Capitulo 39

Los momentos de paz no duran para siempre. Katsuki aprendió eso cuando la última aldea que tenían antes de entrar al Reino de Yuei los vendió a los guardias imperiales y por eso, terminaron siendo perseguidos en la noche dentro del bosque.

Al menos Yue había abandonado el grupo temprano por la mañana. De lo contrario, estarían todos en problemas.

— ¡Aki, Kana! ¡Hagan que sus caballos corran más rápido! —gritó Hisui que iba detrás de sus sobrinos — ¡Mei agarrate fuerte de Katsuki! ¡No lo sueltes! ¡No lo sueltes!

Como los atraparon en la noche, no tuvieron el tiempo de agarrar a todos los caballos cuando salieron corriendo de la posada del pueblo. Katsuki agarro a Mei para que subiera al suyo antes de que fuera tarde, haciendo así que el viaje fuera incómodo y que no pudiera usar su magia con las manos de su prima apretando sus costillas. No mentiría al decir que sentía verdadero miedo en esta situación, nunca antes pasaron por tal desventaja. Estaban en territorio enemigo y su única opción era volver a meterse en el bosque, con la esperanza de perderlos.

Los caballos eran veloces pero los de los guardias imperiales también lo eran y ellos conocían bien la entrada al Reino de Yuei, la última aldea quedaba muy cerca del bosque pero los caminos para pasar a ella eran intransitables. Los estaban acorralando.

Sin embargo, milagrosamente después de lo que parecieron unas largas horas, llegaron a lo más profundo del bosque y pudieron esconderse dentro de una cueva. No prendieron ni siquiera fuego en el interior en caso de que alguien los viera y hablaban en susurros, con los caballos acostados detrás de ellos.

— ¿Heridos? —pregunto Hisui tanteando con las manos a sus sobrinos para saber a cual estaba tocando — ¿Aki?

—Uh, no, tío Hisui. Soy Kana —rió la castaña —Me raspe la pierna al rozar un arbusto pero aparte de eso, estoy perfecta.

— ¿Mei? —busco el mayor hasta sostener una mano delgada y delicada en la oscuridad —A mi no me engañan, estás manos tan pequeñas son de Mei.

—Error tío Hisui. Son las mías —murmuró Aki con algo de vergüenza —No me sucedió nada, ¿cómo estás, Mei?

—Creo que le rompí una costilla a Katsuki —comentó avergonzada la de ojos verdes — ¿Lo hice?

—Estuviste jodidamente cerca —aseguró el cenizo.

— ¿Alguna otra herida que tengas, Katsuki? —busco Hisui con sus manos a su último sobrino y encontró su hombro —Debes decirme o de lo contrario te juro que voy a amarrarte a una cama para que los demás niños te cuiden.

Katsuki bufo en que sus demás primos se reían. Su tío Hisui siempre tuvo la maravillosa habilidad de hacer que el miedo de ellos se fuera volando muy lejos. Los hacía sentirse seguros aunque todos ellos eran mucho más fuertes que su tío. Él los cuidaba y los trataba como si todos fueran sus hijos. Confiaban mucho en él y le tenían un gran respeto.

—Bien, ahora hablando en serio —dijo Kana preocupada — ¿Qué haremos? El reino ya sabe de nuestra presencia.

—Me quieren a mí. Podría entregarme —se encogió de hombros el cenizo —No es como si pudieran hacerme daño de quererlo.

—Definitivamente no —se negó el mayor —Bajo ningún termino te vas a entregar Katsuki.

—Antes de eso le clavare una flecha entre ceja y ceja al Señor Feudal Todoroki —aseguró Mei con firmeza.

—Oh, que piadosa hermanita, yo pensaba derribar su castillo de un terremoto —sonrió en la oscuridad Kana —Aún si me muero usando esa cantidad de magia, lo haría con todo gusto.

—No hables tan fácilmente de tu maldita muerte —se quejo el cenizo.

