Capitulo 4

— ¿Te gusta mucho la historia, Katsuki?

Ochako siempre, siempre, siempre intentaba hablar con el malhumorado mago encapuchado, con la firme convicción de que no podía ser tan malo como hacía creer a todos. Podía sentir algo en su magia, que se negaba a creer que era malo o peligroso.

Aunque poderoso podría llegar a significar lo mismo cuando se hablaba de malo y peligroso. Más tratándose de magos.

—No —negó el mago, cerrando la cubierta del libro Años de Luz, un libro que hablaba sobre el surgimiento de la magia en Yuei — ¿Querías algo?

—Una conversación amable que seguramente no tendré contigo —hizo un puchero la castaña, tomando asiento en la silla delante del mago y dejando sus propios libros sobre la mesa — ¿Por qué siempre se necesita una razón para hablar contigo?

—Porque si no estoy perdiendo valioso tiempo —se puso de pie y se dispuso a irse.

— ¡Espera, espera! —lo detuvo la castaña, agarrando el brazo del mago con cuidado y viéndole con esperanza —No tienes que irte solo porque estoy aquí. Prometo no molestarte. Vamos, quédate. Por favor.

Katsuki soltó un gruñido y se safo del agarre de la femenina pero, al final, volvió a sentarse en la mesa y abrió el libro en la página donde se había quedado. Lo hacía más que nada porque necesitaba seguir leyendo tantas idioteces y tener una razón válida para seguir sintiéndose como todo un idiota por sus equivocaciones. Además, de odiar al monstruo que escribió tantas atrocidades como si fueran la verdad para que las personas las creyeran.

Años de Luz.
Por el Gran Mago Shigaraki.
La magia es un don, dado por la naturaleza, usado por los que pueden manipuarla. Yuei se divida en grandes tribus dividas en sí mismas en clanes, reinaba la anarquía y la destrucción hasta que nacieron los primeros niños con el don de la magia.
Se lo considero un milagro y un pecado, una bendición y una blasfemia a Dios.
Cuando la magia comenzó a considerarse benéfica fue...

Katsuki cerro el libro, aguanto el impulso de vomitar y se llevó las manos a la cabeza, respirando lentamente.

"Milagro, pecado, don, bendición". Mentiras. Puras mentiras. Cuando la magia surgió no tenían tiempo para pensar si era buena o mala, solo si valía la pena usarla, cómo y cuando y de qué manera se podía utilizar en beneficio de la mayoría. Se estaba muriendo todos, no estaban en una posición que les permitiría el si quiera pensar en Luz o Oscuridad cuando de magia se trataba. O después de eso, cuando los magos se dividieron en lo que descubrió se llamo magos de Sol y magos de la Luna.

Katsuki los hubiera dividido en magos enfermos y magos sanos. Debió haberlo hecho antes de que siquiera pasará. Sabía que pasaría, que eventualmente pasaría, pero siempre creyó que estaría ahí de alguna manera para evitarlo. O le habría dicho a alguien la manera de evitarlo. Y el monstruo aprovecho eso para hacer lo que quiso, dejando buenos y malos y a la magia como una fuerza poderosa y útil, siendo el único capaz de dejar registros sobre eso.

Como un don que se llegaba a obtener por pura y llana suerte. Mierda, no fue así. No pasó así.

¡No pasó de esa manera! ¡No fue de esa puta manera!

— ¡Katsuki-kun, los libros!

El grito histérico de Uraraka hizo que el mago reaccionará, sin darse cuenta los libros empezaron a girar alrededor de su cuerpo, podía sentir a su magia haciendo que se movieran hacia él, sabiendo que quería destruirlos y estando dispuesta a ayudarlo con ello. Se obligó a sí mismo a calmarse, a volver a contener su magia en el interior de su cuerpo y alzó la cabeza, lo suficiente para ver lo que había hecho.

La Torre de Yuei poseía una de las bibliotecas más grandes del mundo, de libros del inicio del reino, no solo hablaban de magia o historia, no, eran libros con muchos temas diferentes. Escritos tanto por humanos como criaturas mágicas y honestamente, el mago comenzaba a pensar que debió haber leído los libros de los últimos en vez de las colecciones de Shigaraki. Pero prefirió pasarse un tiempo de tortura antes de ir a lo importante. Mañana o pasado cambiaría de táctica e iniciaría con los libros de los elfos, debía encontrar un poco de verdad ahí, aún si era entre acertijos absurdos y juegos de palabras.

