Capítulo 47
En la Tierra de los Elfos los muertos no se enterraban, se cremaban y sus cenizas iban a parar a la tierra. Se plantaba un árbol o una flor en honor al difunto y se le hacían rituales una vez al año, celebrando su vida más que su partida y esperando su reencarnación.
La tumba de Hake no era la excepción. En el Prado del Sol se encontraba un pequeño lugar lleno de girasoles altos y hermosos, que daban sombra a pequeñas flores violetas y rosadas. Había un pequeño caminito de piedras blancas que dividía a ambos y dónde los demás podían caminar para visitar las tumbas. Katsuki sintió un nudo en la garganta y se acercó despacio, casi con miedo, hacia los girasoles. Podía sentir como si en cualquier momento Hake saldría detrás de las plantas a asustarlo y vería esa enorme sonrisa infantil en un rostro adulto.
Pero eso no sucedió —muy a su pesar— en cambio, se sentó en el suelo y miro en el suelo una placa de piedra, "Hake Kaminari, Líder de Gadia, Elfo de corazón noble y bondadoso". Puso la mano sobre la placa y el nudo en su garganta se volvió más intenso, más doloroso.
—Hola, Hake —susurro —Vine a verte. Perdón...por irme.
El viento movió los girasoles en su dirección, llevando su aroma fresco hasta su nariz y en silencio, esperando que nadie lo viera, el mago lloro recordando a la persona que intento ser como un padre para él y a la niña que le brindo su amistad sin prejuicios y confianza.
— ¡¿Por qué mierda soy un niño?! ¡Uhg, odio esto! ¡Devuélveme mi forma! ¡Devuélveme mi forma!
Hake reía sin disimuló en lo que un pequeño Katsuki lo golpeaba inútilmente y tiraba de sus ropas. Estaba con la misma edad que tenía al momento de matar a su padre y eso no le gustaba un carajo, encima, era más pequeño que Nino y su magia se sentía algo débil, por lo cual, no podía utilizarla para atacar al Líder de Gadia.
Estuvo un buen rato insultado a diestra y siniestra al elfo de cabello rubio, reclamando por la bendita flor que le hizo tocar y escuchando las risas de los demás miembros del Clan de los Elfos. Finalmente, termino por cansarse y Hake sin ningún tipo de dificultad lo cargo en brazos para llevarlo hasta unos troncos que parecían servir para que se sentará. Lo apoyo en uno y empezó a arreglar sus ropas, las cuales le habían quedado inmensas.
El tacto del elfo era cálido y suave, tocaba sus brazos con cuidado, como si tuviera miedo de lastimarlo si lo hacía muy bruscamente. El cenizo no estaba cómodo con que lo tocaran tan familiarmente pero se sentía bien cuando el rubio lo hacía. Así que se quedó quieto y no protesto.
—La Flor de la Inocencia revela tu verdadera forma y hace que tus emociones se liberen. Es lo más útil para tratar tus heridas, Katsuki, no lo tomes a mal —pidió el rubio terminando de arremangar una de las mangas del cenizo y mirándolo a los ojos —Siendo un niño deberías estar más cómodo diciendo lo que te agrada y desagrada, ¿no? Aunque, bueno, ya eres un niño de por sí.
—No lo soy —refunfuño el de ojos rojos.
—Sí lo eres —hablo la Sacerdotisa de Isoe que se había mantenido callada a un lado del niño humano —Puede que seas maduro, pero si te hicieron daño siendo un niño, lo sigues siendo ahora.
— ¡Que no lo soy! —gritó el cenizo.
—No discutan, por favor —se paró Hake, viendo al cenizo con ligera insatisfacción por su ropa —Oh, bien, no puedo ver esto. Katsuki, ¿te molestaría tener que usar nuestra ropa por ahora? Te será más cómodo.
El cenizo asintió sin darle importancia y estaba por bajarse del tronco, cuando recordó que su cuerpo no era el mismo de antes y su equilibrio tampoco. Estuvo por caerse si no fuera por la azabache que repentinamente le agarro del brazo evitando su caída y el rubio que lo atrapó también. Se sonrojo debido a la vergüenza por su estupidez y empujó al Líder de Gadia para que no se le acercar más.
Hake no se mostró ofendido. La Sacerdotisa de Isoe bajo con gracia del tronco y le dió una mirada buscando heridas nada disimulada, al ver que nada más se sentía huraño por la vergüenza, se alejó y miro en dirección al más alto. Por un segundo, su expresión se torno un poco triste y haciendo una reverencia, anuncio.