—Y tú no hables tan tranquilamente acerca de entregarte, Katsuki —regaño Aki y luego agrego —Yo digo que vayamos a dormir hasta mañana.

—Un perfecto plan —elogió el mayor —Como siempre, Aki es el más sensato de todos. Descansen niños y prepararse que mañana será un día difícil.

Obedientemente, siguieron las palabras de Hisui. Se acomodaron los unos con los otros en la oscuridad de la cueva. Katsuki podía sentir que Mei se puso sobre su hombro para descansar y a la vez, él sintió como el mayor lo abrazaba para que estuviera cómodo recargado contra su cuerpo. No sabía que posición habían adoptado Kana y Aki, pero considerando la timidez del segundo, era posible que se hubieran puesto a dormir junto con los caballos sin tocarse.

Las respiraciones de todos eran suaves pero ninguno realmente se durmió. Estaban inquietos y preocupados de ser encontrados, nadie podría dormir bajo esas condiciones. Fingieron el descanso para no preocuparse mutuamente pero en el interior estaban concientes de que se encontraban despiertos y en alerta.

Por lo tanto, cuando escucharon pisadas y voces acercándose a la cueva no se asustaron.

— ¿Están seguros que esos guardias no nos vieron?

— ¿Qué importa? De todos modos, estábamos de caza.

—Sí, pero hay órdenes de entregar estás presas al Señor Feudal Todoroki. Nos pudieron haber llevado a prisión, amigo.

— ¡A la mierda con eso! ¡Nos costó mucho atrapar a estas criaturas como para entregarlas!

—Bien, bien, ¡tampoco me grites, idiota!

El cenizo sintió como el brazo de Hisui lo apretaba protectoramente contra su pecho y la manera en que Mei se abrazo a su cuerpo. Pudo escuchar el leve sonido de Aki moviéndose en su dirección y a Kana murmurando algo acerca de un cuchillo. El sonido de su tío silbando despacio detuvo a su prima de toda acción imprudente que pensará cometer y volvieron a quedarse quietos y en silencio.

Las personas que habían entrado a la cueva prendieron una fogata que no llegaba a iluminar dónde estaban ellos. En las penumbras y entre las rocas, estaban a salvo. Hasta los caballos debían saber que no podían ni respirar en ese momento. Podían oír su conversación y el ruido de algo pesado arrastrándose.

—Por cierto, ¿a cuanto los vendemos? No valen tanto como la Sangre del Dragón.

—Para empezar esa sangre solo la puedes obtener del Templo del Fuego, tonto. Estás criaturas son más valiosas vivas. Los nobles los usan para construir sus tierras.

—Oh, sí. He escuchado de eso también. Ellos pueden hacer magia, ¿no? Como el salvaje que viaja de tierra en tierra intentando detener la Amenaza Oscura.

—Los Sacerdotes del Dragón dicen que es un asesino. Que todo lo que hace es atraer más cerca a esas bestias, ¡no debería haber salido de su aldea!

Katsuki sintió que el brazo de su tío lo apretó más fuerte de ser posible y que Mei dijo algo acerca de cortar la garganta de uno de esos hombres. Por las voces, no eran solo dos como había supuesto al inicio, sino cuatro o cinco. Olvidó los insultos y se concentro en seguir la conversación.

Una persona más intervino. Bien, eran seis.

—Eh, chicos, no quiero ser el blasfemo aquí pero...ese salvaje salvó mi aldea natal. Fui hace unos días y sufrieron la Amenaza Oscura pero gracias a él lograron sobrevivir.

Hubo un instante de silencio, luego, uno de los hombres suspiro.

—Amigo, que nadie te escuche decir eso en la capital. Los guardias imperiales te van a cortar la cabeza por ir contra el Templo del Fuego y el Señor Todoroki.

—Él tiene razón. Mi hermano y cuñada fueron llevados al calabozo por blasfemia. Ellos querían solicitar a los consejos de nobles que el salvaje viniera a ayudar.

— ¿Murieron?