Volviendo a enfocarse en el presente y en el resultado de sus acciones, lo libros sagrados de la biblioteca se encontraban en el piso, todos con el autor proclamado el Gran Mago Shigaraki. Uno de los magos que "sirvió" a la fundación del reino de Yuei y que luego se volvió quien registro la mayoría de los eventos históricos importantes, al llegar con su magia a lograr cierto grado de inmortalidad. Había rumores de que todavía estaba vivo en algún sitio y el cenizo esperaba que así fuera, ya que deseaba con todo su ser matarlo él mismo si lo llegaba a encontrar.

Siendo esos libros los únicos en el piso, el mago no considero que fuera un verdadero desastre, así que levanto las manos y con unos movimientos volvieron a su lugar, bajo la mirada atenta de otros magos en la biblioteca. A raíz de eso, se puso de pie y miro hacia la castaña, ella no lucía preocupada por su poder que se desató de manera natural, lo cual no era normal en los magos. Al contrario, parecía fascinada y le sonrió, murmurando una despedida sin buscar motivos o razones para lo que acababa de pasar.

Katsuki pensó que podría pasar más tiempo en la biblioteca si ella seguía comportándose de esa forma. Era agradable que alguien no le mirara con una mezcla de miedo y envida como hacían todos los demás al verlo salir de la biblioteca, con su capa ondeado detrás suyo y pasos firmes.

Eijirou contó. Uno, dos, tres, esas fueron las veces en que la espada sagrada, One For All, brillo de un color verde. Uno, dos, tres, cuatro y cinco, las caídas que tuvo Izuku en el piso debido a un desequilibrio en sus torpes pies. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, la cantidad de movimientos que hacían los delgados brazos del humano al mover la espada antes de flaquear y cansarse, tomando aire y volviendo a empezar de cero. Uno, dos, tres, cuatro, los momentos en que pareció frustrado consiguió mismo por la manera en que salían sus movimientos y aún así, siguió intentando.

El dragón se canso de contar y se bajó del árbol en el cual estaba acostado para ver de frente al de pecas, que usando una remera blanca y un pantalón holgado, empuñaba su tesoro en el patio de la casa de Katsuki, los rayos del sol hicieron que entrara en calor, que sudara y sus mejillas se vieran del color rosado de las flores allí plantadas. Y como llevaba toda la mañana en ese entrenamiento sin sentido, las heridas sin sanar del último volvieron a abrirse, dejando sangre en la empuñadura dorada de la espada.

Su sangre olía dulce. Hizo todo lo posible por olvidar eso y su significado para él.

—Hey, ya para, estás ensuciando mi preciso tesoro —dijo en voz alta, obteniendo el reconocimiento de aquellos ojos esmeralda que le hicieron mover su cola cuando noto la irritación en ellos.

No logra entenderlo todavía pero, cielos, molestar a los humanos llegaba a ser muy divertido. Con excepción de Katsuki, hacerlo molestar a él le daba miedo. Verdadero miedo.

—Kirishima-kun, pensé que estabas durmiendo —se sacudió el sudor de la frente el de pecas y miro al dragón con el ceño fruncido —No tienes que preocuparte porque ensucie la espada. Siempre la limpio al terminar.

—Hum, igual, déjala por un rato —bufo el pelirrojo —Un descanso de diez minutos no hará diferencia en lo malo que eres usando la espada.

—...Eres horriblemente grosero —gruño el de ojos esmeralda, dándose la vuelta y volviendo a empuñar la espada en movimiento verticales y horizontales —Vete a seguir durmiendo. Eres bueno en eso, ¿no? Si, tal vez una siesta de trescientos años te vendría bien.

Kirishima contó ahora para guardar paciencia y no quemar la espalda de Midoriya con un simple soplido de su boca, no quería al mago gritándole por lastimar al pecoso y que él tuviera que tratar con sus heridas, por más que se hubiera limitado a darle unas quemaduras pequeñas, la piel de ese chico era demasiado sensible, demasiado blanca, suave y ardía como madera de la mejor calidad. Las veces en las que se desquitó usando ese método, casi que sintió un poco de miedo por haberlo lastimado enserio y más miedo después por los gritos del enojado mago. Así que, reprimió sus deseos y acepto, vagamente, que sí fue un poquito grosero.

