Capitulo 42
[Advertencia de contenido sensible. La escena no es muy descriptiva pero, igualmente, leer bajo su propio riesgo]
Con el paso de los años empezó a tener una idea de qué manera podía proteger a Yuei y la zona fronteriza dónde estaba su clan, involucraba la magia del tiempo y tendría un muy alto costo. No le gustaba por eso no le comento su idea ni siquiera a sus primos. Pensó que, tal vez, si convertía a Teka en una buena reina sería todo más llevadero.
Pero no fue así. Coronaron a Teka con catorce años y la dragona del Templo del Fuego —la que traía prestigio a ese lugar— se fue destruyendo esa prisión con su fuego, se tomó como un mal augurio y ordenó que se eliminara toda mención de ese hecho. La pelirroja era una princesa demasiado joven, si su imagen pública se volvía negativa, el que mantuviera el poder sería imposible. De momento, tenía el respeto de los guardias imperiales y las fuerzas armadas, el de algunos nobles y personas del pueblo, pero no era suficiente.
Katsuki no podía adelantar las cosas. Sabía que tarde o temprano su plan tendría que ser llevado a cabo. Pero todavía tenía la vaga esperanza de encontrar una solución distinta. De momento, lo que podía hacer era mantener a los Nikka —cuyo reclamo en Yuei era por el agua del manantial más cercano a sus tierras— y la tribu de Yelpe apartados, al igual que los Lobos Negros. En cinco años, los ataques habían disminuido un cuarenta por ciento, pero seguían siendo frecuentes. Estaba muy preocupado por eso.
— ¿Por qué no te tomas unas vacaciones en la aldea, Katsuki?
La inesperada propuesta de Mei llegó durante una almuerzo entre ellos, Aki se sentaba a su lado desde hacia tiempo y estaban empezando a formar una relación que era seguida cuidadosamente por Kana. Mientras las hermanas se encargaban de asesorar a la reina en sociedad y mantenían vigilancia sobre los posibles traidores, el azabache se volvió comandante del ejército imperial por su excelente habilidad con la espada. El cenizo era solamente conocido por ser el maestro y, en su mayoría, el sicario de la reina, al contrario de sus primos que dejaban a los Bakugou en una postura más honrosa y noble. Estaba orgulloso de ellos pero eso también lo hacía que fuera más influenciado por sus peticiones.
En especial si Mei se lo pedía con un pequeño puchero. Con diecinueve años era toda una belleza que la capital entera envidiaba. Al igual que Kana, aunque ella era más mordaz para mantener las atenciones de los hombres lejos suyo.
Bien, a lo que venía el caso, era a que el cenizo le costaba mucho negarse a lo que sea que le pidiera su prima.
Eso no significaba que no fuera a intentarlo.
— ¿Para que tendría que tomarme unas vacaciones? —pregunto de malhumor —Si dejo Yuei los nobles bastardos intentarán algo contra Teka.
—Para eso nosotros nos quedaremos aquí —dijo Mei con tranquilidad —Ayudaremos a Teka-chan en todo lo que nos sea posible.
—Los nobles no le tienen miedo a ustedes —contraatacó el cenizo —Los dejaría indefensos también si me voy.
—Te aseguro que Aki y yo sabemos que tan bien podemos defendernos, Katsuki —presumió con orgullo Kana —Además, no hemos tenido muchas noticias buenas de la aldea últimamente, ¿no? Se dice que los extranjeros han abusado de nuestra amabilidad y ahora exigen quedarse con nuestras tierras. Eres el único que podría ponerles un freno. No le tienen miedo a cinco ancianos sentados en el suelo.
