Capítulo 45
[Capítulo mañanero porque después se me complica para publicar en la tarde jaja. La letra no es exacta con la canción, solo saque las partes más importantes. Como siempre, muchísimas gracias por todo su apoyo ❤️]
Katsuki se despertó sintiendo sus energías renovadas y con un poco de hambre. Seguía en la choza de Denki, la cuál ahora lucía más ordenada y limpia, pero se encontraba solo. Tal vez debido a lo pequeño que era el lugar para que el elfo rubio y Kyoka se quedarán a hacerle compañía. Se estiró en la cama y se desperezo por completo, se bajo y salió en búsqueda de los otros dos.
Tuvo la suerte de que estuvieran sentados en el suelo a un lado de la choza, cómodamente una al lado del otro, cantando y tocando lo que parecía una guitarra. Era una linda melodía, calmada y suave, que se detuvo cuando los elfos escucharon sus pisadas.
- ¡Buenos días, Katsuki! -lo saludo primero el de ojos dorados con una sonrisa -Has dormido por dos días enteros, ¿te sientes mejor?
-Hum, recuperado -bostezó el mago - ¿Tienes algo de comer o tengo que ir a cazar?
-Te traeré un poco de té y semillas de chía -dijo la azabache poniéndose de pie - ¿Consumes Piedras de Bea? Tienen un sabor parecido al chocolate humano y ayudan a aumentar la resistencia.
El cenizo asintió y la azabache se dirigió a buscar lo dicho. Mientras tanto, el rubio lo invito a sentarse a su lado. No hizo preguntas de porqué se habían ido del Valle del Hielo y esperaba que no las hiciera más adelante. Una vez terminara de visitar la tumba de Hake, se volvería a Yuei para encontrarse con Eijirou e Izuku y de ahí seguirían sus jodidos problemas, solo que con una espada maldita en vez de un príncipe maldito.
Carajo, no quería pensar en Shoto.
- ¿Ya saben los Concejales de Elfos de mi presencia aquí? -interrogó el mago y el elfo rubio asintió pero tenía un gesto un poco preocupado -Por tu cara puedo adivinar que no te creyeron.
-Bueno, no puedo culparlos. Se supone que, técnicamente, todos sabíamos que sería imposible que estuvieras muerto pero era igual de imposible que te mantuvieras con vida en algún otro sitio -respondió el de ojos dorados dando un suspiro -Pidieron que Song-sama te hiciera una prueba.
Katsuki arrugó el ceño y pensó seriamente en protestar eso. Song era una Diosa viva de los elfos que podía materializarse en las Flores del Renacimiento, un jardín entre medio de dos árboles gigantes dónde la diosa daba la bienvenida a los elfos y elfas recién nacidos cantando. Los elfos no creían en la muerte como el final de la vida, si no en el renacer continúo de la existencia dentro de la naturaleza. Y como prueba de eso, por cada alma Song cantaba una canción única para ella, para marcar su veracidad. Eso no quería decir que el elfo renacido -ni que se supiera quién fue anteriormente- fuera siempre la misma persona, si no que su alma había sido limpiada para empezar una nueva vida de una manera diferente. La canción incluso podía variar de letra pero Song cantaba la misma para que quedara demostrado que la alma era la misma de antes de morir.
El problema que tenía el mago con la canción de Song era que ella era la Diosa del Alma. Ella podía ver, literalmente, el interior de su alma y expresarlo. A el cenizo no le gustaba eso, porque ya sabía que diría la canción de Song y no le gustaría escucharla una segunda vez con público presente. Era demasiado deprimente.
- ¿Qué pasaría si me niego? -preguntó.
-No dejarían que fueras a la tumba de mí tatarabuelo -respondió el rubio -Con Kyoka hemos intentado pensar en otras formas aparte de Song-sama que pudieran validar tu existencia ante los Concejales. Pero no se nos ha ocurrido nada.
