Capítulo 35

Desde que nació tuvo el mismo sueño. Estaba solo, algo le apretaba el cuello y acariciaba a una de las peligrosas Mantis, las mascotas de Su Majestad, los protectores del Valle. En el sueño caminaba descalzo por un piso extraño y no sentía nada, llevaba ropa ligera pero el frío no llegaba a su cuerpo.

Y cantaba. Recordaba la letra claramente al despertar pero cuando la recitaba, su voz salía distinta y más alta. No sonaba igual. Pero estaba convencido de que la letra era la misma.

—Ven a verme en la nieve, baila conmigo y ríe conmigo. Ven a buscarme y juguemos juntos...—murmuraba —Mientras la nieve cae y él no nos encuentra, salgamos a...

— ¡Yuki!

El niño de ojos grises y cabello blanco dejo de cantar y se volteo, su madre venía corriendo hacia él, con el mismo gesto preocupado de siempre y lo abrazaba fuertemente entre sus brazos fríos.

Oh, ¿otra vez se había pasado del tiempo límite?

—Yuki, pequeño, ¿sabes lo nerviosa que estaba? —le miro la mujer, tan distante a él, de ojos negros y cabello canoso — ¿Qué acordamos, eh?

—Que cuando mamá saliera al mercado, me quedaría en la cabaña.

Pero la cabaña era demasiado aburrida y los niños del pueblo eran más divertidos. A Yuki le encantaba jugar con ellos. Por eso se escapaba, sin embargo, siempre tuvo la precaución de volver a su alejado hogar dentro del bosque antes de que su madre terminará sus compras. Pocas veces sucedía esto.

Supuso que la canción lo distrajo más que otros días.

—Perdón, mamá, ya volvía a casa.

—Niño mentiroso —regaño la mujer pero tenía una ligera sonrisa de diversión en el rostro —Volvamos antes de que se haga más tarde.

Yuki asintió y tomó la mano de su madre, la cual era fría, delgada y arrugada. Cada año tenía más miedo por su salud. Su madre era muy mayor y no tenía padre, ¿a quien podría acudir si enfermaba? Como era partera, muchas personas en el pueblo la tenían en estima, así que quizás podrían socorrerla.

Mientras se alejaban del pueblo y se adentraban en el bosque, volvió a cantar.

—Salgamos a jugar, ven a buscarme y salgamos a jugar. Acá donde él está no puedo llorar...

Yuki sintió que su madre apretó más fuerte su mano y cerro la boca.

Katsuki se despertó sintiendo el cuerpo ligero y la cabeza despejada pero con un poco frío. No venía de Shoto que dormía a su lado, bastante cómodo y profundamente. Sino que el propio vagón estaba helado. Supuso que mientras dormía habían llegado al Valle del Hielo y al asomarse por la ventana, noto los maravillosos paisajes cubiertos de nieve y hielo. Como los recordaba.

Un paisaje muy bello. Al principio, en verdad odio el Valle del Hielo, debido al contraste con su lugar de nacimiento —donde jamás nevó— pero tenía una belleza que llegó a apreciar gracias a Yuki Hirose. Se sentía bastante triste de que ya no estuviera para mostrarle lo mucho que cambio ese lugar con su presencia.

El cenizo se estiró y miro que los demás seguían durmiendo, así que aprovecho para tocar la cara dormida del cuarto príncipe.

—En verdad eres bonito —murmuro tocando con sus dedos gentilmente la cicatriz en su rostro —Muy bonito.

El cuarto príncipe hizo una mueca mientras dormía como si no estuviera de acuerdo con sus afirmaciones, lo que le causó gracia al mago y que finalmente se levantará para ponerse ropa y arreglarse. Iida lo escucho y se despertó junto con Ritsu, ambos se apresuraron hacia él y se sorprendieron al verlo con su aspecto normal.

—Mago Katsuki, que bueno que halla vuelto a la normalidad —dijo el guardia imperial — ¿Su magia se recuperó como dijo el Líder de Gadia?

