Capítulo 53

—Usaste la magia de Izuku para tener esa forma, ¿no?

Eijirou lo que hizo fue una afirmación, no una pregunta y Mina lo sabía. Podía ser que estuvieran siendo cordiales el uno con el otro al no matarse de inmediato pero, aún así, el que dragón iniciará primero la conversación presagiaba una disputa de la que ella no quería formar parte. Izuku les pidió no destrozar nada o de lo contrario, estaría muy resentido con ambos. Contestar esa pregunta llevaría a un incendio seguro.

—Contesta, hada —demandó el dragón —Lo hiciste, ¿verdad?

El jardín trasero del Círculo era bello, daba con el bosque más cercano y la colina dónde estaba el Páramo del Génesis, había un par de mesas para que ya fueran los sirvientes o los miembros de los Bakugou disfrutarán de la naturaleza con una taza de té en el día o una jarra de cerveza por las noches. El hada curiosa había querido imitar a una dama humana, se sentó en una de las mesas donde ya estaban puestos los bocadillos, se aliso la falda del vestido azul prestado por la familia Bakugou y fingió tener un encuentro con un elegante caballero humano. Al dragón no le hizo gracia el juego, se sentó delante de ella en silencio, solamente mirándola fijamente sin perdonar nada lo que hizo y luego le hizo esa acusación.

Había arruinado su intento por crear una pequeña relación amistosa. Por eso decía que los dragones eran idiotas y densos.

Aunque me metí con Izuku. Que este enojado es de esperarse.

Mina suspiro y dejando de lado el té y su intento de juego, miro al dragón también a los ojos y respondió.

—No habría tenido que recurrir a esto si la marca de mi contrato con Izuku siguiera dónde debe estar —notó el enojo en los ojos rojos del dragón y aún así, continúo hablando —Debo mantenerme cerca suyo. Ya le dije que le puedo ser más útil que esa maldita espada o tú.

— ¿Y por qué mierda le puedes ser útil? Eres un hada, magia natural, ¿sabes acaso lo jodidamente asustado que está de la magia del bosque? —gruño con los dientes apretados el pelirrojo — ¿De lo mucho que lo desespera perder el control y dañar a alguien? ¿Tuviste el atrevimiento de ponerle esa marca sabiendo lo mucho que podría afectarle? ¿Que incluso el bosque podría llevarse a Izuku si se salía de su control que tanto le cuesta mantener?

Era imperdonable. Si el hada lo hizo sabiendo lo mucho que podría dañar al pecoso ese contrato, la quemaría ahí mismo y a la mierda con todo el Círculo. No iba a dejar con vida a nadie que se hubiera atrevido a hacerle daño. A nadie que podría haberlo hecho desesperarse como esa vez que fueron a buscar a Katsuki al palacio imperial.

—No hubiera dejado que se saliera de su control —murmuró el hada sintiendo la ira del dragón —En serio, Kirishima, lo que menos quiero es hacerle daño a Izuku.

—Entonces, ¿por qué mierda te mantienes a su alrededor? —indagó el pelirrojo —Nos has seguido desde el bosque de Yuei hasta aquí, alguna razón debes tener, ¿no?

—Sí, la tengo —confesó el hada —Si no fuera por cierto dragón que siempre anda cerca de Izuku, podría haberla dicho.

El hada le tenía un sano miedo al dragón rojo, ya que se conocía de lo posesivos que eran con lo suyo. En un inicio, no espero que considerará al pecoso de esa manera, pero al sentir su contrato romperse supo que debía manejarse con cuidado. Aún así, no podía evitar el responderle de frente.

—No puedo decirte esa razón primero a ti —continuó la de cabello rosado —Deseo hablar con Izuku. Pero todavía no ha sido el momento más oportuno para eso...¡oh, mira, es Izuku!

El pelirrojo se volteo y vio que a pasos firmes y rápidos el humano se le acercaba, con su apariencia normal lo cual le preocupaba —estaban en el patio de la mansión y alguien podría verlo fácilmente— ya que su cabello verde estaba a la vista pero no lograba ver su expresión. Algo le hizo pensar que estaba alterado e inquieto y tuvo su confirmación cuando el pecoso llegó hasta la mesa, tenía el rostro surcado de lágrima y él de inmediato se paró para preguntarle qué le pasaba. Pero el de ojos esmeralda fue más rápido, lo agarro de la remera blanca prestada de ese día —no lo dejaban andar por ahí con el torso desnudo— y lo zarandeo con fuerza para después empezar a hablar en una mezcla entre murmullos y sollozos ahogados.

