y la tierra tembló una vez más, se aseguro que los muros fueron tan fuertes como el concreto y que las protecciones estuviera bien aferradas a sus lugares. Ignoro los gritos de quienes quedaron atrapados eternamente ahí y termino, el círculo del hechizo desapareció y el cielo volvió a ser azul y claro, las nubes blancas se mostraban como si nada hubiera sucedido.
Katsuki inclino la cabeza para ver si Shigaraki seguía dónde lo vio antes pero ya no estaba. Entonces, se bajó con cuidado del pico de la torre y paso por una ventana hacia su habitación, Aki lo esperaba, con una ligera mueca de preocupación y cuando puso un paso dentro de la habitación, se tambaleó y el azabache tuvo que atraparlo. Sin decirle nada lo acostó en la cama y él se quedó dormido.
Uso mucha más energía de la que espero. Pero, ya estaba hecho, nada volvería a afectar a Yuei.
E importaba una mierda que él sintiera todo el dolor y la culpa por eso.
—Es un monstruo. Ni siquiera dejo sus cuerpos.
—Los Nikka y la Tribu del Yelpe ya no existen pero no fue justo. La guerra se gana peleando. Lo que él hizo fue una masacre.
—Nuestros soldados no tenían porque morir también. Fue cruel. Inhumano.
—Se debe creer un dios. Habría que llamarlo de esa forma a partir de ahora. Dios Chronos.
—Los territorios están abandonados, ¿cuando la reina dirá que podemos tomarlos y hacerlos parte de Yuei?
Katsuki pasaba de todo el parloteo y no entendía porqué mierda Teka insistió en dar aquella ceremonia en honor a que la guerra se terminó. Tanta comida desperdiciada en personas que ya debían tener sus estómagos lo bastante llenos de sí mismos. Quería irse. Pero la reina le pidió quedarse y Aki pensó que no estaría mal que lo hiciera, aún con toda la mierda que decían los nobles sobre él, los del pueblo lo consideraban una especie de héroe por haberlos salvado de la guerra. Querían llenarlo de tributos y él los aceptaba, ya que podía mandarlos a su clan para ayudarlos. Mei había donado muchos granos y carne a Yuei en los últimos cuatro meses, la comida por la zona fronteriza no escaseaba pero estaban cortos de dinero y sin el dinero no podían trabajar en las cosechas. Tampoco ayudaba la falta de trabajadores.
Aki le pregunto acerca de si los Elfos estarían dispuestos a comerciar con ellos algunos cultivos. Le respondió que podía intentar negociarlo cuando volvieran a la zona fronteriza. Pero que tendría que ser su primo el que hiciera de mediador. No creía poder ver a Hake o a Nino a la cara después de lo que había hecho.
— ¿Ni siquiera vas a comer algo? Estás bastante delgado.
La voz de Fuji le llamo la atención e hizo que girará la cabeza, el dragón usaba ropa blanca y tenía el cabello rubio atado en una coleta, sus ojos se veían más negros que otros días y supuso que sería por el vuelo de esa tarde. El cenizo había tenido muchas ganas de ver cómo quedó el Muro del Dragón —la reina le pregunto por el nombre y él dijo que le daba igual, así que, Fuji aprovecho para que le dieran un reconocimiento por su ayuda— apenas se recuperó del agotamiento mágico que le causó el hechizo Chronos. Estuvo cuatro días acostado en la cama, con Aki y un grupo de sirvientes que no lo dejaron ni siquiera bañarse tranquilo. Casi le rogó al dragón porque lo sacará del maldito castillo.
Y se podría decir que eso a Fuji le hizo algo de gracia y que ahora se llevaban mejor. También ayudo que tuvieran un pequeño enfrentamiento en unas montañas aisladas y hubiera jugado con los bigotes del dragón.
En sí, los dragones respetaban a los poderosos. Katsuki era poderoso y a Fuji le agradaba ahora que se daba cuenta que no actuaba tan engreído todo el tiempo.
—Pierdo el apetito entre tantos idiotas —bufo el cenizo — ¿No deberías estar impidiendo que Teka pierda la calma con algunos de los nobles? He escuchado que le han caído innumerables propuestas de matrimonio desde que se acabó el conflicto con los Yelpe y los Nikka.
Fuji frunció el ceño por unos segundos pero después su expresión se relajo y se apoyó en la pared donde estaba él, con una copa en la mano y el cuerpo casi relajado. Parecía el tipo de persona que no tenía ninguna preocupación en la cabeza pero el cenizo podía notar que no le hacía gracia lo de que Teka se casará.