—Sí, estoy bien. Lamento los inconvenientes que les cause —hizo una ligera inclinación de cabeza que el más alto aseguraba que no era necesaria —Saldré a explorar un poco.

—Por favor, espere a que le dé unos abrigos adecuados para eso —pidió el guardia imperial —No hay que subestimar el clima del Valle del Hielo.

El cenizo asintió con tranquilidad y vio que Ritsu se notaba inquieto, como si estuviera nervioso y ansioso en su presencia. Le tocó la cabeza para acariciarlo y el niño le vio apenado.

— ¿Sigues pensando en la batalla del otro día? No es tu culpa, Ritsu —le aseguro el mago —No había nada que pudieras hacer para ayudarme.

—Lo sé pero, aún así, estoy enojado conmigo mismo —murmuro el pequeño —Estaba a su lado y no puede hacer nada. Katsuki-niisan tuvo que protegerme.

—Estoy acostumbrado a proteger a otros —dijo el cenizo.

—Pero alguna vez eso debería ser diferente, ¿no? —pregunto el niño.

—Nada bueno sale de intentar protegerme —negó con la cabeza el mago —Por eso, es mejor ni pensar en hacerlo, Ritsu.

Ritsu estaba por decir algo más pero el guardia imperial llegó en ese momento con unas capas gruesas que entrego a ambos para que fueran a su rápida expedición. Como el cenizo se encontraba bien, el guardia imperial se sintió seguro con dejarlo salir del tren sin avisarle a el cuarto príncipe que seguía dormido. Aprovecharía el tiempo en que el mago y la espada no estaban para despertar a los demás y seguir con su viaje.

El tren había frenado en el lugar donde sus vías acababan, delante de lo que parecía un humilde y pequeño pueblo. Katsuki noto un letrero que tenía escrito "Ingreso al Valle del Hielo, territorio del Señor del Invierno" y el símbolo de un copo de nieve poco original que le hizo sonreír. No tenía intenciones de meterse en el pueblo, si no que siguió el camino de nieve por los senderos y peñasco en silencio junto con la espada. El paisaje blanco le traía recuerdos de una época hermosa y breve de su vida, al lado del chico que sería su primer amor, Yuki Hirose.

Prometí no abrir la puerta y sé que eso debió hacerte sentir responsable, Yuki. Pero tú y yo sabemos bien que no podías salvarme. Tenías las manos demasiado ocupadas con otros asuntos, ¿no?

El cenizo se había quedado mirando un árbol con pequeñas flores amarillas, quiso estirar la mano para recoger alguna pero no se atrevió. Una vez Yuki le dijo que eran medicinales, que en su pueblo se usaban para tratar ciertas heridas y que su efectividad era bastante alta. El joven de cabello albino y ojos grises no tenía mucho conocimiento sobre el mundo que lo rodeaba cuando se conocieron, sabía más acerca de medicina y plantas. Su recuerdo que antes le hizo sentir mucha tristeza, ahora solo le hacía sentirse nostálgico y un poco melancólico.

¿Le habrán hecho una tumba? Me gustaría visitarlo para decirle que uno de sus descendientes lo jodió y que me tocó ayudarlo. Me puedo imaginar al bastardo de Yuki riendo.

A el mago le gusta la nieve. Que sorpresa.

La voz de una joven le hizo girar la cabeza y encontrarse con los ojos dorados de la Maga de la Luna, estaba levemente pálida y usaba una capucha para cubrir su cabeza, aunque el cielo gris impedía que los rayos del sol fueran fuertes.

—Y a ti no te gusta el sol, que sorpresa —murmuro acercándose a la chica — ¿Por qué saliste? Te hace mal.

—No me gusta estar encerrada y la Enfermedad Lunar no es grave, en mi caso —sonrió la rubia —Soporto el sol. Pero prefiero moverme durante la noche.

— ¿Hace cuánto te enfermaste?