—La ejecución es en una semana. Por eso viene de caza. No soporto pensar en eso.

El cenizo no escucho las palabras de consuelo de los otros hombres solo pudo pensar en cómo el Señor Feudal Todoroki y lo que sea que fuera un Templo del Fuego se atrevían a lastimar a su propia gente de esa manera, únicamente por desear su ayuda o ponerse de su lado, ¿cómo podían hacerle eso a los suyos? Para él era impensable.

Los hombres se quedaron conversando un poco más hasta que fue el momento en que se fueron a dormir, se acomodaron y se dieron las buenas noches. Cuando todos guardaron silencio, Katsuki recibió la aprobación de Hisui —dada muy a regañadientes— de ir a inspeccionar a esos hombres. Se separó de su tío y en silencio, se puso de pie caminando entre las rocas y acercándose a su encuentro. Eran seis hombres, todos vestidos de manera humilde, cargando flechas y arcos, espadas y cuchillos pero no tenían el mismo porte de arrogancia y dignidad que el de los caballeros imperiales que los perseguían. Parecían comunes campesinos.

Ignorando a los hombres, el cenizo se movió hacia unos bultos que había en el suelo, tenían forma de cuerpos humanos pero pequeños y delgados, murmuraban cosas en un idioma que no podía entender pero que se le hizo familiar. Lentamente, se arrodilló en el suelo y tocó la tela, causando de lo que sea que estuviera adentro de su asustará.

—Shss, no te haré daño —murmuró y el costal dejo de moverse —Mantente quieto.

El primer bulto que tocó se quedó inmóvil como le dijo y el cenizo uso el cuchillo para abrir el costal, del cual salió un joven de cabello azabache corto, ojos onix y orejas puntiagudas. Era una de las criaturas mágicas que había visto en su aldea hace dos años, solo que está tenía colores más apagados y un aura mágica más fuerte ahora que lo percibía. Aún así, lucía asustado.

—Sé que puedes entenderme, así que escúchame. Te sacaré de aquí y a tus amigos, pero necesito que hagas silencio —ordenó el de ojos rojos y el joven asintió con firmeza —Bien, muevete y no me estorbes.

El azabache asintió y se alejó en lo que el cenizo seguía abriendo los costales, revelando a tres personas más. Dos jóvenes más y una niña, todos de cabello negro y ojos onix, con orejas puntiagudas y pequeñas. Lo miraban con recelo pero le hicieron caso, casi como si no pudieran ir contra su voluntad, muy diferentes al niño de cabello rubio que conoció en su aldea.

Los guío hacia la salida de la cueva. Estaba planeando como sacarlos hacia el bosque cuando los gritos de los hombres dentro de la cueva se escucharon y Katsuki solo pudo gritar que corrieran. Los cuatro obedecieron, salieron corriendo hacia el bosque y las montañas, el cenizo se quedó atrás y empezó a usar su magia para detener los pasos de los bandidos pero eso también llamo la atención de los guardias imperiales que estaban cerca. Pronto estaba siendo acorralado.

— ¡Ahí está! ¡Es el mago Katsuki! ¡Ahí!

— ¿¡El salvaje?!

— ¡No importa el salvaje, se llevó a nuestros elfos! ¡Atraparlo primero!

Katsuki movió la tierra para que dejaran de seguirlos y uso el viento para que cayeran de sus caballos pero fue inútil, los pusieron contra la pared de una montaña. Y antes de que iniciará el ataque, los jóvenes les miraron asustados y preocupados, como si estuvieran arrepentidos de haberlo arrastrado a esto.

No tenían que estarlo, él solo se metió en esa problema. Él iba a resolverlo.

—Detrás mío, ahora —ordenó y le obedecieron —No se muevan.

Los jóvenes se pusieron detrás de su espalda, la niña lloraba abrazada a uno de ellos y murmuraba cosas que el cenizo no podía entender. Se concentro en el escuadrón de caballeros que estaba delante suyo y en los bandidos. La luz de la luna y sus antorchas iluminaban sus rostros, serios e indulgentes.