El cenizo gruño. Bien, la castaña tenía un punto. Las noticias de su aldea en los últimos dos meses eran inquietantes, según el anciano Ren, varias familias extranjeras reclamaban su derecho sobre ciertas tierras muy prósperas y fértiles que pertenecían a su territorio. Además de eso, el desarrollo mágico de los niños en la aldea llevaba a ciertos accidentes y también secuestros. Después de todo, para algunas personas un mago era más un arma que una persona, así que si podían tomar a un niño de la aldea para llevárselo bien lejos y usarlo como les diera la gana, no dudaban en tomar esa oportunidad. Sí, tal vez sí debería volver a imponer el orden. Y asegurarse de una buena vez que no consumieran animales de carne oscura, como le puso Yue en una de sus cartas, que traían enfermedades que todavía ni sabían cómo tratar.
Podría trabajar con la rubia para hacer eso. Estaba tan ocupada que apenas le mandaba cartas y la última que le dejo con un pájaro que ni era Traink decía que estaría de viaje para recolectar algunas hierbas medicinales. Por lo tanto, si partía ahora, era posible que ya estuviera en la aldea o que su regreso fuera inminente.
—Ya que insisten tanto supongo que iré a ver cómo va todo por ahí —se rindió el cenizo causando una sonrisa en sus primas y una leve risa por parte del azabache — ¿Alguno viene conmigo? Con que dos se queden con Teka debería ser suficiente.
—No, gracias. No quiero escuchar a los ancianos diciendo que es el momento de asumir mi deber de procrear —se negó de inmediato Kana —Me gusta mi vida cómo está.
—Opino lo misma que Kana-neesan, todavía no quiero formar una familia y es posible que los ancianos me fuercen a hacer eso —respondió Mei para después mirar a Aki — ¿Que hay de ti, Aki? ¿No quieres volver a la aldea para...?
—A la única mujer que veo como mi pareja eres tú —contestó sin dudarlo el azabache y para evitar el momento vergonzoso al ver como la castaña menor se sonrojaba, miro hacia el cenizo y respondió —Te acompañaré, Katsuki. Kana, ¿puedes hacer mi trabajo mientras tanto?
— ¿Tengo permiso de atormentar a los guardias imperiales tanto como quiera? —cuestiono la castaña con un brillo malévolo en sus ojos verdes.
—Mientras todos sigan vivos para cuando regrese, sí —permitió el azabache parándose de la mesa —Les vendría bien un poco de entrenamiento de rigor. Voy a armar mi equipaje.
—...Hum, se avergonzó —se rió Kana divertida viendo el rostro rojo de su hermana menor —Nunca imaginé que sería tan directo.
—Ni yo. Pero me agrada —sonrió Mei todavía avergonzada —Es sincero.
—Uhg —hizo una mueca de asco el cenizo —No quiero escucharlas hablar sobre esto. Me iré a alistar.
Kana se rió todavía más fuerte y Mei lo despidió con una linda sonrisa.
Teka les presto un buen carruaje para su viaje pero Aki y Katsuki prefirieron usar solamente los caballos. Entre el viaje y sus noches de descanso, les tomo una semana entera volver al territorio de su clan y si no fuera porque había carteles con el apellido Bakugou, apenas podrían haber podido reconocer el lugar donde crecieron y se criaron.
Las tiendas de tela ya no existían, ni las grandes hogueras o los árboles más altos. En cierto punto, las calles habían sido pavimentada, se construyeron casas muy bellas de madera y unos cuantos edificios que el cenizo reconoció como tiendas. También había restaurantes y un par de mansiones. Le sugirió hace mucho tiempo atrás al anciano Ren que aceptará la arquitectura de los extranjeros si esta beneficiaba a sus vidas pero al ver tal cambio en su aldea no sabía si al consejo de ancianos se le fue de las manos o todo iba según sus planes. Al menos, la población se veía bien, los niños iban correctamente vestidos, los hombres y mujeres se veían alegres, todos iban de aquí a allá entre las calles y unos cuantos usaban logos del sol y las flores como representación del clan Bakugou.
—Se ven felices —murmuró para sí mismo el cenizo.
— ¿Y gracias a quien lo son? —suspiro el azabache —La persona que les salvó la vida y ahora se atreven a robarle sus tierras. No tienen límites.