Himiko inclino la cabeza con cierta diversión y rodeó al mago. Ritsu se puso en alerta, la magia de la rubia se sentía pesada y aterradora, le daba un verdadero miedo. Sin embargo, cuando el de ojos rojos le miro para que se quedará en su lugar, él obedeció.

—La Enfermedad Lunar es un conocimiento de hace diez años, que explica los malestares que presentan los Magos de la Luna luego de ser declarados como Magos Oscuros, ¿por qué parece que tienes conocimiento de ella? —interrogó la de ojos amarillos —La mayoría piensa que es una excusa de los Magos de la Luna para justificar sus homicidios.

—Hice una investigación hace tiempo —se encogió de hombros el mago sin darle más detalles a la rubia —Responde, ¿cuando enfermaste?

—En el vientre de mi mamá —contestó directamente la joven maga —Soy la primera hija "sana" de un Mago de la Luna. Nací sin complicaciones pero sí tengo la Enfermedad Lunar, ¿sorprendete, no?

Katsuki no podía negar que sí era bastante impactante. Más que nada porque los Magos de la Luna, una vez llegaban a cierta etapa de su enfermedad, empezaban a perder la cordura y la salud incluso antes de eso. No debían ser capaces de concebir.

—Mí mamá me crío sola y murio hace un tiempo, durante la llegada de los bárbaros. Ella era una de las pocas herbolarias que había en la capital del Reino de los Espejos y cuando se negó a ayudar a los bárbaros, la asesinaron —contó la rubia mirando hacia la nieve blanca que rodeaba la montaña —Me dejo su legado y quise quedarme a ayudar a mi gente. Mantener nuestro negocio de medicina lunar.

—Si es así, ¿cómo llegaste hasta aquí? —interrogó el cenizo — ¿Es por el chico que atacó el pueblo de Ferd?

—Li-kun era mi amigo —confesó la rubia dejando pasar cierta tristeza por su voz —Un familiar lejano. Quería evitar que su alma terminará manchada por la venganza y la ira. Pero no es toda la razón que tengo para estar aquí. Necesitaba verificar algo.

—Por la forma en lo que lo has dicho, supongo que ya lo hiciste, ¿no? —supuso el mago por el tono de seriedad empleado por la rubia — ¿Qué verificaste?

—Que la guerra del Reino de los Espejos se va a trasladar a Yuei. Es cuestión de tiempo pero, llegará.

El cenizo podía jurar que los ojos dorados de la rubia brillaron por un segundo, como si estuviera dando una predicación en lugar de decir un hecho que podría no pasar. Interiormente, se preguntó si esa guerra sería la razón por la que él volvió al mundo y One For All llegó a las manos de Izuku, ¿sería posible? ¿una guerra de un reino tan lejano podría afectar Yuei? ¿llevaría al reino a su destrucción? Empezaba a preocuparse e inquietarse.

La joven al notar que su rostro reflejo vagamente esas emociones se le acercó y le dió un golpecito amable en el hombro.

—No todos en Yuei son malos. Pero no se puede confiar en el ejército imperial, desde que usan los collares de contención para evitar perder sus almas han sido crueles con nosotros —contó la de ojos dorados —Se llevan a las mujeres a los cuarteles para violarlas todos los días y obligan a los hombres a hacer trabajos pesados para mantener el comercio. El Reino de los Espejos no puede vivir en paz.

— ¿Qué hay de Touya y Natsuo Todoroki? Son los príncipes encargados de la guerra, ¿no tienen control sobre sus hombres?

Toga se arrodilló en el suelo y para explicarle a el mago la situación tan precaria de su reino, formó una serie de bolas de nieve. Una pequeña, otra mediana y dos grandes. Las puso lado a lado para que el de ojos rojos pudiera ver la diferencia de tamaños y se explico.