— ¿Lo sabías? ¿Todo lo que le pasó a Kacchan? ¿Él te lo dijo o siempre lo supiste, Kirishima-kun? —lo tiro de la camisa un par de veces con fuerza y luego le miro a los ojos — ¿Tenías una idea de quién era él, lo que hizo, porqué me estaba ayudando? ¿Por qué no me lo mencionaste antes? Yo...¡hice que Kacchan pasará por tantos problemas! ¡y lo peor es que no pude protegerlo cuando él lo necesitaba! ¡no debió haber ido al Valle del Hielo con Todoroki!

—Izuku, cálmate, cálmate —pidió el dragón abrazando al alterado humano —Vas alteras la magia del bosque si sigues así. Intenta respirar y...

—Haz que se siente, Kirishima.

La voz de Katsuki tomo por sorpresa a todos, estaba vestido con la misma ropa negra de ayer pero sin la capa a la vista y se veía un poco más relajado que otras veces. El dragón siguió sus instrucciones y el pecoso se sentó en la silla que antes ocupo él delante del hada. El mago le sirvió algo de té de canela para bajarle los nervios y se sentó también en silencio, viendo al pecoso que seguía llorando y balbuceando cosas para sí mismo. El pelirrojo se quedó detrás de su silla, con los brazos sobre los hombros del más bajo, intentando en vano consolarlo con una historia.

—Los dragones al nacer solemos vivir los primeros años con nuestros padres. De ellos aprendemos todo lo necesario para sobrevivir antes de despedirnos —contó el de dientes puntiagudos —Mí padre y madre me contaron en varias ocasiones de un gran mago que sirvió a Yuei, que fue el creador del Muro del Dragón y que ayudo en incontables ocasiones a la familia imperial. Pero que debido a su poder, los nobles empezaron a intentar cazar a toda su familia y que el gran mago no supo que hacer más que soltar un hechizo sobre todo el reino para que nadie lo recordara. Mis papás no recordaban su verdadero nombre ni creían que hubiera muerto. Decían que su magia todavía se podía sentir en Yuei. Pero debido al poderoso hechizo, hasta ellos olvidaron el verdadero nombre del mago, solo recordaban que tenía los ojos rojos y el cabello rubio cenizo y que el apodo que le pusieron los nobles fue Dios Chronos.

—...No digas ese nombre —murmuró el pecoso frotándose las lágrimas con nariz fruncida —No me gusta. Kacchan tiene un buen nombre. Es Katsuki, no Chronos.

—Vale, no lo volveré a decir —asintió el dragón dándole unas palmaditas en el cabello verde — ¿Mejor, Izuku?

El de pecas asintió, tenía los bordes de los ojos rojos e hinchados, la nariz colorada por la lloradera que se dió y con sus manos temblando acepto la taza de té que el mago dejo a su alcance. Tomo dos sorbos y después miro al hada, ella entendió que esperaba también alguna respuesta a las mismas preguntas que le hizo al dragón.

Mina prefirió hacer una demostración que una simple respuesta. Se puso de pie, murmuró un pequeño conjuro y el de pecas vio como finos hilos de color plateado bailaban en el aire, parecían telarañas a simple vista. El hada tocó una y brillo de un intenso color blanco antes de volver al plateado.

—Al ser un hada siempre me llamaron la atención estás telarañas mágicas. Eran viejas pero llenas de poder y se sentían cálidas. Me pone triste el solo verlas —le dirigió una mirada al mago y sonrió —Sabía quien las creo porque formó parte de la magia y la magia siempre transmite su conocimiento. No podía decírtelo directamente, Izuku, porque quería respetar lo que deseaba Katsuki con estás telarañas en primer lugar. Que nadie lo recordara ni supiera quién era. Dije cosas vagas sobre él porque no podía ser sincera ni quería mentir.