—Me temo que debo asistir a mis clases, Líder de Gadia. Si nuestro invitado se encuentra aburrido, sería muy feliz de entrenarlo en unas dos horas —se levanto y sonrió —Tambien, creo que por la ocasión tan especial que estamos viviendo podríamos cenar los tres juntos, ¿no es así?
—Por supuesto, Sacerdotisa de Isoe, suerte con sus estudios —acarició el cabello azabache de la elfa con cariño y luego, rápidamente, retiró la mano —Estaría muy complacido de ser quien organizará nuestra cena.
—Siempre es el Líder de Gadia quien organiza la cena —se quejo con un pequeño puchero la azabache —Podría hacerlo yo por una vez.
—Ya habrá tiempo para eso —aseguró el rubio —Ve a tus clases, Nino. No quiero que los Concejales te reprochen por mi culpa.
Katsuki vio a Nino asentir y salía del lugar con pasos ligeros, la cabeza en alto y una tranquilidad que no debían ser típicas en una niña. Ni en una niña humana o elfa. Se giro para mirar a Hake, el cuál seguía el camino de su hija con paciencia y ternura.
— ¿Por qué le pediste que se fuera si querías pasar más tiempo con ella?
El cenizo no se dió cuenta de lo brusco de su pregunta hasta que salió de su boca y llevo sus manos a la misma, tapándose los labios. Su honestidad y curiosidad salieron a flote sin que pudiera detenerlas, haciendo que ni siquiera pensará en qué tipo de sentimientos tenían el padre y la hija en esos momentos. Pero en vez de mandarlo al carajo como estaría en su derecho de hacerlo, el Líder de Gadia le extendió la mano y le pidió que la tomara para guiarlo hasta sus terrenos. Ahí le prometió que le explicaría su relación con la azabache.
Los terrenos que pertenecían a Gadia —aunque, podían ser usados por todos los elfos del clan, solo se denominaban así debido a que las temperaturas eran más calidas— eran el Prado del Sol, El Bosque Dorado, las Montañas de Luz, y el Río de la Eternidad. Los Concejales de Gadia se repartían entre los terrenos y solían estar siempre a disposición del pueblo. Dentro de las Tierras de los Elfos, esos lugares se consideraban habituales para quienes pertenecían a el clan de Gadia, ya que quedaban cerca de los humanos. El Líder de Gadia le comento a el niño humano que la razón por la cuál ellos y los humanos no tenían encuentros ocasiones era debido a la protección de los Dioses Gadia e Isoe. Ellos dos juntos protegían las Tierras de los Elfos del ojo humano. Cuando un elfo dejaba las tierras para explorar, Gadia e Isoe no podían hacer nada por su destino.
—Los que siguen a Isoe viven un poco más apartados de aquí, en los Árboles de la Oscuridad, el Lago de Isoe, el Páramo de Armonía, Los Túneles de la Noche y Los Columpios del Cielo. Es inusual que un elfo de Isoe salga del bosque pero todos son curiosos y suele pasar de vez en cuando —contó el rubio —En realidad, Nino fue una de ellos. Salió del bosque con unos amigos de su clan y no volvió por varias noches. Me angustie mucho pero, finalmente, volvieron a casa. Gracias a ti.
—...No quiero pensar mucho en eso —murmuró el cenizo —Por salvarlos a ella y sus amigos, mí tío murió. Fue mi culpa.
—Sí, Nino y sus amigos plantaron un hermoso árbol en su honor. Como no sabían su nombre le pusieron "Gratitud" al árbol —comentó el rubio viendo la expresión del cenizo —Espero que no te moleste, Katsuki.
Katsuki negó con la cabeza. No le había hecho una tumba a Hisui y ni sabía dónde quedó su cuerpo. Pero Nino que no tenía ninguna obligación con su tío le hizo una tumba y le brindo una especie de funeral. Le daría las gracias cuando la viera.
—Hemos llegado a un lugar tranquilo —anunció el Líder de Gadia —Puedes acomodarte donde gustes.