—Katsuki Bakugou, salvaje miembro del clan Bakugou, el Templo del Fuego pide tu detención por traer el mal a nuestro reino —demando uno de los guardias imperiales bajando de su caballo —El Señor Feudal Todoroki se encargará de que seas entregado a ellos.

— ¿En serio? No veo a su gran señor aquí —se burlo el de ojos rojos — ¿De qué manera piensan entregarme?

El guardia imperial se enojo y se acercó, alzó la mano y jalo del cabello del cenizo para tirarlo al suelo y le dió una fuerte patada en el estómago. Pudo escuchar a la niña llorar más fuertes y a uno de los jóvenes intentado acercarse a ayudarlo, pero los bandidos los mantuvieron alejados.

— ¡Demonio arrogante! ¡El Templo del Fuego clama que es tu culpa que nuestras tierras estén siendo invadidas por los Lobos Negros! —el guardia imperial le dió otra patada — ¡Si no fuera porque necesitan purifcarte te mataría aquí mismo!

Otra patada y otra patada. Katsuki sintió mucho dolor pero no uso su magia. Porque matar a un ser humano era muy diferente que matar a un Lobo Negro. Hacer eso con su magia se sentía inaudito. Usar la magia para quitarle la vida a alguien estaba mal. En cambio, aguardo a la tercera patada del guardia imperial y atrapó su tobillo, lo jalo e hizo que cayera al suelo, después uso el viento a su favor para alejar a los demás guardias que iban a rescatar a su capitán y colocó una espada en el cuello del mismo.

El rostro del hombre se puso pálido bajo el filo de la espada.

—Si quieren a este bastardo vivo darán dos pasos para atrás —dijo hacia los guardias imperiales que, mirándose uno a otros y a su superior, siguieron sus indicaciones —Los malditos de ahí. Dejen en paz a esas criaturas o los mato junto con este bastardo, ¡ahora!

Los bandidos habían sujetado a las criaturas por su cabello y les estaban atando las muñecas pero al escuchar la amenaza del cenizo, decidieron desistir y los soltaron. Las criaturas salieron corriendo nuevamente a su lado, asustados y heridos en algunas partes, pero bien.

Katsuki suspiro con cierto alivio pero no podría mantener la situación mucho tiempo más. Estaba solo, ¿a donde podría huir en estas condiciones? ¿realmente tendría que matar a estas personas? Estaba sudando mucho. Su corazón latía rápido, ¿cómo podía salir de ahí sin dañar a nadie? En medio de sus dudas, uno de los guardias imperiales grito asustado y eso hizo que su líder se le escapara entre las manos. Los caballos estaban corriendo en su dirección y atacando a los propios guardias, a la vez que dos personas se acercaban hasta él con expresiones de preocupación y angustia.

Eran Kana y Hisui, ambos usando espadas para defenderse de los demás.

— ¡Tío, Kana! —exclamó asustado y salió a su encuentro, siendo recibido primero por el mayor — ¡¿Por qué mierda salieron de la cueva?!

— ¡Por ti, niño tonto! ¡Como si pudiera dejarte solo! —respondió Hisui agarrando por los hombros a su sobrino y examinando sus heridas, soltando un suspiro de alivio al verlo sano —No podremos luchar contra los Lobos Negros. Pero sí contra los humanos, Katsuki. Ahora, corre junto con Kana y esas criaturas que salvaste, estaré detrás suyo.

Katsuki asintió, la distracción con los caballos no era todo lo que sucedió en el bosque. Mientras él estaba siendo acorralado, Aki y Mei se pusieron a prender fuego en el bosque para conmocionar a los guardias y hacerlos salir del lugar, en lo que ellos iban a buscar un lugar seguro dentro de la aldea, en espera de ellos. Las campanas de alerta de la aldea harían que los guardias imperiales tuvieran que cumplir primero con su objetivo de cuidar a los ciudadanos y los dejarían a ellos en paz. Por otro lado, los bandidos no ganarían nada con todo este desastre y era posible que incluso los guardias imperiales les reclamarán algo por estar en el bosque de caza cuando no estaba permitido.