Izuku hizo un ligero asentimiento de cabeza y se terminó el resto del té que quedaba sobre su taza, después, miro hacia Katsuki que pese a seguirlo se había quedado callado y en silencio, pero él pudo notar que le temblaban las manos. Se mordió los labios y antes de pensarlo, se lanzó a los brazos del mago el cuál lo atrapó sorprendido y confundido.

—Me quiero quedar contigo, Kacchan. No soy nadie para juzgar tus acciones, elegiste entre tu gente y otros, ¿cómo podría odiar lo que hiciste? De haber estado en tu lugar, hubiera perdido a mis seres queridos al no querer pelear. Eres valiente, genial y te adoro —murmuró el de pecas abrazado al cuello del mago —No creo que seas un monstruo, ¡querías salvar a Yuei y a tu familia! Y eres una buena persona, la mejor persona de todas, la más...

El mago le tapó la boca al pecoso con la mano, tenía el rostro algo sonrojado por tantos innecesarios halagos y ver la sinceridad que transmitían los ojos esmeralda del más bajo al soltarlos no lo ayudaban en nada. Siempre le habían gustado los elogios pero eso fue hace mucho tiempo atrás y ahora no sabía como responder a tal sinceridad con la misma arrogancia que antes. Se sentía vulnerable y a la vez, reconocía que estaba contento. Porque pese a que el pecoso le había demostrado afecto desde el inicio, una cosa era hacerlo como su salvador y mentor y otra ahora que sabía quién era y las cosas que había hecho.

Hacia mucho tiempo que nadie lo halagaba siendo Bakugou Katsuki.

—Ya entendí, Deku. Cállate y bajate —demandó el cenizo y el pecoso hizo caso, volviendo a su asiento de antes  —Como vamos a permanecer juntos, todavía te voy a proteger y ayudar con lo de One For All.

— ¿Quieres que volvamos al bosque de Yuei, Kacchan? —pregunto el de ojos esmeralda —Si no tienes cómodo aquí, podemos volver de inmediato.

—Me transformo y nos largamos —comentó el pelirrojo.

—Todavía no pensé en eso. Tengo que hablar con la Matriarca de los Bakugou —respondió el mago —Tambien quiero saber qué hace un hada en forma humana aquí.

—Ya me esperaba que dijeras eso —se rió la de cabello rosado —Estoy aquí porque me agrada Izuku pero también por un pedido de Mori-sama.

El cenizo noto que el pecoso tuvo un pequeño sobresalto y se preguntó si sabría qué era Midori o si se relacionaba con su madre. Por la manera en que lo miro y bajo la cabeza, suponía que venía esa explicación.

—Kacchan, Mitsuki-san me mostró un Libro de la Memoria que pertenecía a su padre y en él salía mi mamá, en lo que parecía ser la Batalla de las Rosas —confesó el de ojos esmeralda —Kacchan...mí mamá no era humana. Fue creada a partir de la magia del bosque de Yuei, en un ritual que salió mal. En el ritual de Kazuma-san pude escuchar el nombre de Mori, diciendo que ella no perdonaría lo que hizo mi mamá en la Batalla de las Rosas. Que aún si la amaba, no podía perdonar su acciones.

Debió ser algo difícil de descubrir. El pecoso pudo haber sospechado que su madre era una hibrida de elfo o una maga poderosa, pero seguramente jamás imagino que no era ni siquiera humana. Él mismo había tenido ese presentimiento un par de veces al sentir la magia que tenía pero sabía que Mori nunca dejaría el bosque de Yuei voluntariamente. Al final resultó que sí tuvo razón. Parte de la magia que tenía el de ojos esmeralda se debía a su madre y si su madre nació del bosque de Yuei, esa magia pertenecía a Midori.

Ahora todo se complicaba más. Si Inko Midoriya fue castigada por matar, ¿qué le pasaría a Izuku cuando usará a One For All para lidiar con lo que sea que hiciera Shigaraki? Debían hablar con Midori antes de tomar un curso de acción.

Katsuki le dió una palmada al pecoso en su cabello despeinado y Midoriya alzó la cabeza al verlo, dándole una ligera sonrisa. Se notaba que la noticia era dura para él pero que tuvo el tiempo necesario para procesarla y solo necesitaba algo más de coraje para decírselo a él. Lo hizo bien.