Y que el de pecas tenía derecho a ignorarlo y volver a sus movimientos de espada sumamente torpes pero que mejoraba día a día, con cada movimiento practicado y esfuerzo. Necesitaba un verdadero maestro, la verdad sea dicha, aunque por su cuenta no lo hacía tan mal. Solo...era lento.

El dragón se movió delante del más bajo mientras sostenía la espada, recibió una mirada enojada de los ojos esmeralda y se encogió de hombros en señal de que no le importaba, en lo que endurecía sus brazos con escamas rojas y sonreía con todos sus dientes, en señal de un desafío que el pecoso acepto al mover otra vez One For All y atacarlo.

Repitiendo, era lento. Muy lento, al menos para él. Y torpe. Lo derribo una, dos, tres veces. En la cuarta, Izuku le devolvió el puntapié y está vez él se encontró en el pasto, se puso de pie con bastante sopresa. El de ojos esmeralda le sonrió presumido y One For All brillo nuevamente de un tono verde.

Quizás con la motivación adecuada pueda sacar a relucir todo el potencial de la espada.

El dragón no comprendía porqué parte de ese potencial se relacionaba con el pecoso intentando golpearlo pero, bien, si servía no le buscaría otra respuesta. Le siguió dando pelea, manteniéndose a la ofensiva y aceptando los golpes de One For All, la espada no lo cortaría si el portador no lo veía como una amenaza y por mucho que molestará al pecoso todos los días desde que se conocieron, sabía perfectamente de lo incapaz de era de causarle verdadero daño.

Estuvieron en ese entrenamiento por bastante tiempo, hasta que el sol empezó a ocultarse y Eijirou decidió que, realmente, la sangre de olor dulce que el pecoso dejaba en la empuñadura de la espada era preocupante. Se detuvo, cruzándose de brazos en lo que miraba al más bajo usar la espada como bastón para mantenerse de pie y respiraba agitado, las mejillas pasaron de ser rosas a rojas y el sudor caía en gotas gordas sobre el pasto verde. En verdad, sería sencillo, muy sencillo darle un golpecito y tirarlo al suelo, burlarse de su débil cuerpo e ineficacia. Pero no deseaba pelearse con él, molestarlo, no todavía.

— ¿Tienes hambre? —pregunto, buscando ser indiferente y mirando hacia el cielo, de color anaranjado que marcaba el amanecer —Katsuki dejo bocadillos, podríamos...

Un golpe seco en el piso detuvo sus palabras, el pecoso se había caído hacia atrás, con los brazos extendidos sobre el césped lo más lejos posible de la espalda y los ojos esmeralda llorosos, el ceño se le fruncía en lo que agarraba entre sus dedos hojitas verdes para arrancar debido a la frustración que sentía en su cuerpo.

—Odio esto, odio esto, odio esto —murmuro el de pecas con los bordes de los ojos llenos de lágrimas —Odio a esa jodida espada...

—Hey, mi tesoro no...—protesto el dragón, queriendo decir que su tesoro no tenía la culpa de nada hasta que la voz llorosa del humano lo interrumpió.

—...Que me hizo perder a mi madre y a la vida como la conocía. Odio no tener ni idea de cómo usarla o porqué tengo que hacerlo, ¡solo sé que debo hacerlo cada vez que la tomó!

Kirishima se quedó en silencio, cuando Midoriya y él se conocieron...nada salió bien, pero no odiaba al chico, si no fuera porque tomó su tesoro incluso creía que podrían ser amigos. Pero así no eran las cosas, al tomar su tesoro, la amistad fue imposible.

En cambio, se convirtieron en protector y protegido. Una relación que él detestaba, porque no veía motivos para que un ser humano promedio tuviera una espada tan importante y sagrada en sus manos. Sin embargo, no por eso lo dejaría llorando de la frustración en el pasto sin hacer nada.

El pecoso no quiso prestar atención al dragón, no deseaba mirar una expresión burlona en su cara —siempre la tenía después de que el entrenamiento suyo terminaba especialmente mal— o escuchar un comentario desdeñoso por su parte. Por esas razones, se sorprendió cuando solo lo escucho sentarse a su lado hasta quedar acostado de lado, mirándolo con esos impresionantes ojos del color de la sangre, manteniendo una expresión neutra y tranquila.