—Las tierras del clan no son mías. Nos pertenecen a todos —bufo el de ojos rojos para después mirar hacia su primo —Es bastante raro que tú estés molesto.
—Se trata de ti, por supuesto que estoy molesto. Y Kana y Mei también lo estaban, solo que ellas lo manejan mejor —contó el azabache —No nos gusta que hagas más por el clan de lo que ya hiciste, Katsuki.
¿Más de lo que ya hizo? Pero, no había hecho nada. En catorce años no había logrado erradicar a los Lobos Negros. Por el contrario, todo lo que estuvo haciendo fue matar a personas para demostrar su poder y hubo personas que murieron por su culpa. Para agregar, los extranjeros con los que inicio una buena relación, ahora querían quitarle las tierras a su clan que por tanto tiempo estuvieron defendido del Señor Feudal Todoroki. Solo había causado problemas.
Por lo tanto, ¿qué sentido tenía estar molesto? Sería más sensato estar decepcionado de él, ¿no es así? Eso decía el anciano Ren en sus cartas, que estaba decepcionado que todavía no hubiera conseguido el objetivo principal de su misión.
El cenizo no tuvo deseos de seguir hablando con Aki e hizo que el caballo se moviera más rápido hacia la zona principal. Los ancianos tenían una vivienda más pequeña que la de las otras personas, para mantener su respeto a los dioses y una muestra de oposición a la extravagancia de los extranjeros. La vivienda consistía en solamente tres habitaciones, ya que la anciana Tsuki y la anciana Hama partieron hace dos años, quedando solo tres de los cinco ancianos del consejo. Un par de sus hijos y nietos atendían sus necesidades, aparte de que unos cuantos nuevos ancianos estaban listos para asumir dentro de poco sus funciones.
Una vez el anciano Kuro alcanzara las puertas del cielo, el anciano Ren y el anciano Mitsuru deberían dejar sus puestos y un nuevo consejo de ancianos se formaría.
Uno de los ancianos que ansiaba formar parte de ese consejo era Ekeri, un viejo hombre de cabello castaño canoso y ojos de un color negro medio apagado debido a la ceguera que lo atormentaba desde sus cuarentena años. De porte alto y sencillo, aquel anciano les dió la bienvenida a Katsuki y Aki.
—Katsuki Bakugou, Aki Bakugou, bienvenidos de vuelta —los saludo amablemente el anciano — ¡Es un gusto tenerlos de regreso, jóvenes! El anciano Ren también está tan contento que planeo un banquete en su honor.
—Un banquete es exagerado —se bajo el cenizo de su caballo y le pasó la rienda al anciano que seguía sonriendo como si nada, un gesto que de alguna manera le revolvió el estómago — ¿Los ancianos están en sus reuniones?
—Sí, son en la parte del fondo, en el patio —se inclino el anciano Ekeri —Me llevaré a sus caballos.
El cenizo se corrió para que Ekeri pasará con los caballos pero la sensación desagradable seguía estando presente e intento espantarla pensando que paso demasiado tiempo con los nobles codiciosos de Yuei. No podía andar desconfiando de tal forma de su propia gente. Entro con Aki a la vivienda de los ancianos y siguió el camino hasta el fondo, encontrando el patio del lugar en pocos segundos y a los dos ancianos sentados en el suelo, compartiendo lo que parecía ser un té.
Estaban muchísimo más viejos de lo que recordaba. Como si no fuera el tiempo lo único lo que les pasó factura. El anciano Mitsuru se veía triste y deprimido, posiblemente por la perdida de sus demás compañeros o la de su pareja, las arrugas en su rostro que siempre le otorgaban un rastro serio ahora parecían darle un aspecto penoso y lúgubre. Por otro lado, el anciano Ren se veía más irritado que antes, como si las líneas de su entrecejo se hubieran unido permanentemente en una expresión de puro fastidio por todo lo que veía. Incluido el cenizo que se paró delante suyo.