Nada para mí es fácil, carajo.
El cenizo gruño y justo en ese momento, la Sacerdotisa de Isoe salió con su comida, la dejo en el suelo y él se dispuso a comer en silencio, mientras el Líder de Gadia tocaba la guitarra. Era muy relajante y una vez acabo, se puso de pie y miro a los elfos con seriedad.
-Lo que cante su diosa no pueden decirlo nunca -indicó el cenizo -Ni quiero que me pregunten acerca de ello. Jamás.
Los elfos se vieron entre ellos y asintieron con la cabeza. Entonces, los tres se dirigieron a los Árboles de la Oscuridad, dónde los Concejales de Elfos habían elegido reunirse por la ocasión. Eran dos elfos y cuatro elfas, vestidos con tunicas azules largas y adornadas según el clan al que pertenecieran, Gadia o Isoe, tenían bordados del sol o de gotas de agua. Ellos miraron al cenizo inexpresivamente, estaban sintiendo el poder de su magia y teniendo sus dudas acerca de la apuesta que llevaron a cabo con el Líder de Gadia, pero decidieron que la Diosa Song sería la que demostraría si el chico delante de ellos era Katsuki Bakugou o no.
Todos juntos se dirigieron hacia el jardín donde estaban las Flores del Renacimiento y la Diosa Song, la cual estaba materializada con luces brillantes de colores que se movían a la par como si fueran un cuerpo e iban de aquí a allá entre las flores de distintos colores. Era extraño que Song no estuviera presente en su territorio, ya que siempre había algún nacimiento en el Clan de los Elfos. Pero más extraño era que la diosa detuviera su canto cuando alguien llegaba a visitarla. Ella siempre cantaba sin importar quien estuviera presente.
Pero se quedó callada de repente y su cuerpo brillante giro para mirar a Katsuki, las luces que formaban sus ojos multicolor parecieron moverse para expandirse y su boca hizo un sonido agudo. Los Concejales se quedaron quietos observando la escena. El jardín de las Flores del Renacimiento estaba rodeado por unos arbustos que solamente la Sacerdotisa de Isoe y el Líder de Gadia podían pasar sin salir heridos, pero cuando el cenizo entro en trance debido a que Song empezó a leer su alma, pudo entrar sin sufrir el menor daño.
Kaminari y Jiro contuvieron la respiración cuando vieron al mago con los ojos rojos opacos acercándose hasta su diosa. No había registro de que algún humano hubiera hecho contacto con Song. Pero debía ser obvio que, a diferencia de ellos, un ser humano recibiría un trato diferente por parte de su diosa. Song debía estar examinando el alma del mago hasta el cansancio por la manera en que las luces de su cuerpo pasaban de blancas y amarillas a azules y verdes. Las Flores del Renacimiento movían sus pétalos hacia arriba como si quisieran participar de ese examen tan minucioso y cuando la diosa pareció estar satisfecha, el cenizo volvió a tener los ojos de su color normal y se los frotó debido a que los sentía irritados.
Katsuki había olvidado lo incómodo y extrañamente reconfortante que era la magia de Song cuando leía su alma. Se sentía invadido pero cálido. A gusto y a la vez, desconsolado. Como si alguien lo hubiera abrazado cuando llegaba por primera vez al mundo y luego lo soltaba para caer en la fría oscuridad. La primera vez que tuvo esa experiencia, Hake lo abrazo para darle consuelo y sin decirle nada, le demostró que todo estaría bien.
En esta ocasión, Song le rozo el rostro con lo que podría llamar su mano y luego, empezó a cantar.
Como supuso, era la misma canción de ese entonces. Song se esparcía con todas sus luces por el jardín y las Flores del Renacimiento perdían los pétalos coloridos que empezaban a moverse a su alrededor, pidiéndole que bailará una vez más.