—Después de hablar con la Matriarca es posible que vayamos a Yuei. Pero antes de eso...—vaciló, se mordió la lengua y al final, agrego —Quiero quedarme un par de días a descansar aquí, ¿de acuerdo?

— ¡Por supuesto, Kacchan! —aceptó el de pecas alegre por la honestidad del cenizo.

— ¿Y qué hacemos con el hada? —cuestiono el pelirrojo mirando la de cabello rosado que le saco la lengua de forma burlona —No la quiero cerca de Izuku, ¡uso su magia para tener esa forma!

— ¡Fue un último recurso! —se defendió la hada.

—No discutan, par de idiotas —gruño el cenizo —Mientras no cause problemas, la dejas en paz, Kirishima.

El dragón rojo protesto pero no tuvo caso cuando el hada empezó a saltar emocionada en todas direcciones y a decir que sería de lo más tranquila y ayudaría en todo lo que pudiera. El pecoso le propuso al cenizo ir a la biblioteca al ver su investigación y el mago acepto interesado. También decidió que leería un par de libros de historia de su familia.

Ya no le daba tanto miedo saber que había sido de sus vidas y como había mantenido al clan a flote para que llegara ser tan grandioso como en la actualidad. Si como dijo Masaru podía despedirse de ellos sin olvidar nada de lo que pasaron juntos, entonces quería intentarlo.

No deseaba huir más.

Mitsuki se sentía ligera como una pluma. Ya no podía mover las cosas fácilmente con su magia pero seguía siendo capaz de ordenar los documentos y acercarse la taza de té y el tintero en su escritorio. Sus habilidades con la espada estaba intactas y aunque era una tristeza no poder usar la ventaja del tiempo para pelear, toda su experiencia bastaba para defenderse. Masaru le pregunto si se encontraba triste por su poder mágico disminuido y tuvo que decirle que nunca antes había estado tan feliz en su vida. Tal vez tendría que ser más dura a parir de ahora con las criaturas mágicas —ya que ellas sentirían fácilmente el declive en su magia— pero no le importaba.

Todavía se sentía algo cansada y aletargada pero no tosió sangre ni se le filtro por la nariz como venía pasando los últimos años. Realmente estaba contenta y debía ver a Katsuki cuánto antes para ver cómo estaba. Su último deseo era que ese niño la salvará, se suponía que debía ser a la inversa, pero ahora tenía la oportunidad de tratar con él de una manera que se sintiera más cómodo. Si veía que quería ayudarlo para mostrar su gratitud, aceptaría sin muchas protestas. Al contrario si le decía que era porque volviera a la familia. Tal vez todavía era muy pronto para pedirle eso.

Unos golpes ligeros en la puerta le llamaron la atención y permitió la entrada a una sirvienta que le aviso que el almuerzo ya estaba preparado. A Masaru le gustaba cocinar, así que, ese dia pidió ser el encargado de su almuerzo. La comida de su esposo era una maravilla al paladar y se moría de deseos por probarla. Tendría cuidado de no hacer después ningún comentario delante de su chef principal, el pobre hombre podía ser muy sensible.

Mitsuki dejo su escritorio ordenado, se puso de pie y se dirigió a la sala principal de la mansión debido a la cantidad de invitados que tendrían para el almuerzo. Eran escasas las veces en que compartía una comida con personas tan curiosas. También la primera vez que comía con un hada en forma humana. Sin dudas los amigos de Katsuki eran originales. Al llegar al comedor, se encontró con que Eijirou e Izuku estaban en el lado derecho de la mesa, delante del cenizo y el hada. El mago parecía estarles explicando algo acerca de buenos modales que el hada y el dragón no supieron entender. Con una ligera risa, todos notaron su presencia y voltearon a verla.

No se sorprendió por el cabello verde y los ojos esmeralda del niño que tenía a su cuidado desde hacia quince días. Pero sería mentira decir que su corazón no latio dolorosamente al recordar a su querida amiga. Simplemente sonrió ante los nerviosismo del niño y tomo lugar en la cabecera.

Inko volvió al bosque pero dejo un bello tesoro al mundo, un niño dulce e inocente.