Escapar en todo ese caos hubiera sido sencillo si no fuera por un detalle. El líder de los guardias imperiales, herido en su orgullo porque un chiquillo lo hubiera dejado en ridículo delante de sus tropas, perseguía ferozmente al cenizo y a los demás a caballo. Tenía en su espalda un arco y flecha que el hombre podía usar con maestría debido a sus años de experiencia y apunto en dirección de la espalda del muchacho.

No fallaría. Disparo.

El cenizo no se dió cuenta de eso. Corría con la vista en frente, con el humo del fuego haciendo que sus ojos ardieran y tosiendo debido al mismo. Sus piernas dolían de lo mucho que las estaba esforzando. Su abdomen le reclamaba por los golpes dados. Únicamente al escuchar el grito de horror de Kana y al sentir a alguien tirando de su cuerpo hacia abajo, supo que algo había pasado. Cayó de cara, su boca trago algo de pasto y sus manos se rasparon, fue una caída fuerte y se preguntó si fue su culpa cuando escucho a alguien hablando a su espalda.

—Katsuki...perdón...no quería tirarte.

Era la voz de Hisui.

El cenizo se arrodilló y el cuerpo de su tío se cayó de lado, haciendo que pudiera ver que una larga flecha atravesaba su espalda y pecho, en la zona del corazón. Su sangre se helo y sintió un destello. No sabía que fue, tampoco le importaba. Quería silencio. Quería paz. Así que, deseo con todo su ser que el incendio se detuviera, que el galope del caballo parara, que los guardias imperiales se detuvieran y su magia le concedió su deseo.

A través de su fuerte desesperación, el tiempo se detuvo para que viera el cuerpo de su tío perdiendo la vida lentamente delante de sus ojos, la manera en que su sangre caía por la ropa, sus ojos abiertos viéndole a él y reflejando preocupación, sus manos extendidas intentando tocarlo una última vez.

—Katsuki...corre...—pidió Hisui con su último aliento —Corre...

Hisui no era amable, decía palabras duras cuando no daban todo de sí, los disciplinó a él y a sus primos duramente, pero siempre les expreso todo su amor y orgullo. Era un hombre grande en el cuál se podía confiar no solo la seguridad física, si no también la mental y emocional.

Katsuki sentía que en dos años Hisui reemplazo a Hisame muy fácilmente. Por eso, a diferencia de cuando tuvo que matar a su padre, ver a su tío muriendo delante suyo lo llevo a un shock más grande. Para cuándo quiso reaccionar y ayudarlo, para cuando recordó que podría usar su magia para sanarlo, ya era tarde. No le latía más el corazón. No respiraba.

El cenizo se arrastro y tocó el pecho cálido de su tío, el lugar donde se apoyo hace menos de unos minutos, dónde pudo sentir un corazón latiendo vigorasamente. Un grito de dolor le destrozo las cuerdas vocales y después, todo lo que puede recordar es haber tomado una espada olvidada de un guardia imperial en el suelo y haberse puesto de pie.

Todos estaban quietos. El fuego era lo único que se movía en aquella tenebrosa imagen. Los guardias, los caballos, Kana y las criaturas permanecían paralizados. Katsuki camino con lágrimas entre los ojos y, en medio de su furia y tristeza, usó la espada para apuñalar a todos los guardias imperiales en el corazón. Después, cuando se calmo, su magia volvió a dejar que el tiempo fluyera y todos los guardias imperiales, sorprendidos y aterrados, vieron el agujero que había en sus pechos junto con el rostro de un joven de cabello cenizo que derramaba lágrimas delante de ellos.

—Los veré en el infierno —sentenció el cenizo tirando la espada manchada de sangre al suelo —Guardarme un lugar.