—Hasta que te dignas a volver a tu hogar, Katsuki Bakugou —dijo el anciano Ren en un tono de enojo que nunca antes se le había escuchado — ¿Sabes cuánto tiempo ha pasado desde que has mostrado tu cara por aquí?
—Unos catorce años —respondió el cenizo sentándose de rodillas cerca de los ancianos pero no en la misma manta en la que estaban ellos —Por lo que he visto en la aldea no parece que les halla ido tan mal.
— ¡Solo has pasado unas horas aquí muchacho, no creas saber tan bien lo que pasa en estas tierras como sabes lo que sucede en Yuei! —gritó el anciano — ¡¿Te das una idea de lo costoso que fue mantener a los extranjeros que enviaste y después tener que soportar que nos dijeran que las tierras nuestras eran suyas?! ¡¿O el sufrimiento de los padres que perdieron a los hijos por los maleantes de magia?! ¡Debiste haber venido con la primera carta en la que te lo reclamé, Katsuki! ¡¿Cómo planeas ser un líder si ignoras de esta manera el sufrimiento de tu gente?!
Katsuki sintió que eso fue un disparo directo a su corazón, ¿tantos pesares pasaron en la aldea como para que el anciano Ren estuviera tan indignado con él? ¿tantas dificultades tenía? Sabía que la situación con los extranjeros era difícil y estaba haciendo lo posible junto con Teka para detener el secuestro y la esclavitud de las personas mágicas en Yuei. Incluso con el dinero que ella le daba —la reina insistía en pagarle un salario muy exagerado— abrió un par de orfanatos para los niños que habían sido secuestrados y contrato a un gremio de información para que buscarán a sus familiares. Pero al escuchar las acusaciones del anciano, todos sus esfuerzos siendo echados de lado, se sintió herido y frustrado y lo peor es que sentía que no tenía caso discutirlo.
Porque el anciano Ren era solo eso. Un anciano patético que pronto partiría de este mundo, ¿qué caso tendría pelear con él y darle un disgusto más antes de morirse? No quería eso.
Aki no pareció nada conforme con su silencio durante el largo escándalo del anciano Ren por todas sus supuestas faltas. Su primo paso toda esa hora mordiendo sus labios para evitar decir algo y aumentar el griterío del anciano. Por otro lado, el anciano Mitsuru se quedó mirando a la nada sin emitir palabra, como si no quisiera estar presente en el jardín más no tuviera otro lugar al que necesitará ir. Su expresión estaba vacía y cansada, la única vez que hablo fue cuando el anciano Ren tomó unos segundos para beber el té ya frío.
—Katsuki, habrá un banquete para ti está noche —le informó sin ver al cenizo a los ojos —Hay varias personas que no te recuerdan, sería bueno si vuelves a entablar una relación con ellas. Eres muy apreciado.
—Y no lo mereces después de haber estado ausente tanto tiempo —gruño el anciano Ren volviendo a hablar después de su breve descanso —Espero que te hagas la idea de que debes tener una pareja y procrear rápidamente, Katsuki. Es lo mínimo que puedes hacer después de tan larga ausencia.
Por primera vez, el cenizo abrió la boca y mantuvo su ira a raya, de lo contrario, ahorcaria al viejo hombre delante suyo.
—Me niego a hacer eso —declaró con firmeza —Tendré una pareja cuando me de la maldita gana.
— ¿Acaso no te das cuenta en la posición en la que estás, Katsuki? ¡Necesitas un heredero de tu magia en caso de que los Lobos Negros nos sigan atormentando mientras estás en Yuei! —apuntó el anciano Ren a el cenizo con su dedo índice — ¡Tu poder debe ser repartido por el bien de la aldea! ¡Debes embarazar a una de las jóvenes de la aldea ahora!