Estaban en medio del bosque, dónde la hierba y el pasto no eran demasiado altos y los árboles con hojas doradas y rojas daban sombra. No habían troncos para sentarse, así que, el cenizo lo hizo en el suelo. Al sentarse, sintió el pasto subiendo sobre su cuerpo y tuvo miedo por un segundo, pero el rubio le apoyo una mano en el hombro y con sus ojos dorados le pidió que mantuviera la calma. Se obligo a sí mismo a confiar un poco en el elfo y sintió como su ropa iba siendo consumida por la hierba. Luego de unos segundos, tenía una bata ligera de color verde a su medida que olía a pasto y tierra.
No pudo ocultar su asombro y el Líder de Gadia se sentó en el suelo a su lado, con las piernas estiradas de forma relajada y las manos tocando la tierra, inhaló hondo y Katsuki sintió la magia fluyendo de una manera maravillosa por el aire.
—La naturaleza nos brinda todo lo que necesitamos. Ropa, comida, un hogar. En estas tierras, Katsuki, lo más importante es el respeto por la naturaleza y la vida —le explico el Líder de Gadia —Los humanos no comparten en la misma medida nuestros valores. Matan, lastiman, son codiciosos y malvados. Pero no todos son así. Tú eres la prueba de eso. Haz hecho cosas que deberíamos considerar abominables pero tú magia se siente muy pura y natural para nosotros. Eres alguien generoso.
—...No lo soy —susurro el de ojos rojos abrazándose las rodillas —Yo...solo no quería morir. Es todo.
No pensó en salvar a sus primos. No tenia el coraje de Ichi cuando enfrento a los Lobos Negros. Todo lo que tenía era miedo y desesperación. No había generosidad en su interior. El anciano Mitsuru tenía razón, en su interior, sabía que mataba a los Lobos Negros para sentirse necesitado por su aldea y porque no quería que nadie más lo llamara monstruo como lo hacía el anciano Kuro. Deseaba ser querido. Y en el camino a eso, se perdió y ahora todo lo que hacia, lo sentía como una obligación. Porqué él era el más fuerte de todos y el más fuerte siempre debía proteger al más débil.
Katsuki sintió una mano sobre su cabeza y vio la mirada amable de Hake sobre su persona, lo acaricio durante unos segundos y sintiendo los rayos del sol sobre su piel, se empezó a sentir un poco reconfortado. El Líder de Gadia no le dijo nada que pudiera consolarlo, como si supiera que no deseaba oír su respuesta y seguir indagando del tema. Lo dejo de acariciar un momento después y se acostó boca arriba en el pasto, con las manos sobre el estómago. Se sintió tentado e hizo lo mismo. La hierba le raspaba un poco la cara y podía oler la tierra húmeda, le empezó a dar un poquito de sueño.
—Ah, cierto, dije que te hablaría de mi relación con Nino —recordó el mayor viendo hacia el humano que despabilo un poco y lo observó con atención —Es una historia un poco larga. Te sugiero que cierres los ojos e imagines que es un cuento, Katsuki.
—Otra vez me estás tratando como un maldito niño —gruño el cenizo —No necesito una historia para dormir.
— ¿Qué tiene que ver un cuento para dormir con ser un niño? —se rió el rubio —Incluso a mí me encanta que me cuenten una buena historia antes de irme a dormir.
—Pero eres un adulto —acuso de manera infantil el de ojos rojos.
—Un adulto puede disfrutar de los cuentos —afirmó el Líder de Gadia —Oh, no nos vayamos otra vez de tema. Te contaré mi relación con mi hermosa, encantadora y adorable hija.
Katsuki escuchó la historia con atención pese al sueño que quería reclamarlo. La madre de Nino, la esposa de Hake, había muerto dando a luz a una bebé que no podía respirar por su cuenta. La elfa que ayudo en el parto no le daba a la pequeña esperanzas de sobrevivir. Entonces, el Líder de Gadia fue desesperado a buscar la ayuda de Isoe. Porque, la Diosa del Sol y el Fuego, creía que el destino era inevitable. En cambio, el Dios del Mar y el Viento, creía que el destino se podía pelear y cambiar. Así que Hake sabía que Isoe escucharía sus ruegos, fue hasta el Lago de Isoe y llevando a su hermosa y pequeña bebé en brazos, se metió en el agua hasta quedar sumergido y se hundió con ella. Y rezo, dijo "te doy mi vida, a cambio de la de ella, Isoe. Por favor, ayudarla a cambiar su destino".
El Líder de Gadia estuvo en el lago hasta que su respiración no dió más y salió a la superficie tosiendo grandes bocanadas de agua, sintiendo la garganta dolida e irritada. Pero eso no fue todo, a sus oídos llegó el sonido más maravilloso de todos, el llanto de Nino.