¿Quién podría bailar teniendo una canción tan deprimente? No lo sabía, pero sus pies empezaron a moverse solos por el jardín junto con el sonido de la música.
Estoy seguro de que el corazón que dejé atrás todavía se esconde en lo profundo del bosque.
Cansado y sin fuerza para seguir buscando, veo como la gente desaparece en la infinita oscuridad.
La melodía era lenta, suave y fluía con melancolía y tristeza. La primera vez que la escucho no lo pensó mucho porque sabía bien su significado y solamente no quería admitirlo. Después de todo, Song no inventaba nada, ella cantaba lo que veía en el fondo de su alma.
Y Katsuki sabía lo que había en su alma, por mucho que se negará a verlo. Rencor, tristeza, soledad. Arrepentimientos.
Mucho dolor e inseguridad.
Cuando estoy cada vez más cerca de mi sueño, me cuestiono a mí mismo.
Mientras sigamos viviendo nos perdemos cada vez más en la oscuridad, incapaces de gritar.
La canción reflejaba sus sentimientos más profundos y sus miedos. En aquel entonces, cuando Yue había muerto, pensó que tarde o temprano terminaría llevando a los demás a ese mismo destino y todo debido a que no podía hacer lo que tenía que hacer. Porque tenía un corazón blando que no podía abandonar. Todavía habiendo hecho cosas atroces, no lograba deshacerse de ese rastro de humanidad que quedaba adherido a él y no le servía de nada para proteger a los demás.
Por eso, cuando salió del bosque, creó el Muro del Dragón. Lo que tuvo que haber hecho desde el principio para proteger Yuei y sus tierras. Pero eso tuvo un precio y fue que todos empezaron a verlo como lo que era, un verdadero y maldito monstruo.
Un monstruo que arruinó a la Tribu de los Yelpe y los Nikka hasta la extinción.
Hemos estado toda nuestra vida vagando en lo más profundo de la oscuridad.
Cerrando el camino de regreso, condenados a caminar por la eternidad.
Sin poder llorar por toda la eternidad.
Cuando la canción se detuvo Katsuki estaba parado de espaldas a los Concejales, el Líder de Gadia y la Sacerdotisa de Isoe, podía oír el viento en sus oídos y la calidez de la magia de Song desapareciendo. Pero ella volvió a manifestarse delante suyo, las luces de su cuerpo brillaban como antes, aunque su expresión era lúgubre y deprimente, la diosa lo abrazo delicadamente y él pudo escuchar un jadeo de sorpresa por parte de los Concejales. Después, ella agarró un par de Flores del Renacimiento y se las pasó. Hake le había dicho que era la manera en que Song honraba a las almas bellas.
Él no creía tener un alma bella antes y mucho menos ahora pero acepto las flores como hizo la primera vez para no ofender a la diosa. Ella se vio feliz y se alejó, después de unos minutos, volvió a cantar y continúo con su trabajo.
El cenizo salió del jardín de las Flores del Renacimiento sin la menor dificultad y se paró delante de todos que le miraban sorprendidos. Jiro y Kaminari parecían absortos. Él solo tuvo una cosa para decir.
- ¿Ya puedo ir a la tumba de Hake o no?
-Joven Deku, aquí tiene.
Midoriya sufrió un pequeño susto cuando escucho a Yagi detrás suyo y lo vio sacar el libro de la estantería alta que él no alcanzaba. El hombre rubio había llegado hace poco al Círculo y era el comandante del ejército imperial de Yuei. La Matriarca de los Bakugou le contó que se lo llamaba informalmente el General de la Muerte. No le desagradaba el hombre pero tenía una mirada algo intimidante que le hacía querer mantenerse fuera de su vista.
-G-Gracias Yagi-san -agarró el libro y se lo llevó contra el pecho -No sabía que estaba aquí.
-Me gusta venir a leer de vez en cuando -respondió vagamente el rubio mayor - ¿Tú qué haces? ¿Una investigación?