—Me hace muy feliz que hallas dejado de usar la pócima para ocultar tu apariencia, Izuku-kun —admitió la rubia —Tienes unos ojos maravillosos. Se parecen mucho a los de Inko, ¿también tienes su apellido?

—...Sí —reconoció el de pecas —Lamento no haberme mostrado así antes, Mitsuki-san.

—Descuida, puedo entender porqué lo hiciste —aseguró la rubia —No te preocupes.

Midoriya asintió algo decaído, se sentía mal por pasar tanto tiempo ocultando su origen después de enterarse de que los Bakugou y en especial, Mitsuki y Kazuma Bakugou, cuidaron a su madre, no sabía todavía como afrontar esa situación. Debajo de la mesa, Kirishima le tomo de la mano y se la apretó, tomándole por sopresa y haciendo que se sonrojara pero que le devolviera el mismo apretón, sintiéndose menos dolido. El mago que podía notar claramente lo que estaba pasando no hizo comentarios, se limito a mirar y examinar a la rubia sentada en la cabecera.

— ¿Cómo se siente?

— ¿Preocupado? —cuestiono la mayor divertida y el cenizo bufo con disgusto, la que le hizo reírse —Estoy bien. Un poco fatigada pero no tengo malestares como antes. Gracias una vez más, Katsuki.

—No agradezcas —negó el mago —Lo que te pasaba era mi culpa en primer lugar.

—Ya hemos tenido esa conversación antes. No te culpo y nunca lo haré —le recordó la rubia viendo la expresión del mago volverse algo más suave —Dime, ¿has pensado en tu estadía aquí?

—De momento, sí —dijo el cenizo —Me quedaré a descansar unos días y luego iré a Yuei.

—Muy bien —aceptó la Matriarca de los Bakugou —En quince días habrá un desfile para celebrar la llegada del ejército imperial que estaba en el Reino de los Espejos. Tengo el presentimiento de que sería bueno que volvieras cuando eso estuviera pasando o después.

— ¿Piensa que el ejército imperial puede tener que ver con lo que investiga Deku? —le preguntó sin rodeos el mago.

—He leído muchas historias de One For All como para solo esperar un terremoto o una inundación —comentó la rubia —Si la guerra llega a Yuei, será con el ejército imperial y como sé que quieres estar ahí, te llevaré bajo mi nombre para que tengas protección.

—Pero dejaras las zonas fronterizas desprotegidas —reclamó el cenizo —Debes quedarte en caso de que suceda algo.

—Bien —aceptó la rubia que no tenía deseos de presionar al mago, no creía poder ganar contra su terquedad —Pero igualmente irás en mi nombre y con la protección de Masaru. Ni loca te dejo solo. A ver si sucede algo e intentan lastimarte. Oh, te guardas esa mierda de que igual eres muy fuerte como para salir herido. En mí no funcionará. Un solo rasguño que tengas y los mataré a todos.

—Me agrada cada día más esta mujer —dijo el dragón con una sonrisa.

El cenizo pateó por debajo de la mesa al pelirrojo, el cuál hizo una mueca de dolor bastante graciosa que provocó risas en el hada y el pecoso. Segundos después de eso, apareció Masaru con el almuerzo que repartió para todos, habían bastantes cosas dulces pero también un par de bocadillos salados y jarras de juego fresco de naranja y de limón. El castaño tomo lugar a un lado de su esposa y empezaron a comer, el ambiente se sentía muy tranquilo y amigable, algunas conversaciones llevaban a algo de tensión —en especial las que mantenían la rubia y el mago— pero no se arruinó el ambiente en ningún momento.

Katsuki nunca espero que pudiera volver a considerar las zonas fronterizas como su hogar. Primero, porque no lo merecía. Segundo, debido a que no quedaba nadie a quien apreciará de su familia con vida.

Pero con Mitsuki y Masaru, Eijirou e Izuku e incluso la presencia divertida de Mina que al ser un hada no sabía ni como usar un tenedor, el sentimiento que tenía cuando estaba con sus primos, tíos y otras personas volvió a aflorar en su corazón. Ese tipo de emoción que decía "está bien que esté aquí, está bien porque a ellos les agrado y ya". No tenía que fingir, no tenía que ocultarse y no tenía que hacer nada para demostrar que merecía un lugar en la mesa donde estaba.