Por un segundo, creyó que tendrían un momento de paz hasta que abrió la boca y mando toda esa sensación al carajo.

—Te vez horribles cuando lloras, Izuku.

One For All, incluso a unos centímetros de distancia de sus manos, brillo de un fuerte color verde en señal del enojo del pecoso.

Y el dragón sonrió vagamente al notarlo.

¿Un guardia? Si es así, no lo hace tan mal.

Katsuki había sentido que alguien lo seguía desde que salió de la Torre de Yuei pero fue una sensación tan vaga que por un momento le dudar y creer que estaba siendo paranoico excesivamente. Hasta que sintió cierta energía mágica familiar y tuvo que crear una ilusión de sí mismo para fijarse si sus sospechas eran correctas. Hizo que la ilusión caminara por delante suyo en lo que él se escondía detrás de un pasadizo entre las calles del reino y vio como un hombre de capa negra seguía a su ilusión.

Pensó que era un guardia de la realeza al identificar esa magia familiar, la espada Ingenium. La espada mágica sagrada de la familia Iida.

Una de las espadas que él creo.

El mago tuvo el deseo de ver la espada después de tantísimo tiempo pero sabía que no sería posible. No con un guardia de la familia Iida siguiéndolo por algún motivo. Cómo todavía no sabía porqué pasaba esto, decidió dejar la ilusión activa por el resto de la noche, el guardia estaría ocupado siguiéndolo por todo el reino y le daría a él una noche entera para pensar en quién mando a seguirlo.

Katsuki se dirigió hacia el pasadizo que daba con la pared oculta de su casa en el bosque de Yuei, abrió la puerta con magia y se encontró con su casa, por suerte, intacta y con un ligero olor a lavanda, señal de que Izuku acababa de tomar un baño. Un hecho que comprobó cuando el pecoso apareció dede una puerta, secando su cabello y bostezando.

—Kacchan, bienvenido —lo recibió el pecoso con una sonrisa — ¿Cómo te fue en la Torre?

—Como siempre —respondió secamente el mago, sacándose en la seguridad de su hogar la capucha y dejando que sus ojos rojos se acostumbraran a la luz de su casa — ¿Y Kirishima? ¿Finalmente lo cortaste por la mitad con su amada espada?

—No, todavía no soy tan fuerte —sonrió el pecoso por el humor agrio del mago al cual estaba más que acostumbrado —Esta afuera. Se está aburriendo del bosque.

—Los dragones están acostumbrados a estar en distintos lugares. Es de esperarse que ya sienta la necesidad de irse —bufó el mago —Esta recuperado de sus heridas y no hay nada aparte de ti que lo mantenga en Yuei.

El de pecas fruncía ligeramente el ceño, llevó la toalla que uso para secarse a su pecho y bajo la cabeza. El mago pudo sentir el viento fuera de su casa hacer un zumbido más alto y antinatural que antes.

— ¿Qué debería hacer para que vuelva a ser libre, Kacchan? Yo no conocía la libertad y aunque quiero ir a Yuei, me aterra que Kirishima-kun quiera irse más lejos —murmuro el de ojos esmeralda —No estoy listo para eso. Todavía me da algo de miedo pensar en dejar el bosque.

—Kirishima está ligado a tu voluntad, no hará nada que tú no quieras, debido al vínculo con One For All. Estará donde tú estés —explicó el mago —Y acerca de salir del bosque, de momento no creo que pueda llevarte a la Torre, Deku. Hay algunos malditos problemas en los cuales no debes meterte.

— ¿Problemas? —parpadeo el menor — ¿Aizawa-san te aumento la deuda otra vez, Kacchan?

—No, algo peor —gruño el cenizo para después suspirar e ir hasta el caldero, en señal de que no quería seguir la conversación y se pondría, en cambio, a cocinar —Haz algo útil y traerme las plantas de hojas amarillas con violeta. Las que tienen líneas horizontales. No las malditas verticales o te las haré tragar y te quedarás parcialmente ciego por media hora.