-Uhm, pues...
El menor miro hacia el escritorio de la biblioteca lleno de libros y libretas con anotaciones, decir que estaba haciendo una investigación era una muy buena mentira pero estaba tan nervioso que ni se le ocurría un tema para esa mentira. Decir que era una investigación histórica podría tener sentido pero, ¿por qué tendría que explicarle al comandante de un ejército eso? ¡además el hombre le ponía muy nervioso e incómodo!
-Oiga, vejete, de dos pasos para atrás y dejé a Deku respirar antes de que se muera.
Ah, el más bajo nunca estuvo más feliz de escuchar la voz de Kirishima y aunque estaban con una extraña tensión entre ambos -él seguía muy enojado por el chupetón que no se borraba de su cuello- debido a lo que pasó la última vez que tocó el Libro de la Memoria de Kazuma Bakugou, corrió hacia el dragón y se oculto detrás de su espalda. Ignorando como se vio satisfecho por sus acciones, se quedó dónde estaba viendo la mueca del rubio.
- ¿Lo sigo poniendo incómodo? -interrogó el mayor -Pensé que estaría más acostumbrado a mí después de tantos días.
-Uh...-vaciló el menor -Soy un poco tímido, Yagi-san. No lo tome personal.
¡Es solo que tiene algo que no me agrada ni un poco!
Izuku no podría definir la sensación con una sola palabra pero sí con una comparación sencilla entre la magia de Katsuki y el aura de Toshinori. Cuando conoció al mago y este estuvo por matar a Eijirou con su magia, la sensación de asfixia si bien fue aterradora y horrible, no le provocó sentimientos negativos hacia al mago. En cambio, el aura que rodeaba al comandante del ejército imperial le hacía sentir escalofríos por todo el cuerpo, como si el hombre pudiera acabar con su vida si elegía sacar la espada que siempre llevaba consigo en el cinturón. Le daba miedo, porque sentía que el hombre rubio había perdido todo interés por la vida y no le importaba su aniquilación.
-Comprendo, entonces, me retiro -se dió la vuelta el rubio pero antes de hacerlo, se detuvo y volteo una vez más -Deku, de casualidad, ¿sabe usar la espada?
Como todavía estaba usando la poción para tener los ojos de un verde más claro y el cabello castaño, el más bajo no noto que hubo un segundo donde sus ojos brillaron de un tono esmeralda ante la mención de la espada. One For All era una secreto que Mitsuki prometió mantener pero, ¿era posible que ella se lo hubiera hecho saber al hombre que tenía delante suyo?
-Sí, sé usar una espada, Yagi-san -eligió responder - ¿Por qué pregunta?
- ¿Te gustaría tener un entrenamiento conmigo?
Bien, esa pregunta no la esperaba y no podía negar que, quizás, sería una buena idea tener un entrenamiento con una persona experimentada. Con el dragón no podía hacerlo debido a lo incómodo que se encontraba a su alrededor. Y pedírselo a alguien del clan Bakugou lo hacía sentirse como si estuviera abusando de su hospitalidad, ya que todo lo que hacia era encerrarse en la biblioteca estudiando libros históricos sin ningún fin productivo a la vista. El pedido del mayor no sonaba tan mal pero no podía usar a One For All para entrenar. Se revelaría que tenía con él la espada que presagiaba que el mal llegaría al mundo de manera inminente.
-Podríamos usas espadas de madera -comentó el rubio al notar la vacilación del menor -Tampoco te quitaré demasiado de tu tiempo.
El castaño seguía inseguro pero, terminó dejando su escondite detrás de la espalda del dragón y enfrentando al hombre de cabello rubio con ojos claros que esperaba su respuesta.
-Será un gran honor que Yagi-san entrene conmigo.