—Los bárbaros de las Tierras Lejanas se apropiaron de la capital, Hansha, la cual tiene los Templos de los Sagrados, dónde se guardaron por cientos de años nuestras armas. Aún no las usaron todas, posiblemente porque no saben cómo, pero las que usaron acabaron con tres tercios del ejército imperial de Yuei y parte de la población del reino  —señalo la pelota de nieve grande y luego la otra que era igual de grande —Se hicieron con el Castillo del Revés, el hogar de los Sagrados que gobernaban nuestras tierras y lo convirtieron en su sede, es un pequeño oasis mágico, así que pueden recargar sus armas y creas otras con facilidad. E igualaron sus recursos con los del ejército de Yuei con la ayuda de esclavistas que antes no habían podido acceder a nuestro territorio —esa era la pelota mediana y finalmente, la rubia tocó la más pequeña —En casi diez años, el ejército imperial ha tenido que sobrevivir a el Infierno Veraniego y las Noches de Arena. Son personas de Yuei, no están todas aptas para lograr superar esos climas, muchos no lograron pasar del primer año al lado de su majestad Enji. De modo que, Natsuo y Touya Todoroki cuentan con generales nuevos que no conocen y que no tienen el tiempo de andar controlando. Mientras mantengan las barricadas y no pierdan más territorio delante de los bárbaros, ¿qué importa que las mujeres sean violadas, los niños entregados a los esclavistas, los hombres forzados a trabajos de minería? Los príncipes saben lo que sucede pero no pueden hacer nada al respecto.

La rubia pateó las bolas de nieve y las dejo volver a ser parte de toda la unificación blanca a sus pies.

—Li-kun tiene razón en algo. La Última Princesa puede que sea la esperanza de nuestro reino, si asume su papel de Sagrada, Yuei tendría que retirarse de nuestro territorio y podríamos tomar la guerra en nuestras manos —apretó los puños la rubia —Prefiero pelear al lado de mi gente, en vez de que alguien diga falsamente que lo hace en nuestro lugar y por nuestro bien.

Katsuki soltó un largo suspiro y miro la nieve bajo las botas negras de Himiko, a la vez que observaba a Ritsu de pie a menos de un metro de ellos. De repente, se sintió muy viejo y lejano del Valle del Hielo, como si estuviera en un lugar más remoto, dónde había llanuras y montañas verdes, personas peleando lado a lado y sangre que venía por ambos, gritos de guerra y cantos de desesperación.

Odiaba con todo su ser la guerra. Le enseño a Teka a hacer lo mismo. A odiar los conflictos y hacer todo lo posible por evitarlos. Le enseño a vender su orgullo, dignidad y vanidad, a cambio de comprar paz y armonía. Porque él sabía perfectamente que de nada servían esos sentimientos al lado de la muerte.

¿Los Todoroki habrían olvidado eso o los impulsaba algo más fuerte a seguir en el Reino de los Espejos?

—Si la Última Princesa se convierte en Sagrada y va a luchar al Reino de los Espejos...—murmuro el de ojos rojos viendo hacia la rubia que inclino la cabeza en su dirección y empezó a sonreír de esa manera inquietante que dejaba sus dientes puntiagudos a la vista — ¿Qué es lo que hará?

—Lo mejor para todos —afirmó la rubia —Cantará.

Rei había sido educada, amable, fría y distante. Enji la eligió como su esposa al notar la soledad en aquellos ojos grises, pensó que sería una buena compañera, una mujer que se sentaría dignamente al lado suyo en la sala del trono. El último que pensaba en enamorarse era él pero termino sucediendo. Porque esa mujer tan fría y distante, ocultaba una melancolía y ternura que le llegó al corazón.

Quería salvarla. Desde el fondo de su ser, deseaba verla feliz.

Y ese fue un error.

Porque el amor lo cegó estuvo por perder a Shoto. Ahora, como rey y padre, no podía dejar que ese error se repitiera con otro de sus hijos. Por ese motivo, llamo a Touya a su estudio para conversar.

Su hijo mayor tomo asiento delante suyo, su expresión indiferente era tan parecida a la de su madre que le dolía un poco pero la manera en que arañaba el apoyabrazos de su asiento mostraba un nerviosismo atípico que el pelirrojo pudo detectar. Ordenó a una sirvienta que le sirviera un té verde para que se calmara y luego, la despecho de su oficina. Se quedaron solos.