El cenizo se levanto del suelo abruptamente, siendo seguido por el azabache, sus uñas le lastimaban las palmas de las manos y su enojo superaba con creces todo aquello que lo hizo sentir el anciano Ren por sí mismo. Estaba bien si estaba decepcionado de él pero no podía exigirle que tuviera un hijo, ¡ni siquiera le interesaban las mujeres en primer lugar! ¡no podría nunca acostarse con una! Le gustaban...los hombres pero si confesaba eso, el anciano Ren aún así seguiría insistiendo en que era importante que tuviera un hijo por el bien de la aldea y que podía quedarse con su pareja masculina de todos modos mientras hiciera eso.
No quería discutir acerca de ello.
—Es mi última respuesta, anciano Ren, no lo haré —dijo con firmeza notando el enojo en el anciano —Me encargaré de administrar nuestras relaciones con los extranjeros, daré advertencias sobre que no se metan con nuestros territorios y verificaré los terrenos en busca de Lobos Negros. Pero no tendré un hijo. Me retiro.
— ¡Katsuki, vuelve aquí! ¡Eres el líder! ¡Debes cumplir con tus deberes! ¡Vuelve!
Katsuki no siguió las órdenes del anciano, se dió la vuelta para marcharse pero antes de eso noto que el anciano Mitsuru estaba teniendo problemas para levantarse y lo ayudo a hacerlo. Acompaño junto con Aki al viejo anciano hasta la salida del patio, mientras escuchaban a los jóvenes nietos del anciano Ren yendo a socorrerlo.
—No has cambiado mucho, Katsuki. Pero tus ojos...—murmuro el anciano Mitsuru con pena —Deben haber visto cosas horribles, ¿no es así?
—No es importante —negó el cenizo con la cabeza.
—Sí, no lo es —asintió el anciano con gesto serio —Katsuki, ¿podrías ir a visitar a Kuro unos minutos? Su esposa falleció hace dos semanas y no ha estado queriendo recibir a sus hijos o nietos.
— ¿Y por qué cree que le gustaría recibirme a mi? —cuestiono el cenizo con una ceja alzada —El anciano Kuro me odia.
—Eso es cierto —confirmó el anciano —Pero hay algo que odia todavía más que a ti. Y estoy seguro que le gustaría despedirse. Ve, por favor.
Después de esa petición, el anciano Mitsuru se retiró con pasos lentos por el pasillo, indico que hacia la derecha se llegaba al aposento del anciano Kuro y se fue. El silencio no duró demasiado tiempo, Aki no pudiendo contener más la ira dentro de su cuerpo, golpeó fuertemente con su puño una de las paredes del pasillo. Una, dos, tres veces golpeó la pared hasta que el cenizo lo detuvo y lo tiró hacia atrás, viendo entonces los ojos azules de su primo llenos de un enojo que no iba en su contra.
— ¿Cómo mierda se atreve a pedirte eso? ¡Con todo lo que has hecho por la aldea! ¡Parece que le importará un carajo! —gritó frustrado el azabache — ¡Quería romperle la jodida cara y...! ¡No te rías Katsuki!
Katsuki se cubrió la boca en lo que Aki siguió viéndolo indignado y molesto. Pero no pudo evitarlo, su primo nunca se enojaba o expresaba tan abiertamente sus emociones. Solía mantener un gesto neutral aún en las peores situaciones y rara vez se dejó llevar por sus emociones. Le agarro del brazo para ver su mano lastimada y uso su magia para curarla. En unos pocos segundos estuvo como antes.
—Veré al anciano Kuro. Tú ve a buscar al tío Jyu y al tío Ame, deben estar mejor informados de lo que ha pasado en la aldea en nuestra ausencia —indicó el cenizo —Serán los únicos que nos serán sinceros.
Aki asintió con un gesto serio y después se retiró por el pasillo. Mientras tanto, siguiendo las indicaciones del anciano Mitsuru, el cenizo llegó hasta una puerta de madera que estaba entreabierta y al pasar por ella, se encontró con que el anciano Kuro estaba acostado boca arriba en el suelo. El lugar olía a lavanda y jazmines, había un juego de té en una esquina y una ventana abierta que dejaba pasar el cálido sol a la estancia. Sus pisadas no hicieron demasiado ruido pero fue suficiente para que el hombre en el suelo moviera el cuello y lo mirara.