Los guardias imperiales cayeron al suelo inertes. Kana sollozo confundida pero ni presto atención al evento y se apresuró en ir a dónde estaba el cadáver de Hisui. En cambio, el cenizo solo miro el fuego empezando a devorar el bosque y luego alzo la cabeza hacia el cielo, con su magia creo unas nubes de tormenta y reclamo a la lluvia que cayera para evitar que se siguiera expandiendo el incendio. Se sintió agotado pero la adrenalina y la pena evitaban que todavía se desmayara.

Luego de eso, se volteo para ver a Kana llorando sobre el pecho de Hisui, le puso una mano en el hombro y la miro, sus ojos verdes estaban llenos de dolor.

—Tenemos que irnos, Kana —le indico con seriedad sin dejar pasar el nudo en su garganta —Antes de que vuelvan más.

— ¿Y-Y dejaremos al tío Hisui aquí? —tartamudeó la castaña — ¡Él murió protegiendote! ¡¿Cómo es que piensas en abandonarlo?!

— ¡¿Entonces debería cargar su cadáver en la espalda hasta la maldita aldea que nos vendió?! ¡¿Cuándo esos bastardos pueden volver por nosotros en cualquier momento?! —gritó enfurecido y dolido el cenizo — ¡No puedo proteger su maldito cadáver, Kana! ¡Tengo que protegerte a ti y a los demás!

Kana lloro, sus manos apretaban las ropas de Hisui con fuerza pero después se puso de pie y se abalanzó para abrazar a Katsuki que la sostuvo sorprendido.

—Lo siento, lo siento, lo siento. No debí decir eso, perdóname Katsuki —pidió entre sollozos —Perdón.

El cenizo le dió unas palmadas en la espalda en su prima, sin atreverse a decir que creía que tenía la razón, él tuvo la culpa de todo. Si no hubiera pensado en ayudar en esas criaturas, si no hubiera sido atrapado por los guardias imperiales, si hubiera corrido más rápido, Hisui no habría tenido que salvarlo de la flecha del líder de los guardias imperiales que iba dirigida a su espalda.

Era su culpa. Su tío había muerto por su culpa. Murió por intentar protegerlo.

Katsuki se quedó en callado y Kana lo soltó, seguía llorando pero se fue calmando de poco, su rostro estaba rojizo y la ropa la tenía mojada por la lluvia, le dió su capa para cubrirla y después miro hacia las criaturas de cabello azabache.

— ¿Saben cómo volver a su casa, no? —preguntó y uno de los jóvenes asintió con la cabeza —Bien, entonces aquí nos separamos. No mueran y dejen que la muerte de mi tío halla sido en vano.

Las criaturas asintieron con expresiones decididas pero antes de que el cenizo pudiera alejarse de ellas, una se le acercó. La más joven, la niña asustada que se veía igual que Kana por la manera que estaba llorando, ella tiro de su ropa y le hizo una seña para que se le acercará, después, colocó una mano sobre su corazón.

Katsuki sintió que su magia se expandía como una cascada sin fin en su interior y también, como una pequeña parte se iba hacia la niña que al soltarlo, lo miro con sus ojos onix tristes pero decididos.

—No vamos a olvidar lo que pasó aquí hoy, humano. La sangre que rego el bosque será recordada —prometió la niña —El Dios del Mar y el Viento, Isoe, te otorgará su bendición.

El cenizo no tuvo tiempo de sorprenderse porque la niña pudiera entenderlo, ya que ella siguió entregándole magia a través de su mano y luego, le hizo lo que parecía ser una pequeña reverencia.

—Cuando el humano tenga problemas puede venir a Armonía. El Clan de los Elfos lo protegerá —aseguró la niña —Hasta entonces, que el sol cuide sus días y que la luna lo proteja durante las noches.

Finalmente, la pequeña lo soltó y corrió con las demás criaturas mágicas que desaparecieron entre los árboles del bosque.