Touya bebió suavemente el té, sin estar dispuesto a ser quien hablara primero, así que Enji dió el primer paso.

—Touya, que te halla dejado el asunto del Reino de los Espejos no quiere decir que la información no llegue hasta aquí —dijo con calma y analizando las expresiones de su primogénito —Sé de los reclamos de la Facción Rebelde y la alianza de unos cuantos generales con los esclavistas. La guerra se te está yendo de las manos.

—La Pacificación tiene sus tropiezos pero está controlada —aseguró el albino —Los generales serán castigados por crímenes inhumanos en pocos días. Natsuo ha tenido que hacer una larga investigación para que estuviéramos seguros de no dejar a ninguno libre.

—Bien, entonces, ¿a quién van a ascender para que sea General una vez hallan sido ejecutados los corruptos?

Touya se mordió los labios y no respondió. Los generales nuevos que tuvo habían sido ambiciosos y crueles, pero eficientes. Los que tendría ahora no contaban ni con la mitad de las agallas de esos monstruos para hacerles frente a los bárbaros. Natsuo había estipulado que los cambios que querían hacer —por justicia— los llevaría a perder la guerra en un corto plazo. Pero la solución a largo plazo era mantener a los generales corruptos y con eso hacer crecer la furia e indignación de los habitantes del Reino de los Espejos, por lo tanto, los seguidores de la Facción Rebelde continuarían aumentando.

Estaba cruzando un callejón muy estrecho. Hacia atrás estaban las lanzas apuntando su espalda y en el frente, las dagas esperando su llegada.

El rey al notar la aflicción en el rostro de su hijo se quedó en silencio unos segundos, después saco de su cajón un papel y se lo extendió. En los ojos azules del menor se reflejo una interrogante y él solamente le indicó que leyera el documento. Era bastante breve, así que no tardo en hacerlo y una vez lo hizo, miro a su padre con horror y preocupación.

—No, ella no va a hacer esto —se negó de inmediato —No.

—El Reino de los Espejos no tiene otra solución. Los bárbaros masacraron por esto a el Linaje de los Sagrados, para que no tuvieran está salida pero la tienen —agarro el documento el rey —La Canción del Fin. El Sagrado que la cante dentro de su territorio puede mandar las almas de sus enemigos a los Cristales Eternos. Yaoyorazou Momo es la Última Princesa, una vez tome su ritual como Sagrada, podrá cantar esta canción y hacer que su reino vuelva a vivir en paz.

—A cambio de su vida —gruño el albino —A cambio de su alma que será encerrada también en los Cristales Eternos, sin la oportunidad de reencarnar, ni ir al cielo o el infierno.

—Pensé que no creías en esas cosas, Touya —señalo el pelirrojo —Una vez dijiste que "la muerte es la muerte, no hay un lugar al que ir ni uno al cual volver, es un adiós simple".

—He pasado mucho tiempo en el Reino de los Espejos. Algunas costumbres se quedan —dijo a la defensiva el albino —Para ellos el alma es sagrada, valiosa, tiene que ir a algún lugar. No puede quedarse estancada. Es el peor castigo para ellos.

—Para la Última Princesa no lo sería, si eso le da la libertad a su pueblo —indicó el rey notando el ceño fruncido de su hijo mayor — ¿Por qué no reconoces que es el mejor camino a seguir? Para Yuei y para el Reino de los Espejos.

—Porque no quiero renunciar a Yaoyorazou Momo —reconoció el de ojos claros a su padre —Es mía. Va a ser mí esposa y se quedará en Yuei.

—Touya, por favor, te pido que pienses como un gobernante de Yuei —rogó el rey — ¿Valen la pena todos nuestros recursos gastados, la vida de las personas, el tormento de la guerra, por una señorita que no te corresponde? Hijo, quiero que detengas la guerra. En unas semanas mandaré con tu hermana un mensaje al Templo de la Sabiduría, los del Reino de los Espejos, incluída la Última Princesa, pueden volver a casa si así lo desean. No serán retenidos por más tiempo en las fronteras de Yuei.