El mayor asintió satisfecho que hubiera aceptado la inesperada propuesta -que se le ocurrió para pasar un poco más de tiempo con el menor- después se dirigió hasta la salida de la biblioteca con los dos jóvenes caminando detrás suyo. El dragón iba con el ceño fruncido y de brazos cruzados.
-Me parece una mala idea -gruño cerca del otro para que lo escuchará -No lo llaman el General de la Muerte en vano.
Midoriya intento que no se notará como ese apodo le causaba una pequeña conmocion pero, por supuesto, Kirishima y sus agudos ojos atentos a todo lo que hacia el humano no lo pasaron por alto. Le puso un brazo por sobre los hombros y lo apretó contra su pecho, oliendo así el aroma del bosque en su cabello y notando el sonrojo en sus mejillas. El humano intento soltarse pero él no se lo permitió. Llevaba días lejos de su lado y su tolerancia estaba en cero para esos momentos.
-...Me aprietas, Kirishima-kun -murmuró molesto pero dejo de forcejear para que el dragón lo soltará.
-Si te hace daño, a la mierda con su entrenamiento -susurro cerca del oído del menor -Le quemaré el maldito cabello rubio. Debe arder bien.
Era un comentario malicioso pero, de alguna manera, imaginar al General de la Muerte calvo debido al fuego de un dragón rojo enojado basto para que el menor sintiera sus nervios bajando y que la cercanía del otro con su cuerpo pasará de ser abrumadora a agradable. El brazo musculoso lo mantenía en su lugar pero no entorpecía su andar y podía sentir el ligero olor a sol que venía del pelirrojo, un olor que siempre traía por dormir al aire libre y en lugares donde los rayos del sol llegaban a ser más molestos e irritantes que reconfortante. Nunca lo había pensado antes pero el olor era muy llamativo, suave y ligero, pero tenía bastante presencia y lo hacía no querer apartarse de su lado.
¿Todos los dragones tendrían ese tipo de aroma? ¿O sería solo el pelirrojo que caminaba junto con él?
Estaba divagando tanto en sus pensamientos -y, desgraciadamente, murmurando en voz alta los mismos para un dragón que lucía cada vez más y más satisfecho consigo mismo- que no noto que estaban llegando al campo de entrenamiento de los Bakugou, dónde Mitsuki y Masaru estaban también teniendo un pequeño combate de práctica. Fue conciente de su entorno cuando escucho a los caballeros echándole porras a el castaño.
- ¡Vamos, Masaru-sama! ¡Es el desempate!
- ¡Usted puede!
- ¡Señora, no sea demasiado cruel con su esposo!
Yagi se detuvo a un metro de la arena donde el matrimonio estaba combatiendo, los dos usaban una remera blanca holgada, pantalones negros y zapatos negros, una ropa ligera que favorecía sus movimientos. Sin embargo, ambos estaban usando armas distintas. Mientras que el castaño tenía una espada y una daga, la rubia tenía solamente el Lazo Familiar de los Bakugou como látigo para pelear. No obstante, sus movimientos eran más rápidos e impredecibles, el castaño a duras penas se estaba defendiendo, pero de por sí era increíble que todavía no hubiera sido derrotado por su mujer. Y ella se veía disgustada y emocionada por eso.
El de ojos verdes se quedó viendo la escena sintiendo cierta nostalgia dentro de su cuerpo. No sabía porqué pero creía que la sonrisa de la rubia era la más bonita que le había visto desde que la conocía y que era la primera vez que podía ver al castaño tan relajado. La magia de ambos se movía en el aire, en una danza de la cual no dejaban que nadie más fuera parte, fluía salvajemente y hermosamente. No terminó hasta que a la rubia le empezó a sangrar la nariz de manera inesperada.
- ¡Mitsuki! -gritó Masaru asustado, soltando su espada y daga para correr hacia su esposa que se sostenía el puente de la nariz conteniendo la hemorragia - ¡Mitsuki!