El anciano Kuro se veía todavía más viejo de ser posible y como el anciano Mitsuru, parecía cargar con una tristeza y pesadumbre que el cenizo no sabía explicarse. Cuando sus ojos lo vieron tan tristemente, su boca se abrió y murmuró unas pocas palabras.
—La muerte tiene sentido del humor. Viene a buscarme con la cara de a quien trate tan mal.
—No soy la muerte —respondió, sentándose en el suelo y viendo el trapo en la frente del anciano, se lo quito y cambio por uno nuevo —Soy Katsuki.
—Eso no debería ser así. El monstruo ese no debe volver a la aldea —meneo la cabeza el anciano —No debería estar aquí.
—Es mi hogar —gruño el de ojos rojos —Sé que no le agrado pero, ¿ni siquiera tengo el derecho de volver a mi hogar?
—Lo tendrías si lo fuera —contestó el anciano Kuro —Pero en esta aldea, ¿quién se ha preocupado por ti? Nadie. A todos les importaban los logros del monstruo. Pero si hacia algo mal no dudaban en decir que era...era...¿una decepción? Ah, Ren usa palabras muy vagas cuando está borracho. El alcohol de los extranjeros es muy malo. A veces pienso que sería bueno poder culpar de todo a los extranjeros pero Ren es Ren. No se puede ir en contra de su voluntad.
—Habla como si el anciano Ren hubiera hecho cosas malas —sospechó el cenizo — ¿Sabe de alguna de ellas?
—Todos lo sabíamos pero ninguno hizo nada porque pensamos que Ren estaba en lo correcto. Era lo mejor para la aldea —movió la cabeza nuevamente el anciano para no mirar a los ojos rojos del cenizo — ¿Me llevará al infierno ahora? Ya quiero ir. Tengo muchos pecados que expiar.
Katsuki se preguntó qué podría atormentar tanto al anciano Kuro como para creer que se merecía el infierno. Es cierto, con él siempre fue horrible pero no era así para los demás. El anciano Kuro podía ser cascarrabias y ponerse irritable fácilmente, pero era un cultivador de oficio que siempre supo cuando una cosecha sería excelente o si tendrían una temporada difícil. Tenía una buena relación con la aldea y una familia que lo apreciaba. No había nada en lo que el cenizo pudiera pensar que hiciera al anciano merecedor del infierno.
Tal vez la fiebre que parecía tener lo hacía hablar disparates. Mejor lo dejaba solo y en paz, se puso de pie para irse, cuando escucho la puerta abriéndose y vio a una jovencita pasando, parecía tener unos trece años, su cabello era rubio largo y sus ojos eran de un verde claro. Las leves marcas de golpes en sus brazos llamaron la atención del cenizo pero no pudo preguntar ya que la muchacha tembló al verlo y se abrazo a lo que tenía en el estómago, una pequeña canasta con jazmines y lavanda.
—V-Vine a cuidar del anciano Kuro por orden de mi abuelo Ren, ¿quien es usted? —tartamudeó la rubia pero acabo haciendo su pregunta de forma valiente.
—Katsuki Bakugou —dio su nombre el cenizo y vio como el rostro de la niña volvía a ponerse pálido — ¿Qué mierda tienes?
—N-Nada, es un gusto conocer a Katsuki-niisan, mi abuelo me ha hablo mucho de usted —bajo la cabeza la rubia —El banquete por su regreso ya se está organizando. Vaya a pasar un buen momento, Katsuki-niisan.
El cenizo asintió y salió de la habitación. La rubia se movió de su camino quedando casi en la otra pared y él aunque pensó que era muy extraña su actitud, no le tomo verdadera importancia.
Para toda la vida se iba a arrepentir de ese hecho.