Touya desgarró parte de la silla, luego tomo aire y echo la cabeza hacia atrás. Sabía que una vez su padre tomaba una decisión como rey está era irrevocable. No había nada que pudiera hacer para detenerlo. No contaba con la suficiente autoridad y no quería generar una guerra política en su propio reino por lo que sucedía en uno más lejano. Pero no toleraba la idea de que Momo fuera al Reino de los Espejos a entregar su vida, aún si fue para eso que la criaron y la nombraron como Sagrada.

— ¿Debo terminar nuestro matrimonio? —pregunto en voz baja sin querer ver a su padre a sus ojos, observando simplemente el techo del estudio y los grabados en las puntas — ¿O espero a que muera en el Reino de los Espejos y busco otra reina?

—Sí, harás eso —declaró el rey —Touya, pero primero te quitaré una carga de encima. Quiero que me mires, hijo.

El albino acepto hacerlo de mala gana, su cuello volvió a ponerse derecho y miro a su padre, las sombras oscuras debajo de sus ojos, las arrugas a los costados de su boca y el cabello pelirrojo con leves canas blancas. Su padre nunca había sido un hombre que sonriera mucho o fuera simpático, en sus recuerdos estaba presente una figura seria y orgullosa, pero también los vestigios de alguien que lloro por mucho tiempo a su único e inolvidable amor. No se llevaba mal con Enji, lo respetaba y agradecía que aceptará sus decisiones, como su matrimonio con Momo. No le gustaba que hiciera valer su autoridad cuando estaba completamente desarmado y que pareciera tener la razón en todo.

Porque en ese aspecto, le recordaba demasiado a su madre, a Rei quien era inflexible y dura como el hielo.

—Touya Todoroki, mí primogénito y Ministro de Guerra, a partir de este día, te destituyó de tus funciones —declaró con seriedad el rey.

Touya abrió sus ojos de una manera en que a Enji casi lo hizo reír y antes de que su hijo se alterara, levanto una mano para detenerlo y que le dejará continuar hablando.

—No me sirve un principe heredero preocupado por su amada, Touya —explicó el pelirrojo —Si quieres acompañar a Yaoyorazou Momo, ve. Pero después debes volver a tu hogar, ¿entendido?

Enji eligió a Rei ciegamente. Pero Touya no, él conocía a Momo, sabía de qué era capaz, lo que estaba dispuesta a sacrificar y los sentimientos que tenía hacia él. No podía detenerlo si la escogía a ella sobre Yuei. Solamente podía aliviar sus cargas y decirle que lo necesitaba devuelta en su reino, una vez terminara la misión de la Última Princesa.

Así que, lo dejaría acompañarla hasta el final de su camino, porque ese era el deseo de su hijo.

El albino no podía creer lo que acababa de escuchar, se paró de la silla sintiendo las rodillas un poco débiles y miro a su padre, el cuál mantenía un gesto tranquilo y ligeramente preocupado, porque sabía que lo mandaba una vez más a la muerte y está vez sin la protección de ser un príncipe. Más bien, sería un fugitivo, un indeseado dentro del Reino de los Espejos.

Pero al menos estaría al lado de la azabache.

Touya se inclino tres veces delante de su padre. La primera en señal de agradecimiento. La segunda por honor. Y la tercera, debido al afecto que le tenía. Después, sin decir palabras, se retiró del estudio.

Dos años pasaron en las montañas y aldeas, convenciendo a las personas de unirse al clan de los Bakugou. Aki y Mei cumplieron doce años. Yue tenía trece años y unos cuantos meses, mientras que Kana se volvió una "señorita" de catorce años, en edad de casarse. Por otro lado, Katsuki no mostró cambios, seguía viéndose joven, de unos dieciséis años, nada en él se volvió diferente a parte de unas cuantas heridas hechas por los Lobos Negros. Hisui se mantenía igual, un par de arrugas y callaos en las manos, después su salud y temple eran de hierro.