Isoe había salvado a su hija pero no le reclamo su promesa. Hake lo supo cuando vio en la espalda de la bebé la marca de una gota de agua. El Dios del Mar y el Viento reclamo a su hija como su Sacerdotisa. Ese fue el precio por cambiar su destino. Ella conservaría la vida pero siguiendo su voluntad y debido a que eso era muy estricto, ya no podría estar más con él.
Hake lloró junto con Nino. Lloro maldiciendo y agradeciendo a Isoe por haberle salvado su vida pero a cambio de separarla de él. Cuando finalmente pudo calmarse, su hija le miraba con sus ojos onix y su naricita de color rosado por el largo llanto. El rubio le dió besitos por toda su cara, le juro mil veces su amor eterno, le juro que siempre estaría con ella, le juro que siempre y para toda la eternidad, la amaría. Después, desechó en pedazos, fue con los Concejales de Elfos y les dió la noticia de la nueva Sacerdotisa. Inmediatamente, lo separaron de su hija y empezaron con su educación.
—Nino es una gran Sacerdotisa y promueve una relación más amigable con los humanos, basándose en el hecho de que si dejamos a los humanos seguir haciendo lo que quieran con los bosques y montañas, no tardarán en destruirlo todo. No ha tenido muchos avances convenciendo a su gente pero la generación más joven, pese a las malas experiencias, están dispuestos a escucharla —siguió hablando Hake —Es diligente, responsable y digna. Mi orgullo. No importa si nuestra relación tiene que ser formal al ser ella la Sacerdotisa de Isoe y yo el Líder de Gadia. Es doloroso para los dos, pero sabemos que no es tan malo. Los Concejales de Isoe dejarán de ser tan estrictos con ella cuando sea una adulta. Solo tenemos que ser pacientes.
— ¿Los elfos viven el mismo tiempo que los humanos, Lider de Gadia? —quiso saber el cenizo.
—No, tenemos vidas más largas y el tiempo aquí también pasa un poco más lento —respondió el rubio —Por eso creo que es importante vivir a nuestro propio ritmo.
Katsuki no comprendió eso último. Desde que podía manejar la magia del tiempo, no tenía un ritmo para vivir. Él vivía y ya, por eso quizás no apreciaba más el tiempo. Era cierto, ahora que lo pensaba, aunque todavía se parecía a sus primos llegaría el día en que ellos serían adultos y él no. Que los niños que veía en su aldea y en el Reino de Yuei dejarían de serlo, mientras él permanecía igual y seguía siendo llamado "Katsuki-niisan" por otras generaciones más jóvenes, que también iban a crecer mientras que él no.
¿Llegaría a morir, no? Es decir, sería joven sí, pero eventualmente iba a morir, ¿cierto?
—Katsuki, ¿por qué no dormimos un poco? —sugirió Hake notando la angustia en el rostro del niño —Adoro tomar siestas aquí. Es mi lugar favorito.
— ¿Y nadie te ha atacado?
Al Líder de Gadia se le esfumó la sonrisa y giro el cuerpo hacia el cenizo, apoyo el codo sobre la hierba para mirar al niño que se acurrucó a su lado, con las rodillas contra el pecho y las manos hechas puños cerca de la boca. Sus ojos rojos en alerta hicieron que el elfo quisiera crearle un campo de protección alrededor suyo pero eso no serviría para sus propósitos. Parte de curar al cenizo venía de hacerlo confiar en él, por mucho que eso le pusiera incómodo.
—Nadie te atacará aquí —juró —Pero si te hace sentir más seguro, puedo quedarme despierto y vigilar los alrededores.
—Mentiroso —acuso el cenizo —Seguro te vas a quedar dormido.
—No lo haré —prometio el rubio acercándose al menor pero sin tocarlo —Estare despierto y cuidare tus sueños, Katsuki.
Todavía desconfiado, el cenizo cerro los ojos, inhaló el aroma de la hierba una vez más e intento dormir. Estaba tan relajado por el ambiente que no tardo en caer dormido. El Líder de Gadia se mantuvo despierto por mucho tiempo, se sentó en la hierba mirando al pequeño niño humano y negó con la cabeza, ¿cómo era posible que lo hubieran lastimado tanto al punto que ni pudiera disfrutar de una siesta al aire libre? No podía entenderlo y lo lastimaba mucho, porque la magia de ese niño se sentía tan dulce y pura que sentirla machada era abominable. Aparte de eso, ese pequeño niño había salvado a su hija. Se sentía con una deuda enorme que no sabía ni por dónde compensar.