Se corrió el rumor de que el mago Katsuki era un asesino, que con su magia maligna y pecadora había acabado con la vida de los guardias imperiales de una aldea pequeña. La población de Yuei estaba asustada pero también, intrigada y preocupada. Ya que nadie era ajeno a que la magia del mago Katsuki había estado protegiendo las zonas fronterizas que habitaban los salvajes.

En cambio, ellos estaban siendo atormentados por la Amenaza Oscura a diario y el Señor Feudal Todoroki no hacia nada por salvarlos. Estaban desamparados y desesperados.

De esa manera, para Katsuki y sus primos fue más sencillo pasar desapercibidos con la ayuda de unas cuantas personas que sí los querían en Yuei. Se mantuvieron unos dos meses en completa calma en la casa de un alcalde que los acogió con buenas intenciones después de la muerte de Hisui. No era solo la tristeza y el dolor por perder a su tío y guardián lo que hizo que su viaje se volviera lento, sino también el hecho de que el cenizo quería investigar un poco de la magia que logro hacer en el bosque y que tanto Kana como Aki debían recuperarse de un par de heridas que se hicieron en su huida. Usaron ese tiempo para hacer duelo, descansar y pensar.

Al parecer, Katsuki podía con su magia ahora controlar el tiempo. Detenía el tiempo a su alrededor con cierta facilidad pero se delimitaba en cuando al espacio que pudiera controlar y no aplicaba a los elementos naturales. Por ejemplo, una vez detuvo el tiempo durante una noche de tormenta, continúo lloviendo pero sus primos y los hijos del alcalde dejaron de moverse dentro de la casa. También comprobó que si se encerraba en una habitación y usaba la magia del tiempo, lograban pasarse días o semanas estudiando, mientras que para los demás era como si se hubiera ausentado solo media tarde.

La magia del tiempo era útil para varias cosas. Pero el cenizo sentía que estaba mal usarla para lastimar a otras personas y tenía el presentimiento que eso en el futuro le traería alguna consecuencia. De momento, si no necesitaba usarla no lo hacía.

—Oh, muchacho, que bueno que te encuentro.

Katsuki estaba leyendo un libro en la sala de estar del alcalde, el hombre hasta ahora no había hecho nada en su contra y tenía la certeza de que se debía al resentimiento contra el Señor Feudal Todoroki, que mando a asesinar a sus hermanas menores cuando pidieron en una reunión social de nobles que se le otorgará un permiso a él para ayudar a Yuei. El alcalde se había mantenido lejos de el señor feudal desde entonces y no se metía en los asuntos de la sociedad arístrocata, ni daba su ayuda en tiempos de crisis. Se le conocía como un hombre ocupado con únicamente su territorio y comercio.

Del alcalde y su esposa aprendió ciertos modales que le servirían a la hora de mandar al carajo al Señor Feudal Todoroki con elegancia. Sí, ambos le agradaban bastante.

— ¿Necesita mi ayuda otra vez? —cuestiono cerrando el libro que estuvo leyendo —Ya le he dicho que no quiero llamar demasiado la atención haciendo magia para ayudar a limpiar la aldea.

Aunque era agradable escuchar las alabanzas y las risas de los niños cuando usaba su magia, el cenizo prefería mantener un perfil bajo. Kana y Mei eran más libres de usar la magia para ayudar —ya que se quedaban en esa casa sin pagar un alquiler ni la comida que se les daba— con la cultivación y la pesca ya que los guardias imperiales buscaban a un chico que pudiera usar la magia y no a mujeres. Él prefería hacer junto con Aki labores de cortar madera y llevar barriles de agua a las casas desde el pozo de la aldea.

—No venía el día de hoy a pedirte por eso —aseguró el alcalde y le extendió al mago una carta —Es una invitación formal a el palacio del Señor Feudal Todoroki. Al parecer, sus herederos...bueno, quieren hacer su debut.

— ¿Todos juntos? —cuestiono intrigado el cenizo viendo el contenido de la carta —Son más de treinta, ¿qué mierda pretenden?