Fue patético que un simple almuerzo lo hubiera hecho sentir tan bien. Pero, mierda, deseaba que aquel momento no se acabará nunca.

Sin embargo, el tiempo siempre se mueve y la comida se acaba, Midoriya se paró primero de la mesa, diciendo que tenía que ir a ver a Yagi Toshinori —tambien le había hablado de ese hombre y empezaba a sospechar que no pasaba tanto tiempo alrededor del pecoso en vano— para un entrenamiento con espada, Kirishima y el hada decidieron acompañarlo. Por otro lado, Masaru se excuso con que tenía que terminar unos papeles que dejó en su oficina, haciendo entonces que se quedará con la Matriarca de los Bakugou. Ella le pidió dar un paseo por la mansión y él, acepto sin encontrar excusas para negarse.

La mansión principal del Círculo tenía nombre ahora aunque era bastante escueto, se llamaba La Entrada, los otras dos casas más pequeñas se conocían como la Sala de Justicia —al parecer, se usaba como una especie de juzgado y también era donde se trabajaba para decretar las leyes que aplicaban solamente en su territorio— y la Casa de la Espada dónde entrenaban a sus sirvientes y caballeros en distintas artes —magicas, administrativas, marciales, etc— para que luego ocuparán un lugar determinado. El edificio más grande era el que pertenecía a la Academia Mágica, dónde asistía todo aquel dentro del territorio de las zonas fronterizas que poseyera magia, era gratuita y emitía títulos que podían ser usados en distintos continentes. Por último, la cripta de los ancianos quedaba colina abajo del Páramo del Génesis, era un lugar bastante humilde en comparación al resto, pero estaba bellamente rodeado por un jardín de rosas y las lápidas y estatuas eran hermosas debido a su calidad artesanal y mágica. Después de eso, las huertas se conocían como lugares de producción solamente para el consumo de la familia Bakugou y sus sirvientes, aunque distintos agricultores llevaban ahí experimentos con hortalizas y hierbas medicinales.

—Con los años tenemos que hacer modificaciones aquí y allá pero siempre me ha encantado toda esta arquitectura tan sencilla pero bella. No hay adornos de oro o plata, todo son pinturas y decoraciones de madera —contaba la rubia con un brillo en la mirada —Mi momento favorito es cuando tenemos que celebrar aquí las festividades. Los sirvientes se esmeran por llenar todo de flores y la mansión parece brillar por su cuenta. Es hermoso.

—Hubiera sido bueno verlo —comentó el cenizo apoyando una mano en el cristal de una ventana —Vi cómo se construía este lugar pero nunca llegue a ver las fiestas, ¿cuáles son?

Katsuki agradeció que Mitsuki no lo viera con pena por eso, en cambio, ella le sonrió y le empezó a contar sobre cada una de ellas con una euforia contagiosa.

—El Solsticio de Verano, el Solsticio de Invierno, la Noche de las Flores, la Primera Cosecha dónde se dan muchos regalos y...—bajo el tono de voz y lo miro a los ojos —El Homenaje al Tiempo.

El cenizo sintió su mano temblando y la rubia se la agarró, apretándola con fuerza.

—Es una fiesta para honrar el tiempo que tenemos en el mundo, para celebrar que nuestros días son cortos y significativos. Aki-sama puso en su libro que era en honor a aquel que le enseño que el tiempo es valioso, precioso y aterrador, eternamente efímero. Creo la fiesta para poder agradecerte todo, aún si ya no estabas —le explico la rubia —Es durante la primavera.

—...Esa es la época donde nací —murmuró el cenizo abrumado.

— ¿En serio? —le sostuvo la cara al mago para que no evitará sus ojos —Entonces, es de esperarse que la eligiera. Es hermoso bailar mientras los pétalos de los cerezos vuelan en el aire, Katsuki.

El mago no supo que contestar a eso, se alejó de la mayor y ella lo respeto. Se quedaron ambos viendo por la ventana, estaba anocheciendo y las estrellas ya se hacían visibles en el cielo. Ella sonrió e hizo una confesión.