¿Qué podía hacer por él? Únicamente, se le ocurría que hacerlo sentir seguro y darle conocimientos podría funcionar. Parecía ser un curioso, alguien que como los elfos más eruditos, deseaba el conocimiento para ayudar a la vida y la naturaleza. Sería bueno poder ver si su futuro sería bueno o no, pero Gadia jamás le había dado una visión profética con ese niño. A Nino tampoco.
Ojalá su futuro fuera mejor. Pero tenía la horrible sensación de que no sería así.
Hake se quedó despierto hasta que el cielo oscureció y Nino llegó a buscarlo para la cena, intrigada de porqué todavía no estaba donde siempre. Ella miro al cenizo durmiendo con pena, se sentó en el suelo y ni lo toco, porque sabía que si lo hacía el humano se despertaría. Se inclinó hacia su padre y se apoyó en su hombro, el rubio la rodeo con un brazo y le dió un beso en la frente.
—Perdóname, hija, no he podido hacer la cena —se disculpo en voz baja.
—Descuida...papá —aprovechó para decir la azabache ya que eran solo ella, el rubio y el cenizo en todo el lugar — ¿Lleva durmiendo mucho tiempo?
—La Flor de la Inocencia consume mucha energía. Es de esperarse que necesite descansar —murmuro el Líder de Gadia —Me pregunto si alguien me había atacado aquí. Debe ser la primera vez en mucho tiempo que duerme al aire libre sin una forma de protegerse.
—...Papá, ¿qué podemos hacer por él? —preguntó dolida la azabache —Es mi salvador y solo nos pidió quedarse aquí. Me siento mal.
—Yo también —compartió su opinión el rubio —Haremos lo que podamos por él. Para empezar, vamos a despertarlo para la cena.
Nino asintió y Hake despertó a Katsuki, el cuál aturdido por haber dormido tan profundamente estuvo por atacar al Líder de Gadia. Por suerte, aparte de un empujón fuerte, el rubio no sufrió más daños. Después, avergonzado y tímido por ser tan bruto, el cenizo se dejó guiar dócilmente por los dos elfos hacia el lugar de la cena, una bella choza de madera que pertenecía al mayor. Ahí, los más jóvenes se sentaron en una mesa hecha de troncos de madera y el rubio se puso a cocinar, les sirvió un poco de agua y contra todo pronóstico, la Sacerdotisa de Isoe y el cenizo tuvieron una larga conversación acerca de la magia y los humanos. El rubio los escuchaba con atención y un poco de diversión por un par de comentarios que se le iban al cenizo o a su hija. Nino estaba fascinada y un poco aterrada por los humanos, pero seguía creyendo fielmente que sería fantástico tener una relación cordial. Cuando el cenizo hablo de empezar por su clan más adelante, ella estuvo encantada.
Hake sirvió la cena interrumpiendo la conversación entre los dos y empezaron a comer. Katsuki escuchó entonces del Líder de Gadia que no consumían animales y que tenían pequeñas piedras mágicas que les daban energías. No podían usarlas para otra cosa ya que su tiempo de uso era limitado. Había muchas huertas para cada uno y se dividían los trabajos en la Tierra de los Elfos, a nadie le faltaba comida nunca.
Al terminar la cena, Katsuki recibió la noticia que iría con Nino a dormir en los Árboles de la Oscuridad. Hake pareció triste cuando tuvo que verlos partir hacia los territorio de Isoe pero les siguió sonriendo hasta el final. El camino hacia esos árboles era largo y a oscuras, pero la noche en la Tierra de los Elfos no era aterradora, había pequeños seres que brillaban y se movían a su alrededor con curiosidad. Una incluso se apoyo en su hombro, tenía forma humana y alitas de mariposa.
—Parece que le agradas a las hadas, Katsuki —comento la azabache —Ellas nacen aquí y viven mucho pero mucho tiempo. Son hermosas, ¿no lo crees?
—Son luciérnagas —dijo el cenizo y el hada en su hombro, ofendida, le pasó por los ojos dejándole aturdido por el brillo de su magia — ¡Oye!
—Eso te pasa por ser grosero —se rió la Sacerdotisa de Isoe —Ya llegamos. Está es mi casa.