—Me canse de escucharlos, es todo —le respondió en un tono que dejaba en claro que no pensaba hablar más al respecto — ¿Qué harás ahora que se acabó la guerra? ¿Te quedarás en Yuei?
—Necesito conseguir algo de dinero para enviar a el clan y aquí es donde tengo más posibilidades de hacerlo —contestó el mago —Es posible que me quede unos meses. Aki quiere volver a casa para el nacimiento de su hijo.
— ¿Dinero? —ladeó la cabeza el dragón — ¿No podrías pedirle a Teka y ya? Es la reina.
—La reina que gasto todo su oro en el ejército imperial. Está en números rojos y con un reino que debe sobrevivir al invierno, no pienso pedirle dinero —negó el cenizo —Lo haré por mi cuenta.
—Será difícil entonces. Los nobles te tienen miedo y los comerciantes no están pasando por su mejor momento —hizo una ligera mueca el dragón — ¿Tienes alguna idea de lo que puedas vender que sea de valor, Katsuki?
—Sí, espadas mágicas y otros objetos mágicos —asintió el cenizo —Los nobles son codiciosos y los guardias imperiales están interesados en incrementar su fuerza. Usaré mi fama para venderles estos objetos. No necesito vender una gran cantidad, basta con una docena para juntar el dinero necesario que mandaré a la zona fronteriza.
El dragón se mostró asombrado y le pregunto cómo podría infundir magia en unos objetos que no la tenían naturalmente. El cenizo le explico que no era muy difícil, al menos no para él, solo debía seleccionar ciertos materiales y usar parte de su magia. Nada más. Sería sencillo. Incluso estaba escribiendo un libro acerca de ese tipo de rituales para la creación de objetos mágicos.
Cuando la fiesta llegó a su punto máximo, el cenizo se retiró y el dragón se fue en busca de Teka. Se encontró con Aki a final de las escaleras que daban con la salida, como si el azabache se hubiera esperado que estaba por irse, le brindo una pequeña sonrisa y se fueron juntos a sus habitaciones. Una semana después, el azabache recibió una carta de Mei que anunciaba el nacimiento de su primer hijo, Tsuki, el cuál quiso salir del vientre de su madre antes de tiempo. Estaba tan eufórico que el cenizo se despertó ese día con gritos que nunca había escuchado en su vida viniendo desde la habitación de su primo. Lo felicito verdaderamente feliz por él y lo mando a su casa con un carruaje a primera hora del día.
Aki prometió que volvería pronto pero Katsuki le pidió que se quedara con Mei por unas semanas e incluso meses si hacía falta. La Matriarca debía estar débil por el parto —según la carta, al ser primeriza, tuvo algunas dificultades al momento de pujar y sufrió cierto desgarro en su vagina, necesitaba tiempo para sanar— así que requeriría de ayuda para dirigir el clan. El cenizo sabía que el azabache podía suplantarla por un tiempo y acepto hacerlo.
En el tiempo que pasó en Yuei no molesto mucho a Teka, dejo que ella gobernará y gestionará su reino como mejor le pareciera. Creo unos cuantos objetos mágicos que fueron comprados por grandes sumas de dinero que envío a las zonas fronterizas. Se la paso escribiendo libros sobre magia y recibiendo visitas de algunos magos en el palacio, personas con distintas afinidades naturales que venían en busca de su consejo. Aparte de ofrecerles unos cuantos libros, no había mucho que pudiera hacer por ellos, la magia debía aprenderse a base de errores y práctica y todavía no había un lugar donde se enseñará eso. Le sugirió a Teka que preparara un lugar que acogiera a los magos ya que debido a su magia podían ocasionar ciertos problemas sin quererlo. Era mejor si estaban en un sitio que les enseñará y dónde se sintieran protegidos, uno donde supieran que no los iban a utilizar por sus poderes como le sucedió a él.
Le dijo a la reina que se tomará su tiempo para eso. Quizás en veinte años podría gestionarlo. Ahora lo importante era resolver la hambruna del pueblo y la inseguridad.
Tres meses enteros había pasado desde la partida de Aki cuando el cenizo recibió en sus habitaciones una inesperada visita, el hombre que trabajaba en los establos, de cabello azul y ojos del mismo tono más oscuro, se había presentando humildemente en su puerta. Había una orden implícita a los sirvientes de que debían recibir a todo aquel que pidiera su ayuda y otra acerca de que estaba prohibido molestarlo si se encontraba trabajando en algún proyecto.