—Una fiesta de gloria. Una costumbre muy horrible dentro de los nobles cuando hay demasiados hijos disputando el puesto —explicó el alcalde —El Señor Feudal Todoroki tiene a diez chicos en la edad de heredar el trono, dos más que son muy jóvenes y el resto son mujeres. La fiesta de gloria es para tener un derecho real por el trono al demostrar la fuerza del más fuerte en una lucha.

—Ja, y se atreven a llamarnos salvajes a nosostros —gruño el cenizo dejando la carta de lado —Cuando eligen a su jodido líder a quien soporte más una espada, ¿cómo prueba esa mierda que es capaz de dirigir una nación?

—Veo que mi esposa ha tenido éxito con sus clases de educación y etiqueta, joven Bakugou. Habla como todo un noble —alabó el alcalde de buen humor —Aunque usa ciertas palabras que ofenderian a más de uno.

—No quiero sonar como un noble, solo me niego a quedar como un estúpido según sus ideas idiotas de salvaje y educado —bufo el cenizo para después mirar al hombre con perspicacia —Alcalde, ¿cuál es su punto al venir a informarme de esto?

—Oh, claro, claro. Mis disculpas por irme de tema —se disculpo el alcalde y respondió —Creo que debería asistir. He investigado que tendrá más aliados que enemigos en esa fiesta y que es posible acorralar al Señor Feudal Todoroki delante de sus herederos. Los más jóvenes están abiertos a hablar de una ayuda mutua con los Lobos Negros más que él. Uno de ellos podría ponerse de su lado y dividir las fuerzas imperiales, que sirven principalmente a la sangre Todoroki sin importar los rangos.

—Y un rey a punto de ser derribado por sus hijos no es el lado del que quiera estar un guardia imperial —asintió el cenizo para sí mismo —Causaría una conmocion si voy a la capital.

—Mí esposa y yo podemos protegerlo a usted y a sus primos hasta que llegue el momento importante —afirmó el alcalde —Dos guardaespaldas y dos damas de compañía son entendibles dentro del palacio. Podrán acceder sin problemas.

Katsuki lo pensó bien por unos segundos. Desde hacia tiempo que planificaba la manera de meterse en el castillo del Señor Feudal Todoroki para tener una "charla" con el supuesto dueño de todas las tierras de Yuei. Pero todo siempre acababa con una nación enfurecida por la perdida de su líder y con su clan siendo aniquilado. No podía tomar esa vía sin importar nada.

Era conciente de que podía amenazar seriamente la vida del Señor Feudal Todoroki pero que no debía acabarla. Los demás nobles pensarían que él quería gobernarlos cuando no era el caos y se irían todos en su contra. Y él no contaba con un ejército para responderles.

Tenía que hacer las cosas bien para que su clan no saliera herido.

—De acuerdo, cuento con usted —acepto el cenizo el plan del alcalde que sonrió alegre — ¿Que va a querer a cambio de todo esto? No soy tan ingenuo como para creer en su bondad sin dobles intenciones, alcalde.

—Es cruel decir eso después de llevarnos tan bien —se rió el alcalde pero luego agrego —Quiero comerciar con los Bakugou. De manera casi exclusiva.

Katsuki se sintió aturdido por un segundo y después el alcalde le explico sus razones.

—He oído que sus territorios son bastos y muy fértiles, ¿sabe la cantidad de dinero que pudiera hacer si me vuelvo su socio? ¡sería suficiente para que mis bisnietos vivan sin preocupaciones! —se entusiasmo el alcalde —Oh, por supuesto, será una relación comercial equivalente. Las ganancias serán repartidas justamente, se lo puedo jurar.

—...Es un hombre al cual realmente le gusta el dinero, ¿eh? —bufo el cenizo.

—El dinero y mi esposa —confirmó el alcalde.

Katsuki negó con la cabeza pero después pensó que la avaricia y codicia del alcalde, aunque le parecían un poco extremas, no le era desagradables.

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