Katsuki vio un árbol enorme cuyo tronco era negro y tenía marcas largas a los costados. Cuando Nino puso la mano sobre la superficie, el tronco brillo y se abrió, dejando paso al interior. Una vez entraron, volvió a cerrarse y el cenizo observó fascinado el interior. Una sala llena de libros y una mesa, una escalera que daba con un piso superior dónde debía estar la cama. Unas mantas y almohadas en el suelo, dónde posiblemente iba a dormir él. La luz venía de lo más alto del árbol, unas esferas con pequeñas rocas que iluminaban la estancia.
—Debo hacer mis rituales a Isoe temprano por la mañana y a oscuras, así que, por favor no te asustes si escuchas ruidos Katsuki —advirtió Nino —Los Concejales de Elfos aceptaron que te quedarás aquí debido a que eres mi salvador y mi padre te ha demostrado su gracia. Pero están un poco asustados ya que han oído que dominas la magia.
—Yo uso la magia —corrigió el cenizo yendo hacia el lugar donde había mantas y almohadas —No la domino.
Nino negó con la cabeza y se acercó al cenizo, era apenas unos centímetros más alta pero tenía cierto porte que inspiraba respeto. Le recordó un poco a Teka. Pero la reina de Yuei era más intimidante y agresiva. En cambio, la Sacerdotisa de Isoe parecía sabía y reflexiva para su edad.
—La dominas. Vas contra la voluntad de la magia. Puedo sentirlo —aseguró la azabache —A la magia no le gusta eso y un día te lo cobrará. Puedo que te tenga bajo su cuidado pero no siempre podrás ignorar que la magia tiene sus propias reglas y voluntad.
— ¿Y qué me pasará cuando pase ese límite? —quiso saber el cenizo interesado en la respuesta que la elfa podría darle.
—No lo sé. Algo malo, supongo —suspiró la de ojos ónix.
—Que respuesta más vaga —se acostó sobre las mantas y se quedó mirando las luces en lo alto —Hey, ¿aquí también están los Lobos Negros? Son criaturas enormes, parecidas a los lobos comunes, pero con magia.
—Los monstruos del bosque. Sí, suelen acechar también por aquí. Pero debido a los campos de protección no pueden atacarnos —respondió la elfa —A no ser que su creador los ayude.
— ¿Su creador?
El cenizo se sentó mirando a la Sacerdotisa de Isoe con los ojos bien abiertos. Siempre pensó que los Lobos Negros eran como cualquier otra criatura magia. Que se reproducían como los animales normales y atacaban como los depredadores normales. Nunca les paso por la cabeza que tuvieran un "creador".
Nino se preguntó si debía contarle lo siguiente al humano o no. Su padre había dicho que lo menos que podían hacer por él era darle los conocimientos que pudiera querer o necesitar. Pero decirle aquello solo generaría nuevas preocupaciones en el humano y se suponía que estaba con ellos para curar sus heridas. No estuvo segura y vaciló bastante hasta que, finalmente, decidió contarle.
—Katsuki, la magia en ciertas ocasiones puede tomar forma y no siempre es buena. A veces, la magia es alimentada por la maldad y así es como surgen los monstruos verdaderos —intentó ser lo más clara posible —Lo que llamas Lobos Negros fueron creados por esa magia. Y siguen las órdenes de su creador cuando esté tiene una forma corpórea. Lo cual no sucede con frecuencia a no ser que halla acumulado la suficiente energía. Ese creador existe con un único propósito, perpetuar su propia existencia en el mundo. Es el monstruo más grande de todos, porque genera desgracias para permanecer en el mundo todo el tiempo que le sea posible.
—Entonces, ¿usa a los Lobos Negros para poder existir? —interrogó el cenizo — ¿Y qué sucede si ese método ya no le sirve?
—Lo más posible es que busque uno nuevo y más aterrador —respondió la azabache bostezando —Es hora de dormir. Que descanses, Katsuki.
Nino subió por las escaleras hasta su cama y el cenizo se quedó sobre las mantas. Cuando las luces se apagaron y permaneció a oscuras, pensó en los Lobos Negros y si realmente estaban siendo controlados por esa magia que menciono la elfa. Si era así, ¿qué es lo que él provocó al asesinarlos? Estaba amenazado la existencia de la magia misma, así que, ¿qué métodos implementará esa magia para seguir existiendo?
Katsuki sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo y cerrando fuertemente los ojos, intento quedarse dormido para no tener que pensar en eso.
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