-Tranquilo, amor. No es nada -sonrió la rubia sosteniendo su nariz con un pañuelo negro para que no se notará la cantidad de sangre que estaba perdiendo -Supongo que me entusiasme de más usando la magia del tiempo unos segundos. Es que se siente injusto que seas tan bueno para predecir mis movimientos.
Masaru suspiro y luego, sonrió de una manera un poco lamentable, acaricio la mejilla de su esposa y ella se recostó unos segundos en su hombro, estaba pálida. Después se dió la orden a los caballeros para que se dispersaran. Todos lo hicieron en silencio. Tácticamente se entendía que no se debía decir ni una palabra sobre el estado de su señora.
Inseguro pero preocupado, el menor se acercó hasta el matrimonio para ver el estado de la rubia. Ella le vio con una ceja alzada al no esperar su presencia en el campo de entrenamiento.
-Deku-kun, que extraña sopresa -dijo al verlo intentando disimular el mareo que le dió por la perdida de sangre - ¿Has salido a hacer un poco de ejercicio?
-Se podría decir, Mitsuki-san -respondió el más bajo un poco nervioso -Uhm, ¿se encuentra bien?
Mitsuki no respondió a eso, porque en su naturaleza no estaba el mentir. Además, recordaba todavía muy bien la manera en que Inko la mirada cada vez que pronunciaba aquellas palabras.
"No, no estoy bien. Pero de todos modos voy a morir, así que da igual". Quisiera que Inko me hubiera golpeado por hacerla llorar. Quisiera volver atrás y golpearme a mí misma por eso.
La crianza de la rubia la hizo una Bakugou en toda regla y un Bakugou nunca ponía su bienestar por encima del de los demás. Porque no estaban en su derecho para hacerlo. El primer trabajo de todo heredero con la sangre de la magia Dominante era el de preservar el equilibrio entre las razas mágicas y proteger a Yuei. Se le daba un inmenso poder y un tiempo limitado para hacerlo debido a eso.
Mitsuki sin darse cuenta había permanecido demasiado tiempo enfrascada en sus propios pensamientos y antes de que al menor se le ocurriera volver a preguntarle por su estado, Masaru le hablo.
- ¿Has venido a entrenar, Deku-kun? Si es así, por favor, siéntase libre de usar tanto como quiera el campo. Yagi-san sabe dónde se guardan las espadas de madera para practicar -contó el castaño, agarrando a su esposa delicadamente por la cintura y llevándola al interior de la mansión -No se haga daño y venga para la cena. A Mitsuki le agrada conversar con usted durante la comida.
-Oh, sí, de acuerdo -asintió el menor -Nos vemos en la cena.
El matrimonio se despidió sin más palabras, el castaño había levantado a la rubia en brazos al pasar por la puerta de la mansión y cerro las puertas sin tocarlas, posiblemente usando magia.
Eijirou pudo notar la manera en que su humano quedó angustiado por la rubia y quiso poder consolarlo. Pero, no tenía caso. Así que se sentó en el suelo y vio como el rubio iba en busca de las espadas de madera en un pequeño cuartito a un costado de la arena. Cuando volvió tenía dos, una más larga que la otra y de un mismo volumen, le extendió la más corta al castaño y se quedó con la otra.
-No sé si el joven Deku ha tenido un entrenamiento formal o no. Pero en la Academia de Yuei se nos enseña a usar una espada conforme a nuestro cuerpo, en lugar de adaptarnos a espadas largas y fuertes, los caballeros probamos las que mejor se adapten a nuestras habilidades y proporciones físicas -explicó el mayor -Por ejemplo, yo tengo a All Might, una espada de hierro pesado de alcance corto. Siempre me he sentido más cómodo en combate con ese tipo de espadas.