Se acostumbraron a dormir a la intemperie y en las aldeas. El cenizo aprendió a tratar con las personas, a ganarse el respeto, a imponer su voluntad sin ser un tirano. El uso de su magia también mejoró bastante, quizás porque tuvo que enseñarle también a sus primas cómo usarla. Debido al tiempo que pasaron metidos en las montañas, aprendieron bastante de Yuei y formalidades por parte de aquellos que eran de la servidumbre —que después pasaron a formar parte de su clan— del reino, comprendieron cosas básicas del comercio, el lenguaje, la etiqueta y las relaciones de poder.

—Joven Bakugou, va a tener muchos problemas con el Señor Feudal Todoroki si lo enfrenta ahora —dijo un general del ejército imperial —La llegada de los Lobos Negros a nuestro reino tiene a el señor muy ocupado y enojado. Que sus sucesores se estén peleando y confabulando por el trono tampoco ayuda.

—Eso le pasa por tener unas quince concubinas —murmuró Kana de mal humor al lado del cenizo —Tiene un solo trono, ¿o acaso pensaba dividirlo entre sus treinta y seis hijos? Es un idiota.

El general miro con frialdad hacia Kana, lo cual el mago noto y gruño en respuesta, haciendo que el hombre fornido bajara la mirada pero no que se guardara sus palabras.

—Los hombres en Yuei tienen derecho a cierta cantidad de esposas, muchacha —comentó el hombre —Que ellas no sepan educar y disciplinar a sus hijos es otra cosa.

— ¿Por qué debe ser así? El Señor Feudal Todoroki tiene tanta obligación con sus hijos como sus concubinas —reprochó la castaña —Si no puede educar y disciplinar a su propia sangre, ¿cómo se esperaba que mantenga a su reino protegido de los Lobos Negros? Más que idiota, sería un completo inútil.

—Kana.

El general al escuchar el llamado del mago pensó que iba a regañar a la muchacha de cabello castaño y ojos verdes por su osadía. En Yuei no había ninguna mujer que hablara así en presencia de los hombres, eran señoritas respetuosas y amables. Todo lo contrario a la joven salvaje de las zonas fronterizas que tiene delante suyo, alta y de mirada altanera.

El joven mago debía saber, después de tanto tiempo, que las tribus salvajes no estaban bien educadas como Yuei. Seguramente, se pondría de su lado.

¿Si, Katsuki? —inclino la cabeza la castaña hacia su primo, el cuál estaba un poco pálido y ojeroso, se trago su preocupación y no permitió que el general notará su estado. Su primo se negaba a mostrarse débil, ya que eso llevaría a que los aldeanos de Yuei dudarán de su poder mágico y esa era la única carta que podían manejar para establecer sus relaciones de dependencia para con ellos.

La magia de Katsuki los hacia poderosos y que les tuvieran miedo, respeto. Que su primo se mostrará débil, haría que perdieran todo eso.

Pero Kana seguía odiando desde el fondo de su alma que el de ojos rojos tuviera que por eso verse forzado a mantener un temple de hierro con días sin dormir y heridas sin sanar en su cuerpo.

—Ya hablamos de esto, ¿no? —le recordó el cenizo y viendo la sonrisa socorrona que empezaba a mostrar el general, creyendo que le estaba dando la razón, agrego con satisfacción —Lo que hagan los idiotas e inútiles de Yuei no es nuestro problema. Nuestro modo de vivir no es el suyo. Solo los estamos ayudando porque que los Lobos Negros lleguen a un territorio tan enriquecido por la naturaleza nos traerá problemas a nosotros en el futuro. No pierdas tiempo con las tonterías que dice el general.

—Por supuesto, Katsuki —sonrió la castaña con fingida inocencia y miro hacia el general que quedó con la boca abierta —Mis disculpas general. No volveré a opinar sobre los asuntos tan mediocres del reino de Yuei. Ahora, si es tan amable, le pido que se retire. Nuestro primo Aki debe estar afuera esperando para pasar.