—Cuando tenía quince años había terminado todo el entrenamiento necesario para ser la sucesora de los Bakugou. Sabía que mi padre tendría una vida corta y quería darle unos años de descanso antes de eso. Él me llevo a su oficina cuando termine ese día y me puso los Libros de la Memoria de Aki-sama delante mío. Los ví todos y te conocí en ellos —relató la rubia —Estaba conmocionada, furiosa y solo podía pensar en volver a atrás y matar a todos y cada una de las personas que te habían lastimado. Mí padre me dijo que era una reacción normal, después me felicitó y me dijo que estaba feliz de pasarme el título a mí. Porque haberme enojado, no haber pensando que eso estuvo bien y fue para que la familia estuviera a salvo, era lo que me hacía una Bakugou. Un Bakugou nunca deja que le hagan daño a su familia.

Mitsuki aún recuerda esas emociones a vigor de piel, el enojo, la furia, el asco, la desesperación. Quería atravesar todos esos recuerdos y sacar al niño que veía en ellos, que tenía los ojos rojos y el cabello cenizo como ella, que se daba de valiente pero que se notaba que estaba desesperado y dolido. Deseó con todo su ser poder salvarlo y darle un hogar que lo cuidara y protegiera.

Quería ser su familia.

—Y cuando mi padre murió y tuvimos que hacer su funeral, incluso antes de ver el Libro de lo Inolvidable junto con Masaru la noche en que nos casamos, me puse delante de la Puerta del Adiós que se había llevado a mi padre y le pedí un deseo —giró la cabeza la rubia, mirando al cenizo a los ojos, dijo con firmeza —Dije que deseaba tu regreso, le prometí que podía llevarse todo de mí si así lo quería, mi magia, mi dinero, mi vida entera, a cambio solo quería verte y pedirte que vivieras unas vez más. Porque lo que ví en esos libros no era vida. Era sufrimiento.

Hubo silencio, breve e intenso. El mago apretó los puños a los costados y la rubia se preguntó si le iba a decir que la odiaba por ello.

Después de todo, ella sabía bien que Katsuki hubiera preferido quedarse eternamente en la oscuridad que volver a intentar una vez más vivir en la luz.

— ¿Cuándo pediste ese deseo? —quiso saber.

—Cuando tenía diecinueve años, durante el funeral de mi padre. Ha pasado muchísimo tiempo desde entonces, así que, pensé que la Puerta del Adiós había ignorado mi deseo y es posible que estés aquí por otras razones —le sonrió un poco —Pero no puede evitar ser feliz cuando te sentí saliendo de esa puerta. Katsuki, ¿sabes por qué eres libre?

—...No, cuando me desperté estaba en el bosque de Yuei, solo y jodidamente asustado —confesó el mago —Pensé que había pasado algo y corrí hacia el primer lugar que se me ocurrió y me encontré con que el reino había cambiado muchísimo. Estaba confundido y no sabía que hacer, tampoco quería volver para ver...que tanto también había cambiado este lugar. Me quedé en el bosque y después conocí a Deku y Kirishima.

—Y después te pusiste a trabajar para la Torre —comentó la rubia —Aún no perdono a Aizawa por ocultar esa información. Pero agradezco que te halla protegido.

—Me extorsionó para crearle pociones —bufo el mago — ¿Qué clase de puta protección es esa?

—Te mantuvo distraído, que es lo que necesitabas para seguir con vida, ¿no? —planteó la rubia y el cenizo se quedó en silencio, dándole la razón —No tenías un propósito y mucho menos deseos de vivir. Así que, él te protegió al darte algo qué hacer y por lo cual vivir un poco.

—Bien, ya no hablemos de eso —zanjó el tema el mago — ¿Qué haremos si Yuei entre en guerra?

—Pues, lo que siempre hacemos los Bakugou, ayudar —respondió la rubia tranquilamente —Es lo que tú quieres hacer y yo también, odio la guerra. Pero en esta ocasión no tendrás que hacer solo, incluso tienes a Deku-kun contigo.

—Sí, supongo —suspiró el cenizo —Aunque depende de lo que diga Mori acerca de él si lo dejo pelear o no.

—Es un chico con un peso importante en sus hombros —se llevo una mano a la cara la rubia con gesto pensativo —Pero seguro ya que estás a su lado, estará bien.

Por primera vez, muy levemente, Katsuki le sonrió a Mitsuki.

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