El castaño asintió y analizo su espada, comparándola con One For All era minúscula y muy pero muy ligera, tanto que sentía que podía fácilmente romperla. No le agradaba. Estaba acostumbrado al peso de su espada maldita y al sentir dolor al usarla. El tener una espada de entrenamiento tan pequeña le hacía pensar que el rubio le estaba tratando como algún tipo de niño inútil que nunca había tocado una espada o hecho entrenamiento. Sin embargo, no dió su opinión acerca de la espada, se posicionó en un lado de la arena y vio al mayor adoptando una postura defensiva, invitando a que lo atacará primero.
Él lo hizo, la espada era muy liviana, así que sus movimientos se volvieron más rápidos y a la vez, más descordinados. Tenía que ejercer mucha presión en su agarre para que la espada no se le escapara de las manos y cuando el adulto empezó a contestarle, se sintió muy inútil en su defensa. Pensaba que la espada se partiría en dos si la usaba de escudo, por lo tanto, corría por la arena esquivando los ataques y gastaba mucha energía en eso, pero también le daba la oportunidad de atacar al contrario usando un par de patadas.
Un cuarto de hora se paso de aquella manera. Yagi podía notar fácilmente que el castaño tenía una habilidad entrenada con la espada pero que no se sentía confiado para actuar. Aparte de eso, sus posturas eran buenas y sólidas y tenía un estilo libre en dónde no dependía únicamente de la espada para pelear, si no también de su cuerpo. Eso era muy importante. Varios caballeros olvidaban que eran más que sus espadas y escudos, todo su cuerpo debía servir para la batalla. Se sintió muy complacido con el muchacho y dió por terminado el combate cuando el joven se quedó sin respiración e inicio el atardecer.
-Ha sido el combate más agradable que he tenido en mucho tiempo, joven Deku. Gracias -expresó con sinceridad sus sentimientos pero en su rostro seguía sin formarse una mísera sonrisa -Creo que sería mejor que me vaya. Debe bañarse y cambiarse para la cena con los Bakugou. Dígale a la señora Mitsuki que deseo que este bien.
-Se lo diré, Yagi-san -prometió el castaño y luego, un poco inseguro, agrego -Mañana por la mañana podríamos entrenar otra vez. Si gusta.
Toshinori acepto de inmediato y se alejó del campo de entrenamiento con la idea de volver mañana bien entrado el amanecer, para esperar al joven y tener su entrenamiento.
En cambio, Kirishima se acercaba a el castaño con el ceño fruncido y una mueca de irritación.
Midoriya ya sabía lo que le diría incluso antes de que lo hiciera.
-No te agrada, te pone incómodo y no tienes nada en común con ese hombre, ¿por qué mierda le pediste eso, Izuku? -interrogó el dragón aprovechando de usar el nombre de pila del otro chico ahora que estaban solos -Es una perdida de tiempo.
-A Yagi-san parezco agradarle -se defendió el más bajo -No me haría daño intentar conocerlo un poco mejor, tal vez.
-Repito que es una perdida de tiempo -insistió el de dientes puntiagudos -Si Katsuki no vuelve para pasado mañana, nos iremos nosotros a buscarlo, ¿no lo recuerdas?
- ¡Por supuesto que lo recuerdo! -exclamó ofendido el humano -Y estoy muy preocupado por eso también, Kirishima-kun, ¿realmente eres capaz de rastrear a Kacchan por su olor si no vuelve como nos dijo?
- ¿Te atreves a dudar de mí? Incluso si se encuentra en la otra punta del mundo, puedo encontrarlo.
Izuku suspiro con alivio al escuchar la confianza con la que el dragón hablaba de eso y alzó la cabeza hacia el cielo para ver los colores del atardecer. Eran naranjas y rojos, a Katsuki parecían gustarle ese tipo de atardeceres porque no se podían distinguir del amanecer. Eran bellos y te hacían sentir melancólico por el final del día, las horas que pasaron y no volverán.
Mirando a aquel cielo, tuvo un único deseo.
Que sea donde sea que estuviera el mago, que por favor, estuviera bien y a salvo.
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