El general tomó la poca dignidad que le quedaba y se retiró de la habitación donde se alojaba el mago, dejando el paso a un joven alto de cabello azabache y ojos azules, que le miro con indiferencia una vez estuvo adentro.

—Aki, has vuelto antes de lo que pensaba —comentó Kana, poniéndose de pie y abrazando a su primo — ¿Cómo está todo afuera? Oh, antes de que nos cuentes —se dió la vuelta la castaña —Katsuki, a la cama, ahora.

—Mandona —bufó el cenizo parándose y estirando sus rodillas, paso más tiempo sentado de lo que creyó —Ni que estuviera tan cansado.

—Mei me contó que hiciste guardia anoche —lo acuso la de ojos verdes.

—Un jodido maníaco quiso meterse en la habitación de Yue —gruño el cenizo —No iba a permitir que pasará.

—El tío Hisui ya fue bastante claro con esas personas —suspiro el azabache —Es increíble lo necios que llegan a ser.

Katsuki estuvo de acuerdo con ese comentario en lo que se metía en la cama de la habitación y se acostaba viendo hacia sus primos que se sentaban en el suelo delante suyo. En dos años, había logrado con sus primos mostrar una imagen de su clan, orgullosos, directos y eficaces. Al inicio, siendo la mayoría unos niños y un único adulto, los miembros de las tribus no les tenían el menor respeto. Pero a medida que sus primos fueron creciendo y adquiriendo habilidades e incluso dejando que Hisui supiera de sus cualidades mágicas —lo cual lo volvió todavía más sobreprotector con ellos, de ser posible— el respeto y la admiración fue llegando, incluso extendiéndose hacia el centro de Yuei, dónde la población estaba desesperada por una salvación contra la amenaza que vivía sobre sus cabezas.

Los Bakugou como un clan salvaje tenían una muy buena imagen y un gran respaldo que ahora nadie se atrevía a ignorar. Su comercio también estaba creciendo y la zona de su territorio se volvió más amplia, así como la cantidad de su población. Eso llevaba a otro tipo de problemas que, por suerte, el consejo de ancianos todavía podía resolver.

De lo contrario, Katsuki no dudaría en usar un caballo para volver a su aldea. Pero era un último recurso.

—Estamos en problemas. Hay guardias imperiales a unos kilómetros de aquí —empezo el azabache sacando de su bolso un libro y mostrándole a el cenizo el dibujo de un mapa —La llegada del "mago Katsuki" los tiene de los nervios. Eres una figura que el Señor Feudal Todoroki no quiere en sus tierras, Katsuki.

—No puedo imaginar porqué —bufo el cenizo.

—Ese hombre esta obsesionado con el poder y tiene un orgullo monumental. Que un salvaje venga a salvarlo de los Lobos Negros le deba quemar los intestinos —medito la castaña y recordando algo, preguntó —Aki, ¿y los dragones? ¿han atacado Yuei?

—Sí, hubo un incendio bastante grande hace menos de tres días. Mismo lugar —señalo el azabache en un mapa —Me parece que buscan algo ahí.

Los dragones eran solo una de las tantas criaturas que el cenizo descubrió en su viaje. Criaturas mágicas les puso como nombre general y después, guiado por el canto de un artista local, les dejo el nombre de "dragones". Pese a las quejas de las personas, él tenía el presentimiento de que la actitud destructiva de esas criaturas se debía a algo más. Pero, a diferencia de las Sirenas del Océano Pacífico —criaturas mágicas descubiertas por Mei cuando conocieron un cuerpo de agua gigante y casi se ahoga ahí— con las cuales sí podía comunicarse con ciertas señales, los dragones no tenían ninguna manera de entenderle.

Frustrante, sí, pero eso nunca le impediría conseguir lo que quería.

Katsuki quería a un dragón de su lado. En caso que al gran Señor Feudal Todoroki se le ocurriera volver a intentar ir a invadir sus tierras como hace menos de un mes.

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