Una de sus tías dijo que Aki tardaría en llegar pero que lo haría, entre tanto, era mejor que comiera y bebiera con ellos cuánto quisiera. La mayoría de los presentes no lo conocían pero algunos sí y no tardaron en hacerle sentir cómodo, en contarle historias sobre cómo habían cambiado sus vidas desde que se fue. Tanto lo malo como lo bueno. También le contaron de las temporadas de bayas y venados, de las criaturas que comieron y gracias a los cuales pudieron desarrollar magia. Estaban todos muy alegres, los niños corrían por el pasto verde, las mujeres bailaban y los hombres gritaban. En ese pequeño bosque alrededor de las casas, el cenizo se sintió por primera vez en casa.
El banquete de bienvenida fue más bien una fiesta y aunque no quiso hacerlo, entre tantas bebidas se le olvidó que Aki todavía no había vuelto. Estaban todos muy eufóricos y eso era contagioso. La alegria en sí lo era. Más cuando era auténtica. Pero eso también hacia más difícil ver las malas intenciones. El descubrir las conspiraciones.
Fue una bebida. Katsuki no recordaba quien se la dió, si un tío o una tía, pero era una bebida diferente a todas las demás. Ni el alcohol mal hecho de Yuei llegaba a ser tan fuerte. Tan horrible. Se bebió toda la jarra debido a que estaba en una competencia con otro tío, que alegremente se terminó desmayando cuando él canto victoria. Después de eso, intento ponerse de pie para ir a un lugar tranquilo, pero el mundo giraba y la música alta no ayudaba a que supiera que pie poner delante del otro.
Además, ahora a su cabeza llegaban distintas preguntas, ¿dónde se suponía que iba a dormir? ¿en el bosque? ¿en la casa de algún Bakugou? ¿en el edificio de los ancianos? Debido a que estaba en su hogar no pensó mucho en eso y ahora se encontraba intoxicado. Genial, ¿que haría?
Unos golpecitos en su hombro llamaron su atención y se giro, encontrándose con el anciano Ekeri y al lado de este, una muchacha rubia que lucía muy asustada, ¿de qué estaría asustada? Era un día alegre, ¿a qué le tendría miedo?
—Katsuki, que bueno que te encuentro, déjame guiarte a tu lugar de descanso —ofreció Ekeri tomando su brazo con fuerza —Ven, ven. Te espera una cómoda cama para descansar.
Las manos de Ekeri estaban frías. Casi como si de ellas no pudiera correr la sangre. Pero eso no importaba mucho, hablo de una cama y descanso. Él quería eso. Así que lo siguió, estaban volviendo al edificio de los ancianos y creyó haber visto al anciano Ren sonriendo con satisfacción cuando paso por delante del patio, dónde el mayor seguía sentado disfrutando un té a la luz de la luna. Pasaron por un largo pasillo. Una puerta que no era la del anciano Kuro y sintió un empujón que lo hizo entrar a la habitación desconocida.
Su cuerpo empezó a sentirse caliente.
—Ya sabes qué tienes que hacer, Ayaka.
¿Ayaka? ¿Ese era el nombre de la muchacha de cabello rubio? ¿De la nieta del anciano Ren? No estaba seguro. Le costaba pensar con el cuerpo ardiendo. Intento arrastrarse por el suelo pero sintió a alguien abrazándolo y llorando sobre su pecho, esa persona lo empujó suavemente para que quedara de espaldas y por la leve luz que entraba por alguna ventana, el cenizo solo vió con claridad un par de ojos verdes llenos de lágrimas.
—Lo lamento mucho, Katsuki-niisan. Lo lamento. Lo lamento.
Una muchacha de trece años no tenía más fuerza que él. La magia debía de estar a su lado, debía ayudarlo a quitarla de encima y salvarlo de toda esta situación. Pero su mente estaba tan turbada y el malestar de su cuerpo era tan alto, que no pudo hacer nada de esas dos cosas. Solo pudo permanecer impotente con los ojos abiertos mientras Ayaka se movía a su parecer con su cuerpo.
Por primera vez, Katsuki deseo estar muerto.
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