Midoriya dió un respingo y salió a cumplir con su pedido, lo que le dió tiempo al cenizo para volver a pensar en el guardia de los Iida siguiéndolo. No tuvo el tiempo para investigar la historia actual de Yuei, se enfocó en los libros viejos y antiguos de su fundación. Pero sabía que la familia imperial seguía siendo la de su tiempo, los Todoroki, que el Duque del Invierno había cambiado de familia por una línea indirecta y que las demás familias que conocía como "importantes" se extinguieron o casaron con otras perdiendo el pasado apellido. Los Iida fueron en su momento una familia bastante importante o lo bastante importante como para que él les creerá una espada por una gran remuneración de dinero. No podía recordar si estaban aliados con la realeza o si pertenecían a la clase que se empezaba a crear, la clase noble.

Únicamente, recuerda a Ingenium, una espada diseñada para ser portada por los justos —los Iida pidieron que tuviera esa característica y él lo cumplió— de la familia, sin importar su nivel de poder, a la espada le importaba el corazón su portador. Ella compensaría las demás posibles carencias que pudiera tener en un combate. Era rápida, poderosa y ligera. Con una empuñadura de color celeste en toques de plata, grabada con el símbolo de la casa Iida y el nombre Ingenium.

Katsuki no la nombró, él la fabricó, diseño y creo pero no podía darle un nombre o la magia que inyectó en la espada lo tomaría como su dueño, así que les dijo a los Iida que el primer portador tendría que ponerle nombre y los demás tendrían que seguirlo. Se aseguro de recordar el nombre de la espada porque fue una de las pocas cosas buenas que hizo con su magia y les ordenó a los Iida que jamás lo contarán.

Esperaba que el dueño actual de Ingenium no fuera sensible a la magia. La espada debería poder reconocerlo como su creador y estaba seguro que la magia alertaría a el guardia de que no se encontraba delante de una persona ordinaria.

No quería destruir a la espada. Pero lo haría si con eso podía seguir estando en paz.

—Adelante...vaya —murmuro el joven príncipe — ¿Que paso, Iida? Parece como si no hubieras dormido en toda la noche.

—Es porque no dormí en toda la noche.

Shoto alzó una ceja con curiosidad, en lo que invitaba al más alto a sentarse delante suyo en su escritorio en el estudio y lo examinaba a detalle. En general, Tenya estaba intacto, pero su cara demostraba un profundo cansancio y la simpatía salió a flote al notar sus ojeras púrpuras debajo de sus ojos azules. Se paró y olvidando lo indigno que era para un príncipe servirle el té a un guardia —ellos llevaban siendo amigos de años, estaban lejos de seguir todas esas formalidades aunque el guardia insistía en ocasiones que debían— le sirvió el que sabía ayudaba a combatir el sueño. Era demasiado amargo y el de lentes hizo un gesto ligero de disgusto, apenas perceptible, al beberlo.

—Gracias —dijo, con el sabor amargo pasando por su garganta y empezando a sentir su mente más despejada.

—De nada —volvió a sentarse el bicolor —Ahora, cuéntame cómo es que acabaste así.

—El mago Katsuki debió notar que lo seguía, no se me ocurre otra forma de que pueda seguir recorriendo el reino como si nada después de tantas horas —contó el guardia —En un inicio, creí que pensaba a hacer unas compras después de salir de la Torre de Yuei, pero caminaba sin rumbo fijo por todas partes y no se detuvo en toda la noche. Hasta que, hace diez minutos, solo desapareció.

—Magia de ilusión, no es algo que un mago común sea capaz de manejar tan hábilmente para que parezca real y por tanto tiempo —razonó lo más lógico el príncipe —Es un nivel de poder impresionante. Pero también me parece interesante que te halla descubierto tan pronto, Tenya.

—Tuve cuidado —aseguro el guardia —Me mantuve siempre en las sombras. No tengo idea de cómo se dió cuenta. Quizás fue debido a que es un mago y está acostumbrado a estar alerta.

—Sí, quizás —repitió el bicolor pensativo —Gracias por tu ayuda, Tenya. Pensaré ahora en otro enfoque.

— ¿Y ese cual sería? —quiso saber el guardia, temiendo la respuesta.

Y tuvo razones para tener miedo cuando vio la sonrisa en el rostro del cuarto príncipe. Esa sonrisa pequeña, llena de practicada amabilidad social y persuasión.

—Un enfrentamiento directo.

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