Ese día estaba simplemente tomando un té y leyendo un libro, un mero placer que no tenía muy seguido. El clima era lluvioso y frío y eso le bajaba mucho el ánimo, tenía ganas de acostarse y no hacer nada, algo que rara vez sucedía. Ni siquiera quería dormir ya que sabia que tendría pesadillas. Pero se encontraba lo bastante despierto como para estar en una silla, con miles de pensamientos en su cabeza y una pluma para escribirlos.
Sinceramente, estuvo contento de tener una visita que lo distrajera. Aún si era un hombre enorme que parecía un corderito delante de un lobo.
—B-Bakugou-sama, me llamo Kyonsuke Iida, soy el encargado de los establos desde hace treinta años. Mi familia tiene una granja de puros caballos y siempre hemos servido fielmente a la familia imperial, a los Todoroki.
Katsuki asintió con la cabeza, un poco aburrido. Había aprendido que a algunas personas les gustaba hacer una introducción de sí mismos antes de pedirle algo. Era preferible a los nobles que simplemente venían a exigirlo pero igualmente le daba sueño el solo escucharlo. Se sentó en la silla con una pierna apoyada sobre la otra y espero a que el hombre continuará.
—Mi hijo mayor ha ingresado al ejército imperial recientemente. Es un muchacho muy bueno, brillante y fuerte. Estoy seguro que tendrá un futuro prometedor —una sonrisa se formó en el rostro del hombre y el cenizo noto que estaba orgulloso de su muchacho —Por eso, he venido humildemente a pedirle que fabrique una espada para él. No entiendo mucho acerca de espadas, pero dicen que un caballero que se respete debe tener una espada noble y resistente que lo acompañe siempre en sus batallas. Si usted le hace una espada a mi hijo, será el guardia imperial más grandioso y leal de todos los tiempos.
— ¿Y qué recibiría a cambio de eso? —preguntó el cenizo —Debe saber que no trabajo gratis.
Kyonsuke asintió y saco una serie de papeles que el de ojos rojos agarro, eran los nombres de siete caballos y sus exámenes médicos. Todos estaban en perfectas condiciones y eran jóvenes. Podían hacer trabajos de campo con facilidad o servir para los carruajes.
—En la granja quedan solo los potrillos, esos son nuestra última generación de caballos adultos en perfectas condiciones —explicó el hombre.
— ¿Me los dará a cambio de esa espada? —cuestiono el mago dejando los papeles sobre la mesa —Podría ir a la bancarrota por eso.
—La reina me paga un buen sueldo por hacerme cargo del establo y los caballos que siguen ahí aún les quedan unos cuantos años más antes de hacerse viejos. E incluso con mis cuidados puede ser que lleguen muy bien a esa edad antes de ser relevados a tareas más simples. De cualquier forma, los potrillos crecerán en ese tiempo y podré venderlos a otros nobles para tener sustento —explicó un poco rápido el hombre debido a los nervios —He pensando mucho en esto antes de presentarme y estoy seguro de que es lo correcto, por el futuro de mi hijo. Es lo menos que puedo hacer como su padre. Quiero que tenga lo mejor para poder proteger su vida.
Katsuki lo pensó un momento, después agarro los papeles y los separó. Se quedó con tres de ellos y se paró con el resto que se los entregó a Kyonsuke que los recibió entre sus manos.
—Me quedaré con una yegua y dos machos. En este momento mi prima los necesita para trabajos de campo y cuando sea el momento los podrá cruzar para tener un potrillo. Los demás no hacen falta. En la zona fronteriza tenemos caballos salvajes en ciertas regiones —dijo el cenizo — ¿Qué características quiere que tenga la espada de su hijo?
— ¿C-Características? —tartamudeo aturdido el hombre —N-No estoy seguro, ¿podría consultarlo con mi esposa y mis hijos? En verdad que no quisiera cometer un error en algo tan importante. Por favor, Katsuki-sama.
El mago asintió y el hombre aseguro que volvería mañana temprano pero, antes de irse, le agradeció al cenizo por haber aceptado su pedido. La reacción que tuvo él fue encogerse de hombros y decir que no importaba, de todos modos, ya tenía el dinero suficiente para la zona fronteriza.
¿Qué más daba hacer una espada solo porque le caía bien un hombre que quería lo mejor para su hijo? Claro que eso no lo dijo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top